"El Hombre Vacío". Telepatía…no gracias.

Nuestro amigo Alberto Rojas escribió para emol una crítica sobre el último título de Dan Simmons disponible en Chile. Se trata de «El Hombre Vacío», que llegó a las librerías como el número 202 de la colección NOVA de Ediciones B.

Sinceramente, creo que no siempre la telepatía es un buen negocio. Los dejo con la crítica de Alberto.

¿Quién no ha soñado con tener la capacidad de leer la mente de otra persona? Muchos, probablemente. ¿Pero qué ocurriría si pudiera leer más de una mente? ¿Y si pudiera leerlas todas a la vez, pero sin control, como si fuera un incesante coro de mil voces que no se detiene jamás?

Esta visión más cercana a una pesadilla que a un sueño, es lo que explora el galardonado escritor estadounidense Dan Simmons en «El Hombre Vacío» (Ediciones B, 2007). Y que nos introduce en la vida del profesor de matemáticas Jeremy Bremen, quien esconde un antiguo secreto: su telepatía. Pero que lejos de disfrutar con su poder, trata de enterrarlo ante lo abrumador que es recibir simultáneamente miles de pensamientos ajenos.

Durante años Jeremy pudo vivir en paz gracias que su esposa Gail —que también es telépata— ha logrado bloquear esa marea. Pero con su muerte, queda nuevamente a merced de su incontrolable telepatía, lo que lanza a este profesor de matemáticas directamente a las fauces de la locura, en un viaje sin rumbo con fuertes semejanzas con el de Dante.

Dan Simmons es un autor más que consagrado dentro de la literatura anglosajona de ciencia ficción. De hecho, su mejor carta de presentación sigue siendo hasta hoy la tetralogía “Los Cantos de Hyperion”, compuesta por “Hyperion” (que en 1990 ganó los premios Hugo y Locus), “La Caída de Hyperion”, “Endymion” y “El Ascenso de Endymion”. Y que es una versión en clave ci-fi de “Los Cuentos de Canterbury”.

De manera más reciente, Simmons decidió sumergirse en otro clásico, «La Ilíada» de Homero, llevando la guerra de Troya al espacio en dos tomos: «Ilión» y «Olympo» (ambos títulos también en Ediciones B).

En este contexto, «El Hombre Vacío» —que se publicó por primera vez en 1992— está lejos de ambas sagas, pero representa cabalmente el estilo y la calidad de Simmons, que se ha aventurado tanto en la ciencia ficción como el terror y la fantasía. Y que en esta novela ofrece una particular lectura de la telepatía, ya que para Jeremy Bremen su don es casi una maldición.

Pero «El Hombre Vacío» también ofrece al lector una segunda lectura, ya que a través de la marea de pensamientos que abarrota la mente del protagonista, somos testigos de los terribles secretos de los otros, que al igual que Jeremy, son parte de una sociedad violenta, egoista e insensible. De esta forma, la mente del atormentado telépata se transforma casi en un espejo en el que se refleja lo peor de cada persona que se cruza con él.

Simmons lo logra de nuevo: una novela inquietante, que dejará al lector con una extraña sensación de inseguridad. Casi como si alguien estuviera escuchando sus pensamientos.

Fuente: El Mercurio Online

Realismo mágico 2.0

Revista de LibrosDespués de décadas de silencio, la literatura de género hecha en Chile ha obtenido éxito y reconocimiento. Varias obras publicadas, otras tantas por venir y un mercado de lectores que aumenta gradualmente, han posibilitado que los escritores de género locales dejen de ser percibidos como pequeñas trincheras dedicadas a un grupo de fanáticos.

Jennifer Abate(*)

(*)Artículo publicado en Revista de Libros, El Mercurio. 30 de marzo de 2008.

A pocos días de la muerte de Hugo Correa, el fandom (grupo de seguidores y aficionados a la ciencia ficción y la literatura fantástica) aún lo lamenta. Precursor de las letras de género en Chile y en Latinoamérica, introductor de las figuras extraterrestres en nuestra literatura y traducido a diferentes idiomas, se lleva con él parte de la historia de la ciencia ficción local, que en el último tiempo parece recobrar, o quizás, encontrar, su rumbo.

A los cultores de este género en Chile no les gusta el rótulo de raros o selectivos, pues aseguran que es la ficción, desde diferentes ángulos, la que distingue a la literatura de nuestro continente. Para fines de este mes se espera el lanzamiento de El púgil (Editorial Forja), la última novela de Mike Wilson. En su prólogo, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán se refirió al movimiento que acoge a la obra de la siguiente y categórica manera: «La mejor ciencia ficción en castellano se está escribiendo en Chile». El autor de Palacio quemado asegura que las palabras no son exageradas, puesto que «en Chile se está desarrollando una escena literaria que tiene que ver con una ciencia ficción propia, en la que aparecen elementos tradicionales del género mezclados con mitologías de culturas locales y una reflexión sofisticada sobre la presencia de los cómics y de la cultura popular en nuestra vida cotidiana».

