No me miren

«La noche es un monstruo hecho de ojos»
G. K. Chesterton

Una secretaria pasó por afuera de la oficina del Jefe Cárdenas llevando unos papeles. Al pasar frente al ventanal, le echó una mirada breve y coqueta a Ibarra y López, los detectives. El ojo izquierdo era verde. El ojo derecho, color miel.

—Está de moda, definitivamente —dijo el Genio a sus espaldas, sonriendo desde atrás de sus gafas.
—Si el Doctor Forrester hubiera tenido razón —gruñó el Jefe Cárdenas detrás de su escritorio—, ahora tendríamos más de la mitad de Continue reading «No me miren»

De cuentista a guionista: el proyecto «Los que no vuelven»

Para casi-casi completar la historia de los escasos relatos que he publicado, va un resumen de los vericuetos de mi historia favorita. Se llama «Los que no vuelven», es muy íntima y breve, y está ambientada en el Chile del año 2030.

Creo que no voy a contar nada del cuento en este post, salvo que hay agua por todas partes, y que los referentes directos fueron «Un mundo sumergido» de Ballard, el video clip de «Pyramid Song» de Radiohead (aunque vi el video después de escribir el cuento, pero eso da lo mismo) y la primera página de «El americano impasible» de Continue reading «De cuentista a guionista: el proyecto «Los que no vuelven»»

Los dos soles del ocaso

Two suns in the sunset
could be the human race is done?
Roger Waters

1

Y los hombres se dieron cuenta de que las leyendas eran ciertas: hubo un inicio y habrá un fin.

En una noche futura.

Siempre todo transcurría en el pasado o en el futuro, hasta que la noche prometida por fin llegó.

2

En algún lugar del Asia menor, a la hora en que el sol comenzaba a descender en el poniente, en el oriente del cielo apareció una estrella nueva Continue reading «Los dos soles del ocaso»

Reflexiones en la filmación del booktrailer de SYNCO

El escenario es la tranquilísima comuna de Ñuñoa a pleno sol un sábado a mediodía, los actores son mi amiga Ana Rodríguez y mi amigo Jorge Baradit que están corriendo como locos detrás de la cámara de Raúl Pinto y el auto de Bárbara Cano. Época actual, pero todos estamos imaginando que es 1976, año donde transcurre “Synco”, la novela que Baradit va a lanzar en un par de semanas y de la que se ha hablado más que bastante en la prensa nacional. Continue reading «Reflexiones en la filmación del booktrailer de SYNCO»

Apoquindo

El dibujante Christiano, cuya obra admiro, citó en su blog a este blog, particularmente a un relato que yo escribí. Retoma un hecho que, como muchos, pero no como todos, sigue ocurriendo en la eternidad: el tiroteo de la policía a miembros del movimiento Lautaro sobre una micro en Apoquindo, en 1993. Los lautaristas acababan de asaltar un banco y huían en una micro. Carabineros subió y disparó, transformando en colador a los lautaristas, al vehículo y a un par de civiles, porque la micro estaba llena de civiles que pedían a gritos que no dispararan. Horas más tarde Enrique Krauss, ministro del Interior, presentó su renuncia, pero el presidente Aylwin no la aceptó, y declaró que justificaba plenamente el actuar de carabineros.

No soy exacto en este relato. Para algunos cada palabra y cada declaración y cada impacto de bala está grabado a fuego en sus recuerdos. Para mí el asunto se desdibuja, porque a la vez que se inscribe en la eternidad de forma indeleble sus bordes tiemblan y se pierden. En mi anterior ucronía refería, al pasar, cómo una de las balas llevaba una información importante que viajaba de formas no tradicionales, se diría mágicas, desde una persona a otra a lo largo de los años. Como casi todos los relatos, incluso los fantásticos, éste no lo inventé. Tampoco lo observé, lo que también es usual. Me lo contó alguien. Un niño.

El lazo que nos unía es obvio, y duró sólo un par de meses. En ese tiempo lo vi unas tres veces, y hablamos a fondo sólo la última. Era un niño que el 2007 tenía once años y vivía en La Florida. Un pokemón, como se llegó a decir en Chile a los púberes de estos días. Confuso y ofuscado, enojón y tímido, pero también asustado. No soy bueno hablando con la gente, así que menos me sale hablar con los niños, pero encontramos un punto en común cuando me mostró sus dibujos. Cómics, me dijo. Tras comentar un par de títulos entendí que ni él ni yo habíamos leído mucho del género, pero que a ambos nos gustaba la idea: dibujos y textos, poesía verbal y poesía en trazos, películas congeladas en un ángulo imposible. No lo dijo así él, obvio. Lo pensé yo. Lo que él hizo fue, después de un rato, mostrarme los dibujos de la gran obra que tenía planeada.

«Es la aventura de un superhéroe», me dijo, y me lo mostró: un joven poco destacable con ojos japoneses. Pero junto al único y rayado dibujo del héroe estaban los villanos. Grandes, con hojas borroneadas completas para ellos solos, dibujados con grafitos gruesos y pintura y acuarela sobre un confuso bosquejo de lapiceras bic negros y azules. No soy artista plástico pero alcancé a darme cuenta de que no tenía mucha técnica. Y no soy psicólogo pero alcancé a darme cuenta de que había algo profundo y sórdido saliendo a través de esos dibujos. Y tengo las emociones un poco congeladas pero alcancé a notar que detrás de esos villanos deformes había algo pugnando por hablar, una historia de esas que no pueden contarse y que quedan en imágenes, en bocetos frustrantes, en citas falsas a otras personas.

El pokemón me comenzó a contar sobre cada uno de sus monstruos. La mayoría eran militares: mezcla de marine de película gringa y gordo chileno grosero y grasiento. Eran militares en rasgos como una insignia sobre una sombra de sangre, o una gorra con estrellas partida en trozos viscosos. Llevaban cuchillos largos como brazos, tenazas que «te dan electricidad y te matan», metralletas con varios cañones retorcidos, ratas grises con sonrisas pepsodent mordiendo manchas rosadas en las piernas de mujeres. Sí, ratas entre las piernas de mujeres. Pero también estaban los otros. «Son todos fantasmas», me dijo el niño. Los otros eran fantasmas blancos que no mataban con sus manos pero asustaban y te hacían perder el alma. Tenían heridas por todo el cuerpo de donde salían niñas que gritaban y le mordían el cuello a la gente, y cigarros encendidos saliéndoles de los ojos y algunos estrangulaban a otros con cosas rojas que, según me dijo el niño, eran banderas. Y todos ocupaban hojas y hojas de oscuridad, de confusión y de recuerdos, porque eran recuerdos, porque mi amiguito me explicaba la historia cerrando los ojos para recordar mejor.

La historia no tenía mucha forma, como ya dije. El no la tenía clara: se suponía que en algún momento, al final, llegaba su héroe (el que tenía un solo dibujo ocupando una pequeña hoja en blanco, perdida entre los croquis de los villanos) y los vencía y todo terminaba bien, pero él no tenía claro cómo iba a ser, y sólo sabía que sería al final de toda su historia. Y en la historia se demoraba en peripecias donde los villanos-fantasmas querían destruir la ciudad, salían de las alcantarillas y andaban por la calle a veces visibles y a veces invisibles, asustando a la gente y matando a algunas de ellas, haciendo que los perros se volvieran locos y mordieran a todo el mundo, transformando el vidrio de los ventanales en miel podrida y el agua de los baños en un líquido negro, y todos se estaban preparando para el gran asalto, el ataque final. Y esa batalla iba a ocurrir en un lugar llamado Apoquindo.

