Tunguska 03 (génesis del Dr. Siberia)

El Instituto Cartográfico me había enviado a aquel lugar remoto. Recién amanecía. Ocurrió mientras estudiaba unas irregularidades topográficas del bosque. Estaba a punto de dejar mis tareas para desayunar cuando un estruendo sónico sacudió el cielo. Alcé la mirada. Un objeto luminoso, tremendo, holocáustico, se precipitaba hacia mí… Su intensidad oscurece el firmamento. Luz. Terrible luz. Me disuelve. Me llena de energía…

Imagen: Dr. Manhattan, D. Gibbons

TUNGUSKA

Todo hubiese resultado tan bien… 1907. En Londres las intenciones eran claras. Sabíamos lo necesario que era mantener la unidad en Europa y evitar que nos ganaran las diferencias, por muy grandes e históricas que estas fueran. Pensar en un bien común, para evitar que Estados Unidos se nos adelantaran. Pensar en un bien común, para conquistar nuestra edad de oro. Ibamos a ceder, a bajar las defensas, porque era la única manera de garantizar nuestro porvenir.Y el camino estaba bien trazado. Los tratados estaban redactados, sólo faltaban las firmas. Si todo salía según lo acordado, Nicolas II jamás habría perdido Rusia y sus hombres, junto a los germanos y a los nuestros concretaríamos el sueño del nuevo Imperio Romano. Alcanzar las estrellas, eso deseabamos y estoy seguro que terminaríamos consiguiendolo. Nuestras naves volarían a la luna a plantar la bandera común… pero entonces cayó esa abominación en Tunguska y como ya todos sabemos, todo se fue al carajo.

73 horas

Los vi en el Estadio. Llevaba días allí, al compañero Jara ya lo habían matado y las inyecciones en la mandíbula ya estaban haciendo efecto. Los vi en una carpa. Tras una larga fila, de horas, de días quizás, llegó mi turno. Sabía que, una vez dentro, mi cuerpo ya no valdría nada, sería un perro con sarna. La carpa era espaciosa, un par de compañeros con sondas hasta en el hoyo del culo, más milicos, algunos doctores, uno se parecía a Kirk Douglas. No era gran cosa deducir que los milicos eran de apellidos como los nuestros, un Pérez, un Soto, con suerte un Parraguez, en cambio los doctores eran todos de apellidos que nunca pude pronunciar. Me echaron de un culatazo sobre la camilla, allí los logré ver por primera vez. Eran como nosotros, pero más blancos, pálidos y de unos treinta centímetros. Se desplazaban con movimientos de reptil por toda la carpa. Estaban desnudos, carecían de genitales. Daban órdenes a todos. En un momento un milico les dijo algo en un idioma muy extraño, el ser enano se trastornó, soltó un chirrido que me hizo doler los oídos y con un movimiento veloz arrancó las dos orejas al soldado pendejo. Dos milicos me amarraron las manos y tobillos. Un doctor me metió una sonda por la oreja. De un momento a otro los pequeños seres eran setenta o más.
Se me trepó uno por el costado. Se sentó en mi pecho y me mostró sus dientes, eran filosos, tres o cuatro corridas.
Sabía que era mi turno de olvidar.
Y empezar a gritar.

Ciudadanos

Desde 1957, los notarios públicos han sido proporcionados por el Estado. Llegan a sus despachos vestidos de gris, no sonríen y siempre portan una calculadora mecánica. Se juntan en un estacionamiento subterráneo todos los 8 de octubre. Cada uno con su aparato anacrónico. En el interior de las máquinas hay un organismo. En silencio extraen las carnes. Chorrean sangre y bilis. Un notario -el anciano del grupo- ensambla los tejidos. Se arma una anatomía enorme, teratológica. Se escuchan unos respiros ásperos. La figura se alza. Mide casi tres metros. Estira los brazos. Todo está listo. Medio siglo. Es el hijo número cincuenta. El anciano abre una puerta lateral. Los otros cuarenta y nueve aguardan a su hermano. Están hambrientos. Una brisa agradable cruza la noche santiaguina. Trae con ella el aroma de sus ciudadanos.

