SYNCO: Fragmentos selectos

Fragmento 01
CCC.t-Syn-0923.scl 21:54:18

«The coup that failed. Pinochet vs. Merino, confronted archetypes in latin american military history», Time, article by Mike Wilson, 1976.

«Al parecer, alguien al interior del Ejército, que nunca ha logrado ser identificado, alertó a la Armada de los inusuales movimientos de tropas durante la madrugada del 10 de septiembre, todos en dirección a la costa. Continue reading «SYNCO: Fragmentos selectos»

Yo Robote, Cory Doctorow

Robbie el bote a remos tuvo su gran crisis de fe al despertar el arrecife coralino.

—Vete a la mierda —dijo el arrecife haciendo vibrar el casco de Robbie por medio del oleaje del abofeteador mar de coral—. En serio. Este es nuestro territorio, y no eres bienvenido.

Robbie guardó los remos y dejó que la corriente lo llevara de regreso al barco. Si bien es cierto que Robbie no había conocido jamás a un arrecife sentiente en toda su vida, no le sorprendió que el primero en despertar fuese el Arrecife Osprey. La última vez que el barco había anclando por esas latitudes una intensa actividad electromagnética se había suscitado. Continue reading «Yo Robote, Cory Doctorow»

Ansia de Nieve

Vladimir SpiegelHabía visto imágenes estáticas y holográficas de nieve. Había visto en filmaciones tridimensionales la caída de miles de copos de nieve que iban tapizando todo de blanco. Había visto borrascas fabulosas, que podían, según lo que había leído, matar a la gente.

Sin embargo nunca la había visto realmente. Nunca mis ojos la habían visto caer en realidad, ni mi cuerpo había sentido el contacto frío en la piel.

A los trece años no era algo que me mantuviese despierto por las noches, pero a medida que ese otoño avanzaba mi curiosidad iba en aumento. Continue reading «Ansia de Nieve»

Evacuación, por Sebastián Gúmera

Despierta a la mujer la linfa evaporada de la ciudad. Sus neuronas adormecidas intentan huir del hedor, se marean y vomitan, desesperadas, palabras de auxilio.
― ¿Dónde estoy?
― ¿No la habían amordazado? ― oye la mujer, vendada y atada.
― No era necesario, ¿Quién la oiría aquí? Nadie. Luisa, estás sola aquí, ¿estás asustada? ¿no? Pues deberías estarlo. No por nosotros, ya no presentamos ninguna amenaza cuando queda tan poco tiempo.
― ¿Quiénes son?― la mujer era casi inaudible, pero serena. La voz de quien le hablaba la tranquilizaba.
― Somos quienes te necesitan para intentar redimir a la humanidad. Tu marido es el culpable de que estés tú aquí. Si nos ayudas, podrás morir satisfecha y en paz cuando llegue el momento, de lo contrario no aseguramos que tu muerte ni la de tu hijo sea indolora. Continue reading «Evacuación, por Sebastián Gúmera»

El Hombre que salvó al mundo

Me levanté temprano como todos los días. Pongo el despertador a las seis y media porque me toma casi noventa minutos llegar al laboratorio. Seguí la misma rutina de siempre. Encendí el plasma en un canal de noticias, fui al baño a mear, luego a la cocina a activar la máquina del café y después de vuelta al baño a darme una ducha. Tiene que entender que a esa hora de la mañana la costumbre es más fuerte que cualquier decisión consciente, y soy una especie de zombie capaz de pasar muchas cosas por alto hasta que las tengo frente a la cara. Hace unos años, por ejemplo, mi ex-novia se quedó a dormir en el departamento. Follamos… ¿puedo decir follamos? Bueno, tuvimos sexo y todo eso, pero a la mañana siguiente no me di cuenta de que ella estaba en la cama hasta que salí de la ducha, y me dio un buen susto. Obviamente sigue siendo mi ex-novia. Continue reading «El Hombre que salvó al mundo»

Vibraciones Felinas, por Toncy Dunlop

Gato_aristóteles es enorme, y de su gigantesca cabeza emergen, como propulsados por fuerzas cósmicas y brutales, cinco cuernos rosados y brillantes. Ella lo maneja como una diosa y el felino la ama -qué importan los cinco metros de diferencia cuando se ama- porque ellos se envuelven y revuelcan en la relación más extraña que he visto.