«Lo que quieren es matarlos a todos», me dijo el pokemón, y me explicaba que los villanos se iban a subir con sus armas a una micro en calle Apoquindo y que dispararían al mismo tiempo que todos los fantasmas que en ese instante estarían subidos a todas las micros y todos los trenes y todos los automóviles del país disparando y explotando. Había varias hojas donde había tratado de dibujar la batalla, pero estaban todas negras: al querer ir dibujando más cosas encima, «balas y más balas», se había transformado todo en una nube negra donde, muy pequeña, aparecía una manchita verde que era todo lo que quedaba de su héroe.

«Pero eso todavía no pasa», me dijo para terminar, «y tengo que hacer que pase y que el héroe los salve, pero todavía no se me ocurre cómo». Yo terminé de escucharlo, y tuve ganas de leer la historia completa, pero sabía que para eso simplemente tenía que ir a los diarios y a los archivos de prensa a buscar la historia de la balacera de Apoquindo. Y ahí supe que el niño no se había inventado la historia, y tanteé sólo un poco las noches de relatos que habían cavado un nido de balas y rencores en su cabeza. «¿Quién te inspiró?», le pregunté.

«Mi abuelo», me dijo. Apuntó al techo. Recuerden: La Florida, una de esas casas nuevas de tres pisos en barrios aspiracionales y pobres. «Mi abuelo estuvo en la micro y me contó que se escapó disfrazado para que no lo mataran.»

«¿Tu abuelo era una de los civiles en la micro?». No, hizo con la cabeza. «¿Era lautarista?» No. Igual que ustedes, yo no quise creerlo, pero entonces tuve que preguntar. «¿Tu abuelo era paco?»

Se quedó mirándome, pero al final volvió a hacer que no con la cabeza. «Mi abuelo era uno de los fantasmas», me respondió.

No quise decir nada. No quiero, ahora, mentirles. No recuero si se me erizaron los pelos o alguna de esas reacciones físicas que en los relato se utilizan como recurso para hablar del miedo. No tuve miedo, porque aunque todo parezca tomar derroteros fantásticos, la realidad es la realidad y no el delirio. Y este país es un país ordenado y sin pesadillas, y no existen fantasmas grises y fantasmas negros avanzando cada día con nosotros en las calles susurrándonos los ecos del pasado de sangre y del futuro vacío y blanco, y es mentira que el destino de nuestro país y nuestro continente sea un baño de sangre, y que sea un destino que ya haya ocurrido. No tuve miedo: simplemente me quedé esperando que la hermana de mi amiguito artista subiera a buscarme al segundo piso porque nos teníamos que ir. Ojos verdes hermosos, pelo rubio sin ser de clase alta, sin haber tenido que pasar salvo por casualidad por avenida Apoquindo en la comuna de Las Condes. Carla, le dije, dime algo. Tu abuelo. ¿Tu abuelo es de derecha o de izquierda?

Ella usó esos magníficos ojos verdes para mirar a su hermanito con cara de enojo, para mirarme a mí con cara de hielo, y luego me respondió: «eso no importa, Medrano. En esta casa no hablamos de política.»

TUNGUSKA 7


Primero eran los juegos en el kindergarden, esas peleas dadas con nuestros cuerpos inofensivos, nuestras manitas blandas y pequeñas como motas de algodón rosado, pero ya había sangre, yo ya había destrozado un rostro ajeno con los dientes, ya nos reconocimos e intuímos que pronto seríamos más. Algunos tuvieron que viajar después por la guerra, otros pasaron un tiempo en los campos de concentración, aterrados de la mano de sus padres. Otros tuvieron una vida burguesa en los colegios de Sudáfrica, mirando al otro lado de la reja a los negros que despreciaban tanto como sus compañeritos igual de blancos que ellos pero que no eran los elegidos.

¿Sabíamos en ese entonces para qué estábamos elegidos? No nos importó, creo. Yo estuve en uno de esos colegios para niños pobres y me salvaron los nuestros, me reconocieron en un burdel oscuro donde abusamos de la puta un año más joven que nosotros, nos escapamos de las calles de Lima sabiéndonos en esa hermandad secreta.

Hubo accidentes, y de alguna manera llegamos a saberlo. Explosiones menores, fenómenos paranormales, un renombrado caso de piroquinesis en Japón, un asesinato en serie de Kentucky al que, de alguna manera, logramos cubrir inculpando a otro tipo normal, sicópata y demente pero normal. A los veinticinco años aún no estaba claro: teníamos la rabia, jugamos en la escena punk mundial y en las rebeliones universitarias a lo largo del globo, nos perdimos en guerras y guerrillas, nos relacionamos con la mafia o nos dedicamos al cultivo salvaje y asistemático de nuestra marca, nuestra diferencia. Sembrábamos a pequeña escala, igual que el resto de la humanidad, nuestro gusto por la destrucción a lo largo y ancho del planeta.

El ’73, en Chile, por fin supimos un dato nuevo: muchos éramos los elegidos, pero no todos sobreviviríamos. El tiempo nos haría encontrarnos y destruirnos. Lo supimos enfrentados en una calle de San Miguel, donde dos de los nuestros se enfrentaron a metralletas y uno murió, su mujer embarazada fue pateada, sus amigos acribillados. Entonces todo se hizo más cruento, pero más puro. Nos habíamos olvidado de las travesuras de adolescencia, habíamos aprendido que el camino no tenía vuelta y que, al mismo tiempo que seríamos cada vez menos, estaríamos más cerca del final.

Hubo unos que nunca utilizaron la violencia personalmente: la semilla de su influencia derrotó países y trasnacionales desde costosas oficinas en Londres y en Nueva York. Ellos lograron derrotar a varios. A mí casi me destruyen cuando estaba en Nicaragua, vagando por la selva. Algunos de los normales comenzaron a darse cuenta de algo. Intentaron cazarnos a fines de los 90, denunciarnos por nuestra extraña y permanente juventud o, lo que era fundamental, por el trazo de desastre que dejábamos en nuestras rutas.

Pero ya era demasiado tarde para ellos. En el cambio de siglo fue la prueba de fuego: los que quedábamos (menos de la mitad de los originales) tuvimos una tregua para acabar con dos objetivos. El 2001 destruimos las torres de Nueva York y el 2009 lanzamos en París la bomba que comenzó la guerra. Tuve algo de nostalgia entonces: yo había caminado debajo de esa torre de hierro de la mano de una mujer que ya estaba muerta (sí, yo era el culpable). Ella me había dicho, hacía tres décadas, lo que decían las investigaciones sobre nosotros.

Dijo que la semilla se había sembrado en 1908, que de alguna manera la primera generación no manifestó nada, aunque nunca se supo cuáles eran los síntomas ni había nada plausible para determinar cuál era nuestra diferencia. Ella decía que era por la falta de estudios sistemáticos. Yo, repitiendo quizás lo que todos nosotros pensábamos, le respondí que la ciencia nunca iba a poder explicarnos. La poesía quizá, con sus pequeños hombres que soñaban con el infierno y la revolución y el abismo final. El rock y sus guitarras distorsionadas que hablaban de toda la neurosis y la soledad del universo. La biblia, donde aparecía la serpiente y la tierra se transformaba en una llanura para que se enfrentaran los ejércitos.

