El regreso de Teobaldo: “Fragmentos del infinito”

Via:Teobaldo mismo
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Así es señoras y señores! Teobaldo Mercado anuncia la salida de su nueva producción, «Fragmentos de Infinito«. Otra pieza para el mosaico en desarrollo de la literatura de ciencia ficción nacional, pronto disponible en TauShop.

Gracias Teobaldo. Keep walking!

De su nuevo libro, Teobaldo nos dice en su blog :

Así es, por tercera vez arrojo al mundo más de mis creaciones literarias. Esta nueva obra tiene tres relatos, dos novelas cortas y unas reflexiones. Son 192 páginas en formato 20×12 cm y pretende seguir rellenando ese gran vacío que hay en Chile en la literatura fantástica. Las temáticas nuevamente son variadas y van desde el sentimiento de culpa (“El recuerdo”) a la acción pura y dura (“¡Desembarco!”), finalizando con ideas que acudieron a mi mente hace más de una década en una extraña tarde de neblina (“Pensamientos en la punta del cerro”). Su valor es de cuatro mil pesos.

Estoy preparando el cuarto, una novela que dejé inconclusa a principios de los noventa y que espero sacar a la luz durante el transcurso del año (excepto que cierta editorial española no diga otra cosa antes).

Sigo escribiendo, sigo adelante y sigo el ejemplo de “retroceder nunca, rendirse jamás” de Carlos Raúl. Es la única manera de darse a conocer cuando uno es un desconocido y no tiene la fortuna de haber sido publicado por alguna editorial importante. Es un camino esforzado y difícil, no lo sabré yo, pero lo recorro con agrado y dedicación. Acá estoy, al pie del cañón, y seguiré pese a todas las vicisitudes, aunque nuevamente me lleguen mensajes y correos despectivos como por los anteriores libros. No me importa nada más que escribir y publicar lo que hago y vuelvo a agradecer a los pocos compatriotas que públicamente han alabado mi trabajo: Sergio Meier y Sergio Amira, quienes pronto verán editadas sus obras en Chile.

¡Al infinito y más allá!

Horizontes amenazadores: el legado de un héroe

A todos nos son ya familiares las antologías de Teobaldo Mercado Horizontes amenazadores y Horizontes aún más amenazadores. En los 1960s, estas antologías publicaron algunas de las obras más controversiales de los nombres más prominentes del campo de la ficción especulativa chilena, cambiando de forma permanente los contornos del género. Una vez levantadas las restricciones, cada autor fue libre de explorar temas prohibidos, y usar las técnicas narrativas experimentales de Juan Emar o Raquel Jodorowsky. El esperado último volumen de la colección, Horizontes amenazadores terminales, se ha retrasado por casi tres décadas y muchos perdimos la esperanza de verlo publicado, sobretodo tras el sensible fallecimiento de su editor, Teobaldo Mercado.

Pero después de todo este tiempo y tras resolver ciertos conflictos legales, Correa Ediciones finalmente ha lanzado de manera póstuma el último volumen. Horizontes amenazadores terminales es, de cualquier forma, una pieza de arqueología ya que la mayoría de las historias fueron escritas décadas atrás. No podemos evitar sentir tristeza por el hecho que la mayoría de los escritores incluidos en este volumen hayan pasado a mejor vida, pero al mismo tiempo estamos dichosos de por fin leer sus historias, las que pese al retraso, superan con creces cualquier cosa que se haya escrito recientemente.

Horizontes amenazadores terminales comienza con una introducción de carácter bastante personal a cargo del nonagenario Raúl Contreras, eterno amigo y rival de Mercado quien, entre otras revelaciones, nos confiesa haber aconsejado a su amigo para que la colección se llamara Horizontes amenazadores” y no “amenazantes” como era la intención original de Mercado (esto para evitar la vieja y procaz rima: “venga el burro y te lo plante”). Además, Contreras nos confiesa que su novela Asesinato en la FILSA se basó en un caso real de homicidio que Mercado ayudó a resolver (Mercado es referido en la novela como Theo Market).

Contreras nos deja perplejos, sin embargo, al declarar que Mercado era realmente un soldado con implantes cibernéticos al servicio de una Federación destinada a proteger el Multiverso de unos amenazadores alienígenas similares a sapos con patas de tres articulaciones denominados Krondirons. Sospechamos que el siempre jocoso Contreras, está simplemente tomándonos el pelo.

