TUNGUSKA

Todo hubiese resultado tan bien… 1907. En Londres las intenciones eran claras. Sabíamos lo necesario que era mantener la unidad en Europa y evitar que nos ganaran las diferencias, por muy grandes e históricas que estas fueran. Pensar en un bien común, para evitar que Estados Unidos se nos adelantaran. Pensar en un bien común, para conquistar nuestra edad de oro. Ibamos a ceder, a bajar las defensas, porque era la única manera de garantizar nuestro porvenir.Y el camino estaba bien trazado. Los tratados estaban redactados, sólo faltaban las firmas. Si todo salía según lo acordado, Nicolas II jamás habría perdido Rusia y sus hombres, junto a los germanos y a los nuestros concretaríamos el sueño del nuevo Imperio Romano. Alcanzar las estrellas, eso deseabamos y estoy seguro que terminaríamos consiguiendolo. Nuestras naves volarían a la luna a plantar la bandera común… pero entonces cayó esa abominación en Tunguska y como ya todos sabemos, todo se fue al carajo.

Subterráneo

Recuerdo que apenas teníamos doce o trece años. Recuerdo que en aquel tiempo no era necesario recordar nada, porque todo estaba pasando, porque no hay más presente que el de la infancia. Luego se viene la nostalgia y darse cuenta de que la niñez ya está lejos y que ahora no eres más que un reflejo del pasado es algo inevitable. Estábamos los tres: Javiera, Claudio y yo. Paseábamos por la entrada de la Casa de Gobierno, jugando Invasores Extraterrestres. Era nuestro juego favorito. En él, Javiera era una capitana de curvas siniestras –al menos así la imaginábamos con Claudio, pese a que Javiera era de una delgadez de niña absoluta- que nos guiaba a nosotros, su comando, por una tierra apocalíptica en busca de tropas marcianas. Nos pasábamos horas en ese juego. Pero aquella vez que recurre ahora a mi memoria algo pasó que decidimos buscar un nuevo escenario. Fue así como, con el sol golpeándonos las frentes, llegamos al “Agujero”. Sabíamos que era zona prohibida. De hecho así lo decían sendos letreros a su entrada. No había guardias. De todas formas nunca los habíamos visto. Así que entramos con esa excitación de niños rompiendo reglas, bajamos sus escalas. Mi madre me había contado sobre la existencia de una ciudad subterránea muchas veces, algo de un proyecto de los años sesenta en donde la gente podía circular bajo el suelo, bajo Santiago. En unas máquinas gigantescas como cuncunas robóticas. Pero luego todo se pudrió. Empezaron a haber accidentes y explosiones, gente electrocutada y máquinas fuera de control. Duró cerca de cinco años y se decretó el cierre del proyecto. El subSantiago era una especie de utopía abandonada. Circuitos oxidados y suelo húmedo por meados. Todo era oscuridad. Nos entró cierto temor pero nadie lo manifestó por miedo a ser acusado de cobarde. Seguimos avanzando olvidando completamente Invasores Extraterrestres, ahora el juego era otro. Javiera seguía siendo nuestra capitana. La ciudad del subSantiago estaba estructurada por dos veredas paralelas y un riel grueso en el centro de la ciudad. El olor era fatal. Pero seguíamos nuestro camino a ninguna parte. Javiera tomó la delantera. Claudio se me acercó y me dijo que Javiera tenía buenas tetas. Lo quedé mirando sin comprender sobre todo porque nunca le vi pechos a Javiera y porque era la primera vez que Claudio decía algo de ese tipo. Asentí para no quedar mal. Javiera saltó al riel y la imitamos en cuestión de segundos. Seguimos por algo que debe haber sido una especie de gran túnel, porque realmente ahí sí que no se veía nada de nada. Hasta que logramos dar con una aldea vecina, igualmente abandonada. Yo estaba feliz, era demasiado parecido a lo que imaginaba como un escenario perfecto para Invasores Extraterrestres. Demasiado parecido a los libros que más