Los Urbatectos

Los Urbatectos llegaron al país a fines de 1890. Se cree que eran alemanes, aunque hay sospechas fundadas de que venían de Rusia, huyendo del régimen zarista. No se conocen sus nombres, ni su número, aunque es verosímil pensar en tres o en nueve, diseminándose a lo largo y ancho de Chile en trabajos de medición topográfica, en cálculos que les permitieran trazar una nueva imagen del territorio nacional.

Santiago fue demolido en su totalidad en 1908, dos años antes del centenario de la república. Se construyó una nueva ciudad, más moderna, en el valle del Mapocho, a horcajadas de su torrente. Le seguirían otras ciudades, que fueron reubicadas, y otras que se edificaron de la nada, como Punta Arenas o Concepción. Estas ciudades se poblaban con un número preciso de habitantes, los cuales tenían tareas específicas que cumplir, ya fuera como oficinistas, dueñas de casa o carteros. Estos habitantes era gente que se traía de otras urbes, si bien no se sabe cual era el método de su selección.

No se conoce con exactitud el número de ciudades creadas por los urbatectos, ni se han logrado descifrar sus motivaciones. Baste saber que aún están entre nosotros, planificando el mapa definitivo del territorio chileno.

1899 (continuación)

NADIE PARECE recordar cuando esta ciudad se llamaba Concepción y ocupaba un par de hectáreas poco más al norte de la desembocadura del Biobío, sobre el Océano Pacífico. Un pueblo chico, cubierto de hollines y fetidez de harina de pescado que desapareció completamente a fines de 1877, cuando pocos kilómetros más al sur, uno de los yacimientos carboníferos del golfo de Arauco voló por los aires cambiando la geografía de la zona para siempre. También nuestra historia reciente. Murió mucha gente, es verdad, pero fue el precio que pagamos por saltarnos cien años de avances. Aquel estallido nos hizo descubrir la verde y radiante riqueza que se extendía bajo los yacimientos de carbón, la perenne energía de la metahulla. Tres décadas después, todo fue distinto a como debería haber sido. Concepción dejó de ser Concepción y bajo su nueva identidad, Nueva Arauco, ha pasado los últimos diez años rivalizando con Santiago por conducir los destinos de este país. Y no son pocos los que han augurado la victoria en las calles de la llamada capital de la metahulla, mal que mal mientras el viejo Santiago se ahoga en cinturones de pobreza, esta urbe no hace más que relucir día a día su magnificencia al mundo entero.
Mientras el elevador ascendía por un costado del edificio del gobierno provincial, aproveché la cubierta transparente para contemplar el movimiento de los puertos. Buques gigantes, con cientos de cubos metahullanos sobre cubierta, hacían fila ante los brazos y tuberías de las refinerías de la bahía de San Vicente. Más cerca, el cielo se sentía copado de aeronaves ruidosas mientras pocas cuadras al sur la cúpula cromada de la estación central reflejaba el sol de media tarde, dominando gran parte de la escena. Las líneas brillantes del aerocarril hacia el norte, centro y sur del país atravesaban torres y edificios, como extensiones de un organismo viviente. Un expreso de cuatro vagones se acercó al domo, zumbando como una serpiente colgante, meciéndose de los puentes hasta perderse en la pulposa entrada de la terminal. Vi trenes entrar y salir, mientras recordaba los fierros retorcidos y humeantes del atentado de ayer.
En el nivel cincuenta se emplazaban las oficinas de la policía metropolitana. Saludé a las secretarias y sin entretenerme mucho caminé directo al privado del comisionado Rebolledo, un amplio despacho en el ala sur del piso. La oficina tenía una pared entera conformada por un ventanal y su vista era imposible. Adoro los panorámicos, me hacen sentir libre, me distraen de la realidad.
