Erie Street 446, apartamento 513, quinto piso. Cuando gozo de algún tiempo libre me gusta ir caminando a la playa de la calle Ohio, sólo para contemplar el mar. Nunca entro al agua, sigo preguntándome cómo es que no sé nadar. Nadie se tomó la molestia en enseñarme y nunca creí que fuera útil, ¿para qué ir por debajo del agua si podías correr sobre ella?
Me siento extraño sin mi uniforme, me siento vacío cuando no estoy trabajando. En la esquina de mi edificio está aquel loco de la pancarta que vive pregonando el advenimiento del Götterdämmerung. Alguna vez fue ministro de la Iglesia de Continue reading «[Bitácora Metahumana]: Lunes 18 julio de 2005»
El cuarto donde la niña estaba era un minúsculo cubículo sin ventanas donde apenas cabía el lecho donde permanecía postrada. Su existencia prolongándose tan solo debido al constante trabajo de máquinas a las que había estado conectada desde el momento de su nacimiento. Sumida en el silencio y la oscuridad, incapaz de mover un solo músculo, quizás destinada a una muerte temprana. Pero los años habían transcurrido y había vivido para llegar a ser testigo de esos días.
La última vez que lo vi chupaba con desesperación el cañón amargo de un revólver, finalmente decidido pero incapaz de apretar el gatillo por segunda vez. La sangre se acumulaba en su oreja y formaba un charco negro en el suelo, del que todos se alejaban más con asco que con compasión. La primera bala había esquivado el cerebro como había podido, arañando sólo el lóbulo parietal derecho y haciendo astillas el hueso al salir del cráneo. Sus ojos permanecían abiertos, pero no creo que viera algo más que las baldosas azules y blancas del piso del comedor. Con la lengua enroscada en torno al
Primero fueron los perros.
Rolando había logrado infiltrarse en la prisión-fábrica a través de una abertura encontrada en una alambrada en mal estado. Su misión era destruir las máquinas de azúcar, nombre común de la potente droga que significaba el corrupto sustento de esa nación. El sector carecía de guardias. De todas formas buscó donde ocultarse. Caminó extensamente entre basura y escombros buscando un lugar adecuado, siempre agazapado. El viento corría helado haciendo tremolar el extremo del largo abrigo. Las nubes grises navegaban suavemente y lo cubrían todo, como si el cielo entendiera la depresión en que se 