Hay algo allá afuera

El panorama de la literatura de género, dormido y apagado durante décadas, comenzó a cambiar con la adjudicación del Premio del Consejo Nacional del Libro 1996 a Flores para un cyborg (Mondadori, 1997), de Diego Muñoz. Una mirada distinta comenzaba a alzarse y unos escritores nunca antes considerados empezaban a ganar reputación. Sin embargo, el verdadero despertar sobrevino con la publicación de Ygdrasil (Ediciones B, 2006), de Jorge Baradit. A juicio de Francisco Ortega, hoy editor del área de no ficción de Alfaguara, quien se hizo popular en el fandom con su novela El número Kaifman (Planeta, 2006), la obra de Baradit provocó que, por primera vez, los aficionados al género miraran con más optimismo el futuro. Esta novela, fruto de la «promiscuidad cultural» de su autor, quien se hace cargo de la historia de un continente que todavía tiene a sus indígenas vivos y a sus dioses deambulando por los rincones, fue bastante exitosa en las librerías y cosechó buenas críticas. Jorge Baradit no tenía siquiera un borrador de novela perdido en el fondo de un clóset. Nunca había escrito una pieza de tal envergadura y por ello le sorprendió que el tránsito a la publicación y al éxito fuera tan expedito. Por supuesto, aquella no es la tónica de la edición de la literatura de género en nuestro país. Baradit cree que esto se debe a que la ciencia ficción es vista como un género de segunda mano, almacenable en los anaqueles de narrativa adolescente. «Aquí en Chile se ha tomado una línea bastante despectiva, a pesar de que autores como José Donoso o el mismo Bolaño han incursionado en la literatura fantástica».

Los esfuerzos de los escritores de ciencia ficción actuales, jóvenes, confluyen en una combinación de elementos de diferentes puntos del globo, de distintos estilos y temas; la tónica de Latinoamérica, esa mezcla imprecisa de modernidad y tradición. A propósito de la ciencia ficción con ingredientes locales, Jorge Baradit cree que nuestro continente «no puede deshacerse de Macondo, porque esa es su realidad. Esto no es Chicago, no es Nueva York. Podemos tener jóvenes estudiantes que se van a Berkeley o a Harvard, pero finalmente se criaron aquí, en Chile, con nanas peruanas o mapuche. La ciencia ficción chilena tiene ese sazón: está escrita desde el tercer mundo, desde Macondo. Si alguien quisiera comprenderlo, diría que es el realismo mágico 2.0 o el Macondo del siglo XXI».

Demostrando que la especificidad no se encuentra sólo fuera de los límites del país, se instituyó en 2005 la editorial Puerto de Escape, radicada en Valparaíso, como respuesta a un medio en el que «aún escasea la fantasía y el misterio en nuestra dieta de consumo cultural», señala Marcelo Novoa, director de la única editorial local que se dedica exclusivamente a la fantasía y ciencia ficción. Novoa considera que el futuro de la literatura de género es particularmente auspicioso: «Desde ‘Perdidos en el espacio’, pasando por ‘Doctor Who’, y hasta ‘Babylon 5’, nuestros públicos han crecido exponencialmente. Ni hablar de los juegos de PC o los cómics, que llegan a la pantalla grande para adoración de las masas chilensis».

Revista digital y editorial de papel

En diciembre del año pasado se cerró el concurso de Novela Corta de Fantasía y Ciencia Ficción organizado por la revista TauZero. La convocatoria de esta publicación, que ya cumple cinco años y que sólo está disponible en formato digital a través de descargas directas desde su sitio en internet, contó con 40 novelas inéditas, que se disputaron los 350 dólares ofrecidos como premio, así como la posterior publicación. El jurado estuvo compuesto por los nombres reconocidos del género nacional: Jorge Baradit, Álvaro Bisama, Rodrigo Pinto y Rodrigo Mundaca. Éste último es el director de la revista, quien señala que la iniciativa de TauZero nació de la necesidad de expansión de los intereses de un grupo de fanáticos que hoy puede contar con una revista que recoge la ficción pero también la divulgación científica. No quieren quedarse ahí. La necesidad actual es constituir una editorial que trabaje con los escritores emergentes y que financie completamente la publicación. «Cuando me enteré de que muchas veces los propios autores tenían que aportar con sus recursos para la edición, consideré que era una falta de respeto, porque la editorial no corre ningún riesgo, no hace nada. Nosotros queremos hacer algo diferente», asegura Rodrigo.

