Mejorando el vecindario

En 1999 y 2000, la prestigiosa revista científica Nature presentó una nueva sección de artículos titulada Futures, una popular serie de breves relatos (unos tres cuartos de página, por lo general) de ciencia ficción sobre lo que el nuevo milenio tenía para ofrecer. Una segunda temporada de Futures (que será próximamente recopilada en una antología) fue publicada en 2005 y 2006, con la participación de autores de renombre tales como Bruce Sterling, Norman Spinrad, Stephen Baxter y Vonda N. McIntyre.

A continuación presentamos la contribución de Arthur C. Clarke a Futures, un breve texto publicado en el número 19 del volumen 402 de Nature, el 4 de noviembre de 1999.


Mejorando el vecindario

Arthur C. Clarke
Traducción: Guayec Perdomo

Al fin, después de numerosas hazañas en el campo del procesamiento de la información que llevaron nuestros recursos hasta el límite, hemos resuelto el ancestral misterio de la Doble Nova. Incluso después de tanto tiempo, solo hemos interpretado una pequeña fracción de los mensajes ópticos y radiales de la cultura que tan espectacularmente pereció. Pero los hechos más importantes, asombrosos como son, parecen estar más allá de toda disputa.

Nuestros desaparecidos vecinos evolucionaron en un mundo muy similar a nuestro propio planeta, a una distancia de su sol a la que el agua se encontraba normalmente en estado líquido. Tras un largo periodo de barbarismo, comenzaron a desarrollar tecnologías utilizando los materiales y fuentes de energía disponibles. Sus primeras máquinas, como las nuestras, dependían de reacciones químicas que involucraban los elementos hidrógeno, carbono y oxígeno.

Inevitablemente, construyeron vehículos para moverse sobre la tierra y el mar, así como a través de la atmósfera y en el espacio. Después del descubrimiento de la electricidad, rápidamente desarrollaron dispositivos de telecomunicaciones, incluyendo los radiotransmisores que nos alertaron de su existencia por primera vez. Aunque las imágenes móviles entregadas en sus mensajes nos revelaron su apariencia y comportamiento, la mayor parte de nuestra comprensión sobre su historia y eventual final deriva de los complejos símbolos que utilizaban para grabar la información.

Poco antes del fin, se enfrentaron a una crisis energética, gatillada en parte por su enorme tamaño físico y violenta actividad. Por un tiempo, el uso extendido de la fisión del uranio y la fusión del hidrógeno pospuso lo inevitable. Entonces, apremiados por la necesidad, hicieron intentos desesperados por encontrar alternativas superiores. Tras varias partidas en falso, que involucraban reacciones nucleares a bajas temperaturas de innegable interés científico pero escaso valor práctico, tuvieron éxito al descubrir las fluctuaciones cuánticas que tienen lugar en las mismas bases del espacio-tiempo. Esto les permitió acceder a una fuente de energía virtualmente inagotable.

Lo que ocurrió a continuación es aún una conjetura. Puede haber sido un accidente industrial, o un intento por parte de una de sus muchas organizaciones competidoras de ganar ventaja sobre otra. En cualquier caso, el mal uso de las fuerzas últimas del Universo causó un cataclismo que detonó su propio planeta y, muy poco después, su único y enorme satélite.

Aunque la aniquilación de cualquier número de seres inteligentes depería ser deplorada, es imposible sentir demasiada lástima en este caso particular. La historia de estas gigantescas criaturas contiene innumerables episodios de violencia, contra su propia especie y las numerosas otras que ocupaban su planeta. La posibilidad de que hubieran realizado la transición necesaria, como hicimos nosotros hace eones, desde una consciencia basada en el carbono a una basada en el germanio, ha sido motivo de intenso debate. Es bastante sorprendente todo lo que fueron capaces de lograr, siendo masivas entidades individuales que intercambiaban información a una velocidad patética, ¡a menudo mediante vibraciones de corto alcance en su atmósfera!
Aparentemente se encontraban a punto de desarrollar la tecnología necesaria que les hubiera permitido abandonar sus torpes cuerpos sostenidos químicamente, logrando así una múltiple conectividad. De haber tenido éxito, podrían haberse convertido en una seria amenaza para todas las civilizaciones de nuestro Cúmulo Local.

Asegurémonos de que no vuelva a producirse una situación similar.

Elia, la reina Sith

En la choza el humo hacía llorar los ojos. El hechicero saltaba y las pequeñas calaveras rellenas con semillas hacían un llamado al sueño de muerte. “Deja el miedo en la lluvia” cantaba arrastrando las guturales. “Olvida, déjalo ir. Recuerda la cosecha, recuerda el olor de la carne al fuego, recuerda a tu pueblo danzando la primera noche del largo día sin sol. Tu lugar está aquí con tus hermanos y hermanas. Deja el miedo en la lluvia”… y así seguía una y otra vez.
Todos en el clan estaban consternados. Era la tercera vez que se practicaba la ceremonia y Elia seguía tendida en la jaula, con los ojos abiertos, inexistente.

Su danza de muerte comenzó cuando era apenas una mota de pelos que clamaba por leche. Las hermanas de su madre muerta cumplían bien la labor de substitutas, su leche no era distinta, eran la misma sangre, el mismo clan. Una sola familia. Pero Elia las rechazaba siempre, hasta que el hambre la vencía.

Mala señal. El hechicero lo sabía. Una cachorra no debería rechazar el pezón que le trae comida. Sólo cuando estaba en brazos de su hermano parecía tranquila.

Mala señal. Una cachorra no debería criarse en los brazos de un macho.

Elia era la única sobreviviente del parto. La madre, Marci, había logrado sólo un cachorro vivo en cada camada. Sagú era el mayor, luego le seguían Parso y Devi. Los tres habían sufrido terribles heridas en sus búsquedas de aventuras en el suelo del bosque.

Mala señal. Un macho responsable sólo piensa en el bienestar de su clan y su familia. Un macho responsable aprende de los errores de los demás. De ellos sólo Sagú sobrevivió para convertirse en adulto y tras la muerte de Marci tomó la decisión más estúpida, hacerse cargo de la cría.
Había algo malo en sus espíritus. Seguían las reglas del clan, pero en sus ojos podía verse el descontento, una mirada que pretende ver más allá de las copas de los árboles. El hechicero lo sabía, la respuesta rugía en sus entrañas: estaban malditos.

El clan no los rechazaba. Había una enseñanza ahí. Eran el error que nadie debía cometer. El hechicero tenía razón, se debía hacer todo lo posible por ayudar a Elia. Su espíritu se lo exigía. Era el resultado de su propia semilla y Marci había sido una buena compañera, como muchas otras.

Elia creció a la sombra de Sagú. No era una hembra como las demás y las hermanas de su madre le negaban el consejo. Los cachorros la buscaban para jugar en la choza más alta, soñaban más de la cuenta al oír sus historias de lugares imposibles y criaturas que ningún ojo ha visto jamás. Las madres del clan vivían preocupadas, Elia no podía saber cosas que nadie le había enseñado. Por eso recurrieron al hechicero exigiendo la ceremonia destinada a los guerreros dementes que han visto demasiada muerte. No conocían otra manera.

Sagú se negaba. Sólo Daso, el jefe del clan, pudo hacer que entrara en razón. Elia debía olvidar lo que no podía saber. Sólo entonces Sagú puso a la pequeña en las manos del hechicero y ella sonreía como si se tratase de un juego.

Grandes rocas con forma de punta de flecha volando en el firmamento. Hilos de fuego destruyendo otras rocas más pequeñas. Criaturas sin pelo viviendo dentro de las rocas voladoras. Depredadores, cazadores y ganado comiendo del mismo plato. De estas cosas habló la pequeña con su lenguaje limitado. El hechicero había oído de su maestro una historia similar, muy antigua, y que nadie más conocía. Una antigua guerra librada no muy lejos de aquí.

Elia debía olvidar.

Luego de la ceremonia pareció cambiar. Elia ya no hablaba de esas cosas. Las madres estaban tranquilas. Sus tías le daban consejo. Ella aprendía las labores naturales de toda hembra y aunque su actitud era distinta al resto, no parecía haber motivo de preocupación.

Entonces vino el largo día sin sol, cuando la gran esfera en el cielo eclipsa la fuente de vida y se inicia el invierno. Elia, como todas las hembras nacidas en el ciclo anterior, había criado nuevo pelaje y en sus ojos brillaba el conocimiento antiguo de reverencia a lo desconocido.

Esa primera noche bailó. Fue una experiencia aterradora. Sus pies no se movían como los del resto, arriba y abajo, sacando astillas de la plataforma. Sus brazos hacían gestos graciosos, circulares, golpeando a sus compañeras de baile. Su rostro era una piedra sin expresión, los ojos blancos, la espalda curvándose con cada inspiración.

Nadie más bailó. El ritual se había manchado con locura y sangre de sus pies heridos. Los ancianos clamaron por su destierro. Las mujeres lloraron por las crías que nacerían muertas y por los machos que no regresarían a casa. Elia se detuvo, despertó del trance, oyó todo esto y cayó al suelo llorando desconsolada.

“No me maten” repetía quitando las astillas y limpiando la sangre en sus pies. El clan se apiadó, aquello que merecía entregar su cuerpo torturado a los depredadores fue perdonado. Y el hechicero inició la ceremonia allí mismo, saltando entre los puentes colgantes y rodeando el cuerpo de Elia con lianas.

Cuando su canto se apagó al fin, ocurrió el milagro. El sol destelló una vez más en el cielo, sólo un segundo. El mal estaba deshecho y el ritual se reinició con ardor en el canto de las mujeres. El clan había sido perdonado.

Sagú no dijo nada. Observó todo desde una choza más alta con el corazón golpeando fuerte en su pecho. Y cuando el ritual al fin acabó, cuando todo el clan había regresado a sus chozas, cuando sólo se oía el canto de las aves nocturnas y el lejano aullido de los depredadores de cacería, bajó a desatar a su hermana pequeña y se quedó allí vigilándola en su sueño intranquilo.
Elia soñó con ellos por primera vez. Dos criaturas altas y sin pelo en el rostro, vestidas con largas túnicas pálidas como flores y manos de cinco dedos blancos. Sus voces suaves la invitaban a seguir soñando y en su espíritu podía entender lo que decían, aunque el significado de las palabras estaba cargado de misterio.

Desde entonces Sagú no la perdió de vista. Donde quiera que él iba, ella tenía que acompañarlo. Sólo así evitaba que las mujeres la tironearan hasta arrancarle el pelo o que los de su edad la mordieran en los tobillos. No había mayor deshonra que ser un paria sin exilio.

Elia soñaba todas las noches. Soñaba con ellos. Soñaba con un ser oscuro que luchaba en singular combate. A veces podía sentir su dolor constante, agudizado con cada movimiento.
Otras veces soñaba con las extrañas rocas voladoras de su infancia. Ahora las veía con mayor nitidez. No eran rocas. Eran de metal como los cuchillos, grandes construcciones que ni un millar de herreros podrían concebir, capaces de surcar la noche eterna llevando vida a mundos imposibles.

Y una noche vio a Sagú. Lo vio allí, al pie de los árboles que eran su hogar, blandiendo la lanza contra un enemigo que no podía ver. Luego vio sangre, oyó gritos, y Sagú ya no estaba. No lo volvería a ver. Su hermano iba a morir.

Despertó llorando. Era sólo una pesadilla. Llamó a Sagú pero no oyó su gruñido tranquilizador. Miró en todas direcciones, afuera de su choza amanecía y Sagú no estaba.

La desesperación llenó de angustia su espíritu. Corrió fuera gritando por su hermano, las mujeres le arrojaron restos de comida. Los hombres mostraron sus dientes. Y Sagú no aparecía. Miró hacia abajo, al pie de los árboles, y revivió su pesadilla. Podía oler la sangre.

Se colgó de una liana y bajó rodeando el tronco con tal agilidad que los guerreros allí presentes aguantaron la respiración. Jamás habían presenciado tal destreza.

En el momento que sus pies tocaron el suelo por primera vez sintió algo nuevo. Una llamada. Un deseo incontrolable de correr en la dirección donde el sol se oculta cada noche. Sagú había dejado sus pensamientos, allí no había sangre, se había dejado llevar por su pesadilla. Ahora había un nuevo motivo para que la odiaran.

Oyó un crujido. Algo se acercaba desde la dirección de su deseo. Venía hacia ella. Traía algo consigo. Era la respuesta a su pregunta no formulada. Otro crujido, matorrales en movimiento, una voz conocida llamando a los vigías para que le tendieran una liana. Y entonces lo vio.

El hechicero.

Al verse ambos se quedaron quietos. Elia necesitaba saber que era lo que el hechicero ocultaba en su saco. Era la respuesta, y a la vez era la pregunta. Dio un paso hacia él cuando resonaron los cuernos.

Elia sintió el peligro. No había sentido algo así jamás en su vida. Un peligro se acercaba siguiendo el rastro dejado por el hechicero. El ruido de las lianas al golpear el suelo y los gritos de la multitud aterrada la sacaron de su trance. Un guerrero descendió para ayudarla a subir mientras otros dos tironeaban al hechicero.

Elia estaba a mitad de camino de la terraza más cercana cuando se percató que el guerrero que la había ayudado seguía en el suelo. Y sintió como si una mano invisible le apretara las entrañas. Era Sagú blandiendo su lanza, incapaz de subir a la liana por un pie herido luego de caer con todo su peso sobre una piedra filosa.

Entonces llegaron los depredadores. No eran los típicos lagartos que rondan el bosque en busca de carroña. Estos eran más altos que un guerrero y traían trofeos colgados de sus cuellos, largas hileras de calaveras, algunas todavía con piel y carne pegada al hueso.

Vieron a Sagú. Olieron su sangre, saltaron sobre su cuerpo y acabaron con su vida entre risotadas frenéticas.

Elia estaba petrificada. Lo había visto en su pesadilla y lo había propiciado. Era su culpa.
Los depredadores rondaron los árboles desde entonces. No se los podía ver, pero el clan sabía que permanecerían cerca hasta que el hambre los empujara a seguir su camino.

Elia fue rescatada por un grupo de guerreros furiosos. La pellizcaron, la mordieron, la escupieron, manosearon sus genitales mientras gruñían amenazas. Pero Elia ya no estaba en su cuerpo. Flotaba boca abajo en el mar de su culpa. Una vez en la terraza el hechicero le palmeó el rostro con tal fuerza que de su boca cayó un diente y la sangre manchó su pecho. Las mujeres clamaban por su sacrificio. Elia era una fuente de desgracia.

Entonces Daso rugió, “no habrá más sangre” y no hubo necesidad de explicar la razón. A lo lejos aún se oían las carcajadas siniestras de los depredadores.

Las mujeres corrieron a lavar el cuerpo de Elia y ungirlo con aceites. El hechicero revisó su boca y extrajo otro diente suelto. Entonces se dio cuenta, el olor manaba de ella y era una señal inequívoca. Elia entraría en calor en poco tiempo, antes incluso que otras hembras mayores que ella. Una razón más para aislarla.

El cuerpo lacio fue arrastrado hasta la choza del hechicero. Allí estaba la única jaula del clan y nadie, ni siquiera el hechicero, tenía recuerdos de la última vez que se había encerrado a alguien en ella. Nadie cometía delito alguno en contra de su propio clan.

Elia fue encerrada allí sin ceremonia. El hechicero encendió su brasero, extrajo algo de su saco y lo arrojó a las brasas. Una nube de humo plateado se desplegó ante él y el sueño de muerte inundó la habitación haciendo picar los ojos.

El hechicero la miró. Sentía remordimiento. Era una dura prueba para todos y la solución no podía ser fácil. El humo ya había penetrado en sus pulmones y sus sentidos se agudizaban con cada respiro.

Se vio a sí mismo haciendo la ceremonia una última vez, y así fue. Elia no reaccionó. Entonces se vio fornicando con ella, la tomó sin consentimiento y ella tampoco reaccionó. Su mente daba vueltas, vio a Elia caminado en un claro del bosque entre plantas rojas como la sangre… y supo que no había más remedio.

Abrió su saco, con una pinza extrajo un manojo de hojas frescas, venenosas, rojas como la sangre, y las molió en el mortero. La pasta roja parecía brillar en la oscuridad de la choza. Sus lágrimas se mezclaron con el preparado mientras abría la jaula y se sentaba junto a Elia, recitando el canto de los muertos. “Llegarás al lugar donde todos iremos, te reunirás con los ancestros y cruzarás el cielo hacia la gran esfera desde donde todos venimos”.