Ayer en la tarde le envié a Rebolledo un telelocal con el detalle de las conclusiones de mi investigación. Hoy temprano me devolvió el mensaje. Escribió que quería hablar conmigo, que regresara lo antes posible a la ciudad.
-Asiento Uribe-, me dijo apenas ingresó a su privado.
Le agradecí con un movimiento de cabeza.
-¿Recibió el informé?
-Después discutiremos sobre eso. ¿Café?
-Por favor.
-Sin rodeos, inspector-, continuó mientras me servía una taza humeante de café colombiano. Su hermano lo exportaba desde hacía ya varios años. -¿Usted estuvo en el bombardeo a Lima, cierto?
-Cierto.
Detesto cuando preguntan lo que saben.
-Entonces conoce al almirante Prat.
-Tenía entendido que se retiró hace dos años.
-¿Lo conoce?
-Era el capitán del monitor Santiago, cuando bombardeamos la capital peruana. Yo era uno de sus subalternos.
-¿Qué clase de relación mantuvo con él?
-¿Tiene esto que ver con los atentados?
-Por favor, conteste.
Rebolledo le dio un sorbo ruidoso a su café, con la mirada insistió en la pregunta. A un lado de la mesa habían instalado un modelo a escala de una de las aeronaves de la policía. Reconocí el número de la unidad: la 02. Los muchachos la apodan “el choclo” por razones obvias. He volado un par de veces en ella, no trabajo en la división de vuelo nocturno, pero conozco a algunos pilotos y ellos saben que amo las alturas. A veces me invitan
-Mi relación con Prat-, repetí. –Nada muy directa, comisario. Yo no era de sus más cercanos, no venía de su tripulación anterior. Además mi misión era ser enlace de inteligencia, nunca cruzamos más que un par de palabras. ¿Por qué me lo pregunta?
-El pidió hablar con usted, inspector
-¿Prat?
-Si, Prat. Cuando supo que formaba parte de la unidad que investiga los atentados, pidió hablar personalmente con usted.
-Aun no entiendo, pensé que discutiríamos sobre mi informe.
-No creo que haya mucho que discutir. Con su perdón, inspector, pero ambos sabemos que su informe no pasa de ser un trámite burocrático. Mire, el almirante Prat dice tener una pista acerca de lo que en verdad está sucediendo y quiere hablar con usted. Es un héroe de guerra, una vaca sagrada para los políticos. Yo también tengo jefes y ellos quieren que lo escuchemos… No tengo que recordarle que tenemos la soga en el cuello con lo de las bombas. Hay gente allá arriba que duda de nuestra labor policial. De la mía, la suya y la de sus compañeros.
-Comisionado, usted sabe lo que dicen de Prat.
-Que está loco… Quien sabe, quizás nosotros también lo estemos. A propósito, ayer hablé con nuestro psiquiatra, me contó lo de sus pesadillas. ¿Sigue durmiendo mal?
Fue un buen golpe.
-No señor-, le mentí, -ya estoy más tranquilo.
-Me alegro. Mire inspector Uribe, pase lo que pase, el viejo Prat pesa y pesa harto. No me pregunte más, sólo agarre sus y tome un aerocarril a Santiago. Prat va a estar esperándolo en su residencia particular.
-¿Tiene la dirección?
-Pidió que apenas llegara a Santiago le enviara un telelocal.
-¿Tiene entonces el código?
El viejo hizo una larga pausa. No me había dicho todo.
-Se lo entregué a su compañera.
-¿Qué compañera?
Williams Rebolledo bajó la mirada. No necesitaba nada más.
-Usted sabe que no trabajo con números.
-Ginebra es una buena policía.
-Buena policía, ni siquiera es humana.
-Prat pidió que lo acompañara un número femenino. Hizo especial hincapié en ello.
-¿Qué está sucediendo, señor?
El jefe de la policía metropolitana levantó sus hombros.
-Lo entiendo Uribe. A mi tampoco me gustaban los números, pero aprendí a aceptarlos. Ya hablé con ella, tiene los datos del código de Prat y su pasaje. Me dijo que le avisara que hoy en la noche se encontraban en la estación.
Miré la hora. Las cinco de la tarde. Ya era de noche.