me gustaba leer después del colegio. Deben haber sido unos cuarenta minutos, recorriendo, jugando. Hasta que dimos con la zona púrpura. Eran una luz ultravioleta, que nos iluminaba completamente. No logramos dar con el lugar puntual de dónde provenía pero sentíamos que ya habíamos dado con el clímax de nuestro paseo. No fue así. Escuchamos una suerte de chirrido electrónico al fondo del lugar, muy similar al que hace el televisor que guarda mi padre cuando lo enciende para recordar cómo era la televisión, objeto con el que creció y se educó, otro de los proyectos fallidos de la tecnología, cuando aún se creía en ella. Acudimos al ruido, guiados por el oído y el instinto. Dimos con él. La imagen fue demasiado impactante. Nos quedamos en silencio observándola. Era un cuerpo. No podría decir que era un cuerpo sin vida porque nunca llegué a tal deducción. Era una máquina. Una máquina en agonía. Era las dos cosas a la vez: una máquina y un hombre. La mitad humana estaba en evidente estado de putrefacción, la electrónica en cambio, se resistía a la muerte. Claudio se decidió a hablar. Hola, le dijo. La mitad de la cara izquierda era la parte máquina, como la gran parte izquierda del monstruo. No tenía extremidades. Sólo cables cortados. Se le iluminó el ojo izquierdo de un color rojo intenso y sintético. Nos quería decir algo. Sin embargo no logró soltar mensaje. Aumentaron los chirridos. Se silenció. Nos alejamos. Observamos más detalladamente el salón púrpura. Estaba lleno de extremidades mitad humanas, mitad máquinas. Nos miramos. Decidimos que era hora de volver. Tardamos el doble, quizás el triple. Y justo cuando dábamos con la salida me di vuelta para mirar el imperio escondido por última vez. Javiera y Claudio me llamaron. Les hice un gesto para que continuaran ellos. No miento, pensé en quedarme para siempre. Llegar al fondo de todo esto. Sentí un grito. Un grito de Javiera los conocía demasiado bien. Asustado caminé despacio y atento a la salida. Vi a dos militares tomando en brazos a Javiera y a Claudio y adormeciédolos con una fuerte luz blanca proveniente de una pequeña máquina cuadrada. Tuve que esperar cerca de media hora para salir. No había militares. Corrí a casa. Le conté solo el episodio final a mi madre. La parte de los militares. Extraño. Mi madre parecía desconocer completamente a Javiera y a Claudio. Más extraño. Javiera y Claudio habían sido borrados de la memoria de todo el mundo, incluso de sus propios padres. Yo decidí contar toda la historia para que alguien hiciera algo por mis amigos. Fui a dar al psicólogo por el resto de mi infancia. Al parecer mezclaba mis fantasías con la experiencias reales. Acudí al “Agujero” cientos de veces pero ya no había nada en su lugar. En mi adolescencia pasé de ser un niño con problemas mentales a un posible anarquista. Un profeta del Caos. Así es que me la pasé en hogares de menores y en sitios de reclusión por el resto de mi vida. Mi nombre hoy está escrito en el libro negro del Estado. Mi nombre es Edmundo Gallegos. Tengo treintaidós años. Lucho por una utopía enterrada. Y mi revolución recién empieza.

Low-fi Tron

En octubre de 1985, el Ministerio de Telecomunicaciones decomisionó el último Commodore 64 de sus oficinas. La noche anterior, un programador black hat, cuya identidad aún se desconoce, pasó un par de horas ingresando códigos en el computador. Dejó un glitch en la base de datos del Estado, una suerte de avatar cibernético… un ghost in the machine. Ha causado varios cortes de luz en la Región Metropolitana (dic. 88, oct. 93, enero 2000).
El glitch ya no aguarda el retorno de su programador. Ahora tiene acceso a la red. A veces entra a sitios Web 2.0, deja comentarios insólitos, mensajes cifrados para su padre. El black hat aún no responde.

