Informe especial: crónica

Juan Miranda Altamirano, 37 años, ingeniero comercial, broker de la Bolsa de Santiago: No hay historia acá sino sólo una afirmación. Yo fumaba muertos. Eso. Yo fumaba muertos. Hay un mercado para eso. Un mercado pequeño, pero activo. Yo fumaba muertos. Iba a los cementerios y negociaba con mis contactos y me los fumaba. Tengo, tenía, un dealer. O dos. O tres. O cuatro. No era un círculo muy grande pero es un círculo igual. Tenía plata. Y tiempo. Era un buen hobbie. De la puta madre. Otra gente empala gatos. O bebe vino barato. O escucha ópera. Yo fumaba muertos. La ceniza o los huesos pulverizados del cráneo. O pedazos de su ropa. O los pelos. Muertos famosos. Antes fumaba muertos anónimos, pero los famosos son más entretenidos. La vida moderna, se entiende. No tengo que pedir disculpas por ello. Sólo quedarme calladito, piola y disfrutarlo. No hay nada satánico. Yo no pertenezco a ninguna secta. No es necrofilia, literalmente hablando. No hay nada sexual en ello. Yo no profanaba tumbas y ni hacía cochinadas. Simplemente hago mis contactos y ellos me pasaban el material y yo me lo fumaba. Era un hobbie. No le hago daño a nadie. Alguien me preguntará: ¿qué gracia tiene fumarse a los muertos? Y yo le diré: harta. A veces ves cosas. Te vuela. Ves sombras por el rabillo del ojo. Eso. Ves siluetas que son como destellos pálidos, pedazos de una luz que no alcanzas a reconocer y que te parecen un dejavú. Fumar muertos te lo provoca. Una y otra vez. Como algo que debes saber, que no puedes abandonar. Las puertas de una clase de percepción a la que te ves empujado. Escuchas sus historias en medio del latido de tu corazón, que es como una taquicardia. Sueñas cosas despierto. No es nada fuerte en todo caso. Mucho menos que el ácido. Más como la marihuana o el hachís. Pero no te vuelve adicto. No te mata neuronas. Puedes dejarlo. Fumar muertos es un vicio de caballeros, una enfermedad romántica. Una vez uno de mis dealers se equivocó y me pasó hueso machacado de una calavera tiempos de la colonia, un polvo blanco que mezclé con tabaco cubano y que me fumé en una tarde calurosa en el centro de Santiago. Vi algunas cosas. Unas pocas: los carruajes, los disparos de unos soldados, el adobe trizado de las casas, el barro y las charcas sobre el piso. Interesante. El pasado tiene olor a mierda. No sé, por cierto, a quién me fumé esa vez.. No tengo idea de su nombre. Lo había borrado de sí. Coloqué un disco de Cream mientras lo hacía. El hombre escribía cartas con una letra pésima. Carecía de ortografía. Miré esas cartas. Era un conspirador. Un criollo conspirador que quería hacer caer a la corona. Leía en frances a Diderot el muy hijo de perra. Y a Voltaire. Pintaba, parece. Hay cosas que los muertos cargan y otras que dejan atrás. Este había abandonado todo lo relacionado con la pintura, lo había eliminado del aura que había dejado. Pero aún así, yo podía recordar o más bien ver que tenía una buena biblioteca. Supe, por las imágenes, que todo su plan se fue al carajo. Los miembros del Virreinato se enteraron y le pegaron una patada en el culo y lo desterraron. Vi imágenes de ese destierro. El sur mojado de una cabaña calefaccionada con una leña aromática. Un cántico mapuche que sonaba tras la paredes. Una mujer mapuche llorando. Otra mujer muerta. Las señales de un crimen que el criollo no alcanzó a contemplar. En todo caso, yo no quería fumarme a un criollo. Los huesos viejos, por alguna razón son los más poderosos y tienden a quedarse más tiempo en el cuerpo. Droga dura. Cuesta expulsar aquellas imágenes. Así que mi dealer se equivocó con el encargo. Alguien lo estafó. El hueso machacado que me dio era de la Colonia. Las imágenes me tomaron por sorpresa. Duró una hora pero luego tuve que dejar de fumar por algún tiempo. Todo se mezcló. Secuelas. Unas pocas. Sensación de desapego de la realidad. El insufrible olor a bosta del pasado. Esa clase de cosas que van y vienen como si el problema fuera fijar la mirada, enfocar y otra vez los objetos y la sombra de los objetos en medio del humo de la memoria: los pequeños escombros que detallan espacios que van a desaparecer, que se van a borrar. Cuadros dentro de cuadros dentro de cuadros. Yo fumo muertos por eso: meto el polvo de sus huesos en medio del tabaco y espero las revelaciones, las historias, los fragmentos de vidas ajenas que me alcanzan en medio de la noche y me destemplan la mandíbula con su luz. Me gusta. Conservo la memoria de lo evanescente, conservo el recuerdo de lo que se ha borrado en la marea del tiempo. Creo en fantasmas. Los aspiro y me lleno los pulmones con ellos. Los fantasmas entran en mi sangre y hablo en lenguas muertas y bajo a las regiones infernales donde habitan que no son más que los retazos de ciudades donde ya no vive nadie y el abandono campea a lo largo y ancho de esas patrias y esos pueblos.

