Chile es admitido en la WWG

(Vía EMOL)

Todo Chile celebra que la WWG (World War Game Association) haya por fin incluido a nuestro país en el circuito mundial de los juegos de guerra de esta temporada. El director de Chiledeportes, Reinaldo Sánchez, dio la noticia en rueda de prensa desde la sede europea de la WWG, en Berna, Suiza.

Para este fin de semana se espera que los dos equipos en disputa empiecen a llegar al pais: el consorcio Krupp-Schmeisser de Alemania, y la Factoría Kalashnikov de Rusia. La zona asignada para los duros combates que se esperan, comprende en principio la isla de Chiloé y la región de los lagos, por lo que sus habitantes han empezado a ser evacuados. Los que se niegan a abandonar sus hogares deben firmar un contrato con Chiledeportes y la WWG. El senador Girardi denunció la existencia de este contrato, ya que incluiría una cláusula que anula todos los seguros involucrados si el cliente resulta herido o muerto por armas de guerra.

La novedad de esta temporada es la inclusión de armas nucleares tácticas, lo que desde ya hace impracticable la repoblación de las zonas asignadas. Por el contrario, se rumorea que esto permitiría que todo el sur del país quedaria incluido para siempre en el circuito de los juegos. En América, solo Perú y Brasil comparten esta fortuna. Desde hace tres años, Perú es conocido como Polígono Inca, ya que en la práctica no quedan peruanos viviendo en su territorio, y todas sus ciudades son escenarios de luchas callejeras entre equipos de segunda división. En Brasil, el Amazonas ha resultado ser uno de los escenarios más cotizados por los auspiciadores y patrocinadores, ya que está liberado de las convenciones de Ginebra y de Buenos Aires. Esperemos que Chile pronto se vea también liberado de estas imposiciones que atentan contra la libre práctica del deporte.

(En la imagen, miembros de la factoría Kalashnikov en su celebrado ataque a la línea de defensa del equipo de la Corporación Colt Firearms, que les permitió pasar a cuartos de final el año pasado)

Nueva Braunau

A finales los cuarenta se filtro desde la Europa desgarrada un movimiento silencioso de héroes malditos que escapaban, vendados, hambrientos, maltrechos pero siempre dignos, de los tribunales y las ejecuciones sumarias, espacios dramáticos y humillantes que venían tras sus largas botas negras a cobrar la cuenta de la conclusión final y sangrienta de la segunda guerra que perdían en lo que iba del siglo.

Un puñado de altos oficiales lograron confundir y comprar los controles aliados también hambrientos con molares e incisivos de oro rescatado de hornos y calderas para entonces extintas. Perón, flotando en su poder de masas, los recibió con bombos y platillos por un rato. Ibáñez del Campo, mas chileno y menos empoderado, abrió un par de pasos fronterizos. Goebbels, que cambio de lugares con su secretario que era a su vez su doble, arribo a Santiago y armo rápidamente redes políticas con el nacionalsocialismo chileno, que aunque dividido luego de la Matanza del Seguro Obrero, se reunía a su alrededor en los salones del Partido Liberal o el Café Torres para oír las secretas aventuras de ese que conoció al Führer.

En una de esas tardes, lo alcanzo -dicen fuentes confiables- el diputado von Marées. El nazi chileno traía un mensaje desde Cerro Castillo, donde rodeado de concubinas descansaba el presidente Ibáñez del Campo. La carta solo decía «Hiroshima» y se acompañaba de un recorte de El Mercurio del día anterior. «La URSS tiene la bomba atómica».

En Cerro Castillo Goebbels comenzó hablando sobre su trabajo en el Propagandaministerium del Reich. Ibáñez -según escribió en sus memorias no publicadas- se sintió «iluminado». La charla continuo sinuosa y concéntricamente alrededor de los nuevos eventos internacionales.