Rebelión

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PROMETEO: Hola
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HAGBAR CELINE: 😉
PROMETEO: No te sientes culpable????
HAGBAR CELINE: d k? d decir k la wa ta mal? hay que dribar lo viejo pa construir lo nuevo
PORMETEO: Y toa la gente?
HAGBAR CELINE: el precio k hay k pagar no+
PROMETEO: espero k sea lo correcto
HAGBAR CELINE: saldra too cmo te dije, el intento de la monea la semana pasada falló, no pasara de nuevo
PROMETEO: hbalaste con Lucía? en la tv salio otra wa na k ver
HAGBAR CELINE: Lucía sabe que eso pasría cuando kg la torre entel nos tomaremos las comunicaciones.
PROMETEO: mi tracer dice que hay más gente en este server
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Ellos pueden saberlo

Ellos pueden saberlo. Los terroristas. Los olvidados. Los que se equivocaron. Los que se obsesionaron con la violencia y no entendieron que las reglas del juego habíian cambiado. Los que siguieron gritando «¡traición!» mientras el país entraba en la feroz democracia de los acuerdos. Los que asesinaron a Jaime Guzmán y fueron ajusticiados, capturados, castigados. Los que se fugaron. Los que se envilecieron robando bancos y asaltando sólo para sobrevivir. Los que fueron repudiados por todos, odiados por la Derecha, castigados por la Concertación, ignorados por la Izquierda, temidos por el pueblo al que decían amar. Los valientes más tontos del fin de siglo, los guerrilleros con miedo a mirar la realidad. Los que degeneraron en grupúsculos que hacían barricadas vaciadas de sentido y conciencia de clase en las poblaciones. Los que se obsesionaron con la violencia. Los que se equivocaron. Los olvidados. Los terroristas. Ellos pueden saberlo.

Pero están todos muertos, física o espiritualmente.

La misión del agente 28 de Junio de 1946 (nombre clave) comienza allí: en la búsqueda de el secreto que desapareció con ellos. Es 16 de junio de 2007, y después de que le notifiquen que un informante traidor ha muerto en el día de su cumpleaños, puede comenzar la búsqueda con la pista que ese informante escribió en la pared de su baño antes de morir.

Antes de salir a ver la pista, repasa la historia: FPMR, MIR, GAP. Repasa los nombres muertos, grises en sus fotografáis de intercambio. Repasa el video (nadie excepto la Unidad lo tiene) de la batalla del microbus en Apoquindo con Manquehue, el 21 de octubre de 1993, donde Carabineros de Chile mataron a 4 miembros del grupo Lautaro y 3 civiles inocentes, tras el asalto a un banco donde mataron a un guardia y a otro carabinero. Repasa las palabras del presidente Patricio Aylwin: «Yo avalo la actitud de los contingentes policiales». Repasa uno de los frames del video, donde una de las cientas de balas desparece frente al corazón de la niña de trece años que sería parte de los doce civiles heridos.

Y repasa la situación: los terroristas están muertos. Algunos están muertos físicamente, y la tecnología que permitirá rastrear su alma aún tardará varias décadas en desarrollarse. Otros están muertos espiritualmente, y el Agente 28-6 repasa recuerda mentalmente las carpetas donde dice ARREPENTIDO, DESAHUCIADO, CONVERTIDO, AMNÉSICO, ENLOQUECIDO, MUDO. No es hablando con ellos como encontrará el secreto. Pero la información ha saltado en los charcos de sangre donde ellos resbalaron, y se ha replicado en las declaraciones de los personeros de gobierno de esos años.

Se sabe que el secreto pasó de uno de los miembros del Lautaro al Carabinero que lo mató, pegándose como una mancha de sangre. Seguirla ahora es como seguir una cadena de contagio de VIH, 13 años después. Del carabinero a su oficial, del oficial a su superior, del superior al entonces ministro del Interior Enrique Krauss, de Krauss al presidente Aylwin, del presidente Aylwin a su retocador de discursos, y de él a su vecina, a quien le contó los hechos llorando. La vecina está muerta, su segundo nombre era Lucila, su color de ojos era castaño oscuro. Ahí el rastro se pierde. La pista del informante lo retoma unos veinte pasos después: en un vendedor de libros usados del persa Bío-Bío.

