Ozaru II

1943
Una de las postas que le tocaba atender al Doctor Luciano Krauser en su cargo de médico domiciliario y rural de la Caja de Seguro Obrero Obligatorio era la posta de Catillo, situada junto a las termas del mismo nombre, famosas por el alivio que provocaban sus aguas en afecciones gástricas y reumáticas. Si bien las termas contaban con un médico exclusivo para su clientela el Seguro mantenía su Posta con un practicante residente y la visita semanal de un médico desde Parral.
Ese día viernes el doctor apenas había puesto un pie en la Posta cuando le comunicaron que tenía una llamada telefónica urgente de Parral. Lorena Larraín, su joven esposa de 17 años, estaba a punto de dar a luz. El Dr. pidió excusas a sus pacientes y emprendió el camino de regreso a Parral cómo alma que lleva el diablo.

–Todo marcha bien –señaló el Dr. Lorenzo Latorre al Dr. Krauser, que bañado en sudor sujetaba la mano de su esposa en aquella aséptica habitación de hospital–. Membranas rotas, dilatación dos centímetros, posición de vértice… ¿Va a presenciar usted el parto colega?

–N-no, no le sé –contestó titubeando el Dr. Krauser.

–Como guste –replicó Latorre–, para mí es igual, aunque Lorena estaría más tranquila… ¡En fin! La decisión es suya colega. Ahora si me disculpan, debo retirarme. La matrona me avisará cuando las contracciones se hagan más frecuentes.

–¿Qué opinas? –preguntó el Dr. Krauser a su cónyuge– ¿Quieres que presencie el parto?

–Quédate conmigo –respondió Lorena–. No me dejes sola.

–No temas –la tranquilizó el Dr. Krauser–. Voy a fumar un cigarro a la sala de médicos y vuelvo.
El Dr, Krauser besó a Lorena y abandonó el cuarto disimulando su nerviosismo lo mejor que pudo. Luego de fumarse tres cigarros y beber dos tazas de café retornó junto a ella para no abandonarla más.

La espera fue larga, más larga de lo que el Dr. Krauser y su señora esperaban, la gente entraba y salía de la habitación, la matrona, el obstreta, el Dr. Latorre, de nuevo la matrona… hasta que finalmente se produjo el milagro.

–Un hombrecito –dijo el Dr. Latorre entregando al pequeño e indefenso ser a la matrona para que lo pesara.

–Tres kilos novecientos gramos –anunció la matrona.

–¿Y? ¿Cómo se va a llamar? –preguntó el Dr. Latorre.

–Luciano –contestó el Dr. Krauser–, cómo su padre.

1945
A pesar que llevaban cerca de dos años en Parral el Dr. Krauser y su señora no lograban acostumbrarse. El pueblo era una mezcla de gente muy rica con tendencias aristocráticas (que residían mayormente en la capital y venía por temporadas a sus latifundios) y agricultores, obreros y gente de trabajo que no podían seguir el ritmo de gastos ni la manera de vivir de los primeros. El Dr. Krauser estaba cansado del permanente escrutinio del que eran objeto por parte de estos ‘aristócratas’, que reprobaban que la mujer del médico cuidara del ante jardín de su chalet o fuera de compras por su cuenta al mercado. Lorena por su parte estaba hastiada de la vida social, de la forzada elegancia, de los vestidos de las ‘damas’, de mañana, tarde o noche, según fuera la ocasión. El trabajo del Dr. Krauser por otra parte, con una posta rural que atender cada día, era muy pesado por lo que cuando se llamó a concurso para llenar los cargos de dos horas en la Beneficencia, o sea hospital, y tres horas como tratante y domiciliario en el Seguro Obrero Obligatorio del puerto de Tomé, el Dr. Krauser se presentó a ambos.

­–Más mal que aquí no nos puede ir –decía Lorena que entusiasmada ante la idea de abandonar Parral ya había comenzado a hacer las maletas–. Cuatro años con el mismo sueldo cuando todo ha subido de precio al doble o al triple.

Lorena estaba en lo correcto. Mientras a todos los empleados de la administración pública y el sector privado se les había reajustado sus sueldos de acuerdo al alza del costo de vida, en el Servicio de Salubridad Fusionado o Servicio de emergencia (creado por el presidente Don Pedro Aguirre Cerda para la mejor atención de la zona afectada por el terremoto del 39) se habían mantenido los mismos salarios hasta nivelarlos con los cargos similares de las zonas no afectadas. Lo que el año 1939 era un sueldazo en 1945 era un sueldo más bien mediocre en los servicios de salud.

Afortunadamente ambos concursos se resolvieron a favor del Dr. Krauser, de algo habían servido sus seis años de antigüedad, sus estudios en el extranjero, sus excelentes calificaciones y sus puntos extras por servicio rural. El Dr. tenía una semana para mudarse por lo que se apresuró en viajar a Tomé, en busca de una casa.

Tomé en esa época contaba con tres grandes Industrias Textiles, la Fábrica de Paños Bellavista-Tomé, la Fábrica o Sociedad Nacional de Paños Tomé y la Fábrica Italo Americana de Paños (FIAP), además de una fábrica de lienza y artículos pesqueros y una industria vitivinícola (la Wagner Stein y Cía. Ltda). Gracias a estas industrias se respiraba una sensación de prosperidad y bienestar en la mayoría de los estratos sociales. El Dr. Krauser, gracias a la intervención del Director del hospital de Tomé, consiguió tres habitaciones que se arrendaban con pensión completa, canceló dos meses por adelantado y regresó a Parral. Los muebles se fueron en ferrocarril y ellos en su Ford 31, sedán dos puertas. Se instalaron en las tres habitaciones; un dormitorio, un comedor y un escritorio que le serviría también de sala de exámenes. El Dr. puso su placa de médico en la puerta de la casa y ese mismo día comenzaron a llegar los pacientes, tantos que el Dr. hubo de arrendar dos habitaciones más para atenderlos. El hall central que daba a dichos cuartos hacía las veces de sala de espera, allí colocó el Dr. un par de sofás y unos muebles de mimbre que la dueña del edificio gentilmente le había facilitado. En cuanto a su trabajo en el hospital el doctor se hizo cargo de dos salas diferenciadas por sexo de veinte camas cada una, cuarenta camas que debía atender en dos horas diarias de trabajo. En el Seguro Obrero Obligatorio tenía tres horas, un policlínico de dos horas diarias y una hora para atender los domicilios de los cerros que se presentaran, los que había que realizar a pie debido a la escasa y deficiente urbanización.

