Dice que incluso Don Francisco lo entrevistó en Noche de gigantes, allá por el 80. que era conocido, que incluso llegó a formar parte de lo que fugazmente se conoció como “Jet set criollo”. Hoy mendiga en las esquinas de Arturo Prat y Tarapacá, sentado o incluso tirado como un perro en medio de la vereda. Ya no lo dejan subir a pedir a las micros, el hedor que su piel desprende se hacía inaguantable incluso para los micreros mas curtidos. Es difícil adivinar debajo de la mugre y de los piojos a aquel quien dice ser. Pero el aparta su pelo y muestra el tercer ojo, que no es mas que una cuenca vacía, una costra reseca en donde quizás alguna vez hubo un piercing. Pero el insiste en su cicatriz, incluso llega a tomar tu mano para que la toques, mientras muestra una carpeta con recortes, donde hay pegados noticias y recetas médicas entre láminas del álbum érase una vez el hombre.
A veces no habla, solo murmura guturalmente entre dientes señalando la carpeta, o mostrando la postal donde se ve a una figura juvenil saludando desde el balcón de La Moneda, junto al General, y donde por detrás se lee “Primer aniversario de la venida del Cristo de Elqui”.
Pero el olor es insoportable, y la gente solo atina a dejar unas monedas, y a alejarse del pozo de moscas en el que vive.