Sub Aether – 005

Laskov despertó con una mano cubriéndole la boca, y un ajetreo infernal que en la oscuridad parecía llegar de todos lados. Buscó a tientas el PPSh pero no estaba ahí. Golpes sordos, chirridos como de muebles siendo arrastrados. Encontró la cabeza de su atacante en la oscuridad e intentó una maniobra de Sambo: girar sobre si mismo y tomar la espalda de su adversario. No lo consiguió. Estaba amarrado al suelo, por la cintura.
Fue conciente de Sánchez hablando junto a su oido. “Shh. Calma. Silencio, calma calma. Callado. Por favor. Calladito”. De a poco se calmó. Su mente se acostumbró a la oscuridad, como sus ojos se acostumbrarían a oscuridades menos densas. Relajó el fuerte agarre que tenía sobre el cuello de su amigo. Dió a entender con unas palmadas que no iba a gritar cuando le soltara la boca.
Pasos. Gorjeos. Arrastre de muebles. De pronto una tenue luz asomándose por una rendija en la puerta, que puso a Sánchez tenso como un cadáver. Era fácil deducir lo que le preocupaba: que los encontraran. Lo difícil era deducir quien se suponía que los estaba buscando, y por qué esconderse. Si la puerta estaba disimulada, era razonable suponer que Sánchez sabía que vendrían. Había algo que no le habían contado. Algo importante que Sánchez por alguna razón el silencio total lo sacó de sus cavilaciones.
El ajetreo paró de pronto, violentamente, y fue reemplazado por el raspar de algo contra la pared. Contra los escombros que apilados tapaban la entrada. Era un raspar lento, metódico, pero que no le hablaba de ninguna intención asimilable. Un raspar inteligente pero ajeno. Casi animal, pero no exactamente. Y enervante. Cuando finalmente se detuvo Laskov y Sánchez estaban empapados en sudor frio. Sus cabezas muy juntas, paralizados en su lucha, jadeantes no de cansancio.
Sánchez desató a Laskov, finalizando con un “listo” que era a la vez un “lo siento” y un “fue por tu bien”. Luego, lentamente, se puso de pie y caminó, probablemente hacia la ventana. Laskov hizo lo mismo y reconoció la silueta de su compañero, recortada contra la luz muy tenue que había en el exterior. Que “venía” del exterior, aunque la luz parecía no ir a ningún lado sino quedarse allá afuera, iluminar solo el pedazo de jardín sobre el que estaba posada. Era más bien una fosforecencia, un vaho que parecía flotar a pocos centímetros de su cara o en la inmensidad del espacio interestelar. Y dentro de ella, entrando y saliendo de ella, se podían divisar patas, montones de patas que se movían ora rápido ora lento, caminando frenéticamente o raspando, raspando pacientemente, descifrando el suelo de baldosas y el pasto y la tierra. Largas y delgadas, llenas de articulaciones. Patas. Y bultos amorfos rodeados de patas. Enormes. Como perros, u hombres. Y hablando entre ellos, como las hormigas, llendo y viniendo hacia la oscuridad.
Lentamente la nebulosa se hizo más pequeña, las patas más difíciles de distinguir. Sánchez suspiró y dijo que ya estaban bien. Laskov no lo escuchó. Seguía tieso mirando a la nada. Apenas hacía ruido pero estaba llorando de miedo. Quizo estar loco, más que nada en el mundo, y no le importó sentir el calor de la orina bajar por sus muslos. La vergüenza era un sentimiento secundario, lejanamente secundario. El miedo, tan real como la oscuridad.

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MI PRIMERA VISITA A GERMANIA (1)


Tomado de Las Memorias del Canciller Arturo Kieber-Latorre
Ediciones Dobleverso. Mayo, 2039