Elia tragó la sustancia amarga por simple reflejo. Su boca se adormeció, luego su garganta, su pecho y sus entrañas. Fue como quedarse dormida y sintió paz, sintió que podía volver a vivir su vida otra vez, deshaciendo los errores.

El mundo se apagó a su alrededor. Y en la oscuridad vio una flama que pronto se transformó en una fogata. El guerrero oscuro yacía muerto, tendido en una pira fúnebre. Su cuerpo ardió y de él y los que recorrieron estas tierras sólo quedó un recuerdo que pronto fue olvidado.

Elia abrió los ojos. Había visto la verdad. Tenía la pregunta y la respuesta. Podía sentir el veneno de la planta actuando en cada célula de su cuerpo. Y a diferencia de otros que murieron tras el simple roce de sus espinas, Elia lo controlaba y lo hacía suyo. Ya no tenía nada que temer.
La puerta de su jaula estaba abierta. El hechicero yacía junto al brasero, convulsionando y escupiendo espuma. Afuera aún era de día. Los niños cantaban no muy lejos de allí. Las mujeres reían mientras realizaban sus labores domésticas. Los guerreros compartían sus raciones de carne seca. El jefe del clan dormía la siesta en su choza privilegiada. Era un día normal, tranquilo, feliz.

Un día sin Elia.

Y sintió el odio por primera vez. Sagú había muerto apenas esa mañana, aún podía ver su carne desgarrada, oler su sangre, sentir su tragedia.

Tomó una daga de entre los amuletos del hechicero y le abrió el cuello con un solo corte. Bebió la sangre que manaba a borbotones y salió de la choza cubierta con el color de la desgracia.
Alguien la vio. Oyó gritos de horror y guerra. Oyó a Daso gritando “¡matadla!”.

¿Morir? Puso la daga entre sus dientes, notando que le faltaban dos incisivos. En sus genitales aún ardía la violación del hechicero. En sus manos y piernas podían verse las marcas de la tortura. ¿El clan había hecho con ella todo lo que estaba en su lista de cosas prohibidas y era ella la que debía morir?

Saltó de esa terraza maldita, tomó una liana, rodeó un tronco, saltó a un puente, se dejó caer entre las ramas del árbol madre, sujetó otra liana y tocó el suelo del bosque con gracia. Echó a correr hacia donde el sol se oculta cada noche, esquivando rocas y ramas por pasajes jamás transitados, escalando árboles y balanceándose entre lianas.

Nadie la siguió. Y cuando el sol enviaba los últimos destellos del día, llegó a ese claro de su sueño, rojo como la sangre.

Las plantas parecieron cobrar vida, movidas por un viento inexistente, dándole la bienvenida. Elia avanzó, se sumergió en el dolor de sus espinas que pronto se transformó en una caricia. Comió sus hojas y pudo ver. Vio todo. Sintió todo. La vida en este planeta y en los mundos cercanos, luego los lejanos, hasta que ya no hubo vida que fuera desconocida a su visión.

Entonces los volvió a ver. Y esta vez ellos la vieron también. Había sorpresa en sus miradas. Eran un macho y una hembra, hermanos. Y en su interior palpitaba un poder que ni Elia había podido imaginar, un poder que pronto superaría con creces.

“¿Qué eres?” preguntaron en un idioma de sonidos extraños. Elia no respondió, entendía perfectamente a qué se referían. No les interesaba saber su raza, el origen de su clan ni el nombre de la estrella donde orbitaba su mundo. En su pregunta estaba implícita la respuesta, “eres aquello a lo que más tememos”.

Elia lo sabía. Sabía lo que era, lo que podía llegar a ser. Y ellos no sabían nada de ella, dónde estaba ni por qué no la habían sentido hasta ahora.

“Soy Elia” dijo y cerró su espíritu a la visión de ellos. Jamás la volverían a sentir, no podrían encontrarla por más que buscaran en todo el universo conocido. Estaría oculta hasta que llegara el momento.

Y fue entonces que sintió el objeto. Estaba de pie en el lugar indicado, en el centro de este paraje bañado por la luz de las estrellas. Bajo ella, entre las cenizas del guerrero oscuro de sus sueños, estaba el objeto que la haría el ser más temible de este extremo de la galaxia. No hubo necesidad de escarbar. El objeto vendría hasta su mano sin esfuerzo.

La sensación de peligro se apoderó de su pecho, algo se acercaba. Concentró sus ideas, llamó al objeto y éste salió despedido de debajo de la tierra. Elia lo atrajo hacia su mano y cuando llegó a ella, se activó.

Su grito silenció el bosque entero. Un haz de luz rojo proveniente de uno de los extremos del objeto le había quemado el rostro, cegando su ojo derecho. No había tiempo para lamentarse, el peligro estaba sobre ella. Tomó el objeto con sus dos manos y lo blandió con increíble destreza, danzando entre las plantas mientras los depredadores que se habían deleitado con la carne de su hermano caían partidos en dos a su alrededor.

En apenas una decena de latidos volvió a estar sola. Observó el objeto con detenimiento, estaba claro su propósito. Movió un trozo de metal en la base del arma y el haz de luz se extinguió. Lo volvió a encender y apagar una y otra vez, deleitando su vista, rodeada de rojo y sangre.

El odio que hervía en su espíritu cobró nueva fuerza. La quemadura en su rostro ardía y aumentaba su furia y frustración. Comió más hojas hasta que su estómago ya no pudo más y echó a correr de regreso a los árboles del clan que la había visto nacer, con el arma en su mano, deseando la muerte para todos.

Nacimiento

Un pinchazo. Ruido. Un escalofrío eléctrico recorre las sendas positrónicas asociadas a la percepción del entorno. Sistema aural: señales sinusoidales puras en frecuencias variables entre 20 Hz y 20 KHz. Las señales aurales se detienen, los registros señalan palabras binarias de 64 bits copando un tercio de la capacidad de memoria. Externamente el jack de datos abre un espacio de datos positivo, creando un flujo de información que copa los bancos de EEPROM disponibles. Silencio. Negrura. Pausa. La inmovilidad atemporal es alterada por una percepción tubular del sonido circundante. Del banco de memoria extrae muestras para comparar. Tras filtrar varias veces los sonidos muestreados, asocia el sonido con un movimiento distante de herramientas.

Nada.

POST: incompleto
Operación: 50%
Conecte dispositivo visual!
Giroscopios:
H: error
V: error
P: error
Bancos de datos: incompletos
Fuente de poder: externa
Motor de flujo axial 2: error
Motores de flujo axial 3: inexistente/desconectado
Motores de flujo axial 4: inexistente/desconectado
Salida de audio: inexistente/desconectado

Nada.

Silencio. Luz. Imagen. Ruido. Aplica flitros de enfoque, buscando el grado determinado. Filtrado del ruido, limpiando las imágenes; imposible de completar, contraste excesivo: hay una luz muy brillante pendiendo sobre el objetivo. Ajuste de la sensibilidad a K9300: objetivo detecta un plano cuadriculado, de bajo contraste. Limpieza ultrasónica del CMOS. Enfoque: error. Conexión objetivo: exitosa. Test: 10mm… 35mm… 50mm… 200mm… 400mm… f2.0… f3.8… f5.0… f11… test completo con éxito: plano de alta definición, encuadre perfecto. Balance de blancos: exponga gris neutro. Blancos en balance: detección de luces semiconductoras. Silencio. Imágenes de prueba. Distorsión de barril: compensada en post procesado. Viñeteado: compensado en post procesado. Aplicación de filtro antialias. Visión tubular!!!

Nada.

POST: incompleto
Operación: 75%
Giroscopios:
H: error
V: error
P: error
Bancos de datos: incompletos
Fuente de poder: externa
Motor de flujo axial 2: error
Salida de audio: inexistente/desconectado

Nada.

Imagen y sonido. Preaplicación de flitros establecidos. Enfoque. Detección de bordes. Reconocimiento de patrones. Ajuste en giroscopios: activo. Activo. Activo. Vertical: 90°. Horizontal: 0°. Plano: 12°. En el encuadre entra una imagen blanca coronada por una esfera oscura. Se retira y da paso a una imagen blanca coronada por un una esfera clara. Siente como manualmente trastean con el objetivo, logrando más enfoque. Autónomamente corre un POST secundario y detecta un chopper conectado a la fuente de poder externa. La frecuencia es baja, y siente los varios rectificadores conmutando cada tres o cuatro ciclos. El motor de flujo axial 2 no se detecta. Vuelve a correr el POST secundario, esta vez con el modificador –bg, para permitir que corra en forma permanente, ya que los resultados del primero no se almacenaron: falta un banco de memoria.

Recorre el entorno con los sensores que apropiadamente tiene instalados, y se descubre sobre un plano, plagado de pequeños obstáculos; descubre un plano inferior, uno superior, y a lo lejos planos perpendiculares. Hay numerosos errores en la detección del plano inferior. Uno de los errores se acerca hasta que en el encuadre entra la misma imagen blanca coronada por una esfera oscura. La asocia con el error percibido. Efectivamente, ningún error permanece mucho tiempo en el mismo lugar en el que fue detectado. El error más cercano trastea con algo muy cerca y de pronto, nada.

Nada.

POST: incompleto
Operación: 90%
Giroscopios:
H: 0°
V: 0°
P: 0°
EEPROM: programar!
Fuente de poder: cargando
Capacidad: 30°
Salida de audio: inexistente/desconectado

Nada.

Los sensores detectan los planos y el volumen disponible entre ellos, la luminosidad y los obstáculos. Hay silencio casi absoluto excepto por un chasqueo plástico constante. Siente el motor de flujo axial 2 operando correctamente; rectifica el registro de errores. Los errores de detección de los planos han disminuido, y algunos están inmóviles. Uno de los errores detectados se encuentra a 270° respecto del punto de visión, pero muy cerca. Siente un puerto de datos conectado a una de sus entradas y el protocolo serial le exige dedicar un bus de datos para insertar datos en la EEPROM. Lo hace. Tras unos pocos ciclos el bus de datos palpita con instrucciones.

bank.open(EEPROM){
set.baud=54e12;
format {
mem=ROM;
type=4ALPHA-K;
rows=540;
cols=12800;
depth=1024e15;
status==0; } }
for i=540 & j=12800 {
begin.rec(EEPROM);
notify(status); }
if notify(status)=1 & i==0 & j==0
then{
end.rec(EEPROM);
bank.close(EEPROM);}

Tras pasar las instrucciones por el intérprete, ejecuta las instrucciones y destina un espacio en la EEPROM según se le ordena, y empieza a ubicar bytes y bytes de información. Demora 12 kilociclos del rectificador 64p en localizar la información recibida y emitir status==1. Por el bus de datos fluye un nuevo bloque de instrucciones críptico:

clock.sync(base)=64p;
clock.sync(main)=base * 1e9;
clock.sync(op)=base * 0;
clock.sync(alt1)=base * 0;
clock.sync(alt2)=base * 0;
clock.sync(alt3)=base * 0;
clock.sync(alt4)=base * 0;
count.zero;
begin;

Nuevamente interpreta las instrucciones y sincroniza todos sus contadores con el rectificador 64p, y vuelve los contadores a cero antes de caer en

Nada.

POST: OK
Giroscopios:
H: 0°
V: 0°
P: 0°
EEPROM: OK
Fuente de poder: operando
Capacidad: 95°
Salida de audio: inexistente/desconectado

Nada.

Siente movimiento y en la imagen en foco entra una persona, vestida de blanco. Es un hombre, de unos 35 años. Lleva la cabeza afeitada y su piel es oscura. Se acerca y mientras extrae un objeto no reconocido de una caja, ejecuta una rutina de detección de bordes sobre un recuadro oscuro, colgado del ropaje blanco. Almacena la información retenida sobre el CMOS, ejecuta un filtro de enfoque, ejecuta una rutina de eliminación de ruido de tres pasos y sobre ello regula contraste y brillo al máximo. Alinea los bordes rectos. Traslada los datos a los registros de interpretación y el procesador anuncia el resultado: Q’aiser Remtulla.

Q’aiser se arrodilla saliendo del encuadre. Pero descubre algo que no estaba presente en los registros: la existencia de unos nanomotores de disco que permiten desplazar el cristalino de la lente, logrando mover el ángulo de visión más allá de lo que el encuadre neutro permite. Carga los controladores, ejecuta una rutina para fijar los parámetros de operación. Mueve el enfoque y descubre que Q’aiser Remtulla atornilla algo al chasis, para luego cerrar con un golpe una portezuela.

Se activa el registro principal de la salida de audio, y a través de su objetivo ve que Q’aiser mueve la boca. Carga los controladores de la salida de audio mientras asocia los movimientos con los ruidos que percibe, y activando las rutinas comparativas extrae las palabras de la EEPROM. El hombre le dice:

–Orden prioritaria: comprobación de sistemas. Ejecutar.

Mientras ejecuta la prioridad se logra oír por primera vez. Recita los parámetros indicados por la orden prioritaria, a continuación recita el estado de sus motores, bancos de memoria, batería y sistemas rectificadores. Q’aiser, atento a una pantalla que sostiene en sus manos asiente satisfechamente. Claro, Q’aiser no entiende nada del galimatías electrónico que emite por su salida de audio, pero por suerte la salida es lenguaje de máquina, fácilmente traducible por cualquier autómata intérprete. Se levanta, deja la pantalla a un lado y mira una pantalla más pequeña, adherida a su brazo, y dice:

–Orden prioritaria: modo de seguimiento. Ejecutar.

La orden obliga a formar un patrón de detección tridimensional, detectar los bordes de Q’aiser y mantener una distancia constante. Durante varias horas Q’aiser Remtulla se desplaza de un lado a otro y lo sigue. Sabe cuando esperar, y si Q’aiser se esconde detrás de una puerta lo sigue detectando. Durante el día recibe numerosas órdenes no prioritarias y las ejecuta perfectamente, tal como la programación almacenada en la EEPROM ordena. Al tener procesadores adaptivo-predictivos no almacena todos los datos obtenidos al ejecutar cada orden, sólo crea los engramas necesarios para reconstruirlos. Cada vez ejecuta las órdenes en formas más eficientes y breves, para satisfacción de Remtulla, que se entretiene emitiendo órdenes cada vez más complejas. Al final de doce horas Q’aiser ordena:

–Orden prioritaria máxima. Ejecutar. Sígueme.

En ese momento queda liberado de las obligaciones anteriores, y se activa su procesador de libre albedrío, sujeto a las órdenes que pueda recibir. Las rutinas de discernimiento ocupan naturalmente su espacio en la RAM, sin interferir con las rutinas de detección de bordes y reconocimiento de planos y volúmenes. Sin recibir ninguna orden activa su modo de seguimiento. Ordena al chopper aumentar la frecuencia de sus pulsos y como consecuencia aumenta el flujo en los motores. Acelera hasta alcanzar la distancia prudente establecida y se instala al lado de Q’aiser, regulando la velocidad hasta emparejarse con él.

Ambos siguen un pasillo difusamente iluminado, con muchas curvas. Superan algunas escaleras, cosa fácil para Q’aiser; sin embargo debe alterar su base tripoidal y operar durante unos instantes en modo bípode para sobrepasar el obstáculo. En su memoria locacional los engramas que reconstruirán con exactitud el plano de los lugares recorridos están siendo clasificados y asociados, los duplicados eliminados y los recurrentes resumidos.

Al doblar una esquina, Q’aiser se detiene delante de una puerta, se pasa las manos por la calva cabeza con nerviosismo, mira directamente hacia su objetivo, que ajusta sus lentes asféricas para mantener la imagen en foco, mete la mano a un bolsillo y saca un paño oscuro. Acto seguido se arrodilla y frota enérgicamente el chasis, tanto que los giroscopios indican variaciones en la posición vertical, y un mínimo desplazamiento horizontal: su cuerpo se tambalea.

Tras unos instantes se levanta, lo rodea y regresa a la posición inicial, satisfecho. Toca la puerta y (el interior es un volumen semicircular de bases planas, ocupado por una persona voluminosa sentada tras un plano semicircular) desde dentro se oye una voz. En realidad no oye, sino que muestrea y codifica sobre la marcha el sonido percibido, luego compara con las muestras tras filtrar y su intérprete vocal traduce:

–Adelante.