(Informe Especial, 2-5-99, Reportaje de Mirna Schindler. Producción: Luz Aparo. Cámara: León Murillo)

Low-fi Tron

En octubre de 1985, el Ministerio de Telecomunicaciones decomisionó el último Commodore 64 de sus oficinas. La noche anterior, un programador black hat, cuya identidad aún se desconoce, pasó un par de horas ingresando códigos en el computador. Dejó un glitch en la base de datos del Estado, una suerte de avatar cibernético… un ghost in the machine. Ha causado varios cortes de luz en la Región Metropolitana (dic. 88, oct. 93, enero 2000).
El glitch ya no aguarda el retorno de su programador. Ahora tiene acceso a la red. A veces entra a sitios Web 2.0, deja comentarios insólitos, mensajes cifrados para su padre. El black hat aún no responde.

JOVEN CHILENO ES ACEPTADO EN LA RENOMBRADA ACADEMIA XAVIER

Santiago.
El joven mutante nacional, Pedro Prado, mejor conocido como Alsino, fue aceptado en la prestigiosa Academia para Alumnos Dotados que dirigen los connotados profesores Charles Xavier y Erich Lenscher, máximas autoridades en el campo de la genética evolutiva a nivel mundial, en el condado de Westchester, Nueva York. Alsino, quien se hiciera famoso por sus grandes alas blancas, por las que muchos tambien lo llamaron Angel, ingresará en marzo entrante a la afamada institución, donde será educado en el uso de sus facultades extraordinarias al servicio de la humanidad. Prado, que también es poeta y narrador, ha anunciado la próxima publicación de su libro de memorias, titulado simplemente Alsino. Un joven que es un orgullo para sus padres, familia y la patria.

Rebelión

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EL ULTIMO VIAJE DEL DEMETER

IDENTIFICADO EL BUQUE FANTASMA QUE TRAJO LA TORMENTA

Valparaiso. Septiembre 10, 1897

Como Demeter, bergantin goleta de tres palos y bandera rusa fue identificado el barco que encalló anoche contra el malecón del puerto de Valparaíso. La nave, al parecer, perdió el control en medio de la feroz tempestad que ha azotado el puerto en las últimas horas. Sin embargo, aún más misterioso que su llegada, es dónde está la tripulación del buque. Como en un relato de fantasmas, el velero colisionó sin una sola alma abordo. De acuerdo al diario del capitán, rescatado esta mañana por estibadores, el Demeter habría partido del puerto de Varna en el Mar Negro, el 6 de Julio de 1897 con destino al puerto de Whitby, en Inglaterra, con una tripulación de once hombres y seis oficiales. El qué pasó con estos sujetos y por qué el navío llegó a costas chilenas es uno más de tantos misterios del mar. El cargamento, de quince cajas de tierras para experimentos, continúa intacto, sin embargo la ausencia de papeles de aduana y registros adecuados, gatillaron la decisión de la capitanía de puerto de desembarcarlas y dejarlas en alguna bodega, en espera de que se solucione el papeleo, a cargo del personal del consulado ruso, De no ocurrir esto, se procederá a quemarlas. De acuerdo a informaciones de último minuto, este cargamente fue desembarcado del buque fantasma a últimas horas de hoy.

