1899

EL RUMOR SURGIÓ junto al primer atentado. Que se trataba de peruanos, supervivientes de la guerra, huérfanos de la misma, deseosos de vengar lo que le hicimos a su país.
Marzo, 1899.
Peruanos vengativos, que me perdonen, pero la sóla idea me causa risa. En persona contemplé el horror en el rostro de nuestros derrotados vecinos, sentí el miedo que cualquier idea relacionada con Chile les causa y estoy más que seguro que pasará bastante tiempo antes de que un peruano (o un boliviano o cualquier ciudadano de otro país latinoamericano) se atreva a poner un pie dentro de nuestras fronteras. Todos saben lo que somos capaces de hacer. Yo estuve cuando lo demostramos. Segundo miércoles de noviembre de 1880, el día que nos ordenaron parar la guerra. Estaba a bordo del Santiago, sobrevolando la costa peruana, deslizándonos entre las nubes mañaneras hacia los cielos de la bella Lima. Prat nos llevó más arriba que ningún otro monitor aéreo, fuera del alcance de cualquier batería, lejos de toda posible onda de choque. Los libros de historia saben lo que llevábamos a bordo. El Santiago volaba prácticamente desarmado, alivianado su peso para portar un cilindro metálico de cinco metros de largo y tonelada y media de metahulla líquida con detonador de altura. A las nueve y treinta de la mañana, entre humos de cañones lo soltamos. La bomba se desplomó veloz sobre el centro de la ciudad, hasta que cincuenta metros antes de golpear el suelo detonó…
Lo primero fueron dos soles a media mañana. Lo último, una columna de humo en forma de hongo que se elevó hasta lo más alto de nuestro campo de visión. Lima desapareció para siempre.
-Usted no puede pasar-, me cerró el paso un sujeto uniformado, encargado de la cerca que sus colegas improvisaron alrededor del área del río Traiguén, donde anoche desplomaron el aerocarril.
-Inspector Uribe, de la metropolitana de Nueva Arauco-, le respondí mientras le mostraba mi identificación.
-Disculpe señor, adelante. ¿Necesita que lo acompañe?
-Por favor.
Tras mío, la manga de curiosos seguían culpando a los peruanos. Seguí al uniformado hasta la parte más elevada de la colina, cercana a la ciudad de Victoria, desde donde se apreciaba la cabalidad del desastre. Ambas vías del aerocarril, sobre el puente del río Traiguén, habían sido voladas en pedazos. Los carros del convoy de media noche todavía humeaban junto a la ribera. No necesitaba preguntar por el número de heridos y muertos, el insomnio me dio tiempo para memorizar las cifras.
Era el séptimo atentado en lo que iba del mes. Primero la torre más alta de la refinería de Lebu, luego las oficinas de Metaoil en Santiago, una aeronave civil de la Línea Nacional, uno de los vapores de la Compañía, el prototipo de transporte individual de Carlos Dupont, el laboratorio de tecnología médica de la Universidad de Chile y ahora un tramo de la vía sur del aerocarril. Dos cosas en común, todos instancias claves de la revolución industrial metahullana, todas causadas por explosiones del mismo mineral. Nada de bombas ni artilugios, simplemente metahulla en su estado más puro hecha estallar. Quien fuera que estuviese detrás sabía lo que estaba haciendo.
Y no eran peruanos.
-Inspector Uribe-, me saludó un oficial, que de inmediato se identificó como capitán Bonilla-, nos avisaron que venía.
-¿Alguna novedad?
-Ninguna. Fue igual que en los otros casos. Estos desgraciados son expertos. Detonaron las vías justo cuando el expreso estaba a punto de llegar a la estación. Hijos de puta. ¿Supo que murieron niños?
-Lo supe.
-¿Cree que son peruanos?
-No lo sé capitán, no lo sé.
-Tropa de mal nacidos. ¿Se siente bien, inspector?
-Por qué me lo pregunta.
Aerocarriles del Estado podía leerse en los abollados metales del tren.
-Por su cara-, siguió Bonilla. –Con perdón, pero es como si usted hubiese estado en el aerocarril.
-No es nada, sólo dormí mal.
-Lo imagino, con la noche que tuvimos.
No puede imaginarlo. Nadie puede. Desde la guerra todas mis noches son iguales. Pesadillas y sueños, unos detrás de otros, caras de hombres, mujeres y niños que nunca he conocido. Todas no hacen más que recordarme que yo estuve allí, que yo vi cuando Prat soltó la bomba.
-¿Capitán Bonilla?-, pregunté.
-Mandé.
-Alguno de sus hombres podrá ayudarme con lo del informe.
-No faltaba más.
-Se lo agradezco.
Un tal Contreras me acompañó toda la tarde.