Tractatus Zone (Episode 3)

Los expedientes del caso afirman que Serling y Wittgenstein ignoraban que el gobierno militar utilizaría su invención para fines siniestros. Todo comenzó en octubre de 1974. Fueron contactados en Villarrica por un sujeto misterioso que decía ser un físico de la UC y que había oído hablar de las hazañas del dúo. Les planteó la realización de un concepto extraño; un espacio dimensionalmente distinto al nuestro. ¿El por qué?… eso se supo mucho después.
Serling fue el primero en entusiasmarse, mencionó un viejo capítulo de The Twilight Zone en el cual unos viajeros quedaban atrapados en un espacio infinito. Wittgenstein fue el que propuso una cinta de Moebius. Esta cinta matemática es un sistema topológico autorreferente, una anomalía geométrica que transforma un espacio euclidiano en un espacio enigmático, irracional e infinito. Dentro de su espacio existe un nodo inescapable y el proceso autorreferente del nodo hace que el espacio en cuestión tome parte de una infinita regresión y progresión. Este aspecto indica que el sistema, más allá de su comportamiento, es fundamentalmente inanalizable por virtud de la paradoja de Russell [1]. Puesto así, el sujeto solamente puede racionalizar el concepto de semejante topología infinita por medio de una representación que aparenta tener parámetros finitos. Este sería el caso para el individuo que detecta la anomalía desde una ubicación externa de la cinta de Moebius; para éste no ocurre nada fuera de lo común dado que se ha desligado la distinción temporal entre lo interior y lo exterior de su sistema. En cambio, aquel que se encuentre dentro del sistema, habita una topología que se reitera como una grabación doble-opuesta ad infinitum; o sea una suerte de déjà vu espaciotemporal de naturaleza quiasmática.
Ocho meses después, el hombre misterioso los llevó a una propiedad aislada y desértica a unos kilómetros de la Cordillera de la Costa. Les explicó que el plan de la cinta matemática se iba a realizar y que en ese mismo territorio recluido se iba a construir una carretera Moebius. Una autopista desligada de la dimensionalidad y temporalidad cotidiana… una carretera en la que cualquier motorista o pasajero pudiera desaparecer… avanzando infinitamente sin darse cuenta del paso del tiempo ni del eterno retorno.
Octubre 1976. Aproximadamente trescientos disidentes políticos son subidos a media docena de buses estatales. Se dirigen hacia el oeste.

[1] La paradoja de Russell resultó como consecuencia de la experiencia de Bertrand Russell al escribir Principia Matemática y encontrarse con el dilema de la teoría de conjuntos de Georg Cantor. Por ejemplo: “consider a class of all classes that are not members of themselves. Is this class a member of itself? If it is, then it is not, and if it is not, then it is” (Blackburn 336)

El Evento

16 de octubre de 1988
Hace tres días se extinguió el sol. Nadie entiende por qué. Los expertos quedaron estupefactos. No debería haber pasado algo así por miles de millones de años… Desde el jueves, Santiago vive en la oscuridad. El primer día hubo pánico… anarquía. Murió mucha gente. Algunos conocidos. Y ahora… resignación. La temperatura sigue bajando. Nos queda poco… quiero fumar.