Pero nosotros no éramos ejércitos. Eramos ya unas cien personas repartidas por el globo que militaron, como soldados o como generales, en la última guerra. La tregua se acabó, y por fin pudimos utilizar a los ejércitos como nuestros cinturones protectores para la última batalla. Nos enfrentamos haciendo caer las ciudades, lanzándonos montañas de roca. Ya ni siquiera ocultábamos el brillo sobrenatural de nuestros cuerpos ni la inestabilidad atómica de la materia que nos rodeaba. El 18 de septiembre del 2010 quedábamos sólo cinco. La guerra había acabado, la gente pensaba que podía rehacer su vida. Nos encontramos en la planicie de hierro que cubría a la antigua subterránea Moscú. Nos miramos: brillantes, hambrientos, con el poder brotando de nuestros dedos y ojos. Cuatro de nosotros éramos jóvenes. El quinto tenía el doble de nuestra edad.

-Tú no eres de esta ola -dijo alguno de nosotros al viejo-. Tú sobreviviste al anterior impacto. Tú eres algo así como nuestro padre o nuestro mentor.
-O eres el que falló en la ocasión anterior.
-Tengo más poder que ustedes -contestó, y ya no hablaba el idioma de los hombres sino el de los ángeles del fuego divino.
-Somos más que tú -observé yo, aunque mi lenguaje también era un horno atómico-. Y tú y tu generación fracasaron en la anterior ocasión. La explosión en Tunguska fue todo lo que lograron hacer.
-Eso es cierto, jinetes -contestó-. Fallamos, y le regalamos el siglo XX a la humanidad.

Sentimos a nuestro alrededor, por todo el globo, a la humanidad. Pensando, reconstruyendo, escribiendo partituras y moldeando estatuas, contaminando el planeta, despedazándose en guerras y violándose en las calles, arrancándose el cabello en las ciudades, traficando con niñas en las alcantarillas, disparándose y amándose a la vez. Recordamos cuando éramos como ellos y sólo nos distinguía nuestra enorme, incomparable, indomable ambición.

-Esta vez sé que lo harán bien, jinetes -dijo el hombre antes de que lo destrozáramos con nuestras espadas, subiéramos a nuestros caballos y nos dirigiéramos al mismo lugar que él había escogido hacía un siglo. En Tunguska vimos los árboles caídos, la llanura intacta, el bosque petrificado. Entre las ramas estaba el ángel, aguardando. Sus alas eran como espirales de energía, sus ojos eran bombillas eléctricas de hacía un siglo, su rostro aún recordaba los rasgos de Nikola Tesla pero esta vez todo signo de humanidad había desaparecido.

-Esta vez sí funcionará, jinetes -dijo, mientras sonreía, alzaba la mano que era un libro y era una bobina eléctrica y abrió los cuatro sellos.

«Es como la sangre que salpicó del rostro de esa niña destrozado con mis dientes», recordé, mientras cabalgábamos alejándonos del ángel Nikola, abriendo un círculo de energía, de delirantes batallas, de divina y humana violencia. Los sismógrafos comenzaron a sonar, la gente dirigió la mirada a Tunguska, pero ya nada podían hacer. Esta vez no sería como en el jardín infantil. Esta vez no sería como en 1908. Esta vez, supimos los cuatro jinetes corriendo hacia las cuatro esquinas de la Tierra, esta vez éramos adultos, y por fin podríamos desencadenar sobre el planeta la dulce destrucción, la bendita destrucción, la anhelada destrucción. Lanzamos el grito de batalla, nos transformamos en un cometa, en un agujero negro, en un trozo de antimateria y en una bomba de hidrógeno y encendimos en un solo instante el fuego de Dios.

Miquel Barceló en Chile

Esta entrevista la realizó Gabriel Mérida en el marco de la visita de Miquel Barceló a nuestro país el pasado noviembre de 2006.

Catalán irreductible y famosísimo editor de la COLECCION NOVA, la más importante del mundo para la Ciencia Ficción en castellano.
Por variadas razones no habíamos podido entregárselas con anterioridad, pero se dió naturalmente hacerlo en este número de celebración. Es bastante extensa, pero estamos seguro que la ocasión, el invitado y el contenido lo ameritan con creces.
La visita de Miquel Barceló a Chile es un hito histórico en el registro de la CF nacional. No todos los días puedes contar con la presencia del más importante de todos en tu pueblo, cenar con él, conversar y discutir alegremente sobre los temas que nos unen.
Esta conversación tuvo lugar antes de conocerse el resultado del UPC y antes de que Ediciones B de España decidiera publicar YGDRASIL en esas tierras, así que algunas reflexiones podrán sonar un poco fuera de tiempo, pero nada de eso le quita brillo al conjunto.

Con mucho orgullo, les entregamos este diálogo histórico entre Miquel y Gabo entre los andenes de la Estación Mapocho, durante el viernes 3 de noviembre del 2006.

enjoy it!!!

M: Partamos ¿Por qué dices que Ygdrasil es la revolución de la ciencia ficción en español?

B: He leído bastante de la ciencia ficción que se hace al menos en España, entonces cuando lees Ygdrasil te das cuenta de que hay un tono distinto. Desde el punto de vista literario, desde el punto de vista de la temática, la novela sorprende mucho. Es una ruptura, casi una revolución. Me parece sumamente original, porque a veces se copian modelos anglosajones, y otras veces se hacen modelos autóctonos, pero no con el poder y la fuerza de escritura que tiene Jorge Baradit.

M: Temáticamente, ¿qué fue lo que más te gustó de la novela?

B: Hay una cosa que sorprende, eso llamado cyberchamanismo. Yo creo que es una etiqueta, pero no la describe totalmente. Hay cyber, hay algo de chamanismo, y hay una interrelación curiosa de política con tecnología y religión… Hay muchas cosas que hacen muy rica la novela.

M: Como editor, ¿qué ocurre cuando te gusta una obra pero no estás seguro de publicarla?

B: El problema es que en España Jorge Baradit es un nombre que no pertenece al fandom español, con lo cual no lo van a acoger necesariamente bien, porque a pesar de todo, somos muy egoístas. Resulta que podrán decir: “¿Por qué publicas a un tío de Chile y no a un tío de España?” Mi respuesta es: porque la novela del tío de Chile me gusta más. Pero ahí puede haber un hueco, y el problema es que si yo me arriesgo a publicar Ygdrasil en España y vende menos de lo que ha vendido en Chile, sería un fracaso. Pero lo estoy pensando, le estoy dando vueltas.

Toda la CF

M: Hoy la ciencia ficción es un nicho de mercado. ¿Eso la perjudica o le otorga riqueza?

B: Como literatura la perjudica, porque el lector habitual de mainstream no quiere condescender a leer ciencia ficción. Le parece algo inferior, lo que no es cierto. Dan Simmons, Connie Willis, Neal Stephenson, William Gibson, no son literatura inferior ni mucho menos. Pero ese estigma queda. Y por otra parte, desde el punto de vista de un editor, la etiqueta, al menos en ciertos países, garantiza un umbral mínimo de ventas. Hay un núcleo de lectores que suelen leer toda la ciencia ficción que se publica, con lo cual es difícil que un libro sea un fracaso absoluto. Digamos que hay libros de literatura general, estilísticamente muy buenos, que se presentan en el mercado, y venden quinientos ejemplares en España, lo que es un fracaso. Incluso el que menos me ha vendido de autor español ha superado los mil ejemplares. Cualquier libro del género debería vender en España un mínimo de dos mil ejemplares. Pero además tiene un techo: conseguir que un libro de ciencia ficción supere los diez mil ejemplares, ocurre en casos muy especiales.


