periodismo gonzo: 11-9-2006


-El frasco cuesta ciento cincuenta lucas- dice Mini Hitler y luego deletrea lentamente- C-I-N-C-U-E-N-T-A.
Estoy en una fuente de soda de la Estación Central esperando que sea la hora para confirmar un rumor insistente sobre la nueva droga que circula. Algo elítico y aterrador cuyos detalles por ahora omitiré, concentrándome en quien me acompaña ahora, alguien que simplemente se hace llamar Mini Hitler. Mini Hitler tiene 32 años y, obvio, es nazi. Sabe karate, maneja armas de fuego y, según él, puede traducir con algo de esfuerzo Mein Kampf. No trabaja y vive de una escuálida mesada que su madre anciana le manda desde Temuco. Su currículum es más impresionante por lo que omite que por lo hace: lo echaron de RN, lo echaron de la UDI y en lo que queda de Patria y Libertad no lo quieren de vuelta. En la calle se comenta que meterse con él es «comprar un boleto para la rifa».
Mide un metro cincuenta, por cierto.

Y ahora me tomo una cerveza con él.

Bien.
Cada día mejor.
Mira la hora.
-Sígueme – dice – vamos por el paquete.
En el auto cuelga una svástica del espejo retrovisor. El motor del escarabajo tose asmáticamente mientras atravesamos Santiago, dejamos el humo gris de los edificios públicos del centro y como una flecha por Providencia para luego Apoquindo llegar al metro Escuela Militar.

-¿Vamos al Hyatt?-pregunto medio en broma.
No responde. Estaciona el auto y con una seña me dice que los acompañe. Su desdén no me sorprende. Si estoy con él es porque le paga el favor a una vieja amiga que, ventura, me debe uno a mí. Bajamos la estación y caminamos entre oficinistas, estudiantes de diseño apuradas y vagos de la capital que tienen el suficiente dinero para que su única ocupación sea un look alternativo que ya no sorprende a nadie. En esta parte de la ciudad los que toman el metro son indigentes. Nadie viene acá por placer. Este es el territorio del enemigo. La imagen del Chile que debemos adorar, venerar y pagar. Aquí andar a pie es sinónimo de pobreza y el bufido del metro algo parecido a la campana de un comedor común del Hogar de Cristo. Así que mientras el calor se coagula en las vitrinas de la casi desierta galería subterránea y la cerveza se me repite, sigo a un nazi para combrobar un dato no confirmado sobre la droga más dura de la capital. No sé de dónde el nazi ha sacado la plata.
La mujer nos espera apoyada en una baranda cerca de las cajas. Mini Hitler me dice que no hable. Grabo en la mente la imagen de la mujer: vestido de oficinista, pelo tomado hacia atrás, una cartera de cuero falso. Algo entre evangélico y frígido.
Mini Hitler hace una reverencia y luego hablan entre susurros. Ella le entrega un frasquito y él mete un sobre en uno de los bolsillos de la chaqueta de ella. Nada más. Eso es todo. Cero conversación. Ella ni siquiera me mira pero intuyo que la he visto de alguna parte. No puedo decidir dónde.
Hacemos el camino de vuelta. Mini Hitler me lleva a un departamento mugroso de San Diego, cerca de unos casi vacíos juegos Diana. Su casa. Pido permiso para entrar y mientra cruzo la puerta entro a un living que tiene muebles de mimbre una foto de una de los shows de luces de Albert Speer y una estantería en donde destacan Los diarios de Turner, La raza chilena y los textos menos esotéricos de Miguel Serrano. Hay una bandera chilena doblada y metida en una caja de vidrio. Está comida por las polillas y casi no tiene color.
-Es del Seguro Obrero. Los agujeros son de bala.
Ah.
Dejo de mirar. Mini Hitler abre el paquete y saca un frasquito mínimo con líquido blanco. Lo pone a contraluz y lo mira como si fuera un prisma.
-¿Es verdadero?-pregunto
-Saliva de Pinochet. Corvo. Recogida en la mañana. Mientras más reciente más efectiva.
-¿Cuántas veces lo has hecho?
-Tres. Dos el mes pasado. Una éste. La última vez estuvo complicado.
-¿Qué pasó?
-Cosas. Revelaciones.
-¿Qué produce?
-Alucinaciones. Viaje temporal. Regresión. Imágenes. El ruido de la historia.
El ruido de la historia. Mini Hitler saca del refrigerador una cerveza y me ofrece. Hace calor. Acepto la cerveza.
Bebemos en silencio. Afuera suenan las micros. Recuerdo una canción de los Prisioneros. Mini Hitler acaba su cerveza y se levanta.
-Ahora-dice.
Saco del bolso la cámara de video. Verifico el estado de la cinta.
OK.
Se saca el cinturón del pantalón y se aplica un torniquete en el brazo.
Detalle: la droga de la derecha va a entrar por el brazo izquierdo.
Mientras se le hinchan las venas abre el frasquito y sobre una cuchara calienta el líquido. Lo que viene es exactamente igual al ritual de la heroína. Mini Hitler mete llena la jeringa con la saliva del dictador y luego, lentamente la introduce en su brazo. Aspira un poco de sangre, que tiñe de rosado la sustancia. Tiene los ojos irrigados y respira de manera entrecortada. La grabadora hace un ruido mecánico mientras corre la cinta. No digo nada. Mini Hitler espera medio minuto y luego aprieta el émbolo con suavidad. La saliva rosada entra lentamente en su flujo sanguíneo. Cuando la jeringa está vacía, Mini Hitler afloja el cinturón y se tira hacia atrás en el sillón.
Pasa un rato de silencio luego el corvo hace efecta. Yo grabo mientras Mini Hitler habla sobre la dominación mundial y una colección de cintas porno ecuatorianas.
Luego babea.
Y se mea.
Y vomita.
Y baila.
Y desfila.
Y luego se apaga.
Como un peluche que funciona a pilas.
Todo con los ojos cerrados.
Luego Mini Hitler se duerme.
Cuando despierta yo sigo ahí. Le muestro parte de la grabación. Mini Hitler la mira con estupor.
-¿Cuánto duró?
Digo: una hora y media.
Mini Hitler no dice nada salvo: «Un mal viaje». Le queda la mitad del frasquito. Le pregunto si va a ocuparlo. Me pregunta si me atrevo. Le digo que no. Me dice que sabía que era un cobarde y luego me mira con la infinita superioridad de la raza aria mapuche y me dice que me vaya.
En la calle camino por San Diego rumbo a la Alameda.Tomo el metro en Universidad de Chile. Llego a casa. Miro la cinta de nuevo. Por un rato pienso en borrarla. Siento una pizca de arrepentimiento por no haberme inyectado pero luego se me pasa. Luego me da sueño. Sorprendentemente, no tengo pesadillas.

