1899

EL RUMOR SURGIÓ junto al primer atentado. Que se trataba de peruanos, supervivientes de la guerra, huérfanos de la misma, deseosos de vengar lo que le hicimos a su país.
Marzo, 1899.
Peruanos vengativos, que me perdonen, pero la sóla idea me causa risa. En persona contemplé el horror en el rostro de nuestros derrotados vecinos, sentí el miedo que cualquier idea relacionada con Chile les causa y estoy más que seguro que pasará bastante tiempo antes de que un peruano (o un boliviano o cualquier ciudadano de otro país latinoamericano) se atreva a poner un pie dentro de nuestras fronteras. Todos saben lo que somos capaces de hacer. Yo estuve cuando lo demostramos. Segundo miércoles de noviembre de 1880, el día que nos ordenaron parar la guerra. Estaba a bordo del Santiago, sobrevolando la costa peruana, deslizándonos entre las nubes mañaneras hacia los cielos de la bella Lima. Prat nos llevó más arriba que ningún otro monitor aéreo, fuera del alcance de cualquier batería, lejos de toda posible onda de choque. Los libros de historia saben lo que llevábamos a bordo. El Santiago volaba prácticamente desarmado, alivianado su peso para portar un cilindro metálico de cinco metros de largo y tonelada y media de metahulla líquida con detonador de altura. A las nueve y treinta de la mañana, entre humos de cañones lo soltamos. La bomba se desplomó veloz sobre el centro de la ciudad, hasta que cincuenta metros antes de golpear el suelo detonó…
Lo primero fueron dos soles a media mañana. Lo último, una columna de humo en forma de hongo que se elevó hasta lo más alto de nuestro campo de visión. Lima desapareció para siempre.
-Usted no puede pasar-, me cerró el paso un sujeto uniformado, encargado de la cerca que sus colegas improvisaron alrededor del área del río Traiguén, donde anoche desplomaron el aerocarril.
-Inspector Uribe, de la metropolitana de Nueva Arauco-, le respondí mientras le mostraba mi identificación.
-Disculpe señor, adelante. ¿Necesita que lo acompañe?
-Por favor.
Tras mío, la manga de curiosos seguían culpando a los peruanos. Seguí al uniformado hasta la parte más elevada de la colina, cercana a la ciudad de Victoria, desde donde se apreciaba la cabalidad del desastre. Ambas vías del aerocarril, sobre el puente del río Traiguén, habían sido voladas en pedazos. Los carros del convoy de media noche todavía humeaban junto a la ribera. No necesitaba preguntar por el número de heridos y muertos, el insomnio me dio tiempo para memorizar las cifras.
Era el séptimo atentado en lo que iba del mes. Primero la torre más alta de la refinería de Lebu, luego las oficinas de Metaoil en Santiago, una aeronave civil de la Línea Nacional, uno de los vapores de la Compañía, el prototipo de transporte individual de Carlos Dupont, el laboratorio de tecnología médica de la Universidad de Chile y ahora un tramo de la vía sur del aerocarril. Dos cosas en común, todos instancias claves de la revolución industrial metahullana, todas causadas por explosiones del mismo mineral. Nada de bombas ni artilugios, simplemente metahulla en su estado más puro hecha estallar. Quien fuera que estuviese detrás sabía lo que estaba haciendo.
Y no eran peruanos.
-Inspector Uribe-, me saludó un oficial, que de inmediato se identificó como capitán Bonilla-, nos avisaron que venía.
-¿Alguna novedad?
-Ninguna. Fue igual que en los otros casos. Estos desgraciados son expertos. Detonaron las vías justo cuando el expreso estaba a punto de llegar a la estación. Hijos de puta. ¿Supo que murieron niños?
-Lo supe.
-¿Cree que son peruanos?
-No lo sé capitán, no lo sé.
-Tropa de mal nacidos. ¿Se siente bien, inspector?
-Por qué me lo pregunta.
Aerocarriles del Estado podía leerse en los abollados metales del tren.
-Por su cara-, siguió Bonilla. –Con perdón, pero es como si usted hubiese estado en el aerocarril.
-No es nada, sólo dormí mal.
-Lo imagino, con la noche que tuvimos.
No puede imaginarlo. Nadie puede. Desde la guerra todas mis noches son iguales. Pesadillas y sueños, unos detrás de otros, caras de hombres, mujeres y niños que nunca he conocido. Todas no hacen más que recordarme que yo estuve allí, que yo vi cuando Prat soltó la bomba.
-¿Capitán Bonilla?-, pregunté.
-Mandé.
-Alguno de sus hombres podrá ayudarme con lo del informe.
-No faltaba más.
-Se lo agradezco.
Un tal Contreras me acompañó toda la tarde.