Ya habían transcurrido un año desde que el Dr. Krauser y su familia se habían mudado de Parral y las cosas no podían estar mejor, el comercio en Tomé era próspero, el dinero abundaba, se realizaban fiestas de caridad, bingos, bailes y fiestas de la primavera (que después se transformarían en al Semana Tomecina). Los sindicatos de las tres fabricas de paños eran poderosos y en sus presupuestos tenían ítem para médico y farmacia, de modo que el obrero podía consultar en el seguro, en el sindicato y por último, si lo deseaba, podía pagar su consulta en un estudio particular. Lorena no se cansaba de repetir que él haberse trasladado a Tomé era lo mejor que podrían haber hecho. Entonces, cuando menos se le esperaba y cómo suele ocurrir, sobrevino la tragedia. Una epidemia de poliomielitis o parálisis infantil había estallado en la zona. Los tres primeros niños fueron auscultados en sus domicilios por el Dr. Krauser y el pediatra el Dr. Luis Latorre, en junta médica y sin usar mascarilla pues ignoraban el diagnóstico. El Dr. Krauser se transformó sin saberlo en un mortal portador de gérmenes. Fue así cómo se contagió Lucianito desarrollando una meningo encefalitis aguda. Pérdida brusca del conocimiento, fiebre alta, convulsiones… Fue hospitalizado en el pensionado del Hospital Clínico Regional de Concepción y atendido con mucha dedicación y esmero por pediatras y neurólogos, a pesar de esto solo un milagro podría salvar la vida del niño.

El milagro no se produjo, cumpliéndose los diagnósticos más pesimistas, luego de setenta y dos horas luchando por su vida Lucianito dejaba de existir a la edad de tres años. El Dr. Krauser recibió la noticia sin manifestar ninguna emoción aunque por dentro estaba hecho pedazos. Lorena se abrazó a él y estalló en desgarradores gemidos. Nueve meses después del triste fallecimiento de su hijo Lorena sufrió un cólico renal derecho. Las radiografías solicitadas por el urólogo revelaron una hidrofrenosis a derecha, con gran dilatación de la pelvis renal y uréter filiforme mal implantado. Se decidió amputar el órgano defectuoso, Lorena tendría que arreglárselas de ahí en adelante con un sólo riñón. Los exámenes de orina, uremia y creatinemia posteriores a la intervención quirúrgica fueron normales. Se suponía que luego de esto Lorena podría llevar una vida normal pero comenzó a sufrir de anemia. A pesar de los tratamientos para estimular la médula ósea la anemia seguía acentuándose, Lorena desarrolló un cuadro anoréxico y bajó varios kilos, el diagnóstico del nefrólogo: Leucemia crónica.

1956
Ya era de noche y el Dr. Krauser conducía su antiguo Ford 31 por una polvorienta ruta luego de una visita médica que se había prolongado más de lo debido, Lorena estaría furiosa… De pronto la imagen de una torta de cumpleaños se formó en la mente del Doctor. Tenía hambre, debía admitirlo, ¿pero porqué una torta? ¡Lorena! Ese día era el cumpleaños de Lorena, cumplía treinta y cuatro, doce años menos que su esposo. ¿Cuantos cumpleaños más le quedarían por delante?

Habían transcurrido catorce años desde la muerte de Lucianito durante los cuales el Doctor no había dejado de culparse a sí mismo por tan lamentable hecho y por la enfermedad de su esposa también, enfermedad que constantemente amenazaba con llevársela al lado de su hijo. El Dr. Krauser se había enfrentado a está terrible posibilidad en dos ocasiones, la primera; cuando hubo de llevar a Lorena de urgencia al hospital debido a un edema pulmonar agudo, la segunda; cuando a causa de la aparición de extracístoles hubo de trasladarla de amanecida a Concepción para un electrocardiograma, que afortunadamente salió negativo.

De pronto una intensa luz cegó al Dr. Krauser, que al cubrirse instintivamente los ojos perdió control del vehículo, saliéndose del camino.

Algo se había estrellado a unos metros de distancia.

El Dr. Krauser armándose de valor dirigió sus pasos hacia el lugar del impacto. Lo que encontró al fondo del pequeño cráter fue una especie de cápsula, no mayor al torso de un hombre. Sin mediar aviso la cápsula se abrió descubriendo la pequeña figura de un bebé en posición fetal. El Dr. no perdió tiempo en conjeturas, descendió al fondo del cráter y comprobó los signos vitales del lactante. Luego, con mucho cuidado, procedió a cargarlo y además de notar que era varoncito, comprobó que tenía una larga cola velluda.

Al extraer al niño de la cápsula, Krauser activó un mecanismo de autodestrucción que disolvió la cápsula en cuestión de segundos ante sus atónitos ojos. El infante, que hasta ese momento parecía dormido estalló en llantos.

–Te llamarás Cristóbal –dijo Luciano acunando tiernamente al pequeño contra su pecho–, ya que al igual que Colón has viajado por negros océanos insondables para llegar a un nuevo mundo. Sí, Cristóbal Krause Larraín, ese será tu nombre.

El Dr. Krauser envolvió en su chaqueta a Cristóbal, lo depositó cuidadosamente en el asiento del copiloto y se marchó rumbo a Tomé en su antiguo Ford 31.

Decepticons apoyaron pronunciamiento militar

(La Tercera). 12-11-73.

En una conferencia de prensa realizada en el día de ayer en el Ministerio de Defensa Nacional, los miembros de la Junta Militar de Gobierno hicieron público el apoyo prestado por Los Decepticons a las Fuerzas Armadas durante el pronuniciamiento militar.

Acompañados de Starscream, segundo oficial en la línea de mando de Los Decepticons, la Junta recalcó la importancia de la ayuda prestada, señalando que ello reafirma la acción oportuna y salvadora de la Junta Militar en este lado de la galaxia.

Al respecto, Starscream retransmitió un mensaje oficial desde el Alto Mando Decepticon en Cybertron, firmado nada menos que por Megatron, el líder de los Decepticons: “Hago presente a la Junta Militar de Gobierno, y a las Fuerzas Armadas de Chile, mis más sineceras felicitaciones por el éxito de la misión cumplida en el día de ayer”.

Consultado sobre el alcance de este apoyo, Starscream mencionó que hace una semana el líder de los Decepticons ordenó el desplazamiento de unidades aéreas a Chile, las cuales apoyaron las acciones de los Hawker Hunter en su bombardeo a la Moneda y las estaciones de radio allendistas.