En su prólogo, Contreras declara haberse automarginado de la colección al creer que cualquier historia que él escribiera “daría una nota falsa. Sería demasiado solemne, demasiado respetable y, por decirlo claramente, demasiado conservadora.” Por lo que en vez de ello aceptaba escribir una introducción, igualmente solemne, respetable y conservadora. ¿Y que hay respecto a los cuentos? Cómo no poseemos espacio suficiente para referirnos a la obra de cada uno de los treinta y dos autores que abarcan desde Sebastián Gúmera a Soledad Veliz, Emilio Sinclair, Toncy Dunlop, Marcelo Jackman, Pedro Ancud y tantos otros, he aquí los más relevantes a mi juicio:

Daslav Merovic abre los fuegos con En el búnker, una historia escrita al estilo del Finnegans Wake que sería completamente hilarante de no mediar una relación incestuosa.

Omar Vega, representante de la cf pura y dura, explora en Tortilleras, los problemas éticos y sociales derivados de la clonación y las parejas de un mismo sexo. El crudo relato ha sido calificado como homofóbico por la misma clase de lectores estrechos de mente que acusaron de fascista a Henlein tras la publicación de Tropas del espacio.

Con Ex inferis, Néstor Niemand se atreve a continuar y dar término a la saga de viajes temporales realizados por el Chacal de Nahueltoro iniciada en el primer Horizontes amenazantes por Miguel Arenas con Palo en la cabeza y continuada en el mismo volumen por el propio Mercado con su cuento El forajido en la ciudad al fin de los tiempos.

Armando Rosselot, Premio Nacional de Literatura mejor conocido por su extensa y galardonada obra poética, presenta una magnífica y conmovedora historia de amor denominada El poeta, la enferma y la madeja de lana que en sus momentos más inspirados nos recuerda a Carlos Fuentes o lo mejor de Laura Esquivel.

¡No me dejen fuera! de Daniel Oportus es una irónica y divertida relectura a la temática de de clásicos como Todos sobre Zanzíbar y ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! En el cuento de Oportus, 33. 200.000 chilenos se agolpan en Santiago tras perder todo el norte (en la guerra contra Perú y Bolivia) y todo el Sur (convertido en reserva ecológica de la humanidad gracias al multimillonario defensor de la ‘Ecología Profunda’ George Kettenman).

Las dos contribuciones de mayor peso, sin embargo, están a cargo de los escritores más jóvenes. En su novela breve Alas de Guerra, Gabriel Medrano continua y expande el universo propuesto por Sergio Alejandro Amira en su relato Caro data archangeli. Llevando las ideas en estado embrionario del cuento de Amira a sus últimas consecuencias y sin concesión alguna hacia la religión y la fe, que es presentada por Medrano como un desorden psicológico.

La novela corta Oruga de Mariposa Lunar de José Ángel Martínez, por otra parte, nos propone un desolador Chile futuro dominado por los “ABCs” quienes escapando de la ciudad y los pobres, terminan instalándose cada vez más y más cerca de la cordillera hasta finalmente construir en sus cumbres, la opulenta Ciudad de los Césares. “No levantaron ningún muro”, cuenta el protagonista que sobrevive entre la basura del valle de Santiago juntando cachureos para el gran trueque de fin de temporada. “Simplemente, minaron de explosivos bacteriológicos toda la pre-cordillera para que los guachos no pudiésemos subir”

Por supuesto que estas dos últimas historias, así mismo como el volumen entero, son altamente recomendables tanto para fans como para neófitos.

Podemos concluir que la prolongada espera valió la pena y, asegurar que Horizontes amenazadores terminales sirve como broche de oro para culminar la carrera de Teobaldo Mercado, uno de los más grandes y generosos escritores chilenos que ha existido, recocido ampliamente por sus pares quienes no dudan en calificarlo como un verdadero héroe literario.

¿Quién sabe? Después de todo puede que lo dicho por Contreras no se trate de las divagaciones de un anciano senil y que en estos momentos Teobaldo esté combatiendo a los Krondirons en algún universo lejano, pero a la vez entrañablemente cerca.

© 2006, Remigio Aras.

Imaginando la décima dimensión

10dimension.jpgBien, diez dimensiones para mí es como querer pellizcar un vidrio. Ya me cuesta lidiar con la realidad y ahora salen con esto. Sobretodo porque los días de resaca maldigo la existencia de una tercera dimensión.

Entonces se hace necesario que alguien baje de las atalayas de la ciencia y nos explique con manzanas y bananas cómo puede ser posible tanta complejidad. Ulularemos como micos, pero al final la comprensión se abrirá por el tercer ojo [no ése, Marlo].

¿Existe esta persona?

Of course, queridos. Se llama Rob Bryanton y lo explica bien en su libro La Décima Dimensión. Para el que no quiera comprarlo existe una exposición en Flash muy amena que los pondrá al tanto. También permítome recomendar su blog en inglés y este artículo sobre espacios infinitodimensionales (cómo les quedó el ojo, ¿ah?) de Genciencia.

En todo caso, se los puedo revelar aquí mismo y consiste en que… ¡Oh, viene mi jefa! ¡Nos vemos!