En TauZero hoy están trabajando en la recolección de las mejores ucronías. Éstas se refieren al «qué hubiera pasado si…» de fragmentos de la historia, una ficción originada a partir de la realidad. Apunta Mundaca: «Una vez estábamos todos reunidos y Baradit se lanza con una imagen: ¿Qué pasaría si un día estamos en la Alameda, mirando hacia el poniente, y de pronto vemos un grupo de gente caminando? ¿Y qué pasaría si fueran los detenidos desaparecidos, que regresan? ¿Y qué tal si al frente de toda esta gente viniera el más emblemático, Salvador Allende?». A partir de esa visión se gestó la idea de hacer un blog compilatorio de todas estas lecturas retorcidas del medio nacional e internacional, en el que ya han participado diversos escritores del fandom. Como la selección de ucronías estará disponible en la red antes que en el papel, la apuesta es manufacturar un libro diferente en todos los ámbitos, que se convierta en un objeto de colección, innovador, muy propio de la cultura colaborativa 2.0, en el que confluya el trabajo de escritores, ilustradores, fotógrafos e ingenieros.

Los escritores aseguran que literatura de género hay para rato debido a su capacidad de encantar a un amplio público. Francisco Ortega rescata que su libro de género favorito es Papelucho y el marciano, y afirma que «es una voladura que hasta el día de hoy no entiendo. Lo leí cuando chico y cada dos años me lo repito y siempre pienso lo mismo: qué es lo que tenía Marcela Paz en la cabeza cuando escribió esto».

La ciencia ficción chilena está escrita desde el tercer mundo, desde Macondo.

Hugo Correa, pionero de la ciencia ficción en Chile

Sólo días después de la muerte de Arthur C. Clarke, uno de los más reconocidos escritores de ciencia ficción, creador de «2001, Odisea del espacio», esta semana falleció el chileno Hugo Correa. Nacido en Curepto en 1926, será recordado como el más grande escritor de género en Chile, que emergió, a mediados de siglo, en un momento en que las letras nacionales se caracterizaban por el realismo. Sus obras fueron traducidas al inglés, francés, alemán, portugués y otras lenguas. Fue publicado en prestigiosas revistas como Fantasy and Science Fiction con los cuentos «The last element» y «Alter ego».

En 1959, Correa publica Los altísimos, obra con la que se inaugura un momento de amplio desarrollo de la literatura de género en Chile. Le seguirían Alguien mora en el viento (1959), El que merodea en la lluvia (1961) y Los títeres (1969), entre otras.

Próximo concurso de ciencia ficción

En vista del éxito del experimento anterior, la revista TauZero organizará este año la segunda versión del Concurso de Novela Corta de Fantasía y Ciencia Ficción. El lanzamiento oficial de la convocatoria tendrá lugar en mayo y las bases serán similares a las del concurso anterior; es decir, podrán participar todos aquellos textos, de fantasía o ciencia ficción, cuya versión última no haya sido publicada íntegramente. La publicación de la obra ganadora está prevista para una fecha cercana al comienzo de la Feria Internacional del Libro de Santiago.

No obstante, en TauZero están dispuestos a revisar proyectos de autores chilenos y financiar su publicación.

Arthur C. Clarke entra al monolito

Clarke
Fue un autor de ciencia ficción hard y hoy – sin embargo – es recordado por 2001, Una odisea espacial. Ya muerto, sir Arthur bien podría ingresar a ese monumento lleno de estrellas que es símbolo de esta obra metafisica.

por Jorge Baradit (*)

Arthur C. Clarke ha muerto. Me resulta extraño escribir la frase. Es como si se muriera la Luna, algo que siempre ha estado ahí. Algo impensable. Como si se hubiera muerto el futuro.

Con la partida de Clarke, se va uno de los últimos grandes nombres de la era dorada de la ciencia ficción, aquellos que veían el futuro como un gran espacio en blanco donde todo era posible, donde se podían escribir las mejores páginas de la historia de la humidad gracias al entonces aún pristino espíritu cientifico. Un futuro pleno de avances que sanarían todas las enfermedades, acortarían el tiempo y las distancias con una visión más parecida a la que guió la conquista del oeste norteamericano o a los viajeros del Renacimiento, que enfrentaban el infinito en lugar de mirarlo protegidos a través de una ventanita de LCD, como lo hacen los geek emo de hoy.