Call me Ishmael

La Reforma Semántica del ‘73 fue una de las medidas más insólitas e interesantes tomadas por el gobierno militar. Convencidos de que el pasado y todas sus instancias deberían pasar al olvido, se armó un equipo de lingüistas en octubre del mismo año. La historia los conocería como el grupo Doublespeak. La misión de estos académicos tenía como objetivo reformular el lenguaje del pueblo chileno, sin embargo, decidieron preservar el mismo alfabeto y vocabulario. El cambio se efectuaría en el nivel semántico del código; o sea, se seguirían empleando las palabras de siempre, pero cada una tendría un significado distinto. Ejemplo: el vocablo brazo dejaría de representar el apéndice anatómico y adoptaría el significado antiguo de la palabra arbusto, al igual que iguana por estornudo o sopa por testículo.
Una de las consecuencias más interesantes de esta metamorfosis semántica se presentó en la literatura. Esta lotería lingüística produjo un trueque accidental dentro del canon literario (que, por cierto, permanece solamente en la clandestinidad). Como es de esperar, cada texto y libro que se escribió pre-‘73 perdió su sentido original. El caso más notable lo hallamos en la obra cumbre del Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Después de la Reforma Semántica esta novela dejó de significar lo que una vez había sido; literalmente cada palabra de sus páginas pasó a representar otra cosa. Lo curioso es el producto de la casualidad; el texto cervantino, bajo el lente neo-lingüístico, se transformó en otro texto. Hoy, si recogieras una copia pre-reforma del Quijote y lo leyeras con la nueva semántica, lo que leerías no serían las aventuras del hidalgo, sino la obra maestra de Herman Melville, Moby Dick. En vez de descifrar y lamentar la muerte de Alonso de Quijano en las últimas escenas de la novela, serías conmovido por aquella escena poética desde la cima del mástil del Pequod… al hundirse el buque un halcón se acerca, Tashtego lo envuelve con la bandera antes de ser tragado por el océano.

-Bajo la nueva semántica, el texto que acabas de leer es, en realidad, un panfleto de Lan Chile.

Lo que hay que ver

Chile, su historia y sus habitantes existen únicamente en un pensamiento fugaz y arbitrario de esta mujer. Esta fotografía retrata el instante preciso de nuestra génesis en su psique. Según la programación de la revista del cable Vive!, ella dejará de pensar en nosotros cuando el líquido toque sus labios, evento que ocurrirá el miércoles 29 de noviembre a las 21:30 por Sony, después de un episodio de 30 Rock.

Monstruo


…Confirmado, los restos del monstruo que emergió ayer del mapocho, ocasionando pánico generalizado entre los transeúntes, corresponde a los 400 kilos de chupetes de goma, unidos con saliva en descomposición y otras materias orgánicas desconocidas, que escaparon desde los subterráneos de Chilevisión (ex, Canal 9) gritando profecías, juramentos de venganza y anatemas en latín contra los ex-niños, hoy dueños de empresas, ministros y gerentes, que causaron su existencia. La bestia avanzó hacia el centro de Santiago destruyendo todo a su paso recitando los nombres de cada uno de los niños que habían colaborado en su creación.
La municipalidad informó que la limpieza de la ciudad tomará varios días, la goma y la materia pegajosa que impregnó el centro después de la explosión, no resultaron fáciles de extraer.

Edificio Diego Portales

Este es el edificio que durante 75 años tuvo el nombre de Edificio Diego Portales. Sede en un tiempo del ministerio del interior, se convertiría en un ente tentacular que albergaría a todos los ministerios y carteras del país, incluyendo a la presidencia de la república. Dada su capacidad de funcionamiento autónomo, en 1948 se presentó el Proyecto Portales. La idea, básicamente, era convertir al edificio en una ciudadela separada del resto de Santiago, en la cual todos sus funcionarios debían vivir hasta su muerte. Cuando en 1952 el proyecto se puso en marcha, los siete mil funcionarios del edificio desfilaron en silencio por la alameda, que pisarían por última vez. Cuando hubo entrado el último, las pesadas puertas de hormigón pretensado se cerraron para siempre.

La vida en el país continuó con normalidad. Los servicios públicos y administrativos funcionaban, y las colas frente a los centenares de cajas en la muralla norte del Diego Portales avanzaban rápidamente. La ciudadanía aceptaba optimista la seguridad que daba el saber que los funcionarios públicos vivían para su trabajo dentro del edificio, y las noticias de sus decesos, y posteriores reemplazos, fueron cada vez menos novedosas, hasta ser prácticamente ignoradas.