M: ¿Qué opinas sobre el cruce reciente entre la literatura más realista y la ciencia ficción? Pienso en Houellebecq, en Ishiguro, en Philip Roth, considerados “serios” por los críticos.

B: Hay quien decía hace unos años “la ciencia ficción ha muerto”, por la caída de todas las predicciones que se habían hecho. De alguna manera la realidad tecnocientífica va llegando y tomando esos campos, por lo que deja de ser ciencia ficción y pasa a ser mainstream. Se entiende que algunos lectores que nunca quisieran aceptar ser etiquetados toman temas de ciencia ficción y lo ponen en sus novelas. Ya lo hacía Doris Lessing, ya lo hacía Margaret Atwood, por qué no han de hacerlo otros. También ocurre que en ciencia ficción mucha gente tiene miedo a hacer especulaciones a doscientos años vista, porque el ritmo de cambio tecnológico y social es tan alto, que cualquier especulación va a quedar ridícula en seguida. Incluso se está especializando en lo que llaman near-fiction, el futuro cercano. Si la ciencia ficción hace eso, qué menos que la gente que trate de la novela de hoy, mainstream, digamos, movido por los grandes cambios tecnocientíficos (pero también sociológicos condicionados por la tecnociencia), de alguna manera también se metan con temas de la ciencia ficción.

M: ¿De dónde pueden venir nuevas fuentes para refrescar el género?

De cosas raras, como el cyberchamanismo de Baradit, o de gente queriendo recuperar su propia cultura. En todo el mundo hay dos maneras de escribir ciencia ficción: una a la estadounidense, y otra utilizando la cosmogonía, la cosmovisión y la cultura propia. Eso es algo que puede venir de fuera de Estados Unidos, pero lo que pasa es que estamos muy colonizados por el imperialismo, vemos su cine, vemos su televisión, tomamos su Coca-Cola, comemos sus hamburguesas, y también leemos sus libros. Pero incluso en el mundo de los estadounidenses lo que a mí me interesa más es la ciencia ficción que escriben las mujeres, en la línea que empezó tal vez Ursula K. Le Guin con La mano izquierda de la oscuridad, siguió Joanna Russ con El hombre hembra, y que han seguido gente como Sheri Tepper, o Eleanor Arnason con Círculo de espadas.

M: ¿Se trata de ciencia ficción más femenina?

B: Yo no diría eso. Diría una ciencia ficción que especula con futuros o con sociedades distintas. donde el reparto de poder no es el que se da en nuestra sociedad. En nuestra sociedad hay un dominio del varón bastante claro. Aunque las mujeres como parte de la revolución feminista del siglo XX están llegando a círculos de poder, están llegando haciéndose masculinas. Entonces hay gente que dice que hay que contemplar otro tipo de sociedades, que no sean de raíz patriarcal, como es la nuestra. Y en esto hay algunas mujeres que lo están haciendo brillantemente. Además, si la ciencia ficción tiene que hacer lo que a mí me interesa, provocar al lector, sugerirle ideas, hacerle pensar que su mundo no es el único que puede haber, que hay otras alternativas, que la alternativa tenga en cuenta al cincuenta por ciento del género humano me parece muy importante.

M: ¿Hay diferencias de calidad entre la ciencia ficción en español y la anglosajona?

B: Para mí hay sólo una diferencia, en calidad no tiene por qué haberla.
Lo que ocurre es que en el mundo anglosajón hay profesionales. Robert Sawyer sólo vive para escribir ciencia ficción. Puede escribir una novela al año, y en su vida publicará, pongamos por caso, cuarenta, cinco podrán ser obras maestras, cinco más que serán mediocres y otras que serán muy malas. El autor que escribe en español que suele tener una profesión y escribe como un hobby, tiene un problema muy serio, y es que, o le suena la flauta por casualidad a la primera vez, o bien no publica el segundo libro. Esa profesionalización del mundo anglosajón en España no se ha conseguido. El autor español ya puede estar contento si publica veinte novelas. En España sólo tenemos a Domingo Santos, que empezó a escribir en los años sesenta, es un poco nuestro prócer, como Hugo Correa puede serlo aquí.

M: ¿Qué ves en las dragonadas que se están lanzando, orientadas principalmente al público juvenil?

B: Hay un problema con eso. La fantasía heroica como género surgió de la ciencia ficción. El señor de los anillos no, pero sí DarkOver de Marion Zimmer Bradley y Terramar de Ursula K. Le Guin. En algún momento los editores de Estados Unidos se dan cuenta de que pueden separarlos. Muchos de esos son dragonadas, copias malas de Tolkien, pero hay muchas otras que están muy bien; de hecho en Nova a principios de los noventa en España sacamos una colección que se llamaba Nova Fantasía, llegamos a publicar treinta títulos, más pensados para adultos que lo que hacía la Dragonlance o lo que publicaba Timun Mas. En ese momento no es lo que pedía el mercado, lo que ocurre es que ha ido cambiando, y ahora el mercado pide fantasía, los editores de ciencia ficción en España están orientándose más a lo que llamarías fantasía, y te encuentras con que autores de los más nuevos que escriben fantasía. Javier Negrete, que publicó La mirada de las furias, que se tradujo incluso al francés, lo último que ha publicado es Los Señores del Olimpo, porque él es profesor de griego en el Instituto, habla de Zeus y de los dioses. Rafael Marín ha publicado Bienvenido Mr. Chaplin, que va de Charlotte y de Sherlock Holmes, y lo último publicado es Jugalar, sobre el Mío Cid, y es un autor de ciencia ficción que publica novela histórica. León Arsenal, que ganó el premio Minotauro hace tres años, ahora acaba de publicar un libro sobre las sociedades secretas. Supongo que intenta profesionalizarse y ampliar el mercado. De todas formas soy de los que creen que la ciencia ficción da para mucho más, intelectualmente y especulativamente, que la propia fantasía.

M: ¿Conoces más del panorama de la ciencia ficción en Latinoamérica, fuera de España?

B: Hace tiempo que no se conoce demasiado. Yo conozco cosas de Argentina, o las conocía más hace quince o veinte años. Ahora no tengo contacto más que con una o dos personas. De Chile ahora he tenido que estudiar un poco en los últimos tres meses de cara a este viaje. De alguna manera conozco algo de México, estuve hace un par de años allí con gente del género, y en principio diría que no soy en absoluto experto de la ciencia ficción latinoamericana. Diría que tuvo momentos mejores, al menos si hablamos de Argentina o México. Así como en Chile parece que hay una cierta efervescencia, un cierto rebrotar, me parece que en otros sitios no está tan claro.

M: ¿Qué te pareció la publicación de Cosmos Latinos, de Andrea Bell?

B: No la he leído entera, aunque he visto algunas cosas. Lo que me parece muy valioso es que es latino, y en Estados Unidos hay muchos latinos. Los más egoístas son los estadounidenses, les cuesta mucho adaptar o intentar entender cosas de otra cultura. Tienen esa visión de que el mundo se acaba en ellos mismos. Orson Scott Card hace cinco años intentó hacer un proyecto de publicar una colección con novelas de otros países, traducidas, pues él viajaba mucho, conocía otra gente. Y una persona como Card, con el peso que tiene en el mundo editorial, con lo bien que se venden sus libros, no sólo en el mundo anglosajón, no lo consiguió. Porque a los norteamericanos lo que se haga fuera de Norteamérica no les importa. Entonces el libro este, Cosmos Latinos, tiene la ventaja de que se refiere a algo cada vez más creciente, si los latinos están creciendo cada vez más y en Nueva York se pueden leer todos los anuncios en español. Entiendo lo de Cosmos Latinos; me sorprendería mucho más si publicaran un libro de ciencia ficción francesa o italiana o alemana.