NADIE PARECE recordar cuando esta ciudad se llamaba Concepción y ocupaba un par de hectáreas poco más al norte de la desembocadura del Biobío, sobre el Océano Pacífico. Un pueblo chico, cubierto de hollines y fetidez de harina de pescado que desapareció completamente a fines de 1877, cuando pocos kilómetros más al sur, uno de los yacimientos carboníferos del golfo de Arauco voló por los aires cambiando la geografía de la zona para siempre. También nuestra historia reciente. Murió mucha gente, es verdad, pero fue el precio que pagamos por saltarnos cien años de avances. Aquel estallido nos hizo descubrir la verde y radiante riqueza que se extendía bajo los yacimientos de carbón, la perenne energía de la metahulla. Tres décadas después, todo fue distinto a como debería haber sido. Concepción dejó de ser Concepción y bajo su nueva identidad, Nueva Arauco, ha pasado los últimos diez años rivalizando con Santiago por conducir los destinos de este país. Y no son pocos los que han augurado la victoria en las calles de la llamada capital de la metahulla, mal que mal mientras el viejo Santiago se ahoga en cinturones de pobreza, esta urbe no hace más que relucir día a día su magnificencia al mundo entero.
Mientras el elevador ascendía por un costado del edificio del gobierno provincial, aproveché la cubierta transparente para contemplar el movimiento de los puertos. Buques gigantes, con cientos de cubos metahullanos sobre cubierta, hacían fila ante los brazos y tuberías de las refinerías de la bahía de San Vicente. Más cerca, el cielo se sentía copado de aeronaves ruidosas mientras pocas cuadras al sur la cúpula cromada de la estación central reflejaba el sol de media tarde, dominando gran parte de la escena. Las líneas brillantes del aerocarril hacia el norte, centro y sur del país atravesaban torres y edificios, como extensiones de un organismo viviente. Un expreso de cuatro vagones se acercó al domo, zumbando como una serpiente colgante, meciéndose de los puentes hasta perderse en la pulposa entrada de la terminal. Vi trenes entrar y salir, mientras recordaba los fierros retorcidos y humeantes del atentado de ayer.
En el nivel cincuenta se emplazaban las oficinas de la policía metropolitana. Saludé a las secretarias y sin entretenerme mucho caminé directo al privado del comisionado Rebolledo, un amplio despacho en el ala sur del piso. La oficina tenía una pared entera conformada por un ventanal y su vista era imposible. Adoro los panorámicos, me hacen sentir libre, me distraen de la realidad.
Ayer en la tarde le envié a Rebolledo un telelocal con el detalle de las conclusiones de mi investigación. Hoy temprano me devolvió el mensaje. Escribió que quería hablar conmigo, que regresara lo antes posible a la ciudad.
-Asiento Uribe-, me dijo apenas ingresó a su privado.
Le agradecí con un movimiento de cabeza.
-¿Recibió el informé?
-Después discutiremos sobre eso. ¿Café?
-Por favor.
-Sin rodeos, inspector-, continuó mientras me servía una taza humeante de café colombiano. Su hermano lo exportaba desde hacía ya varios años. -¿Usted estuvo en el bombardeo a Lima, cierto?
-Cierto.
Detesto cuando preguntan lo que saben.
-Entonces conoce al almirante Prat.
-Tenía entendido que se retiró hace dos años.
-¿Lo conoce?
-Era el capitán del monitor Santiago, cuando bombardeamos la capital peruana. Yo era uno de sus subalternos.
-¿Qué clase de relación mantuvo con él?
-¿Tiene esto que ver con los atentados?
-Por favor, conteste.
Rebolledo le dio un sorbo ruidoso a su café, con la mirada insistió en la pregunta. A un lado de la mesa habían instalado un modelo a escala de una de las aeronaves de la policía. Reconocí el número de la unidad: la 02. Los muchachos la apodan “el choclo” por razones obvias. He volado un par de veces en ella, no trabajo en la división de vuelo nocturno, pero conozco a algunos pilotos y ellos saben que amo las alturas. A veces me invitan
-Mi relación con Prat-, repetí. –Nada muy directa, comisario. Yo no era de sus más cercanos, no venía de su tripulación anterior. Además mi misión era ser enlace de inteligencia, nunca cruzamos más que un par de palabras. ¿Por qué me lo pregunta?
-El pidió hablar con usted, inspector
-¿Prat?
-Si, Prat. Cuando supo que formaba parte de la unidad que investiga los atentados, pidió hablar personalmente con usted.
-Aun no entiendo, pensé que discutiríamos sobre mi informe.
-No creo que haya mucho que discutir. Con su perdón, inspector, pero ambos sabemos que su informe no pasa de ser un trámite burocrático. Mire, el almirante Prat dice tener una pista acerca de lo que en verdad está sucediendo y quiere hablar con usted. Es un héroe de guerra, una vaca sagrada para los políticos. Yo también tengo jefes y ellos quieren que lo escuchemos… No tengo que recordarle que tenemos la soga en el cuello con lo de las bombas. Hay gente allá arriba que duda de nuestra labor policial. De la mía, la suya y la de sus compañeros.
-Comisionado, usted sabe lo que dicen de Prat.
-Que está loco… Quien sabe, quizás nosotros también lo estemos. A propósito, ayer hablé con nuestro psiquiatra, me contó lo de sus pesadillas. ¿Sigue durmiendo mal?
Fue un buen golpe.
-No señor-, le mentí, -ya estoy más tranquilo.
-Me alegro. Mire inspector Uribe, pase lo que pase, el viejo Prat pesa y pesa harto. No me pregunte más, sólo agarre sus y tome un aerocarril a Santiago. Prat va a estar esperándolo en su residencia particular.
-¿Tiene la dirección?
-Pidió que apenas llegara a Santiago le enviara un telelocal.
-¿Tiene entonces el código?
El viejo hizo una larga pausa. No me había dicho todo.
-Se lo entregué a su compañera.
-¿Qué compañera?
Williams Rebolledo bajó la mirada. No necesitaba nada más.
-Usted sabe que no trabajo con números.
-Ginebra es una buena policía.
-Buena policía, ni siquiera es humana.
-Prat pidió que lo acompañara un número femenino. Hizo especial hincapié en ello.
-¿Qué está sucediendo, señor?
El jefe de la policía metropolitana levantó sus hombros.
-Lo entiendo Uribe. A mi tampoco me gustaban los números, pero aprendí a aceptarlos. Ya hablé con ella, tiene los datos del código de Prat y su pasaje. Me dijo que le avisara que hoy en la noche se encontraban en la estación.
Miré la hora. Las cinco de la tarde. Ya era de noche.