«Tenía 10 años cuando acompañé a mi padre a Germania, la ciudad más fabulosa que vio el mundo moderno, la nueva Atlántida de Albert Speer, el faro que marcó el año cero de la nueva civilización. Fue en julio de 1984 y papá trabajaba para el ministerio de relaciones exteriores durante el segundo periodo de Allende. Las relaciones entre el Neosocialismo chileno y el III Reich no podían ser las mejores, sobre todo en lo referente a intercambio tecnológico. Era la época del esplendor cibernético chileno, de los primeros robots, aquellos que la prensa bautizó Dígitos y que cuantos malestares nos dieron en las siguientes décadas.
«Tres años del fin de la guerra fría y Alemania había abierto sus puertas a los países de la orbita socialista, dentro de los cuales Chile era uno de los más privilegiados. Claro, faltaba mucho para la gran crisis latinoamericano y nuestro país era entonces apenas una línea en la costa Pacífica del subcontinente. Aun existían Ecuador, Perú y Venezuela y nadie aventuraba soñar con las actuales Confederación Bolivariana, Amazonia del Norte, Amazonia del Sur y Unión Patagónica, menos aun con la guerra del 2003.
«Papá había viajado varias veces a Germania y la casa estaba llena con fotos de la gran ciudad que regía los destinos del mundo libre. El trayecto fue tranquilo. Yo y mi infantil fanatismo por los aviones estabamos desbordantes. Después de un vuelo sobre los Andes en un Tupolev de Lan Chile llegamos a Buenos Aires donde embarcamos en un transatmosférico Heinkel de Lufthansa. El salto suborbital entre el Río de la Plata y Frankfurt fue de apenas 4 horas, la tecnología alemana no sólo era adelantada, también confortable. En Frankfurt hicimos transbordo a un zeppelin para vuelos locales, una nave enorme y silenciosa, dotada de rotores inclinables y una barquilla para 400 pasajeros sentados. Sé que papá quería llegar a Germania en el riel de alta velocidad y que cedió a la lentitud del zeppelin para darme en el gusto. El sabía bien como se disfruta la primera vista de Germania desde el aire. Y como el sobrecogedor espectaculo podía cambiar para siempre la percepción del mundo que se tiene cuando uno es niño. Con los años y cada vez que pienso en el fatídico destino de Germania no puedo evitar dejar caer una lágrima. La arquitectura, la belleza de su calles, su legado a la humanidad, su simétrica perfección… todo perdido por un capricho de la naturaleza. En fin… El dirigible cubrió en tres horas la distancia entre Frankfurt y Germania. Recuerdo que el día estaba nublado y los verdes campos de la tierra patria alemana luchaban por colarse entre los jirones de nube. El primer indicio de nuestro arribo a la capital Europea fueron dos ME-978, de la Guardia Urbana de la Luftwaffe que aparecieron a un costado del zeppelin para rastrear que todo estuviera en orden en la nave, tras los atentados suicidas del 77, aquello era un trámite obligado a cualquier vehículo volante que se acercara al espacio aéreo de la capital del Reich. Entonces apareció. Las nubes se abrieron y la nueva Roma deslumbró sus mármoles y piedras perpetuas ante mis ojos de infante. El gran Domo del pueblo relució su cúpula colosal contra los ventanales del dirigible, atochados de turistas con cámaras fotográficas. La mayor ciudad del mundo, el espectáculo urbano por excelencia, una joya contra la decadencia de Londres y Nueva York… (continuará)

YGRIEGA (2ª Parte)