En 1958 las fuerzas armadas presentaron formalmente su propio proyecto de edificio, el proyecto Concepción, que fue rechazado por el senado en una transmisión televisiva desde el interior del Diego Portales.

Fue tras el terremoto de 1960, que abrió la hasta entonces desconocida fisura del valle del Aconcagua, que el edificio empezó a funcionar mal. Se supuso que su gigantesca mole había sido afectada por el sismo grado 8,6 en la escala de Richter. Las comunicaciones desde el edificio fueron espaciándose, hasta cesar del todo unos tres meses después del terremoto. A la paralización de todos los servicios administrativos y legales, se le sumó el caos de una ciudad casi en ruinas.

Se intentó contactar con los habitantes del edificio por todos los medios, pero sin resultados. Se probó con explosivos, maquinaria pesada y hasta con espiritistas. Se intentó un acceso subterráneo, pero los cimientos acorazados se hundían kilómetros bajo tierra: El Diego Portales era una fortaleza impenetrable, construida para garantizar la existencia del país ante cualquier amenaza. El hecho de que las puertas estuvieran decoradas con relieves de símbolos sagrados mapuches, hizo suponer que el edificio estaba protegido por algún tipo de magia.

Hoy, trigésimo aniversario del terremoto, el edificio continúa intacto, si se lo mira desde fuera. Nunca se ha podido acceder a su interior, y las hipótesis sobre lo que realmente pudo pasar dentro, son centenares.

Extra!, Extra!


Santiago de Chile, 24 de noviembre de 2006, 19:38 (Reuteres).

Marco Antonio Pinochet declaró que Augusto Pinochet Ugarte, su padre, habría muerto!!!
El abogado de 44 años, citó a los medios a una conferencia de prensa en la Fundación Augusto Pinochet para dar detalles sobre el rumor que, a horas de esta mañana, había invadido las redacciones de los medios informativo.
Para sorpresa de todos, Marco Antonio Pinochet confirmó la muerte del ex-dictador en los siguientes términos:
«Hoy, a las 6:35 de la mañana, falleció en su cama tras una larga noche de sufrimiento, la persona que decía llamarse Augusto Pinochet Ugarte. Antes de morir, confirmó una sospecha que la familia tenía desde hacía años atrás. Se hizo presente el albacea de su testamento y nos comentó la información que ustedes también han recibido». Acto seguido se puso de pie y salió sin dar más declaraciones.
Las reacciones fueron inmediatas. La Agrupación de familiares de detenidos desaparecidos alega que es una treta para eludir responsabilidades, las agrupaciones pro-gobierno militar desconocen la veracidad de las afirmaciones y se declaran en alerta para defender la herencia del General Pinochet. Los partidos políticos no emitieron declaraciones y el gobierno confirmó que no habrán funerales de estado para el ex dictador, hasta esta mañana procesado por diversos cargos.
La Democracia Cristiana, principal partido aludido en la declaración, no hizo comentarios pero adelantó querella por injurias. Su presidenta, Soledad Alvear, acusó intento de asesinato político y anunció una conferencia de prensa para mañana a las 10:00 AM.
En términos resumidos, la declaración asegura que Augusto Pinochet Ugarte habría muerto en el atentado a su persona, ejecutado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1986, y que habría sido suplantado en el cargo por uno de sus doppelganger cultivados en Colonia Dignidad por biólogos alemanes refugiados. La Democracia Cristiana, que perseguía alcanzar el poder por la vía democrática una vez caído el gobierno militar, al enterarse de su muerte vió en peligro sus pretensiones al vislumbrar la posibilidad cierta de una guerra civil, luego de la muerte de Pinochet y una toma del poder del socialismo duro por la vía armada. El presidente del partido se habría reunido con los militares y les habría entregado información acerca de Carrizal Bajo, a cambio del compromiso de una salida democrática en el corto plazo y la condición de entregarle el mando a un candidato de la Democracia Cristiana. A su vez, tomaron el compromiso de jamás revelar la naturaleza ficticia del golem que asumiría el mando. Solo el perro de Pinochet, sacrificado en su momento, se dió cuenta de la irregularidad. Algunas pequeñas incoherencias despertaron sospechas de sus familiares más directos, pero el secreto se mantuvo sin mayores contratiempos.
El incidente de Londres fue decidor. El doppelganger intentó decir su verdad, pero los magos ingleses que vigilaron durante años a su gobierno, lo inmovilizaron y lo reprogramaron antes de devolverlo a Chile.
Suponen que los verdaderos restos de Pinochet se encuentran dentro de la pared de concreto de la represa de Alto Bío Bío, un punto mágico del territorio y frontera del país nuevo que comienza a construirse secretamente en el sur de Chile.