En otro orden de noticias. A la recepciòn de este matunino, llegó la información de un enerme perro, similar a un lobo negro, que fue visto esta tarde en vaios sectores de los cerros. Consultados al respecto, las autoridades negaron tener mayores antecedentes, pero pidieron a la ciudadanía estar atentos, ya que podría tratarse de un animal peligroso.

Titanes

Testimonio de Jorge B., Guardia del supermercado:

-los encapuchados llegaron de dentro, o sea yo creo que entraron como cualquier persona y después se pusieron los pasamontañas. Tenían armas de fuego, y uno de ellos tenía un machete.

Testimonio de Ángela G.:

-Yo estaba en la caja con mis compras cuando sentí el disparo. No sabía que pasaba, pero cuando ví al encapuchado me quedó claro que era un asalto. Estaba vestido como los tipos que salen en las noticias, esos cubanos comunistas de Fidel Castro.

Testimonio de Álvaro B.:

-Yo había ido a comprar unas pílsener para un asado, y me encontré con todo el cahuín. Era la cagada, disparos, gente tirada en el suelo. Nadie cachaba que estaba pasando.

Testimonio de Martín C:

-Yo estaba comprando cuando lo vi. Al principio pensé en una broma, una talla tipo cámara escondida de Sábados Gigantes. Pero cuando la momia le arrancó la cabeza al encapuchado me cagué de miedo.

Testimonio de Francisco O:

-El tipo simplemente voló, dio una vuelta en el aire y golpeó al encapuchado. Fue demasiado rápido. Después saludó como esos actores al final de la función. Sonrió y dijo “Jerónimo jerez, para servirlos”

Testimonio de Gabriel Salvador:

-Mi mami se puso a gritar. Un hombre salió de las sombras y les pegó a todos los encapuchados. Después me regaló un paquete de Natur. Me dijo que se llamaba Mister Chile.

Testimonio de Jorge B:

-Me dijo que se llamaba Cavernario Galindo. Que era un paladín. No supe que decir, después de ver como hacia pebre a los encapuchados.

Testimonio de Alvaro B:

-La momia era enorme, un huevón de cien kilos, mínimo. Estaba chorreando sangre, y le colgaban las vendas putrefactas, hediondas a cadáver.

-Testimonio de Daniel H:

-El tipo era pelado, pero tiró a un encapuchado a través de una muralla. Al pasar por la caja, pagó un Liberty diciendo “El Barón Von Racket fuma solo lo mejor”.

Diario La tercera, febrero de 1976. Crónica del asalto al supermercado Unicoop de Ñuñoa.

Imaginando la décima dimensión

10dimension.jpgBien, diez dimensiones para mí es como querer pellizcar un vidrio. Ya me cuesta lidiar con la realidad y ahora salen con esto. Sobretodo porque los días de resaca maldigo la existencia de una tercera dimensión.

Entonces se hace necesario que alguien baje de las atalayas de la ciencia y nos explique con manzanas y bananas cómo puede ser posible tanta complejidad. Ulularemos como micos, pero al final la comprensión se abrirá por el tercer ojo [no ése, Marlo].

¿Existe esta persona?

Of course, queridos. Se llama Rob Bryanton y lo explica bien en su libro La Décima Dimensión. Para el que no quiera comprarlo existe una exposición en Flash muy amena que los pondrá al tanto. También permítome recomendar su blog en inglés y este artículo sobre espacios infinitodimensionales (cómo les quedó el ojo, ¿ah?) de Genciencia.

En todo caso, se los puedo revelar aquí mismo y consiste en que… ¡Oh, viene mi jefa! ¡Nos vemos!