Fuentes extra-oficiales han informado que Starscream ha estado en permanente contacto con altos oficiales de las FF.AA. desde hace varios meses, siguiendo órdenes directas del Alto Mando Decepticon.

Strascream señaló: “Apoyamos la acción de la Junta Militar pues ella se enmarca en la lucha mundial contra el comunismo soviético. Asimismo, el Presidente Allende y sus partidos estaban llevando a Chile a un eventual guerra civil.” Asimismo agregó: “Allende y sus partidos legitimaron la vía armada. Cuando eso sucede, cuando los sectores políticos legitiman la violencia, sólo tienes dos escenarios: guerra civil o pronunciamiento militar”, dijo aludiendo al derrocamiento de los Autobots en Cybetron.

Respecto a los informes de diarios extranjeros sobre combates entre Decepcticons y Autobots cerca de Antofagasta, Strascream señaló que se trató de una batalla contra fuerzas Autobots que intentaban crear una zona libre cerca de Chuquicamata. “Los miembros de la Junta me manifestaron el temor a que se creara una zona liberada en ese lugar, donde se recibieran armas provenientes desde Cuba. Detectamos unidades Autobots izquierdistas en la zona, y actuamos con el apoyo de unidades militares chilenas. Puedo afirmar al respecto que no hay autobots operando en Chile”.

Consultado sobre las futuras relaciones entre los Decepticons y Chile, Strascream señaló que se preveé el pronto arribo de los Constructicons para ayudar en tareas de reconstrucción nacional y que antes de fin de año está previsto realizar ejercicios militares entre las FF.AA. chilenas y los Combaticons, quienes en estos momentos se encuentran operando en el Sudeste Asiático.

Extra-oficialmente se ha señalado que una parte importante de la futura relación entre Decepcticons y el Gobierno de Chile, será la construcción de fábricas de energón en las zonas petrolíferas magallánicas.

Majinga Zetto

«…se abrió el patio de honor de la escuela militar y salió algo enorme!!! Nunca lo había visto, murmuraba algo desde unos altoparlantes ubicados junto al cuello. La gente comenzó a correr gritando y rogándole a dios. Yo me escondí debajo de uno de los cañones y me puse a rezar. Los ruidos que hacía eran espantosos. Crujía y chirriaba como un transatlántico desarmándose. Los oídos me dolín cuando las articulaciones encajaban y el acero se arrastraba en las uniones con unos chirridos infernales. Las pisadas retumbaban y..¡el piso se movía!! Casi me oriné y pensé en que venían los marcianos o que era el fin del mundo, porque todo eran gritos y ruidos horribles de fierros y aceite que chorreaba desde la altura.
Uno de los pies pasó por encima mío como un Boeing volando a baja altura, el aire silbó y el viento movió las hojas y a los árboles. Cuando pisó al otro lado casi me morí y cerré los ojos. Los mantuve cerrados hasta que las pisadas, que retumbaban como tambores gigantes, se alejaron por Apoquindo…hacia el centro de Santiago.»

(relato de un testigo).

Foto desclasificada

Fotografía encontrada entre los escombros de la Fundación Pinochet. REcordemos que hace una semana el general en retiro se hizo encerrar en sus dependencias y detonó una caja de explosivo plástico C4, inmolándose junto a cercanos, decenas de adherentes y dos nietos. Al parecer la fotografía sería parte de un archivo próximo a desclasificarse en la iniciativa de transparencia total llevada adelante por el gobierno de Tokyo.

AP(Reuteres)

imagen blog Don Francisco y usted

EL PELIRROJO

-No, es que no puede ser posible…
-Pero huevón, estás viendo la foto…
-Dime que las fotos no mienten, cualquier huevón de diseño de este mismo diario puede armar un truco tanto o mejor que esta cagada de foto.
-Te digo que es real.
-Huevón, no seas paranoico, cómo va a ser real. Míralo, por favor, estamos a noviembre del 2006, la foto está indicada como mayo del 75. Por favor mira ese cadáver, no puede ser el pelirrojo.
-Es idéntico al pelirrojo.
-Y que lo sea… no puede ser no más, no tiene lógica.
-Pero el huevón dijo…
-El huevón decía que había visto dinosaurios. No seas tarado, al idiota lo echaron del diario por loco, no te contagies tú con sus delirios. La foto es falsa, alguien la mandó como broma a la redacción, ni idea con qué propósito. Deja de hablar tonteras y piensa con lógica, el muerto no puede ser…
-El Pato…
-Please… ni siquiera había nacido en la fecha que está indicada detrás.
-Igual es raro que el loco haya desaparecido.
-Desaparecer es una cosa, pero viajar en el tiempo y reaparecer como un cadáver en una fosa de campo de detenidos desaparecidos de hace treinta años es algo muy distinto.
-No sé, es que ni tu, ni el resto de los colegas lo conocieron como yo.
-Quien iba a interesarse en conocer a un tarado como ese, el huevón malgastó su carrera investigando tonteras de Ovnis, fantasmas y huevadas por el destilo. Los jefes le tenían ganas desde que llegó, no lo echaron antes porque les daba pena…
-Decía que tenía un propósito.
-Propósito de chiflado, sería.
-Mira huevón. El Pato Lobos puede haber estado loco, pero no era mala persona. Lo pasó mal en la vida, como tantos, no más. Su matrimonio fue un desastre. El mismo me contó que se casó sabiendo que no iba a funcionar. Un día, con un par de cervezas encima, me confesó que su verdadero amor era un imposible. Borracho me habló de una mina de pelo blanco que vivía en otro lado, que…
-Puro bla bla de huevón depresivo. No tengo nada contra la gente que padece problemas psicológicos, pero me carga los que son enemigos de si mismos. Y el pelirrojo, el Pato Lobos, era de los que viven pegándose en defensa propia.
-Igual fue raro cuando lo echaron.
-Que tiene de raro, el huevón armó un escándalo porque el diario se negó a publicar lo de esos cadáveres de los milicos. ¿Qué quería? Mira, los ideales se acaban cuando uno tiene que educar a hijos y mantener una familia. El Pelirrojo y todos los que trabajamos para el viejo, conocemos la línea editorial del diario. Que no se haga el huevón. ¿Que quería?, que lo felicitarán. El huevón se buscó que lo echaran.
-Ese día hablé con él. Le dije algo parecido, que puchas, que así eran las cosas, que la vida era injusta, que no se podía manipular el pasado, que se yo. ¿Sabes lo que me contestó?
-Pico…
-Que si, que si se podía. Y era como andar en bicicleta, una vez que se aprendía hacerlo no se olvidaba nunca más.
-Huevón cagado del chape.
-No sé, no sé. Y después desaparece sin que nadie vuelva a saber de el y ahora esta foto… Es rara la tontera, en verdad no sé que creer…
-No hay nada que creer, guatón, alguien te está tomando el pelo no más.