“LOS MUERTOS no envían correos electrónicos”, fue la reacción automática de mi novia cuando le conté lo que había sucedido en la mañana.
-Ni siquiera saben escribir, menos usar internet-, agregó, como si estuviera muy segura de lo que estaba diciendo. –Pero te va a pagar bien, así que yo me quedaría cómodamente en silencio y haría lo que me pidieran-, agregó con su mejor cara de perra oportunista.
Dio un tercer trago a su jugo de frambuesa y me pidió que le sacara un cigarrillo del bolso que colgaba tras el respaldo de mi silla. Metí la mano y a tientas busqué la cajetilla entre sus cuadernos y tonteras. Sin mirar cogí uno y se lo pasé, lo encendió con cuidado y lo apretó con fuerza entre sus labios.
-Mmm…-, pronunció en la primera aspirada. Un fósforo quemado humeaba en el centro de un cenicero de plástico pintado con la union jack, al lado de una caja con el dibujo de una flor en el dorso. Me acordé de que como a los ocho o diez años intenté comenzar una colección de cajitas de fósforos y estampillas, aunque no estuve mucho tiempo en eso. Dos o tres meses a lo más. Ni siquiera alcancé a juntar un número respetable, pero me conseguí algunas bastante bonitas de Dinamarca y Hungría, de la década de 1930. Algo valían , no sé cuanto, tampoco que fue de ellas.
Me quedé mirando el brazo izquierdo de mi novia, que le caía desnudo del tirante del jumper. La curación seguía allí: grande y blanca, dos vendas dobladas alrededor y por encima de una pelota de algodón. Le cubría desde el hombro hasta poco más arriba del codo.
-¿Todavía te duele?
-Más que la cresta, pero menos que antes.
-Ojalá valga la pena.
-Valdrá, tu también deberías hacerte una. En serio, las cicatrices rules.
-Como los tatuajes, el piercing y toda esa porquería.
-Los tatuajes son para maricas, además que si un día estás de malas vas y te lo borras, it´s so easy. Esto es eterno, como la vida misma. Te duele y te queda-. Se tocó con cuidado la herida y no pudo disimular el dolor. Se la hizo la semana pasada y estuvo dos días llorando sin mover el brazo. Entre sollozos y lágrimas me contó que cuando estuviera seca iba a tener la forma de un infinito, “esa especie de ocho, pero con un espiral de caracol en cada extremo”.
–Tal vez tenga problemas en el colegio-, añadió pasando un dedo por encima de la curación, sin tocarla, -pero me da lo mismo, no sería la primera vez, además me salvan las notas. Me saque un seis cinco, hoy en geometría. Ven, dame un beso.
Doblé mi cuerpo por encima de la mesa y le metí la lengua hasta la garganta. Ella me mordió los labios y yo giré la palma de mi mano derecha hacia arriba, como si fuera una gran araña moribunda. Mi novia levantó un poco su cuerpo y se las ingenió para poner una de sus tetas sobre la copa de mi mano. No llevaba sostén y el pezón se sentía duro y grande. Debería llevarla al baño y hacérselo aquí mismo. Comencé a mojarme.
-¿Pero tu jefe no fue el único que recibió el mail, verdad?-, me dijo, apartando sus formas de mi lado.
-Supongo…-, murmuré más que caliente. –Lo enviaron a un destinatario múltiple. A la lista de clientes escogidos, los que pagaban mejor, qué se yo…
-¿Quién más estará en esa lista?
Levanté los hombros y noté lo vacío que estaba el lugar. Miré la hora, ya debería estar de regreso en la oficina.
-Apuesto a que hay varios famosos, políticos, curas…-, prosiguió ella, torciendo la boca en su gesto más infantil y encantador.
-Supongo-, repetí-, él no me habló del resto, sólo de su caso… Sabes-, dudé, -no debería haberte contado nada, tal vez me maten por hacerlo-, exageré.
-No seas paranoico.
-No lo soy, pero uno nunca sabe.
-Ya, no te hagas el idiota y cuéntame más. Quiero saber toda la historia…
La miré, ya era demasiado tarde para arrancarme del lugar. Acercó su rostro, un brillo malicioso danzaba en sus pupilas cada vez más grandes.
-Dale-, insistió.
-Era uno de sus clientes más fieles-, comencé. Enseguida (y a mi modo) interpreté mucho de lo que mi jefe me había confesado en la mañana, cuando me trajo de Victoria a Temuco en su BMW plateado, nunca me había subido a uno. Fue rara la sensación de correr a casi ciento cincuenta kilómetros por hora en un auto más caro que la vida misma, por una carretera vigilada por milicos y pacos más preocupados de las quemas y asaltos mapuches que de los excesos de velocidad.
-Dicen que se tragaba todo-, explotó mi novia casi al final del cuento.
-Tu también.
-Pero yo no soy ni puta ni famosa. Además sólo te lo hago a ti y no te cobro. Eso no tiene glamour.
-Pensé que yo era glamoroso.
-Algo.
-Se acostó como diez veces con ella-, en realidad no tenía idea-. Además era cliente diario de los cortos pornográficos que tenía en su sitio. Me contó que le había dedicado algunos.
-En serio
-Si…-, vacilé, -o sea, eso me contó él. El huevón se gastó lo que no voy a ganar en años en esa perra.
-No le digas así.
-Bueno, en la señorita-, exageré. –En fin, el asunto es que según mi jefe, hubo algo más entre ellos, una especie de lazo emocional. Parece que Igriega le contó hartas cosas de su vida.
-¿Qué cosas?
-Ni idea, no me las dijo.
-Para mí, que el viejo se enamoró de ella y punto…
-No estoy tan seguro.
-…
-¿Qué?
-Nada.
-…
-Nada… ¿que cuando nos vamos a tomar un boos?
-No empecemos de nuevo.
-Latero.

CERRÉ LA PUERTA y me bajé los pantalones. Lo hice sólo por costumbre porque no tenía ganas de cagar ni de nada parecido. Afuera, en el baño, un par de compañeros de oficina hablaban de unas perritas que habían conocido anoche. Una tenía un nombre raro, como alemán, y follaba rico.
Me acomodé sobre la taza y desdoblé la hoja que llevaba guardada en el bolsillo trasero de mi pantalón, aún estaba tibia.