La puerta se abre y Q’aiser Remtulla entra; como el modo seguimiento está activo, lo sigue. La estancia es luminosa; ajusta la sensibilidad del CMOS y aplicando la misma rutina muestreo-codificación-interpretación escucha la siguiente conversación:

–Profesor Remtulla, bienvenido. Tenga usted salud esta tarde.
–Decano, la salud sea suya. He terminado mi trabajo, y he creído apropiado presentarle a usted el prototipo del androide multipropósito en el que he estado trabajando. R2-D, saluda al decano Q’rin Magulla.

La Venganza del Sith

(obra de teatro en dos actos)
Script preliminar

La República es un monstruo del tamaño de la galaxia. Gigante burocrático que ha ido decantando en un elefantiásico sistema de castas políticas, administrativas y aristocráticas que exigen enormes cantidades de recursos para su sustentación.

Planetas completos, en la periferia de su jurisdicción, han sido sometidos bajo el pretexto de “ser incorporados a los beneficios de la vida republicana”. En realidad esclavizados para la extracción de materias primas o producción de insumos necesarios para sostener a gordos senadores y sus delegaciones de miles de personas en Coruscant y en los cientos de planetas destinados exclusivamente a la habitación y placer de las castas aristocráticas gobernantes.

En Tatooine se desata una rebelión de mineros contra el comité administrativo enviado por el senado de la República. Parece estar dirigida por líderes sindicales asociados a los Sith.
El consejo Jedi envía a Obi Wan y a Qui-Gon Jin a investigar, como parte de los sistemas de represión policial desplegados para sofocar de inmediato la mala publicidad que producen estos levantamientos. Se están comenzando a hacer demasiado recurrentes en los asentamientos de la periferia galáctica.

Investigan y descubren que es no es una conspiración cualquiera, sino una para producir el bloqueo de la producción de cristal negro (materia prima estratégico para la producción de combustible de navegación espacial. Sin al acopio necesario el comercio colapsa y con él la estabilidad de la República).

El levantamiento en Tatooine está liderado por una mujer. Kadmá Sambhalakar, famosa por haber dado a luz a un hijo sin haber conocido varón.

Mace Windu recomienda, como parte de la estrategia, un patrullaje paralelo que localice y secuestre al hijo de Kadmá. Su gran punto débil.

Luego de un par de aventuras menores, Qui-Gon Jin y Obi Wan la descubren y se enfrentan a ella.

Kadmá les conmina a unirse al levantamiento. Apela a la naturaleza bondadosa de la cultura Jedi y los arenga a no cegarse frente al sufrimiento de los trabajadores de las colonias de la periferia.
Qui-Gon le responde que él es sólo el brazo armado de la República. Que recibe órdenes y que ella se ha levantado contra todo lo que él respeta. Kadmá los acusa de haberse rebajado de ser una orden sacra de caballeros a meros policías y perros guardianes de la oligarquía galáctica. Qui-Gon la ataca. Obi Wan lo sigue.

Luego de una larga batalla Kadmá mata a Qui-Gon.

Obi wan se lanza contra ella furioso. Kadmá le grita que pare, que no quiere más muertes, que lleguen a un acuerdo. Obi wan está cegado y comete un error. La nena lo bota al suelo y le pone el sable en el cuello. Le dice que ella no quiere combatir más.

Obi Wan le dice que ya tienen a su hijo y que pagará por lo que ha hecho. La mujer siente la voz de Anakin que la llama desde el pasillo, se distrae y Obi Wan le hunde el sable en el estómago. La mujer cae.

Entra Anakin (6 años), grita y corre hacia ella llorando. Obi Wan, más tranquilo, se conmueve con la escena y se arrepiente de su conducta (“soy un asesino”, piensa) llama a soldados de la República para que se lleven al niño.

La mujer, agonizante, le pide a Obi Wan que la perdone, que proteja a su hijo. Que no deje que los Sith le pongan la mano encima. Que lo entrene en el lado luminoso porque “la fuerza es muy poderosa en él” y no quiere verlo consumido por el odio del lado oscuro como lo fue ella, aunque las razones parezcan ser las correctas. Que por favor no le cuente que ella era una Sith.
Obi Wan, lleno de culpa, promete protegerlo.

20 años después

(Despacho del canciller Palpatine. Anakin y Obi Wan discuten. Anakin es protegido y guardia personal del canciller. Obi Wan apela a su condición de Jedi para pedirle que coopere espiándolo)

–Anakin, llegó el momento de definir tus lealtades. Ya casi eres un caballero Jedi. Debes decidir entre tu lealtad a la orden o al canciller.
–¿Por qué debería? Él es la República. Los jedi nos debemos a la República ante todo. Lo que me pides es alta traición.
–¡Él ya no es la República, Anakin! ¡Eres el único que no lo ve!
–Palpatine está protegiéndonos de los separatistas…
–¡Él inventó a los separatistas para acumular poder! ¡Está alimentando el miedo del Senado para adquirir más y más poderes especiales, Anakin, por dios! ¡Cuando ellos se den cuenta será demasiado tarde!
–No puedo creerlo…El ha sido un padre para mí
–Anakin…no quiero que nada malo te ocurra…le prometí a tu madre…
–Siempre lo mismo…no soy yo quien te importa sino tu maldita promesa. Si un sith mató a mi madre, entonces mi deber es estar junto al canciller que es quien los combate.
–Anakin…
–Tú no sabes de mi soledad, no sabes de mi dolor. Sólo te empecinaste en convertirme en una máquina…sólo para saldar una promesa…
–No es así, Anakin…
–Yo no te importo. De la única persona que he recibido afecto y preocupación es de la persona a la que ahora me pides que traicione…Ya sabes donde está mi lealtad, no me hagas elegir a mí también.
–Anakin, por favor…
–Te respeto. El maestro Yoda ha sido mi guía, Mace siempre ha tenido un buen consejo para darme y a tí, Obi wan, te quiero como a un hermano…daría mi vida por tí, pero no me pidas que traicione mis principios, a la República y a la única persona que me ha dado algo de afecto…
–Anakin…
–No me dejas alternativa, Obi Wan, creo que dejaré la Orden. Mi deber está junto al canciller.

(Entra palpatine al despacho)

Palpatine le dice a Obi Wan que ya lo sabe todo. Que el levantamiento de los Jedi en su contra los convierte en traidores y a la Orden en movimiento proscrito.

Obi wan enciende el sable. Anakin, consternado, hace lo mismo y se interpone. Angustiado, le pide a Obi Wan que no haga nada estúpido, que se verá obligado a detenerlo, que lo último que quiere es luchar contra él.

Obi Wan le pide por última vez que se una al levantamiento antes que sea tarde. Que el único traidor es el canciller.

Anakin está confundido y angustiado.

El canciller le dice que la Orden busca un golpe de Estado para tomar el poder y destruir la República.

Obi wan le grita que no es cierto. Que lo que buscan no es destruir la República sino rescatarla.
–Es decir, que es cierto que preparan un golpe de Estado contra la República, Obi Wan?
–Sí… pero para limpiarla de corrupción y después de un tiempo…
–¿Después de un tiempo, Obi Wan?
–Tú no entiendes, Anakin…
–Anakin ya no es un niño, Obi-wan –interrumpe Palpatine
–Anakin, debes creerme…
Palpatine, tranquilamente, le dice a Obi Wan:
–¿Por qué debería creerte?
Luego hace gestos de consternación y le dice a Anakin que se había prometido no contarle nunca lo que tenía guardado como un carbón ardiente en su corazón, pero que las circunstancias lo obligaban.
–Anakin. Obi Wan te pide que le creas, pero, ¿te contó él cómo murió tu madre?
Obi Wan, se pone pálido.
–Murió asesinada por un Sith durante las rebeliones Tatooine cuando yo tenía seis años… ¿pero, qué tiene que ver con todo esto?
–¡No lo hagas, Palpatine! ¡No lo digas!
–Que no diga qué… –dice Anakin confundido y sospechando algo terrible.
–El no quiere que te cuente que fue él mismo, Obi Wan, quien mató a tu madre a sangre fría, Anakin.
–No…
–Tu madre fue una valiente Sith luchando por liberar la galaxia de toda esta carroña religiosa y burócrata, de esta política corrupta e inútil…
–¡Di que es mentira, Obi Wan! ¡Explícale!…
Obi wan permanece callado y abatido.
–¡Di algo, Obi Wan!
–No dice nada porque es cierto. Y tú ya lo sabes en tu corazón, Anakin, ¿verdad? El mató a tu madre y fue la culpa y el temor a tu venganza lo que lo impulsó a traerte al corazón de la República, para esconderte de nosotros. Te entrenó y te dio todas las herramientas, pero sólo estaba fabricando la espada de su propio destino –sonrió satisfecho.
–Obi wan… –Anakin llora pero su rostro comienza a cambia.
–Para esconderte te trajo directo a nosotros…
–¡Obi Wan!
–Anakin, no…
–¡Obi Waaan! –grita Anakin y se lanza a matarlo.

(Larga y furiosa lucha. Entremedio se dicen un par de cosas que agudizan su distancia)

Finalmente Anakin golpea a Obi Wan que cae al suelo desarmado y semi inconsciente.
Entra Padmé Amidala con seis Jedis y una orden de arresto contra Palpatine, respaldada por una parte del senado.
–¿Tú también me traicionas, Padmé?- Dice Anakin con el rostro desfigurado–. ¿Tú también me vas a dejar solo? ¿Qué es todo esto que ya no entiendo?
Anakin levanta una mano y comienza a estrangularla. los Jedis encienden sus sables. El canciller hace lo mismo. Los Jedis se lanzan al combate. Anakin suelta a Padmé y lucha con el canciller espalda con espalda.
Derrotan y matan a los seis Jedis.
Anakin se acerca a Obi Wan para darle el golpe de gracia, pero éste le dice:
–Mataste a Padmé ¿No sabías que estaba embarazada?

Anakin, sorprendido, mira hacia el cuerpo de la princesa. Obi Wan enciende su sable y le corta las piernas. Palpatine lanza sus rayos al conjunto. Obi Wan usa a Anakin, que aúlla de dolor, como pantalla contra el ataque del canciller y rueda a través de la ventana aferrado a él. Ambos caen pero Obi Wan consigue aferrarse a una saliente del edificio y saltar hacia una cornisa de un edificio contiguo. Desde ahí ve a Anakin caer hacia los generadores del edificio.

Anakin ve a Obi Wan mientras cae, no mueve un músculo. Su hermano lo acaba de destrozar y utilizar como escudo humano. Acaba de matar a su esposa embarazada. Se deja caer sin intentar evitarlo, destruido por dentro.

Desde la ventana, el canciller ve a Anakin cayendo contra los generadores como una mosca hacia una lámpara electrificada. Lo observa impasible, con rostro de disgusto. Llama a los médicos para que se lleven a “Lord Vader” y al cadáver de Padmé.

Camino a la enfermería, los médicos descubren que Padmé no está muerta y se la entregan a Bail Organa, desobedeciendo al canciller.

El canciller habla ante el senado denunciando el intento de Golpe de Estado de la Orden Jedi y anunciando que la orden 66 se ha hecho pública y que los Jedis están siendo ajusticiados por alta traición. Que la nueva seguridad de la República estará a cargo de su ejército de clones y que se gobernará por decretos hasta nuevo aviso.

En la enfermería de Coruscant nace Darth Vader. Su mejor amigo había asesinado a su madre, su esposa lo había traicionado y él la había asesinado sin saber que esperaba un hijo de él.
Lo único que tenía era al emperador. Meses más tarde, en una nave hospital camino a Tatooine, nacen gemelos y Padmé muere.

(Escena Final)

Vader y Palpatine miran desde un destructor, la construcción de una nueva super arma, la Estrella de la Muerte. Vader está seco por dentro, su único objetivo será mantener el orden en la galaxia, aplastar cualquier intento por desestabilizar el equilibrio que él y el emperador han conseguido imponer con tanto esfuerzo, sobre todos los sistemas de la galaxia.

La decisión de Lobot

Siempre me adecuó actuar desde las sombras, hasta que la conocí. Entonces me vi obligado a dar un paso enfrente y dejar mi confortable anonimato. Para todo Bespin yo no era más que el fiel sirviente del administrador de turno. Era parte de la ciudad, parte del mobiliario.

La desaparecida Ciudad de las Nubes era una curiosa argamasa entre colonia minera y centro turístico. Fue concebida por el excéntrico lord Ecclessis Figen como un ‘complejo habitacional flotante’ que para mantenerse a sí misma a la espera de los nuevos inquilinos extraía y refinaba gas Tibana. Durante años sirvió de base de operaciones para Figg y lentamente fue convirtiéndose en un lugar cosmopolita al inaugurarse restaurantes, tiendas y casinos. Pese a las increíbles ganancias generadas por estas actividades, los ambiciosos Barones-Administradores nunca dejaron de lado la explotación minera, sobretodo con el advenimiento del Imperio, nuestro principal cliente de gas Tibana usado en blasters e hiper-reactores.

La Ciudad de las Nubes era un sitio extremadamente jerarquizado, donde las personas valían lo que su posición en la empresa. Los más bajos eran los mineros y los más altos los administrativos, mi familia estaba en algún sitio en el medio. Mi padre era asistente de los técnicos ugnaughts y mi madre una operaria de comunicaciones nivel 98, y si bien no estábamos en la parte más baja de la escala piramidal tampoco teníamos muchas posibilidades de ascender posiciones.

Comencé a delinquir desde niño, robando partes de droides y otros dispositivos transables en el mercado negro de Port Town. Siempre fui muy listo y conseguí burlar a las autoridades por casi una década hasta que finalmente, a los catorce años, lograron capturarme. La Baronesa-Administradora de aquel entonces, Ellisa Shallence, me dio a elegir entre la prisión o una sentencia de quince años sirviendo como oficial de operaciones cibernéticas. Por supuesto que elegí ésta última opción, aunque sin saber que sería modificado físicamente para cumplirla.
Una vez consumada mi sentencia decidí permanecer en mi cargo. Después de llevar la mitad de mi vida en ello no sabía hacer otra cosa, y además, como hombre libre, por fin percibiría una remuneración por mi trabajo. Los Administradores cambiaron varias veces y por más incompetentes o inútiles que fueran, la Ciudad de las Nubes siempre funcionaba gracias a mí. Con el tiempo fui volcándome cada vez más al trabajo hasta el punto que prácticamente no me comunicaba con otras inteligencias que no fuesen artificiales. Cada vez era percibido más y más como un droide, lo que no me molestaba en absoluto.

Calrissian era muy distinto a quienes le antecedieron. Llegó a Bespin durante una de las más desastrosas administraciones en la historia de la Ciudad de las Nubes. Raynor, el tipo a cargo, era sobrino de un oficial del Imperio y un verdadero pelmazo. Gustaba de organizar fiestas y carreras de naves que estaban haciendo estragos con el presupuesto. Fue durante uno de estos torneos que conocí a Calrissian. Había perdido su ‘preciado’ YT-1300 modificado (que en realidad era una chatarra) en una apuesta con un ex-soldado imperial de apellido Solo y estaba embriagándose en un bar para pasar las penas. Rápidamente accesé todos los archivos relacionados con Calrissian y llegué a la conclusión que era el aliado que necesitaba para que la Ciudad de las Nubes siguiera siendo una operación lucrativa, pese al Imperio. Me reuní con Calrissian y le hice una oferta que no podría rechazar. El Barón Raynor era tan aficionado a las apuestas como él y gracias a mi subrepticia intervención, Lando Calrissian ganó la carrera Kessel y la Ciudad de las Nubes pasó a nuestras manos.

Lo más sorprendente de todo esto fue el cambio que operó en la personalidad de Calrissian. De un truhán facineroso y mujeriego pasó a convertirse en un administrador serio, competente y mujeriego. Trabajando en conjunto logramos triplicar los niveles de producción y hasta quintuplicar las ganancias. Todo marchaba de las mil maravillas, pero entonces llegaron los Stormtroopers y Lord Vader en persona.

El Emperador había previsto la inminente llegada a Bespin de los fugitivos Han Solo y Chewbacca, los que usaría para sacar de su escondrijo a quien realmente buscaba: el muchacho que había destruido la Estrella de la Muerte y de quien se rumoreaba era hijo del oscuro señor del Sith: Luke Skywalker.

Si bien nos habíamos mantenido neutrales durante el conflicto, no podíamos ir contra el Imperio y aceptamos tenderles la trampa a los amigos de Skywalker y poner la ciudad entera a disposición de Vader.