“Estación Hawksbill”. Robert Silverberg

hawksbillEn un foro lejano de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, se discutía sobre ciencia ficción “revolucionaria” en el sentido político de la palabra. “Estación Hawksbill” es una obra a la que se le podría asociar ese adjetivo.
Este libro de Robert Silverberg nos presenta un futuro donde el pensamiento político-ideológico diferente al del régimen es castigado con destierro. Destierro temporal, sin posibilidad de retorno ni comunicación con el presente. Una cárcel en la prehistoria profunda, donde la vida pasa, donde no hay esperanzas.
En “Estación Hawksbill” se habla de ideologías políticas, pero no es un texto propagandístico. Es un libro que muestra historia de hombres, usando la política como telón de fondo, donde la ciencia es usada sólo como una herramienta más del régimen en el poder, y no como LA herramienta del régimen.
La historia se maneja en dos planos, el presente y el pasado (presente para los convictos). No se entra en profundidad en el análisis del estado totalitario que inventa esta cárcel, pero los pocos datos que entrega sobre su llegada al poder son al menos preocupantemente coincidentes con algunas situaciones del mundo real de hoy. Los estados totalitarios se desarrollan en pequeños pasos, los que individualmente parecen inofensivos. Pero esa es otra historia.
Como en la “Estación Hawksbill” todos los desterrados tienen pensamientos políticos parecidos, una de las máximas entretenciones es crear eternas e inútiles discusiones sobre ideologías y modelos, entrando en detalles hiperconocidos y estudiados, pero sin acuerdo final posible. Cualquier semejanza con discusiones en foros sobre “que es la ciencia ficción” es sólo coincidencia
La lectura de este libro de Silverberg es muy ágil, sin llevar al lector a pozos oscuros, pese a que se trata abiertamente la locura y la desesperanza de los desterrados. La historia de desarrolla desde la perspectiva de un personaje central cuando ciertos eventos remecen la clara, establecida e invariable realidad de la carcel. Para más detalles, lean el libro.

En resumen, un libro entretenido que usa la ideología política-económica como escenario para una historia de ciencia ficción.
En la escala acoronaar de «me gustó el libro», le doy un 6,2 (siete es el máximo).

Estación Hawksbill, de Robert Silverberg.
Título Original: «Hawksbill Station», 1968.
Colección Mundos Imaginarios
P&J Editores, 2000

El Universo, una ilusión

MC EscherPara los que quieran conocer más del Universo, sus nuevos descubrimientos y que nos depara la vida, pueden asistir a las charlas dictadas en el centro cultural de Recoleta, organizadas por ACHAYA celebrando sus 50 años, orientadas a público general.

Los interesados deben llegar idealmente 30 min. antes, porque las actividades han tenido bastante concurrencia.

Ayer asistí a la charla dictada por el director de SAVAL, Luis paredes, quien dicto una charla titulada: «El Universo, una ilusión».

Comenzó la exposición situando al público en «Planilandia», es decir un mundo de dos dimensiones, y como afectaría un objeto de tres dimensiones a ese mundo (por ejemplo: un vaso sería solo un círculo). En este mundo no es concebible una 3a dimensión; del mismo modo que nosotros no podemos concebir una realidad de 10º dimensiones, que sería la cantidad que tendría nuestro universo, de acuerdo a la Teoría de las Cuerdas. Esta teoría unificaría la gravedad con la mecánica cuántica y permitiría a los astrónomos evidenciar lo que sucedió al inicio del big-bang… Para explicar las ideas en forma didáctica, el expositor nos hizo situarnos en mundos imaginarios con obras las de M.C. Escher, como Manos Dibujando, y una de las más conocidas (creo), «Escaleras».

Tras una hora de charla y media hora de preguntas, logré entender un poco más sobre estas novedades. Al no tener muchos conocimientos de física, quedé algo confusa con algunos conceptos; pero en general considero que Luis Paredes explicó adecuadamente el tema.