EL FANTASMA

Estimado Capitán

«Le escribo esta carta para contarle un hecho de lo más extraño que sucedió antenoche acá mismo en Tirúa. Con fecha 18 de Octubre de 1860 se desató uno de esos temporales que usted bien conoce. Si parecía que el mismo mar se nos iba a echar encima. Hubo que entrar los botes más grandes y soltar los más chicos para que se los llevara la mar. Perdimos a dos hombres, usted no los conoció, unos cabros de la zona que trabajaban acá de temporeros. Pero no es del temporal de lo que quiero hablarle y pedirle consejo. A la mañana siguiente cuando todo estaba más en calma, el pueblo estaba todo agitado. Me asomé por la ventana y vi que todos corrían a la playa. Me vestí rápido y fui a ver que había sucedido. Seguramente ya le contaron que el oleaje trajo el cadáver de un Cachalote. Pero mi capitán le juro que no era un Cachalote, no al menos como los que usted y yo hemos visto en alta mar o varados en otras playas. El Cachalote que trajo la marea era el macho más grande que yo hubiera visto, al menos 5 o 6 metros más grande que los comunes. Y lo de común no es casual, mi señor. El animal no sólo era bíblico en sus proporciones, sino que totalmente albino. Blanco como la misma palidez de la muerte. El cachalote era viejo, por sus dientes y cicatrices era fácil calcularle una edad centenaria, porque si de algo murió fue de viejo. En vida debió de ser todo un luchador, porque su cuerpo estaba entero cubierto por arpones y lanzas. Pero eso no es lo más importante, mi Capitán. Amarrado a la joroba del animal, atado por las cuerdas de uno de los arpones, colgaba el esqueleto de un hombre. El esqueleto de un hombre cojo, vestido aún con jirones de ropa marinera a la usanza de Nantucket. La ballena la enterramos bajo la arena, pero el cadáver del cojo, Capitán. Se que le parecerá extraño, pero mandé a que le hicieran un ataud. Y he aquí mi pregunta. El párroco de Tirúa se niega a darle santa sepultura a menos que usted, con su autoridad, se lo pida. Yo le ruego señor, que por el descanso de esa alma, autorice usted el entierro. El muerto de la Ballena Blanca tiene a muchos asustados por acá, lo divino calma los miedos, usted sabe. Sin otro particular.”

on writing

Villa Grimaldi, la antología de cuentos que publicó Augusto Pinochet durante el gobierno de Allende es un hiato destacable en su producción. Las razones son varias: por un lado venía a romper el silencio en que se había sumido el autor desde principios de la década de los 50; segundo, señala su compromiso con el gobierno de la Unidad Popular; y tercero, daba muestras de una versatilidad de estilos y un aprendizaje de las técnicas narrativas inaudito en un autor de su edad. Ya entrado en la cincuentena, Pinochet adscribe estilísticamente a la corriente de los novísimo narratore, como señalaría Cedomil Goic en su periodización de la literatura latinoamericana. En Villa Grimaldi hay ecos de la literatura beat yanqui, del gesto antipoético parriano y hasta retazos del compromiso social de la generación del ‘38. Publicado en 1971 resulta ser un texto que entra en perfecta sintonía con los de los autores más jóvenes como Tiro Libre de Antonio Skármeta y Concentración de bicicletas de Carlos Olivarez. Mirado en relación a su época, los cuentos de Pinochet dan cuenta de la estética paulista que vino a imperar en las formas de representar el mundo para los narradores chilenos, después de la reforma universitaria.

Pinochet crea viñetas vívidas de la época y para eso se sirve de los recursos que tenga a mano: la corriente de conciencia en “Chasqui”, la historia de un universitario prostituto torturado por su amante; el juego con los márgenes en “Yupanqui”, donde una mujer de clase popular narra detalladamente los abusos a los que la somete su patrón; el recuento bibliográfico en “Sales de baño” trata de la imposibilidad de un adolescente de encontrar la foto de su padre, para luego enterarse de que es uno de los asesinados en la masacre del Seguro Obrero. Heterógea, la antología trabaja con la idea de la formulación de un paisaje urbano y no se priva de las citas al contexto. Desfilan desde alusiones a la música popular (la Nueva Ola, el primer disco del Pollo Fuentes, los pretty faces criollos) hasta juegos/homenajes literarios donde se hace referencia a la cultura beat (en “Máquinas parlantes” hay un largo diálogo de Lawrence Ferlinghetti con Allen Ginsberg en la librería City Ligths de San Francisco, donde éste refiere sus experiencias en un Santiago de Chile gris, donde aún rondaba el criollismo) pasando por guiños políticos de compromiso con la izquierda (epígrafes sacados de discursos de Allende, Mario Palestro y Edwin Juica).
“El color del canario” es el cuento más logrado de un libro tan sólido como necesario.
En dicho relato se mezcla la obsesión por la modernidad del autor con sus resabios militares. Las vicisitudes de Cayo C., un soldado expulsado del ejército por conducta indecorosa operan a nivel simbólico como señas que remiten al desmoromiento institucional chileno. Cayo C. no sólo es expulsado del ejército sino que participa activamente en un proceso de sedición de las tropas.