M: ¿Qué sorpresa o decepciones o impresiones te causó la lectura de Años Luz?

B: Me parece que está muy bien construido, está haciendo un panorama amplio de la ciencia ficción chilena. Yo entiendo que lo de las primeras décadas es una proto ciencia ficción, con autores de literatura más bien general, que tocan temas que son raros en la literatura general y por eso tienen la etiqueta de ciencia ficción. Me parece que en el mundo latinoamericano partir desde los años ’50 o ’60 se da el género como tal. A mí me parece que es muy rico, ofrece como treinta autores, y que empieza con gente que está muerta y con gente terriblemente joven que todavía tiene mucho camino por correr. Han procurado hacer una selección literariamente decente. En la ciencia ficción, demasiadas veces por desgracia, en pro de la idea se pierde la mínima calidad literaria. Pero este libro da una idea bastante clara de la ciencia ficción chilena, y sobre todo en el último período da un poco la línea de las tendencias de lo que se está haciendo ahora, de lo que esta probando, digamos gente como tú, como Soledad Véliz, como el mismo Baradit y otra gente.

Autores de Ciencia Ficción

M: Eso de que se pierda el espesor literario en busca de la idea, ¿es algo muy dado en la ciencia ficción?

B: La propia ciencia ficción nació como género con Hugo Gernsback y la revista Amazing Stories, que comienza a hacer relatos que en el fondo son los mismos que él había metido en las revistas de electrónica, en donde decidió que también podía ir un cuento mostrándonos el futuro con maravillas tecnológicas. Esa es la ingenuidad del técnico que quiere escribir una narración, y entonces ésta está vinculada a potenciar la idea. Esto sigue con las revistas pulp que son bastante así, Asimov, Clarke, los grandes padres que conoce todo el mundo. Y cambia en los sesenta con la revolución de la New Wave que dice que hay que atender también a lo literario. Hoy tienes a gente como Gibson, como Dan Simmons, como Neil Stephenson, como Connie Willis: ese nivel literario existe. Fíjate que estoy citando siempre autores anglosajones, porque son un referente común de todo el mundo, porque vosotros en Chile seguramente no conocéis a los autores españoles, como la mayoría de los españoles no conocen a los autores de Chile. Claro, me habré leído un par de cuentos de Correa publicados en Nueva Dimensión, habré leído Ygdrasil, habré leído los cuentos de Años Luz, pero eso no quiere decir que pueda etiquetar su nivel.

M: Recomiéndanos tres o cuatro autores del mundo español, ojalá jóvenes.

B: En España a los autores jóvenes no los conozco tanto, conozco más a los de cuarenta, aparte de a los viejos del lugar, como Domingo Santos que sigue escribiendo. Eso como clásico, Gabriel Bermúdez Castillo como otro clásico. Los ya asentados y conocidos que incluso ya han escapado de la ciencia ficción y se han dedicado a publicar en otro tipo de género, para ampliar el mercado. Elia Barceló, César Valentín. Y que se mantuvieran hasta hace poco en la ciencia ficción, pues está Elías Javier Negrete, Rafael Marín, Rudy –Rodolfo- Martínez, y el que a mí me parece más potente, Juan Miguel Aguilera. Es el único autor que he publicado en Nova que ha vendido tanto o más que cualquier novela de autor estadounidense. Es La Locura de Dios, de la que luego vendimos los derechos en Francia, y sus novelas salen ahora antes en francés que en español, lo que es inédito.


Derecho de autor y edición

M: Hay muchos aficionados que leen libros en formato electrónico, ¿qué opinas del tema de los derechos de autor en la época actual, debería revisarse?

B: Además de editor y de escritor de ciencia ficción soy profesor en la universidad y precisamente uno de los temas que trato con los estudiantes de la facultad de informática es el impacto social, la ética. Uno de los tema que cada cuatrimestre discutimos es el derecho de propiedad intelectual. En el fondo, estos se siguen basando en el convenio de Berna de 1887, que está referido a una tecnología distinta. Walter Benjamin, ya en 1931, hizo un opúsculo hablando de los derechos y del arte, La época de la reproducción automática. Como de un cuadro se puede hacer una reproducción casi tan fidedigna como un cuadro, el mercado del arte depende de esa individualidad del cuadro, entonces cuando tienes una reproducción hecha con medios tecnológicos, de la misma calidad… Yo creo que todo esto va a tener que cambiar. Lo que hizo Shawn Fanning con Napster en 1999 cambió las reglas del juego, primero en la música y luego en el cine, en los libros. Ahora hay movimientos, Google está intentando crear una biblioteca universal, escaneando libros, está el problema de los copyrights, pero los libros que ya no tienen derechos de autor se pueden encontrar. Falta perspectiva histórica, pero va a haber cambios para las leyes de propiedad intelectual. Claro, como editor eso me puede caer mal, pero la realidad es la realidad, uno no puede negarla, y eso va a cambiar seguro. En la Universidad estamos usando cada vez más el tipo de licencia Creative Commons, por el tema académico, por artículos. Yo entiendo que las grandes multinacionales del cine, del disco, se puedan defender, pero me parece que tienen difícil defensa. Estamos hablando de un concepto de propiedad intelectual que es obsoleto para la tecnología de hoy.

M: Esta amenaza también podría servir como oportunidad, para que los escritores se encuentren con sus lectores además de la publicación en grandes editoriales. ¿Qué rol juegan en esto las editoriales pequeñas y la autoedición?

B: A todo autor profesional no le gusta la autoedición, porque significa que nadie como editor externo ha alabado mi obra como para publicarla, entonces yo me la publico. El tema es que en internet hay muchas cosas, lo que no significa que la gente las pueda encontrar. Por ejemplo hasta hace dos meses yo no sabía que había una cosa llamada TauZero en Chile. Posiblemente va a crear un problema pero por otro lado dará la oportunidad de que algo que estaba reducido a un círculo de amigos se pueda difundir en un círculo de amigos no tan reducido, reducido pero global.

M: A grandes rasgos, ¿cómo se realiza el proceso de selección y edición de libros en Nova?

B: Yo no suelo preocuparme por lo que digan los agentes, pues estoy bastante contento con el mundillo de la ciencia ficción, entonces cuando aparece un título que me parece interesante en cualquier parte del mundo, pues lo pido. Me leo el libro, con lo que mi hobby está satisfecho. Entonces debo decidir si este libro es publicable en España. Tengo un cupo de diez libros al año, uno por mes, descontando agosto y enero. De una oferta muy grande, entonces, debo seleccionar. Hay libros que no me gustan y no publico. Luego también hay libros que me gustan y no publico, como te comentaba sobre Ygdrasil de Jorge Baradit, que me gusta, pero el hecho de que a mí me guste no garantiza que se vendan los 4 o 5 mil ejemplares que Ediciones B quiere que se vendan. Y es lógico: el libro es un objeto de arte, porque vehicula una posible obra de arte, pero también es un objeto que se vende en el mercado, donde alguien ha invertido un capital y quiere obtener unos réditos, y punto. Si se hace toda la operación y el libro sale al mercado y vende quinientos o mil ejemplares, es un fracaso. Yo suelo pensar que el lector es tan inteligente como yo, y que si yo lo paso bien leyendo un libro, por qué el lector no, entendiendo que hay libros más fáciles y más difíciles.

M: De esos diez libros que se venden, ¿la mayoría son extranjeros?