Clarke fue un hombre del siglo XX. Nació en 1917, cuando todavía no se apagada el fuego en las trincheras de la gran guerra, vivio el asedio de los fascismos y participó en la segunda guerra mundial como instructor de radar para la RAF. Una vez terminado el conflicto, entró al King’s Collage, Londres, en 1948, terminando con honores sus estudios en física y matemáticas, listo para enfrentar la gran aventura que en esos años parecía abrirse para la humanidad: el espacio y un futuro de bienestar, expresado en el inagotable avance de la ciencia y la tecnología.

Fue un autor prolífico, No hubo aspecto de la ciencia ficción que no abordara con éxito, sobre todo en sus relatos cortos, donde desplegó lo mejor de su talento. Cuentos como Los nueve mil millones de nombres de Dios, Encuentro con Medusa y, por supuesto, El Centinela, son joyas del género plagiadas hasta el cansancio por generaciones de autores fanáticos.

Clarke - ArmstrongSin duda, el momento que marcó a Arthur C. Clarke como un autor que transcendió el cerrado mundo de la ciencia ficción fue su colaboración con Stanley Kubrick para 2001, Una Odisea Espacial. No todos saben que la novela fue escrita a la par de la película y que incluso puede decirse que el libro es una novelización de la obra de Kubrick. Convertido en la personificación de la ciencia ficción, fue elegido para narrar misiones Apollo y presentar programas sobre futurología y tecnología de punta hasta bien avanzada la década de los 90.

Es quizá este último aspecto el que más me llama la atención, personalmente y como escritor de ciencia ficción. El autor a quien se considera uno de los más preclaros exponentes de la ciencia ficción hard (preocupada de la coherencia científica de sus creaciones), incluso reconocido por haber inventado el concepto de transmisiones globales a través de satélites geoestacionarios, fue finalmente reconocido, por el público fuera de género, como el autor preocupado por las profundidades metafísicas e incluso religiosas que podían detonar los avances tecnológicos. 2001, Una Odisea Espacial, es una obra plagada de signos y símbolos religiosos, cabalísticos y esotéricos, donde las preguntas acerca de la divinidad, la vida artificial y lo humano trascienden las aparentes preocupaciones por la acuciosidad científica; desarrollando viajes que más parecen experiencias con ácido, y encuentros con inteligencias extraterrestres que parecen teofanías o estados alterados de conciencia. Clarke es para mí el paradigma divulgador científico del siglo XX, que abrazó la ciencia como la gran dadora de respuestas sólo para chocar con la frontera del espíritu, ese gran dador de preguntas, y descubrir que ni la ciencia, ni la tecnología, ni el progreso son la solución par las preguntas del alma.

Lo siento por quienes detestan los lugares comunes en los obituarios, pero no puedo dejar de pensar en que en una de las últimas escenas de 2001 vemos a un anciano enjuto, tullido en una silla de ruedas, tan enfermo como el mismo Clarke vivió sus últimos años, enfrentándose por fin al infinito, entrando en él y encontrando todas las respuestas que seguramente nunca pudo tener en vida. Es decir, mi yo niño, que alucinó con sus historias, desea con todo el corazón que Clarke haya podido entrar en el monolito lleno de estrellas, que no me cabe duda flota ahí en el espacio, en la órbita de Saturno.

(*) Publicado en La Tercera Cultura, sábado 22 de marzo de 2008.

¿Sueña un científico con ovejas científicas?

Editorial TauZero 24¿Huele distinto la rosa cuando la huele una científica? Hay un cuento de Julio Cortázar en que una persona compra un diario y lo lee en un banco de la plaza, donde lo que abandona ya no es un diario sino un montón de papeles. Lo encuentra alguien que aún no ha leído las noticias, de modo que convierte aquel montón de papeles nuevamente en un diario. Con el mundo pasa algo similar, pues aunque la realidad entra por los ojos, ello no es lo que vemos. Creo que fue Thomas Kuhn quien planteaba un ejemplo de esto mismo con más sabor histórico: dos personas, una de la Edad Media y otra del Renacimiento, observan un atardecer. Ambas presencian el mismo atardecer, pero mientras la persona de la Edad Media ve el Sol moverse en busca del horizonte, la persona del Renacimiento ve la Tierra rotar sobre sí misma y perder el Sol de vista. El mismo mundo se convierte de persona en persona en una ilusión, en una cárcel, una fiesta, un infierno, una empresa, un lupanar. ¿En qué se transforma cuando llega a los ojos de un científico?