El Segundo Golpe

Nadie, ni los más férreos admiradores del general Pinochet se hubiesen imaginado que a estas alturas podría ocurrir otro Golpe de Estado en Chile. Las cosas parecían marchar estupendamente, los índices de crecimiento económico aumentaban cada vez más y gracias a las iniciativas propiciadas por la primera presidenta en nuestra historia, importantes avances en educación y salud pública estaban siendo implementados. La Fundación Futuro encuestaba a los ciudadanos preguntándoles si eran felices y el 78% declaraba que sí, que eran felices. Pero existía alguien que no era feliz, alguien al que nadie ya recordaba y que estaba a punto de volver trayendo la guerra y el odio consigo.
Es muy fácil olvidar que tras esa impenetrable armadura nuclear y esa inexpresiva máscara de hierro se oculta un hombre, un ser de carne y hueso con nombre y apellido. EL pueblo ya no percibe al General Setebos como un humano. Es algo más, tal vez el übermensch profetizado por Nietzsche, casi un dios.
Pero alguna vez fue humano. Sólo yo fuera de su círculo interno conozco su verdadera identidad e incluso creía ser su amigo. Pero a un amigo no se le saca en medio de la noche de su cama, a un amigo no se le obliga ver como su esposa es violada frente a sus ojos, como su pequeño hijo es ultimado en su cuna de un balazo en la cabeza. A un amigo no se le tortura con electricidad en los testículos y no se le arrancan las uñas y la lengua, ¿no lo creen? No, el General Setebos y yo, ya no somos amigos.
En estos momentos estoy encerrado a la espera del pelotón de fusilamiento y pronto seré uno más en la larga lista de opositores el gobierno torturados, ejecutados y desaparecidos. Mi presencia será anulada de la memoria nacional, mi certificado de nacimiento borrado de los bancos de datos y mi certificado de defunción jamás emitido. Será como si no hubiese existido nunca. Cuando Setebos elimina a alguien no sólo acaba con él, sino con toda su familia y sus amigos más cercanos. Una enseñanza que aprendió de Summa-Gorath, presumo.
Sería tan fácil para mí articular la secreta fórmula de catorce palabras en voz alta para abolir estos muros que me apresan, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo regiría las tierras que ahora rige Setebos. Pero él bien sabe, como lo sé yo, que jamás diré esas palabras, porque soy mejor que él. Porque he entrevisto los pródromos activos de la gran reintegración cósmica y no puedo pensar en términos de un solo hombre, aunque ese hombre sea yo mismo.
Sin embargo, para combatir el tedio, para combatir el olvido y las ansias carnívoras de la nada es que redacto estas líneas, en un trozo de papel higiénico que posteriormente ocultaré en una grieta de la pared…
A diferencia de los demás miembros del alto mando, el general Gustavo Roeschmann era el único que no se aislaba de la prensa y la ciudadanía. De carácter extravertido y optimista, siempre mantuvo una relación franca con el mundo civil. Roeschmann se consideraba a sí mismo un funcionario público, contestaba las llamadas telefónicas él mismo y recibía en su despacho a quien, como yo, quisiera verle.
El general Roeschmann sólo reconocía un interés académico en la política pese a ser uno de los militares con mayor capacidad de evaluación y diagnóstico en estas materias. Especialista en relaciones político militares, en políticas de defensa y en el vínculo entre las Fuerzas Armadas y la sociedad, Roeschmann había estado vinculado a decisiones de Estado desde hacía más de veinte años apareciendo una y otra vez al mando de todas la operaciones de alta complejidad política en las que intervino el Ejército.
Paracaidista y maestro de equitación –era miembro del arma de caballería– hijo y nieto de militares, saltaba a caballo regularmente y se lanzaba en paracaídas por lo menos una vez al mes. Era católico observante, casado y padre de dos hijos y abuelo de tres nietos a los que regularmente llevaba a andar a caballo en el regimiento Granaderos. Gustavo aprovechó admirablemente la oportunidad de relacionarse con políticos y civiles líderes de opinión al ocupar la destinación de Director de Movilización Nacional, que dependía directamente del Ministerio de Defensa. Hasta ahí todo lucía perfecto. Pero como la mayoría de los militares de su generación, Roeschmann ocultaba ciertos datos sombríos.
Uno de ellos era el haber sido el único chileno en ocupar el cargo de subdirector de la Escuela de las Américas con base en Fort Gulick en Panamá, la misma que tuvo la siniestra fama de hacer entrenamiento antinsurgente a fuerzas especiales de toda Latinoamérica expandiendo su ideología de aniquilación del ‘enemigo interno’, las técnicas de interrogatorio y tortura y el uso de armamento antisubversivo. Aún más significativo puede ser el hecho que Roeschmann era el oficial en activo más cercano al general Pinochet y quien lo acompañó a su regreso a Chile tras ser liberado por el gobierno Inglés. No por nada Roeschmann ocupó cargos de gran responsabilidad política durante la dictadura. Perteneció el Comité Asesor del general Pinochet desde sus inicios y luego pasó a la Subsecretaría General de la Presidencia.
Pero existían otros datos aún más oscuros sobre Roeschmann, cosas que sólo otro practicante de las ciencias ocultas como yo, podría saber.
Nos conocimos en 1973, cuando él era un joven oficial destinado en Santa Juana. Su poco interés en la política era contrarrestado por su inagotable sed de conocimientos arcanos. Estaba al tanto de MacGregor Mathers y Aleister Crowley, sabía de la Golden Dawn, el Colegio Invisible y los Illuminati de Weishaupt, estrechamente ligados con la Sociedad de Jacobinos. Estaba informado sobre la magia babilónica, la tradición hermética del sacerdocio egipcio de Thot y la Recta Provincia. No me quedó otra opción que presentarle a mi maestro y pronto me aventajó en cada área de las artes ocultas que llevaba dos años más que él estudiando. Pese a todo, su entrenamiento quedó inconcluso al ser trasladado luego de cuatro meses. Desde entonces se entrenaría en las artes ocultas por su cuenta.
Y entonces, en 1999, fuimos convocados por el maestro para ayudarle a impedir el regreso de Yog-Gorath desde el universo de bolsillo al que fuera exiliado por el Demogorgo en tiempos pretéritos e inmemoriales. Luchamos con todas nuestras fuerzas, todos los conjuros cuánticos a nuestra disposición, combinamos nuestro Vril, nuestras mentes, y tras 48 horas de combate que le costaron la vida al maestro, logramos vencer Summa-Gorath.
Pero lo que no sabíamos en ese momento era que mientras le combatíamos, el demonio extendió sus apéndices psiónicos a lo largo de cientos de kilómetros, eliminando a todos nuestros seres queridos.
Yo fui capaz de rehacer mi vida luego de este trágico evento. Gustavo no y fue así, que de un día para otro se le perdió el rastro. Pero yo sabía donde se había marchado. Iba en busca del sitio donde nuestro difunto maestro se había instruido. Anhelaba aprender más y vengarse del temible demonio que había diezmado a su familia.
Gustavo pasó meses peinando las aldeas tibetanas en busca de alguien que poseyera información sobre el ‘Templo de las Montañas’ que tantas veces había mencionado nuestro maestro. Pasó más tiempo aún traduciendo antiguos pergaminos y tabletas hasta que encontró lo que buscaba. Un mapa que hacía alusión a la orden de sabios que habiéndose atrevido a experimentar con las ciencias prohibidas, dejaron su orden originaria. La orden de nuestro maestro.
Un hombre podría haber deambulado toda una vida por esas blancas cumbres sin encontrar lo que buscaba. Pero Gustavo no era un hombre normal y cuando sus provisiones se terminaron no desistió y presa del hambre continuó escalando, siempre hacia arriba.
Gustavo intentó poner la mente en blanco, luchó contra el vendaval de ideas y recuerdos que se agolpaban en su memoria. Cuando al fin, su mente se quedó quieta escuchó un ruido, un silbido agudo, un como chasquear de la lengua y supo que había alguien ahí. Sin ver a nadie, Gustavo descubre que está ante la presencia del Abominable Hombre de las Nieves y comprende lo que le dice aún sin escuchar sus palabras. “Has llegado, al fin, has llegado hasta aquí… Muchos vienen, pero yo no les veo. Tampoco ellos me ven, aunque a veces descubran mis pisadas en la nieve. Son los exploradores, los que vana todas partes y escalan cumbres sin ir en verdad a ninguna parte, sin escalar nada… Pero el caso tuyo es distinto; deberás luchar conmigo toda una noche; yo soy el Ángel de Jacob… Sólo yo puedo abrirte el paso.”
Y Gustavo luchó con todas sus fuerzas contra el blanco Ángel, tal y cómo Jacob lo hiciera antes que él. Y tal como Jacob, Gustavo fue vencido por el Ángel y cayó casi muerto. En estas condiciones fue hallado por los monjes del templo.
Y así las semanas se convirtieron en meses, y los meses en años mientras Gustavo absorbía todo el conocimiento de aquellos iluminados que durante siglos habían combinado casi instintivamente la ciencia y la tecnología, creando aparatos que no eran más que locos sueños para la humanidad exterior. Y tras cinco años de estudios llegó el día en que los monjes llamaron a Gustavo, ‘Maestro’. Y Gustavo supo que el mundo estaba sus pies.
Pero aún se sentía vulnerable. El Abominable Hombre de las Nieves, el Ángel lo había derrotado. Decidió crearse una segunda piel que lo aislara y protegiera del mundo. Él mismo forjó su armadura, y la máscara que ocultaría su rostro de los mortales para siempre. Fue en aquel momento que Gustavo Roeschmann terminó de morir. Y nació el temible General Setebos.