Pisagua

Estoy a punto de perder la cuenta. Debe ser el día veintiuno o veintidós. ¿Importa realmente? Ya se me ha formado la barba desde el mentón hasta donde empiezan los pómulos, mi cabello está muy graso y siento que las axilas más parecen una cañería de la peor de las poblaciones de esta mierda de país. Necesito un cigarrillo, soy capaz de cualquier cosa por aspirar aunque sea una mísera piteada del humo de un cigarrillo. Pero sé que es imposible. En mi condición de prisionero no puedo exigir ni siquiera un pedazo de papel para limpiarme el culo después de cagar. No tengo idea de la hora que es, en este lugar siempre está oscuro, o como oscureciendo, es algo muy extraño… Nosotros lo sabíamos, yo lo sabía, tenía grandes cosas planeadas para este sitio, hacerlo pasar a la historia de ese país que imaginé. Hasta ahora sólo había sido ocupado para torturar a un centenar de sucios peruanos en los tiempos de La Guerra del Pacífico y a uno que otro asesino durante el gobierno de Ibáñez del Campo. Es que el sueño de todo militar es tener un campo de concentración, de eso no hay duda. También necesito agua potable, olvidarme de este verdadero desierto al costado del mar, por un rato y sentir que todo está bien. En cualquier momento la tierra volverá a mecerse, a crujir, a gruñir, y sabremos, los que quedamos, que otro de nosotros habrá partido. Así ha sido desde el principio, una vez al día viene un soldado y se lleva a uno de nosotros a la caverna ubicada en el tercer monte a la derecha, se escuchan los gritos desgarradores del escogido, y luego, todo se confunde en un zumbido estremecedor, tiembla muy fuerte, tanto que caemos al suelo y finalmente sale sólo el soldado, sin victima, sin prisionero. Tengo la teoría de que la tierra se los devora, de que acá se descubrió un pozo que comunica directamente con el estómago del mundo. Está haciendo demasiado calor, mis manos están atadas con esposas a mi espalda, y marcho lentamente entre mis compañeros, formando un tren humano de cuerpos decrépitos. A nuestros costados hay uniformados, nos gritan. Uno de ellos me apura, lo miro, lo detesto, me aproximo y le escupo en el rostro. El soldado me manda de un culatazo al suelo. Se acerca y empieza a golpearme la cara con su puño izquierdo, una y otra vez. Le digo que es un pendejo de mierda, que debería tenerme respeto, hijo de puta, y le pregunto que si acaso sabe quién soy. Se detiene. Me mira y me dice que sí, que el traidor más grande que haya tenido la patria. Soy Augusto Pinochet, intenté cambiar la situación de este maldito país, pero fui traicionado en el último momento. Imaginé que las cosas podían ser distintas, que las Fuerzas Armadas creerían más en mí que en el desgraciado de Carlos Prats. Ahora soy castigado injustamente, porque no conseguí los aliados suficientes como para dar vuelta las cosas. Ahora lo recuerdo mejor: hoy es seis de octubre de 1973.