Tienes en tus manos (o ante tus ojos) uno de los números más audaces de Tauzero. Aunque la revista carga un rótulo, por voluntad del Gran Ingeniero, que la anuncia como un medio que se dedica parcialmente a la “valoración de la ciencia”, en la práctica son aún pocas las personas que asocian Tauzero con divulgación científica, no importando que como referente de CF ya se halle bien consolidada en el medio nacional. Seguramente se debe a que en Chile creemos encontrar buenos medios de divulgación científica si visitamos el kiosko. Es una creencia que no comparto, pero no oso predecir qué día esto cambiará. Que el país “no está maduro” (por usar una excusa con que postergamos hacer muchas cosas que en el fondo sabemos que están bien, pero que preferimos dejar para unos 20 o 30 años más adelante, cuando en el extranjero ya sean algo añejo) para una publicación de divulgación científica que al mismo tiempo sea de buena calidad y un buen negocio, es una posible explicación del panorama que hoy encontramos; que es posible hacer ese tipo de publicación, y hacerla entretenida, es algo que este número intenta probar. O al menos es la audacia que quisimos intentar.

Así las cosas, en esta edición de TauZero, tanto los contenidos como sus autores están relacionados de una u otra forma con la ciencia. [TZ]

Eduardo Unda-Sanzana
Astrónomo

De científico a escritor de ciencia ficción: Alastair Reynolds

Uno de los nuevos valores de la Ciencia Ficción anglosajona es Alastair Reynolds, quien con su cuento “Azul Zima”, reconocido en la antología “The Year’s Best Science Fiction: Twenty-Third Annual Collection” de Gardner Dozois (2006), es parte de esta edición de TauZero.

Nacido en Gales, con un doctorado en astronomía y varios años de trabajo en el mundo científico, desde el año 2004 Reynolds decidió dejar los telescopios y los análisis matemáticos para dedicarse de tiempo completo a su otra pasión, escribir Ciencia Ficción.

Con siete novelas ya publicadas, más varias compilaciones de historias cortas, Alastair Reynolds construyó al inicio de su carrera un universo imaginario que abarca desde un futuro cercano (con cuentos situados a un par de siglos del presente) hasta un remotísimo futuro distante, en que la humanidad pierde ya su esencia. Este es el universo de “Espacio Revelación”, y es un marco general en la mayoría de sus obras. Continue reading «De científico a escritor de ciencia ficción: Alastair Reynolds»

H.G. Wells y la cuarta dimensión

HG Wells y la cuarta dimensionEn septiembre de 1945, el bombardero norteamericano Enola Gay dejó caer una bomba solitaria sobre la ciudad de Hiroshima, destruyéndola completamente junto a cientos de miles de sus habitantes. El hongo atómico que de ella surgió marcó el destino de la humanidad para siempre y contribuyó en gran medida a controlar las guerras entre las naciones. De ser un deporte civilizado, la guerra pasó a ser el preámbulo del holocausto final, por lo que de ese momento en adelante las potencias lo pensaron mejor antes de iniciar sus periódicas carnicerías de las nuevas generaciones. Continue reading «H.G. Wells y la cuarta dimensión»

Zetética y la desmitificación científica de las supersticiones

Henri BrochHenri Broch, Doctor en Ciencias, es el fundador del Laboratorio de Zetética de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Niza. Es autor de más de 150 publicaciones y 6 libros. Uno de ellos, “Conviértase en Brujo, conviértase en sabio”, co-escrito con el premio nobel de física George Charpak, fue el que nos introdujo en el concepto de Zetética, disciplina que promueve el pensamiento escéptico al analizar y desmitificar científicamente los fenónemos paranormales, pseudociencias y supersticiones de toda clase.

Para indagar más sobre la Zetética (que en griego significa búsqueda, inspección) contactamos a Henri Broch, quien amablemente accedió a responder las interrogantes que le planteamos. Sus respuestas y reflexiones, a continuación. Continue reading «Zetética y la desmitificación científica de las supersticiones»

¿Podría un elefante sostener el mundo?

Laura VenturaPor Laura Ventura (*)

¿Podría un elefante sostener el mundo? Obviamente, no. Lo lógico es que la Tierra soporte a los elefantes, al igual que a todos sus moradores. Aún suponiendo que pueda existir un elefante lo suficientemente grande y robusto como para soportar en su lomo el peso del mundo entero, se plantearían inmediatamente algunos problemas como, por ejemplo, las interacciones gravitatorias del sistema Tierra-elefante dentro del Sistema Solar, el funcionamiento biológico del elefante, su falta de redondez gravitatoria, su resistencia a la radiación cósmica, etc…

Corre el tercer milenio de una historia cuyo punto 0 ha sido escogido de forma arbitraria entre los innumerables instantes que han transcurrido, a partir del origen del Tiempo, durante 13.700 millones de años.

