Vampiro. Eso suena soberbio!
¡Dios mío, qué disparate de mierda!
Si oyendo la palabra Vampiro pensáis: «un mozo buenísimo de mejillas pálidas», os equivocáis. No hay nada peor, nada más humillante que ser un vampiro. Un vampiro no es ni más ni menos que un simple adicto, que si no toma su «porción purpúrea», le da un puto ataque de convulsiones.
¡Un drogadicto, un cualquiera, la hez del pueblo!
Sí, soy yo. Sí, sí, me llamo Wieslawo y soy un sangrómano… soy un vampiro.
¿Cómo sucedió?
Me agarró un tal vampirito todavía con sed, un muertejo pálido que todavía tenía ganitas de chupar sangrita. Y se bebió pero ¡natural-joder-mente no acabó! No me había chupado como debería hacerlo ¡Hasta el final! Continue reading «La miserable suerte de Wieslawo»