por Luis Saavedra
Un caballero de perfecta sincronía.
Hay una escena en “Tempest”, una rara joya de los 1980’s que está libremente emparentada con “La Tempestad” de Shakespeare, donde John Cassavettes, solo ante la inmensidad del océano en una isla griega, invoca la tormenta. Tímidamente al principio, casi inaudible, le pregunta en dónde se esconde hasta que los nubarrones se adueñan del cielo y comienza a llover. La escena es una sincronía con el estado anímico del personaje, puro realismo mágico. Me imaginaba a Sergio haciendo lo mismo cuando Patricio Alfonso contaba cómo una vez lo recibió en su casa una noche con un eclipse total de Luna, eso estaba en su estilo. Primero, preparar el velo; segundo, esperar el momento que el satélite asomara la cara; tercero, dejar caer la trampa. Ver cómo Luna se eclipsa.
Y lo volvió a hacer en el día de su funeral, en ese día tan helado y ventoso, subiendo la cuesta hacia el cementerio de Quillota. Desde arriba se domina toda la ciudad y se ve abajo serpenteando el que supongo es el río Aconcagua. Los árboles se arqueaban ante las ráfagas y hacía un frío que calaba, el perfecto escenario para una película de la Hammer. No sé cómo lo hacía, pero ese sentido de la puesta en escena se reflejaba en él, en su vestir, en su pensar, mantener siempre la estatura de la circunstancia. Así aprendí que su elegancia no era solo un tema estético sino un principio a contracorriente con la época, una forma de rebeldía. ¿Quién convocará ahora las nuevas tormentas? Aunque juguemos a tender trampas a la Luna, solo habrá uno que lo pudo hacer. Sergio Meier era un caballero en perfecta sincronía consigo mismo y el orden cósmico le daba toda la razón y lo acompañaba. Continue reading «Tres cosas que aprendí de Sergio Meier»