En la charla de hoy, 25 de enero, trataron el tema de las Naves no tripuladas, cerrando el sábado con una charla dedicada más bien a aquellos que quieran integrarse a la agrupación. También exhiben utilerías astronómicas (telescopios, espejos, etc.)

Otro panorama para el caluroso verano santiaguino…

Actividades 50° Aniversario

1899 (4ª PARTE)

MUSEO A LAS GLORIAS navales de la Guerra del Pacífico, estaba escrito, con grandes letras de bronce, en la puerta metálica de un pequeño muelle junto al malecón del puerto de Iquique. Seis y media de la mañana y un viento helado impulsaba la neblina que cubría el horizonte de la bahía. Hacía cinco horas que arribamos a Iquique en una aeronave de la línea nacional, servicio cómodo pero lento, si se le compara con la velocidad del aerocarril. Es una lástima que el gobierno haya encontrado inviable extender las vías hacia el norte, habríamos llegado antes. No sé si era necesario llegar antes.
Prat me indicó que esperara junto a Ginebra.
–Vengo en seguida-, dijo. Su delgada figura se perdió en la niebla.
-¿Tiene frío, inspector?-, preguntó mi mecánica compañera.
-Hace frío, Ginebra.
-Me gustaría sentirlo.
-Ustedes no sienten nada.
-Discúlpeme-, guardó silencio un momento. -¿Inspector, Uribe?
-Dígame.
-Aún no consigo entender que hacemos acá.
-Usted no tiene que entender nada, sólo acompañarme.
-¿Será verdad que el almirante está loco?
-Si vuelve a preguntarlo, le juro que la desconecto.
-Los números no podemos ser desconectados.
-La destruyo.
-Usted sabe lo que sucedería si soy destruida.
-Guarde silencio por favor.
Una nueva silueta apareció en la neblina junto a Prat. Una figura un poco más gruesa, que cojeaba del lado derecho. A medida que se acercaba reconocí su rostro. Alguna vez, tras lo ocurrido aquí mismo hace veinte años, la prensa lo llamó primer campeón de la era metahullana: Carlos Condell.
-Capitán Condell-, me adelanté a saludarlo.
-Inspector Uribe, el almirante me contó de usted. Y la señorita de plata debe ser…
-Puede llamarme Ginebra-, respondió su voz sin dimensiones.
La brisa parecía ser cada vez más fría.
-Es una número muy atractiva.
Si la máquina se hubiese ruborizado, juro que la mataba.
-Señores-, prosiguió Condell. –Y dama-, odié que la tratara así, de un modo tan humano, -como deben adivinar, tiempo es lo que menos tenemos. Vengan conmigo, en el museo nos aguardan. Por acá, por favor.
Prat me hizo un ademán para que me adelantara. La número vino tras mío.
Condell nos llevó hasta el borde del muelle, donde embarcamos en un pequeño bote de motor. Fui quien tuvo más dificultades para abordar, debí luchar contra el vértigo y la neblina. Prat saltó, habituado a esa clase de maniobras. Ginebra ni siquiera demostró molestia entre sus giroscopios, apenas un silbido en alguna juntura.
-No creo que despeje antes de las diez-, comentó Condell.
-Amigo mío, eso nos conviene mucho-, agregó Prat.
-Supongo inspector que anoche también soñó-, me habló Condell. –Lo que es yo, ya estoy extrañando a la mujer que se me aparece cada noche.
-¿De qué está hablando, capitán?
-Oh, inspector, creo que usted sabe muy bien de lo qué estoy hablando.
Miré a Prat, el almirante levantó sus cejas. Desde el primer instante supe que había sido un error acompañar al viejo.
Carlos Condell giró dos veces una pequeña llave de ignición. El pequeño motor de metahulla, instalado bajo el casco de la embarcación, comenzó a silbar mientras movía el eje de la hélice, impulsando el bote hacia el corazón de la neblina.
El museo flotante apareció entre la bruma, como una figura negra de altos castillos y mástiles gemelos alzándose frente y tras la única chimenea. Hasta un niño hubiese reconocido la silueta. Antes de la guerra, antes de la metahulla, era el horror de nuestras fuerzas navales. De a poco, a medida que nos aproximábamos, la sombría superficie adquirió un matiz a grís oxidado, marca indeleble de un centenar de batallas. El barco estaba prácticamente intacto a cuando el propio Condell lo capturó en mayo del 79.