La chica gato, la de los cabellos brillantes y los ojos húmedos, no puede dejar de tocarlo y él ronronea con mecanismos de limpieza metálica mientras destruye el suelo con las garras duras que se contraen y relajan ante todo el placer líquido que le recorre las venas de . Sé perfectamente lo que está sintiendo – conozco el cosquilleo que le producen las suaves descargas eléctricas en la piel, la seductora tibieza del fluido interno. Yo mismo diseñé al felino con un potencial de placer sideral. Continue reading «Vibraciones Felinas, por Toncy Dunlop»

Volar, por Soledad Véliz

Camila observa a la pequeña máquina que descansa ante ella. Está hecha de finas piezas que parecen huesos de seres imposibles. Un resto de té en el extremo del escritorio brilla con la luz de la tarde y le sugiere un ojo expectante. Siente frío en los pies. La habitación se ha teñido de sombras.

A unos pasos de ella, justo frente al ventanal, su hija se baña con la opaca luz del atardecer. Su delgado cuerpo tiembla de vez en cuando arrancándole chillidos a la silla de ruedas, el caracol mecánico que la sostiene. Sus ojos miran a un punto indefinido del cielo y Camila se imagina que la luz se convierte en luciérnagas al llegar a su cabeza.

El departamento cruje como si se estirara y la mujer se sobresalta al sentir algo que camina por sus pies. Continue reading «Volar, por Soledad Véliz»

Lazos de Organdí, por Ángela González

Ella se acercó a su pecho…El corazón latía lento, muy lento, como si estuviese a punto de apagarse. Pero potente, como si pudiese atravesarla , entrar por sus sienes y quedarse ahí, agazapado en medio de su mente.

-Tu nunca sientes miedo-
-Nunca lo he necesitado- y con un brusco movimiento se desprende de ella, como si quitara una hoja seca de su pecho.

El cielo parecía caerse, un naranja intenso la llenaba por dentro. La ciudad triste, la ciudad como una anciana pidiendo limosna se aparecía ante ellos… Tan sólo una brisa y todo se desvanecería, como ese inútil lazo que los unía a ambos. «La sangre es más fuerte», como si de algo sirviera el haber nacido bajo el mismo cielo, bajo la misma mirada impávida de la madre triste. Continue reading «Lazos de Organdí, por Ángela González»

Trinidad, por Jorge Baradit (fragmento)

El mito más difundido entre los coders era el de la IA del “Escándalo Fachel” convertida en una virgen en la net. Una madonna digital santificando el nuevo espacio abierto por las máquinas. Sin embargo, ahí estaba, un andrajo cubierto de barro, hedionda a orines y casi incapaz de moverse.
-Necesito información, Angélica- murmuró casi con ternura –Creo que eres la única que sabe todo lo que pasa.
-No se qué está pasando –lloraba desconsoladamente –hace años que me arrastro y pido ayuda pero nadie viene, Algo quiere salir a través mío. Tengo miedo. Sácame de aquí ¡Hay ruidos y alguien me amenaza!..
Magdalena levantó la mano y le enterró su cuchillo-coder en la frente, le pidió excusas y comenzó a extraerle su memoria. Continue reading «Trinidad, por Jorge Baradit (fragmento)»

La Segunda Enciclopedia de Tlön (fragmento)

3. Las señales de ruta

La librería de viejo se alzaba en una de aquellas calles secundarias, paralelas pero extraviadas de la avenida principal. La calle del Alighieri, con sus pintorescas y antiguas casas de chapa y yeso, de salientes aleros y desigual altura, pervivía únicamente por los muchos vendedores de libros que habían hecho que se le diera a la calle el sobrenombre de Cueva de los Libreros. Las modestas tiendas surtían de un producto cuya procedencia difícilmente sería comprobable como en las grandes y elegantes librerías del centro, pero que para un comprador avezado podían representar hallazgos sorprendentes, incluso por entre la mayoría de los mamotretos de más dudoso precio y calidad.

Ubicada entre las adyacentes Calle Valparaíso y Viana, en la sombría ciudad de Aras del Mar, en el Chile de la tercera Colonia, Alex llevaba ya cerca de dos meses visitando al anciano, y Scolástica le había hecho ver lo impaciente que estaba Chomsky, ante unos frutos que se habían considerado dados con mucha más rapidez.