NADIE PARECE recordar cuando esta ciudad se llamaba Concepción y ocupaba un par de hectáreas poco más al norte de la desembocadura del Biobío, sobre el Océano Pacífico. Un pueblo chico, cubierto de hollines y fetidez de harina de pescado que desapareció completamente a fines de 1877, cuando pocos kilómetros más al sur, uno de los yacimientos carboníferos del golfo de Arauco voló por los aires cambiando la geografía de la zona para siempre. También nuestra historia reciente. Murió mucha gente, es verdad, pero fue el precio que pagamos por saltarnos cien años de avances. Aquel estallido nos hizo descubrir la verde y radiante riqueza que se extendía bajo los yacimientos de carbón, la perenne energía de la metahulla. Tres décadas después, todo fue distinto a como debería haber sido. Concepción dejó de ser Concepción y bajo su nueva identidad, Nueva Arauco, ha pasado los últimos diez años rivalizando con Santiago por conducir los destinos de este país. Y no son pocos los que han augurado la victoria en las calles de la llamada capital de la metahulla, mal que mal mientras el viejo Santiago se ahoga en cinturones de pobreza, esta urbe no hace más que relucir día a día su magnificencia al mundo entero.
Mientras el elevador ascendía por un costado del edificio del gobierno provincial, aproveché la cubierta transparente para contemplar el movimiento de los puertos. Buques gigantes, con cientos de cubos metahullanos sobre cubierta, hacían fila ante los brazos y tuberías de las refinerías de la bahía de San Vicente. Más cerca, el cielo se sentía copado de aeronaves ruidosas mientras pocas cuadras al sur la cúpula cromada de la estación central reflejaba el sol de media tarde, dominando gran parte de la escena. Las líneas brillantes del aerocarril hacia el norte, centro y sur del país atravesaban torres y edificios, como extensiones de un organismo viviente. Un expreso de cuatro vagones se acercó al domo, zumbando como una serpiente colgante, meciéndose de los puentes hasta perderse en la pulposa entrada de la terminal. Vi trenes entrar y salir, mientras recordaba los fierros retorcidos y humeantes del atentado de ayer.
En el nivel cincuenta se emplazaban las oficinas de la policía metropolitana. Saludé a las secretarias y sin entretenerme mucho caminé directo al privado del comisionado Rebolledo, un amplio despacho en el ala sur del piso. La oficina tenía una pared entera conformada por un ventanal y su vista era imposible. Adoro los panorámicos, me hacen sentir libre, me distraen de la realidad.
Ayer en la tarde le envié a Rebolledo un telelocal con el detalle de las conclusiones de mi investigación. Hoy temprano me devolvió el mensaje. Escribió que quería hablar conmigo, que regresara lo antes posible a la ciudad.
-Asiento Uribe-, me dijo apenas ingresó a su privado.
Le agradecí con un movimiento de cabeza.
-¿Recibió el informé?
-Después discutiremos sobre eso. ¿Café?
-Por favor.
-Sin rodeos, inspector-, continuó mientras me servía una taza humeante de café colombiano. Su hermano lo exportaba desde hacía ya varios años. -¿Usted estuvo en el bombardeo a Lima, cierto?
-Cierto.
Detesto cuando preguntan lo que saben.
-Entonces conoce al almirante Prat.
-Tenía entendido que se retiró hace dos años.
-¿Lo conoce?
-Era el capitán del monitor Santiago, cuando bombardeamos la capital peruana. Yo era uno de sus subalternos.
-¿Qué clase de relación mantuvo con él?
-¿Tiene esto que ver con los atentados?
-Por favor, conteste.
Rebolledo le dio un sorbo ruidoso a su café, con la mirada insistió en la pregunta. A un lado de la mesa habían instalado un modelo a escala de una de las aeronaves de la policía. Reconocí el número de la unidad: la 02. Los muchachos la apodan “el choclo” por razones obvias. He volado un par de veces en ella, no trabajo en la división de vuelo nocturno, pero conozco a algunos pilotos y ellos saben que amo las alturas. A veces me invitan
-Mi relación con Prat-, repetí. –Nada muy directa, comisario. Yo no era de sus más cercanos, no venía de su tripulación anterior. Además mi misión era ser enlace de inteligencia, nunca cruzamos más que un par de palabras. ¿Por qué me lo pregunta?
-El pidió hablar con usted, inspector
-¿Prat?
-Si, Prat. Cuando supo que formaba parte de la unidad que investiga los atentados, pidió hablar personalmente con usted.
-Aun no entiendo, pensé que discutiríamos sobre mi informe.
-No creo que haya mucho que discutir. Con su perdón, inspector, pero ambos sabemos que su informe no pasa de ser un trámite burocrático. Mire, el almirante Prat dice tener una pista acerca de lo que en verdad está sucediendo y quiere hablar con usted. Es un héroe de guerra, una vaca sagrada para los políticos. Yo también tengo jefes y ellos quieren que lo escuchemos… No tengo que recordarle que tenemos la soga en el cuello con lo de las bombas. Hay gente allá arriba que duda de nuestra labor policial. De la mía, la suya y la de sus compañeros.
-Comisionado, usted sabe lo que dicen de Prat.
-Que está loco… Quien sabe, quizás nosotros también lo estemos. A propósito, ayer hablé con nuestro psiquiatra, me contó lo de sus pesadillas. ¿Sigue durmiendo mal?
Fue un buen golpe.
-No señor-, le mentí, -ya estoy más tranquilo.
-Me alegro. Mire inspector Uribe, pase lo que pase, el viejo Prat pesa y pesa harto. No me pregunte más, sólo agarre sus y tome un aerocarril a Santiago. Prat va a estar esperándolo en su residencia particular.
-¿Tiene la dirección?
-Pidió que apenas llegara a Santiago le enviara un telelocal.
-¿Tiene entonces el código?
El viejo hizo una larga pausa. No me había dicho todo.
-Se lo entregué a su compañera.
-¿Qué compañera?
Williams Rebolledo bajó la mirada. No necesitaba nada más.
-Usted sabe que no trabajo con números.
-Ginebra es una buena policía.
-Buena policía, ni siquiera es humana.
-Prat pidió que lo acompañara un número femenino. Hizo especial hincapié en ello.
-¿Qué está sucediendo, señor?
El jefe de la policía metropolitana levantó sus hombros.
-Lo entiendo Uribe. A mi tampoco me gustaban los números, pero aprendí a aceptarlos. Ya hablé con ella, tiene los datos del código de Prat y su pasaje. Me dijo que le avisara que hoy en la noche se encontraban en la estación.
Miré la hora. Las cinco de la tarde. Ya era de noche.