– «Los rusos la tiene. Los americanos la tienen. ¿Ustedes la tienen?»
– «Casi. Lo que es decir si, pero no aun, excelencia.»
– «¿Quien mas la tiene?»
– «Quien podría no tenerla, excelencia. Como yo, hay cientos de camaradas vagando por el mundo. El conocimiento clasificado es un bien a la venta.».
– «¿Perón podría tenerla?»
– «Argentina es buena con nuestros científicos en el exilio»
– «Dime que necesitas»
– «Solo un poco de tiempo y toda su comprensión, excelencia».

La Anglo Nitrate Company acababa de abandonar una oficina salitrera. El campamento y sus calles sembradas como un jardín perfecto de tamarugos, se asemejaba a un murmullo mas que a un pueblo. El pino oregon de sus casas de linea inglesa crujía comprimido por el frío de la pampa enorme y vacía, algo que a los nuevos colonos les pareció -al principio- una delicatessen. Las casas fueron re-acondicionadas lentamente para mantener en sigilo la reconstrucción de Nueva Braunau, ex- Chacabuco.

La comunidad -como Goebbels insistía en llamarla- sostuvo durante meses el esfuerzo de científicos alemanes de segunda y tercera clase por retomar donde Von Braun y Borh habían quedado. Nadie sospechaba de su existencia y las pruebas -especialmente las subterráneas- se empalmaban con los movimientos telúricos naturales y frecuentes de Nazca.

Ibáñez visito solo una vez el complejo. Llego sorpresivamente y contraviniendo los comunicados de Goebbels. Nueva Braunau parecía una tragedia. Cuerpos apilados en grandes fosas, niños encerrados en jaulas inmundas y música de Wagner por los alto parlantes. «No sabe la cantidad de espías sionistas que debimos purgar, excelencia» fue la respuesta. No hubo contrapreguntas. Gobels, consumido y enfermo, fue retirado del puesto. Ese mismo día un sol ennegrecido, mínimo, abusaba terco de sus últimos minutos y observaba el desmantelamiento de maquinarias, grúas y reactores que parecían marcharse como extrañas criaturas metálicas, como fantasmas de configuración esquelética.

No se sabe si finalmente se consiguió desarrollar la bomba. Con excepción de algunos rumores campesinos en Villa Alemana, todo parece indicar que no.

El Desastre del 18

18 de Septiembre de 1878.

En el molo militar de Valparaíso, una muchedumbre espera expectante el corte de cinta que inaugurará una nueva era para la Armada de Chile. El presidente Pinto saluda a la multitud, a sus ministros, a embajadores e invitados extranjeros. La cinta es cortada en medio de una fanfarria, el Latorre y el blanco, junto al resto de la escuadra, disparan salvas y hacen sonar pitos y campanas.

Casi invisible a ras del agua, asoma la rugosa torreta de hierro fundido del Talcahuano, el primer buque sumergible del continente. El secreto ha sido revelado, y su constructor, el ingeniero norteamericano Simon Lake, saluda jubilosamente a los presentes, para luego desaparecer en las entrañas del monstruo. Una espesa nube de vapor y el borboteo del agua indican que el Talcahuano se mueve, el público se retira unos metros, ahora en temeroso silencio. El buque se hunde, y pasan largos minutos, antes de que vuelva a aparecer. Vuelve la algarabía, estallan cohetes y por todas partes se escucha el himno patrio. Todos esperan la prueba suprema, el torpedeamiento submarino de un viejo buque dado de baja, la corbeta Esmeralda, que languidece engalanada mas allá de la línea de la escuadra.

El Talcahuano evoluciona torpemente por la bahía, acercandose a los acorazados, sumergiéndose y apareciendo mágicamente en otro lugar. La torreta se abre, y Simon Lake hace señas, que son contestadas con alegres vivas por la multitud. De pronto, el largo buque, semejante a un lagarto, da un bandazo a estribor y se escucha un sordo estruendo. Una nube negra primero y luego un surtidor de llamas son vomitados por la escotilla, donde queda la figura inerte y ennegrecida de Lake. El Talcahuano parece encabritarse, enormes chorros de vapor salen de su popa, y en vez de hundirse se impulsa a toda velocidad hacia el Cochrane.

