Autor: Rodrigo Mundaca
Lucía de Chile
Gabriel despierta y vuelve a su cotidianeidad en la línea temporal que le corresponde, recuerda tranquilo que la esposa del dictador se llama Michelle, y que para todo el mundo Lucía es un nombre bonito, musical, tenue. Esto es a fines del 2005, le jode un poco que Piñera haya ganado las elecciones presidenciales, pero comparado con la pesadilla todo mal le parece menor. Michelle Hirirart de Pinochet está en esos días peleando con la justicia, y Gabriel decide no pensar en la zozobra general del país (una zozobra brillante como el plástico de las tarjetas de crédito, un sonriente país de esclavos de los mall). Decide pensar sólo en quien la aguarda junto a su cama. La mira.
Allí, en su cuna, está Lucía, su hija, nombrada sentimentalmente así en honor a la Maga, el personaje de Cortázar, autor con quien Gabriel se ha peleado y reconciliado varias veces. Contemplando las mejillas sonrosadas del bebe durmiendo y los aritos de oro en las diminutas orejas, Gabriel M. piensa en otra ucronía, una ucronía novelística: en el futuro su hija se vuelve una hermosa joven de pelo castaño liso, viaja a París, y él tiene un nieto llamado (o apodado) Rocamadour, y el nieto está a punto de morir un día de conversaciones intelectuales de alto nivel, pero algo pasa, Oliveira se da cuenta de que la enfermedad, duda, y en ese momento las cosas se resuelven de forma contraria a la historia oficial: la Maga lleva a Rocamadour al hospital, Oliveira la acompaña y aprende una gran lección vital, se vuelve mejor persona. No mucho mejor, pero aguanta junto a Lucía, la hija de Gabriel M., aguanta contra viento y marea, contra el llamado y la caída.
En su línea de realidad, Gabriel M. se queda varios minutos mirando a Lucía, olvidado de la ucronía literaria futura, pensando que seguramente su hija no tendrá el pelo liso ni castaño, o quizás sí, pero que será otra cosa, cualquier cosa excepto lo que él quiera que sea, y que eso lo hará íntimamente feliz. Íntimamente: afuera Piñera vocea su campaña presidencial, otras personas sueñan desesperadamente ucronías donde Soledad Alvear ha ganado las elecciones y las cosas pueden seguir siendo relativamente decentes, pero a Gabriel M. no le importa nada: nunca ha sido bueno para las noticias ni para la historia. Sí para las palabras: piensa en la palabra ucronía y sabe que se aplica para la historia de un país entero, de grandes masas de gentes. Sabe que no es suficiente, que en ese momento hay miles de personas teniendo ucronías personales donde sus asuntos personales van peor (para sentirse contentas) o mejor (para tener esperanza).
Gabriel M. toma a Lucía, que llora un poquito como lloran todas las guaguas del mundo, y al mismo tiempo, de una manera totalmente única, y tras diez minutos más de sólo pensar en el cuerpito que tiene en sus brazos, logra pensar en otra cosa: en la pesadilla de la que despertó, su nombre era Gabriel M., pero la M. era de Mérida, un extraño apellido igual que el nombre de varios ciudades en España y Latinoamérica, y Gabriel no tenía a Lucía, tenía una carrera literaria realista y una neurosis que la alimentaba constantemente, tenía amigos que escribían una literatura de horrores y abismos, y tenía mucha tristeza. «Me llamo Gabriel Medrano» se repite, paladeando su nombre real para sentirse más concreto y más despierto. Y se pregunta, antes de despertar a su reciente esposa (y la cámara no la muestra) si su afición por Cortázar, un autor bueno pero menor del boom latinoamericano, sería igual de fuerte si no llevara el nombre de uno de sus personajes. Gabriel Medrano, el protagonista de «Los Premios», la novela más importante de Julio Cortázar. Decide que sí, que cortázar le gustaría igual aunque se llamara Gabriel Mérida o cualquier otro nombre ridículo.
Gabriel Medrano dice un nombre de mujer, avanza con Lucía en brazos, la cámara gira hacia la cama pero se va rápidamente a blanco. En el vacío, antes de los créditos, suena un último pensamiento: «en mi ucronía las cosas no eran tan cursi, mi vida era más arriesgada y sórdida, pero prefiero lejos la realidad».
Condoro
Aleister Crowley, comentarista deportivo en “El Matinal de Chile”: se trata un sacrificio amplificado por el volumen de asistentes al estadio con tecnología mística capaz de doblar el flujo temporal o sea si hubiera sido una forma de abrir una brecha y doblar el destino como si la herida en la frente fuera un portal interdimensional hacia alguna parte un portal que se abre y que se cierra conectado con la conjución cósmica de saturno y marte un ejercicio invisible fríamente calculado para poner en movimiento fuerzas desconocidas.
Doppelgänger
Cuando se asentó el polvo, un ingeniero estatal exploró las profundidades del cráter, en él descubrió un túnel; reconoció que la abertura no era una formación natural. El gobierno ordenó que se explorara el interior de lo que yacía ‘debajo de la montaña’. Lo que encontraron era inquietante… inexplicable. En su interior había una cavidad enrome, y en ella había una ciudad; un hecho insólito, sin embrago, lo que realmente desconcertó a los exploradores fue otra cosa. Esta ciudad húmeda y oscura era una réplica exacta de Santiago, habitada por una población-espejo; o sea cada individuo de la ciudad subterránea tenía un doble en la superficie. La única diferencia era la pigmentación y la estatura. Los habitantes de la metrópolis ‘bajo la montaña’ eran pálidos, casi transparentes, ciegos y de una estatura más baja que los ciudadanos del exterior.