Al día siguiente, borro la cinta.

Bajo el hielo

Encontré al viejo en un baño abandonado debajo del subsuelo de la Torre Santa María. Me dijo que hacía años que no bajaba nadie. Le pregunté quién era. Me dijo que lo habían contratado para mantener el baño en el año cuarenta, justo durante la guerra.
-¿Qué guerra? -pregunté.
Me miró extrañado
-¿Cómo qué guerra? La Gran Guerra Polar.
-¿Eh?
-¿Ya no les enseñan nada en los colegios? Supongo que has oído de la Batalla Glaciar… Vamos, tú sabes, ese batallón de Punta Arenas que combatió ferozmente contra los Sub-Antárticos. Quedaron sólo tres para contar lo ocurrido.
-Em…
No tenía la más mínima idea de lo que me hablaba.
-¿Me estás tomando el pelo? A ver, todos saben de la Batalla Cero Absoluto del ’38. Yo mismo estuve presente, navegando un submarino y avanzando cientos de kilómetros bajo la capa polar hasta llegar a unas cavernas submarinas donde se hallaba el núcleo de los Sub-Antárticos. Fuimos victoriosos ese día, pero a qué precio… perdimos cuatrocientos valientes… ¿Y tú me traes alguna noticia? ¿Se ha acabado por fin?
No supe qué decir. Sonreí patéticamente.
De pronto el anciano dejó de hablar, inclinó la cabeza y su mirada se perdió en el vacío.
Me fui.
Mientras me sentaba en el tren del metro, planifiqué mi fin de semana largo. Pediré unos días más en la oficina… unos cuántos días. Los necesitaré. Iré al sur. Extremo sur. Esperan refuerzos.