Mortis vive!


El Siniestro Doctor Mortis Volvió a atacar la noche del lunes pasado, según las declaraciones iniciales del jefe de la BH. De nada sirvieron los escudos de distorsión lucífera, ni las plegarias en latín de los guardias que vigilaban los accesos del Instituto Médico Legal.

Las pesquisas señalan que Mortis habría revivido los cadáveres de los generales Pinochet y Contreras, ambos muertos por un comando suicida de la Vanguardia Organizada Del Pueblo. En Investigaciones han declarado que los motivos detrás de esta acción no están del todo claros.
Se recordará que Mortis revivió los restos mortales de Alessandri, con lo cual el fallecido ex-presidente pudo reinstalarse en el poder. La creación de un ejército zombi se enfrentó con el total rechazo de la iglesia, cuestión que se definió con el enfrentamiento entre Mortis y el Cardenal Caro en los techos de la Catedral de Santiago. A pesar de la intervención de Alessandri, Mortis fue confinado en una celda en el subsuelo del terreno en el que se empezaría a construir el templo votivo de Maipú, lugar del que escaparía cinco años después.

Alessandri terminó encerrado en el Open Door, a instancias del Colegio Médico. Nadie aguantaba su olor a muerto ni su cuerpo que se caía a pedazos.

(Revista Vea, octubre de 1972)

EL TUNANTE


A la par de nuestros primeros superhéroes, surgen algunos de los más grandes supervillanos que nuestro país ha conocido, como consta en la monumental obra del sociólogo Fernando Villegas, Lo que se esconde en la oscuridad: bandoleros urbanos y estabilidad social, cuya primera edición (1) fue injustamente requisada por las autoridades por su contenido “sedicioso y nocivo, que tiende al envenenamiento de nuestra juventud a través de la distorsión de nuestro sistema de valores” (2).
Entre los supervillanos analizados por Villegas, destaca la historia de El Tunante, mezcla de una violencia muchas veces desbocada contra las instituciones y de una sutil ironía, que le ganó un peligroso cariño entre las gentes de menor cultura durante las décadas del ’40 y ’50.
Verdadera némesis de El Llorón, con quien sostuvo encarnizados encuentros que acabaron con buena parte del casco antiguo del puerto de Valparaíso completamente destruido, El Tunante se hizo conocido inicialmente por el desparpajo mostrado a la hora de cometer sus felonías, así como por la burla permanente a la que sometía a las fuerzas de orden, que incapaces de detenerlo debían resignarse a ser víctimas tanto de los ataques del delincuente, como de la burla con que la gente de los cerros de Valparaíso hacía escarnio de su ineptitud.
Al respecto, Villegas señala en las páginas de su libro que El Tunante “convertía el delito en una parábola de la venganza social, una suerte de didáctica de la revancha cristalizada en la destrucción no sólo material de los centros de poder financieros, políticos y represivos, sino en la liquidación simbólica de su respetabilidad y legitimidad pública” (3), tesis que cobra fuerza al recordar el secuestro del cónsul norteamericano en el puerto, Phillip Baltimore, quien tras dos semanas desaparecido fue encontrado en el Barrio Chino completamente drogado y vestido de cabaretera. O el desvalijamiento de la Compañía Sudamericana de Vapores en 1957, perpetrado por una banda de asaltantes desnudos, reclutados entre la escoria del puerto y acaudillados por El Tunante.
Este último hecho fue el que, en definitiva, marcó el punto de inflexión en la actitud sostenida por las autoridades, que comenzaron desde ese momento una verdadera cacería humana, la cual sólo terminaría meses más tarde, con el aniquilamiento casi total de la red de ayudistas construida por El Tunante en los cerros y bajos fondos de Valparaíso y San Antonio. Estos sucesos, que terminaron en el llamado “Proceso de los dos puertos”, durante el cual se condenó a muerte a los sobrevivientes de la red de El Tunante (4), fue ávidamente seguido por la opinión pública, que junto al horror que experimentó al conocer los escabrosos detalles de la política de extermino llevada a cabo por las fuerzas de orden, acabó por situar a El Tunante en el lugar que, aún hoy, mantiene en los corazones de los sectores populares del puerto, cual moderno y ácrata Robin Hood criollo.