El señor Segovia poseía una tiendecita del siglo XVIII, con puerta de arco, sobre la que había unas habitaciones refaccionadas donde vivía con su familia, compuesta por su esposa y dos hijos adultos.

Durante más de treinta y cinco años había estado vendiendo libros en la calle Alighieri, y a través de los cuarterones de vidrio de la ventana solía observar las cabezas de quienes se inclinaban sobre los puestos del exterior, donde vendía libros entre mil y dos mil pesos.

-Lo que le entregué a su amiga fueron fotocopias de estos antiguos libros y manuales -le estaba diciendo el desaliñado y pequeño librero a Alex, mientras encaramado sobre una silla en la bodega sacaba de encima de un viejo armario una maleta, a la que el polvo sin limpiar durante años se había adherido, formando una película gris sobre el resquebrajado cuero.

Mientras, Alex miraba a través de una pequeña ventana con cristales emplomados como algunos copos de nieve, empujados por el viento, habían penetrado bajo el toldo y deslustraban los brillantes libros de bolsillo en una de las cajas.

Se volvió al anciano sin hacer ningún comentario, esperando a que abriera la maleta, que ya tenía dispuesta sobre una mesa.
¿Qué era lo que podía cuidar tanto el señor Segovia, para tenerlo así escondido, siendo que de otras estanterías ya había podido constatar que se asomaban títulos valiosos y rarísimos, que colmarían los deseos de cualquier erudito? Casiano, la “Steganografía”, primeras ediciones del “Paraíso Perdido”, y hasta algún incunable de Aldus… Una colección que inspiraba respeto, incluso ante el no entendido.

Finalmente la maleta estaba abierta. Se felicitó porque había podido granjearse la confianza del librero y tener acceso a las “Cartas de los Umbrales Alternos”…

Miró los deformados volúmenes encuadernados en vitela y piel negra. No llevaban título alguno en el exterior.
El anciano le alcanzó primero un libro delgado, en dozavo y que contenía cuatro planos desplegables, algo manchados por los hongos.

-Desde hacía un par de años ella frecuentaba la librería, y ya sabe, en este negocio pronto uno entabla complicidad en la búsqueda de ciertos títulos curiosos. Su amiga era una mujer diferente… y no me refiero a que obviamente se veía como una extranjera al igual que usted, sino a que no parecía ser de “aquí”… Más bien era como alguien conocida en un sueño…

El Trazante, ajeno a lo que el anciano hablaba, examinaba con ansiedad uno de los planos del pequeño libro.

-Al principio no se atrevía a preguntar por nada -proseguía el librero-, pero pronto colegí el tenor de sus intereses… Y finalmente le ayudé a encontrar lo que en el fondo andaba buscando, ya que ni ella misma lo parecía tener muy claro…
Turbado por la imagen del grabado, Alex fue a tomar otro de los libros, este manuscrito y mayor que el anterior, y de nuevo lo mismo… ¡Insólitamente eran planos de antiguas catedrales!

El señor Segovia permaneció un momento en silencio, calibrando cuidadosamente su reacción, luego, en tono más grave continuó:

-La aparente discordancia en su selección de lecturas ya me había intrigado. Mezclaba a Cornelio Agrippa con textos exóticos de matemática y arquitectura, y por último de religión… Religión “muy” antigua. Entonces decidí constatar si estaba “iniciada”, y como respuesta me contó una leyenda fabulosa… Reconocí en el acto lo que me decía, o más bien recordé los sagrados enigmas de la Orden.

Repentinamente, la imagen del viejo y pobre librero había cambiado, revelándose ante Alex no sólo como el inconsciente custodio de una alta sabiduría, sino que como su depositario secreto.

Los ojos del señor Segovia brillaron con intensidad, sus movimientos y gestos mutaron, rejuveneciéndolo y dignificándolo con hidalguía… Y entonces el Trazante vino a saber cosas que ya había leído o escuchado con anterioridad, cosas que creía conocer profundamente, pero que ahora se le revelaban bajo una luz nueva y que le permitían entender las relaciones y las herejías… las Señales de Ruta.