To: one@enrednet.cl
From: desarrollo4@enrednet.cl
Subject: Re: No hablaré del final
———–ORIGINAL MESSAGE———–
To: Y
From: List
Subject: No hablaré del final
¿Seremos capaces de ordenar, designar y abarcar el destino? Me gustaría comenzar a contarles historias. Historias lejanas, historias amarillas de polen, historias rojas y dudosas. Historias en que soy una virgen vestida de pétalos a la que le besan los pies. De la que no escapan los unicornios del bosque oscuro. Quiero que conozcan esos besos negros, llenos de vientos calurosos y húmedos que me han dado forma. Me gustaría estar aferrada a ustedes, entrelazada con sus brazos, protegiéndonos de un mal que no existe y que es tan lleno, tan grande y tan delicioso, más que el bien. Siempre ha sido así, pero ustedes eso ya lo saben. Silencio. Se han dado cuenta de que un silencio calmo nos invade. Y eso es bueno, después de todo las palabras no significan nada y se olvidan. Además que todo lo que eventualmente podría decirles ya se ha dicho. Por hoy, por esta mañana que ya se hace día, es todo. Los quiero mucho. Descansen hermosos, donde quiera que estén. Y.

Me puse de pié, arrugué el papel y lo tire dentro de la taza. Se fue empapando lentamente hasta que se hundió poco más de la mitad, como si fuera un pequeño iceberg. Pensé en las palabras de Igriega y lo único que pude concluir era que no entendía nada. El mail era como un mal poema en prosa, una sucesión de lugares comunes y frases cursis redactadas por un fanático de Tolkien. Me bajé el cierre del pantalón y meé sobre lo que aún flotaba del papel hasta hundirlo, luego tiré la cadena. Es muy cierto eso de que la vida tiene más vueltas que una oreja.

Canción para tu muerte

Recuerdo que Estela se encontraba mi lado como habitualmente lo hacía, con gracia, agrado y algo de resignación.
Ese día, íbamos a la casa de sus padres. La espera de tres meses para obtener el pase de circulación por fin había llegado y ya estábamos en camino. Por lo menos, ella tenía parientes, a mí, se me murieron todos en el último terremoto.
La música que oíamos en el VIA estaba agradable y Estela cantaba, conocía las canciones y las disfrutaba enormemente.
Hay tantas canciones, le dije, casi infinitas; ya que con el término del derecho de autor y los sellos, toda persona con un buen programa y los accesorios indicados podía hacer música que sonaba a la de antes y como la de antes, distribuirla por la red y a un costo ínfimo. Hacerse famoso muchas veces era cosa de días.
Pero en la actualidad existen más canciones que personas en el mundo, dije. Sí, a pesar que, como castigo de dios sigue aumentando la población día a día y nada parece detenerla, ya que ningún tipo de anticonceptivo ni cirugía funciona, se regeneran los órganos y las drogas son anuladas por el cuerpo; la vida se impone, dicen los naturistas y la iglesia. Nos vamos a reventar, dicen los sociólogos.
Que se acabe toda esta mierda, digo yo.
Y ahora, más que nunca la gente busca el placer rápido para olvidar y estar junta, en largas y extenuantes orgías. Pero siempre sucede lo mismo, la vida se impone.
A mi lado, Estela se acariciaba el vientre de cinco meses que crece en su cuerpo.
A ella, la conocí en una fiesta Pick-up hacía esos mismos cinco meses. Luego de la fiesta nos drogamos y nos dimos duro como todos los demás una semana entera. Pero ahí estaba ella en el vehículo, diferente, malditamente cambiada, como si alguien le hubiese robado el chip del cerebro y le puso otro cuando la jodida concepción se realizó. La maldita vida se impuso.
Había leído, antes de conocer a Estela, que debido a la sobre población mundial se habían efectuado ciertos “ajustes” a nivel hospitalario con los bebés nacidos luego del ´70. Estela según me dijo, nació el ´71, y yo, sólo un viejo de mierda del ´65; esos que todavía se emocionan con el dorado atardecer de los otoños el la capital, con los árboles semí-desnudos y el gris de mayo.
Lo concreto, era que nadie sabía cuales eran los famosos “ajustes”, pero desde hace unos meses se estaban muriendo decenas de personas por día, pero de nada, sólo aparecían muertos sin vida y sonrientes. Nadie se explicaba el motivo, nadie quería saberlo en verdad; y que más da, es lo que todos deseábamos, menos gente, más trabajo, más comodidad, menos tacos, más libertad. Con seguridad, pensé, esto debe tener alguna relación con los “ajustes” del ´70; no estaba equivocado. Lamentablemente muy pocas veces me equivoco en mis conclusiones.
Hablamos con Estela lo que le diríamos a sus padres, de la posibilidad de emigrar a las colonias del sur y del posible futuro de nuestro hijo no nato.
Cuando sonó la canción.
Su melodía era suave, armónica y a la vez rítmica. Estela sonreía, comenzó a tatarear la letra, parecía que la había oído siempre, dio la impresión que era su canción… hasta de pronto calló. Quedo tiesa, tan rígida como sólo una estatua podía estar.
Muerta.
Claro que estaba muerta, bien muerta; pero sus ojos aun brillaban con alegría observando más allá de los árboles y edificios.
Ordené al VIA que se detuviera y enviara un código de emergencia a carabineros. Ya habían pasado tres horas desde que habíamos subido. Era el tráfico de mierda. Todo para sólo avanzar diez kilómetros.
Nos faltaron sólo tres y habríamos llegado si a Estela no le hubiese gustado tanto oír música y el maldito “ajuste”.
Salí del VIA y observé el cadáver de Estela. Dos de un viaje, pensé. Caminé de vuelta al departamento a esperar los formularios.
De algo estaba seguro. Estaría nuevamente solo, más solo que nunca. Y no creo que vuelva a escuchar música por un largo tiempo.
Aquí, en las colonias del sur ya no hay radio ni televisión, y la música está prohibida por ley. Niños corren libremente por la tundra llevados por el viento.