NOTAS:
(1) Villegas, Fernando. Lo que se esconde en la oscuridad: bandoleros urbanos y estabilidad social. Séptimo Círculo Editores: Linares, 1987.
(2) DFL 3.765, Ministerio de Información, Planificación y Control. Marzo, 1987.
(3) Villegas, p. 234.
(4) Finalmente, sólo Máximo Huerta fue fusilado, pues tanto los hermanos Gamarra como Hugo Petrucci optaron por acogerse al sistema de protección de testigos, cambiando sus penas por extrañamiento en la isla Juan Fernández, donde Jorge Gamarra Gamarra vive hasta el día de hoy dedicado al pastoreo de cabras.

LA EDAD OSCURA

Justo Díaz Mellafe, estudiante de 3° año de Periodismo en la Universidad Católica, activo miembro del Gremialismo, simpatizante no devoto del Opus Dei y uno de los más brillantes cercanos a Jaime Guzmán fue quien tuvo la idea. A fines de 1979, el equipo de Guzmán –fundamentalmente abogados, periodistas, ingenieros y humanistas de la Universidad Católica- estaban dedicados a la redacción y creación de la nueva Constitución de la República, pedida por el gobierno del General Augusto Pinochet, la cual debería ser ratificada en las urnas el año entrante. Pero junto con la creación de esta nueva carta de gobierno y los planes de una revolución económica, también a cargo de jóvenes cerebros, se buscaba la creación de símbolos populares con los que el pueblo se identificara y viera en ellos la realidad del proyecto de libertad que era el motor con el cual el régimen de Pinochet se publicitó prácticamente desde el mismo 11 de Septiembre de 1973.
Díaz Mellafe conocía bien la historia de los superhéroes chilenos y el modo como la pública figuración de Ordenipatria y La Selección Tricolor lograron ser sinónimo de seguridad y justicia en el inconsciente colectivo de todos los chilenos. Sabía también que sus apariciones, junto a los gobierno de turno resultó fundamental en el apoyo popular a mandatarios como Alessandri Rodríguez o Eduardo Frei Montalva. Fue así como ideó la creación de la Junta Libertad y Justicia, llamada así con el abierto propósito de conectarla a la Junta Nacional del Gobierno. En su plan, este nuevo equipo de héroes debía de estar integrado por cuatro personajes, cada uno de ellos representante de las ramas de las Fuerzas Armadas, más una mujer joven y hermosa que actuaría como contraparte de los rudos vigilantes. Aunque nunca se confirmó de manera oficial, se sabe que Jaime Guzmán y un número importante de personeros civiles del gobierno militar vieron con muy buenos ojos la idea de Díaz Mellafe, tanto que le otorgaron presupuesto especial para acelerar el proyecto y así debutar con los Superhéroes del gobierno el mismo día en que fuera aprobada la nueva Constitución.
Al igual que con los primeros enmascarados oficialistas, fue Mario Uso el encargado de diseñar la Junta Libertad y Justicia. Este sería su último trabajo, ya que víctima de un cáncer al páncreas, fallecería el 5 de Mayo de 1981 a la edad de 72 años. Es una lástima que hasta el día de hoy, nadie reconozca la obra del principal creador de Superhéroes nacionales. De hecho, Uso es recordado como un gran artista sólo por sus colegas ilustradores, desconociéndose su labor como impulsor y responsable de la más peculiar mitología épica nacional del siglo pasado.
La JLJ, sigla con la que se hizo popular el team estuvo supervisada directamente por Pinochet y el resto de los integrantes de la Junta. Si cada uno de los personajes iba a ser la extensión “extraordinaria” de cada uno de ellos –y por ende la imagen de su rama armada- estos debían ser dignas figuras patrióticas. El General Patria fue el representante del Ejército y líder del equipo, un súper soldado en la tradición de Ordenipatria y el Capitán América, símbolo encapotado que llevada el logo del cóndor en su pecho y el escudo patrio sujeto del antebrazo izquierdo. El segundo en ser aprobado fue el Capitán Océano, azulado defensor de las Costas Chilenas, promocionado como el campeón submarino que en secreto había averiado a la Escuadra Argentina a fines del 79, responsable directo del cese de las hostilidades entre ambas naciones.
Fuerza Aérea partió llamándose Cóndor, pero por petición directa del General del Aire, Fernando Matthei se optó por nombrarlo con el mismo nombre de la rama de defensa del aire chileno. Eso si, su disfraz mantuvo las reminiscencias al ave símbolo de nuestro escudo. El representante de los Carabineros fue el más complicado de todos, ya que desde 1947, esta rama de Orden y Seguridad tenía a su propio campeón: Ordenipatria, quien había fallecido heroicamente a fines de agosto de 1969. Se propusieron nombres y diseños como Patrullero o Sargento Servicio, pero ninguno tuvo el porte y la dignidad del resto de los integrantes de la JLJ. Uso sería el responsable de convencer a los cercanos del General Mendoza, director de la policía uniformada, que los más apropiado era presentar a Ordeinipatria II, un rediseño del personaje original a modo de nueva versión. No muy convencidos, Carabineros de Chile aprobó al personaje. Completaba el equipo, Miss Chile, imagen de la hermosura, sensualidad y valentía de la mujer chilena, que con acierto usaba el nombre de nuestro principal concurso de belleza. La noche en que fue aprobada la Constitución de 1980, el Presidente Pinochet se presentó al país acompañado de la Junta Libertad y Justicia.