4. Noticia aparecida en el periódico El Observador de Quillota, Viernes 28 de Febrero de 2003.

Isaac Newton, el padre de la ciencia moderna, afirmó que el fin del mundo sería en el año 2060. Esta creencia del científico publicada en el diario británico The Daily Telegraph se encuentra plasmada en uno de los manuscritos desarrollado por el estudioso hallados en la década de los 30 en una librería de Jerusalén.

Según Malcolm Neaum, productor del documental “El oscuro hereje”, transmitido por el canal británico BBC y que narra las creencias de Newton respecto al universo, “hasta ahora era desconocido que él (Newton) haya calculado una fecha para el final del mundo”.

“Lo que ha estado saliendo durante los 10 últimos años es que Newton era un pensador apocalíptico. Pasó algo así como 50 años escribiendo 4.500 páginas tratando de descifrar en qué fecha va a ser el fin del mundo”, agregó Neaum.

5. Materia Oscura

Halley y Newton descendieron del transporte, por una de las rampas alfombradas del puerto.
Las enormes y esbeltas grúas, con sus múltiples brazos, se movían bajo las sombras de cada nave estacionada, subiendo y bajando la tecnología de las grandes Casas. En una de las plataformas mayores, suspendida a muchos metros sobre el suelo, se esperaba el regreso de un carguero, que volvía de las colonias extrasolares.

Pequeños vehículos, de alas curvadas como tocas de monjas, prevalecían a esa hora en el tráfico aéreo.

-Leibnitz y su filosofía de las mónadas no son suficiente amenaza contra la habilidad de mis Matrices…- consideró Newton, mientras caminaban por un sendero de mosaicos hacia la Real Sociedad.
-No puedo negar, Isaac, que tu tesis del agujero negro me produce inquietud…- confesó el cardenal.
-Es el resultado obvio de tu propio trabajo, Halley. La estructura misma de las membranas de universos comunica con el Creador, se extiende a una dimensión transmaterial, la fuente viva de energía primera.
Hacía mucho, las teorías de cuerdas aún no estaban unificadas, y los científicos llamaban a la materia faltante en el espacio “materia oscura”, ya que percibían su influjo en el movimiento de los cuerpos siderales, pero no podían verla. El cardenal Halley, cuando joven, fue el primero en postular una tesis coherente con la existencia de otros universos físicos, (“membranas”) debajo del nuestro, como explicación al misterio de la materia faltante.
-Una cosa es teorizar, querido amigo- siguió el purpurado-, más otra es decir con toda seguridad lo que encontraremos en el interior. Recuerda que aún se considera imposible que alguien o algo sobreviva el viaje a través de un agujero negro… Si es que realmente conduce a algún lugar.
-Pues mi sonda ha regresado, y como tú mismo comprobaste, la intersección de los universos membrana produce los agujeros negros.
-Son sólo matemáticas, Newton; sólo matemáticas. Insisto en que te estas arriesgando demasiado. Leibnitz ha trabajado durante años en el manejo de la “Mónada Holográfica”, y ahora, con el inesperado anuncio de su regreso, ha despertado gran expectación por saber cuál de los dos terminará imponiéndose.
Leibnitz, por caminos distintos, siempre alcanzaba resultados similares a los de Isaac, lo que había creado una gran tensión antagónica entre ambos genios de la astrofísica. Y la última competencia, por su desproporcionada ambición, mantenía en vilo a todo el Imperio.
-Necesitaré de algunos días para prepararme y mostrar lo que trajo la sonda- dijo Newton.
Llegaron ante las escalinatas de la Real Sociedad. En el portal, dos enormes atlantes que sostenían el mundo eran el único adorno en el liso bloque del edificio.
Isaac Newton, seguido fielmente por Halley, entró a recibir los murmullos de la comunidad científica.


6. El misterio de las catedrales

Muchos conocimientos de magia antigua estaban grabados en la piedra de ciertas iglesias, de tal forma que sólo el sabio podía leerlos. Fulcanelli ya había expresado que en la Edad Media, ante las narices del clero confiado y del pueblo, eran agitadas nociones arcanas, con raíces en sistemas precristianos.

Era el Templario quien ahora se dirigía a Alex, refutando y confirmando sus conocimientos del lenguaje secreto. La planta cruceiforme de las iglesias góticas era una alusión no sólo a la cruz de Cristo, sino también al “crisol” alquímico y su proceso de tortura, muerte, resurrección y transformación de la materia, junto a la significación precristiana de los cuatro elementos y los cuatro puntos cardinales.