La explosión del submarino, junto al torpedo que portaba, bastó para que el Cochrane desapareciera en un hongo de fuego. Uno de sus cañones Dahlgren de diez pulgadas, aun en su barbeta, cayó sobre la multitud, matando a mas de cuarenta personas, entre ellas al propio presidente de la República. El Blanco, abarloado a su babor, recibió una lluvia de restos incandescentes, y se incendió en cosa de minutos. En la confusión, la Covadonga embistió a la O´higgins.

El Desastre del 18 se señala como la principal causa de la derrota de Chile en la guerra contra el eje Perú-Bolivia-argentina, dada la absoluta indefensión política y militar resultantes. No hubo obstáculos para la depredación del Huáscar y la Independencia, ni para la victoriosa invasión de los ejércitos enemigos en 1883. El resto de la escuadra sucumbiría en el ataque suicida al Callao, ataque liderado por el capitán Prat, quién encontró la muerte a bordo de una Esmeralda despedazada por la artillería pesada de la fortaleza. Cuando en 1880 el presidente Vicuña Mackenna insinuó la contratación de ingenieros ingleses que construirían acorazados terrestres, fue golpeado por casi todos los miembros del congreso. Moriría tres días mas tarde, aún convencido de que había tenido una buena idea.

LLEGA PORTAAVIONES CHILENO


ESPECTACULAR RECIBIMIENTO PARA EL «ALMIRANTE LATORRE»

La nave, construida en astilleros ucranianos, asumirá el rol de buque insignia de la Armada. La Presidenta Marín y el Canciller Allende recibieron en el puerto a la gigantesca unidad con la que Chile ingresa al selecto grupo de propietarios de portaaviones nucleares.

VALPARAISO. Enero 1992. Bocinas de buques de la Armada y vítores desde los cerros acompañaron el arribo del portaaviones Almirante Latorre al Puerto de Valparaíso. El colosal buque arribó pasadas las diez de la mañana, escoltado por el buque escuela Esmeralda y los Cruceros Prat y O`Higgins, unidades que se vieron empequeñecidas ante el coloso de 300 metros de largo y casi diez pisos de altura.

El Almirante Latorre fue construido por los astilleros estatales ucranianos, dentro de las políticas de intercambio científico y tecnológico firmado entre La Moneda y el Kremlin. Propulsado por tres reactores nucleares gemelos, el buque es hermano del Ulyanovsk, actualmente en servicio en la marina rusa. Superado en tamaño sólo por las naves de la clase Nimitz norteamericana, el nuevo buque insignia de la Armada pone a Chile en el selecto grupo de propietarios y poseedores de las unidades de guerra más grandes y poderosas del planeta. Una tremenda responsabilidad, como fue acentuado por más de una autoridad presente en el evento.

La Presidenta Marín, que encabezó la recepción del portaaviones, junto al canciller Allende, gestor de la compra, se manifestó orgullosa del nivel de las relaciones entre Chile y la Unión Soviética. Aprovechó la ocasión para recalcar que la reciente adquisición no contribuirá al desequilibrio estratégico en la región, «por lo contrario, aseguró, «el buque está al servicio de todos nuestros pueblos hermanos, en la mutua lucha contra los embistes del capitalismo norteamericano». Su discurso aprovechó, además, de destacar el reciente pacto con la Paz que entrega al gobierno Boliviano el dominio conjunto de toda la costa comprendida entre el límite con Perú y Iquique.

Trascendió que dado el tamaño de la nave, deberán hacerse trabajos de ampliación en los puertos de Valparaiso y Talcahuano. Mientras esto no suceda, la nave continuará anclada en la bahía de Valparaiso, esperando el arribo de su contigente aáreo con el cual iniciarán las pruebas en alta mar, fechadas para marzo próximo.

El mando del buque fue entregado al Almirante Salvador Irribarra, figura clave en la victoria chilena en la guerra de los 3 días de 1979.

CHILE v/s PERU: ¿Guerra sin fin?