Y como antes había sucedido, el pueblo amó de inmediato a sus nuevos campeones.
Siete años duró en activo la JLJ. En este periodo protagonizaron un programa semanal emitido por el Canal 7, tuvieron una serie de historietas encargadas a una nueva generación de artistas, líneas de juguetes y apariciones estelares en cuanto evento organizara el régimen. Su imagen fue símbolo de estabilidad política y de apoyo de la gente al gobierno establecido tras el derrocamiento de la Unidad Popular. La construcción del Marxismo, como enemigo sobrenatural contra el cual luchaba el Capitán Patria fue fundamental a la hora de ver el modo en que la generación nacida y criada en los años ochenta ve hoy en día corrientes políticas como el Socialismo y el Comunismo. La importancia de la JLJ traspasó la esfera de la historia súper heroica nacional y se instaló como uno de los fenómenos socio políticos claves a la hora de hacer un recorrido por los dieciséis años de régimen militar.
En 1984, un joven relacionador público de 18 años, Alfredo Pinzón-Escobar se hizo cargo de un nuevo proyecto relacionado con la JLJ, la creación de un equipo auxiliar formado por cadetes de trece años que peleaban contra el mal junto a sus súper mentores. La idea era diseñar cuatro nuevos personajes en los que las nuevas generaciones se identificaran. Que los niños chilenos entendieran que ellos también podían ser héroes, que la educación, la formación y el amor a la patria los hacía grandes no importando la edad que tuvieran. Así, junto al General Patria aparecieron Cadete Patria; Patrullero Juvenil acompañó a Ordenipatria II; Fuerza Aérea empezó a ser secundado por Pequeño Halcón y Grumete Maravilla hizo lo propio con el Capitán Oceánico. Pinzón-Escobar bautizó a su equipo adolescente como Libertad Juvenil, nombre que se dice fue aclamado con aplausos por el propio Pinochet.
Aunque el atentado a Pinochet en 1987, donde ninguno de la JLJ hizo nada y el fin del gobierno militar en 1988 marcan oficialmente el termino de este escuadrón de poderosos enmascarados, lo cierto es que los primeros indicios de su crepúsculo empiezan a darse en 1986, cuando desde la oposición al gobierno militar se levanta la figura de un equipo contrario a los métodos y actitudes de la JLJ, conocidos como AMEN, siglas de Acción Mutante Encubierta Nacional, este sexteto de anónimos vigilantes vestidos de negro surgieron a partir de diseños y creaciones de artistas vinculados a los Partidos Socialista, Comunista e incluso a la Democracia Cristiana.
Con muchos menos medios que la JLJ, AMEN basó su actuar en programas cortos emitidos a través de Radia Cooperativa y revistas en blanco y negro distribuidas de modo clandestino en determinados kioscos y librerías de la Capital. Los AMEN decían ser los verdaderos héroes del pueblo, los postergados y relegados que se levantaban en la noche para pelear contra las injusticias de la dictadura militar. Para ellos, la JLJ no era más que la imagen de lo establecido, un disfraz del gobierno hecho para manipular y ocultar bajo sus disfraces de colores, políticas de terrorismo de estado. Para el General Patria por su lado, los AMEN eran la fuerza de ataque de una revolución maligna y marxista que se preparaba desde las sombras contra los valores patrióticos y libertarios del gobierno. Nunca se enfrentaron, a lo más la JLJ aparecía de vez en cuando arruinando los planes de sus némesis, mientras AMEN se burlaba abiertamente de lo conservadores y pechoños de sus contrarios. Las burlas eran abiertas y en las historietas incluían desde bromas al supuesto alcoholismo del Capitán Océano a fotos desnudas de Miss Chile, definida por ellos como la gran ramera oficial del gobierno. Pero AMEN tuvo corta vida, los superhéroes nunca –en ningún lado del mundo- representan ideales de izquierda. Todo lo contrario, son un modo bastante masivo de promover al fascismo.
Para fines de 1987, las mascaras urbanas habían desaparecido de acción. Para el Plebiscito de 1988, el público sencillamente había olvidado a la Junta Libertad y Justicia. De nada sirvieron sus spot junto a Pinochet para evitar que el NO ganara por amplia ventaja el 5 de Octubre, fecha en que muchas cosas cambiaron en nuestra historia, para siempre. AMEN corrió similar suerte.
En 1990 volvió la democracia, pero nunca más volvimos a ver superhéroes volando sobre nuestras cabezas. Puede que haya regresado la justicia, pero lo hizo sin la moda y el estilo de un ridículo traje multicolor. Al cumplirse veinte años del fin de esta era, lo cierto es que por raro que suene, cada día extrañamos más nuestras capas y máscaras.
¡Disfrázate Santiago!