¿Y antes? Absolutamente nada o, mejor dicho, la Nada Absoluta que no es un espacio vacío cuyo estado se mantiene constante en el tiempo. La Nada está fuera del Espacio y del Tiempo.

En otras palabras, no existe ni un “fuera” ni un “antes” del Universo pues este mismo es el Espacio-Tiempo, a la vez que la Materia y la Energía.

Y, por si no fuera bastante complicado, el Universo se expande, estirando el Espacio-Tiempo y diluyendo esa energía que, en el instante 0 fue enorme e infinitamente concentrada y que se habría generado de la Nada por una “pura cuestión de probabilidades” técnicamente llamada “fluctuación cuántica del vacío”. De ahí se habría producido el Big Bang, la Gran Explosión cuyas cenizas constituyen nuestro Universo actual.

Nuestro planeta es menos que un grano de arena en un universo inmenso y todavía desconocido en su mayor parte.

Sin embargo, el universo así como lo conocemos hoy, apenas tiene un siglo.
El comienzo de la exploración espacial todavía no cumple 50 años y hace poco más de 30 que el Hombre pisó la Luna.

Después de 25 años, las sondas Voyager siguen su viaje por el Sistema Solar externo, mientras que dos vehículos robots (Spirit y Opportunity) rastrean la superficie de Marte.

En julio de 2004 la nave espacial Cassini llega a Saturno; unos seis meses más tarde, el 14 de enero de 2005, la sonda Huygens se posa en la superficie de Titán, protagonizando el aterrizaje más lejano jamás realizado.

En 1964, dos ingenieros de telecomunicaciones norteamericanos, Penzias y Wilson descubren (accidentalmente) la radiación del Fondo Cósmico de Microondas, considerada la prueba más contundente de la Gran Explosión.

En 1940 George Gamow formula, a partir del cálculo de las abundancias primordiales, la teoría del Big Bang.

En 1929, Edwin Hubble descubre la expansión del Universo: las galaxias se alejan de nosotros con una velocidad proporcional a la distancia que nos separa de ellas.
Seis años antes, el mismo Hubble determina la distancia de la galaxia de Andrómeda (M31) y resuelve su estructura espiral, demostrando así que nuestra galaxia no es el Universo sino una de las muchas estructuras que lo habitan.

Hace un siglo, Albert Einstein formula la Teoría de la Relatividad. Espacio y Tiempo no son absolutos. La Materia es Energía concentrada según un factor igual al cuadrado de la velocidad de la luz y su distribución determina la geometría del Espacio-Tiempo.
Paralelamente nace la Mecánica Cuántica: a partir de los experimentos sobre la emisión térmica, Max Planck deduce la cuantización de la energía. La radiación electromagnética es onda a la vez que partícula y, al mismo tiempo, una partícula puede ser descrita como una onda. Se da así transición del determinismo a la probabilidad y el nacimiento de la física que constituye los cimientos de nuestro actual modelo de universo.

Hace poco más de tres siglos no se podía explicar el por qué, si la Tierra era redonda, un elefante en el hemisferio sur no se caía del Planeta.

En 1666, sir Isaac Newton descubre la Ley de la Gravitación Universal. Dos cuerpos celestes se atraen según la misma ley por la que un elefante puede pasearse por el hemisferio sur sin miedo a caerse al vacío. El Cielo y de la Tierra se rigen por las mismas leyes físicas, lo que representa un cambio importante en la cosmovisión.
Hoy sabemos que la interacción gravitatoria, una de las 4 interacciones fundamentales de la naturaleza (junto con la electromagnética, la débil y la fuerte), es la que domina en el Universo a gran escala.

Hace poco más de cuatro siglos, el Cielo pierde irremediablemente su naturaleza divina. Los cuerpos celestes no son perfectos y sin mancha. Tampoco se mueven perfectamente sobre esferas perfectas, sino que describen elipses. Y lo peor de todo es que la Tierra no es el centro de esos movimientos, ni, menos aún, el centro del Universo. Por consecuencia, el Hombre tampoco es el centro de la Creación.
Copérnico, Tycho, Kepler y Galileo son las figuras más destacadas de esta revolución que cambiaría radicalmente (aunque no sin dificultades) la perspectiva del Hombre sobre el Cosmos, marcando así el comienzo de una nueva era científica y filosófica.

Hace más de dos milenios, Aristarco de Samos propone el primer modelo heliocéntrico. Sin embargo, habrá que esperar más de 1.500 años para que la revolución copernicana retome ésta perspectiva.