El Monstruo

El Monstruo-nombre que perduró en la memoria de la ciudad-era un cefalópodo tentacular con capacidad de generar campos de energía negativa. Su primera incursión conocida data de 1966, cuando emergió desde la laguna del parque O´higgins, lo que hizo suponer que era un anfibio poco adaptado a la vida terrestre. Nunca se olvidará su cuerpo elipsoide cubierto por una capa gelatinosa de batracios en estado larval, ni el sonido de su grito, que fue escuchado incluso en Melipilla.

Su segunda incursión, en 1978, es una de las más recordadas, al ser la del ataque al parque de entretenciones Fantasilandia, recién inaugurado. Se cree que se sintió amenazado por la figura del Pulpo mecánico, una de sus atracciones más llamativas y que destruyó por completo, matando a más de treinta personas antes de volver a sumergirse en la laguna, la que a partir de ese día estuvo clausurada y con vigilancia policial. El alcalde Mekis sugirió el traslado de Fantasilandia a terrenos más seguros, pero su propuesta fue ignorada. Tres años mas tarde, El Monstruo atacó de nuevo, pero

Esta vez irrumpiendo por los túneles de la línea Dos del metro. Resultado, un promedio de doscientos muertos, y millones de pesos en pérdidas. Buzos tácticos del GOPE se sumergieron en la laguna del parque, con el propósito de colocar explosivos en la guarida del Monstruo. A los 5 metros la visibilidad era nula, y la profundidad de los conductos naturales encontrados fue simplemente imposible de medir. Los explosivos se hicieron estallar prematuramente, matando a un par de patos silvestres y a un curioso que se acercó demasiado.