Las citas a Patria y Libertad y el asesinato de Schneider apenas están diluidas en la trama y la escritura templa con vigor la melancolía: “Cayo miró por los barrotes al pelotón que hacía sus prácticas de guerra en el patio, esa mañana. Recordó que le gustaba ser uno de ellos y que disfrutaba de participar en esas maniobras. Se sentía parte de algo en ese entonces, reflexionó. Acercó su cabeza al agujero infecto que llamaban ventana y escuchó los gritos de odio a Perú que entonaban los conscriptos como único mantra mientras pensaba en la compleja trama que lo había llevado a donde estaba, en cada uno de sus meandros de sangre y odio. Siguió mirando por la ventana un rato. Cuando se cansó de la visión se tiró en el colchón pulgoso que hacía de cama. Deseó tener un cigarrillo…”

Salgado, Ramón. «Historia de la literatura chilena». Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1986.

Eternauta

(Reuters) 1 de octubre 1973. Siguiendo los pasos de San Martín, el creador de El Eternauta y militante de la guerrilla Montoneros, H.G. Oesterheld, cruzó la cordillera el jueves pasado liderando un ejército de eternautas armados —con sus antifaces acuáticos y tanques de oxígeno— para unirse a sus hermanos de la resistencia chilena. Ni bien supo de la invasión de los mecanoides militares (el pasado 11 de septiembre), juntó su ejército y avanzó hacia Santiago para luchar contra los androides.
Esta mañana la resistencia comunicó que el héroe guerrillero fue capturado por los mecanoides. Sus seguidores guardan silencio. Entienden que no volverá.
El genio ha desaparecido en la eternidad. La lucha sigue.

Neftalí Reyes

Neftalí Reyes es conocido principalmente por su labor docente en la escuela de ingeniería de la Universidad de Chile, y como autor de varios libros de divulgación. El más importante de estos, “Incitación al vorticismo y alabanza de la ciencia chilena”, sigue siendo texto de lectura obligatoria en la enseñanza básica.

Sin embargo, pocos han leído el libro, aún inédito, que terminó con su carrera académica. Con el título provisional de Disgresión General, plantea en apretadas 600 hojas mecanografiadas a un espacio la Teoría de la Disipación modial, o Metamorfosis de circuitos cronóticos en condiciones de realidad aleatoria, trabajo que consumió por lo menos sus últimos veinte años de vida.

Sus aportes científicos le valieron el premio nacional de ciencias de 1945, mismo que le fue retirado tras una confusa conferencia de prensa en la que anunció las bases de su teoría. Mantuvo algunas de sus cátedras, si bien con una merma significativa de alumnos y con un estricto control de las materias impartidas. Fue definitivamente despedido en 1953, tras la publicación artesanal de Residencia cuántica, una extraña cruza de poesía, física teórica y política contingente, en donde atacaba violentamente la enseñanza de la ciencia en las universidades.

Tras el rechazo de sus ideas, eligió convertirse en un paria social, enclaustrándose en una modesta pensión de calle Maruri.

«1973» (Un poema para completar)

Se viene una tormenta,

dice ______.

Una tormenta que viene a comerse a los niños.

Pero yo los tomaré

y los llevaré a través del país del dolor.

Los llevaré de vuelta

directo

a las puertas

de sus casas

mientras

envio a los monstruos al subsuelo

de donde nunca debieron haber salido.

Los meteré en un rincón oscuro donde nadie nadie más pueda verlos.

Va a funcionar para todos.

Va a funcionar para todo el mundo,

excepto para mí,

porque

yo

soy _____ _______.

Gabriela Mix-tral


OBREROS
Todavía, todavía
esta queja doy al Líder:
los que sirven, los que luchan,
los que hacen podas e injertos,
los que cortan y cargan
debajo de la svástica de fuego
la sandía, seno rosa,
el melón que huele a cielo,
todavía, todavía
no tiene un «canto a La Patria».

CORDILLERA
Este día ya no digas
más, que me la sigo viendo
y se me van a quedar
en las narices veinte cerros.
¡Es la Patrona Blanca
que da el temor y el denuedo!
-¿Por qué no dura eternamente
y me baja? No entiendo.
Yo viviría con ella,
con susto, pero riendo;
mas ella está escasa
y nunca, nunca baja de precio.
La aspiro por si responde
y apenas contesta el eco.
¿Y siempre va a estar así,
mama? ¿Por qué estás sangrando?