Imagen: Murnau Last Laugh

Subterráneo

Recuerdo que apenas teníamos doce o trece años. Recuerdo que en aquel tiempo no era necesario recordar nada, porque todo estaba pasando, porque no hay más presente que el de la infancia. Luego se viene la nostalgia y darse cuenta de que la niñez ya está lejos y que ahora no eres más que un reflejo del pasado es algo inevitable. Estábamos los tres: Javiera, Claudio y yo. Paseábamos por la entrada de la Casa de Gobierno, jugando Invasores Extraterrestres. Era nuestro juego favorito. En él, Javiera era una capitana de curvas siniestras –al menos así la imaginábamos con Claudio, pese a que Javiera era de una delgadez de niña absoluta- que nos guiaba a nosotros, su comando, por una tierra apocalíptica en busca de tropas marcianas. Nos pasábamos horas en ese juego. Pero aquella vez que recurre ahora a mi memoria algo pasó que decidimos buscar un nuevo escenario. Fue así como, con el sol golpeándonos las frentes, llegamos al “Agujero”. Sabíamos que era zona prohibida. De hecho así lo decían sendos letreros a su entrada. No había guardias. De todas formas nunca los habíamos visto. Así que entramos con esa excitación de niños rompiendo reglas, bajamos sus escalas. Mi madre me había contado sobre la existencia de una ciudad subterránea muchas veces, algo de un proyecto de los años sesenta en donde la gente podía circular bajo el suelo, bajo Santiago. En unas máquinas gigantescas como cuncunas robóticas. Pero luego todo se pudrió. Empezaron a haber accidentes y explosiones, gente electrocutada y máquinas fuera de control. Duró cerca de cinco años y se decretó el cierre del proyecto. El subSantiago era una especie de utopía abandonada. Circuitos oxidados y suelo húmedo por meados. Todo era oscuridad. Nos entró cierto temor pero nadie lo manifestó por miedo a ser acusado de cobarde. Seguimos avanzando olvidando completamente Invasores Extraterrestres, ahora el juego era otro. Javiera seguía siendo nuestra capitana. La ciudad del subSantiago estaba estructurada por dos veredas paralelas y un riel grueso en el centro de la ciudad. El olor era fatal. Pero seguíamos nuestro camino a ninguna parte. Javiera tomó la delantera. Claudio se me acercó y me dijo que Javiera tenía buenas tetas. Lo quedé mirando sin comprender sobre todo porque nunca le vi pechos a Javiera y porque era la primera vez que Claudio decía algo de ese tipo. Asentí para no quedar mal. Javiera saltó al riel y la imitamos en cuestión de segundos. Seguimos por algo que debe haber sido una especie de gran túnel, porque realmente ahí sí que no se veía nada de nada. Hasta que logramos dar con una aldea vecina, igualmente abandonada. Yo estaba feliz, era demasiado parecido a lo que imaginaba como un escenario perfecto para Invasores Extraterrestres. Demasiado parecido a los libros que más me gustaba leer después del colegio. Deben haber sido unos cuarenta minutos, recorriendo, jugando. Hasta que dimos con la zona púrpura. Eran una luz ultravioleta, que nos iluminaba completamente. No logramos dar con el lugar puntual de dónde provenía pero sentíamos que ya habíamos dado con el clímax de nuestro paseo. No fue así. Escuchamos una suerte de chirrido electrónico al fondo del lugar, muy similar al que hace el televisor que guarda mi padre cuando lo enciende para recordar cómo era la televisión, objeto con el que creció y se educó, otro de los proyectos fallidos de la tecnología, cuando aún se creía en ella. Acudimos al ruido, guiados por el oído y el instinto. Dimos con él. La imagen fue demasiado impactante. Nos quedamos en silencio observándola. Era un cuerpo. No podría decir que era un cuerpo sin vida porque nunca llegué a tal deducción. Era una máquina. Una máquina en agonía. Era las dos cosas a la vez: una máquina y un hombre. La mitad humana estaba en evidente estado de putrefacción, la electrónica en cambio, se resistía a la muerte. Claudio se decidió a hablar. Hola, le dijo. La mitad de la cara izquierda era la parte máquina, como la gran parte izquierda del monstruo. No tenía extremidades. Sólo cables cortados. Se le iluminó el ojo izquierdo de un color rojo intenso y sintético. Nos quería decir algo. Sin embargo no logró soltar mensaje. Aumentaron los chirridos. Se silenció. Nos alejamos. Observamos más detalladamente el salón púrpura. Estaba lleno de extremidades mitad humanas, mitad máquinas. Nos miramos. Decidimos que era hora de volver. Tardamos el doble, quizás el triple. Y justo cuando dábamos con la salida me di vuelta para mirar el imperio escondido por última vez. Javiera y Claudio me llamaron. Les hice un gesto para que continuaran ellos. No miento, pensé en quedarme para siempre. Llegar al fondo de todo esto. Sentí un grito. Un grito de Javiera los conocía demasiado bien. Asustado caminé despacio y atento a la salida. Vi a dos militares tomando en brazos a Javiera y a Claudio y adormeciédolos con una fuerte luz blanca proveniente de una pequeña máquina cuadrada. Tuve que esperar cerca de media hora para salir. No había militares. Corrí a casa. Le conté solo el episodio final a mi madre. La parte de los militares. Extraño. Mi madre parecía desconocer completamente a Javiera y a Claudio. Más extraño. Javiera y Claudio habían sido borrados de la memoria de todo el mundo, incluso de sus propios padres. Yo decidí contar toda la historia para que alguien hiciera algo por mis amigos. Fui a dar al psicólogo por el resto de mi infancia. Al parecer mezclaba mis fantasías con la experiencias reales. Acudí al “Agujero” cientos de veces pero ya no había nada en su lugar. En mi adolescencia pasé de ser un niño con problemas mentales a un posible anarquista. Un profeta del Caos. Así es que me la pasé en hogares de menores y en sitios de reclusión por el resto de mi vida. Mi nombre hoy está escrito en el libro negro del Estado. Mi nombre es Edmundo Gallegos. Tengo treintaidós años. Lucho por una utopía enterrada. Y mi revolución recién empieza.

Descubren un vacío en el espacio exterior (¿?)

En el año 1995, el telescopio espacial Hubble tomó una serie de fotografías de una pequeña zona del espacio, que al parecer estaba desprovista de cuerpos celestes. Lo que se reveló fue asombroso: unas pocas estrellas de la vía lactea y unos 3000 objetos que en su mayoría son galaxias.