En la próxima década, El Monstruo atacaría constantemente. Se elucubraron cientos de teorías que intentaban explicar el fenómeno, ninguna de ellas convincentes y la mayoría ininteligibles. Santiago empezó a acostumbrarse y a tolerar la pálida figura y los tentáculos con ventosas dentadas del cefalópodo gigante, que terminó siendo aceptada definitivamente después que atacara al móvil de un canal de TV, en el cual resultó muerto el conocido Profesor Rossa, una de las figuras mas detestadas de la farándula santiaguina.

El Monstruo se enfrentaría en numerosas ocasiones a Gojira, a Motrah y a otras criaturas resultantes de la carrera nuclear de la región.

imagen: Fotografía Polaroid de la primera salida del Monstruo, 1966.

Gaspar, mi perro

Gaspar, mi perro, se mueve soñoliento hacia mí cuando me ve. Estoy en el cambio de guardia y sabe que le traigo su colación nocturna. Sáez me dice que no se siente muy bien y que si sigue así habrá que llevarlo al veterinario. Ya hicimos la colecta y nos pusimos todos, solo faltó el sargento Humeres que nunca le ha tenido gran cariño. Mueve la cola y aprieta el paso en la noche hasta que alcanza su plato.


Gaspar apareció hace un par de años, igualmente crecido como ahora y de raza indefinida. Eso fue para la inauguración de la Plaza del Nuevo Ciudadano y decidió quedarse. Total, es un sitio amplio y lleno de esquinas donde un perro se puede meter en invierno y correr en primavera. Antes había aquí un centro de convenciones que con el tiempo se volvió obsoleto y costoso, así que lo demolieron y construyeron un centro cultural debajo. No tocaron el edificio de la Secretaría de la Cultura.

Yo llevo más años que el perro. He visto dos gobiernos y soy afortunado de tener esta destinación tan piola. Tengo traje de gala, regular y de invierno. Por acá he saludado a Allende, Frei, Altamirano, todos expresidentes. Una vez vino el viejo Lawner antes de morirse y le di un apretón de manos. Me conversó que para él fue como esperar un hijo inmenso, de concreto y acero hecho por mil chilenos en una época que fue el canto de cisne de las ideas.

Gaspar es amistoso y sumiso, pero celoso de su territorio. Tal vez eso explique que los otros perros solo pasen por la vereda de la Alameda y no ingresen en la explanada. Siempre lo veo recorriendo o recibiendo la palmadita de una gringa con la cola entre las piernas, siempre oliscando de lejos los extraños. La verdad es que el perro es desconfiado y solo se da con las guardias. De hecho, Gaspar no duerme, dormita.

Hay veces en que no aparece por dos o tres días. Las primeras nos volvimos loco buscándolo y hasta nos fuimos de franco para ver en las calles si lo veíamos en medio de una leva. Ni por Villavicencio ni José Victorino Lastarria. Llegábamos hasta el Parque Forestal o el Santa Lucía. Hasta creamos una red de apoyo con los vecinos de alrededor del Gabriela Mistral. Nada; al perro se lo traga la tierra. Cuando estamos por desesperar –porque es como un juego, el primero que desespera pierde-, aparece y siempre soy yo el que lo divisa primero. Siempre del lado este, siempre en mi guardia, siempre a las cuatro de la mañana. Machucado, flaco, con mal ánimo, me alcanza y se echa sobre mis botas. Se queda quieto y yo sin poder abrazarlo le digo palabras reconfortantes y le cuento lo que se ha perdido en esos días. Llega la mañana y el cambio de guardia, la noticia es general. Me voy a la casa contento a dormir.

Nunca he ido abajo, al centro cultural. Como que no se me da. Pero a Gaspar sí, aunque no entienda nada en el Museo de la Solidaridad. Debe ser el único perro en Chile al que le permiten pasearse por el centro cultural y echarse debajo de una pintura. Eso de sus desapariciones, me obsesionó en algún momento. Verlo siempre llegar por el mismo lado me llevó a una exclusa cerrada, perpendicular al suelo. En ese momento no pude sacar ninguna conclusión, pero luego me enteré que la exclusa funcionaría como desagüe y a último momento decidieron alterar el plano de aguaslluvias y clausurarla. Seguramente lleva a otra parte del complejo igualmente poco interesante y no hay ninguna conexión con Gaspar.