El ‘Halcón Milenario’ arribó dentro del plazo previsto. Descendieron en una de las plataformas y Calrissian se hizo el gracioso pretendiendo estar enfadado con su amigo. El imponente pero estúpido wookie estaba con él junto a un fastidioso droide de protocolo, una unidad R-2, y ella…
Durante años había seguido la carrera diplomática de Leia Organa hasta que el Emperador disolvió el Senado. Era mi amor platónico, mi amor imposible y de pronto, aquí estaba. A tan sólo unos metros de distancia en medio de las nubes. Fue amor a primera vista, unilateral, por supuesto. ¿Cómo podría la Princesa enamorada del bribón más famoso de la galaxia siquiera fijarse en un aburrido cyborg?

A partir de ese momento comenzó mi lucha interna. Vader modificaba las condiciones del ‘trato’ a cada momento y a Calrissian no le quedaba más que obedecer. Finalmente congelaron a Han Solo en Carbonita y en un momento de sublime belleza pude ver cuanto amaba Leia a ese contrabandista y mentiroso ladrón.

Zam Wesell, la caza-recompensas favorita de Vader que había rastreado al capitán Solo hasta Bespin se atreve a decirle al Sith: “¿Y si no sobrevive? Para mí es muy valioso.” Vader le responde a la clawdite que será apropiadamente recompensada de ser el caso.
Una vez finalizado el proceso, y habiendo comprobado los ugnaughts que los sistemas vitales del capitán Solo estaban operativos, Wesell se lo llevó mientras Calrissian junto a un escuadrón de Stormtroopers escoltaban a Leia y al wookie a la nave tydirium de Vader. Desde la sala de controles me debatía entre el instinto y la razón. Era ahora o nunca.

Junto a mis hombres más leales intercepté a los soldados de Vader y me enfrenté a Calrissian. Mi ex-socio tomó a Leia como rehén apuntándole a la cabeza con su blaster pero el wookie le propinó un enorme manotazo que lo arrojó al suelo. Me acerqué a Lando y comprobé que Chewbacca le había roto el cuello.

Corrimos al la plataforma de la nave de Wesell, pero llegamos demasiado tarde. El Slave-1 despegaba con su valioso botín perdiéndose entre las nubes color vainilla.
Sin perder tiempo alguno ordené la evacuación de la Ciudad de las Nubes y subimos al Halcón Milenario. Antes de abandonar la atmósfera de Bespin, Leia sintió el llamado de Luke y regresamos por él para luego huir con cuatro Cazas-TIE pisándonos los talones.
Luego de abandonar Bespin, burlar fácilmente a las naves imperiales y saltar al hiperespacio, nos reunimos con las fuerzas rebeldes apostadas fuera de la galaxia. Antes de bajar del Halcón Milenario, Leia tomó mis manos entre las suyas, me dio las gracias y me preguntó que haría ahora. La verdad es que mis opciones no eran muchas y la respuesta por lo tanto, era inevitable. Pero aun así lo dije como si fuese un acto de gran valor y sacrificio:

–Pretendo unirme a la Rebelión, por supuesto.
–Alguien como tú seria invaluable para nuestra causa, Lobot –dijo ella con su dulce voz de ángel.

Y entonces la princesa me dio un beso en la mejilla y se marchó a reunirse con su padre y los líderes rebeldes. La principal preocupación de Leia era liberar al capitán Solo y estaba impaciente por organizar el rescate, pero Bail Organa le advirtió que con Gardulla la Hutt debía obrarse con mucho cuidado y sugirió infiltrar a uno de sus hombres de confianza en el palacio de la temible mafiosa en Tattoine. El elegido para el trabajo fue Nien Nunb, un sullustan que había trabajado para la Corporación SoroSuub hasta que ésta se vendió por completo al Imperio adoptando sus políticas esclavizantes. La principal razón por la cual Nunb odiaba al Imperio, sin embargo, era debido a la destrucción de su preciada nave carguera, la Sublight Queen.
En cierta forma Nunb no era muy distinto al capitán Solo ya que ambos eran personas honestas que ante el advenimiento del Imperio se vieron obligados a incurrir en prácticas subversivas para sobrevivir. Otro punto de coincidencia era que los dos profesaban una devoción enfermiza por sus respectivas naves. Supongo que debido a esto Nien Nunb empatizaba tanto con Solo y estaba dispuesto a ir en tan peligrosa misión.

Pasaron tres meses durante los que mis destrezas fueron requeridas para todo lo que involucrara organizar los recursos rebeldes y coordinar su distribución, desde repuestos para droides y alimentos hasta torpedos de fotones y comestible para los Alas-X. Estuve sumamente ocupado y al preguntar por la princesa se me comunicó que se había marchado en ‘comisión de servicio’.

En el transcurso de aquellos meses Nien Nunb logró infiltrarse exitosamente en el palacio de Gardulla notificando que la Hutt conservaba en sus aposentos privados a Han, todavía congelado en carbonita y colgando de una pared.

Chewbacca se encontraba oculto en su planeta natal a espera de instrucciones y en cuanto a Luke Skywalker, nadie tenía la menor idea de su paradero.

Yo tenía la pueril esperanza que Leia olvidase al capitán Solo y aparentemente el padre adoptivo de Leia compartía este anhelo. Después de todo, ¿cómo podría el antiguo Senador de la República aceptar que un mercenario vividor como Han Solo cortejara a la princesa? Pero si esto era cierto, mucho menos aceptaría a un cyborg de pasado criminal como yerno.

Otro mes transcurrió para mí en la base secreta de los rebeldes. Nien Nub no lograba hacer ningún avance y en su último reporte calificaba al dormitorio de Gardulla la Hutt como “uno de los sitios más impenetrables de la galaxia”, nadie entraba allí a excepción de ella y estaba fuertemente custodiado por antiguos droides de batalla que solamente obedecían a la Hutt y eran imposibles de reprogramar. Nub lo había intentado y casi le costo que lo descubrieran.
Esa sería la última transmisión del valeroso sullustan.

Entonces regresó mi princesa. Estaba distinta, su semblante se había vuelto más serio y solemne. Pidió hablar conmigo en su sala privada de reuniones apenas descendió de la nave.

–No puedo esperar más, Lobot –me dijo angustiada paseándose de un lado al otro de la habitación–. Dada la naturaleza del último mensaje de Nien Nub, es muy posible que lo hayan descubierto. Pueden obtener mucha información de él.
–Nub no nos traicionaría –le aseguré.
–Claro que no, pero bajo tortura hablará como lo haría cualquiera en su caso.
–A usted la torturaron y aun así no reveló donde se ocultaban los suyos, por lo que tengo entendido.
Leia se detuvo, y clavó la vista en el suelo.
–Disculpe, tal vez no debería haberle recordado aquel episodio –dije intuyendo que estaba hablando más de la cuenta.
Mi princesa hizo un gesto como restándole importancia a mi comentario y por fin tomó asiento.
–Sí –dijo cruzando sus bellas piernas–. Vader me sometió a sus sofisticados interrogadores y al suero de la verdad pero no obtuvo nada. Fue entonces, llevada al límite que sentí como la Fuerza fluía en mí y supe que jamás conseguirán doblegarme. No mediante la tortura por lo menos.
–Pero entonces Grand Moff Tarkin amenazó con destruir Alderán y a usted no le quedo más que hablar.
–Alderán era un mundo pacífico, no poseían armas suficientes como para haberse enfrentado siquiera a un escuadrón de Stromtroopers. La Rebelión podía defenderse al menos, así que le di a Tarkin la localización de nuestra base, y aun así ese monstruo ordenó destruir Alderán. Me he propuesto dos metas en la vida, Lobot. Una es rescatar a Han, y la otra, matar con mis propias manos a Tarkin.
–La Fuerza es poderosa en su familia, princesa –dije, nuevamente abriendo mi gran bocota.
La princesa me observó algo desconcertada y luego dijo:
–Qué sabes tú de eso, Lobot?
–Bastante, pero no me tome por un entrometido, por favor. Los datos que manejo son un defecto profesional, un derivado de mi reconfiguración como cyborg y mis largos años conectado a ordenadores durante los que me comuniqué incluso con las IAs del Imperio. Se que usted y Luke son hermanos, y que ambos son hijos de Padmé Amidala y Anakin Skywalker, un hecho que el Emperador ha mantenido oculto a Vader oscureciendo su mente.
–Esa es entonces la razón por la cual no pudo reconocerme mientras me tuvo cautiva –comentó meditabunda.
–Por supuesto –confirmé– y es la razón por la cual tampoco pudo ‘sentir’ a nadie con altos niveles de midiclorianos a excepción de Kenobi en la Estrella de la Muerte. El Emperador esperaba que Vader se enfrentara a Kenobi y lo eliminara de una vez por todas, pero quería vivos a los hijos de Anakin.
–Entonces tal vez mi hermano tenga razón. Tal vez sea posible salvar a nuestro padre. Tú y yo debimos haber tenido esta charla antes, Lobot.
–Yo siempre he estado aquí para usted, mi princesa.
–Llámame Leia.
–Prefiero decirle princesa. Pero dígame, ¿dónde ha estado durante todo este tiempo?
–Dímelo tú, Lobot. Seguramente ya lo sabes.
–Estuvo entrenado. Está en proceso de convertirse en una Jedi.
–Sorprendente, ¿pero como lo supiste?, ni siquiera mi padre está al tanto.
–Es una deducción lógica, me ha bastado con ver el sable-láser que porta en la cintura para llegar a ella.
–¡Oh, es cierto! Deberé ser más cuidadosa. Efectivamente, Lobot. Todos estos meses he estado entrenando en Dagobah.
–¿Con Luke?
–No, con el maestro de mi hermano, Yoda.
–¿El maestro Yoda aun vive?
–Veo que no eres infalible, Lobot. Es bueno saberlo, te hace más humano. Solo Obi Wan estaba en conocimiento del paradero de Yoda. Él fue quien verdaderamente entrenó a Luke pese a que insita que su instrucción fue incompleta. Yoda teme que Luke se convierta al Lado Oscuro, como nuestro padre, pero sé que esto no ocurrirá. Luke es más poderoso que Vader, aunque no más que el Emperador.
–Nadie es más poderoso ni más astuto que Palpatine, me temo. Aunque seguramente los tres Skywalkers unidos podrán derrotarlo.
–Eso es lo que Luke espera. Pero para ello debe primero traer de vuelta a Vader, a Anakin, del Lado Oscuro. Durante estos meses ha estado siguiéndole la pista, acechándolo e intentando influenciar en su mente. Cree estar logrando progresos pero sin duda será un largo trabajo. Mientras debemos seguir resistiendo al Imperio y rescatar a Han de una vez por todas.
–¿Que opina su padre sobre la situación del capitán Solo?, me refiero al senador Organa, por supuesto.
–Él considera enviar otro agente al palacio de Gardulla para averiguar qué ocurrió con Nien Nub. Pero considero que es una mala idea.
–Opino lo mismo, está postergando el rescate de Han porque no acepta que usted lo ame y de paso arriesga innecesariamente la vida de valiosos soldados rebeldes.
–Mi padre es tan egoísta, a veces creo que no es muy diferente a Vader. Lobot, Luke y yo hemos urdido un plan y necesito tu ayuda…
Y entonces la princesa me contó como pretendían enviarle un mensaje de Luke a Gardulla por medio de los droides C-3PO y R-2D2 que serían ofrecidos como regalo en muestra de buena voluntad. Luego, disfrazada de caza-recompensas, Leia acudiría al palacio de Gardulla con el pretexto de entregarle a Chewbacca. Una vez dentro liberaría al capitán Solo de la carbonita mientras Luke se encargaba de distraer a la Hutt y sus lacayos.
Le dije la verdad, que su plan me parecía una locura. ¿Arriesgarse a tener en un mismo sitio, uno de los más peligrosos de la galaxia, a los dos preciados hijos de Darth Vader, a Chewbacca y los droides? No, carecía de toda lógica. Si el descabellado plan no resultaba se perdería de una sola vez a cuatro de las personalidades más relevantes e influyentes en la Rebelión, sin mencionar a los droides.
–Dime entonces que hago, Lobot –me imploró con sus grandes ojos oscuros cual agujeros negros de los que ni la luz se escapa–. Debo rescatar a Han cuanto antes, ya no lo soporto mas.
Entonces en menos de una fracción de segundo concebí un upgrade al plan de Leia y Luke, uno que además me beneficiaría si es que por fin lograba armarme de valor y dejaba de ser un eterno secundario.
–Cómo sabe, mi princesa, soy un tipo que posee mucha información. Cosas que muchos ni siquiera imaginarían. Sé, por ejemplo, la ubicación exacta de Kamino, el mundo donde fue manufacturado el gran ejército de la República que luego se convertiría en el brazo armado del Imperio. Pese a que se les pagó por sus servicios, los Clonadores se sintieron estafados por Palpatine y han quebrado relaciones comerciales con el Imperio. Sin embargo creo que podrían realizar un pequeño encargo para la Rebelión. Sus precios son exorbitantes, pero creo que a cambio de recuperar con vida al capitán Solo, bien vale invertir unos cuantos créditos.
–El costo no importa, Lobot. Dime lo que tienes en mente.
Y así lo hice. Le dije a la princesa que durante mi estadía en la Ciudad de las Nubes y gracias a que los componentes cibernéticos de mi cerebro podían ocuparse de mis obligaciones, simultáneamente solía charlar con amigos a lo largo de toda la galaxia. Fue de esta forma que entablé amistad con Taun We, asistente del Primer Ministro de Kamino (y otro de esos amores imposibles en los cuales suelo especializarme). Mi idea consistía en encargarle a Taun We la creación de dos clones de crecimiento acelerado, uno del capitán Solo y otro de Chewbacca. Dichos clones no tendrían cerebro sino una IA parecida a la de los droides de protocolo que me permitiera hacer interface. De esta forma sería yo, y no Leia, quien se presentaría disfrazado como caza-recompensas ante Gardulla la Hutt junto a los clones, denunciando a Zam Wessell como una estafadora que había entregado a un falso Solo congelado en carbonita.
–Gardulla el ver al capitán Solo en carne y hueso, y además acompañado de Chewbacca, no dudará un segundo de mi versión. Me pagará la tarifa correspondiente por las cabezas de ambos contrabandistas y luego los encerrará para darlos de alimento al Rancor, o puede que incluso a Sarlacc. Lo más importante es que se deshará del ‘falso Han Solo en carbonita’ y entonces lo subiré a mi nave y regresaré sano y salvo mientras Gardulla disfruta de la ejecución de los clones que piensa son sus odiados ex-socios.

La princesa entusiasmada aprobó mi plan proporcionándome todo lo que requería para cumplir la misión, incluyendo muestras de cabello de Solo y el wookie y una veloz nave carguera. A la brevedad emprendí viaje a Tipoca, capital del oceánico mundo de Kamino, y me entrevisté con Taun We que era aun más hermosa en persona de lo que yo podría haber imaginado. Su belleza, gracia y suavidad hacia parecer tosca y cruda a la princesa Leia en comparación. Pero yo amaba a Leia, no a Taun We.

En una semana los clones del capitán Solo y Chewbacca estaban listos. Marionetas biológicas que yo podía operar sin ningún problema. Dije adiós a Taun We y partí al mundo natal de Anakin Skywalker con los clones, mi disfraz de caza-recompensas y un poderoso detonador termal.
Cumpliría la misión, le regresaría su príncipe a mi princesa y por una vez en la vida, Lobot se saldría con la suya.

–Apenas conocí a Lobot, pero no cabe duda que es un héroe como no ha conocido otro la Rebelión. Dio su vida por rescatarme y de paso destruyó ese pozo infecto de maldad que era el palacio de Gardulla la Hutt. Le estaré por siempre agradecido.
Y dicho esto, Han Solo descendió los peldaños y se sentó junto a Leia mientras Bail Organa, sobre el estrado, se extendía un poco más sobre las virtudes de Lobot y su invaluable aporte a la Rebelión.

Una vez finalizado el funeral simbólico (ya que el cuerpo de Lobot no pudo ser recuperado de entre los escombros del palacio de Gardulla), Han y Leia se retiraron a sus aposentos e hicieron el amor como si de dos wookies en celo se tratase.
Mientras descansaban, uno al lado del otro, Leia dijo:

–Pobre Lobot….
–¡Oh, vamos! No te compadezcas del cyborg, ¿o te gustaba acaso?
–Me agradaba, si a eso te refieres.
–No me refiero a eso.
–Han, nadie podría reemplazarte.
–¿Estás segura de eso, ‘mi princesa’? –preguntó sardónico, Han.
–Sí, ‘mi bribón’ –le respondió ella besando sus labios.
En Kamino y mientras realizaba múltiples tareas conectado a los ordenadores, una sonrisa se dibujó en el inexpresivo rostro de Lobot.