En el siglo IV d.C., el incendio de la biblioteca de Alejandría y el asesinato de Hipatia marcan el comienzo de la cristianización del imperio romano. La teología absorbe el modelo aristiotélico-ptolemáico, que mantiene la superioridad del Hombre cual obra maestra de la Creación Divina. La Iglesia se hace cargo que dicho modelo perdure durante toda la Edad Media.

¿Y qué era de los elefantes hace, por ejemplo, 3.000 años?

Desde los albores de la Historia, el Hombre ha observado la Naturaleza y se ha interrogado sobre los orígenes de todo lo que le rodea. Igual que la imaginación para un niño, el mito representa la primera herramienta del Hombre para conocerse a sí mismo y dar razón de los fenómenos observados atribuyéndoles, frecuentemente, cualidades humanas. El mito como interpretación de la realidad constituye el embrión del conocimiento científico. De ahí ha cobrado vida la Filosofía como suma universal de conocimientos de todo tipo para luego diversificarse en las ciencias especializadas así como las conocemos actualmente.
Pese a la enorme variedad de representaciones, los mitos de todas partes del mundo revelan un hilo conductor común y hablan a través de los mismos arquetipos o símbolos universales. El mito es el espejo del imaginario colectivo, como los sueños son el reflejo del subconsciente individual. Citemos, a título de ejemplo, algunos de los más notorios entre los temas recurrentes en los mitos del mundo.

El Cosmos como universo ordenado, luminoso y vital ha sido creado por una o más divinidades a partir del Caos primigenio, es decir, de las tinieblas, del frío y de la materia inerte.

Unos dioses primigenios más impersonales van dando vida a divinidades cada vez más humanas.

Existe una separación muy definida entre lo terrenal y lo celestial: lo primero es identificado con lo perecedero, lo humano y lo imperfecto, y lo segundo con lo inmortal, lo divino, lo eterno e inmutable.

El ultratumba es asimilado al tenebroso mundo subterráneo, vestigio del Caos primordial.

Las fuerzas de la Naturaleza, los fenómenos sociales y los propios sentimientos humanos asumen figuras antropomorfas o de animales a los que se atribuyen virtudes y vicios humanos.

Las representaciones más antiguas, en una gran variedad de formas, pintan el Planeta como un objeto plano, en cuyo centro se halla la Tierra, normalmente dominada por una gran montaña y rodeada por las aguas. Arriba está la bóveda celeste, manifestación de lo divino y debajo el oscuro mundo subterráneo. En numerosos casos se habla de siete cielos, uno por cada uno de los astros que dominaban el firmamento: el Sol, la Luna y los cinco planetas visibles a simple vista, los únicos conocidos desde la antigüedad.

Algunos de los grandes temas bíblicos como la Creación del Hombre a partir de una estatua de arcilla, el Pecado Original y el Gran Cataclismo (el Diluvio Universal), se repiten, en múltiples formas, en la gran mayoría de los mitos del mundo.

A continuación, algunas de las versiones más antiguas de los mitos de la Creación.

Para los Griegos antiguos (~ siglo VIII a.C.), al principio reinaban el Caos y Nyx (la Noche); el Caos es destronado por su propio hijo, Erebus (la Oscuridad), y éste a su vez por Eros (el Amor), Éter (la Luz) y Hemera (el Día), principios creadores del Cosmos. De ahí nace Gaea (la Tierra) que a su vez engendra a Urano (el Cielo), que será luego su esposo. De esta pareja nace la dinastía de los Titanes, que son arrojados al Tártaro por el propio Urano, temeroso de fuerza descomunal de sus hijos gigantes. Destacan aquí el miedo y el apego al poder como cualidades típicamente humanas. Entre los titanes, Cronos (el Tiempo), apoyado por su madre, encabeza la rebelión, derrota a su padre y se hace con el trono, liberando a sus hermanos. Urano lanza una maldición a su hijo, profetizando para él la misma suerte. La separación entre el Cielo y la Tierra es una figura recurrente en los mitos de la creación. Cronos se une a su hermana Rhea, de la que tiene seis hijos a los que devora uno por uno. Cronos es la personificación del Tiempo que todo lo destruye. Sólo uno se salva: Zeus, quien, tras derrotar a Cronos en una guerra de diez años, cumple la profecía y da comienzo a la dinastía de los dioses olímpicos.

El mito de la creación del Hombre es protagonizado por Prometeo y Epimeteo, hijos de Japeto, uno de los titanes. Prometeo moldea una estatua de barro y roba el fuego sagrado de los dioses para darle la vida. Por este acto de bondad creadora, será sometido a atroces torturas. El pecado original toma forma en la Caja de Pandora y el tema del diluvio universal aparece explícitamente en el mito de Deucalión y Pirra. Otras versiones antiguas acerca del Gran Cataclismo están relacionadas con el mito de la Atlántida.