-Bienvenidos al Museo Huascar-, pronunció Prat, mientras su compañero ataba el bote al pequeño portalón improvisado junto a la escalera de abordaje del que alguna vez fuera el monitor de guerra más poderoso de esta parte del planeta.
El barco más mortífero de una época en que los buques sólo navegaban.
Condell amarró el esquife y se puso de pie con una agilidad que negaba su evidente cojera.
-Señores-, invitó, desplegando una escalinata.
El y Prat me ayudaron a subir. La número lo hizo sola, como si el buque fuera su ambiente natural.
La cubierta del Huascar estaba humedecida. El puente y la torre de artillería principal habían sido completamente reconstruidas. Supuse que la idea era otorgarle a los visitantes una idea de cómo era, el otrora orgullo de la marina peruana, antes de ser emboscado por la aeronave Valparaíso. La boya, que recordaba el lugar donde la Independencia se había ido a pique, no conseguía distinguirse entre las nubes bajas.
Me adelanté hacia el puente de mando, justo al sitio donde se recordaba el momento en que Grau se rindió, entregando su nave y sus hombres a las fuerzas chilenas. El metro exacto en que un héroe absoluto se había convertido en el peor de los traidores.
-Me costó tomar esa decisión-, pronunció a mi espalda, una voz grave, de acento levemente británico, que no tardé en reconocer. –Pero tenía que pensar en mis hombres.
Giré despacio. Junto a Prat y Condell, aparecía un anciano completamente calvo, gordo y vestido de negro. Un parche cubría lo que había sido su ojo izquierdo. El hombre más odiado por nuestros vecinos del norte, el hombre que alguna vez había comandado la nave donde estábamos parados.
-Miguel Grau, para servirle-, me saludó estirando su enguantada mano derecha.
-Luis Uribe, inspector de la metropolitana de Nueva Arauco le respondí.
El apretón fue duro y helado.
-Usted debe perdonarme-, se excusó. -Aún no me acostumbro a ésto.
Se quitó el guante que cubría su mano derecha. Una prótesis mecánica, movida por cables verdes de metahulla reemplazaba la mano que le fuera amputada tras el juicio, por cargos de traición, que la armada peruana levantó en su contra al terminar la guerra.
-Los médicos de su ciudad, inspector, hicieron un buen trabajo-, agregó mientras volvía a enguantarse. Noté la completa ausencia del dolor que los expatriados y desterrados suelen mostrar en su mirada -Bueno señores-, alargó, -les parece que entremos, hace demasiado frío.
Seguí a mis anfitriones hasta el salón de oficiales, ubicado bajo cubierta, en la popa de la nave, tras el comedor principal. Las paredes estaban decoradas con fotografías pasadas y armas lustradas que hacía mucho tiempo no eran usadas. Sobre la mesa redonda, que ocupaba todo el centro de la habitación, había un periódico tamaño tabloide completamente extendido.
Los tres marinos notaron que me había fijado en el detalle. Ginebra se ubicó a un lado de Prat, con su cara de nada mirando en línea recta a algún punto tras Miguel Grau.
Prat me pidió que leyera la noticia que encabezaba la página de portada. Era un ejemplar de El Mercurio de Valparaíso.
-Lea-, insistió Condell.
Lo hice.
-En voz alta, si le parece-, agregó el ex comandante peruano.
-Desastre en Iquique-, pronuncié la primera línea. Luego: Sangriento enfrentamiento en la bahía de Iquique entre el navío chileno Esmeralda y el acorazado peruano Huascar, terminó con el hundimiento de la nave nacional y la muerte de su capitán, el comandante Arturo Prat.
Miré a Prat.
-¿Es una broma?
-Vea la fecha.
Lo hice: 24 de mayo de 1879…
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