© 2006, Sergio Alejandro Amira

Albatros grises

Que muera conmigo el misterio que esta escrito en los tigres
Jorge Luis Borges, La escritura del dios.

“No pertenecer es cargar con el peso de uno mismo”, pensaba Marcos César mientras caminaba con una tranquilidad artificial bajo la sequedad y el frío de La Paz. Cruzó el lobby con su tarjeta de acceso en la mano izquierda –pues era zurdo– y subió a su habitación en el séptimo piso. Todo estaba ya ordenado, y a modo de adiós miró por la ventana la masiva urbanidad de la capital andina. Luego tomó sus maletas, se despidió del botones y en la esquina de Merino con Sucre subió a un taxi. Intentó sin suerte esquivar la conversación del conductor, y sin más alternativa, terminó por atrincherarse en los monosílabos.

Sorpresivamente arribó al Aeropuerto 21 minutos antes. Sin saber que hacer, y para no levantar sospechas, tomó un café con nutrasweet y compró souvenires. Al rato, por el altoparlante se escuchó cuatrocientos cincuenta y uno, y Marcos César entendió que el momento había llegado. “Es el sonido de la Providencia”, pensó mientras pagaba 15 dólares por una remera I (heart) Bolivia. Mientras se alejaba de la zona de tiendas miro con desagrado el “Made in China” escrito en la etiqueta.

Antes de llegar a la puerta de embarque se detuvo. Giró su cabeza para ver si alguien lo seguía y se encontró, por última vez, con su sombra expatriada. “Por Abaroa”, dijo en entre dientes, mientras su mente se colmaba de una arrebato trágico y glorioso, que lo llevó como autómata, siguiendo pasos inequívocos y discretos, hasta el lugar 17A del vuelo 4-5-1 de LAN.

Sentado al lado de la ventanilla, se sorprendió con su pasaporte en mano. Sus ojos, en realidad todo su sistema, se detuvo como en stand-by y aunque el documento se encontraba a 23 cms de su rostro, sus sinapsis se lanzaron a través de kilómetros de tiempo suspendido.

En 0,11 segundos, que es lo que Marcos César demoraba en parpadear, se proyectó el cortometraje de una vida, y una historia de humillación. En Talca estaba junto a su madre querida y queridísima, que lo acostumbró a comer empanadas, omitir las erres y eses y a abusar de los diminutivos. Perra. Más lejos, extrañamente en cámara lenta, hablaba su padre sobre su amada sierra y lo peligroso de la conexión chilena para su carrera. Héroe. Pero a su madre no le importaban los sentires oficialistas, y sin consultar, armada con sus cuantiosos pesos chilenos, sembró su sangre huasa en La Paz. Compró una casa, como quien instala un cuartel, y se paseó frente a Palacio Quemado, totalmente sorda, ciega y muda a su minusvalía étnica.

La dirigencia, el partido, el estado, el selecto pueblo de los poderosos, no pudo omitir tal invasión, y la chilena y el bastardillo chileno quedaron estampados como una mancha vergonzosa y pública en la vida funcionaria del padre. A 4000 metros de altura, la familia se precipitó cubierta en desgracia, hasta caer a nivel del mar. Hasta el subsuelo del escalafón de la ya no tan nueva elite indígena, que perdonaba, con creciente comodidad la corrupción y el gusto por los vinos franceses, pero no olvidaba la gran usurpación. Una cosa es robar por el bien del país de uno, otra es ser hijo del ladrón extranjero.

Ascendió el párpado, se desnudó la pupila y las imágenes ya no eran sepia. Marcos César volvió al avión y guardó su pasaporte chileno en el bolsillo derecho de su chaqueta de lino. Esperar el despegue fue un non-issue y pasó los minutos posteriores mirando con inusual interés las instrucciones de la azafata para lidiar con una situación de emergencia. Pasaron unos cuantos minutos para que pidiera un trago. No había vodka. Sólo vino chileno y cerveza paceña. Aceptó el vino sin antes soltar una carcajada irónica. La azafata ni se inmutó y continuó moviendo el carrito de servicio, mientras Marcos César miraba algo máas nervioso por la ventanilla y dejaba sobre la mesita del respaldo la copa.

Siete minutos más tarde Marcos Cesar vio al tigre. Este se acercaba con exquisita elegancia por el pasillo y parecía esquivar y atravesar –simultáneamente– a la azafata. El felino brillaba, como sobresaturado. A su alrededor, nada. Sólo veía su blanco y negro –era albino–. La realidad se doblaba sobre si misma y la geometría perdía el sentido y todos sus axiomas. Marcos César miraba con detención cuasi-catatónica una línea cualquiera, cuando se dio cuenta que podía contar –¡eran finitos! – los 111 puntos que la componían. Observó el número 44 de la serie –de izquierda a derecha– y un mandala floreció épicamente a través de él. Los sentidos cedieron y se volvió imposible diferenciar un aroma de un color. El punto ahora era el cosmos, y el cosmos no era otra cosa que un gran orgasmo.

Marcos César ya no estaba ni era. El éxtasis colmó cada una de sus celular nerviosas. Su pupila parecía amanecer mientras los tendones de sus manos vibraban como cuerdas de una siniestra y desconocida banda sonora. Pero todo era leve e imperceptible. Había sido diseñado de esa forma, como un efecto escrito químicamente en minúsculas. Pero claro, él no lo sabía. Para entonces su psiquis se había dislocado, como cuando una rama se parte en dos. En ese momento el bastardillo chileno se había convertido en un Divergente. Un soldado suicida sin capacidad de sentir compasión o piedad, porque en él ya no había conciencia.

Los Divergentes no tenían sustrato emocional. Ni siquiera memoria. Sólo se les decía que serian héroes. El resto, los objetivos, el plan, eran enquistados quirúrgicamente en lo más primitivo de su hipotálamo. Se reemplazaban algunos patrones por otros. Donde antes estaba el acto reflejo de salivación, se quemaban –ese era el nombre técnico– un nuevo condicionamiento. Y así se les enviaba, llenos de gloria y entusiasmo, pero ciegos. El resto era simple: colocarlos en el lugar preciso, a la hora adecuada y esperar que el catalizador –la versión tercermundista de la píldora roja– activara los patrones previamente quemados. En el caso de Marcos César, el catalizador había sido un jarabe para la tos evidentemente adulterado.

En el avión Marcos César difícilmente estaba solo. A su lado, delante o incluso detrás, esperaban sin saberlo otros potenciales Divergentes. Luego de la primera operación se había comprendido que era necesario aplicar redundancia para no repetir otro fracaso. Varios Divergentes en un solo vuelo. Todos aislados, incomunicados. Ninguno consciente de ser parte del engranaje. Sin duda cada uno con buenos motivos. Redimir vergüenzas adolescentes, pagar deudas monumentales, salvar la vida de un padre secuestrado o el peor de todos, amor a la patria. Marcos César se escudó en este uúltimo, pero en realidad tenía escrito en toda su frente el primero. Como si le importase a alguien.

Lo que sucedió luego en el vuelo 4-5-1 La Paz-Santiago es difícil de precisar. El cuadro, sin duda, fue dantesco para quienes se vieron rodeados de mujeres, hombres y niños levantándose de sus asientos de forma espasmódica, balbuceando. Algunos con sangre en las manos tras eliminar a un número indeterminado de pasajeros, otros ejecutando acciones triviales, pero probablemente más necesarias, como lanzar el equipaje de mano hacia la cola del avión.

Finalmente tres Divergentes se reunieron entre las filas 15 y 16. Se abrazaron y besaron en la boca uno tras otro. Sus sexos y edades no vienen el caso. Lo importante era lo funcional, la saliva químicamente marcada que de lengua en lengua era pasada y cerraba el círculo, como quien asegura el mecanismo de una bomba de tiempo.

Todo eso sucedía mientras el 737 de LAN se lanzaba en picada. Segundos antes de estrellarse, el triunvirato -Marcos César incluido- había estallado, disparando desde sus entrañas y en todas direcciones siete litros, el equivalente a 20.000 dosis, de una cadena genéticamente modificada de Machupo, el virus que hace siglos diezmó poblaciones enteras en la selva Boliviana. Solo hubo un error de cálculo. La aeronave cayó a 70 Km. de Santiago, sobre un despoblado. Pero ya habría oportunidad de mejorar y dar en el blanco. Albatros –el termino operativo para un potencial Divergente– sobraban y el dinero fluía como desde la tierra misma, a boca de pozo.

El informe 5002

1
Nomnot entró en la cavidad. Los murmullos no tardaron en llenar todo el recinto. Nomnot con su andar pausado hacía que la expectación creciera aún más. Él sabía, como todos los asistentes, que no era usual que se dieran a conocer públicamente informes de carácter histórico investigativo. Al llegar a la tarima central puso ambas manos sobre la pantalla líquida, la cual creció llenando todo el lugar y en su centro un número: Cinco, cero, cero, dos. Nomnot habló: “Amigos y compañeros, me dirijo a ustedes con el motivo de darles a conocer los aspectos más importantes de mi viaje recientemente finalizado. Éste, como dicta nuestro protocolo está individualizado como el Informe 5002. Espero que los siguientes minutos sean para ustedes tan o más importantes de lo que para mí lo han sido”

En ese momento la pantalla comenzó a “bajar” sobre los asistentes y sobre el mismo Nomnot. Así los más de mil asistentes a la audiencia se conectaron a Nomnot y a sus vivencias plasmadas en el informe. Escucharon y vieron…

“Comencé el psicorretorno en la unidad 23 del centro de antropología investigativa el día tercero del cuarto período estelar a los 53.215 lapsos. La búsqueda del sujeto a contactar demoró 200 nanolapsos, la inmersión en la psiquis del espécimen fue en tres niveles hasta el Nivel Violeta. En este nivel, como más de alguno aquí presente debe conocer, realicé una Intraperiférico grado 6, con lo cual el sujeto no sufrió ninguna alteración conductual y menos influencia de ningún tipo. Además, en este nivel, a diferencia de los niveles Azul y Rojo, no se pone en peligro al sujeto ni al investigador, en este caso yo, a quedar indefinidamente a la deriva por causa de una muerte “accidental” del sujeto intervenido.”

“Temporalmente hablando, los ecos temporales del individuo nos llevó a ubicarnos en los albores de la llamada Segunda Era del Capitalismo industrial en el Mundo Base. Importante época, ya que se ubica en plena crisis alimenticia a raíz de numerosas plagas producidas por armas bacteriológicas debido a conflictos de mediana envergadura en el hemisferio norte del planeta. La sociedad humana de ese entonces aún no comenzaba a expandirse fuera del Mundo Base, ya que no contaba con los conocimientos del viaje de Mínima Densidad Atómica y menos el de psi-long-no. Básicamente la vida de los individuos de nuestros albores se basaba en el consumo masivo de bienes y servicios, lo que mantenía a aquella sociedad en un gran letargo evolutivo, obviamente de carácter biológico e intelectual.”

“El estudio lo realicé en pleno periodo de Cambio fase 1ra. Durante el momento histórico antes señalado, ya que este cambio evolutivo empieza a gestionar sus primeros síntomas en esta época y no después como varios de ustedes han estudiado y aseveran. Lo más importante de esto es que el suscitado cambio no fue sólo causado por los hombres y su entorno, sino que hubo interferencia ajena: Los Archaenides.”

Durante unos instantes Nomnot pudo sentir inquietud en la audiencia, cierto temor, asombro, incredulidad, miedo. Se armó de valor y siguió con su informe, lógicamente ya no había marcha atrás.

2

Habían transcurrido unos cinco minutos desde que sonara la señal de aviso que daba inicio a la hora de almuerzo, cuando Javier buscó en su chaqueta la tarjeta de presentación de aquel importante hombre de Alimentos Universal. Quizás llamar y concretar una entrevista no sería tan malo, así por fin dejaría de estar rodeado de antiguallas y libros viejos para tener un buen puesto de ejecutivo y poder por fin casarse con su eterna novia: Antonia. Llamaría de afuera, todos sabían que en el Magisterio los teléfonos estaban intervenidos, y si lo llegaban a descubrir con tanta deuda y malos antecedentes que surgirían de su despido, era seguro que terminaría en menos de una semana en la sala de suicidios del crematorio.

Luego de pagarle al mozo se dirigió como todos los días a su oficina en el piso cuarenta y seis. Así, después de algunos minutos en que se cruzó con la misma gente que conoce en el Magisterio hace más de ocho años y habló las mismas necedades de siempre. Por fin se refugió en su despacho. Tomó su sagrada taza de café instantáneo y planificó idílicos fines de semana en las colonias marinas con Antonia, cuando de pronto pareció todo volverse oscuro y sin sustancia, creyó desmayarse y su taza de café fue a parar bajo el escritorio dejando sus pantalones mojados y humeantes; de pronto se encontró en el baño limpiándose los pantalones. No se explicó como llegó al baño, volvió a su escritorio lentamente y continuó con su trabajo de investigación histórica.

Los pensamientos de Javier se alternaban rítmicamente mientras sus ojos se encontraban fijos en los datos que entregaba la pantalla del ordenador. Desde ahí Javier manejaba toda la información histórica y antropológica del planeta, así también datos astronómicos, físicos y biológicos. Con todo este acceso Javier lograba, luego de tres años y medio de una fuerte capacitación, detectar cualquier conflicto social en el mundo por muy tenue que fuese su gestación, así una vez detectados se podía evitar que éstos fuesen causales de algún problema o crisis en la política de comercio del Magisterio y a su vez causase malestar en la población de la Megamérica.

Nuevamente Javier comenzó a sentirse extraño y experimentó un extraño sueño despierto… vio animales ya extintos como caballos y elefantes, naves de madera surcando el mar el cual podía hasta oler, extrañas aves de plasma y luz que surcaban el cielo. Durante unas décimas de segundo se vio sobre unas cumbres nevadas, miró grandes valles rebosantes de verde y nubes, sintió viento en su rostro… la antigua tierra de sus abuelos… Súbitamente todo se desvaneció con la misma rapidez con que había llegado y la realidad cayó sobre los hombros de Javier. El comunicador del escritorio sonó y el blanco y casi perfecto rostro de una mujer apareció en la pantalla.

–Buenas tardes, ¿hablo con el Señor Javier Moreno, anexo 1699 de históricos cuarenta y siete? –preguntó la bella mujer.

–Con… él, ¿en qué le puedo ayudar? –contestó Javier un poco extrañado, ya que no era corriente que bellezas de ese tipo preguntaran por él ni por nadie.

–Señor Moreno –prosiguió la dama de la pantalla– lo llamo de Alimentos Universal de parte del Gerente de Procesos, ya que desea una entrevista personal con usted el próximo día jueves a las siete cuarenta de la mañana, esta llamada es para confirmar su asistencia, ¿lo confirmo? –En ese instante Javier sintió que toda la ansiedad del mundo se le venía encima y estuvo a punto de sufrir una crisis de pánico, “además” pensó, “la llamada ya deben haberla rastreado y estoy jodido”–. Sí, confirmo la cita para el jueves a las siete cuarenta de la mañana –contestó rápidamente a un volumen de voz que no pusiera en aviso a sus vecinos en la oficina.

–Entonces señor Moreno –terminó por decir la mujer de la pantalla –su cita está confirmada, ah, y no se preocupe ya que esta es una llamada “segura”. Buenas tardes.
exxLa imagen desapareció dejando él logotipo de Alimentos Universal deshaciéndose graciosamente en la pantalla del ordenador de Javier.

3

“Durante los primeros momentos en la mente del sujeto”, continuaba Nomnot, “hice que perdiera un porcentaje de conciencia durante unos momentos, provocándole sueños despierto. Me vi rodeado de sentimientos de la más variada índole, una lucha entre Su persona y la que deseaba mostrar. La inteligencia propia y la adecuada al medio, su soledad, sus temores de todo tipo y características.”

“Quiero hacer un alto en la inteligencia de este individuo, ya que era bastante avanzado a la media de sus similares en el momento de este estudio, lamentablemente este sujeto nunca se percató de ello. Y he ahí la importancia de este homo sapiens en particular, su trabajo era muy similar a lo que yo personalmente realizo junto a muchos de ustedes: historia concreta de la humanidad, lamentablemente los medios que él ocupaba estaban todos, por decirlo de alguna manera, intervenidos. Esto es vital para el informe, ya que la intervención está en tres niveles: Sus superiores, los superiores de estos (que pensaban que nadie mas estaba sobre ellos) y Los Archaenides.”