Para los antiguos Egipcios la creación tenía que ver con la fertilización de la tierra por las aguas del Nilo. Las versiones más antiguas narran que, del “montículo primigenio”, centro de la creación y personificado en el dios Tatjenen, se genera Atum, el señor de la Ciudad del Sol, del que nacen Shu (el Aire) y Tefnut (la Humedad). Estos últimos engendran a Geb (la Tierra) y a Nut (el Cielo), de los que nacen Osiris (el Orden) y Set (el Caos) con sus respectivas esposas, Isis y Neftis. Otras versiones cuentan que una guerra entre ocho divinidades primigenias (4 masculinas y 4 femeninas) genera un gran cataclismo. De eso surgiría el montículo primordial conteniente el huevo cósmico del que nace Ra, el dios del Sol. A nivel simbólico, pueden encontrarse similitudes entre este mito y la moderna teoría del Big Bang. Todas las noches Ra, asumiendo forma de gato, lucha contra la serpiente Apofis, símbolo del Apocalipsis. Las pirámides representan el montículo primigenio y el regreso del faraón hacia el Sol después de la muerte.

Para los antiguos Chinos, es la separación de los opuestos, el Yin y el Yang, lo que da forma al Universo. Dentro de la teoría del Big Bang, se vuelve a encontrar el tema de las simetrías, aunque, según la Cosmología moderna fue precisamente la ruptura de dichas simetrías lo que hizo que la materia domine sobre la antimateria y se separe luego de la radiación para que las partículas elementales puedan existir por separado.

En la mitología Hindú existe una enorme variedad de mitos de la Creación. Se repite la creación del Orden a partir del Caos y, en numerosas versiones, el acto creador toma forma de sacrificio. El ser primigenio se divide o es cortado en pedazos, formando así el cielo, la tierra y todas las criaturas vivientes. Otros mitos cuentan como Brama, el primer dios y principio creador, aflora de las aguas en un huevo dorado. Brama nace y muere en ciclos continuos de destrucción y resurrección que duran millones de millones de años. El orden cíclico de la Naturaleza representa un tema central de la filosofía hindú. Existen modelos cosmológicos modernos que soportan la idea de un universo pulsante. La misma teoría del Big-Bang prevé, como una de las posible soluciones, un universo cerrado que, alcanzada la máxima expansión, acabaría en una “Gran Implosión” (Big Crunch). Un nuevo universo surgiría así de las cenizas del anterior, como una especie de Ave Fénix. La figura central de Brama como principio creador es posteriormente suplantada por Visnú, la divinidad conservadora, de la que brota, dentro de una flor de loto, el propio principio creador. Ésta última, a su vez, se inclina antes la superioridad de Siva, Señor de la vida y de la destrucción, la divinidad que mejor encarna la naturaleza cíclica del Universo que es la base de la cosmogonía hindú.

El Cosmos, en una de sus representaciones más antiguas es descrito como un inmenso océano de leche, rodeado por la cobra sagrada, o “serpiente de la eternidad”. En el océano nada una enorme tortuga y, en su caparazón, cuatro elefantes se encargan de sujetar la Tierra (obviamente plana) por los cuatro puntos cardinales…

Hace tan sólo 3.000 de los 13.700 millones de años de vida de este universo, los elefantes sostenían el mundo.

En el año 2007 d.C., los mitos ya no pueden explicar de forma satisfactoria el Universo, pero siguen siendo válidos en su simbolismo.

Vivimos pues en un mundo donde los elefantes ya no son los de entonces…

(*) Laura Ventura es astrónoma de ESO Chile (European Organisation for Astronomical Research in the Southern Hemisphere) dedicada a labores de extensión. El presente artículo es una versión aumentada del texto del mismo nombre aparecido en http://www.caosyciencia.com, publicación divulgativa del Instituto de Astrofísica de Canarias.

Ansia de Nieve

Vladimir SpiegelHabía visto imágenes estáticas y holográficas de nieve. Había visto en filmaciones tridimensionales la caída de miles de copos de nieve que iban tapizando todo de blanco. Había visto borrascas fabulosas, que podían, según lo que había leído, matar a la gente.

Sin embargo nunca la había visto realmente. Nunca mis ojos la habían visto caer en realidad, ni mi cuerpo había sentido el contacto frío en la piel.

A los trece años no era algo que me mantuviese despierto por las noches, pero a medida que ese otoño avanzaba mi curiosidad iba en aumento. Continue reading «Ansia de Nieve»