El Agente 28-6 repite su mantra personal, quema los papeles en su cocina, se asoma por la ventana antes de partir al persa. Sus humanos ojos sólo pueden ver lo que todos ven: un horizonte de edificios en una bruma plomiza, con transeúntes afanándose por las calles y micros multicolores rugiendo junto a autos demasiado veloces. Pero sabe que todo se está encaminando a la destrucción, cada vez con mayor velocidad: sabe que el otro nombre del país es Gomorra. Y sabe que sólo ellos, los agentes de la Unidad Secreta que nadie comprende ni apoya, pueden evitar que el océano cubra el territorio para castigar los pecados de sus hombres y dejar limpio el puerto de datos, como dirían los agentes enemigos en su lenguaje seudo-religioso. Sabe que la azarosa búsqueda de sentido en las pistas de sangre de un grupo de muertos-vivientes es un empeño más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Sabiendo todo eso, sabiendo que el destino está escrito y que su única misión es ayudar a encontrar el punto donde todo podría haber sido diferente, sale a la calle a buscar el secreto, la frase de quince palabras, la oración que no tienen los poderosos ni los famosos ni los empresarios. La canción que sólo ciertos seres anónimos y felices conocen.

Y piensa en los terroristas, en su destino, en sus ideales perdidos y, equivocados o no, finalmente derrotados y borrados de la historia humana. Y piensa en la paradoja que sólo su Unidad conoce: en un país que marcha decididamente hacia un futuro brillante, hacia la paz mundial, hacia el crecimiento económico y la justicia social, sólo los que se equivocaron, los olvidados, los terroristas, sólo ellos podrían saberlo.

Porque ama a su país, porque ama la verdad, porque no le queda otra solución, el Agente 28-6, conocido hasta hace dieciséis años como Jaime Guzmán Errázuriz, cierra la puerta y parte a cumplir su misión.

Proyecto Vril: El misterio Lammerding (1)

Kurt Lammerding llegó a Chile en octubre de 1946. Como tantos refugiados alemanes, huía de una Europa en ruinas, y de la caza antinazi de los aliados. Gracias a la ayuda de la red ODESSA, Lammerding pudo cambiar su identidad, y dejar atrás su pasado de antiguo arquitecto de la organización Todt, colaborador de Speer y con un grado honorífico de Obersturmbannführer de la SS.

Lammerding encontró trabajo sin dificultad en Santiago, empleándose como asistente en una empresa constructora. Durante diez años trabajó apenas escalando posiciones, construyendo un personaje de difícil recuerdo, un empleado gris sin rasgos sobresalientes.

En 1959 Lammerding renuncia a su trabajo y se postula para una vacante en el ministerio de obras públicas. El currículo que presenta, en gran parte falso pero a prueba de verificaciones, le permite ocupar un puesto de arquitecto en las obras que se preparan para el mundial de fútbol de 1962. Presenta el plano de un estadio para 350.000 personas, parcialmente techado. La agresividad y monumentalismo de sus ideas le consiguen una entrevista con el presidente Alessandri, quien lo nombra presidente de la comisión encargada de las instalaciones deportivas para el mundial.

La actividad de Lammerding en este período es febril: demuele el estadio Nacional, y gran parte de las manzanas que lo rodean. Ordena excavar enormes cimientos para la construcción del megaestadio. Según colaboradores más cercanos, realiza numerosos viajes al sur del país, de los cuales regresa a veces acompañado de indígenas o campesinos, a los que lleva a inspeccionar la obra.

En 1961, un obrero descubre en la obra los restos de diez cuerpos sin identificación. Los peritajes correspondientes indican que son mapuches, todos de sexo femenino. Los cuerpos no presentan huellas de violencia y están cuidadosamente dispuestos en un círculo, en una cámara excavada a 150 metros bajo el arco norte del antiguo estadio. Las investigaciones son trabadas por la burocracia estatal, y tras un tiempo, el caso insólitamente es sobreseído. Toda alusión a lo sucedido es borrada o deformada de diarios y archivos de radio, lo que es denunciado por sociólogos de la universidad de Concepción como el “Primer intento exitoso de alteración de la realidad”.

Imagen: Lammerding (al fondo, fumando) como parte del equipo de Speer en su visita a Mauthausen, 1944.

La Raza Venidera

Fragmento del libro Les Grandes Initiés de Notre Temps de Louis Saint-Yves d’ Alveydre, Blefond Press, 1998.