El Monstruo

El Monstruo-nombre que perduró en la memoria de la ciudad-era un cefalópodo tentacular con capacidad de generar campos de energía negativa. Su primera incursión conocida data de 1966, cuando emergió desde la laguna del parque O´higgins, lo que hizo suponer que era un anfibio poco adaptado a la vida terrestre. Nunca se olvidará su cuerpo elipsoide cubierto por una capa gelatinosa de batracios en estado larval, ni el sonido de su grito, que fue escuchado incluso en Melipilla.

Su segunda incursión, en 1978, es una de las más recordadas, al ser la del ataque al parque de entretenciones Fantasilandia, recién inaugurado. Se cree que se sintió amenazado por la figura del Pulpo mecánico, una de sus atracciones más llamativas y que destruyó por completo, matando a más de treinta personas antes de volver a sumergirse en la laguna, la que a partir de ese día estuvo clausurada y con vigilancia policial. El alcalde Mekis sugirió el traslado de Fantasilandia a terrenos más seguros, pero su propuesta fue ignorada. Tres años mas tarde, El Monstruo atacó de nuevo, pero

Esta vez irrumpiendo por los túneles de la línea Dos del metro. Resultado, un promedio de doscientos muertos, y millones de pesos en pérdidas. Buzos tácticos del GOPE se sumergieron en la laguna del parque, con el propósito de colocar explosivos en la guarida del Monstruo. A los 5 metros la visibilidad era nula, y la profundidad de los conductos naturales encontrados fue simplemente imposible de medir. Los explosivos se hicieron estallar prematuramente, matando a un par de patos silvestres y a un curioso que se acercó demasiado.

En la próxima década, El Monstruo atacaría constantemente. Se elucubraron cientos de teorías que intentaban explicar el fenómeno, ninguna de ellas convincentes y la mayoría ininteligibles. Santiago empezó a acostumbrarse y a tolerar la pálida figura y los tentáculos con ventosas dentadas del cefalópodo gigante, que terminó siendo aceptada definitivamente después que atacara al móvil de un canal de TV, en el cual resultó muerto el conocido Profesor Rossa, una de las figuras mas detestadas de la farándula santiaguina.

El Monstruo se enfrentaría en numerosas ocasiones a Gojira, a Motrah y a otras criaturas resultantes de la carrera nuclear de la región.

imagen: Fotografía Polaroid de la primera salida del Monstruo, 1966.

Gaspar, mi perro

Gaspar, mi perro, se mueve soñoliento hacia mí cuando me ve. Estoy en el cambio de guardia y sabe que le traigo su colación nocturna. Sáez me dice que no se siente muy bien y que si sigue así habrá que llevarlo al veterinario. Ya hicimos la colecta y nos pusimos todos, solo faltó el sargento Humeres que nunca le ha tenido gran cariño. Mueve la cola y aprieta el paso en la noche hasta que alcanza su plato.


Gaspar apareció hace un par de años, igualmente crecido como ahora y de raza indefinida. Eso fue para la inauguración de la Plaza del Nuevo Ciudadano y decidió quedarse. Total, es un sitio amplio y lleno de esquinas donde un perro se puede meter en invierno y correr en primavera. Antes había aquí un centro de convenciones que con el tiempo se volvió obsoleto y costoso, así que lo demolieron y construyeron un centro cultural debajo. No tocaron el edificio de la Secretaría de la Cultura.