La conclusión, más o menos evidente fue que si una pequeña zona del espacio fotografiada prácticamente en forma aleatoria contiene tal abundancia de cuerpos celestes, entonces el universo está más poblado de lo de nosotros, pobres humanos, podemos observar a simple vista.

Hubble Deep Field

En definitiva, el vacío del espacio no era tan vacío después de todo. Y con tal noticia viví tranquilo y feliz.

Hasta ahora.

Se ha descubierto que hay zonas del espacio que estarían desprovistas por completo de materia. Recordé lo que dice la Guía del Autoestopista Galáctico con respecto al espacio.

[…] «El espacio —dice— es grande. Muy grande. Usted simplemente se negará a creer lo enorme, lo inmensa, lo pasmosamente grande que es. Quiero decir que quizá piense que es como un largo paseo por la calle hasta la farmacia, pero eso no es nada comparado con el espacio. Escuche…», y así sucesivamente. […]

[…] Incluso la luz, que viaja tan deprisa que a la mayoría de las razas les cuesta miles de años comprender que se mueve, necesita tiempo para recorrer las estrellas. Tarda ocho minutos en llegar desde la estrella Sol al lugar donde estaba la Tierra, y cuatro años hasta el vecino estelar más cercano al Sol, Alfa Próxima.

Para que la luz llegue al otro lado de la galaxia, a Damogran, por ejemplo, se necesita más tiempo: quinientos mil años.

El récord en recorrer esta distancia está por debajo de los cinco años, pero así no se ve mucho por el camino.[…]

Pero en fin, estoy divagando. Vamos a la noticia:

Astrónomos descubren gran vacío cósmico en el universo

Viernes 24 de Agosto de 2007

WASHINGTON.- Un grupo de astrónomos halló un gran vacío cósmico en el universo, que se extiende a lo largo de mil millones de años luz, no contiene galaxias, estrellas, agujeros negros y ni siquiera la misteriosa materia oscura que está por doquier, anunció un equipo de la Universidad de Minnesota.

Los astrónomos sabían desde hacía tiempo que hay sectores del universo sin nada, uno de los cuales está cerca de nuestra Vía Láctea, apenas a dos millones de años luz.

Pero lo que el equipo de Minnesota descubrió, utilizando dos tipos diferentes de observaciones astronómicas, fue un vacío mucho mayor que el que hubiese podido imaginar.

«Esto es mil veces más grande que lo que hubiésemos esperado», observó el profesor de astronomía Lawrence Rudnick, autor del informe que será publicado por el «Astrophysical Journal». «No está claro que tengamos todavía el término preciso. Esto es una verdadera sorpresa».

Rudnick examinaba una encuesta celestial del Observatorio Nacional de Radioastronomía, que básicamente toma fotografías radiales de una vasta expansión del universo.

Pero un sector del universo tenía radiofotos que sugerían hasta un 45% menos de materia, dijo Rudnick. El resto de la materia podía explicarse como estrellas y otros cuerpos cósmicos entre el lugar de observación y el vacío, que se encuentra entre 5.000 y 10.000 millones de años luz de distancia.

Rudnick después revisó las observaciones de la radiación de trasfondo de microondas cósmicas y encontró un lugar frío. La única explicación, conjeturó, es que carece de materia.

Podría ser una paradoja estadística, pero eso es menos probable que un hueco gigante, dijo James Condon, astrónomo en el Observatorio Nacional de Radioastronomía. Condon no formó parte del equipo de Rudnick pero está siguiendo la investigación.

«Parece algo que se debe tomar en cuenta», dijo Brent Tully, astrónomo de la Universidad de Hawai y tampoco integrante del equipo, pero que estudia el vacío más próximo a la Tierra.

Tully dijo que los astrónomos podrían hallar algunas pocas estructuras cósmicas en el hueco, pero que de todos modos estaría casi vacío.

Los huecos en el universo probablemente ocurren cuando la gravedad de áreas con mayor gravitación jala materia de zonas menos densas, explicó Tully. Después de 13.000 millones de años «están perdiendo la batalla frente a las mayores concentraciones de materia», agregó.

CAMBIO DE ESTRATEGIA


LIMA.- El Presidente de Perú, Alan García, agradeció hoy las 20 toneladas de ayuda humanitaria enviada por Chile para los afectados por el terremoto y descartó un clima de tensión entre ambas naciones.

«Es una muestra de fraternidad y acercamiento que valoramos mucho», destacó el Mandatario, quien dijo haber agradecido telefónicamente a la Jefa de Estado Michelle Bachelet.

Acto seguido, en una maniobra que ha provocado todo tipo de reacciones, el presidente García señaló que «El Gobierno Peruano, velando ante todo por los intereses de sus ciudadanos, desiste de sus intentos por reclamar soberanía y acepta la de Chile en la zona marítima que ha estado en disputa en el último tiempo. Con estas palabras, hermanos chilenos, queremos decir que el Perú acepta sin condiciones el tratado de 1929».