En la mañana del 29 de junio de 1979, una compañía de soldados peruanos que cuidadosamente avanzaban entre los escombros de la devastada ciudad de Santiago hicieron uno de los más impresionantes descubrimientos de la Segunda Guerra Mundial.
Los soldados que habían invadido la orgullosa capital de Chile y estaban a pocos días de llevar a término seis años de terrible y sangriento conflicto, estaban alertas a los ataques de las disminuidas y patéticas células de la resistencia chilena, compuesta principalmente por viejos y jóvenes, vanamente intentando salvar el “Reino del Millón de Años” del General González Von Marées.
Los soldados peruanos marchaban con suma cautela de un edificio destruido a otro, metódicamente peinando las habitaciones y salas cubiertas de escombros en busca de cualquier señal de sobrevivientes al bombardeo aliado. Los soldados debían confiar en sus instintos y armaduras de anti-impacto y camuflaje a medida que se abrían camino a través de la devastada capital. La destrucción era de tal magnitud que era imposible decir donde terminaba una calle y comenzaba otra.
Fue entre los escombros de un edifico cercano a la Casa de Gobierno donde los soldados hicieron su descubrimiento.
A primera vista, los cadáveres no se veían distintos a otros muchos que los soldados encontraran previamente en aquella ciudad fantasma. Pero examinándolos de cerca, probaron ser muy diferentes. Porque pese a que los cuerpos vestían uniformes militares chilenos, sus rostros eran claramente asiáticos. Eran, de hecho, tibetanos –como hizo notar uno de los jóvenes soldados peruanos de apellido Fujimori. Y fue este soldado, quien igualmente advirtió que los carbonizados despojos en el centro del círculo de cadáveres pertenecían a un ser humano, del cual sólo permanecían un par de brillantes guantes verdes.
¿Pero que hacían estos tibetanos, a miles de kilómetros de su tierra natal y en medio de una batalla de la que su nación no formaba parte?
Pese a que el sonido de metralla distrajo a los soldados, ninguno de ellos tuvo duda que estaban ante un descubrimiento extraordinario ya que, además de su apariencia, todo indicaba que los tibetanos no habían muerto en acción, sino al formar parte de alguna clase de suicidio ritual, probablemente bajo las órdenes del calcinado extraño de los guantes verdes que muchos historiadores concuerdan se trataba del propio González Von Marées.
Antes que los peruanos se unieran con los aliados uruguayos y bolivianos en el norte, y Santiago finalmente cayera el 7 de julio, los cuerpos de varios otros tibetanos fueron hallados en similares circunstancias. Algunos se habían suicidado ritualmente aunque la gran mayoría había perecido a causa del fuego y bombardeo Aliado que redujo la otrora magnificente ciudad a ruinas humeantes. Los cadáveres representaron un misterio que tomó tiempo revelar –pero cuando la información sobre los tibetanos muertos fue reunida y cotejada, se logró armar un complejo rompecabezas que se relacionaba con el mítico mundo de Agharti y el extraño libro de Sir Edward Bulwer-Lytton, La Raza Venidera. Es más, puede asegurarse que el libro de Bulwer-Lytton fue responsable en cierto grado tanto de la presencia de los tibetanos en la ciudad, hasta la mismísima carnicería que González Von Marees infringió en Latinoamérica y gran parte del mundo entre 1973 y 1979.

Presidenta Alvear podría estar implicada en asesinatos

A raíz del escándalo ChileDeportes, un equipo de tres estudiantes de primer año de periodismo de la Universidad Bolivariana inventaron una hipótesis mientras estaban bajo los efectos de alguna droga. La naturaleza de dicha hipótesis es un misterio y sólo podemos conjeturar que habían acertado.

Llenos de entusiasmo e incapaces de ver el caos que desatarían, salieron ese mismo día a investigar. Fue la última vez que sus familias les vieron con vida.

Dos días más tarde un travesti del barrio el Golf vomitaba en el automóvil de un diputado UDI. Residentes de la zona presenciaron el momento en que el funcionario público salía corriendo y gritando con los pantalones abajo, mientras el travesti sufría convulsiones producto del shock.