Yo llevo más años que el perro. He visto dos gobiernos y soy afortunado de tener esta destinación tan piola. Tengo traje de gala, regular y de invierno. Por acá he saludado a Allende, Frei, Altamirano, todos expresidentes. Una vez vino el viejo Lawner antes de morirse y le di un apretón de manos. Me conversó que para él fue como esperar un hijo inmenso, de concreto y acero hecho por mil chilenos en una época que fue el canto de cisne de las ideas.

Gaspar es amistoso y sumiso, pero celoso de su territorio. Tal vez eso explique que los otros perros solo pasen por la vereda de la Alameda y no ingresen en la explanada. Siempre lo veo recorriendo o recibiendo la palmadita de una gringa con la cola entre las piernas, siempre oliscando de lejos los extraños. La verdad es que el perro es desconfiado y solo se da con las guardias. De hecho, Gaspar no duerme, dormita.

Hay veces en que no aparece por dos o tres días. Las primeras nos volvimos loco buscándolo y hasta nos fuimos de franco para ver en las calles si lo veíamos en medio de una leva. Ni por Villavicencio ni José Victorino Lastarria. Llegábamos hasta el Parque Forestal o el Santa Lucía. Hasta creamos una red de apoyo con los vecinos de alrededor del Gabriela Mistral. Nada; al perro se lo traga la tierra. Cuando estamos por desesperar –porque es como un juego, el primero que desespera pierde-, aparece y siempre soy yo el que lo divisa primero. Siempre del lado este, siempre en mi guardia, siempre a las cuatro de la mañana. Machucado, flaco, con mal ánimo, me alcanza y se echa sobre mis botas. Se queda quieto y yo sin poder abrazarlo le digo palabras reconfortantes y le cuento lo que se ha perdido en esos días. Llega la mañana y el cambio de guardia, la noticia es general. Me voy a la casa contento a dormir.

Nunca he ido abajo, al centro cultural. Como que no se me da. Pero a Gaspar sí, aunque no entienda nada en el Museo de la Solidaridad. Debe ser el único perro en Chile al que le permiten pasearse por el centro cultural y echarse debajo de una pintura. Eso de sus desapariciones, me obsesionó en algún momento. Verlo siempre llegar por el mismo lado me llevó a una exclusa cerrada, perpendicular al suelo. En ese momento no pude sacar ninguna conclusión, pero luego me enteré que la exclusa funcionaría como desagüe y a último momento decidieron alterar el plano de aguaslluvias y clausurarla. Seguramente lleva a otra parte del complejo igualmente poco interesante y no hay ninguna conexión con Gaspar.

La última vez, el perro se perdió diez días. Desapareció el 5 de marzo de 2006. Como siempre, fuimos a buscarlo. Nos comenzamos a quedar mudos al sexto. Hasta a Humeres se le reblandeció el corazón y le daba grima vernos a todos en ese estado, y terminó donando cinco mil pesos para el fondo. Fui el último que perdió la ilusión y lo esperé todas esas noches mirando hacia la exclusa del este, a las cuatro de la madrugada. El día octavo comencé a aceptar la idea de que Gaspar no iba a volver. Me lo imaginé muerto al borde de la calle o en la perrera. El día noveno nos conseguimos que el trompeta se pegara un pique a la guardia de la noche. Usé mi traje de gala. Nos formamos todos y presentamos armas en el más completo silencio. Rompimos filas y me juré que no iba a volver a hablar sobre el asunto. A las cuatro de la madrugada del décimo día, Gaspar apareció por el este. Había mucha niebla pero tenía la vista fija en la exclusa. La sensación más clara es que la “atravesó” en un tufo de nube. Corrió espantado hacia mí, la cola entre las piernas. Yo también corrí, y cuando me vieron los otros hubo una estampida general y Humeres se volvió loco gritándonos. Estábamos más allá de eso. Nos juntamos en medio de la explanada y todo era un caos de órdenes y contraórdenes. Yo me preocupé únicamente de revisarlo y palparlo. Olía a humo y cenizas, una parte del lomo estaba chamuscada pero no parecía herido; tenía una mirada huidiza y después hundió la cabeza en mi pecho. No podía estar seguro de nada. Alguien se sacó la chaqueta de servicio y lo arropamos, corrimos con él hasta una clínica veterinario. Humeres nos siguió haciéndose el enojado. El médico de turno dijo que, aparte de las quemaduras, estaba bien, con un poco de inflamación en las vías respiratorias, y que ahora lo único que necesitaba era mucho descanso. Nos preguntó si lo habíamos rescatado de un incendio. “No”. Era más complicado que eso. Me lo llevé a la casa un par de días. La noche siguiente me acerqué a la exclusa y le di un par de patadas de prueba y parecía tan sólida como siempre. No había marcas nuevas, nada. Cuando la toqué estaba caliente.