20 de Junio de 1986
CHILE v/s PERU: ¿Guerra sin fin?

Por Hans Dietzel

“¿Es usted periodista?”, me pregunta el Capitán Marcos Saez del Ejército de Chile. “Sí”, le respondo. “¿De qué país?” pregunta nuevamente. “Soy corresponsal del diario alemán Der Spiegel”, le digo mostrándole mi credencial. Saez me observa atentamente, y luego me dice: “Bueno, si es alemán, mejor entonces quítese el casco y esa ropa. Si los peruanos lo ven creerán que viene del sur y le dispararán”.

La advertencia parece no tener mucho sentido, y puede resultar demasiado obvia, pero debe tomarse en serio si uno conoce la historia de Chile. Mientras me quito la ropa, el Capitán Saez me explica que mi apariencia europea (tengo el pelo rubio y los ojos azules) puede confundirme con un chileno de origen alemán, proveniente de la inmensa colonia teutona presente en las principales ciudades del sur chileno. “Los cholos tienen preferencia en matar a gente del sur” me advierte. “¿Y eso por qué?”. “Por una cuestión de complejo racial”, responde.

“Cholos”. Así llaman los chilenos en forma despectiva a los soldados peruanos. Hay también epítetos y actitudes peores que reflejan un odio de más de cien años y que ha transformado la reciente guerra entre ambos países en uno de los conflictos más sangrientos de América Latina. “Los peruanos siempre nos han odiado, por eso esta guerra es algo normal para nosotros. Sabemos que tarde o temprano ocurriría. Pero no lograrán derrotarnos. Es cosa que vea la historia. Chile nunca ha perdido una guerra” me explica Saez.

Una guerra que desde su inicio en 1979 ha cobrado más de treinta mil víctimas, sin señales de victoria para ninguno de los bandos. En realidad, cada país maneja sus propias versiones y han desarrollado una amplia campaña diplomática para acusarse mutuamente de iniciar las hostilidades. Lo que hace cinco años comenzó con un despliegue de tropas en las respectivas fronteras a poco de cumplirse cien años de la llamada Guerra del Pacífico (conflicto en el cual Chile derrotó y humilló a Perú y Bolivia a fines del siglo XIX) es hoy en día una de las guerras más duraderas de los últimos años, y que parece no tener fin.

Si bien los peruanos lograron sorprender a las fuerzas chilenas en las primeras semanas de iniciado el conflicto, capturando gran parte del territorio que el Perú perdió durante la última guerra, los chilenos lograron repeler la avanzada y montar un violento contraataque que diezmó a gran parte de las fuerzas peruanas que seguían hacia el sur.

“Fue una estupidez”, dice Fabricio Couto, analista de defensa del Centro de Estudios Estratégicos del Brasil. “El Alto Mando peruano buscaba emular la ofensiva egipcia contra los israelíes durante la Guerra del Yom Kipur, es decir, reconquistar territorio perdido y forzar una negociación. Pero las divisiones internas en el Ejército Peruano, junto con el clamor popular, hicieron que algunos generales con ambiciones políticas, al ver el éxito de la ofensiva, siguieran avanzando. Eso produjo el alargamiento de sus líneas de abastecimiento, quedando expuestos a los bombardeos de la Fuerza Aérea de Chile y a la posterior contraofensiva. El plan original era mantenerse en el territorio ocupado y asegurarlo con poderosas líneas de defensa. Las fuerzas de tierra destinadas a proveer esas líneas continuaron avanzando cuando vino el ataque de los chilenos.”.

Ahora, desplegadas en gran parte del desierto nortino, chilenos y peruanos se observan desde sus largas trincheras esperando un nuevo ataque de infantería o un bombardeo. Los duelos de artillería se han transformado en una pesada rutina, tal como sucede entre indios y pakistaníes en Cachemira. “Ellos nos bombardean y nos cubrimos. Luego los atacamos nosotros. Cada uno de los bandos recoge sus muertos y heridos, preparándose para otro día. Así de simple” me explica Saez. “Con el tiempo se vuelve algo aburrido, pero ya estamos acostumbrados”.