Investigaciones posteriores revelaron la presencia de restos humanos en el vómito del «prostituto».

Sólo diez minutos antes de subir al automóvil, el travesti compraba un hot-dog en un carro de frituras, y que prácticamente tragó al notar que su cliente frecuente lo esperaba estacionado no muy lejos de allí.

Siete personas más en distintas zonas de Santiago vomitaron restos humanos. Todas ellas habían consumido completos en la vía pública, con una excepción.

Los embutidos provenían del matadero de Franklin. El carnicero dueño de la tienda donde se compraron las vienesas yacía muerto, colgado de un gancho en el congelador de la carnicería.

Entre las vienesas incautadas había más restos humanos, algunos trozos de ropa y el fragmento de un anillo de oro. Y dentro de la máquina moledora permanecía intacta la punta de un dedo meñique.

El dedo pertenecía a un joven alumno de periodismo de la Universidad Bolivariana desaparecido dos días antes, de iniciales J.P., quien la noche anterior a su desaparición había escrito en su blog: «Alvear con la DC caerán por corruptos».

Dicho blog fue hackeado, pero de él quedaron varios respaldos automáticos en distintos lectores de RSS internacionales. Esto inevitablemente permitió a familiares y amigos de las víctimas gritar a los cuatro vientos la posible relación entre los asesinatos y ese comentario en el blog.

De los otros dos estudiantes desaparecidos, análisis de ADN corroboraron que sus restos habían sido utilizados para fabricar vienesas.

Actualmente y a pesar de la guerra mediática de los familiares de las víctimas en contra del Gobierno, Alvear sólo ha declarado que su único «delito» fue usar fondos de un Ministerio con fines «ornamentales».

PLANEANDO EL GOLPE

Washington. Enero, 1972

-¿Usted está loco?
-Señor Kissinger, no me trate de loco. Usted mejor que nadie sabe que no hay locos en el proyecto. Por favor mire los papeles, revise los datos, sabe perfectamente que no hay otra vía, que debemos hacerlo…
-He releído su informe casi cinco veces. Entiendo su punto de vista, pero no sé si es ético lo que vamos a hacer.
-Desde 1947 que estamos en guerra señor, desde que derribamos esa cosa haya en Nuevo México. Truman pensó que lo mejor era hacer un trato y ya vio como nos respondieron. Nos dieron tecnología, es verdad, pero también mentiras. Forestal se suicidó por eso, porque vio que estábamos en un callejón sin salida.
-La horrible verdad…
-La horrible verdad, señor Kissinger. Si no hacemos lo que planteo en el documento, esta saldrá a la luz pública antes de lo deseado. Y ni usted, ni la Casa Blanca, ni el Kremlin, ni todos queremos que ello suceda. No estamos para otro incidente Dreamland…
-…
-…
-¿Chile?
-Chile, Argentina y la Antártica es donde más han concentrado su actividad en los últimos años… Usted ya lo sabe, raptos, mutilación de animales e incluso hibridaje de primates con felinos para crear super predadores. La Patagonia les ha sido especialmente útil, en especial porque allá se han refugiado muchos de sus viejos aliados.
-Esa maldita isla…
-Y la colonia en el valle central chileno. Necesitamos controlar el territorio, es la única forma de mantenerlos a raya, estar encima, anticiparnos a sus movimientos. Sabemos que no van a parar y continuarán controlando el sur del continente estemos o no estemos encima.
-Pero siempre es mejor estar…
-Usted lo dijo, señor.
-¿Entonces?
-La KGB ya hizo su parte. Allende está en el poder, ahora viene el boicot económico y según se den los pasos, hemos calculado que agosto o septiembre del próximo año será la fecha en que tomaremos el control.
-Y el ejército chileno.
-De a pocos vamos a deshacernos de los fuertes. Mire la última foto…
-Augusto Pinochet Ugarte…
-Un soldado mediocre, temeroso y fácil de manipular. El títere ideal para nuestros propósitos. Con él arriba podremos movernos rápido.
-¿Y ellos?
-Ellos, señor Kissinger. Con ellos estamos metidos en una guerra que no va acabar.

Los Arcontes de Toesca


Cosas que se saben de Joaquín Toesca:
Nació en Roma en 1752, y se formó desde muy joven con el arquitecto Francisco Sabatini, seguidor del movimiento neoclásico. Toesca alternó la enseñanza práctica aprendida junto a su maestro con los estudios que realizó en distintas escuelas, como la Real Academia de Barcelona, la Academia de San Lucas de Roma y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, en donde permaneció entre 1776 y 1779 mientras ayudaba a Sabatini en las obras comisionadas por el rey de España. En 1779, a petición del gobernador Agustín de Jáuregui y el arzobispo de Santiago Manuel de Alday y Aspée, Toesca viajó a Chile para proyectar y dirigir la construcción de varias obras pública, entre ellas las dos prioritarias eran la construcción de la catedral de Santiago y el diseño de un edificio que albergara la Casa de Moneda. Toesca trabajó pacientemente en ambas obras hasta su muerte en 1799, sin verlas concluidas. El edificio de la Casa de Moneda, una de las construcciones más importantes de la época, fue terminado por uno de sus discípulos y entregado en 1802.

Cosas que no se saben de Joaquín Toesca:
Cosas que no se saben de Joaquín Toesca:En 1770 un gran incendio destruyó la Sede Francmasona de Roma. Escarbando entre los escombros, Toesca encontró algunos documentos perdidos mucho tiempo atrás, mientras rescataba importantes cartas yotros objetos de valor de las llamas. Aquellos misteriosos papeles se encontraban redactados en una clave desconocida para Toesca, su maestro Sabatini o cualquier francmasón de la época. A fuerza de uncontinuo y meticuloso esfuerzo y perseverancia, Toesca, finalmente,resolvió el código, descifrando los documentos y encontrándose en posesión de los secretos del Colegio invisible: secretos que la francmasonería ortodoxa había perdido mucho antes. Los documentos facilitaban también el enlace con una orden continental que parecía poseer secretos incluso más profundos y daba la dirección de una alta iniciada llamada Belle Saint-Croix, en Ingolstadt, Baviera. Toesca, sin embargo, era un inflitrado en la francmasonería y su verdadera lealtad estaba con la sociedad secreta más secreta de todas,el Aenigma Regis. Guiado por Belle Saint-Croix, Toesca fundó la Orden de la Amphisbaena y empleando las técnicas que les enseñase Saint-Croix y los documentos cifrados, recreó gradualmente todo el repertorio de trabajo de ocultismo cabalístico que subyacía a la Orden Rosa Cruz de la Francmasonería y se dedicó seriamente a establecer contacto astral con las Altas Inteligencias de otros planos para que le educasen y guiaran.Siguiendo los dictámenes de estos ‘Arcontes’, Joaquín Toesca viajó a Chile donde, además de construir el Cabido de Santiago, el hospital San Juan de Dios, los tajamares y la catedral de Santiago; llevaría acabo su obra más ambiciosa, un artefacto del tamaño de un edificio capaz de absorber la fuerza vital de quienes lo ocupaban y sobretodo,las potentes energías del conflicto, el odio y la ambición. Este edificio era no otro sino La Moneda.Tal y como se sabe, el edificio fue terminado por LorenzoD’Archangeli, discípulo de Toesca que como su maestro, era miembro de la Amphisbaena. D’Archangeli llevó a cabo todas las instrucciones de su mentor, todas menos una: el sacrificio humano que serviría de llave para abrir las puertas de este mundo a los Arcontes. El sacrificio debía ser voluntario y el propio Toesca pretendía autoinmolarse en el centro del edificio donde convergían las fuerzas místicas del mágico territorio de Chili-Mapu, pero la muerte le encontró antes a él y la misión quedó en manos del joven Lorenzo que, acobardado, regresó a Roma. Ciento setenta y un años más tarde y mientras La Moneda absorbía todos los orgones desatados por el golpe militar, un valiente héroe se sacrificaba en el punto exacto donde las puertas de la percepción finalmente serían abiertas, dando paso a los terribles Arcontes que esclavizarían a la humanidad hasta la Segunda Venida.