La última vez, el perro se perdió diez días. Desapareció el 5 de marzo de 2006. Como siempre, fuimos a buscarlo. Nos comenzamos a quedar mudos al sexto. Hasta a Humeres se le reblandeció el corazón y le daba grima vernos a todos en ese estado, y terminó donando cinco mil pesos para el fondo. Fui el último que perdió la ilusión y lo esperé todas esas noches mirando hacia la exclusa del este, a las cuatro de la madrugada. El día octavo comencé a aceptar la idea de que Gaspar no iba a volver. Me lo imaginé muerto al borde de la calle o en la perrera. El día noveno nos conseguimos que el trompeta se pegara un pique a la guardia de la noche. Usé mi traje de gala. Nos formamos todos y presentamos armas en el más completo silencio. Rompimos filas y me juré que no iba a volver a hablar sobre el asunto. A las cuatro de la madrugada del décimo día, Gaspar apareció por el este. Había mucha niebla pero tenía la vista fija en la exclusa. La sensación más clara es que la “atravesó” en un tufo de nube. Corrió espantado hacia mí, la cola entre las piernas. Yo también corrí, y cuando me vieron los otros hubo una estampida general y Humeres se volvió loco gritándonos. Estábamos más allá de eso. Nos juntamos en medio de la explanada y todo era un caos de órdenes y contraórdenes. Yo me preocupé únicamente de revisarlo y palparlo. Olía a humo y cenizas, una parte del lomo estaba chamuscada pero no parecía herido; tenía una mirada huidiza y después hundió la cabeza en mi pecho. No podía estar seguro de nada. Alguien se sacó la chaqueta de servicio y lo arropamos, corrimos con él hasta una clínica veterinario. Humeres nos siguió haciéndose el enojado. El médico de turno dijo que, aparte de las quemaduras, estaba bien, con un poco de inflamación en las vías respiratorias, y que ahora lo único que necesitaba era mucho descanso. Nos preguntó si lo habíamos rescatado de un incendio. “No”. Era más complicado que eso. Me lo llevé a la casa un par de días. La noche siguiente me acerqué a la exclusa y le di un par de patadas de prueba y parecía tan sólida como siempre. No había marcas nuevas, nada. Cuando la toqué estaba caliente.

Gaspar no ha vuelto a hacer su magnífico acto de desaparición. Lo que hacía cuando no estaba parecía darle un equilibrio. Me engaño diciendo que quizás es solo añorar a alguna perra, pero diría que se nota más triste. Dos veces lo he pillado raspando con la pata delantera la exclusa. Insiste por largos minutos. Luego me va a buscar y con una típica mirada de perro callejero se pone a gemir. Me apoyo en una rodilla y le tomo la cabeza. Le pregunto “¿qué?” y me hundo en esos ojos tratando de entender. Pero no puedo. Se echa sobre mis botas y el resto de la noche dormita. ¿Qué busca, qué? ¿El aire frío del otoño le hace daño, tan viejo puede estar? Busca volver a un sitio con sol, podría ser que sea hora que me lo lleve a la casa. Y Gaspar dormita, ¿sueña que abre una puerta hacia al verano?

Mi perro Gaspar atraviesa el sueño en estado de vigilia.

Eternauta

(Reuters) 1 de octubre 1973. Siguiendo los pasos de San Martín, el creador de El Eternauta y militante de la guerrilla Montoneros, H.G. Oesterheld, cruzó la cordillera el jueves pasado liderando un ejército de eternautas armados —con sus antifaces acuáticos y tanques de oxígeno— para unirse a sus hermanos de la resistencia chilena. Ni bien supo de la invasión de los mecanoides militares (el pasado 11 de septiembre), juntó su ejército y avanzó hacia Santiago para luchar contra los androides.
Esta mañana la resistencia comunicó que el héroe guerrillero fue capturado por los mecanoides. Sus seguidores guardan silencio. Entienden que no volverá.
El genio ha desaparecido en la eternidad. La lucha sigue.

Operativo en clínica pirata

En una clínica clandestina de la comuna de Cerro Navia fueron arrestados los clones de conocidas figuras de la televisión, que se aprestaban a cometer diversos ilícitos, como suplantación de identidad y estafas con documentos públicos adulterados. Entre los arrestados se encuentran clones de Rafael Araneda, Felipe Camiroaga y Mario Kreutzberger, evidenciando la popularidad de estas estrellas, que los ha convertido en la “novedad del año” en materia de clonaciones piratas. Canales de televisión, radios y otros medios ya han interpuesto las querellas correspondientes contra las personas que resulten responsables del grave atentado a la dignidad y credibilidad del artista verdadero, según señaló un abogado de TVN.