No se conocen exactamente los motivos que gatillaron esta decisión. Algunos especulan que el aparataje logístico del vecino país no podrá satisfacer las urgentes necesidades de sus ciudadanos damnificados con el terremoto, con lo cual la ayuda humanitaria de Chile es una arista que no puede ignorar. Desistir de sus intentos por reclamar soberanía en el mar del norte sería una forma de agradecer el gesto chileno.

«Las cosas en su sitio: no nos veamos nunca como enemigos, no estamos tensionados», acotó el Presidente peruano.

El terremoto que afectó el centro sur de Perú el miércoles por la noche dejó posiblemente más de 500 muertos, según García.

Las localidades de Ica, Chincha, Cañete y Pisco, fueron las más golpeadas por el sismo, que hasta ahora produjo más de 300 réplicas.

* * *

– García no es tonto. Recibió el mensaje correctamente.

– En efecto, ahora sabe que el próximo blanco puede no ser algún pueblito menor, sino Lima directamente.

– Un terremoto de 9.5 grados en Lima colapsaría al país y a su gobierno ¿realmente queremos eso?

– Lo que queremos es que no se nos pase a llevar nunca más. Hemos sido débiles en el pasado. Recuerda Campos de Hielo.

– Tienes razón, demasiado hemos cedido. Pero ahora, finalmente, tenemos un elemento disuasivo de primer nivel. ¿En qué teoría dijiste que se basa el dispositivo?

– Dinámica Newtoniana Modificada. Elimina la inercia de zonas geográficas localizadas detonando ciertos fenómenos dinámicos que aún no entendemos del todo, pero que no nos impide apreciar sus efectos físicos… y ahora políticos…

– Es imperativo investigar y dominar esta tecnología. ¿Cuándo inicias la segunda fase de la investigación?

– Cuando apruebes los fondos para la expedición que ampliará los laboratorios. Ya sabes, viajar a la antártida no es trivial… ni barato.

– Ok, te asignaré los fondos que necesitas. Pasando a temas más placenteros ¿Hasta cuándo te quedas?

– Mañana debo estar en Valdivia para atender ciertos asuntos con uno de mis alumnos del doctorado. No puedo quedarme mucho.

– Me conformo con esta tarde… hoy todos están algo distraídos en Palacio y no notarán mi ausencia… ahora acércate…

Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos

Yo estoy vivo y vosotros estáis muertosLa frase del título de este post pertenece al momento clímax de Ubik, uno de los must de la obra de Philip Dick. También es el título de la biografía del francés Emmanuel Carrere que acabo de leer.

Nunca he sido un devoto muy fiel de la literatura dickeana. Tal vez porque adolece de los elementos hipertecnológicos con los que comulgo y que me gusta leer en CF. El punto es que habiendo leído las novelas más famosas de Dick (El hombre en el castillo, Ubik, Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), quedé más o menos inconforme.

No me ocurre lo mismo con los cuentos y relatos cortos. «Minority report» me gustó mucho, lo mismo con «Impostor». Idem con «podemos recordarlo todo por ud». idem con «Cura a mi hija, mutante» y otros que se me escapan en este instante.

Pues bien, en la mayoría de sus relatos la gran interrogante planteada tiene relación con la Naturaleza de la Realidad y de Dios. Estos temas son interesantes independiente de si está novelado en forma de ficción, y por ello Continue reading «Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos»

ALSINO RELOADED

Extracto o adelanto de Historia Chilena del Siglo XX. Novela corta de quien escribe esto.