“Este individuo, el cual se individualiza como Javier Moreno, se encontraba, a pesar de todos los inconvenientes ya mencionados, muy cerca de encontrar la pieza más importante dentro de nuestra historia como especie en ese momento. Fue ahí precisamente ese día (como llamaban ellos a los lapsos horarios de ese entonces) cuando ingresé a su mente y él recibió el llamado. Aquí estoy yo para contar lo que vi y memoricé en mi cerebro de homoevolutiano de cuarta generación.”

4

El día jueves llegó y no había nada que hacer. Javier se encontraba listo y lucía un espléndido traje azul alquilado para entrevistas. Salió muy temprano de su habitación–estar que arrendaba en la torre de profesores 33 y se dirigió lo más rápido posible a su entrevista en un hermoso sedán Indio, lógicamente… alquilado.

Cuando faltaban diez manzanas para el desvío hacia Alimentos Universal y el reloj marcaba las 7:24 am, el comunicador de su automóvil se activó:

–Señor Moreno, habla Miriam Mardones de Alimentos Universal, lo llamo de parte del Gerente de Procesos. Es para avisarle que por favor en la salida 143–A doble hacia su izquierda y espere instrucciones.

Javier no podía dar crédito a lo que estaba oyendo, ¿a tanto llegaba la vigilancia?, ¿era tan cierto lo que las Sectas Cristianas hablaban sobre la marca sobre los hombres y el número de la bestia y cosas similares?, no pudo pensar más cuando el letrero con la salida 143-A se venía hacia él y dobló rápidamente donde le había dicho la voz de la mujer, a estas alturas del cuento ya no tenía mucho que perder así que ni siquiera se lo cuestionó. Había un letrero de color verde, siguió derecho a menor velocidad por la calle, habían pasado 2 minutos y todavía no sonaba el comunicador y ya el reloj marcaba las 7:31 am… 7:32 am… 7:33 am… 7:34 am… El comunicador chistó:

–Señor Moreno, habla Miriam Mardones de Alimentos Universal, por favor detenga el automóvil.

El coche se detuvo y Javier miró en todas las direcciones, 7:35 am. Por el costado derecho del automóvil aparecieron tres hombres muy bien vestidos y con maletines de ejecutivos y se acercaban a donde estaba Javier estacionado. En ese momento, una mujer salió de edificio que daba a la calle a su izquierda y uno de los tres ejecutivos se dirigió rápidamente hacia la mujer. Javier atónito observó cómo el hombre sacaba un arma de su bolsillo y disparaba contra la mujer. Presa del pánico Javier quiso poner en marcha el automóvil, no arrancaba… desesperación, ahogo, oscuridad. Lo último que vio fue un vapor saliendo del aire acondicionado, estaba perdido en los brazos del destino.

Un aroma similar al azufre fue lo primero que percibió Javier al despertar. Una joven mujer, no muy atractiva, vestida con un delantal similar al de un dentista le dio un vaso con un líquido de color ámbar.

–Bébalo –le dijo–, le aseguro que se sentirá mejor–. Javier probó el amargo líquido y al cabo de un instante pareció recobrar toda su movilidad. Lo último que recordaba era el auto y haberse estacionado, luego todo era una nube densa y confusa.

–¿Qué ha… go a… quí? –preguntó casi sin saber como salieron las palabras de su boca.– ¿A… ca… so tuve un ac… ciden… te?.

–No, nada de eso –le contestó pausada y amablemente la mujer, mientras se arreglaba su morena cabellera, la cual Javier parecía ver como una sucesión de imágenes.

–¿Dón… de e… stoy? –la mujer sólo lo miró cordialmente, Javier observó a su alrededor, una pieza enorme y de una gran claridad. Él se encontraba sobre un cómodo sillón blanco que casi parecía adaptarse a sus formas.

Una puerta pareció formarse en la muralla delante de él, la mujer fue hasta ella y se retiró de la habitación. Antes que pudiese decir algo, nuevamente la puerta se abrió saliendo una figura de ese oscuro rectángulo.

La figura se acercó lentamente hacia Javier, sonriendo y saludándolo. Poco a poco sus rasgos comenzaron a hacerse más nítidos. Frente a sus ojos estaba parado y sonriendo una persona muy conocida por Javier… él mismo.

5

“El sujeto sufrió tres crisis neurosensoriales, durante la segunda crisis sus signos vitales casi llegaron al estado-1, con lo cual estuve muy cerca de abortar la misión. Todavía me pregunto como no perdí la razón con él, pero es mejor continuar…

Nomnot miró a su alrededor volviendo a sentir la urgencia de información que los otros reclamaban con ansiedad. “Desde mi perspectiva pude anotar algunos datos de movimiento vectorial, térmicos y de presión atmosférica. Con lo que luego de analizar después de mi arribo, los cálculos demuestran que el sujeto fue llevado fuera de Mundo Base a su satélite Luna. En ella fue conducido cerca del Ecuador de esta y llevado luego a una profundidad de 6.1 manns”.

“El individuo Javier fue manipulado por cinco entes homofórmicos, no humanos. Y he aquí lo inquietante: No pude establecer ningún tipo de vinculo sensorial con estos cinco, a diferencia de los otros que ayudaron a llevar a este sujeto a su destino, que eran humanos, sí, pero sin ningún tipo de libre albedrío o autocontrol ya que eran manipulados”.

Nomnot dejó pasar algunos momentos. “Manipulados por seres como esos cinco, ¡estaban totalmente bloqueados a mis ondas!, a todas, como si las conocieran como si supieran que yo me encontraba ahí cerca de ellos. Eran sin lugar a dudas tecnológicamente muy avanzados, tanto o más que nosotros mismos ahora. ¿Qué hacían ahí?, yo creo, y al igual que la mayoría de ustedes en este momento, que ellos son los tan buscados Archaenides, los causantes de todos los cambios en el Mundo Base, y después del gran cambio estelar. Hermanos míos son Ellos.”

“Ahora bien” –continuó nuevamente Nomnot un poco más ansioso– “¿Cuál era la razón para llevar a este sujeto a ese lugar? Bueno en la mente del sujeto intervenido encontré varios recuerdos de datos referentes a sucesos históricos ocurridos durante la historia humana en el Mundo Base. Desde los albores de ella hasta su presente inmediato. Con esto, nuestro sujeto en estudio, hizo una clasificación de todos los sucesos ocurridos en el planeta desde los de menor importancia a los de mayor, en lo concerniente a su influencia en la evolución para los humanos en el mundo base. Esto lo llevó a una ecuación muy similar a nuestros algoritmos de Trong llegando sin darse cuenta a la misma conclusión que nosotros ya llegamos hace unos Lapsos: Las enfermedades, plagas, epidemias, conflictos políticos, guerras, desastres naturales, cambios geológicos, etc., han sido causados y manipulados por los Archaenides. Ajenos a la especie humana, pero tan vinculados a ellos por vía de creencias sociales, religiones o mitos. Con fines desconocidos para nosotros, pero intrínsecos a los mismos Archaenides, y ese descubrimiento, ellos no lo podían permitir.”

6

Javier mientras trataba de hablar sentía dentro de su mente un letargo casi de muerte y al mismo tiempo una especie de grito que salía tras ese letargo. Una sensación de irrealidad se apoderó de él, todo parecía una terrible pesadilla de la cual aun no lograba despertarse, y aquello no era lo peor, nunca jamás se había encontrado y sentido tan solo ni abandonado. “Si sólo estuviera con Antonia”, alcanzó a pensar antes que la voz del hombre con su figura lo sacara de su ensoñación.

–Javier Antonio Moreno, ¿me oye? –preguntó el Ser.

–Sí, ¿pero qué mierda ocurre, por qué es igual a mí? –las palabras parecieron salir solas de la boca de Javier.

–Ve señor Moreno, la señorita le dijo la verdad cuando le dio a beber el jarabe, sobre su pregunta primero tengo yo que hacerle una. ¿Qué investigaciones hacía aparte de hacer su trabajo? –Javier se incorporó un poco en su cómodo sillón, por un instante pensó que todo podía ser algún tipo de evaluación, o una macabra broma del Magisterio antes de despedirlo.

–¿Es usted un clon mío, por qué me doparon, es un disfraz? –Javier volvió a titubear, ¿era todo esto real que pasaba con su cabeza, que tenía que ver en esto las ecuaciones…?–. Ninguna, sólo las que se me ordenaban –las palabras brotaron solas nuevamente.

–Clon, clic, clan… caca. Nada de eso señor Moreno. Usted miente, y lo sabe tan bien como el parásito que lleva alojado dentro de su cabeza hace algunas horas –el ser acercaba su rostro lentamente hacia la paralizada cara de Javier–. Sí, usted y todo lo que existe en su mundo está hecho de eso… caca, material de ensamble y fibra conductiva de Mismolodealamina. Carne, tejido llámelo como desee. Material tan inerte como la tela de su sillón o el gas que al brillar le da luz a esta habitación, que sin nosotros no podría funcionar como lo está haciendo ahora, ¿ve? –Javier lo observó incrédulo–. Ahora –prosiguió el Ser–, en un momento pensamos en que usted podría unirse a nosotros dada su “excepcional inteligencia” –rió– pero debido a estos lamentables acontecimientos, me refiero al parásito alojado en su cerebro, nos vemos en la obligación de tomar otras

medidas.
exxJavier entendió, Nomnot también entendió, este le entregó un impulso neural a Javier para poder salir del adormecimiento y atacar al Vínculo. Trató de darle un golpe de puño, pero antes de que el brazo llegara siquiera a la mitad de su recorrido, del sillón brotaron tentáculos que lo aprisionaron fuertemente. No, no era una broma, había dolor mucho dolor. Silencio y más oscuridad.

6.a

Diálogo ocurrido en 3.47 segundos entre Javier y su “huésped” Nomnot:

–¿Quién eres?

–Soy Nomnot, no temas.

–Algo anda mal aquí y necesito que alguien me explique amistosamente esto.

–Sólo estoy en tu mente por vía psíquica, estoy muy lejos y no creo que comprendas el cómo y el por qué.

–¿Que pasará conmigo?

–No lo sé, ellos me tienen atrapado también dentro de tu mente. Saben todo sobre tus investigaciones y conclusiones de los que alteran la historia.

–¡Son ellos!, durante un momento lo pensé.

–Me di cuenta, Javier lo que va a pasar ahora no creo que sea bueno y estoy tomando las prioridades para ese evento.

–Muerte.

–Puede ser, o quizás algo peor.

–Duele mucho…

–Así es, no dudes en buscarme…

7

El Ser tocó a Javier en la cabeza y este despertó súbitamente. Instintivamente trato de sajarse, pero dejó de hacerlo cuando su mente recordó la conversación.

–Esto es una trampa ¿verdad?, me trajeron engañado y ahora me van a hacer decir cosas que son falsas.

–Falsas no –contestó el Ser–. A quien cree que engaña, señor, nosotros sabemos lo que hizo con la información histórica. Y eso no es bueno para nuestro proyecto, sobretodo en manos de una criatura un poco más lúcida que las demás. Y para terminar no lo vamos a volver a interrogar ni a borrarle su memoria junto con el parásito. Será reestructurado.

La pregunta que hizo Javier a continuación no estuvo de más, el Ser sonrió irónicamente, y junto a otros cuatro lo llevaron a una sala en que había una camilla metálica. Lo pusieron en ella y empezó a sonar un leve zumbido que iba aumentado de intensidad junto con el dolor general que experimentaba Javier.

–¿Cómo cree usted que el planeta puede abastecerse de carne animal para alimentación, si ya con el exceso de población, las guerras y los territorios contaminados ya no hay donde puedan estos existir? Nosotros la producimos, Javier, como los hemos producido a ustedes, pero la materia prima se agota y por eso su cuerpo será reestructurado y su material nos brindará nueva materia prima para fines alimenticios. ¿O creía que el nombre de Alimentos Universal es sólo fachada?

Algunos días después un camión con las siglas A.U. a eso de las seis de la tarde llegó con su cargamento de 1500 gallinas para faenación industrial a la bodega de distribución en Montevideo; las aves al ser descargadas gritaron y cacarearon pavorosamente antes de ser electrificadas. Trescientas de ellas habían sido alguna vez Javier Moreno.

Se abrieron pasadizos en la mente de Javier y pudo contemplar el rostro de Nomnot. Ambos corrieron por un bosque de árboles tupidos hasta un claro con un cielo libre de estrellas, pero que brillaba aun con la ausencia de sol. Nomnot tomó firmemente las manos de Javier y se miraron a los ojos más allá de cualquier límite físico o temporal.

–Esto es un pacto para nuestra salvación y alianza –recitó Nomnot.

–Y yo lo acepto –contestó Javier, quedando entrelazados por los senderos de tiempo y espacio. A su alrededor brotaron muchos Javieres y Noms llenando el claro, hasta que en un momento dado Nomnot entró en Javier y Javier en Nomnot. El nuevo ser creado por su unión voló hacia el cielo sin estrellas.

Al terminar el Informe Nomnot dio gracias a la fuente de la vida y a los suyos por escucharlo, plegó sus enormes alas y se elevó hacia su hogar rumbo a las nubes. El viaje, la toma de datos y el escape no contado en la asamblea lo habían dejado exhausto. Ahora su deber era organizar la nueva misión que había jurado junto a su “huésped”, buscar aliados y un lugar seguro donde esconderse. También buscar un nuevo nombre.

Epílogo.

No pasó mucho tiempo hasta que un coterráneo de Nomnot, un tal Gionot, llegó a leer otro informe histórico. Este también tenía el número 5002. Según se dijo el antiguo informe 5002 había sido una farsa lamentable y su perpetrador había sido exiliado bajo las mas estrictas normas de los clanes.

Nomnot muy bien custodiado por sus nuevos aliados en el público rió para sus adentros y oyó aquel intervenido, idiota y poco veraz informe. Por ahora tenía algunos momentos antes de ir a la nueva y muy custodiada unidad de Retorno Completo para viajar por el tiempo. Ahora muy atrás, más atrás de lo que nadie pudiese creer y encontrar el comienzo de los Archaenides para destruirlos, luchar contra ellos o simplemente fastidiarlos hasta el fin del tiempo. Ya no como Nomnot, sino con su nuevo nombre, uno que le aconsejo Javier o Javhé como se hacía nombrar ahora. Siete letras: Lucifer.

2005, Armando Rosselot.

La frontera del olvido

Kneser tanteó una vez más con el fragmentador la pared para asegurarse de que había elegido el punto más apropiado para poder abrir un agujero. Hizo una seña a Séradim, su único compañero en aquellos túneles oscuros y profundos, y éste se apartó, ajustando con firmeza su máscara de oxígeno. Kneser apretó el botón y el fragmentador comenzó su trabajo, usando vibraciones ajustadas a la longitud de onda de la pared para romper ésta lentamente y sólo en los sitios apropiados. Kneser estaba tenso con el instrumento en las manos. Había estado en muchas excavaciones a lo largo de su vida, pero nunca se había sentido tan embargado por la emoción como en aquel instante.

El fragmentador terminó su trabajo, a lo que Kneser y Séradim se colaron por el estrecho agujero que el primero había abierto, el mínimo necesario para avanzar. Miraron fijamente y encontraron otro pasillo oscuro. Cuando encontraron el primero, varios días atrás, sintieron miedo. Ese miedo estaba siendo sustituido por una naciente frustración. Otro nuevo pasillo. Avanzar más hondo aún. Encendieron las antorchas atómicas y prosiguieron su andar.

–¿Qué lectura dan tus instrumentos, Séradim? –preguntó Kneser mientras examinaba las inscripciones del lugar.

–Está cerca. Tiene que estar cerca –respondió a su compañero sin levantar la vista de sus aparatos, cuyos nombres técnicos Kneser apenas era capaz de pronunciar.

Estaban más cerca de lo que cualquier aparato podía medir, y Kneser lo sabía, de lo contrario no se habría separado del resto del grupo. No en vano por algo era uno de los mayores conocedores de los Profundos, la raza alienígena cuyas ruinas estaban recorriendo.