Gaspar no ha vuelto a hacer su magnífico acto de desaparición. Lo que hacía cuando no estaba parecía darle un equilibrio. Me engaño diciendo que quizás es solo añorar a alguna perra, pero diría que se nota más triste. Dos veces lo he pillado raspando con la pata delantera la exclusa. Insiste por largos minutos. Luego me va a buscar y con una típica mirada de perro callejero se pone a gemir. Me apoyo en una rodilla y le tomo la cabeza. Le pregunto “¿qué?” y me hundo en esos ojos tratando de entender. Pero no puedo. Se echa sobre mis botas y el resto de la noche dormita. ¿Qué busca, qué? ¿El aire frío del otoño le hace daño, tan viejo puede estar? Busca volver a un sitio con sol, podría ser que sea hora que me lo lleve a la casa. Y Gaspar dormita, ¿sueña que abre una puerta hacia al verano?

Mi perro Gaspar atraviesa el sueño en estado de vigilia.

Eternauta

(Reuters) 1 de octubre 1973. Siguiendo los pasos de San Martín, el creador de El Eternauta y militante de la guerrilla Montoneros, H.G. Oesterheld, cruzó la cordillera el jueves pasado liderando un ejército de eternautas armados —con sus antifaces acuáticos y tanques de oxígeno— para unirse a sus hermanos de la resistencia chilena. Ni bien supo de la invasión de los mecanoides militares (el pasado 11 de septiembre), juntó su ejército y avanzó hacia Santiago para luchar contra los androides.
Esta mañana la resistencia comunicó que el héroe guerrillero fue capturado por los mecanoides. Sus seguidores guardan silencio. Entienden que no volverá.
El genio ha desaparecido en la eternidad. La lucha sigue.

Arauco


Luego de 7 nominaciones al Oscar y un éxito de taquilla abrumador, llega al DVD la edición especial de Arauco, el film que transformo al chileno Mauricio Llancaqueo en una estrella mundial.

La trama -para quienes no vieron la película- visita la relación histórica entre el conquistador español Pedro de Valdivia (Jeremy Irons) y su sirviente guerrero, interpretado magistralmente por Llancaqueo.

A partir del encuentro y contraste entre estos dos personajes, Ridley Scott desarrolla una historia que sondea las profundidades de la traición y el honor en múltiples niveles, siempre dentro de una atmósfera densa y extrañamente intima que nos recuerda a lo mejor del director en Blade Runner.

Asistido por un espléndido y premiado guión -de la chilena Toncy Dunlop- Ridley Scott logra en 145 minutos crear una especie de alegoría, o mas aun, una imagen poderosa y honesta, no exenta de épica, sobre el quiebre trágico producido por el encuentro de dos mundos.

Es quizás ese el mayor éxito del film: contar la historia sin demasiado respeto con la historia, o mejor dicho, sin depender de los manuales o las enciclopedias. Lejos de ser una película sobre la conquista, es una película sobre las pequeñas tragedias, el sentido del deber y el amor sangrante.

Laboriosamente, pareciese que el director se desprende del efectismo que caracterizo a sus últimos trabajos, y termina construyendo con cuidado, como un artesano, la historia de una América trágica y en perpetua búsqueda de su redención.

En esta edición especial en DVD, podrán encontrar ademas de los comentarios del director y escenas detrás de las cámaras, un interesante documental sobre Lautaro con la voz de Sigourney Weaver, quien interpreta a Inés de Suárez en la cinta.

Arauco mas que recomendable, es necesaria como ejercicio no solo de memoria histórica nacional, sino que como un gran estudio acerca de la tragedia que llevamos dentro. O como dice Lautaro en el film, «Nuestra sangre nos comanda«.