Con el ábside elíptico, la planta de las catedrales se asemejaba al “ankh” egipcio, símbolo de la vida universal encerrada en la materia. Así, el símbolo de la cruz se convertía en la “piedra angular”, la primera fase de la Obra. Y en el interior de las iglesias como Reims, Auxerre, Poitiers, Bayeux, etc. aún se conservaban en el suelo los laberintos de mosaico que se ubican en el punto de intersección de la nave y el crucero. Este laberinto es un emblema del camino correcto a seguir por el Maestro, el verdadero hilo de Ariadna que permitió la salida a Teseo… (el nombre del templo de Cnosos en Creta era “Absolum”, el fin último, el “Absoluto”).

Pero las páginas cabalísticas escritas en piedra iban mucho más lejos que estas superficialidades. El Trazante veía de pronto no sólo las sombras sino las figuras reales que las proyectaban. Averroes, Guillermo de París y Nicolás Flamel, continuaban su ciencia medieval hasta el oriente, a la claridad del candelero de siete brazos, hasta Salomón, Pitágoras y Zoroastro…

Detrás de muchos “adornos” o símbolos primitivos, dramáticamente mutilados y remozados en el Renacimiento, se ocultaba una ciencia sobre el verdadero origen y destino de los hombres. Y la piedra filosofal buscada por los alquimistas no era la fabricación del oro. Lo esencial, más que la transmutación de los metales, era la del propio experimentador. El secreto de la alquimia se resumía así: “Hay una manera de manipular lo que la ciencia moderna llama campo de fuerza. Este campo de fuerza actúa sobre el observador y le coloca en una situación privilegiada frente al universo. Desde este punto privilegiado tiene acceso a realidades que el espacio y el tiempo, la materia y la energía, suelen ocultarnos.” Esto era lo que llamaban la Gran Obra.

Rea había alcanzado un equilibrio entre lo “físico” y lo “espiritual” permitiéndole observar la “totalidad misma”. Había leído las claves en los templos menores, pero que guardaban fragmentos del Templo Mayor, el Primero y del que derivara la Orden custodia.
Alex veía con cada vez más asombro, que los resultados de esa ciencia eran tangibles, y que en este otro universo alguien desde hacía mucho tiempo los estaba esperando… a Rea, a él o a otro de sus compañero de la Primera Colonia. Ahora el Templario le estaba hablando de la Matriz, algunas de las palabras eran distintas pero el concepto era el mismo.

-“He visto hombres que viven en la Tierra y, sin embargo, no son de la Tierra, defendidos por todas partes y no obstante sin defensa alguna y con todo no poseyendo nada más que lo que poseemos todos”.

Citaba a Apolonio de Tiana, quién en el primer siglo de la Iglesia de Cristo habría estado en un país no situado en el mapa. Allí visitó la ciudad de Iarchas, donde observó un modelo del sistema solar que se desplazaba sin ninguna clase de soporte, bajo la cúpula de zafiro de un templo… Le habló de las “puertas inducidas”, de los mapas y de las alienaciones, su simple técnica de fabricación y su redescubrimiento periódico; de las construcciones de razas desconocidas y de otras razas misteriosamente desaparecidas, los numerosos contactos con los habitantes de los pliegues desconocidos de la Tierra… ¿ Así que habían otros?, pensaba el Trazante, ¿otros prisioneros que en el pasado ya buscaban el Universo Real, o que provenían de mundos totalmente distintos al de la Matriz? ¿Y si en los Universos Artificiales además el propio tiempo tuviera sus repliegues, si hubiera un siglo suplementario entre el XVI y el XVII, o el siglo XXI se extendiera un poco al siglo III antes de Jesucristo, como se decía en una novela de Ashton Smith? Seguramente un matemático de su cofradía debería traducir las fórmulas que aparecían en los planos, a través del continuo de Cantor.

En la Primera Colonia los Alquimistas de la Matriz hablaban del universo fantasma de Nishimura, del universo de taquiones de Feinberg, y el Templario de “los mensajeros que van y vienen entre nuestros países y la Ciudad del Rey del Mundo, los guardianes del Centro”, pero, en definitiva, hablaban de la misma cosa: existen muchas Tierras, pero también un camino para encontrar la Verdad.[x]