B: En Estados Unidos sacan 250 títulos al año, entre ciencia ficción y fantasía, yo de los diez saco el premio UPC, que es lo que permite que muchos autores hispanos (no sólo españoles) puedan ser publicados. Otra es que como Nova salió en el año ‘87, busco clásicos, o sea el clásico de Nova que ha salido hace veinte años y que acá no se ha publicado. Yo creo que de los 200 que llevamos, tenemos 15 o 16 libros de autor español, son títulos que se venden menos que los otros. Ahora estoy publicando uno cada dos años. Pues sé que un libro de Scott Card va a vender cerca de diez mil ejemplares y tiene un coste de edición igual al de un autor español que va a vender menos. Mi problema es que yo no arriesgo mi dinero, arriesgo el dinero de Ediciones B, y debo ser honesto con ellos, tengo que hacerles ganar dinero. Tengo que comerme el hobby para pasar a ser un editor profesional que mira el mercado. Hubo una época en que saca uno de autor español cada año, hasta que me dijeron, oye, éstos vende menos, y tuve que pasar a publicar uno cada dos años, pero claro, voy intentando hacerlo. Ahora me pasa que material de autor español no me llega, porque la mayoría están escribiendo más cosas fantásticas, y de estos diez libros yo estoy publicando uno de fantasía casi cada año, incluso me parece que el 2007 serán dos. Pero claro, la mayoría proviene del mercado anglosajón. El premio UPC que comenzó en 1991, son quince volúmenes, unos 50 o 60 títulos de obras. De ellos habrá diez que vienen de inglés, pero los demás proceden de finalistas argentinos, españoles o mexicanos.

M: ¿Has encontrado buenas sorpresas en el UPC?

B: Sí, pero no hay continuidad, y ahí va lo que decíamos sobre la profesionalidad. Robert Sawyer, un canadiense que es profesional, un año envió un título y quedó segundo del premio UPC, al año siguiente envió otro y ganó premio ex aequo, al año siguiente envió otro y ganó. Por ejemplo, de México me llegó una historia bonita, ganó premio, pero luego no he vuelto a saber de este hombre. Lo que habría que hacer sería proponer estas cosas, o seguirse presentando al premio.

M: ¿Y las ventas, en comparación con la literatura “seria”?

B: Depende, la literatura muy seria puede vender de quinientos ejemplares hasta cien mil. El mercado del libro nadie lo entiende. Cuando te digo que una cifra normal para Nova es cuatro o seis mil, bueno, El juego de Ender debe llevar cien mil, el Criptonomicón debe llevar ochenta mil. Y algunos llevan quince mil. Y otros, desgraciadamente de autor español, llevan 1500 o 2000. La conjura de los necios había pasado sin pena ni gloria, hasta el día en que Truman Capote escribió en una crítica que era muy bueno, y se convirtió en un best-seller mundial. Es una cosa muy rara.

Definiciones

M: La CF es una definición, un límite, o un referente. ¿Pueden convivir distintas visiones?

B: La CF es básicamente una tradición. No me gusta citar a Nietzsche, pero él dijo que no se puede definir a aquello que tiene historia pues ha cambiado, y ninguna de las definiciones le puede ajustar a cada momento. Si tú dices ciencia ficción es Frankenstein de Mary Shelley, el Viaje a la Luna de Verne, el Hombre invisible o La máquina del tiempo de Welles, Fundación de Asimov, Cita con Rama de Clarke, pero también dices Neuromante de Gibson, o La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin, o Hyperion de Dan Simmons. ¿Qué tienen de común esos libros? Pues que se enmarcan en una tradición de literatura especulativa que por razones históricas ha dado en llamarse ciencia ficción.

M: ¿Y tu punto de vista personal, ese que dice la ciencia ficción debiera provocar con nuevas ideas?

B: A mí lo que me interesa de la ciencia ficción, a veces, es que sirve para el aprendizaje del futuro. Cuando salió lo de la oveja Dolly clonada todo el mundo comenzó a escandalizarse, pero los editores y autores de ciencia ficción hacía décadas que hablábamos de esa posibilidad, pues te entrena para vivir un futuro del que lo único que sabes es que no será como el presente que tienes, ni como el pasado porque el ritmo de cambio es muy acelerado. Entonces uno ha de aprender que la sociedad en que vive es de cierta manera coyuntural, con toda una historia, claro, pero que podría ser distinta. No sé, vosotros mismos o nosotros en España hemos pasado por períodos políticos que ponen una condicionante determinada sobre la vida de la gente, y la gente vive con una sensación o con otra. La ciencia ficción te permite un cierto relativismo cultural, cuando te describe otra sociedad te das cuenta de que la tuya no es la única posible, lo cual no deja de ser un fermento de cambio posible.

El fandom

M: Tú trabajaste algún tiempo con gente de fanzines y asociaciones. ¿Cómo está tu relación ahora con el fandom español?

B: Yo creo que en principio bien, pero tengo conciencia de que tengo una edad, y que la mayoría de la gente del fandom son más jóvenes, quienes deben integrarlo son los de veinte, treinta, cuarenta años. Ahora no estoy haciendo muchas cosas, aparte del UPC. El fandom como tal en España hoy en día se vincula a través de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, que ha tenido sus altibajos. Se montó en un encuentro en la Haya en 1990, y ahí algunos aprovechamos de poner en contacto a los grupos, se creo la Asociación. y los estatutos. Ahora, al cabo de quince o dieciséis años, por la AEFCFT ha pasado bastante gente y ha tenido bastantes orientaciones distintas. Yo pertenezco a ella, soy uno de los números más bajos de la lista, pero nunca he estado en la junta directiva porque era editor de Nova, y me pareció que no era bueno. Sí he tenido contacto con algunos grupos de directores de ella. Y siempre me he puesto a disposición de todo el mundo, cada vez que se hace una Hispacon yo me ofrezco para dar una charla, una mesa redonda, y siempre colaboro, y si hay que ayudar a traer un invitado de afuera que yo conozca, ayudo. Lo que sí es que la AEFCFT publica una antología, Visiones, que fabrica un antologista designado por la asamblea cada año, y ese antologista tiene el derecho de pedir textos a quien quiera. Esto empezó así, pero de alguna manera empezó a parecer que dependiendo de quien fuera el antologista de ese año, salían sus amigos y no salían sus enemigos, etcétera. Entonces pareció que era bueno hacer otra antología de lo mejor publicado, y ésa es la idea de Fabricantes de Sueños.
El fandom funciona bien porque la Asociación le está dando continuidad. Otra cosa es que el fandom está creciendo mucho por los sitios en internet. Ahí yo reconozco que no me estoy metiendo por un problema de horas. Y también ocurre que Nova, tras casi veinte años de existencia y doscientos títulos, ha sido mucho tiempo un referente, y entonces mucha gente joven tiene que hacer este papel freudiano de matar al padre, y en este caso el padre es Nova y Miquel Barceló.

M: El tema de los fanzines, revistas especializadas, concursos, ¿crees que pueda ser un buen campo de cultivo para eso?