La vida se impone.

[FELIZ CUMPLEAÑOS UCRONÍA CHILE]*********** Stgo, 1983: la habitación de un niño película.

Mamá cierra el libro. Me gustan los cuentos de los hermanos Grimm. Me tapa con mi manta de Super Friends, me besa la frente, me dice –te quiero– apaga la luz y se retira. Deja la puerta de mi pieza entreabierta. Escucho la voz de Papá. Suena cansado. La luz del pasillo se apaga y se van a acostar. Acomodo mi almohada y me quedo mirando la lamparita de seguridad enchufada cerca de la puerta. El rostro diminuto e iluminado de mister Magoo me tranquiliza y me duermo.
Despierto. Una luz silenciosa penetra la ventana de mi dormitorio. Es intensa… fría, antiséptica. Me escondo debajo de las sábanas. Trato de quedarme inmóvil. Aguanto la respiración. Me pica el ojo. No quiero rascarme. Pasa un minuto. Silencio. Quietud. Lentamente arrugo las sábanas y me asomo. La luz sigue ahí. Mi muñeco de Skeletor pasa flotando hasta chocar contra la ventana. Es seguido por una pelota de nerf, Boba Fett, un Rubik´s Cube, mi Slinky… Me da risa. Salgo de la cama. Salto, tratando de alcanzar mi juguetes. Quiero flotar como ellos. Acerco mi balde de legos a la ventana y me subo.
Cierro los ojos, giro el seguro y la abro…
[end scene 23:57:01]

Imagen: Sean Kernan

El Árbol de la Vida y los subgéneros de la Ciencia Ficción

«La ciencia ficción es la literatura del
cambio, y cambia mientras se está
tratando de definirla
«. Tom Shippey

Introducción:
Árbol de la VidaAntes que todo, quisiera advertir que soy enemigo de los límites y demarcaciones ya que, según mi juicio, no dejan flotar plenamente los conceptos fundamentales de las obras y coartan en cierto sentido su libertad. A la vez, me gusta entender lo que se habla a mi alrededor y lo que normalmente pasa cuando uno entra como recién iniciado al umbral de la ciencia ficción es que empieza a escuchar términos que no se entienden a buenas y primeras y sin una explicación previa. Entonces uno empieza a buscar extraños términos como “space opera”, “cyberpunk” o “ucronía”, como subgéneros de la Ciencia Ficción, e irremediablemente quedamos colgados en un signo de interrogación gigante. Como buen enemigo de las clasificaciones traté de negarme a tanta descuartización del género, pero al fin caí rendido resignándome que, a medida que el género evoluciona, serán más y más las aristas que le crezcan a este armatoste sin forma. Entonces tuve que empezar a familiarizarme con estos y otros conceptos que se desprenden de las obras de ciencia ficción y entrar en la selva de la información a rescatar algunos conceptos.