Concesión pública


“Ya estoy en mi casita sentado frente al computador dispuesto a continuar escribiendo mi novela. La nueva jornada de trabajo implementada por el gobierno y el excelente sistema de transporte urbano operativo en la capital han mejorado considerablemente mi calidad de vida y la del resto de los ciudadanos. El dinero y el tiempo disponible para dedicarle a mi familia, y a nuestros proyectos personales, por fin han encontrado su espacio y meconsidero sumamente feliz. Veo el programa de buenas noticias de TVN que nos relatan las novedades, beneficios y experiencias de la nueva vida. “No le damos la espalda a la realidad” -reza el slogan- “Vemos lo positivo de los sucesos”. Todo como parte de la fuerte campaña para fomentar el optimismo ciudadano chileno.
Y en general funciona. Los paros y movilizaciones sociales ya son parte del pasado y las únicas expresiones públicas masivas son las del tipo deportiva, artística y cultural, eventos en los cuales los conciudadanos van cotidianamente a disfrutar en familia con plena seguridad y tranquilidad.
Había demorado un poco de tiempo en tener una puesta a régimen este sistema ya que la maquinaria de los Ministerios concesionados fue un poco pesada al principio. Un sistema pionero en el mundo aplicado en Chile por la dictadura a mediados de los ochenta y que luego sería aplicado con éxito en más de 20 países en vías de desarrollo. Una apuesta fuerte y radical de este gobierno que finalmente ganaría la aceptación de la gran mayoría del país y un gran reconocimiento en el extranjero. En los inicios la resistencia de la gente a un gobierno de estas características y los cambios radicales en el proyecto de profesionalización de los sistemas públicos fue rechazada rotundamente por los usuarios, pero al poco tiempo hubo acuerdos satisfactorios entre las partes y las personas afectadas fueron indemnizadas y reubicadas en nuevos y dignos empleos.
Hoy por hoy gran parte de los habitantes se han hecho partícipes del proceso y se han concientizado en favor del desarrollo del país.
Hace ya varios años que los asuntos están en paz. Tecleo en mi computador con una sonrisa. Mi hija salta a la cuerda en el patio con un par de amigas. El cielo está despejado y deja ver ese hermoso azul que soñé ver cuando era un niño. Las cosas han cambiado. Podemos respirar.
Pronto serán las elecciones. Nuevamente deberemos acudir a las urnas a votar por la nueva Empresa Administradora Gubernamental concesionada. Muchos le seguimos llamando “gobierno”, pero no es más que una empresa privada que brinda servicios de administración a nivel de país. La competencia está fuerte esta vez, pero sigo confiando en que la actual empresa española se adjudique la propuesta por diez años más.”

Aporte de: et Belenus

Mortis vive!


El Siniestro Doctor Mortis Volvió a atacar la noche del lunes pasado, según las declaraciones iniciales del jefe de la BH. De nada sirvieron los escudos de distorsión lucífera, ni las plegarias en latín de los guardias que vigilaban los accesos del Instituto Médico Legal.

Las pesquisas señalan que Mortis habría revivido los cadáveres de los generales Pinochet y Contreras, ambos muertos por un comando suicida de la Vanguardia Organizada Del Pueblo. En Investigaciones han declarado que los motivos detrás de esta acción no están del todo claros.
Se recordará que Mortis revivió los restos mortales de Alessandri, con lo cual el fallecido ex-presidente pudo reinstalarse en el poder. La creación de un ejército zombi se enfrentó con el total rechazo de la iglesia, cuestión que se definió con el enfrentamiento entre Mortis y el Cardenal Caro en los techos de la Catedral de Santiago. A pesar de la intervención de Alessandri, Mortis fue confinado en una celda en el subsuelo del terreno en el que se empezaría a construir el templo votivo de Maipú, lugar del que escaparía cinco años después.

Alessandri terminó encerrado en el Open Door, a instancias del Colegio Médico. Nadie aguantaba su olor a muerto ni su cuerpo que se caía a pedazos.

(Revista Vea, octubre de 1972)

Tractatus Zone (Episode 2)

Después de cumplir una condena relativamente corta en la Penitenciaría de Punta Arenas, Serling y Wittgenstein fueron liberados en octubre de 1959. Decidieron abandonar sus ambiciones de dominación mundial para dedicarse a la difusión de un texto escrito por Wittgenstein durante su encarcelamiento. El texto se titulaba Tractatus Silentium. El fragmento más relevante es el que se aproxima a los negativos epistémicos y las periferias cognitivas. Este es su contenido:

Negativos epistémicos y periferias cognitivas

1.1 La cognición resulta de negativos epistémicos.
1.2 Los negativos epistémicos resultan de una visión periférica de tipo cognitiva.
1.3 Las cosas no se pueden cognizar de forma directa.
1.4 Las cosas son la construcción de su periferia.
1.5 Las cosas son negativos epistémicos.
1.6 Nada se puede aseverar de forma directa sobre los negativos epistémicos.
1.7 Nada se puede aseverar de forma directa sobre las cosas.

