CHILE v/s PERU: ¿Guerra sin fin?
Por Hans Dietzel
“¿Es usted periodista?”, me pregunta el Capitán Marcos Saez del Ejército de Chile. “Sí”, le respondo. “¿De qué país?” pregunta nuevamente. “Soy corresponsal del diario alemán Der Spiegel”, le digo mostrándole mi credencial. Saez me observa atentamente, y luego me dice: “Bueno, si es alemán, mejor entonces quítese el casco y esa ropa. Si los peruanos lo ven creerán que viene del sur y le dispararán”.
La advertencia parece no tener mucho sentido, y puede resultar demasiado obvia, pero debe tomarse en serio si uno conoce la historia de Chile. Mientras me quito la ropa, el Capitán Saez me explica que mi apariencia europea (tengo el pelo rubio y los ojos azules) puede confundirme con un chileno de origen alemán, proveniente de la inmensa colonia teutona presente en las principales ciudades del sur chileno. “Los cholos tienen preferencia en matar a gente del sur” me advierte. “¿Y eso por qué?”. “Por una cuestión de complejo racial”, responde.
“Cholos”. Así llaman los chilenos en forma despectiva a los soldados peruanos. Hay también epítetos y actitudes peores que reflejan un odio de más de cien años y que ha transformado la reciente guerra entre ambos países en uno de los conflictos más sangrientos de América Latina. “Los peruanos siempre nos han odiado, por eso esta guerra es algo normal para nosotros. Sabemos que tarde o temprano ocurriría. Pero no lograrán derrotarnos. Es cosa que vea la historia. Chile nunca ha perdido una guerra” me explica Saez.
Una guerra que desde su inicio en 1979 ha cobrado más de treinta mil víctimas, sin señales de victoria para ninguno de los bandos. En realidad, cada país maneja sus propias versiones y han desarrollado una amplia campaña diplomática para acusarse mutuamente de iniciar las hostilidades. Lo que hace cinco años comenzó con un despliegue de tropas en las respectivas fronteras a poco de cumplirse cien años de la llamada Guerra del Pacífico (conflicto en el cual Chile derrotó y humilló a Perú y Bolivia a fines del siglo XIX) es hoy en día una de las guerras más duraderas de los últimos años, y que parece no tener fin.
Si bien los peruanos lograron sorprender a las fuerzas chilenas en las primeras semanas de iniciado el conflicto, capturando gran parte del territorio que el Perú perdió durante la última guerra, los chilenos lograron repeler la avanzada y montar un violento contraataque que diezmó a gran parte de las fuerzas peruanas que seguían hacia el sur.
“Fue una estupidez”, dice Fabricio Couto, analista de defensa del Centro de Estudios Estratégicos del Brasil. “El Alto Mando peruano buscaba emular la ofensiva egipcia contra los israelíes durante la Guerra del Yom Kipur, es decir, reconquistar territorio perdido y forzar una negociación. Pero las divisiones internas en el Ejército Peruano, junto con el clamor popular, hicieron que algunos generales con ambiciones políticas, al ver el éxito de la ofensiva, siguieran avanzando. Eso produjo el alargamiento de sus líneas de abastecimiento, quedando expuestos a los bombardeos de la Fuerza Aérea de Chile y a la posterior contraofensiva. El plan original era mantenerse en el territorio ocupado y asegurarlo con poderosas líneas de defensa. Las fuerzas de tierra destinadas a proveer esas líneas continuaron avanzando cuando vino el ataque de los chilenos.”.
Ahora, desplegadas en gran parte del desierto nortino, chilenos y peruanos se observan desde sus largas trincheras esperando un nuevo ataque de infantería o un bombardeo. Los duelos de artillería se han transformado en una pesada rutina, tal como sucede entre indios y pakistaníes en Cachemira. “Ellos nos bombardean y nos cubrimos. Luego los atacamos nosotros. Cada uno de los bandos recoge sus muertos y heridos, preparándose para otro día. Así de simple” me explica Saez. “Con el tiempo se vuelve algo aburrido, pero ya estamos acostumbrados”.
Saez y sus hombres se lo toman como un trabajo más. Pasan gran parte del día recolectando agua y chequeando sus armas. A veces sus ojos se vuelven hacie el cielo, persiguiendo el ruido de algunos jets de combate que rompen el distante silencio del desierto. Por momentos incluso, no parece haber guerra para ellos, aunque saben muy bien que en cualquier momento las cosas pueden volverse muy feas. “Hace tres semanas una columna de tanques apareció más allá de esos camiones que ve humeando. Eran tanques T-80 de fabricación rusa. Se nos había acabado la munición para los antitanques, así que ordené a mis hombres preparar unas molotovs y lanzarlas cuando los tanques estuvieran a menos de quince metros. Poco antes que atacáramos, la puerta de una torreta se abrió y pudimos ver a un soldado chileno que nos gritaba para que no disparáramos. Eran boinas negras que operaban tras las líneas peruanas. Robaron los tanques aprovechando que los peruanos estaban viendo un partido de fútbol de su selección”.
El dato no es menor. Según informes del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, durante el reciente Mundial de México los peruanos sufrieron graves pérdidas debido a que los chilenos aprovecharon el descuido de varias unidades peruanas, cuyo personal estaba más preocupado de la suerte de su selección en las semifinales, algo que los chilenos lograron evitar gracias a que su selección no clasificó para la cita mundialista.
Saez se ríe contando ésta y otras anécdotas y sus hombres celebran. Creen que la guerra terminará pronto y que la victoria será para Chile. Confían en el peso de su historia y en el enorme prestigio de sus fuerzas armadas. “Nosotros tenemos vocación militar, disciplina, ellos no. Con el tiempo eso hará la diferencia”, me explica Saez. “¿Qué harás cuando la guerra termine?”, le pregunto. “No lo sé. Quizás retome mis estudios de técnico-agrícola o bien me quede en el Ejército trabajando como instructor. Nunca se sabe cuando puede venir otra guerra”.
Der Spiegel