Incapaces de entender semejante descubrimiento, el Estado hizo lo único que sabía hacer ante lo desconocido —enterraron la evidencia (literalmente). Entre 1986-87 se ‘reedificó’ la montaña y se abandonó el plan de descontaminación urbana.
Existen rumores de que uno de los exploradores logró extraer un documento histórico del pueblo ‘debajo de la montaña’. Se dice que el registro afirma que esta gente subterránea había fundado su ciudad ocho días antes de que se fundara la nuestra. Ahora bien, valdría la pena hacernos la siguiente pregunta, ¿no seremos nosotros los simulacros de ellos y no viceversa?
Texto impreso en el interior de una tarjeta vendida en Village (sucursal Apumanque). Se titulada Bodas de Plata: ¡Que la felicidad dure muchos años más!.
Feng Yu-hsiang, el Condottiero oriental (II)
Los chinos instalaron en el tren nuevas piezas de artillería, traídas de la fortaleza de Chuquisaca, entre ellas cañones Parrot estriados. Los vagones destinados al uso de Feng fueron equipados con todos los adelantos técnicos, llegándose incluso a superar el lujo en el que viajaba Daza. La fortaleza móvil de la ahora llamada División Salvaje del general Feng, aprovechó la red ferroviaria proyectada por Domeyko, que cubría todo el altiplano, pudiendo llegar en cosa de días incluso hasta Lima, La paz o el Cuzco.
Feng atacaba sin discriminar bando ni nacionalidad: arrasó al ejército chileno al mando de Eleuterio Ramírez en el combate de Tarapacá y acabó con todas las oficinas de prospección minera, alemanas e inglesas del desierto.
Feng estaba especialmente orgulloso del globo dirigible que portaba el tren en un vagón de carga especial, con techo corredizo que le permitía despegar. Provisto de binoculares, los observadores aéreos podían anticiparse a los movimientos del enemigo.
Mientras intentaba acercarse al poblado de Calama, fue atacado por un grupo de aeroplanos Voisin, liderados por José Sánchez Besa. La Gatling del dirigible causó estragos en la escuadrilla chilena. Besa, herido de muerte, intentó colisionar contra el aparato enemigo, pero su avión estalló antes.
Los repetidos fracasos ante los ejércitos del eje y ante Feng, provocaron la caída de Sotomayor, un grave error según Benavides Santos, opinión que comparte toda la historiografía oficial. Santa María ocupó los puestos de presidente y ministro de guerra, en una elección de emergencia. Santa María-“Endeble cerebral, espíritu melodramático mas propio de una opereta que de un drama político”, según la descripción de Encina-se enfrentó a un creciente clima de anarquía política.
El desierto de Atacama estaba ahora controlado por Feng. Equipó una flota de trenes blindados siempre en movimiento, protegidos por dirigibles artillados y algunos aeroplanos. El uso del terror aumentaba la efectividad de su ejército, que ganaba desertores de todos los bandos en lucha. Hacia fines de 1882 los gobiernos del eje, que ya habían decidido invadir Chile, enviaron una comisión a parlamentar con el general.
Imagen:El tren del general Feng , apunte de Sommerscales, museo de bellas artes, santiago.
Samurai
«1973» (Un poema para completar)
Se viene una tormenta,
dice ______.
Una tormenta que viene a comerse a los niños.
Pero yo los tomaré
y los llevaré a través del país del dolor.
Los llevaré de vuelta
directo
a las puertas
de sus casas
mientras
envio a los monstruos al subsuelo
de donde nunca debieron haber salido.
Los meteré en un rincón oscuro donde nadie nadie más pueda verlos.
Va a funcionar para todos.
Va a funcionar para todo el mundo,
excepto para mí,
porque
yo
soy _____ _______.
Myxomatosis
Date vuelta.
Fíjate bien.
Cuando hayas logrado ver, dinos… ¿cómo son las cosas ahí adentro?
Gabriela Mix-tral
OBREROS
Todavía, todavía
esta queja doy al Líder:
los que sirven, los que luchan,
los que hacen podas e injertos,
los que cortan y cargan
debajo de la svástica de fuego
la sandía, seno rosa,
el melón que huele a cielo,
todavía, todavía
no tiene un «canto a La Patria».
CORDILLERA
Este día ya no digas
más, que me la sigo viendo
y se me van a quedar
en las narices veinte cerros.
¡Es la Patrona Blanca
que da el temor y el denuedo!
-¿Por qué no dura eternamente
y me baja? No entiendo.
Yo viviría con ella,
con susto, pero riendo;
mas ella está escasa
y nunca, nunca baja de precio.
La aspiro por si responde
y apenas contesta el eco.
¿Y siempre va a estar así,
mama? ¿Por qué estás sangrando?
Requiem
Neo Chile, es tu cielo poluto,
Balas de plata cruzan tu cielo también,
Y tu campo de chatarra blindada
Es el remedo triste de lo que eras ayer.
¿Dónde estás, blanca montaña?
Abandonada por el que llamabas “Señor”,
Y ese mar que furioso te cubre
Patria, perdiste tu esplendor.Coro
¡Oh, Patria!, devuélveme los votos
Que el chileno en tus aras juró
Que la tumba sea de nosotros
¡Por piedad! Y olvidar el dolor.
Texto tatuado en la espalda desnuda del Presidente de la, hoy exterminada, República de Chile que yacía ahorcado con una enorme bandera en las ruinas del ex-congreso Nacional, luego de la Gran Invasión Norteamericana que tuvo la resistencia de la ex-república durante 10 años.