2.1 La periferia cognitiva se desplaza al desplazarse el objetivo cognitivo.
2.2 La selección de los objetivos cognitivos es el resultado de sus periferias.
2.3 Intentos de cognición directa de periferias resulta en el desplazamiento del objetivo cognitivo.
2.4 Semejante desplazamiento anula la cognición directa de periferias.
2.5 Periferias funcionan periféricamente.
2.6 Periferias no pueden funcionar como objetos de cognición directa.

3.1 El lenguaje puede ser parte de una periferia.
3.2 El lenguaje puede ser una construcción de su periferia.
3.3 Como tal, el lenguaje resulta de un negativo epistémico.
3.4 El lenguaje también contribuye a la construcción de los negativos epistémicos.
3.5 El lenguaje no es una cosa.
3.6 El lenguaje es sintomático de las cosas.
3.7 El lenguaje, como auto-referente, es sintomático de su cosa particular.

4.1 Aquello que es inefable no es lenguaje.
4.2 Aquello que es inefable también puede ser parte de la periferia.
4.3 Los atributos directos de los negativos epistémicos son inefables.
4.4 Nada se puede decir directamente sobre aquello que es inefable.

El efecto del texto fue inmediato. La ciudadanía sureña dejó de hablar. Al comienzo se comunicaban entre sí escribiéndose notas, esta ‘solución’ funcionó hasta que un semiólogo reconocido escribió un artículo complementando el texto de Wittgenstein. Según el académico, el lenguaje al que se refería el texto del filosofo-ex-confabulador no se limitaba al enunciado oral, sino que incluía lo escrito y, además, todo aquello sujeto a la ‘lectura’; o sea imágenes, signos, situaciones, contextos, gestos, expresiones etc.
Deseosos de cumplir religiosamente con las consecuencias del Tractatus Silentium, la región negoció la compra de sesenta mil cápsulas japonesas de aislamiento sensorial. Desde octubre de 1961, el 88% de la población austral vive en estas cápsulas. Irónicamente, Serling y Wittgenstein residen en Villarrica, donde operan una heladería.

Encyclopaedia Británica 11th Ed.

ENORMES CACHALOTES VARAN EN PLAYA DE PUNTA ARENAS


Miércoles 22 de Noviembre de 2006 13:53
El Mercurio Online

PUNTA ARENAS.- Dos enormes cachalotes de aproximadamente 15 metros de largo y 40 toneladas de peso vararon en playas cercanas a Punta Arenas, llamando la atención de los habitantes de esa zona. Los animales, ambos machos, fueron avistados por personal de la Armada en el sector de Punta Dúngenes, distante a unos 300 kilómetros al norte de Punta Arenas, cerca de la boca oriental del Estrecho de Magallanes. Expertos del Centro de Estudios del Cuaternario (Cequa) de esa ciudad, se trasladaron a la zona para tomar muestras de dientes y piel de los ejemplares y así investigar las razones del varamiento. Desde ya se descartó la acción de personas en su muerte, que se estableció entre 5 y 6 días atrás. Según explicaron los investigadores, es probable que hayan sido arrastrados por alguna corriente o confundidos por algún ruido, ya que navegan en aguas profundas y guiándose por la audición. Los cetáceos son ejemplares adultos y fueron encontrados con una distancia de 6 kilómetros de distancia entre ellos. Sus restos permanecerán en el mismo lugar hasta su descomposición natural.

FOR YOUR EYES ONLY

De: eolivares@ictionet.org
Para: jonas.libedinsky@ictionet.org
Asunto: Cachalotes
Archivo Adjunto:
http://www.emol.com/noticias/nacional/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=236805

”Supongo que ya leyó la noticia que le adjunto. Fue difícil controlar a la prensa, pero lo logramos. Digamos que los periodistas suelen ser fáciles de convencer cuando uno cita un par de teorías y nombres científicos, claro, eso usted lo sabe mejor que nadie. Pero vamos a lo importante. Ocurrió de nuevo, como en lo de las jorobadas del mes pasado en Nueva Zelanda. Los cachalotes estaban destrozados a dentelladas, a la hembra le arrancaron prácticamente todo el vientre. Pudimos calcular el arco de la mordida, ¡6 metros…! Usted tenía razón, son mayores de lo que creíamos. Conseguimos rescatar algunos dientes enterrados en el macho. Carcharadon Megalodon, ya no hay duda. Y están multiplicándose, creo que pronto será muy difícil seguir diciendo que están extintos, la verdad está saliendo a flote…”