PERO LA HISTORIA de Alsino, pasó a la historia –valga la redundancia– por ser la primera gran tragedia en nuestra continuidad enmascarada. Dos meses después de ser enviada la carta que acabamos de reproducir, el cuerpo del joven vigilante alado fue encontrado sin vida y flotando, en el Río Mapocho, frente al Museo de Bellas Artes. El muchacho había recibido tres balazos: dos en el estómago y uno a la altura del pecho, además de una serie de puñaladas en la espalda. De acuerdo a lo aparecido en la prensa amarilla de la época, antes de ser asesinado, el muchacho fue sometido a toda clase de torturas, incluso una nunca corroborada castración. Pero el hecho, en contra de lo imaginado, no causó un cese en la actividad superheroica nacional, por lo contrario, a partir de ese caso, el número de vigilantes enmascarados en las calles de Santiago y otras ciudades chilenas comenzó a multiplicarse. Máximo Metrópolis, en sus memorias , lo señala: “A pesar de lo dramático del suceso, es indudable que el asesinato de Alsino marca el verdadero comienzo de la Edad de Oro chilena. Incluso más que la primera aparición de El Sereno. Porque, aunque nos duela, lo de Alsino fue un hito concreto, escrito con sangre. Y es cosa de revisar nuestra historia para descubrir que Chile es un país que se ha fundado en la sangre de sus héroes”.
Alsino fue identificado como Pedro Prado hijo, de 21 años, estudiante de leyes de la Universidad de Chile. Sus profesores lo definían como un joven esforzado, pero en extremo distraído, lo que le ocasionaba un rendimiento académico mediocre que lo había llevado a estar en repetidas ocasiones en causal de eliminación de su casa de estudios. Eso, sin embargo, parecía no importarle, ya que en su diario de vida, revelado tras su muerte –y hoy posesión de su familia– confesaba que con o sin el título de abogado, él se iba a encargar de que en Chile se hiciera justicia. Alsino era el hijo menor de Pedro Prado, poeta desconocido de la historia literaria nacional, quien en 1920 publicó un ya olvidado poema en prosa titulado precisamente Alsino, suerte de fantasía rural y fantástica acerca de las penurias de un adolescente campesino que tras sufrir un accidente le brotaban alas en su espalda. El don del niño se transformó en su maldición, historia que finalmente se convertiría en el sino de su propio hijo. Pintor y arquitecto, además de poeta, Pedro Prado padre murió en 1952, culpándose toda la vida del destino de su muchacho.
“Decía que de no haber escrito ese libro, Pedrito nunca se habría transformado en ese ángel urbano”, señaló a uno de los autores de este texto, Alberto Prado, sobrino de Alsino y nieto del poeta.
“El abuelo murió creyendo que la responsabilidad de la muerte de mi tío había sido culpa suya”.
Los diario de Pedro Prado hijo, recalcan bastante de su idea de justicia.
“Es la clave de sus memorias. Alsino, y permita que lo llame así, partió creyendo en la ley y la justicia como sinónimos. Pero a medida que estudiaba se dio cuenta que eran dos cuestiones muy distintas. A él le interesaba la justicia, no las leyes, por ello su bajo rendimiento académico. Y por ello también la actividad que escogió realizar por las noches”
Ser superhéroe
“Vigilante urbano. Justiciero enmascarado. Escoja una de ambas, superhéroe es demasiado peyorativo”
Alsino vino del libro de su padre.
“Es obvio. Mi abuelo nunca fue un poeta exitoso, pero Alsino fue un libro que tuvo muy buena acogida entre los críticos e intelectuales de la época. Quizás no vendió bien y no se hizo famoso, pero en su época se habló muy favorablemente del texto. Además la imagen que Pedro Prado padre creó, la del niño alado, es tremendamente poderosa. Un ángel del lado que se le mire”
Y Alsino se convirtió en Alsino…
“El que el libro no fuera tan popular le facilitó las cosas. Nadie hizo la asociación»
Excepto Pedro Prado padre
“Excepto él. Pero el viejo estaba orgulloso de su hijo”
Tras la muerte de Alsino, el libro tuvo una segunda oportunidad…
“Y terminó convertido en lectura obligatoria en algunos colegios. La vida es muy irónica, cierto”
No era eso lo que quería preguntarle, sino la opinión de su abuelo frente al hecho de que el asesinato de su hijo lo convirtió en un exitoso escritor…
“No pregunte estupideces. Alsino era su hijo”
Alsino también.
“No voy a contestarle”
El asesinato de Alsino fue un hecho terrible…
“Si, pero tampoco voy a hablarle de eso”
Alberto Prado, terminó molesto ante este cuestionario y se negó a mostrarnos los diarios de Alsino, única prueba testimonial de las reales motivaciones de este personaje.

La S7ptima M

La S7ptima M

Lo primero que se puede decir de esta novela es que es una narración que atrapa. Esto es bastante subjetivo, desde luego, pues algo que para uno es atractivo e interesante, para el vecino puede carecer por completo de valor.

Honradamente no creía que la lectura de esta novela me atrapara, casi como un placer culpable. Me sorprendí leyendo mientras almorzaba en el restaurante, apretujado en el metro, y antes de dormir. Me obsesioné con dilucidar el misterio de la séptima M y los suicidios en ese perdido pueblo de dios llamado Puerto Fake.

¿Cuáles son mis impresiones después de leer la novela? (ojo con los posibles spoilers)

Lo primero ya lo dije implícitamente: es una historia entretenida, que se lee fácil y es recordable. No hay que retroceder páginas si uno interrumpe la lectura para retomarla horas más tarde.

Los protagonistas de la historia son tres personas: Sophie (tanatóloga), Cal (paparazzi) y Marcos (detective). La relación entre ellos tiene algo de caricatura, en el sentido que las personalidades son en extremo marcadas y limitadas. Sophie es una joven que desconoce su origen, es huérfana, y por alguna extraña razón es incapaz de hacer frente a su padrastro para exigir las respuestas que necesita y cuyo desconocimiento la atormenta. Cal, el paparazzi, es un computín que lucra con el morbo y tiene una red alternativa a internet en donde tiene una red de apoyo que le provee automáticamente de todo tipo de información, por rebuscada que esta sea. Finalmente, Marcos es un detective de personalidad desagradable y rígida.