Los Profundos… Kneser recordó la primera vez que encontró señales de ellos. Un accidente. Una explosión incontrolada que abrió una sima en pleno fondo del mar. Cuando la zona fue asegurada, él y su grupo de estudiantes de arqueología penetraron en las profundidades de la entrada que habían encontrado, porque no tenían duda alguna de que se trataba de una entrada. Construcciones muy alejadas de los cánones griegos, llenas de amplias estancias que se hubieran podido decir dominadas por gigantes. Un estudio geológico reveló que estaban en la frontera de lo que se podía llamar la superficie terrestre, a punto de entrar en las capas superficiales. Tiempo atrás, en los primeros milenios de la humanidad, la empresa de penetrar más allá del manto, incluso a las proximidades del núcleo, era considerada poco menos que una locura sólo propia de la ciencia ficción, en la que se relataba que había dinosaurios y perdidas culturas.

Pero la ciencia ficción se empezó a convertir en ciencia. Se encontraron ruinas de ciudades. No ciudades de los hombres; ciudades con proporciones que desafiaban los escritos de la época clásica, donde era posible imaginarse al monstruo Tifón sepultado en un cráter, donde era posible imaginarse a un hombre luchar contra una legión de titanes. Los estudios geológicos revelaron que estaban a tanta profundidad que resultaba necesario remontarse a cuando la Tierra no podía ser aún llamada como tal, cuando sólo se trataba de una bola incandescente asediada por eternos volcanes y mortales lluvias de meteoritos, sin atmósfera ni agua. Un erial que, por increíble que le resultara a Kneser y todo su equipo, alojaba vida.

No caldos primitivos ni sopas de genoma. Vida inteligente, habitable. Y el ser humano nunca la había encontrado porque la presencia de su civilización estaba oculta bajo la corteza terrestre, más hondo de lo que se pensó que los estratos podrían llegar jamás. Al principio Kneser se negó a la evidencia. No era lógico ni probable, simplemente se habían confundido en las mediciones y no estaban tan cerca del núcleo, sólo eran ruinas de hombres de una impensable tenacidad, sólo una prueba de que los seres humanos podían en verdad adaptarse a las condiciones más adversas.

Tuvo que ver las inscripciones de las paredes para convencerse de lo contrario.

Nunca, jamás, había visto nada remotamente similar. No conocía idioma terrestre alguno que tuviera tal sintaxis, no podía apenas hablar de términos linguísticos. La hipótesis de la cultura extraterrestre empezó a tomar forma, y así fue presentada al mundo, pero Kneser no los consideraba extraterrestres, sino tan terrestres como nosotros. Tal vez, incluso, con más derecho a llamarse así. Sin embargo, fueron bautizados como los Profundos, los habitantes de las profundidades.

Entonces comenzó su estudio. Su búsqueda de Atlántidas perdidas, de Acrópolis canónicas, y una de las etapas más fascinantes de la historia de la humanidad. Eran inteligentes, posiblemente mucho más que los humanos. Cada nuevo yacimiento traía consigo tecnología devastada, pero tecnología al fin y al cabo, y la medicina, la biología, todas las ciencias en general se enriquecieron con pobres retazos de lo que debió ser un imperio de prosperidad en un entorno de caos.

Y así fue como Séradim conoció a Kneser. Como científico no tardó en compartir el deseo de Kneser de encontrar más muestras de su cultura, y por lo que se apuntó con el equipo de expertos del mundo entero a la expedición al núcleo del planeta. La mezcla de arte y ciencia en los Profundos era notable, para dicha cultura los misterios no eran incompatibles con los descubrimientos, y no existía la aridez del conocimiento ni la irracionalidad de las supersticiones. Pero aquellas cosas sólo Kneser las sabía, el único arqueólogo capaz de descifrar las inscripciones de los Profundos, una raza que no creaba libros pues su conservación en aquella época resultaba imposible.

Y ahora estaba cerca. Sabía que estaba cerca de conseguirlo. Las lecturas de Séradim eran claras. Detectaba radiación ordenada, actividad rítmica allí abajo. Los Profundos no eran un montón de ruinas sin sentido. Había algo allí abajo. Una máquina aún estaba funcionando.

El resto de los miembros de la exploración no le tomaron en serio, por supuesto. Qué sabría él de máquinas, él que había encontrado el mayor hallazgo de su época por mero accidente. Otros le creían, argumentaban que también la penicilina se había descubierto por accidente, pero tenían miedo de desobedecer a los jefes de excavación. De modo que Kneser y Séradim se separaron del resto del grupo y prosiguieron por su cuenta con las señales de los instrumentos de Séradim como única guía.

–Las expresiones son más modernas en esta zona –dijo Kneser tras pasarse un buen rato ojeando las paredes lisas y puntiagudas–. Nos encontramos en la cúspide de su civilización.

–¿Qué dice? –preguntó Séradim nervioso, apuntando a las paredes con el haz de luz. Se sentía como un profanador de tumbas egipcias.

–Convertido a nuestra manera de ordenar las palabras dice algo así: ‘Éste es el camino que conduce a todos los caminos. El Tiempo está ahora en tus manos.’

–Curiosas palabras para una raza supuestamente más avanzada que nosotros. Pensaba que no tenían religiones.

–Y no las tienen –objetó Kneser–. Su mezcla entre arte y ciencia es tan homogénea que tratan los conceptos científicos con un fervor filosófico que sería la envidia de la escuela griega.

–Las lecturas se incrementan en esa dirección –dijo Séradim ansioso, pensando en las palabras de Kneser y comprendiendo en parte a los Profundos.

–Ya hemos llegado, amigo –dijo Kneser con entusiasmo–. De no ser así no habríamos encontrado esa inscripción, esa advertencia. Y mira –comentó apuntando la antorcha atómica contra las altísimas paredes–. Todos esos mensajes… nunca había visto tanta solemnidad en las palabras de los Profundos. Si no fuera porque estoy usando un término de dudosa aplicación, diría que nos acercamos a un templo, o por lo menos a un lugar sagrado para ellos. ¿Qué puede haber que consideren tan importante que haya aguantado incluso los procesos de formación de la corteza terrestre?

–No estoy seguro de querer saberlo –dijo Séradim mintiendo para sí.

Anduvieron muy lentamente por el pasillo, saboreando cada paso que daban como si estuvieran a punto de encontrar la fuente de la eterna juventud, como si supieran que nunca querrían regresar. Kneser trató de ponerse en contacto con el campamento base. Era inútil. Sacó su indicador de profundidad sólo para cerciorarse que la aguja se había roto hacía varias horas.

Finalmente encontraron una luz brillante al fondo, tan brillante que no sólo pudieron reservar la energía de sus antorchas atómicas, sino que además tuvieron que sacar sus gafas de protección. Séradim pensó que era la primera vez que las usaba desde que sintetizó un cuásar en su laboratorio.

Al final del pasillo encontraron un pórtico alto como ocho hombres por el que entraron sobrecogidos de humildad. Justo al cruzarlo, los instrumentos de Séradim recogieron una alteración en el pulso de las ondas. Las gafas no eran suficiente para protegerse, por lo que tuvieron que moverse casi a ciegas.

–Hemos activado algo –dijo Séradim analizando los cambios.

–¿Una trampa? –preguntó Kneser, que nunca antes se había encontrado con ninguna.

–No, más bien parece como si nuestra presencia hubiera alterado las órdenes preestablecidas.

–La luminosidad disminuyó hasta tal punto que pudieron distinguir una enorme máquina al fondo de la habitación. De un vistazo Séradim, experto en maquinaria Profundos, no pudo identificar qué era ni qué utilidad podía tener, pero comprobó que era más moderna que cualquiera que hubiera visto antes tanto en persona como en trabajos ajenos.

–Creo que tenemos ante nosotros la obra maestra de la cultura Profundos –aseveró Kneser con gravedad.

–Entonces será mejor que nos demos prisa en descifrarla, porque mis instrumentos indican que se está desvaneciendo.

–Kneser se acercó a la base del colosal objeto y buscó inscripciones que traducir.

No tuvo muchas dificultades, pues como pudo comprobar en cuanto estuvo al pie del artefacto se encontraba casi enteramente cubierto por ellas. Muchas de ellas rezaban principios básicos de la cultura Profundos que ya conocía, junto con otros que no había leído nunca antes.

–Sea lo que sea este chisme, le tenían mucho aprecio –comentó en voz alta. La luminosidad era cada vez más reducida, aunque seguían sin necesitar las antorchas atómicas.

–¿Qué ponen? –preguntó Séradim.

–Son sólo proverbios, pero no aparecen muy a menudo, y menos aún todos juntos.

–Busca las Instrucciones Maestras.

–¿El qué?

–En algunas inscripciones se alude a las instrucciones maestras, tres frases elementales que indican el funcionamiento de las máquinas más complejas, como pistas para desentrañar su funcionamiento.

–¿Cómo sabías eso?

–Un artículo reciente de mi colega Golvan. ¿Le recuerdas? Os presenté en una conferencia hace tiempo.

–Debo suponer que nunca se ha encontrado una máquina que las tenga.

–Supones bien.

Kneser siguió buscando hasta que se detuvo junto a una sección destacada de las demás.

–Recuérdame que invite a Golvan a cenar un día de éstos –comentó satisfecho.

-¿Lo has encontrado?

–Creo que sí. Signos ordinales Profundos, pero éstos son de la primera época. Creo que esta máquina fue concebida en los albores de su cultura. Estamos ante un aparato que para ellos debió ser la culminación de sus sueños.

–Y ahora se está apagando –comentó Séradim cada vez más preocupado en lo que miraba los indicadores. Ya no tenían necesidad de las gafas.

–La primera instrucción dice, si deseas la paz y la redención visita el Eje, pero nunca vayas a su mismo centro o el Vórtice te atrapará en el eterno Pasado.

–No suena muy halagueño –dijo Séradim.

–La segunda dice, si deseas viajar, deberás ir a los… no entiendo bien esta palabra, creo que no la había visto antes. Dudo que tenga homólogo en ninguno de nuestros idiomas. La tercera dice, no te acerques a la Frontera del Olvido.

–¿Qué querrá decir?

–No lo sé, pero no es poesía sin más, eso está claro. Menos aún con esta máquina de por medio. Estas instrucciones hablan de lugares. Tiene que haber un mapa por alguna parte…

–¿Y eso de qué nos serviría? ¿Acaso no ha cambiado la superficie terrestre?

–Te sorprenderías de saber lo avanzados que están los estudios de la cartografía Profunda –dijo Kneser en lo que seguía buscando.

–Bueno, finalmente la obra maestra de nuestros anfitriones se ha apagado –dijo Séradim haciendo lo mismo con sus instrumentos. Se acercó a la máquina y examinó sus bordes–. Aquí hay un mecanismo de tensión, Kneser. Lo he visto en otros aparatos Profundos antes. Suele servir para dejar al descubierto nuevas secciones. Éste parece que no ha sido usado nunca.

Kneser se quedó pensativo un momento. Al fin habló.

–A quién quiero engañar, no podría resistir la tentación de dejarlo intocado. Acciónalo.

Así hizo Séradim, y de repente una sección completa de pared, grande como una ciudad, comenzó a deslizarse. Por la velocidad que llevaba parecía que se disponía a aplastarles y a barrer la sala entera, pero al momento se dobló como un complicado rompecabezas y recuperó su posición original para revelar un enorme planisferio.

A pesar de que había luz, era demasiado tenue para poderse leer con claridad, por lo que Kneser encendió su antorcha atómica para rastrear por zonas el recién aparecido mapa.

–Es un mapa físico de los últimos tiempos de los Profundos –explicó con calma–, pero no entiendo los símbolos ni las líneas que los surcan.

–Es que son símbolos científicos –añadió Séradim–. Son líneas de campo.

–¿Estás seguro?

Séradim vaciló un momento.

–Completamente. En muchas cosas la notación científica de los Profundos difiere de la nuestra, pero en esto… son como dos gotas de agua. Junto a cada línea hay números Profundos. Esto es un campo escalar, Kneser. Como las líneas isobaras de las predicciones meteorológicas. Como las líneas de altitud de una montaña –dijo pensando que el ejemplo sería apropiado para ilustrar a su compañero.

–¿Y qué es lo que miden?

Séradim dirigió la antorcha de Kneser inquisitivamente hasta encontrar las unidades de medida. Una vez lo hizo sus pupilas se dilataron.

–Esto, amigo… es un campo de tiempo.

–No te entiendo –comentó Kneser intrigado. La mención de la palabra tiempo en relación a una máquina desconocida le asustaba más si se la oía decir a un científico que si la leía en unas instrucciones arcanas.

–Aunque parezca imposible, estas líneas unen puntos con el mismo tiempo. ¿Dónde… dónde estamos nosotros?

–Aquí –dijo Kneser apuntando con la luz.

–Ahora mismo estamos en una… creo que sería apropiado llamarlo isocrona… de magnitud dos, según el mapa. Es decir, que el tiempo aquí avanza el doble de rápido de lo normal.

–Yo no noto ninguna diferencia respecto a cómo ha avanzado siempre –objetó Kneser.

–Ahí está lo inquietante. Creo que lo que tenemos delante refleja cómo es la Tierra realmente, y lo que nosotros hemos conocido, que el tiempo avance por igual en todos los puntos, o al menos de manera relativamente similar, era producto de esa máquina.

–Entonces… entonces insinúas que en realidad nuestra percepción del tiempo siempre ha sido el doble de la normal…

–¿Qué es normal, Kneser? Todo depende de nuestras unidades, aunque siempre existen ciertas directrices para elegirlas. ¿Cómo eran las instrucciones?

–Una de ellas decía que si se necesitaba… –hizo memoria– la paz y la redención se visitara el Eje.

–Apuesto a que esto es el Eje –dijo Séradim apuntando un punto rodeado de deformados círculos concéntricos. Kneser miró la leyenda cartográfica, y efectivamente lo denotaba como el Eje.

–Los números son el equivalente de nuestros negativos. Cuando se está ahí, el tiempo no sólo no avanza, sino que retrocede. De ese modo podían olvidar los malos acontecimientos, como reza la instrucción. Sin embargo, en el centro de esta zona, el retroceso es infinito, es como un logaritmo en el cero, una asíntota que nunca se detiene. Sólo Dios sabe qué fenómenos físicos le ocurrirán a aquel que estuviera ahí. Sólo Dios sabe qué le habrá ocurrido a los que estuvieran ahí en el momento en que se ha apagado este trasto… dijo mirando a la máquina.

–El centro… es lo que la instrucción llamaba el Vórtice –añadió Kneser.

–Ahora sabemos por qué. La segunda hablaba de poder viajar, ¿verdad?

–Sí, así es. Ponía nombre a los lugares donde hacerlo, y son los mismos que aparecen aquí –dijo señalando a múltiples puntos del mapa–. Todos están cerca de donde hubo grandes ciudades Profundos.

–Dios santo… –dijo Séradim en voz casi imperceptible–. La velocidad. La velocidad, Kneser. La velocidad es inversamente proporcional al tiempo, espacio partido tiempo, como se cuenta a los niños. A más tiempo, menos velocidad y viceversa. En esos puntos las líneas indican tiempos cercanos a cero… y por tanto, velocidades cercanas a infinito, así como aceleraciones. Dios mío, pensábamos que eran avanzados, pero son mucho más que eso. Con este sistema podrían acelerar tanto las naves que irían a velocidades ya no mayores que la luz, sino cientos, miles, millones de veces mayores que la luz.

–Pero eso es imposible, la luz es lo más rápido en el Universo, ¿no?

–¿No lo ves? ¡Hemos vivido en una mentira toda nuestra existencia! Pensábamos que el tiempo se comportaba de manera similar en todas partes, y no es así ni remotamente. Hemos estudiado el Universo sin saber que nuestra percepción de él estaba distorsionada, sin sospechar que estábamos en un campo de tiempos artificial que siempre valía dos en todos los puntos. Éramos peces en un acuario y desconocíamos las olas del mar.

–Y nosotros hemos desactivado la máquina… –pensó Kneser.

–La tercera instrucción… hablaba de no acercarse a la Frontera del Olvido. Si el campo en el que está la Tierra no sufre variaciones, si los cambios son suaves, sin brusquedades, al ir de aquí al Vórtice, donde el tiempo retrocede, como en este lugar avanza deberíamos pasar por algún lugar donde sea cero… –trazó una línea recta entre ambos sitios, y se paró en un anillo de color rojo–. Eso es. Todo ese anillo es la Frontera del Olvido.

–Efectivamente, así es –corroboró Kneser leyendo el mapa–. Pero ¿por qué es tan peligroso?