B: Eso siempre. La tradición dice que los autores de ciencia ficción aprendieron a escribir cuentos y luego pasaron a la novela. Escribir una novela larga es complicado, se deben ver defectos de estructura, de montaje, ese tipo de cosas. Lo dijiste tú mismo: esto es escritura de gente del fandom para que la lea gente del fandom. Entonces el problema es cuántos son del fandom, por ejemplo, Espiral y 500 ejemplares de un libro, ese es el mundo del fandom, cuatro librerías especializadas y por correspondencia. Una editorial como Ediciones B, si no vende tres mil ejemplares, no vale. Pero por ejemplo Factoría de Ideas está publicando mucho, Gigamesh, el grupo de A. J. E. C. de Granada, igual publican 2000 ejemplares y también reditan. El único problema de Visiones, de Fabricantes de Sueños, de los Fanzines, es que es una publicación que da salida al ego del autor pero que no está claro que lo hayan leído más de 50 o 100 personas. Entonces lo que el fandom acepte como bueno quizás el mercado no tenga por qué aceptarlo, el fandom es un lector muy especializado que va a estar más entrenado a leer un montón de cosas que el lector general del mercado, que lee ciencia ficción y un montón de cosas más, a quien quizás no le va a interesar tanto.

M: Aquí en Chile decimos que el problema con la literatura de género es que es endogámica, se lee a sí misma, se copia a sí misma y no recibe fuentes exteriores.

B: En el fandom de ciencia ficción tenemos la tendencia a creer que somos distintos a los demás, y lo somos: la gente que escribe policiales o romances no tienen convenciones donde los escritores se pueden encontrar con los lectores quienes les dicen qué les ha gustado y qué no, y hay feedback. Somos un género curioso con una vida interna curiosa. El fandom nació en la ciencia ficción, pero también tiene este problema: el lector unidimensional que sólo lee ciencia ficción, y sólo un tipo de ciencia ficción. Pero eso ha ocurrido siempre: las camarillas de escritores o de poetas que se recitan los poemas a sí mismos, pero nunca los publican para ver que opina el resto del mundo, eso ha ocurrido siempre. En el mundo científico también pasa eso, me temo que no es del fandom: es humano. Claro que en esa característica del fandom es mala (en la ciencia también) porque está dando una limitación de puntos de vista. En la literatura hay más cosas.

M: Para la efervescencia que has notado en Chile y en otros países de Latinoamérica, ¿qué consejos les darías a los escritores de ciencia ficción en el plano creativo?

B: No sirvo para dar consejos, pero la cosa es que yo pienso que un escritor es una especie de ser extraño, con la sensación de que tiene la necesidad de escribir y los otros la obligación de leerlo, lo que no es en absoluto cierto. Un escritor tiene que escribir porque él lo quiere, pero si además quiere publicar, tiene que pensar qué es lo que a los demás les puede interesar leer. Es una cosa que el mundo de los profesionales de Estados Unidos tienen muy claro, de vez en cuando se permiten escribir lo que les sale del corazón, pero matizado para que funcione afuera. Entonces, si uno vive sólo en un círculo de amigos y de escritores donde Fulano lee lo de Zutano y viceversa, eso va a tirar así mucho tiempo. Pero si se quiere salir de ese agujero, que alguien ha llamado ghetto, no sólo de la ciencia ficción sino del círculo cerrado del fandom tal vez, entonces hay que tener en cuenta un poco a los demás. En la literatura se produce siempre un enfrentamiento entre lo que el lector quiere leer y lo que el escritor quiere escribir. Se dice que el escritor acaba escribiendo el libro que él no ha podido encontrar y leer, y por eso lo escribe él, pero esos son sus gustos. Yo creo que habría que hacer es intentar abrirse, acudir a concursos, ser conocido por los demás. Yo siempre digo: ofrezco el premio UPC, que te garantiza que no se va a quedar en el mundo del fandom, se va a comercializar. Lo importante es que tú puedas publicar lo que tú quieres, y que luego puedas ver el juicio que da la gente de la calle, los otros lectores. Ese sería el único backup que de alguna manera te pueda hacer crecer en tus propias idiosincrasias, en tus propias manías y gustos.

M: Y para terminar, Miquel, ¿cómo lo has pasado en Chile?

B: Ah, pero muy bien, ayer lo comentábamos con mi esposa y mi hijo que también han venido. Para nosotros Chile es algo que aprendimos mucho, sobre todo la gente de mi generación, el 4 de septiembre cuando gana Allende, y el 11 de Septiembre cuando Pinochet lo mató. O pasó lo que pasó. Por ejemplo, haber ido a La Moneda y encontrarse que gracias a Lagos se puede entrar ahí, y te emocionas. Para mi generación fue una manera de decir que la Izquierda difícilmente podía llegar al poder sólo por las urnas. Bueno, para mí Chile tenía ese referente, y para mí Chile era Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún, la Cantata de Santa María de Iquique, Pablo Neruda. Y un poco la referencia de que hay un tipo llamado Hugo Correa que escribe ciencia ficción en Chile. Cuando supe que tenía que venir, me enteré de que el país era largo y estrecho, y aunque en el medio había Santiago, Valparaíso y Viña del Mar, y tendría que dejar para después ir a Iquique o Antofagasta, o Punta Arenas, intentaremos volver. Pero muy agradable, muy bien todo.

Hay una canción de la que alguien citó parte de la letra, y anoche me acordé de que la había escuchado en el colegio en Madrid, el año 67, 68, “si vas para Chile, ya verás viajero como cuidan en Chile, al amigo cuando es forastero”. Y es verdad, lo cuidáis muy bien, yo estoy muy contento y bien.

M: También estamos contentos de recibirte, Miquel.[x]

Trinidad, ganadora del Premio UPC 2006

Pensamos que sería una buena idea incluir un fragmento de TRINIDAD, para sentirle el gustillo mientras esperamos la llegada del libro editado, que saldría a fines de Abril en España. Antes, unas preguntas lanzadas al email por Gabriel Mérida para dilucidar un par de interrogantes.
Aquí va, enjoy it!!


M: ¿De qué va Trinidad, Jorge?

B: Trinidad es una nouvelle en tres actos. Cad uno protagonizado por una mujer: Mariana, una asesina junkie, protagonista de Ygdrasil; Angélica, una Inteligencia Artificial en el cuerpo de una niña de trece años; y Magdalena, una policía con desequilibrios mentales muy particulares.

Cada cuento es autoconclusivo e independiente, pero hay una historia subyacente, la del “Proyecto para la ciudadanía del ciberespacio”, que parte como una iniciativa del gobierno para levantar mentes de modo permanente al ciberespacio de manera de potenciar las labores informáticas, pero que deriva en un desastre de proporciones cuando se descubre que en realidad se está preparando el regreso de entidades muertas hace siglos (por supuesto malignas) usando el ciberespacio como emulador sintético del más allá. El fondo es un proyecto, el “Proyecto Aurora”, desarrollado en el más allá por los primeros físicos cuánticos muertos que, en la post guerra, comenzaron a investigar la posibilidad de establecer comunicaciones con nuestro plano de realidad. Primero comenzaron usando transcomunicación (grabaciones magnetofónicas al aire libre, televisores en señal muerta, etc). Luego fueron desarrollando sistemas cada vez más complejos, hasta que fueron descubiertos por una organización biológica compleja, hecha de retazos de nazis, anarquistas, asesinos en serie y esquizofrénicos muertos violentamente que buscaron tomar el control del proyecto buscando regresar a nuestro plano.


M: ¿Cómo se relaciona con el universo presentado en Ygdrasil y en la precuela que tienes pensado publicar, Atacama?

B: TRINIDAD es antes de ATACAMA. Los hechos que relata TRINIDAD, son la base del desarrollo de la bestia ATACAMA y ésta, a su vez, el embrión del YGDRASIL.


M:Libro en Chile, premio en España. ¿Qué opinas?