En el operativo se detuvo además a un sujeto que aseguraba ser un clon de José Alfredo Fuentes, cantante. Al comprobarse que no existía tal artista, se le dejó en libertad.

Diario La Tercera, Noviembre de 2006

El Dia S


11 de junio de 1993.

El Ministerio del Interior, en conferencia de prensa ofrecida esta mañana, declaró haber finalizado exitosamente el proyecto «Memoria Nacional». Esta iniciativa, conocida hasta hace un año atrás como «Proyecto Tironi», busca intervenir la memoria colectiva y operar cambios de conducta y motivación a través de la modificación de recuerdos y situaciones traumáticas.
El Ministro Fernando Flores, entregó un completo cronograma acerca del Día S. Programado para el próximo 18 de septiembre, será el momento en que la historia del país será reorganizada en pequeños y grandes aspectos. Por ejemplo, luego de ese día nadie recordará el atentado en avioneta contra la Torre Santa María, ejecutado por extremistas peruanos anexionistas; nadie recordará a Eugenio Marticorena, líder espiritual del país e hijo bienamado de la patria, asesinado por su propio hijo luego de encontrarlo abusando de su hija de 7 años; todos recordarán haber perdido ese partido contra Brasil que nos dejó fuera del Mundial y suspendidos para el siguiente, para no tener que recordar el fatal accidente aéreo que nos dejó sin una generación completa de los más finos futbolistas, incluído Martín Cáceres, el portentoso delantero ariqueño y estrella del Manchester United; y por supuesto, nadie recordará el fallido intento de golpe militar contra la naciente República Nacionalista, el 8 de agosto de 1963, llevado adelante por el coronel Bachelet y el Capitán Schneider, que tanta división y desastre social trajo a nuestro país. En cambio, todos recordaremos otro Golpe, aún no revelado por las autoridades, que será situado en el año 1973. Los nombres de los involucrados no han sido dados a la luz para evitar atentados contra el proyecto, este Golpe es clave en el futuro desarrollo de los eventos a cambiar y fue la única solución que encontró la Comisión para dar un salto drástico en los eventos.
La lista de nuevos roles para personas claves en el cambio está custodiada bajo siete llaves en el ministerio del interior, aunque ya se han levantado voces denunciando corrupción y coimas para conseguir roles relevantes. Emblemático ha sido el caso de Miguel Enríquez, oscuro empleado de la Fiscalía, que habría pagado fuertes sumas para ser recordado como un mártir de la lucha contra la inexistente dictadura del general Pinochet (hecho necesario, según los ingenieros de la historia, para construir el Chile que queremos para el 2010). Los rumores también apuntan a supuestos castigos encubiertos aplicados a opositores al régimen, destinaciones humillantes y cargos intrascendentes para grandes estadistas, por ejemplo, el gran presidente de la Democracia Cristiana, Mario Kreutzberger, sería destinado a un programa de bailes en Televisión aún por definir.
El ejército de Chile, en coordinación con el ministerio y la comisión interdisciplinaria «Dia S», confirmaron que toda la producción estará lista para el dia convenido. La Comisión ha trabajado durante los últimos 25 años fabricando cada elemento necesario para dar coherencia al cambio. Se han fabricado millones de fotografías, accidentes de terreno, monumentos y archivos de periódicos, se han levantado pueblos completos para justificar el nacimiento de un único niño, se han destruido ciudades completas para mantener en pie un árbol determinante para algún evento menor, a la vez que se ha destruido numerosa evidencia de hechos cuestionados por la propia comisión («purgados», dice el ministerio).
Durante el día de mañana, una comitiva secreta se dirigirá al cerro San Cristóbal para enterrar bajo toneladas de concreto, una cápsula con la auténtica historia de Chile. Está programada para emitir una señal de radio, con un mensaje en clave, en exactamente 100 años a partir del día S.
Para hoy en la tarde están programadas las primeras manifestaciones en contra de la iniciativa, aunque de más está decir que ésta cuenta con la aprobación de una mayoría aplastante de ciudadanos que prefieren «olvidar el pasado, para construir un mejor mañana», como reza el slogan del proyecto.
Todo está preparado. El próximo 18 de septiembre de 1993, a las 11:59 PM, entraremos al 18 de septiembre de 1991 y al inicio de una nueva etapa en la construcción de «Chile:2010», el más ambicioso proyecto que Estados Unidos ha desarrollado para la región en los últimos 100 años.