–Un lugar en el que el tiempo no avanza ni retrocede… es como la parálisis eterna de todo, el fin último. Es ridículo pensar en los movimientos sin pensar en el tiempo, Kneser. Sin tiempo, todo es bello, estático, pero también carente de vida alguna. Y no se puede escapar de algo así. No se puede huir de la Frontera del Olvido. Como… como les habrá pasado a los que estuvieran allí ahora.

–Así que… se fueron de aquí y dejaron este chisme para eliminar todas estas… estas anomalías, tal vez se activó solo una vez estuvieran suficientemente lejos –reflexionó Kneser–. Tal vez tenían miedo de que el experimento saliera mal y por eso se fueron antes.

–Quién sabe. Para ellos el tiempo siempre había sido así. Intuyo que este campo de tiempo artificial afectaba a todo el Sistema Solar. Hay buenas y malas noticias, claro. Ahora el Universo es accesible, podemos viajar en él, y eso es esperanzador. Pero hemos descubierto nuevos monstruos, como cuando descubrimos los agujeros negros. Lugares que se tragan nuestro tiempo, que nos roban el alma.

–Sin embargo –pensó Kneser–, también hemos ganado control sobre el tiempo. Si ahora somos felices, sólo tenemos que ir allí donde el tiempo sea más lento. Si somos tristes, podemos volver atrás… o incluso avanzar más deprisa. Si deseas la paz y la redención… –dijo mirando en el mapa al Eje.

–Tal vez querían encarcelar a los futuros habitantes de la Tierra. O tal vez querían que ellos experimentaran un tiempo uniforme, como dejarse mecer por el viento. Algo que ellos nunca tuvieron.

–En ese caso, ¿por qué se fueron en vez de probarlo ellos?

–Toda la vida con lo mismo y de repente un cambio… aun sabiendo que el cambio es a mejor, se hace duro de sobrellevar.

–Y nosotros lo hemos provocado al llegar aquí. Al entrar a este lugar apartado incluso para su época. ¿Qué haremos? ¿Qué diremos?

–¿Decir? –pensó Séradim mirando al mapa–. La verdad. Lo que encontramos, y cómo va a cambiar el curso de la humanidad. Y les advertiremos sobre la Frontera del Olvido.

–Tienes razón –dijo su compañero cruzando el pórtico sin mirar atrás. Es lo único que podemos hacer.

Séradim se quedó un momento atrás mirando aquel aparato que no hace mucho funcionaba y debido al cual la humanidad vivía una mentira, tal vez piadosa, tal vez no, pero mentira al fin y al cabo.

–Y el tiempo decidirá si los que vinieron antes que nosotros fueron dioses o monstruos –pronunció en voz baja antes de salir.

(A Fede)

2006, Miguel Ángel López Muñoz.

El Suicida

–¿Nunca has sentido un temor especial cuando has transitado por una acera desértica en una calle igual de sólida? Más aún, ¿nunca te has sentido como capturado por la angustia cuando has caminado por un paraje inhabitado, una carretera vacía, quizá a altas horas de la noche? dijo el viejo Martín, y al decir estas frases, su rostro se puso más pálido, su arrugada piel mostró una expresividad inusitada.

–Sí, lo he sentido, ¿pero qué? ¿Qué hay con eso?
–No has notado que caminas y alguien o algo te sigue…
–¿Una persona? ¿Te refieres a una persona? Eso se llama delirio de persecución, producto de una mente algo trastornada…
–Sabes exactamente lo que digo, puntualmente no una persona, más bien un… “algo”, una existencia, como si un escalofrío te rozara la piel. Varias veces lo he vivido, a veces temo que suceda, yo hombre que he recorrido mucho en esta vida, en algunas ocasiones regresando de la chacra he oído un cascabeleo, una agitación…
–Una serpiente o un bicho de esos seguramente Martín… interrumpió Román al anciano, éste le miró con imprecación.
–No es una cascabel, ¿crees que no conozco de animales? Hay algo que hace sinuoso el aire, a menudo en algunas partes de un determinado camino, no te comenté la terrible influencia -botó el humo de su cigarro- que se siente al pasar por el camino que conduce hacia aquella huaca, donde ese Gilberti se perdió.
–Sí, en eso te doy la razón, aquel lugar esta demasiado viejo o maldito si queremos utilizar una palabra más adecuada, algunos dicen que hay días en que el camino es visible y otros en los que no, temporadas en que nadie lo puede encontrar…
–La naturaleza…
–¿La naturaleza?
–Sí, Román, la madre naturaleza es sabia, oculta el camino para que otros no se pierdan, rechaza y oculta a sus hijos enfermos y perdidos, pútridos…
–¿La naturaleza o Dios?
–Llámalo como desees mi amigo, pero pon más leña al fuego, aviva esas llamas pues no deseo quedarme a oscuras… en un paraje como éste – comentó preocupado el viejo Martín.
–Román se paró no sin demostrar cansancio, la jornada de aquel día lo había agotado. Al poner un par de pequeños troncos en la rústica cocinilla, la luz iluminó vivamente la estancia, las sombras de aquellos hombres se reflejaban como un teatro ambulante en la pared de adobes de la pequeña sala.
–El miedo… retomó la conversación el viejo Martín.
–¿El miedo? No entiendo – dijo Román.
–El miedo, el temor fue el que hizo que se matara.
–¿A quién? preguntó, sin seguir sin entender Román Rivas.
–A Ignacio Mejía, estoy seguro, así como yo siento esos escalofríos, esa especie de contacto de este mundo con el otro universo inmaterial, muchos mortales pueden sufrir una experiencia mucho más “material”, que pasa de las ligeras sensaciones a otros planos de experiencias.
–¡Bah! Era un vago, un individuo muy afecto al alcohol y a pensar cosas – dijo en tono despreciativo Román, y con ese gesto trató de quitarle fuerza a la palabra del viejo.
–Era una buena persona en el fondo, lo conocí, ¿sabes? Nunca me demostró un lado necesariamente hostil o una personalidad díscola. Pero si me habló de su temor a la soledad.
–Un temor que casi todas las personas tienen.
-Seguramente, pero es en la soledad cuando más personas sienten esas vibraciones, esas conexiones con aquella dimensión.
–Pareces muy seguro de todo eso, ¿por qué?
–Te acuerdas de la vieja Telma, ¿No?
–Sí. ¿Pero?
–Predijo su muerte.
–Sí lo recuerdo, era medio cartomancista o cartomántica, leía el tarot.
–Profetizó su fallecimiento, adivinó exactamente el día que iba a fallecer, dicen que alguien del otro lado se lo comunicó…
–¿En verdad crees eso Martín?
–¿Cómo adivinar la fecha exacta en que te vas a morir casi tres años antes de que suceda?
–La gente suele sugestionarse, vamos, Lambayeque esta llena de esas historias, aparecidos, pactos con el diablo, gente que regresa del más allá para recoger sus pasos, historias que se cuentan a los niños para que no se queden hasta muy tarde en la calle o despiertos.
–¿Y los Gilberti?
–Román recompuso su rostro, repentinamente se le fue la incredulidad.
–Tienes razón, pero insiste en que el muchacho era un vago, bebía mucho.
–Mucha gente bebe mucho, y jamás tiene el tipo de experiencia que tuvo Ignacio Mejía, y sobretodo no se esfuma para luego aparecer muerto, sobre todo luego de ese misterioso viaje al monte, el campo esta lleno de huacas, de tumbas, de lugares fantasmagóricos, muchos indios murieron aquí en la colonia, las antiguas culturas hacían sacrificios humanos, ¿cuánto crees que pesa eso? Muchas puertas han sido abiertas y no se han cerrado. Quizá todo esto pierda fuerza porque pocas son las personas que se aventuran por lugares remotos en busca de tesoros y esas cosas, por lo tanto pocos hombres tienen éste tipo de experiencias.
–Martín, pero él no fue en busca de tesoros, simplemente se remontó adentro en las campiñas, fue por una carretera abandonada a fin de sortear un problema de tránsito, las lluvias habían arruinado todas las vías, muchas personas hacen lo mismo.
–Pero él equivocó el camino, transitó largo trecho solo, por terrenos que no deben ser frecuentados…
–La gente dice que cargó en su mochila algunos estupefacientes y alcohol. Bajo esas condiciones cualquiera pierde el control.
–Supe que llegó a la ciudad luego de varios días, además también los aldeanos manifiestan que no tenía rasgos de haber ingerido alcohol, tan sólo mostraba un aspecto decaído, y actuaba como fuera de si.
–¿Como loco?
–No, solamente estaba ido y anodino.
–¿Qué crees exactamente que pasó? interrogó Román mientras jugaba débilmente con el humo que salía de su pucho, luego prestó atención a las palabras de Mejía.
–Aquellas sensaciones, aquellos roces desde otro mundo lo atraparon, ¿por qué crees que demoró tanto? Una travesía que por lo general la concluyes en un día.
–No lo sé, dímelo tú.
–Se encontró con la muerte…
–¡Vamos, no seas ridículo! vociferó Román, en su rostro un gesto de incredulidad.
–¡Él me lo contó por Dios!
–¡Por favor amigo, la muerte tan sólo es una abstracción! ¡Una idea! ¡No creerás algo diferente! ¿O si?
–Si tú no lo crees, es tu problema…
–Pero, ¿qué fue lo que te dijo? Te conozco, ¿por qué a un hombre como tú lo ha conmovido tanto ésta historia?
–Él había decidido encauzar su vida, había desperdiciado mucho de su valioso tiempo en borracheras y en exceso de todo tipo. Por fin había logrado conseguir un trabajo estable o había una posibilidad de conseguirlo, y ¡zas! El problema de las lluvias lo arruinó todo!
–Pero no se rindió. Empezó a pensar y a pensar, había oído de un viejo camino hacia la sierra, una antigua vía no usada desde 1800, antes de que se proclamase la Independencia, pero también tenía conocimiento de que ese camino era peligroso, por lo intransitable y por que se contaban extrañas historias acerca de él. Se decidió a tomarlo, consiguió un mapa y apuntó todas las sugerencias que le dieron acerca de cómo llegar por el a su destino. En primer lugar cargó varios víveres ya que le habían dicho que el viaje tardaría por lo menos día y medio a dos días a pie, debo mencionarte que la primera parte del viaje podría tomar un transporte motorizado, ya que sería hasta la ciudad de Ferreñafe, la segunda parte de la travesía sería a lomo de mula y más allá aún sería a pie.
–Más o menos, ¿ochenta kilómetros?
–Si los haces en línea recta, sí, pero ¿qué camino es en línea recta?
–¿Lo acompañó alguien en el viaje?
–Sí, cuando fue a lomo de mula un indio, y la vía que sólo podría transitarse a pie, la hizo él solo.
–¿Llevó algún tipo de droga consigo?
–No, conversé con él, ni bien hubo llegado de su viaje, como te dije al principio no presentaba rastros de haberse perdido en alcohol o alguna otra sustancia…
–¿Pero exactamente que vio? Aún no me lo has dicho -preguntó Martín, impaciente y movido de alguna forma por el giro que estaba tomando el relato.
–Te lo he dicho ya, y no te sonrías así -se apuró a decir el sexagenario narrador.- Me refirió una experiencia extraña, abandonó al indio y a la mula, dejándole instrucciones que si en dos días no llegaba regresara, que de ser así seguro había encontrado el campamento minero y se quedaría a trabajar, te mencionaré con la mayor aproximación sus palabras:

«Me despedí de Rogelio, así se llamaba el muchacho y seguí mi rumbo, eran cerca de las cuatro de la tarde, seguro me agarraría la noche caminando pero no tenía otra salida… acamparía… tomaría mi merienda en la oscuridad a la luz de un pequeño fuego… a medida que avanzaba mis pasos se hacían más sonoros, no se por qué, pero al continuar y al alejarme de mi acompañante, la soledad era más y más grande, una sensación de soledad tremenda, era como navegar a la deriva solo, como derivar en un barco fantasma, sintiendo el nauseoso movimiento de la barcaza, no estoy seguro de cuanto camine, me refiero a que distancia pero una oscura noche se cernió sobre mí, disminuí velocidad de mis pasos, me senté, con la ayuda de mi linterna y busque algunos pequeños leños de algarrobo y prendí fuego, calenté algo y prendí un cigarrillo para pasar el rato. El viento silbaba fuerte, escuchaba sonidos extraños, a la manera de ecos, no les tomé importancia, hasta que algo ¡De pronto me sobresaltó! ¡El silbido del viento se había convertido en música! Una rarísima danza volaba en los aires, busqué desesperado -aunque tratando de conservar la calma- más leños para aumentar el fuego, el calor y la luz de mi fogata. Así lo hice. Sin embargo, la danza seguía surcando los cielos, se tornaba más y más denso y pesado el aire que me rodeaba, encendí mi linterna, dirigiéndola hacia uno y otro lado, ¡nada, no se veía nada! ¿Alguien me estaría jugando una especie de broma? ¿Pero en esa inmensa soledad? ¿En medio de la nada? Era muy poco probable, casi imposible.»

«¿Quién esta ahí? Grité. ¡Responda! Dije una vez más. Volví a preguntar. Nada. Entre tanta tensión me quedé dormido. Amaneció, muy temprano, puedo jurar que vi el sol enrojecido. Eran las cinco de la madrugada y su luz taciturna me inquietaba ya. Me incitaba a levantarme. Tomé algo de comida y seguí mi camino. A mitad del día y habiendo caminado ya varias horas, empecé a sentir que alguien me seguía, mas volteaba y aquel hombre se ocultaba tras los matorrales. Como medida de previsión saqué mi revolver y a la segunda vez que lo vi, inmediatamente volteé y logré verlo. Debo decir necesariamente que era un hombre, no, no era un hombre, me equivoque, era una especie de ser. ¡Disparé! el escopetazo sonó como una bomba en tan asfixiante soledad. Una carcajada provino de “eso” corrí en su persecución, más fue en vano. Al darme la vuelta, “eso” se encontraba detrás de mí; el acosado fue perseguidor, mas no huí, lo enfrenté. E incluso debo decir lo “miré”; mas no puedo describir que observé: un rostro amorfo, sin ojos ni boca ni nada de lo que pudiera haber visto nunca, por eso mi descripción es torpe. Atiné a dispararle nuevamente. Me tomó del brazo ¿con qué brazos o manos? No lo sé, no vi ninguna, pero me tomó de la muñeca. Le increpé que me soltara, pero mi voz se perdía en su cuerpo, el que había adquirido una enorme dimensión, tanto que ensombrecía el sol. Me arrastró, me arrastró con fuerza… ¡Mire! ¡Mire! ¡Cómo ha quedado mi brazo! Está quemado, completamente quemado. Al parecer es una gangrena, tan fuerte fue como aquella bestia me tomó, que vea cómo ha quedado, mas aún pude escapar, no sé como lo conseguí. Encontré al indio, al pequeño, al muchacho que me acompañó, no supo que decirme, más pronto me llevó donde su padre, me dijo que era curandero… Me desmayé… desperté y muchos indios me miraban… estaba justo en una ceremonia de limpia, el padre del muchacho era en efecto un brujo reconocido. La sesión fue agotadora. Mi mano me seguía doliendo horriblemente, desafortunadamente el brujo no me dio muy buenas noticias: no era ningún hechizo o mal conocido el que tenía yo, me dijo que ¡¡LA MISMA MUERTE ME HABÍA TOCADO!! Varios de los presentes se santiguaron y empezaron a condolerse de mí, mas no tardaron mucho en irse, el dolor sigue aumentando… sigue aumentando…»

–No sé que decirle, Martín, no lo sé, el muchacho se volvió loco…
–Le hubieras visto la mano, amigo, he visto gangrenas en mi vida, he presenciado enfermedades y mutilaciones pero eso, no se qué sería…
–¿A los cuantos días murió Ignacio?
–Luego que conversamos, a los dos días creo, se envenenó, pero su brazo nunca se encontró, nunca lo encontraron… ¡Se lo cercenó!

por Paul Muro

Atlantis

“Y en un solo día, en una noche fatal, todos los guerreros que había en vuestro país fueron tragados por la tierra que se abrió, y la isla Atlántida desapareció entre las olas”
Platón (427–347 A.C.)

Timeo

Desde que lo cantó Platón, hace más de dos milenios, nunca hubo otro testigo de la tragedia del continente perdido. Ese mundo cuyo paso por la existencia se esfumó en la bruma de la prehistoria, convirtiéndose en nada más que sueños y especulación; dudándose incluso que alguna vez existiera. Continue reading «Atlantis»