Estas caracterizaciones me recordaron la impresión que tuve al leer el primer libro de Harry Potter. En esa novela (no recuerdo si se replica en los sucesivos libros) los tíos de Harry son malvados pero como de caricatura, en extremo desagradables, y hasta uno diría que no es por vileza, sino más bien para el inminente lucimiento de Harry Potter, un niño huérfano que teniendo semejantes obstáculos en la vida, finalmente sale adelante y triunfa.

Volviendo a la S7ptima M. El conflicto central de historia sucede en Puerto Fake, una localidad del sur de Chile en donde están suicidándose adolescentes. El prefecto Urrutia, padrastro de Sophie, le asigna el caso. Esta a su vez embarca a su amigo paparazzi. En forma paralela, Marcos recibe noticias del caso y decide ir a investigar en forma no-oficial. Para ello recluta a la protagonista (quien ya estaba asignada al caso) y logra que ella y Cal se sometan en todo momento a la autoridad que legalmente no posee. Este comportamiento de los personajes es un poco extraño.

Ya en Puerto Fake, todo es misterio, malas caras, malas actitudes de los lugareños, incluida la actitud matonesca de la policía. Curiosamente, los tres investigadores no actúan como tal, sino como simples turistas. No poseen equipamiento especializado para investigar, tanto que ni siquiera poseen una linterna, debiendo alumbrarse en la oscuridad ayudados por el flash de una cámara.

Siguen las malas caras, y la investigación simplemente no avanza. Llegado el momento, previsiblemente, aparece el deux ex machina que explica la mayoría de los cabos sueltos. La solución es demasiado rebuscada para mi gusto, pues no proviene de la investigación, sino de una anécdota que Sophie protagonizó años atrás y que relaciona limpiamente con los suicidios. De no ser por esa asociación fortuita, no se hubiera resuelto el caso.

Las interrogantes no resueltas, principalmente ligadas a la situación familiar de Sophie, hacen sospechar que sus aventuras continuarán en otra novela.

Para finalizar, mencionar que me desconcertó muchísimo el tipo de narrador, que en algunos casos dialoga con el lector. Mencionar también que tiene algunos problemas de timing. Hay tiempos y acciones que simplemente no calzan, a menos que se pueda viajar 1000 km en forma instantánea. Pero bueno, si estamos leyendo una novela con elementos fantásticos, dejemos la credulidad suspendida 🙂

Título: La S7ptima M
Autora: Francisca Solar
Editorial: Random House Mondadori.
ISBN: 668-5964-21-1
Primera edición 2006.

2022 (Isabel)