Vencer la inercia de puesta a régimen de los sistemas siempre es costoso pero luego podemos dejarnos llevar más fácilmente con su impulso y por eso he decidido hacer una pequeña investigación para conocer los subgéneros vigentes de la ciencia ficción que conocemos. Son definiciones y descripciones superficiales para que los iniciados en estas artes sepamos de lo que nos están hablando los eruditos de nuestro género cuando dejan un comentario en el e-zine, en el foro o en alguna charla de presentación de libros. Para ser justos, reconozco que manejar estas definiciones nos ayuda a entender mejor al género y a referenciar adecuadamente las obras cuando debemos hablar de ellas. En este caso nos centraremos en la obra de ciencia ficción escrita, dejando de lado el cine y el cómic que podrían generar otros tipos de clasificaciones.

Para lograr el resumen que voy a entregar me he dado vuelta la Internet con el Google visitando las distintas web de ciencia ficción en el mundo y he revisado las entrañas de la Wikipedia en busca del concepto adecuado, así que aquí vamos.

El Árbol de la Vida:

El “árbol de la vida” de la cábala está compuesto por diez esferas y veintidós senderos que las unen. Se agrega una esfera invisible que no está unida al resto. Estas esferas manifiestan los estados de conciencia divina con sus respectivos atributos y formas de expresión. Abarca desde el primer elemento esencial de la manifestación hasta el plano más concreto de la creación.

Tan solo con un fin lúdico, se exponen los principales subgéneros de la ciencia ficción en diez esferas que, en forma análoga, serán la completa manifestación del género para el estudio y comprensión entre las diferentes energías fantásticas, tecnológicas, mágicas, sociales y/o científicas que en conjunto con las aventuras, los sentimientos, las intrigas y/o la acción, que se desprenden de las páginas de los libros de este extraño árbol llamado ciencia ficción.

Contenidos:
1. Ciencia Ficción
2. Ciencia Ficción Dura (Hard)
3. Ciencia Ficción Blanda o Suave (Soft)
4. Tecno-Thriller
5. Cyberpunk
6. Surrealismo
7. Space Opera
8. Ucronía
9. Utopía y Distopía
10. Otros estilos

Cuando se ve el macizo árbol a lo lejos en toda su magnitud, y como una unidad, podemos darnos cuenta que Ciencia Ficción son todas aquellas narraciones fantásticas cuya base argumental está en los conocimientos científicos, el avance tecnológico y el impacto que éstos producen en la sociedad o los individuos. Una silueta subjetiva y global a la cual se le ha dado muchas interpretaciones ya que basta con acercarse un poco para comenzar a notar la diferencia entre sus ramas y hojas.En primera instancia vemos las dos esferas extremas: la raíz y la copa.

En la raíz, afianzada a la tierra con firmeza pero con ganas de volar, está la Ciencia Ficción Dura (Hard), atada los más posible a la realidad ya que en sus fibras el tema científico es tratado con la mayor rigurosidad que hace posible la trama de la historia fantástica. Normalmente utiliza términos científicos complejos y están sólidamente basados en el conocimiento actual (de cada época). Se caracteriza, entonces, por la verisimilitud de las descripciones que contiene en las ciencias “duras” (física, química y biología) y una probable proyección al futuro. A esta proyección también se le denomina Especulación Científica.

En el extremo opuesto, en la cima de la copa casi tocando las nubes, está la esfera de la Ciencia Ficción Blanda o Suave (Soft). Casi escapándose de las ramas para dejar volar su entusiasmo por lo fantástico, deja la ciencia como escenario de fondo y se centra en los conflictos psicológicos y sociales que produce el uso de determinada tecnología. Se olvida un poco de sus raíces para levantar la nariz y oler qué hay más allá en el bosque.

Más cerca, podemos ver en los relieves del tronco la esfera del Tecno-Thriller. Una red leñosa de intrigas y aventuras en que los elementos tecnológicos y científicos son parte fundamental de sus nudos. Es el suspenso modernizado con una especulación científica viable en el presente o en un corto plazo.