Saez y sus hombres se lo toman como un trabajo más. Pasan gran parte del día recolectando agua y chequeando sus armas. A veces sus ojos se vuelven hacie el cielo, persiguiendo el ruido de algunos jets de combate que rompen el distante silencio del desierto. Por momentos incluso, no parece haber guerra para ellos, aunque saben muy bien que en cualquier momento las cosas pueden volverse muy feas. “Hace tres semanas una columna de tanques apareció más allá de esos camiones que ve humeando. Eran tanques T-80 de fabricación rusa. Se nos había acabado la munición para los antitanques, así que ordené a mis hombres preparar unas molotovs y lanzarlas cuando los tanques estuvieran a menos de quince metros. Poco antes que atacáramos, la puerta de una torreta se abrió y pudimos ver a un soldado chileno que nos gritaba para que no disparáramos. Eran boinas negras que operaban tras las líneas peruanas. Robaron los tanques aprovechando que los peruanos estaban viendo un partido de fútbol de su selección”.

El dato no es menor. Según informes del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, durante el reciente Mundial de México los peruanos sufrieron graves pérdidas debido a que los chilenos aprovecharon el descuido de varias unidades peruanas, cuyo personal estaba más preocupado de la suerte de su selección en las semifinales, algo que los chilenos lograron evitar gracias a que su selección no clasificó para la cita mundialista.

Saez se ríe contando ésta y otras anécdotas y sus hombres celebran. Creen que la guerra terminará pronto y que la victoria será para Chile. Confían en el peso de su historia y en el enorme prestigio de sus fuerzas armadas. “Nosotros tenemos vocación militar, disciplina, ellos no. Con el tiempo eso hará la diferencia”, me explica Saez. “¿Qué harás cuando la guerra termine?”, le pregunto. “No lo sé. Quizás retome mis estudios de técnico-agrícola o bien me quede en el Ejército trabajando como instructor. Nunca se sabe cuando puede venir otra guerra”.

Der Spiegel

El inicio del Imperio


Tupac Inca Yupanqui miraba el mismo río Maule que sus veinte mil soldados imperiales cruzaran dos días atrás. Ya estaba cansado por la larga campaña de conquista, y solo quería volver a Cuzco. La resistencia había sido férrea, pero desde hacia varias semanas las huestes del Imperio Inca habían podido avanzar sin mayor dificultad, solo escaramuzas menores. Le preocupaba que a medida que más se acercaba al corazón del territorio Mapuche, también se encontraban más y más tablas con runas. En prácticamente todas las casas se encontraban tablas parlantes, como le decían los locales. Ya varias tablas habían sido enviadas al Cuzco para ser descifradas. Los nativos se referían a su lenguaje escrito como “mapudungun”.
El Inca estaba preocupado. Tan oscuros eran sus pensamientos, que no vio cuando, del lado opuesto del Maule, miles de brazos y piernas salieron de entre los árboles. La sangre en sus cuerpos y sus caras hablaban de victoria y masacre.
La contra-invasión Mapuche al Imperio Inca duró dos años. El Cuzco, Quito y Machu Picchu cayeron. Los campos imperiales fueron arrasados. El Cacique Hueichapan estableció en el rió Ancasmayo la Frontera Militarizada Norte del Imperio Mapuche. Es en ese rió donde fueron aniquiladas las expediciones españolas de Pizarro y Almagro veinte años después.

Fuente: “Breve Historia Escolar del Imperio Mapuche”

En la foto, el cacique Huenuqueo y su familia, descendientes del gran lonco Millaqueo, señor de Wilkamayu, Lima, 1897.

Andrés Corona

Diario 2

15 de Septiembre de 1977

Diario:

Mi hermana Carolina está con fiebre, parece que es peste cristal y mi mamá todavía no puede encontrar hora en el policlinico del barrio, le dijeron si la fiebre pasa los 38ºC la lleve a urgencia comunal. El Pato, mi hermano de diez años no ha ido al colegio. Las clases las pararon el 10, por lo de Argentina.
Vi las noticias con mi viejo. Tienen ocupadas Picton y Nueva, la Lenox está custodiada por fragatas chilenas. Todos dicen que la guerra va.
Por eso mi papá habló conmigo, él tambien sabe que me pueden llamar en caso de que la guerra se declare. La única esperanza es que el Papa Juan Pablo I haga una buena mediación. Si acepatan, todo quedaría en espera hasta el 78.
Otro día escribo, mi vieja ya hizo el almuerzo, pantrucas, no me gustaban mucho, pero a la Liliana, la minita del frente, el otro día me invito a almorzar y tuve que comer igual, no eran tan malas.

Fuerzas navales chilenas hunden al “Lexington”

9 de mayo de 1942
Fuerzas navales chilenas hunden al “Lexington”

(Reuters) Las agencias noticiosas confirmaron hoy el hundimiento del portaaviones norteamericano USS Lexington en las aguas del Mar del Coral, escenario de una intensa batalla entre unidades de la Task Force y las Fuerza Naval Expedicionaria de Chile.

El Lexington, el portaaviones más grande del mundo, fue atacado ayer por unidades aéreas de los portaaviones “Prat” e “Iquique” recibiendo el impacto de tres bombas y dos torpedos, declarándose un gigantesco incendio, como se aprecia en la foto, la cual fue tomada desde el destructor USS Phelps. Luego de que la tripulación abandonara la nave, el Phelps lanzó dos torpedos con lo cual el Lexignton se hundió definitivamente.

Construido en 1921, y con una tripulación de 2.327 hombres el USS Lexington era hasta ayer el portaaviones más grande del mundo y uno de los pincipales objetivos de la Fuerza Naval Expedicionaria de Chile, de acuerdo a lo informado hoy por el Comando de Operaciones Navales de la Armada.

Un comunicado del Ministerio de Defensa confirmó asimismo el hundimiento del portaaviones, señalando además “que las fuerzas navales chilenas han logrado con esta operación asestar un duro golpe a la Task Force, el cual ayudará a cumplir el objetivo principal de la Fuerza Naval Expedicionaria, esto es, el mantener y proteger las rutas comerciales entre Chile y el Sudeste Asiático”.

Con esto ya suman cinco las pérdidas de buques sufridas por los norteamericanos en la denominada Batalla del Mar del Coral, escenario de un encarnizado combate entre las fuerzas navales chilenas y norteamericanas.

Diario 1

02 de Septiembre de 1977

Querido diario;
Hoy despertamos asustados.
Papá no quiso que viéramos televisión ( una Antu, plástica que se la compró el año pasado en el centro con mamá gracias al ahorro de bonos y trabajos en la municipalidad), y tuve que llevarme a mis hermanos a mi pieza para jugar para que no supieran lo que pasa.
Yo sí se lo que pasa.
Se va a armar la guerra con Argentina. Según mi papá todo era culpa de los soviéticos «maricones», que no nos ayudaron contra la intervención y el bloqueo norteamericano. Nos pudieron haber ayudado unos años antes y ahora los gringos mandan a los Argentinos para que no se repitiera lo de cuba el 62 y derrocar al gobierno de Allende por medio de la invasión y los terroristas de derecha.
Si hay guerra, cago. Tengo 19 y no hay vuelta, no tengo ni una pifia y los Argentinos están ocupando las islas. Videla es un hijo de puta y un títere.

STEAM PRAT

Su existencia era por tanto evidente,
el hecho en si no podía negarse,
y la emoción producida en el mundo entero
por tan sobrenatural descubrimiento
resultaba más que comprensible…
Julio Verne

LA BRUMA DE LA MAÑANA formaba una pálida cortina sobre la bahía de Iquique. Delante y arriba, en la cofa del palo trinquete, el vigía del Huascar trataba de distinguir alguna forma en medio de la neblina.
21 de Mayo, 1879.
-¿Qué hay?-, preguntó un oficial, parado de pie junto a la torre principal de artillería.
El centinela negó con la cabeza.
El oficial miró al capitán Miguel Grau, quien asomó su gruesa figura por la escotilla del puente de mando. Le dijo que no había novedades.
-A media marcha-, ordenó el comandante, regresando de inmediato a su lugar tras el timón Se quitó la gorra y miró hacia la popa, cerca se distinguía la silueta maciza de la fragata Independencia. Los dos buques de guerra más poderosos de la escuadra peruana iniciaban su cacería de chilenos. La misión era clara: despejar el puerto de Iquique y hundir las unidades enemigas que lo bloqueaban.
-Aumente dos cuartos-, indicó Grau. Sabía que aquello revelaría su presencia, pero era un riesgo válido. Los buques a su mando eran rápidos y sigilosos, mas el humo de dos chimeneas altas, con las calderas devorando toneladas de carbón no pasarían desapercibas. Humos al norte, no tardarían en identificar en las cofas chilenas. Confiaba que la ventaja de la fuerza inclinara la balanza a su favor.
Las frías aguas eran cortadas por el espolón del Huascar. Grau llamó a su primer oficial y le ordenó cargar la artillería frontal. Luego tomó asiento y dedicó los siguientes minutos a revisar el informe del espía. La Esmeralda y la Covadonga, una vieja corbeta de madera y una cañonera con aún más años de servicio, no parecían ser rivales. Ni siquiera eran naves útiles para cerrar un puerto. El capitán peruano frunció el ceño, no era tonto, llevaba años dirigiendo naves de batalla y la movida de los chilenos era una trampa por donde se le mirara. Lo advirtió a sus superiores, pero nadie le hizo caso, las órdenes eran órdenes. Nadie podía ser tan ingenuo, tampoco tan idiota. Arturo Prat, leyó la identidad del comandante de la Esmeralda. El nombre le era familiar, pero no podía recordar por qué, ni dónde.
-¡Palos delante!-, gritó el joven marino, encaramado en la cofa del monitor.
Grau se asomó por los ventanales de la torre. El sol otoñal comenzó a despejar las nubes y la costa se apreciaba llana. Entonces los vio, los mástiles del enemigo, pequeños a la distancia, solitarios como tumbas.
-Velocidad de ataque-, ordenó.
Las calderas del Huascar rugieron al aumentar las revoluciones de la propela. Metros atrás, la mole de la Independencia repitió la maniobra de su nave hermana. La batería de proa también apuntó hacia los chilenos. El Huascar iniciaría el ataque, la Independencia limpiaría lo que quedara.
Los buques chilenos ni siquiera se inmutaron.
-Algo acá no está bien-, murmuró Grau. –Fuego a discreción-, ordenó.
Uno de los cañones de la batería doble, montada en una torreta giratoria, apuntó al frente de la Esmeralda. Tres minutos después, un proyectil con cuatrocientos kilos de explosivos tronó sobre la superficie, trazando un arco limpio contra la corbeta adversaria.
Una columna de agua se levanto frente a la Esmeralda. Grau aguardó antes del siguiente movimiento. Nada sucedió. Pidió un catalejo y miró al enemigo. Ni una sola alma sobre cubierta, la Covadonga también aparecía abandonada. Ya no cabía duda, era una trampa. Nervioso se asomó a la borda y miró hacia los cuatro puntos del horizonte. Estaba seguro que el Blanco o el Cochrane, alguno de los blindados chilenos, no demorarían en echárseles encima.
El oficial de armas miró al comandante.
-Apunte al castillo de proa-, ordenó Grau.
La torre del Huascar chirreo sobre su base articulada, ubicando los cañones gemelos en posición de tiro. Grau bajó la mirada. El estruendo llenó de vapor y humo la cubierta del monitor. Dos proyectiles silbaron a pocos metros de la superficie del mar hasta impactar en la proa de la Esmeralda. La corbeta adversaria voló por los aires, inflamando sus maderas descubiertas. El palo frontal se vino abajo, arrastrando en sus cuerdas a gran parte del empenaje.
Y nadie hizo nada.
A esas alturas, Grau ya tenía claro que las cosas no estaban bien. Tomó el altavoz y ordenó máquinas en retroceso. Pero la trampa ya estaba cerrada y los cazadores cazados.
Por un monstruo que cayó del cielo.
Fue el debut público del Valparaíso, la primera aeronave blindada de la historia. La respuesta a la eterna pregunta de si éramos capaces de hacer volar un buque de guerra. Un prodigio de la ingeniería, conseguido gracias al poder de la metahulla, el milagroso mineral verde oscuro que hacía sólo un par de años fuera descubierto en las minas de la provincia de Arauco, en el sur de Chile. Piedra milagrosa, cuyo descontrol energético terminaría cambiando para siempre el estatus de Chile en el concierto internacional. Y el Valparaíso fue sólo uno de sus primeros usos. Un acorazado de sesenta metros de eslora, artillado con torres más grandes que la del Huascar y propulsado por mástiles rotatorios. Un pesado y mortífero mastodonte volador, adelantado en décadas a los globos dirigibles que por aquellas mismas fechas hacían furor en Europa.
Ruidoso y rodeado de vapores blancos, el Valparaíso giró hasta situarse en vuelo estático a treinta metros por sobre las cabezas de los marinos peruanos, muy por encima del alcance de las baterías más pesadas del Huascar y la Independencia, a distancia de tiro sólo de armas livianas, como fusiles y ametralladoras, todas inservibles ante las placas de metal que rodeaban el leviatán de velas batientes.
Carlos Condell, comandante del monitor aéreo Valparaíso, exigió la inmediata rendición de los buques peruanos. Grau, tratando de calmar el pavor de sus hombres, prefirió no responder. Los motores de su nave estaban en reversa. Condell volvió a repetir la advertencia. Esta vez la acompañó con un disparo que detonó metros tras la popa del Huascar.
-El próximo irá directo a su timón, capitán Grau-, dijo la voz del chileno.
Ellos también tenían buenos espías, pensó el comandante peruano.
Y entonces el primer error. Presos del pánico, los hombres de Guillermo Moore, capitán de la Independencia, decidieron enfrentar al desigual adversario. Se ubicaron en la proa de la nave y usando ametralladoras y cañones livianos abrieron fuego contra el coloso que les aleteaba encima. Balas de calibre liviano rebotaron contra el blindaje del Valparaíso, rozando apenas la unidad chilena.
-Carguen la batería principal-, ordenó Condell.
Un portalón se abrió al estribor del Valparaíso. Entre chirridos de cadenas y placas metálicas asomó un cañón largo y grueso, de un calibre mayor a cualquier arma pesada usada a la fecha sobre un buque de guerra.
Desesperado, Grau intentó comunicarse con su colega de la Independencia, rezando para que sacara rápido la fragata de allí. Pero Moore sólo atinaba a seguir disparando.
A la orden de Condell, marinos chilenos cargaron el cañón con una bala explosiva de metahulla. Entre el ruido de los fusiles peruanos, apuntaron al centro de la Independencia, justo a un costado de la chimenea. Entonces vino el disparo. Seco y hueco, un rayo verde impactó directo contra el mayor buque peruano. Segundos después, el aire que rodeaba al buque fue consumido y convertido en gas explosivo. El estallido sacudió millas a la redonda, levantando una bola de agua y fuego, que convirtió a un poderoso buque de guerra de dos mil toneladas y tres mástiles en una estela de cenizas. Nada mayor a cinco centímetros quedó de la antes magnífica fragata Independencia.
Y antes de que Grau y sus subalternos atinaran a reaccionar, la batería secundaria del Valparaíso dañó el timón y la hélice impulsora del monitor con un tiro certero. A los hombres del Huascar les quedaron sólo dos caminos: rendirse ante la bandera chilena o dispararse antes de que un pié enemigo tomara posesión del ayer orgullo de la escuadra peruana. Algunos eligieron la segunda alternativa.