La Conquista mágica de América

Perdido en un sucio y oscuro zaguán entre los laberintos de la ciudad de Sevilla, hundido entre papeles y pergaminos reblandecidos por el asfixiante calor del verano, un cabalista llora abrazado a su pequeño escritorio de caoba. Interminables cálculos tan intrincados como la propia ciudad han desembocado finalmente en una solución que brilla ante sus ojos con la luz de todo un coro de ángeles: la fecha propicia para invadir América esplende ante sus ojos limpia y perfecta bajo complejas series numéricas borroneadas una y otra vez. Es el año 1227, hay un largo camino que recorrer y mucho que preparar.

La existencia de este nuevo mundo había sido descubierta sólo un par de siglos antes. La red de mediums que vigilaban el mundo conocido habían intuído presencias de un nuevo tipo de consciencia colonizando áreas importantes del plano astral y dieron la alarma. Descubrieron que mecánicas desconocidas y poderosas levantaban estructuras ciclópeas entre los pliegues de la mente del planeta, como si otro continente emergiera con inusitado ímpetu.
De inmediato un selecto equipo de videntes fué asesinado y enterrado en una línea recta apuntando hacia las nuevas señales. Todos eran signo géminis, todos cargaban una roca de cobre en el estómago. Los mediums comenzaron a recibir las transmisiones de los videntes asesinados, haciendo puente casi de inmediato. Las señales eran difusas y afloraban como débiles imágenes en blanco y negro, adhiriéndose llenas de estática a las retinas de los mediums como recuerdos de infancia: un olor desconocido, el multicolor manto de una madre, la certeza en la existencia del Tamoanchán. Colores y animales extraños, edificios de piedra, escalinatas ensangrentadas brillando a través de nieblas de incienso, plumas y piel oscura; otro zodíaco cosido a la piel de la noche, cuchillos de obsidiana y brujos poderosos.

Manipularon, influenciaron y tiraron de todas las redes y cuerdas invisibles que sostenían los imperios en su afán de alcanzar las nuevas tierras. Pero lo hicieron delicadamente, pacientemente. Invisibles.

En una de las tres naves viajaba un representante de las logias oscuras. América se estremeció cuando su planta tocó las arenas del Caribe. Todos los chamanes del continente giraron los rostros hacia ese punto con el corazón encogido por una repentina angustia, como si una piedra negra hubiera caído sobre el lago tranquilo de la América astral.

Después, vino la expedición definitiva.

No era oro lo que buscaban los que venían escondidos tras la marea de sífilis que avanzaba, como una tormenta de dientes hambrientos, a través del Atlántico.
Detrás de los ejércitos y su ferretería, aún detrás de la cruz y la hoguera, venía la verdadera peste . Magos, cabalistas, guardianes del grial, alquimistas y sus golems se arrastraban escondidos entre los arcabuces, regurgitando conjuros y venenos que clavaban como alfileres sobre la piel de la Pachamama.
Ellos no buscaban el oro que rodaba por los ríos, “el oro es paga de espadas e ignorantes”. Su oro no era oro vulgar.

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imagen ®Cristián Melo (auca montado en huemul)