LA EDAD DE ORO


El sociólogo Esteban Leo lo sostiene en su excelente ensayo, Mascaras Urbana: la fecha más importante en la historia del siglo pasado fue el 1 de Junio de 1938, cuando en el Nº 1 de la revista Action Comics se presentó al público un personaje llamado Superman. El día en que el mundo conoció la palabra y el concepto de superhéroe. Y desde entonces las cosas nunca fueron iguales. Un año después, tontos -un poco locos, un poco enfermos- comenzaron a vestir disfraces de colores y a defender con sus propias manos los valores de la verdad y la justicia en las grandes capitales del mundo. La mayoría no duró mucho. Cayeron por sus propios errores y balas perdidas (también directas) de los villanos que intentaron atrapar. Así, mientras DC Comics y otras editoriales le hacían creer al mundo que los vigilantes disfrazados, con poderes extraordinarios, eran cosa de tintas, imaginación e historias de escritores y dibujantes, las actas policiales de Nueva York, Londres, París, Ciudad de México y Buenos Aires escribieron una historia secreta muy distinta, la de los verdaderos superhéroes. Anónimos multicolores que desde las sombras de sus ciudades redactaron una peculiar y particular lucha entre el bien y el mal.
Santiago de Chile no fue la excepción.
El primer superhéroe chileno del que se tiene reporte, pues lo más probable es que haya habido uno o varios antes, apareció en junio de 1941. El Sereno se inspiraba en una imagen típica de la colonia chilena, especie de policía nocturno del siglo XVIII. Pero claro, la versión del 41 resultó muy distinta de aquella, estando mucho más cerca de Green Lantern, un personaje aparecido en las páginas de All Star Comics en 1940, campeón que combatía el crimen con la ayuda de un anillo dotado de poderes maravillosos. Pero el Sereno no llevaba un anillo, sino una linterna de gas usada en el ferrocarril. Y aunque ésta no tenía ninguna facultad increíble, sirvió para darle al campeón su identidad y personalidad. Como el mismo Sereno lo declaraba en sus recados a la policía, ser el portador de la luz santiaguina. Del resto, se encargaban sus puños y Lucero, un fiel y bravo pastor alemán que lo acompañó en sus primeras andanzas. Y que fue el primero de estos peculiares personajes en caer bajo las balas del mal.
El Sereno no fue un personaje muy activo. Jamás peleó cuerpo a cuerpo contra delincuentes realmente poderosos. A lo más se dedicó a atrapar ladrones y pillos de mala muerte. Era solo un tipo con un disfraz ridículo que intentó hacer la diferencia a su manera. Los diarios de la época dieron cabida a sus hazañas, pero siempre desde la mirada de la nota curiosa. Era sólo un sujeto extraño, que llevaba una mascara, una capa ridícula y que se dedicaba a atrapar uno que otro pillo con regular frecuencia. Se sabe que Carabineros le llevó un expediente, pero tampoco se trató de algo muy serio. Simplemente lo dejaron ser. No molestaba. Era un loco, igual que tantos otros que merodeaban por la capital.
Distinto fue el caso del vigilante que apareció poco después de El Sereno y que por casi diez años, entre 1942 a 1951, operó en Valparaíso. El Llorón vestía de negro, operaba tres noches a la semana y sus métodos rozaban los de los delincuentes que decía combatir. El Llorón era peligroso, de eso no había duda, por lo mismo fueron abundantes las escaramuzas de la policía del puerto por atraparlo. Al contrario que su colega Santiaguino, El Llorón no huía de las armas, operaba con un par de revólveres y una especie de báculo de metal. Quienes se enfrentaban a él salían muy mal heridos. Lo peor es que parecía no distinguir entre malhechores y policías. Se sabía que combatía el crimen, pero también que enfrentaba con la misma pasión a quien se cruzara en su camino. El Llorón tomó su nombre de un personaje de la mitología popular de la zona central de Chile, el de la Llorona, mujer fantasmal que gritaba sus penas a la noche. Vestido de negro, de pies a cabeza, con una capa en forma de capucha, El Llorón decía ofrecer su cruzada nocturna como una forma de pagar sus culpas. Más que un héroe propiamente tal, el encapotado de Valparaíso se convirtió en sinónimo del más puro de los horrores nocturnos que pudiese proyectar nuestro puerto principal. Es verdad, El Llorón fue nuestro Batman y la exótica geografía urbana de Valparaíso, nuestra versión de la Gotham City de los cómics.
Para 1943, mientras el norte del mundo intentaba sobrevivir a la gran guerra, las calles de Santiago, Valparaíso y Concepción vivía su propia y peculiar aventura. Aunque los medios los ignoraban, el boca a boca, el rumor que hace leyenda, hizo de nuestros héroes locales parte importante del folklore urbano de fines de la primera mitad del siglo XX. En Santiago, al Sereno no tardó en unírsele Ángel Rojo, al porteño Llorón comenzó a acompañarlo una siniestra mujer que se hacía llamar La Viuda, mientras las radios y los barrios de Concepción y Talcahuano decían ser protegidos por un musculoso gigante bautizado como Caupolicán. Fue este último quien marcó la pauta la atrapar a una banda completa de maleantes en el puerto de San Vicente, los que aparecieron una mañana golpeados y amarrados junto al botín robado y a una carta en la que la firma de Caupolicán, El Gran Toqui, declaraba ser el nuevo y fiel protector de la metrópolis penquista. El Diario El Sur de Concepción fue el primer medio importante en dedicarla el titular de primera página a un vigilante urbano local.
La historia oficial

El primer superhéroe oficial de Chile fue Ordenipatria. Y uno de los pocos ampliamente conocido por la masa. Aunque claro, jamás arriesgó su vida luchando contra malhechores y no fue más que la pantalla publicitaria con la que Carabineros de Chile festejó sus primeros veinte años de vida institucional. El 27 de Abril de 1947, ante la presencia del Presidente Gabriel González Videla, la policía uniformada se unió a la moda de las capas y antifaces. Ordenipatria fue el supercarabinero, la capa oficialista de las fuerzas de orden y seguridad. Un aviso publicitario andante, de carne y hueso. El absoluto guardián de la ley y la justicia en Chile, la primera obra maestra de la publicidad nacional. Por todo 1947, la imagen de Ordenipatria apareció en portadas de revistas, avisos en diarios y radioteatros a lo largo y ancho de la extensa geografía chilena. Se publicaron tiras cómicas en diarios e incluso se vendieron figuras articuladas del personaje, que fue encarnado por cinco suboficiales de Carabineros distintos. No era un superhéroe de verdad, pero simbolizaba todo el poder del mito que sucedía en las calles de las grandes ciudades chilenas. No era un real vigilante, pero si el único que se convirtió en estrella y símbolo sociocultural del Chile de mediados del siglo pasado. Su imagen hizo que la Escuela de Carabineros prácticamente duplicara el número de postulaciones. De paso se convirtió en símbolo absoluto de la llamada raza chilena, cuando en 1948, acompañó al Presidente González Videla en la fundación de la Base Bernardo O´Higgins, primer bastión de presencia nacional en el territorio Antártico.
Ordenipatria, el primero de los disfrazados que llevó este nombre, fue lo más parecido a Superman o al Capitán América que hemos tenido, pero también la primera piedra en el entierro de esta primera generación de vengadores callejeros nacionales, el final de nuestra privada Edad de Oro.
El 28 de noviembre de 1948 fue hallado bajo el Puente Pio Nono, a un costado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile el cadáver de Salvador Guillen Valdivieso, ingeniero de 40 años, soltero y figura bastante conocida de la socialité Santiaguina. Su cuerpo estaba mutilado, con más de 30 puñaladas, cortes profundos y estoques. Guillen Valdivieso vestía el disfraz de El Sereno. Aunque claro, de eso jamás se dijo nada hasta muchos años después. Por las mismas fechas el llamado Ángel Rojo también desapareció de escena. Al igual que Caupolicán, en Concepción, cuya última acción documentada apunta al 3 de marzo de 1947. La Viuda y el Llorón fueron los que más estiraron su cruzada, existiendo referencias de apariciones de los siniestros vigilantes porteños hasta bien entrada la década de los cincuenta.