AP(Reuteres)

Matiné

Hace cuatro días supe algo. Lo leí en un foro. Es algo que nos ocurrió… a todos. No está en nuestras memorias. Pasó hace casi tres semanas; el 31 de octubre. Vimos una película. Todos. No sé dónde, pero la vimos. Tampoco sé qué película era. No sé qué significa esto. Supe que la cinta quedó grabada en nosotros… como una suerte de registro inconsciente. A veces me duele la cabeza. Los días pasaron y nadie supo nada… hasta hace cuatro días.
El post del foro decía:
Si deseas saber, cierra los ojos. ahora espera… espera… paciencia… lo verás.
Esa noche lo hice.
Esperé. Primero nada. De a poco una silueta. Inmediatamente, el rectángulo de una pantalla de cine. Después… un vacío en mi pecho…
Repito. No sé qué significa. Ayer el doctor me dijo que tengo un cálculo. Hoy lloré seis veces, no entiendo por qué. Escribo esto por necesidad… y para que también sepan.

Spam recibido esta mañana y derivado a mi Junkmail.

Doppelgänger

En octubre de 1984 se realizó la detonación inaugural. Sería la primera de una serie de mini-explosiones nucleares que, según el plan del Gobierno Militar, lograría solucionar el problema del smog en Santiago. El objetivo del proyecto era crear un ‘corredor’ cordillerano para lograr así la ventilación del aire urbano. Para obtener semejante resultado, se gestó la eliminación completa de una montaña (el cerro San Ramón). La última detonación tronó el 17 de octubre de 1986.
Cuando se asentó el polvo, un ingeniero estatal exploró las profundidades del cráter, en él descubrió un túnel; reconoció que la abertura no era una formación natural. El gobierno ordenó que se explorara el interior de lo que yacía ‘debajo de la montaña’. Lo que encontraron era inquietante… inexplicable. En su interior había una cavidad enrome, y en ella había una ciudad; un hecho insólito, sin embrago, lo que realmente desconcertó a los exploradores fue otra cosa. Esta ciudad húmeda y oscura era una réplica exacta de Santiago, habitada por una población-espejo; o sea cada individuo de la ciudad subterránea tenía un doble en la superficie. La única diferencia era la pigmentación y la estatura. Los habitantes de la metrópolis ‘bajo la montaña’ eran pálidos, casi transparentes, ciegos y de una estatura más baja que los ciudadanos del exterior.
Incapaces de entender semejante descubrimiento, el Estado hizo lo único que sabía hacer ante lo desconocido —enterraron la evidencia (literalmente). Entre 1986-87 se ‘reedificó’ la montaña y se abandonó el plan de descontaminación urbana.
Existen rumores de que uno de los exploradores logró extraer un documento histórico del pueblo ‘debajo de la montaña’. Se dice que el registro afirma que esta gente subterránea había fundado su ciudad ocho días antes de que se fundara la nuestra. Ahora bien, valdría la pena hacernos la siguiente pregunta, ¿no seremos nosotros los simulacros de ellos y no viceversa?

Texto impreso en el interior de una tarjeta vendida en Village (sucursal Apumanque). Se titulada Bodas de Plata: ¡Que la felicidad dure muchos años más!.