Isabel A: Había un tipo en el sanatorio, mamá. Cuando llegó tenía la cabeza recién rapada. Lo habían mandado ahí después de que su mujer había muerto de leucemia.. Estaba deshecho. Como yo. O más que yo. Como si tuviera los todos huesos rotos, esa clase de impresión daba. Le daban pastillas. Las mismas que a mí, las azules. Lo sé porque el tipo se las guardaba bajo la lengua y después me las mostraba. No eran muy puntillosos con ese aspecto de la terapia, mamá, no mucho. Pero lo que importa es el tipo. Se llamaba Germán y era profesor. Eso me contó. Hacía clases en un instituto. Era experto en historia de Chile, me dijo. Pero no hablaba de eso mucho. Decía que esa parte de su vida se había ido cuando ella se había muerto. Borrado de un plumazo, decía Germán. A negro. No puedo penetrar más allá de cierto momento porque el dolor me ciega, decía mientras tomábamos té. El dolor no me deja pensar, no me deja respirar y el cuerpo se me paraliza, decía y yo lo escuchaba mientras bebíamos ese té, sentados en el comedor del sanatorio, mirando por los ventanales el desierto al atardecer. Eso decía Germán y luego sacaba un cuaderno y me leía sus poemas. Era raro escucharlo, mamá. Sus poemas no parecían poemas. Sus poemas no estaban escritos en verso. Hablaban de refrigeradores y lavadoras. Había uno que detallaba la cantidad de los botones del delantal de una de las monjas. Y él iba así, botón por botón, hablando del blanco, de las arrugas y pliegues de la ropa. Era como si compusiera un rostro o el mapa de una ciudad. Así eran los poemas de Germán, mamá. Fríos, como cadáveres pero se trataba de cosas, de objetos y él los hacía lucir como cadáveres, como cuerpos muertos. A mí, a veces, me daba risa. Él venía en las tardes y me leía uno. Escribía con lápiz Bic en una pequeña libreta. Tenía una letra mínima, inentendible. Era un ritual que se repetía día a día: todos esos atardecer amarillos del norte yo escuchaba poemas sobre bicicletas o cubos de basura como si fueran acuarelas o imágenes de personas muertas. Por supuesto, al principio no entendía nada pero, con el tiempo, llegaron a gustarme: veía como le crecía lentamente el pelo a Germán y pensaba que eso tenía que ver con los poemas. El pelo y que me gustaran. Eso pasaba casi todo el tiempo. Sólo una vez Germán me leyó otra cosa: un día domingo, de invierno. Se había largado a llover. Una de esas lluvias que en el norte destruyen todo. Una lluvia casi bíblica, mamá. En la tele mostraban a la gente anegada en el sur, personas arriba del techo de sus casas con los brazos extendidos y esperando ser rescatadas por helicópteros de la inundación. En el norte no era para tanto, pero el temporal transformaba el desierto en un mar de barro. En el sanatorio habían goteras. Las monjas colocaban basureros de plástico para recoger el agua. Mientras llovía, mirábamos el agua caer y comíamos pan con palta con Germán, de eso me acuerdo, cuando él sacó la libretita y se puso a leer. Era un poema largo, de varias páginas, escrito con esa letra chiquitita y apretada con la que anotaba todo. Estábamos frente a frente. Yo podía ver las hojas de Germán y ver cómo, a veces, más allá, en el borde de la página el lápiz se le disparaba, las líneas se le transformaban en rayas, borrones, palabras tachadas. Germán no me miraba al leerlo. No recuerdo el título, ni sus palabras exactas sino de lo que hablaba, mamá. El poema de Germán se refería a un viaje por el metro en Santiago y detallaba las caras de la gente muda, que subía y bajaba estaciones en silencio mientras miraba la publicidad amarillenta, desvaída y escuchaba las ruedas, pisando la mugre del suelo, esquivando la basura que se acumulaba en las esquinas de las boleterías. Germán narraba cómo era un día cualquiera en Santiago mientras tomaba el trayecto que hacía de su casa al trabajo todos los días. No parecía un poema frío sino más bien como una película. O una teleserie, mamá. Una teleserie mal filmada, como esas escenas de relleno que ponen para demostrar que el tiempo avanza, que la cosa va para alguna parte. Germán lo leía sin exaltarse, como respirando hacia dentro. Algunas palabras no se le entendían, yo me las perdía. De eso hablaba hasta casi el final. O los dos tercios. Porque luego el poema daba un giro. Se doblaba como se dobla un papel. O se quebraba tal y como se quiebra el ala de un pájaro. Un sonido hueco, lleno de aire que se desvanece en el acto. Así cambiaba: porque el que hablaba, que era Germán, que debía ser Germán, decidía no ir a trabajar y metía en una iglesia donde velaban a alguien. Y en el poema Germán contaba que el que velaban era un amigo suyo de infancia, que se había suicidado luego de haber incendiado su casa para luego saltar por la ventana. Trabajaba de actor pero no le iba muy bien en la vida, en general. Había ido a la tele, a un programa de concursos y se había burlado de él un animador con cabeza de cerdo. Alguna vez había sido una promesa en el mundo del radioteatro. El poema decía que la cabeza de cerdo era literal, que no metaforizaba nada. Pero también podía ser una máscara teatral. A su amigo muerto, cuando estaba vivo, la mujer con los hijos lo habían abandonado. Y en el poema, en la vida, Germán miraba la cara de su amigo en el ataúd. Su amigo, por cierto, había recitado un poema de Gabriela Mistral en la televisión. En la iglesia no más había deudos que él. Hacía frío, decía Germán en el poema. Hacía frío, me decía Germán y en el poema él miraba la cara de su amigo y se quedaba allí un rato. Ahí terminaba el poema. En Santiago, con el paisaje helado, en una mañana cualquiera, con un muerto a la vuelta de la esquina. Un día en la vida. Pero sabes qué creo, mamá: creo que Germán hablaba de mi papá. Podía ser él. Y yo me lo imaginé así. Así de lejos. Así de cerca porque me di cuenta de que, aunque no lo conociera, Germán hablaba de mi papá. Que mi papá era ese amigo suyo que estaba en el ataúd en esa iglesia vacía. Era a mi papá al que Germán miraba en silencio mientras su propio poema terminaba, mientras el desierto nos cubría con su lluvia, transformándose en un lodazal lejano que amenazaba con convertirse en un aluvión de fango que podía venir desde el horizonte a sepultarnos una vez que llegara la noche, mamá.

Críticas a Harry Potter and The Deathly Hallow

Harry PotterA continuación los comentarios sobre Harry Potter and The Deathly Hallows, desde dos perspectivas opuestas: La del crítico-fan y la del crítico-despiadado-e-indolente. Francisca Solar y Camilo Marks, respectivamente.

La Dulce Cara del Final
Por Francisca Solar

Dado el sufrimiento mundial por el fin de la serie Harry Potter, vaya una disculpa de antesala para todos los fans, pero la verdad es esta: gracias a Dios The Deathly Hallows es el séptimo, último y definitivo tomo. Pero no por lo que usted cree. En lugar del libro oscuro y siniestro que muchos esperaban luego de El Misterio del Príncipe, esta última entrega ha sido una brillante y luminosa despedida. JK Rowling ha retirado su obra en el mejor momento, en lugar de alargar el elástico hasta que no diera más, error que tantos otros autores han cometido. La decisión ha sido correcta, mesurada y acertada, dándonos un cierre que se convierte, sin lugar a dudas, en el mejor y más inspirado volumen de esta exitosa saga. Continue reading «Críticas a Harry Potter and The Deathly Hallow»