Sorprendente. Hace dos años el panorama era paupérrimo para la Literatura Fantástica Nacional y de pronto tenemos nuestro primer ganador del UPC en la historia, el primer latinoamericano publicado en la colección regular de Colección Nova y toda la prensa haciendo eco del tema. De verdad creo que estos dos años, con la aparición de YGDRASIL, los libros de Teo Mercado, el NUMERO KAIFMAN, la antología AÑOS LUZ y el UPC, han sido los años más exitosos de la ciencia ficción chilena en su historia.

M: ¿Hay alguna relación entre la visita a Chile de Miquel Barceló y el premio?

Si. Cuando lo invitaron y me puse en contacto con él, me preguntó qué iba a venir a hacer a Chile, si desde acá nunca le llegaban participantes para el premio UPC. Entonces me puse nervioso, escribí TRINIDAD y la envié, en el anonimato junto a otros cientos de participantes. Sin esa presión, nunca habríamos conseguido el premio.

Ahora, vamos a lo importante.

Ellos pueden saberlo

Ellos pueden saberlo. Los terroristas. Los olvidados. Los que se equivocaron. Los que se obsesionaron con la violencia y no entendieron que las reglas del juego habíian cambiado. Los que siguieron gritando «¡traición!» mientras el país entraba en la feroz democracia de los acuerdos. Los que asesinaron a Jaime Guzmán y fueron ajusticiados, capturados, castigados. Los que se fugaron. Los que se envilecieron robando bancos y asaltando sólo para sobrevivir. Los que fueron repudiados por todos, odiados por la Derecha, castigados por la Concertación, ignorados por la Izquierda, temidos por el pueblo al que decían amar. Los valientes más tontos del fin de siglo, los guerrilleros con miedo a mirar la realidad. Los que degeneraron en grupúsculos que hacían barricadas vaciadas de sentido y conciencia de clase en las poblaciones. Los que se obsesionaron con la violencia. Los que se equivocaron. Los olvidados. Los terroristas. Ellos pueden saberlo.

Pero están todos muertos, física o espiritualmente.

La misión del agente 28 de Junio de 1946 (nombre clave) comienza allí: en la búsqueda de el secreto que desapareció con ellos. Es 16 de junio de 2007, y después de que le notifiquen que un informante traidor ha muerto en el día de su cumpleaños, puede comenzar la búsqueda con la pista que ese informante escribió en la pared de su baño antes de morir.

Antes de salir a ver la pista, repasa la historia: FPMR, MIR, GAP. Repasa los nombres muertos, grises en sus fotografáis de intercambio. Repasa el video (nadie excepto la Unidad lo tiene) de la batalla del microbus en Apoquindo con Manquehue, el 21 de octubre de 1993, donde Carabineros de Chile mataron a 4 miembros del grupo Lautaro y 3 civiles inocentes, tras el asalto a un banco donde mataron a un guardia y a otro carabinero. Repasa las palabras del presidente Patricio Aylwin: «Yo avalo la actitud de los contingentes policiales». Repasa uno de los frames del video, donde una de las cientas de balas desparece frente al corazón de la niña de trece años que sería parte de los doce civiles heridos.

Y repasa la situación: los terroristas están muertos. Algunos están muertos físicamente, y la tecnología que permitirá rastrear su alma aún tardará varias décadas en desarrollarse. Otros están muertos espiritualmente, y el Agente 28-6 repasa recuerda mentalmente las carpetas donde dice ARREPENTIDO, DESAHUCIADO, CONVERTIDO, AMNÉSICO, ENLOQUECIDO, MUDO. No es hablando con ellos como encontrará el secreto. Pero la información ha saltado en los charcos de sangre donde ellos resbalaron, y se ha replicado en las declaraciones de los personeros de gobierno de esos años.

Se sabe que el secreto pasó de uno de los miembros del Lautaro al Carabinero que lo mató, pegándose como una mancha de sangre. Seguirla ahora es como seguir una cadena de contagio de VIH, 13 años después. Del carabinero a su oficial, del oficial a su superior, del superior al entonces ministro del Interior Enrique Krauss, de Krauss al presidente Aylwin, del presidente Aylwin a su retocador de discursos, y de él a su vecina, a quien le contó los hechos llorando. La vecina está muerta, su segundo nombre era Lucila, su color de ojos era castaño oscuro. Ahí el rastro se pierde. La pista del informante lo retoma unos veinte pasos después: en un vendedor de libros usados del persa Bío-Bío.

El Agente 28-6 repite su mantra personal, quema los papeles en su cocina, se asoma por la ventana antes de partir al persa. Sus humanos ojos sólo pueden ver lo que todos ven: un horizonte de edificios en una bruma plomiza, con transeúntes afanándose por las calles y micros multicolores rugiendo junto a autos demasiado veloces. Pero sabe que todo se está encaminando a la destrucción, cada vez con mayor velocidad: sabe que el otro nombre del país es Gomorra. Y sabe que sólo ellos, los agentes de la Unidad Secreta que nadie comprende ni apoya, pueden evitar que el océano cubra el territorio para castigar los pecados de sus hombres y dejar limpio el puerto de datos, como dirían los agentes enemigos en su lenguaje seudo-religioso. Sabe que la azarosa búsqueda de sentido en las pistas de sangre de un grupo de muertos-vivientes es un empeño más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Sabiendo todo eso, sabiendo que el destino está escrito y que su única misión es ayudar a encontrar el punto donde todo podría haber sido diferente, sale a la calle a buscar el secreto, la frase de quince palabras, la oración que no tienen los poderosos ni los famosos ni los empresarios. La canción que sólo ciertos seres anónimos y felices conocen.

Y piensa en los terroristas, en su destino, en sus ideales perdidos y, equivocados o no, finalmente derrotados y borrados de la historia humana. Y piensa en la paradoja que sólo su Unidad conoce: en un país que marcha decididamente hacia un futuro brillante, hacia la paz mundial, hacia el crecimiento económico y la justicia social, sólo los que se equivocaron, los olvidados, los terroristas, sólo ellos podrían saberlo.

Porque ama a su país, porque ama la verdad, porque no le queda otra solución, el Agente 28-6, conocido hasta hace dieciséis años como Jaime Guzmán Errázuriz, cierra la puerta y parte a cumplir su misión.

Lo absoluto (primera parte)

Los guardianes de la Eternidad, esos hombres que viajan entre los diferentes planos de la realidad intentando arreglar las cosas de acuerdo a un sistema moral relativo al homo-sapiens, descubren una regularidad portentosa.

En todos los planos de realidad Pinochet muere a los 91 años, sin haber sido condenado por las instituciones legales, aplaudido y rodeado de su familia. En todos los planos de realidad, y en todos los tiempos de la historia, en todos las naciones de todos los continentes colonizados por esta desnuda raza de primates superiores, en todos los corazones, tienen sentido las palabras del hijo de Macduff extraídas del Macbeth, de Shakespeare:

Hijo: ¿Y deben ser colgados todos los traidores?
Lady Macduff: Todos.
Hijo: ¿Y quién los colgará?
Lady Macduff: Pues los hombres honestos.
Hijo: Entonces los traidores son unos tontos, porque hay suficientes traidores como para derrotar a los hombres honestos y colgarlos a ellos.

En todos los planos de realidad las miles de declaraciones, cantos, himnos, calumnias, diatribas, juramentos, maldiciones y quejas se estrellan contra el maligno exceso del mal, mientras el núcleo del mal sigue actuando entre las sombras a la espera del inexistente juicio final.

En Plaza Italia bailan (en nuestras casas bailamos todos), felices de tener a un mezquino malvado a quien maldecir para que nuestra propia maldad y mezquindad palidezcan por contraste.