Samurai

No es tan cierto aquello de que al guerrero lo hace su concentración y el dominio que pueda llegar a tener sobre sus propias emociones. Aunque sí hay una gran cuota de la más hermosa sabiduría tras aquel criterio, lo más relevante es su dominio de la katana, y, bajo este parámetro, aquél se trataba del mejor de los guerreros que jamás haya pisado la tierra de Chile −sin que esto desmereciera, en caso alguno, su respeto constante hacia los dogmas del bushido−, y es que la docilidad de sus movimientos con el arma era tan grandiosa que se dudaba si era la espada la prolongación del brazo furioso del guerrero, o si éste no era más que una ilusión creada por la colosal katana. Desde su incorporación al Ejército Samurai de la República de Chile en 1811, había desarrollado una carrera sorprendente que lo había posicionado en pocos años a la cabeza como shogun del ejército, habiendo llevado a cabo ciento seis decapitaciones, todas ellas con sólo un movimiento de su brazo. Pero todo sería en vano ante el nuevo imperio y su dictamen de abolición del Ejército Samurai.
Manuel Rodríguez, el Guerrero, abandonó su uniforme y cumplió un par de años de destierro en Mendoza ­–tierra cercana y distante en donde redimió el calvario del desastre de Rancagua que casi le costó la vida, su ideal y el honor, además de valerle el rostro, el cual fue deformado por el fuego, obligándole a usar una máscara de fibra blanca por el resto de sus días–, lugar que le permitió desarrollarse bajo el riguroso entrenamiento del maestro samurai José de San Martín, quien se encontraba junto a su propio ejército de samuráis clandestinos. El anhelo de conseguir la independencia de su Nación, ocupada por tropas del Imperio de España, no dejó de circular en ningún momento por su cabeza. Manuel Rodríguez sueña libertad y venganza y así lo supo su maestro al momento de sentarse, con las piernas cruzadas, a su lado, mientras el Guerrero mordía una manzana.
–Ha llegado el momento ­­–dijo–. Hoy acaba tu entrenamiento y comienza tu misión. Apenas la luna se deje observar en lo alto del cielo, partirás de regreso a Chile. Allí nos comunicarás el número de tropas españolas y el grosor de sus armas, difundirás el desconcierto entre las tropas imperiales y fomentarás el espíritu de la independencia entre las gentes de noble corazón.
Al despedirse, el maestro San Martín entregó al Guerrero el último de los peldaños de su entrenamiento: la pócima roja, la cual había aprendido a utilizar a la perfección, cada dosis, cada efecto. Éste la recibió, juntó sus manos y se inclinó a modo de despedida. Así, emprendió el largo camino de regreso a su Nación.
En una ocasión –ya establecido en Chile y llevando a cabo su misión– Manuel Rodríguez, el Guerrero, cruzaba los campos montado a su equino por el camino Los Rastrojos, junto a José Eulogio Celis –un samurai chileno que se unió a su camino y creyó en Manuel Rodriguez como en un canto divino–, cuando fueron puestos en alerta de la cercanía de Los Talaveras ­–el más nefasto de los clanes al servicio del Imperio–. Veloz como solía ser, el Guerrero pidió a su aliado Celis que bebiera una dosis de la pócima que éste le ofrecía –la sagrada pócima roja–, y aunque al principio parecía como si sólo hubiese bebido orinas y sangre, en un par de segundos su cuerpo empezó a mutar en el de una mujer. Más desconcertado que atento, José Eulogio Celis enfrentó por su cuenta a Los Talavaras quienes, al ver sus delicadas formas, quisieron abusar de la supuesta mujer. Celis, desconociendo las nuevas dimensiones de su cuerpo, no logró conectar ningún movimiento marcial, equivocó sus patadas, falló en la altura de sus saltos y piruetas voladoras y terminó perdiendo su katana entre las risas de Los Talaveras. Manuel Rodríguez, quien había planeado todo para distracción de los imperialistas, escondido tras unos arbustos, bebió, ahora él, apenas un breve sorbo de la pócima que alguna vez le entregó su maestro y, en apenas el tiempo que toma parpadear, salió de su escondite convertido en un ágil cóndor que cayó desde lo alto en picada sobre los rostros de los realistas. Arrancó algunos ojos, a otros les picoteó la cara a tal punto que era posible ver sus osamentas. Sólo dos talaveras quedaron libres de su sangriento ataque y se disponían a escapar cuando Manuel Rodríguez, ahora convertido en un gigante de fuego los abrasó mediante sendos golpes con sus dos brazos en llamas, desde el cielo hasta tocar la tierra, dejándolos convertidos en cenizas de forma instantánea. Así los gritos ensordecedores de los Talaveras –con sus rostros deformes y a los que el Guerrero, ya vuelto a su forma original, recortó delicadamente los huesos, atravesando sus entrañas, como el final de una obra maestra, con su katana–­ dieron inicio, como una de las más horrorosas e insignes marchas militares, al camino a la independencia que el Guerrero y sus nuevas tropas recorrerían en la nación.
Es así como parte la leyenda de Manuel Rodríguez, el samurai de las mil caras.

Myxomatosis

Ayer cayó una turbina del cielo. Es hora. Hay algo que debes saber sobre la historia de tu ciudad. Santiago, tú metrópolis, existe solamente en un texto; este es un fragmento de dicho texto. Como decíamos, la capital es una creación gramatical, su sintaxis originó el 1 de octubre de 1988. Dicen que este texto fue redactado por un conejo gigante. En fin, lo que viene al caso es que tú, querido “lector”, piensas que en este momento estás leyendo ésta frase…
Date vuelta.
Fíjate bien.
Cuando hayas logrado ver, dinos… ¿cómo son las cosas ahí adentro?