Siguiendo el árbol con más detalle notamos que tiene injertos cyborg en la rama del Cyberpunk. Desde esta extensión podemos divisar un mundo distópico o indeseable en el cual existe un alto nivel de tecnología y un bajo nivel de vida. Una rama cuyas hojas contienen nano-circuitos integrados que transforman el tóxico smog de un mundo superpoblado en una densa savia negra que gotea lentamente sobre la tierra. Derivando de ésta, nace el brote mecánico del Steampunk botando vapor flash a intervalos. Un estolón ambientado en el siglo XIX o en la Inglaterra de la era victoriana. Una tecnología “antigua” combinada con elementos modernos, como los computadores.

Me doy cuenta que algo se mueve en el costado. Un arrugado brazo que cruje pesadamente parece respirar y quejarse dentro de la esfera del Surrealismo. Un ente que cuestiona el sentido de la realidad y que en su paranoia descubre que la vida diaria es realmente una ilusión construida quizás por poderosas entidades externas, por grandes conspiraciones políticas, una realidad virtual, enfermedades mentales o el uso desaforado de drogas. Miro con más detención y me percato que no es un brazo, sino otra rama que se deriva del tronco.

Un poco más alto, otra rama tiene una vista privilegiada del cielo y las estrellas: El Space Opera. Una esfera que logra contener todas esas historias románticas de aventuras espaciales. Desde sus extremos se pueden observar naves cruzando el universo, visitando extraños planetas y normalmente contactándose con otras civilizaciones, humanas y alienígenas.

Junto a unos frutos veo una rama de crecimiento simpódico, es decir, sobre una misma rama crece otra que la reemplaza. La esfera de la Ucronía, cuya historia original está tomada de la realidad pero que es reemplazada por una realidad ficticia que da por supuestos algunos hechos no sucedidos. Esta rama es la respuesta a la pregunta: ¿qué hubiera pasado si…?

Más cerca de la copa, me encuentro con una extraña rama que se divide en dos direcciones opuestas: Utopía y Distopía. Ambas extensiones apuntan a una sociedad ficticia. La Utopía está dirigida a un mundo ideal, una sociedad perfecta, en donde existe justicia social, solidaridad y amor. La Distopía, en cambio, apunta al lado opuesto en donde existe una sociedad opresiva, totalitaria e indeseable. En esta última normalmente llega a extremos apocalípticos.

En el interior del follaje, en medio de la frondosidad están los Otros estilos. Son aquellos pequeños gajos que crecen y amenazan incluso con desprenderse del árbol. El Retrofuturismo es un nuevo concepto que quiere englobar al entusiasmo por las imágenes del futuro producidas en el pasado, particularmente a mediados del sigo XX. El Slipstream se desarrolla dudando de la pertenencia al árbol ya que no quiere estar limitado por su espesura, pero utiliza el cruce deliberado de sus géneros. Tanto que no cuadra dentro de los confines de la Ciencia Ficción y tampoco en la Ficción Realista.

Conclusiones:

Después de esta “experiencia mística” casi me convierto en mi enemigo encuadrando y clasificando y, después de leer y estudiar tanto los subgéneros de este subgénero, me he sentido como Paul Atreides cuando practicaba con Gurney Halleck el cómo descubrir la finta dentro de la finta. Ahora, que estoy más cerca del árbol y conozco sus componentes, no puedo evitar el clasificar la obra que estoy leyendo, la que estoy escribiendo o la que leeré.

He evitado deliberadamente el incluir obras de referencia a cada una de las descripciones para evitar caer en subjetividades que hacen olvidar que las definiciones son una herramienta referencial. A mi juicio, es tarea del técnico el uso correcto de esa herramienta y no del instrumento en sí, así que cada uno podrá decir, por ejemplo, que Fundación de Isaac Asimov (1951) es una novela de Ciencia Ficción Blanda y/o Space Opera.

Al final recuerdo que no me gustan los límites, que como un pájaro puedo recorrer este árbol y probar de sus distintos frutos y volver a volar entre las nubes o bajar a la tierra a descansar un rato. El árbol sigue ahí, a su vez, alimentándose de nuestras ideas, creciendo con ellas, podando sus ramas. Cambiando constantemente. Creciendo a gusto de un grupo de jardineros como nosotros que queremos construir nuestra propia Ciencia Ficción, aquella que está contenida en la esfera invisible. Aquella que está por venir.

Fuentes de consulta: