Maldita sea Guatón Afranelao

Por Álvaro Medina

Hola, acabo de llegar de ver «la» película. No iba con muchas expectativas, a pesar que leí a varios «críticos» que el filme es «el mejor de las seis». No lo creo, aunque sin duda no es la peor. No es que tenga alguna favorita, de las originales. Cada una de las 3 originales tiene su encanto para mi. Encanto que no tiene ninguna de estas tres nuevas.

A favor, no bostecé en ningún momento ni miraba el reloj. Es dinámica y todo, cosa que le faltaba a los episodios I y II. O sea está mejor montada, mejor contada.

Me molestó mucho tanta parafernalia visual. Hay momentos en que se justificaba, pero en otros no; y generalmente en esos momentos no entendía nada. ¿Será que soy muy lento para el cine actual? Quizás, quizás no. Quizás, simplemente, las escenas están mal construidas. En ”Jedi”, con bastantes menos recursos, la batalla espacial es muchísimo mejor que la de esta película (al principio). No entendí quienes eran los buenos y los malos: habían unas naves parecidas a las X-Wing que nunca supe de quien eran. Me quedó medianamente claro que los cruceros tipo Destructor (más chicas) eran republicanas pero…

Y no me pareció que ninguno de los eventos se fueran desarrollando fluidamente. Sentí que eran muy bruscos los cambios. De repente Padmé está embarazada, y OH cuando se baja de la nave (al final) tiene la MEDIA guata…(!) Para dar un ejemplo. Muy brusco también el cambio de Palpatine, para mi gusto. Si se hubiera visto más esa insidia de Palpatine en los episodios anteriores, quizás. Pero aquí parte malo… cosa no vista antes. No funciona, no calza con el personaje. Claro, sabemos que él es Sidious y todo eso…

También vuelve el abuso de personajes, frases y situaciones gratuitas. Aunque menos que en los episodios anteriores.

Hay secuencias buenas: la cacería de Jedis, el funeral de Padmé. El final, maravilloso. Sin duda. Sólo que la música de los créditos, como ha pasado en todas las precuelas y la reedición de “Jedi”, entra nada que ver con lo anterior, en otro tono que no calza, abrupta… en fin.

Bueno, resumiendo, me entretuve bastante, por momentos sentí esa ”magia” de las películas originales, aunque en momentos imprevistos, por ejemplo cuando Anakin habla con Yoda, hay algo del Yoda que a mi me gustaba, esa marioneta que tenía más vida que este digital. No por como se viera sino como hablaba. Pero en general no logré empatizarme mucho con los personajes, a lo más de Palpatine, Obi-Wan y de repente Anakin (muy bien por cierto). Ese es mérito de los actores, y la falta de identificación con ellos es por el guión y el montaje, que es
bastante arbitrario en mi opinión.

Por último. Por muy buena que fuera, esta película no me llevó de nuevo a mi infancia. A lo mejor si Yoda fuera un títere, y las naves maquetas… quizás algo me llegaría. Pero la cuestión es que estas películas nuevas las he visto ya viejito, y los sentimientos y situaciones son distintas a esa época. Ya no me impresiona nada de lo que vi, porque se muestra todo en pantalla, se vomita, y se ha visto mil veces en películas mejores o peores. Todo es posible, todo se
mueve (maldita sea Guatón Afranelao, ¡¡deja quieta esa cámara un rato!!), todo es taaaan impresionante que ya no tiene gracia.

No andaba buscando la magia de mi infancia, sino una magia nueva. No la encontré, pero desde que salí de ver el Episodio I, ya hace 6 años, que esa se perdió. Más bien: se quedó donde tiene que estar, en mi memoria, en esas películas viejas. Nada podría reemplazarlas, y que bien que sea así, y mala suerte por estas tres. Buscaré la magia en otro lado, en otras películas, en otros relatos. O, mejor, yo crearé esa magia…

por Álvaro Medina

La Caída de Lucifer

por Jorge Baradit

Cuando terminó la película y aparecieron los créditos estaba absolutamente emocionado.

No sabía que Lucas me había quitado algo cuando eructó sus capítulos I y II. Ahora salí con mi infancia intacta, recuperado de sus pobres intentos por contar una historia cuando Star Wars siempre fue la reinterpretación de un mito. Y así salí: lleno de mito. Ahí estaban el malo, el bueno, el héroe imperfecto y su tragedia. La caída de Lucifer, la caída de faetón, la de Icaro.

El más bello tragado por la luz de su propio sol.

Star Wars siempre fue la historia de un héroe joven que crece y logra vencer a las fuerzas del mal. Un mito sencillo, una epopeya heroica bastante simple. Ahora Lucas le agrega una sola pieza al comienzo de la saga anterior y transmuta toda la historia, la metamorfosea en otra cosa como quien arroja una sola gota de tinta negra sobre un vaso de agua transparente, y la convierte en la tragedia de Darth vader. Su Ascenso (que en realidad es una caída), su reinado y su derrumbe, fruto del mismo amor que originó su tragedia. Lucas convierte a Star Wars en la historia ya no de un Apolo luminoso de nombre Luke sino en la de un Lucifer trágico que pierde toda su belleza en las llamas de su propio fuego interior, de nombre Anakin. Los que en el futuro vean la saga en orden no van a entender muy bien por qué a partir del capítulo IV se le dan tantos minutos en pantalla a ese pendejo rubio medio gil, cuando lo realmente interesante está detrás de esa máscara negra. Ahora Star Wars se trata de la ascensión de Anakin Skywalker y de cómo es derrotado por su propio hijo, que al matarlo lo redime.

Anakin mata a Padmé y Padmé lo mata a través del fruto de su vientre. La corrupción de la república es la corrupción de Anakin. La caída de la república es la caída de Anakin.

Salí lleno de mito. No se cómo, pero Lucas logró recuperar algo que parecía tan irremediablemente perdido como la infancia. Y de paso me la recuperó a mi también, que no pude dejar de sentirme otra vez un pendejo de 8 años, absolutamente reflejado en el hijo de Armando (Rosselot), tan parecido a mi cuando chico.

La historia es creíble, la metamorfosis de Anakin es creíble. Su miedo a perder a su amor es creíble, su confusión es creíble. El paso que da hacia el lado oscuro es absolutamente creíble. Esta historia requería muchísimo más desarrollo que la saga original y lo consigue. El nacimiento de un ser tan torcido como Darth Vader ameritaba una historia así de compleja y torcida.

Star Wars siempre fue un tanto infantil. Quizá el E V se salía de esa
tendencia. Pero con E III la saga definitivamente se pone los pantalones
largos y puede salir por sí misma a pelearle el puesto a cualquier película de cf o no cf que busque retratar la caída de un hombre en los infiernos de su propia oscuridad.

Sobre los detalles

…como la manera en que Lucas va preparando visualmente al espectador para la estética del E IV (la aparición de los fondos blancos, los fondos grises imperiales, la escasez de detalles, incluso las gráficas naive de computadores, teclas ¡¡¡y hasta palancas!!! de las consolas), o el modo como va cerrando lentamente (cual Soyuz acercándose al Apollo) las brechas narrativas entre esta saga y la anterior, etc.

Me gustó la manera cómo muestran la incapacidad de los jedi de administrar una energía como la que tenía Anakin. Su poca visión. Anakin tiene el mal del chino ríos: mucho talento y poco carácter. Es el cuerpo de un hombre, la capacidad de un semidios en la mente de un adolescente en el corazón de un niño asustado por la pérdida. Quizá si el único punto donde el guión “psicológico” falló es en situar la muerte de la madre de Anakin en su juventud. La madre debió morir en su infancia para generarle un sentimiento de abandono tan fuerte que produjera esa incapacidad de perder a Padmé, que es lo que finalmente desencadena la tragedia. Esos traumas en la infancia son los capaces de detener el desarrollo de un carácter. Súmale poder ilimitado y tienes un cóctel capaz de generar un monstruo. Que loco, Vader es un Jesús que no pudo resistir las tentaciones del desierto.

por Jorge Baradit

Cuestión de Medidas

por José Fco. Camacho

I. Cuestión de Medidas.

Sueños de niño
Una vez, cuando niño, hice una pausa en mi vida y por motivos que ignoro me puse a meditar de manera casi filosófica. Me preguntaba sobre tantas cosas, sobre todo aquello que me llenaba de dudas, me cuestionaba sin llegar a responderme sobre muchas cosas que yo desconocía, tal vez debido a la cortedad de mi edad. Me preguntaba desde por qué las cosas caen y no vuelan, hasta por qué uno tenía que ir a la escuela. Muchas cosas eran banales, pero otras me llenaban de angustia (¿por qué vivimos?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es existir?). Creo que todos en alguna parte de nuestra vida nos hacemos las mismas preguntas, y es razonable. El ser humano por naturaleza, desde que pisó por primera vez la faz de éste planeta, siempre se ha cuestionado sobre muchas cosas y entre ellas está el preguntarse de donde viene, por qué está aquí y a donde va. Desde cualquier individuo común y corriente, hasta los grandes filósofos se han venido haciendo las mismas preguntas así que yo no iba a ser la excepción de mis congéneres.
Más no son esas dudas y sus posibles respuestas las que interesan en éste pequeño espacio. Después habrá oportunidad de divagar un poco sobre el tema, pero no ahora. A lo que iba es que entre tanto cuestionamiento, de vez en cuando me hacia algunas preguntas sobre lo que debía ser el Universo. En éste punto, tal vez pocas personas han tenido las mismas dudas, y posiblemente sean muchas las que ni les interese en absoluto esta área. Sólo aquellas personas que de niños han levantado su mirada al cielo nocturno y han querido saber cuan grande debía ser el Universo, de que estaba compuesto, por qué era negro y no de otro color, por qué había estrellas y cuán distantes estaban con respecto a nuestros hogares, podrán comprender todo esa avalancha de pensamientos y de dudas que se vertían en mi tierno razonar infantil. Una vez que fui creciendo y tomando más conciencia de que debía resolver mis dudas como buen ser humano que era, comencé a investigar parte de lo que cada noche al admirar el cielo plagado de estrellas venía a mi mente en forma de una pregunta. De primera instancia, me interesaba sobremanera la longitud del Universo, deseaba saber cuantos kilómetros medía. ¿Tal vez algunos cientos?, ¿miles de millones?, ¿infinito?, ¿qué significa infinito? Como pueden ver no tenía ni la más remota idea de la realidad. Incluso ante la casi seria necesidad de conocer eso y otras tantas cosas más, comenté en más de una ocasión a mis padres con suma formalidad infantil mi enorme deseo de ser astrónomo. Sostenía la firme postura de que anhelaba llegar a conocer y comprender al Universo en su vastedad. ¡Ja!, de verdad no sabía que estaba diciendo.

Nuevas medidas
Después de comentar mi sueño de niño de ser astrónomo, ahorre un poco de dinero con el que me fui haciendo de algunos libros relacionados con el increíble y fascinante tema de la astronomía y con paso lento y seguro fui comprendiendo muchas cosas. Al fin me enteré que medir el Universo con kilómetros era comparable con medir una ciudad con granos de arena fina, una tarea engorrosa y harto difícil. Así que alguien sacó de su cabeza la genial idea de utilizar una nueva unidad de longitud, y fue algo grandioso. Ahora, cualquiera que quiera decir que la Tierra está separada del Sol por aproximadamente 149,597,870 kilómetros, puede sólo mencionar su equivalente astronómico, es decir, que ambos cuerpos se separan por 8 minutos-luz. Se escucha más elegante y simple, ¿no lo creen así? Esta fabulosa medida consiste en medir una longitud por la distancia que recorre un haz de luz en un determinado período de tiempo. Por lo tanto, un segundo-luz equivale a 300,000 kilómetros, pues esa es la distancia que ha recorrido en un segundo. Un minuto-luz serían 18,000,000 kilómetros, un día-luz 25,920,000,000 kilómetros y un año-luz unos 9,460,000,000,000 kilómetros. En la escuela se nos enseña que la estrella más cercana a nuestro sistema solar es la llamada Alfa Centauri (la estrella alfa de la Constelación del Centauro). Ésta estrella está a unos 4.5 años-luz de distancia, o sea, unos 42,570, 000,000 kilómetros. La Vía Láctea, nuestra galaxia, tiene unos 97,800 años-luz de diámetro, algo así como unos 925,188,000,000,000,000 kilómetros. Notan que es más fácil decir noventa y siete mil ochocientos años-luz que novecientos veinticinco mil ciento ochenta y ocho billones de kilómetros. Y qué dirían si les dijera que nuestra galaxia forma, junto con otras veinte galaxias más, el denominado grupo Local, pero que existen otras agrupaciones denominadas en general cúmulos galácticos y que el más cercano (el cúmulo de Virgo) está a 65,200,000 años-luz de distancia, o sea, a 616,790,000,000,000,000,000 kilómetros (seiscientos dieciséis trillones, setecientos noventa mil billones Seiscientos dieciséis trillones, setecientos noventa
mil billones). Realmente sorprendente.

Notación científica.
Y en medidas así, que incluso los años-luz resultan insuficientes, los científicos han sacado a uso otra idea no menos maravillosa: la notación científica. Con ella, la distancia al Cúmulo de Virgo es de 65,2000,000 años-luz, o 6.52 x 107 años-luz. O también 6.16792 x 1020 kilómetros. Como se ve, éste sistema utiliza potencias de 10. El 107 del número 6.25 x 107 tiene dos componentes: el exponente, que es variable y en este caso está representado por el “7”, y la base, que siempre será 10 por ser potencia de 10. El exponente nos indica cuantos dígitos a la derecha del punto hay en una cifra. Así, en 6.25 x 107, se colocan 7 dígitos después del punto decimal, es decir, los números 2 y 5 y otros cinco ceros para completar lo expresado por el exponente. En 6.16792 x 1020 el exponente es 20 y tenemos ya cinco cifras que son “16792” por lo que inmediatamente después de ellas se deben colocar quince ceros para completar lo dictado por el exponente. Algo más, 6.16792 x 1020 puede expresarse sencillamente como 6.2 x 1020, dado que es una aproximación a una distancia de la cual no sabemos con precisión la longitud real, y en un momento dado, puede ser “más precisa” que 6.16792 x 1020.
¿Por qué es más correcta una cifra con apenas dos dígitos que una de seis? Sencillo, aquí es donde entra en juego el concepto de Cifras Significativas. Tomemos para explicarlas un ejemplo: tenemos una barra de metal y queremos medirla. También tenemos dos reglas, una que mide solo en centímetros y otra que lo hace en centímetros y en milímetros. Un tercer instrumento, un Vernier sencillo, nos puede dar medidas de hasta 0.1 milímetros. Hacemos la primera medición y vemos que la barra de metal mide con la regla de centímetros unos 7 cm. y un tercio de la distancia entre el centímetro 7 y el 8. Con la segunda regla, la de centímetros y milímetros, medimos y encontramos una medida de 7.3 cm., pero vemos que la longitud de la barra de metal está entre el milímetro 73 y el 74. Por último, utilizamos en Vernier y obtenemos una cifra igual a 7.34 cm. y, aún así, una buena observación, vemos que la longitud queda entre 0.4 y 0.5 mm. Y ya no tenemos más instrumentos para seguir adelante.
Tres medidas. La primera es inexacta, en su totalidad. La segunda se aproxima un poco más y la tercera es un tanto más certera. Nos indica tan solo una aproximación: la barra mide entre 7.33 y 7.35 cm. Suponiendo que tuviera una longitud real de 7.3478 cm., cae dentro de nuestra medición. Tomamos un cuarto instrumento que registra hasta 0.01 mm. y dado que la precisión de una medida depende tanto de las limitaciones del aparato que la mide, como de la habilidad con qué este instrumento se use, obtenemos una medida de 7.345 cm. Ello nos indica que la barra mide entre 7.344 y 7.346 cm., y ese intervalo no abarca la longitud real de 7.3478 cm. por lo que nuestra medición dejó de ser exacta.
El concepto de cifras significativas se refiere a todas las cifras que son conocidas con certidumbre, y además otra que es una aproximación. De esa forma, en 7.33 cm tenemos tres cifras significativas y donde estamos seguros de que sean 7.3 cm, y que el 0.03 cm es una aproximación. Por lo tanto, la distancia al cúmulo de Virgo se expresa mejor como 6.2 x 1020 km que 6.16792 x 1020 km en un momento dado. El 6.2 x 1020 indica que puede estar a una distancia de 6.1 a 6.3 x 1020, algo que a todas luces resulta más cómodo y “preciso” que un intervalo de 6.16791 x 1020 a 6.16793 x 1020.
Existen cuatro reglas sencillas para determinar el número de cifras significativas en una medida registrada, y son las siguientes:
1. Todos los dígitos, o cifras, excepto el cero, son siempre significativos;
92 Dos cifras significativas.
93.3 Tres cifras significativas.
2. Uno o más ceros, utilizados después del punto decimal, son significativos;
4.700 Cuatro cifras significativas.
3. Los ceros colocados entre otros dígitos o cifras significativas siempre son significativos;
5.709 Cuatro cifras significativas.
509 Tres cifras significativas.
4. Los ceros que se utilizan únicamente para establecer el espacio del punto decimal no son significativos. Los ceros solo se utilizan para ocupar el lugar.
7,000 Una cifra significativa.
0.00689 Tres cifras significativas.
La astronomía es hermosa. Saber que existen muchos mundos distintos al nuestro, inexplorados y lejos de nuestras posibilidades de visita, tan distintos al nuestro nos hace volar la imaginación y comenzamos a fantasear sobre ellos. Todo el orden que hay en el Universo, cada objeto siguiendo al pie de la letra las Leyes Físicas conocidas y otras que apenas se vislumbran.
Allá afuera, lejos de nuestro hogar llamado planeta Tierra, existen cientos de miles de millones de galaxias, cada una con un promedio de unos miles de millones de estrellas conformándolas. Si quería ser astrónomo, tenía un vasto campo para estudiar. Por lo tanto, seguí abriendo los viejos librillos de astronomía para principiantes, tan sólo para saber un poco de las bases de lo que reina en el Universo y me decidí por ser, en definitiva, un pequeño astrónomo, pero aficionado, solamente. Únicamente lo haría por pasatiempo, sin jamás llegar a ser un profesional. Admiraría el cielo nocturno, sabría un pedazo de todo lo que significa, pero no me dejaría ser devorado por su abrumadora e incuantificable grandeza…

por José Fco. Camacho

Editorial TauZero #15

    Me han comentado (o criticado) que las editoriales de TauZero son únicamente un ejercicio ególatra de mi parte. Dedos índice han apuntado en mi dirección mientras sus dueños acusan que utilizo el estilo de escritura del Buen Doctor y que casi ignoro los relatos y artículos publicados en TauZero, pues prefiero usar la editorial a modo de blog personal en vez de comentar el material que nos han cedido.
Tengo que confesar que en todo eso hay cosas que son verdad, y otras que claramente son una exageración. Pero básicamente es cierto: las editoriales son como mi blog personal. Y eso es debido a que TauZero está incorporado a mi vida cotidiana, ya no como un pasatiempo freak que define mi indivualidad, sino como una actividad cultural seria que, conforme pasa el tiempo, va tomando mayor relevancia en mi vida.
¿Cómo no tomarla en serio, considerando que llevamos 15 números, que estamos cerca de cumplir 3 años de vida, que 44 autores han desfilado al menos una vez por nuestras páginas y, lo más importante, me ha permitido conocer a personas en extremo interesantes, que en la actualidad ya pertenecen a la galería de mis mejores amig@s?
TauZero está incorporado en mi vida a tal nivel que ya existen amigos que tienden a huir cada vez que sugiero que lo que está hablando bien puede convertirse en un artículo.
TauZero crece conmigo, y yo crezco con TauZero. Siendo ese el caso quiero que cada editorial sea una reflexión, una fotografía del estado en el que me encuentro al momento de escribir la editorial. Eso es una licencia que nos podemos permitir, pues si hay algo que nosotros deseamos y exigimos, es que las colaboraciones posean la marca de sus autores. Queremos que los textos y comentarios tiendan a ser introspectivos, personales. Ello no implica necesariamente la pérdida de objetividad, pero sí le da un sello personal, un toque de familiaridad, de liviandad… de humanidad.
Hubo un tiempo en que TauZero se estaba convirtiendo en algo que se tomaba demasiado en serio a sí mismo. Pero como dije más arriba, TauZero crece, evoluciona e inevitablemente se ha contagiado de la sencillez, espontaneidad e ironía de sus responsables y colaboradores.
La calidad del material publicado habla por sí mismo. Tal vez existan personas que piensen que todo lo publicado son únicamente tonterías y una pérdida de tiempo insensata. Pero ya va más de cuatro decenas de insensatos que comparten nuestra visión y que han utilizado muchas horas de reflexión, de escritura, de dibujo, de edición, de conversaciones y de discusiones… violentas en algunos casos.
Pero no sólo yo crezco con TauZero. Pareciera ser que estamos siendo testigos del nacimiento comercial de algunos de nuestros colaboradores-amigos. Creo que pocas cosas podrían compararse a la felicidad que nos inunda el estar en primera fila observando a nuestros amigos tener éxito, ser publicados por editoriales de mayor trayectoria, reconocidos en otros medios de comunicación, en otros países, en otros continentes.     Autores que desarrollan su arte para una élite comienzan a llegar a mercados más amplios.
Ejemplos de esto hay varios, pero me limitaré a tres. A uno de ellos no lo nombraré pues habrá una mejor oportunidad. Al otro tampoco lo mencionaré pues “sobar lomos” no es mi estilo. Mencionaré, eso sí, al amigo hispano David Mateo. David está comenzando a formar revuelo en España con sus “Dragonadas” (subgénero fantástico que al principio detestábamos en TauZero pero que con el tiempo hemos aprendido a querer). David de un tiempo a esta parte nos ha cedido algunos de sus textos, nos ha colaborado con algún artículo y hasta nos ha prestado uno de los personajes centrales de su obra, Larva, para hacer un crossover. El experimento literario fue ejecutado por la digresiva pluma de mi editor Sergio Alejandro Amira. El resultado se llama Larva y la niña de Mermeroth y están a punto de leerlo.

Hasta la próxima.

Rodrigo Mundaca Contreras

Larva y la niña de Mermeroth

por Sergio Alejandro Amira

Él siempre se alzaba sobre todos, matando con sus dos lunaris ensangrentados, degollando al enemigo, ya fuesen humanos, elfos o enanos. Nada ni nadie podía contenerle… ni tan siquiera los grandes señores del cielo.
–David Mateo–

1
Larva se paseó entre los despojos de los ejércitos caídos contemplando cómo la carne de aquellas débiles criaturas era reclamada por la hambrienta Arankandas. Como vasallo del Abismo, él jamás sería reclamado por la Dama Blanca.
Larva contempló una vez más el solitario valle y fijó la vista en un andrajoso estandarte con el árbol de profundas raíces que tanto odiaba. Aparentemente él era el único ser vivo tras la furia ígnea desatada por el Karkang, aquel volcán que le había apresado en su útero de fuego devorando su carne tan rápido cómo ésta se regeneraba. Fueron días, semanas, eones los que transcurrieron para Larva en aquel estado de no-muerte tan similar a su propia existencia, sin embargo.
Sus dos corazones latían sosegados tras el enorme esfuerzo que significó escapar al magma que le mantenía cautivo. Tranquilamente Larva se desplazó entre los cadáveres de sus compañeros de armas y enemigos, entre las carcasas de los caballos gigantes y bulugbars, y entre los orgullosos dragones que pese a su gran poder habían caído como moscas ante la furia de los Señores Oscuros, ante la furia del propio Larva que había destruido a un gran blanco antes de ser engullido por el Karkang.
Sólo entonces fijó Larva su pensamiento en los lunaris. Los había perdido y sin ellos se sentía más desnudo que despojado de su armadura del yagath, forjada al inicio de la Oscuridad.
Uno de los lunaris se hundió en el Karkang junto al gran blanco, incrustado en la nuca de la bestia, pero el que utilizó para mutilar uno de los ojos del dragón había caído fuera del volcán y le aguardaba en algún sitio de aquella alfombra de cadáveres y armas rotas. Larva cerró sus ojos de pez y percibió las débiles vibraciones de la hoja diamantina que llamaba a su amo. Algo la sujetaba, algo vivo… él no era el único sobreviviente después de todo.
En la rivera del Zoj encontró a uno de sus antiguos camaradas contemplando el lunaris como si fuese un trofeo.
–¡Larva! –exclamó la criatura–, pensé que habías muerto, vi cómo caías al interior del Karkang combatiendo a ese blanco…
–El Supremo ha desaparecido –contestó Larva escuetamente.
–Sí, su esencia nos ha abandonado, es cómo…
–Tienes algo que me pertenece –interrumpió Larva. La criatura de seis brazos (tres de los cuales había perdido en combate) le entregó el cuchillo. Larva cerró su mano sobre la empuñadura y sintió como regresaba a él toda la ira que durante semanas y cuentas le había mantenido vivo. Llevó la hoja hacia su pecho clavándola en su corazón izquierdo y luego describió un amplio arco hacia delante que cercenó la quiróptera cabeza del guerrero.
Larva decidió que no se marcharía del campo de batalla hasta cerciorarse que no quedaba nadie vivo. Él sería el único sobreviviente de aquella histórica contienda.

2
Desde el extremo austral de Ashgord hasta las costas bañadas por el mar del Olvido, Larva no halló sobreviviente alguno, pero sí un navío rezagado, a punto de zarpar. Sigilosamente abordó el barco y dos cuentas antes que arribara a puerto mató a toda la tripulación y dejando atrás el Olvido, se zambulló en las cálidas aguas del océano Virgen, nadando hacia una playa solitaria lejos de Yenyirob, la capital. El último barco de guerreros en regresar a Zánjila sería recibido por sus viudas y huérfanos. ¡Cuánto daría Larva por contemplar las expresiones de horror en aquellas caras al ver los cuerpos mutilados de sus héroes!, pero debía actuar con cautela. Necesitaba una armadura, no era digno de un guerrero como él andar desnudo y sería más fácil conseguirla en un villorrio.
Larva se guió por su olfato y pronto halló el sendero hacia una ciudadela de horticultores que abastecían con sus granos y frutos a la capital. En el camino se topó con dos hombres montados a caballo, sucios tramperos a juzgar por sus apariencias. Una veloz estocada a la izquierda, otra a la derecha y las cabezas de los caballos cayeron al suelo antes que sus cuerpos y jinetes. Cuando estos intentaron ponerse de pie fueron cercenados en dos a la altura del torso por el lunaris. Larva seguía siendo el mejor, de eso no cabía duda.
Atardecía en aquel inmundo villorrio conocido como Mermeroth y al parecer todos sus habitantes habían abandonado sus casas, Larva se topó con el cuerpo sin vida de un mendigo andrajoso y le arrebató su apestosa túnica.
A medida que Larva, encogido para aparentar la estatura de un humano, avanzaba por una estrecha avenida que desembocaba en la plaza central comprendió el porqué de la ausencia de lugareños. Todo el pueblo estaba reunido allí en medio de una bulliciosa algarabía. Larva espió sobre las cabezas del gentío y vio en medio de la plaza una plataforma sobre la cual se hallaban tres sujetos. Uno de ellos estaba atado a un poste, el de la izquierda era un tipo obeso con una tea en la mano y una capucha que le ocultaba el rostro, el de la derecha era sin lugar a dudas el cacique del pueblo, un individuo delgado de cabello rojo y lujosas prendas.
-En virtud de mi derecho y obligaciones como cacique de la comarca de Mermeroth –exclamaba a todo pulmón el cacique– decreto que el ciudadano Bigardo Tejar sea quemado vivo en la hoguera en represalia a las ofensas que prodigó contra mi persona en la Taberna de Saa-Dreva.
Larva examinó el rostro del condenado y se sorprendió al ver que no reflejaba temor alguno. El sujeto tenía una boca ancha y unos ojos saltones algo más separados del tabique nasal que el común de los humanos. Su cabello era casi gris y lucía un cuidado bigote sobre su boca de batracio. Bigardo Tejar más que atemorizado parecía divertido, incluso cuando el cacique bajó de la plataforma y el verdugo le prendió fuego a las ramas secas que rodeaban el poste al cual estaba atado.
Las llamas y el humo comenzaron a envolver al infeliz pero éste, en vez de gritar, comenzó a reír estrepitosamente. De pronto su cuerpo se encendió por si sólo como una antorcha, y se elevó disparado hacia el cielo, perdiéndose entre las nubes.
–¡Un elemental, era un elemental! –vociferaba la muchedumbre conmocionada.
–Un surtur –dijo Larva con su rasposa y grave voz sin percatarse que había atraído con ello la atención de quienes le rodeaban.
–¡Otra criatura mágica! –gritó alguien dando inicio al caos.
La noche encontró a Larva de pie en medio de la plataforma de ejecución rodeado de una cincuentena de cadáveres que, además de los aldeanos, incluían al verdugo, el cacique y su guardia personal. Mermeroth se hallaba desabitada, todos aquellos lo suficientemente inteligentes o cobardes huyeron en cuanto se desató la carnicería.
Larva penetró en el palaciego hogar del cacique y se sentó a su mesa para degustar el gran banquete que sus cocineros le habían preparado para después de la frustrada ejecución. Una vez saciado su apetito, recorrió las estancias hasta dar con la sala de trofeos donde encontró una armadura que, si bien no podría compararse a la que había perdido en la gran batalla, serviría por el momento.
Larva vistió el velmex casi hecho a su medida y se colocó la lóriga de escamas para luego continuar desde los pies hacia arriba con los escarpes, las esquinelas, los grebones, quijotes, rodilleras y musleras. Escarcelas, manoplas, sobrecodales, guardabrazos, ristre, peto, bufa y hombreras completaron su atuendo. No encontró ningún yelmo como el suyo, que tan bien imitaba sus rasgos faciales, por lo que decidió no emplearlos. La noticia de su llegada a Mermeroth pronto traería toda clase de enemigos con los cuales luchar. Pero Larva ya estaba aburrido de pelear con humanos tras enfrentarse a seres mucho más poderosos. Lo mejor sería buscar un caballo, si es que quedaba alguno, y marcharse de aquel sitio.
Mientras abandonaba la sala de armas, su agudo oído detectó un leve respirar entrecortado proveniente del segundo piso. Subió pesadamente las escaleras y con cada paso que daba oía como esa respiración se agitaba más y más. Entró en los aposentos del cacique muerto y con una sola mano volteó la cama. Bajo ella se ocultaba una niña de unos nueve años, cabello rojo, ojos verdes, probablemente hija del cacique. La pequeña estaba asustada, “pero no tanto como debiera” pensó Larva alzando el lunaris. La niña cerró los ojos y comenzó a llorar desesperadamente.
¿A eso se dedica ahora el Poderoso Larva?, ¿a asustar niñitas? –escuchó el guerrero sin la mediación de sus oídos.
–¿Quién eres? –preguntó.
Deja en paz a esa niña y te lo diré. Sal a la plaza, allí estoy esperándote.
Larva emergió a la plaza pero no vio nada más que los cuerpos sin vida de sus víctimas.
–¿Dónde estás?
Aquí –dijo la voz.
Larva le vio entonces, o mejor dicho no le vio. Percibió su ausencia, el vacío provocado en la atmósfera que le rodeaba, algo muy sutil para los ojos de criaturas menores como elfos y humanos pero que para él era evidente.
–Rubb –dijo Larva– ¿te envía Yeresath?
El Cambiante ya no existe, criatura estúpida
–No puede ser…
El Culebril está muerto, cómo deberías estarlo tú, pero a ti no se te puede matar, ¿no es cierto?
¿Era eso una pregunta o una aseveración? Larva sabía que era un hueso duro de roer, pero de ninguna forma inmortal.
Cómo no puedo matarte serás exiliado, ya no tienes cabida en el Nuevo Orden, Larva. Eres una reliquia de un pasado extinto, ¡Yo, mesástatas del tiempo te expulso de la vieja Argos!
Dicho esto se abrió a espaldas de Larva una boca similar a un tornado que lo engulló por completo.
El Blanco Velo del Olvido ha sido dispuesto –sentenció Rubb.

3
Larva arribó a su lugar de destino en medio de un caos generalizado. Era de noche al igual que en Zánjila, pero el ambiente era húmedo y algo más caluroso. Larva estaba de pie en una plataforma similar a la plaza de Mermeroth, pero unas veinte veces más grande. Había mucha luz proveniente de las esquinas del cuadrilátero, estructuras metálicas similares a troncos de árboles coronadas por rectángulos luminosos. Sobre la cabeza de Larva sobrevolaban criaturas voladoras que asemejaban ser de metal, no, eran máquinas con aspas rotatorias que las mantenían en el aire. Desde dos de las esquinas de la plataforma se erguían unas estructuras que conformaban una especie de pirámide con algo similar a un tonel de cerveza en el medio. Todo era muy extraño para Larva que no sabía cómo reaccionar.
Finalmente decidió descender de la plataforma pese a que los potentes focos prácticamente lo cegaban. Halló unos peldaños y bajó los ocho metros que lo separaban del suelo. Al parecer había acontecido otra batalla ya que por lo menos una docena de cadáveres, ataviados de uniformes de tela y extraños armamentos, yacían esparcidos por todas partes. Sin mediar aviso alguno se posó sobre uno de los cuerpos algo similar a una pantera humanoide, con grandes alas emplumadas y amenazadores colmillos. Larva no le dio tiempo de reaccionar a la criatura y arrojó el lunaris. Cuando el cuchillo regresó a su mano la cabeza del animal yacía en el suelo.
–¡Freeze! –escuchó gritar Larva en un idioma que no comprendía para verse rodeado luego de humanos en atuendos y con armas similares a las de sus compañeros caídos. Larva se aprestó a combatir pero de pronto sintió su cabeza muy pesada, cómo si un gnomo se hubiese sentado sobre ella.
AQUÍ NADIE HABLA LA LENGUA DE ILINDIS, LARVA, PERO PUEDO ASEGURARTE QUE NO SOMOS TUS ENEMIGOS
Dijo una voz dentro de su cabeza en una comunicación similar a la que mantuviese en Mermeroth con Rubb, aunque mucho menos sutil.
–¿Qué eres? –preguntó Larva–, ¿un dios acaso?
NO, PERO TAMPOCO SOY HUMANO. QUEDATE QUIETO ALLÍ Y ME VERÁS
Larva decidió obedecer ya que las armas empuñadas por esos humanos a todas luces parecían cañones miniatura que fácilmente podrían penetrar su coraza de metal. Si bien Larva podía regenerarse el recibir heridas no era algo que le agradara precisamente.
Tras unos segundos el semicírculo de soldados se abrió y una especie de cruza entre tanque y pecera se plantó frente a Larva. En el interior cristalino nadaba un pez de gran tamaño similar a las feroces bestias marinas del Mar del Olvido. La criatura poseía una estilizada forma de torpedo con una pronunciada aleta dorsal y una gran boca plagada de afilados dientes triangulares dispuestos en su mandíbula en varias filas ligeramente inclinadas hacia el interior. Larva estimó que el pez medía unos seis metros de longitud y debía pesar unos 1200 kilogramos.
–¿Eres el líder de estos hombres? –preguntó Larva.
SÍ, MI NOMBRE ES BARDO, Y TENGO UNA PROPUESTA QUE HACERTE
–Primero que nada demando saber donde me encuentro –dijo Larva.
ESTÁS EN EL PLANETA TIERRA, EN EL CONTINENTE AMERICANO, EN LOS PANTANOS EVERGLADE DE FLORIDA DONDE HACE DOS AÑOS DESCUBRIMOS SE ENCUENTRA LO QUE HEMOS DENOMINADO EL EJE DE LAS REALIDADES O NEXUS, ESTÁBAMOS INTENTANDO ENVIAR UNA MANZANA A TRAVES DEL PORTAL, LA MANZANA DESAPARECIÓ Y EN SU LUGAR LLEGASTE TÚ EN MEDIO DE UNA EXPLOSIÓN QUE MATÓ A QUIENES ESTABAN MÁS CERCA DE LA PLATAFORMA
–Éste no es mi mundo.
NI TAMPOCO TU UNIVERSO, ESA ES LA RAZÓN POR LA CUAL PUDISTE HACER LO QUE NADIE JAMÁS HA LOGRADO, MATAR A UN ARCÁNGEL
–La criatura alada que decapité, imagino.
SÍ, HASTA EL MOMENTO NADIE HABÍA CONSEGUIDO INFRINIGIR DAÑO ALGUNO A LOS ARCÁNGELES, NO SE TRATA DE TU ARMA SINO DEL HECHO QUE TÚ LA EMPUÑES, PODRÍAS ELIMINAR A LOS MENSAJEROS DE DIOS CON UN SIMPLE TENEDOR O TUS PROPIAS MANOS SI QUISIERAS
–Mensajeros de Dios, ¿Cuál dios?, ¿Miles Der Vand?
NO, NINGÚN DIOS QUE TU CONOZCAS NI AL QUE TENGAS QUE RESPONDERLE, SÉ QUE ERES UN MERCENARIO POR LO QUE TE OFREZCO UN TRATO, DESHASTE DE CIERTOS ENEMIGOS DE MI NACIÓN Y TE REGRESARÉ A TU MUNDO, A LA VIEJA ARGOS

4
Habían transcurrido tres años desde que Victorino se había transformado en el primer acólito, el primero de los Doce y legendario guardaespaldas de Constanza la mesías, que si bien había ganado bastante estatura, seguía poseyendo rostro de niña y cuerpo de muchachito a sus doce años y medio. Esa noche Constanza se hallaba reunida con sus discípulos al interior de una vieja cabaña en lo que alguna vez fueran los amplios dominios boscosos de Warren Kettenmann. La casa pertenecía a una anciana que había muerto dos días antes de un paro diabético, demasiado vieja como para resucitarla. Constanza y los suyos la dejaron bajo un árbol sobre un trozo de tela carmesí que ella misma guardaba para dichos efectos y decidieron quedarse unos días en su casa, que contaba con una despensa llena de alimentos y una gran chimenea de piedra.
A Victorino le habían seguido cuatro acólitos más, todos vueltos a la vida por Constanza para convertirse en sus apóstoles. Felipe fue el segundo y lo encontraron colgando de una soga que pendía de la rama de un árbol, no había intentado suicidarse, como explicó, sino que fue asesinado por su esposa y su amante. El tercer resucitado fue Matías, de dieciséis años, a quien un granjero disparó tras encontrarlo en su predio robando naranjas. La cuarta fue Romina, degollada y violada por un infeliz que el pueblo se encargó de linchar. El quinto fue Gustavo, corneado hasta la muerte por una enloquecida vaca.
Todos estaban sentados en la posición del loto rodeando a su mesías quien les hablaba del futuro por venir. Victorino notó de inmediato el cambio de expresión en el rostro de la jovencita, poniéndose de pie de un salto.
–¿Viste algo Constanza? –le preguntó.
–Sí, una cosa similar a un perro se asomó a la ventana durante unos segundos –explicó la niña.
–Ha de haber sido un perro muy grande para alcanzar la ventana, será mejor que vaya a ver –opinó Victorino mientras vestía su cazadora y salía al exterior.
Larva esperaba oculto tras los matorrales, Bardo le advirtió que Victor Ur era el único acólito que podía significar un verdadero desafío, y le aconsejó matarlo tras acabar con la niña. Bardo estaba al tanto que Ur abandonaría la cabaña por cerca de diez minutos, el escualo poseía cierta habilidad limitada para predecir eventos futuros y presumía haber contando con mayores poderes aún antes que su cerebro fuese cambiado de cuerpo tras recibir un ataque combinado de Ur y la muchachita. Bardo ya no podía mover personas como piezas de ajedrez alrededor del mundo, por lo que Larva había viajado en uno de esos aparatos mecánicos voladores que tanto le desagradaban.
Una vez que el fornido Ur se internó en el bosque, Larva ataviado de su armadura mermerothide destrozó de una patada la puerta y con unos cuantos movimientos de su letal arma desmenuzó a los inmortales esparciendo sus miembros y trozos cercenados en un baño de sangre. Luego avanzó hacia la muchacha que estoica y salpicada de rojo lo esperaba de pie en medio de la sala.
Su rostro manchado casi por completo de sangre apenas podía distinguirse de su inflamado cabello.
–Ya intentaste matarme anteriormente pero no fuiste capaz –dijo la niña.
Vino entonces claramente a la memoria de Larva el rostro de la hija del cacique oculta bajo la cama. Se trataba de la misma chica, algunos pocos años mayor.
En ese momento Victor Ur entró por el ventanal junto a una lluvia de cristales rotos, interponiéndose entre la niña y Larva. Ambos se trenzaron en una singular lucha, Larva armado de su lunaris y Ur de sus puños.
Lo que había dicho Bardo era cierto, Larva nunca se había enfrentado contra hombre o elfo tan poderoso. Tras un breve intercambio de golpes y fintas ambos contrincantes se separaron. Ur contaba con dos dedos menos de su mano derecha como único saldo de la batalla y, además, había conseguido arrebatarle el arma a su contrincante, Larva tenía un ojo colgando de su cuenca, la mandíbula fracturada, varios colmillos menos, cuatro costillas rotas, un pulmón perforado y su armadura rasgada en varios sitios.
“Ésta es una pelea que no podré ganar”, pensó Larva mientras se regeneraba. “Bardo sobreestimó mis habilidades, éste hombre en apariencia común es más fuerte incluso que el dragón blanco con el cual luché sobre el Karkang.”
Retrocediendo lentamente, Larva, que sabía reconocer a un contrincante superior cuando lo enfrentaba y que valoraba su “vida” por sobre todas las cosas, abandonó la cabaña y se sentó sobre un tronco caído.
Escuchó a la niña y al sobrehombre hablar dentro y luego vio a la primera emerger de la casa para sentarse junto a él.
–¿Estás en comunicación con mi enemigo? –le preguntó Constanza en la lengua de Ilindis.
–Sí –contestó Larva ya más recuperado de sus heridas–, puede ver y escuchar todo lo que está ocurriendo gracias a este aparato que no se cómo aún permanece sobre mi hombro. Sus poderes ya no suelen ser los que poseía antes que lo atacaran.
–¿Por qué te rendiste?
–Sé muy bien cuando un adversario está más allá de mis posibilidades para derrotarlo. Valoro mi vida por sobretodas las cosas.
–No así la vida de los demás.
–Los demás no me importan, pero dime, ¿eres tú la niña de Mermeroth?
–Allí tampoco tuviste escrúpulo alguno en matar a hombres desarmados, mujeres y niños. Bardo te ofreció regresarte a tu mundo si me matabas a mí y a los míos, ¿no es cierto?
Larva asintió con la cabeza.
–Es una lástima que te hayas encontrado con él primero y no conmigo. –afirmó Constanza–. Yo puedo enviarte de regreso a tu mundo sin pedirte nada a cambio salvo que valores la vida de los demás de ahora en adelante.
–Yo no hago promesas –contestó secamente Larva.
–Lo sé, pero no importa, lo que ha sido hecho puede deshacerse, regresa Larva al mundo de Argos, regresa a tu cubil abyecto, a tu renacer maligno. Ya no serás el mismo después de esto, te lo aseguro.
Con un simple gesto de su mano derecha Constanza arrojó a Larva de regreso al fondo del Karkang.

5
Larva despierta con la piel manchada de sangre y brea, olfateando el ozono a su alrededor y sintiendo como la oscuridad le apresa como una mortaja. Se sacude en un oquedad de roca fundida y nota el fuego a su alrededor… alto… ardiente. Larva sólo puede arrastrarse cómo un gusano hacia arriba, abrazándose cómo una molusco a las murallas rocosas…
Tras días de incesante escalada Larva emerge del volcán refugiándose en una enorme saliente. Sólo la magia que sus padres insuflaron en él lo mantiene con vida.
¿Que haces tú aquí nuevamente? –pregunta una voz familiar.
–Pertenezco a este mundo –gritó Larva con toda la fuerza de sus pulmones–, y si me destierras mil veces, ¡mil veces regresaré!
Tienes razón –dijo la mano derecha de Yeresath­– Argos está incompleto sin ti, pero eres demasiado peligroso por lo que te privaré parcialmente de tu inteligencia y de las memorias que obtuviste en ese otro mundo al que te envié, al que los mismos dioses tememos entrar
La no-presencia que era Rubb se esfumó dejando a Larva convertido en poco más que un animal salvaje.
La cacería estaba a punto de comenzar.

Nota del autor: Larva, los Dioses, Dragones y sitios de Argos (a excepción de Mermeroth) mencionados en este cuento son creación de David Mateo y han sido utilizados con su consentimiento. Gracias amigo.

Agradecimientos de un amigo: Es indescriptible la emoción que siento al ver a un personaje creado por mí en manos de un escritor tan talentoso y original. Gracias a ti.
–David Mateo (en Argos conocido como Tobías Grumm)–

por Sergio Alejandro Amira

Battlestar Galactica: Sacudiendo la cripta de Lorne Green

La primera parte de la historia ya fue contada, sus orígenes, conflictos y el resultado tras la producción de un piloto de 4 horas. Pero como es común entre el primer episodio y una temporada hay una serie de grandes diferencias que en algunos casos son una buena señal de evolución y en otros de involución.

Fue poco menos de un año de producción para solo trece episodios, y una infaltable polémica causada por el estreno en Inglaterra antes de Estados Unidos y la posterior difusión en la red de dichos capítulos pero finalmente llego a la pantalla chica nuevamente con un alto rating.

Pero mas allá de todo existe un problema surgido de la vara alta que dejó el piloto así como la desmedida ambición y escasa autocrítica del equipo de producción. Lo que debió haber sido la sucesora de Andrómeda en lo que se refiere a series de naves espaciales terminó siendo mucho menos de lo que estaba luchando por llegar a ser Enterprise. Continue reading «Battlestar Galactica: Sacudiendo la cripta de Lorne Green»

Que salga el mal, que entre el bien. Larga vida al escepticismo

Con el paso de los años, mi infancia ha ido ganando un aura de realismo mágico que no era evidente cuando la vivía. A los recuerdos comunes, compartidos por much@s de mis amig@s de hoy, como el de jugar a los autitos, hacer tareas o ver televisión, sumo otros más insólitos, como el de saltar sobre un brasero en que quemábamos sahumerios (los cuales se vendían como un producto medicinal más en la farmacia, envueltos en paquetitos que traían de regalo una carta de tarot); el de hacer fumar a un eternamente sonriente ekeko cargado de saquitos cuyo contenido fue obsesión de muchas de mis tardes de ocio; o, quizás liderando el ranking de lo bizarro, el de alimentar con limaduras de hierro un imán que en casa considerábamos que estaba de alguna manera vivo (escalofriante, ¿no?). Continue reading «Que salga el mal, que entre el bien. Larga vida al escepticismo»

Velas Solares

En las últimas semanas se conocieron dos noticias importantes en el ámbito de la exploración espacial, las que pasaron desapercibidas para la mayor parte del público. Sin embargo, para quienes escribimos cuentos y novelas de Ciencia Ficción, esas noticias fueron trascendentes. La primera es que Japón desplegó con éxito una vela solar, la que está en operación en estos momentos. La segunda informaba que la Sociedad Planetaria hizo públicos sus avances en el proyecto Cosmos 1, el cual pretende poner una vela solar en el espacio, capaz de maniobrar a control remoto. El Cosmos 1 se lanzará al Continue reading «Velas Solares»

Neuromante, la lírica del silicio

por A. César Osses Cobián

Hace una pila de años, el bizarro cantante inglés punk-pop (o pop-punk, o soft-pop-punk), famosillo en los tempranos 1980, William Michael Albert Broad alias Billy Idol, sacaba varios videos que aunque trataban de ser rupturistas, a mi me recuerdan inevitablemente, sobre todo por los vestuarios, a la película Dune. En rigor eran una suerte de confusa y disparatada mezcla entre Dune y el video de Thriller, de Michael Jackson. Antes de desaparecer por un largo tiempo de las estanterías de las disqueras, Billy Idol grabó el 1993 un álbum llamado Cyberpunk. Curiosamente, contenía un track llamado Neuromancer.

Hoy Billy tiene un nuevo álbum, pero si lo menciono aquí es únicamente porque fue gracias a una reseña de ese álbum (que nunca escuché, dicho sea de paso) leída por esos años en el diario peruano El Comercio, que supe que existía una palabra que definía un género literario, y que una de las canciones llevaba por nombre el título de una de las grandes novelas de quien es conocido como el padre del cyberpunk.

Pero ¿qué es cyberpunk? preguntarán algunos. Sin considerarme un experto, puedo decir que es un subgénero de la ciencia ficción. Elementos comunes: implantes hi-tech, prótesis avanzadísimas, avances en medicina que muy bien podrían ser reales en un par de cientos de años más (si el planeta logra resistir hasta entonces).

Llegué de casualidad a Neuromante. Hace bastantes años atrás era un ávido coleccionista de cómics, y rebuscando ociosamente una tarde entre las novedades aún no expuestas de la tienda (debo observar que era cliente frecuente, de ahí la confianza) me di de narices con uno enorme, titulado Neuromante. Viñetas pintadas con pinceles y pintura; creo que era anterior a las separaciones digitales. Una belleza.

Pero me alejo del tema. El cómic se basa con bastante realismo en el primer tercio del libro de Gibson. Para hacerse una idea general de la ubicación, del ambiente, recuerden Blade Runner, de Ridley Scott. Cuentan que cuando William Gibson terminó de escribir Neuromante salió al cine, a distenderse, y para ello eligió Blade Runner. Salió aterrorizado a los quince minutos, temiendo que lo acusaran de plagio.

El protagonista central de la historia es un “cowboy”, llamado Case, que en un tiempo anterior, por querer pasarse de listo, pagó con su sistema nervioso tal atrevimiento. Este personaje sería el equivalente de comienzos de los 1980 de nuestros modernos hackers, y para navegar por el ciberespacio (que dicho sea de paso, es un término que pertenece a William Gibson) no se sienta frente a un PC sino que se conecta a nivel sensorial, por lo que la integridad del sistema nervioso es primordial.

Al quedarse sin su principal herramienta para trabajar, empieza a descender aceleradamente por la escala social, llegando a ser un matón barato. En estas condiciones es reclutado por el enigmático Armitage, por intermedio de Molly. Ella es una asesina a sueldo modificada tanto física como genéticamente, alcanzando así el extremo de la performance humana para lograr ser lo más letal posible.

A Case se le restaura quirúrgicamente el sistema nervioso y le proporcionan el equipamiento necesario para volver a entrar al ciberespacio, todo con cargo a la aparente infinitamente profunda billetera de Armitage. El plan es simple: reclutar una serie de miembros para una secreta misión, y cuya finalidad es desconocida; para ello, cada nuevo miembro reclutado será parte activa en el reclutamiento del siguiente.

En ese futuro las inteligencias artificiales son comunes, empleadas por las grandes corporaciones transnacionales para resolver asuntos estratégicos y de negocios. Existe un encargado de evitar que las inteligencias artificiales se vuelvan… bueno, “inteligentes”; es el caso de la mente detrás de todo, una IA que es lo suficientemente inteligente para percatarse de que sin ayuda no podrá evolucionar.

“¿Cuando una inteligencia es artificial?” parece ser la pregunta de fondo de esta novela. Y vaya que es complicada la respuesta; no es sencillo descubrirla leyendo entre líneas, ya que no es una novela fácil de leer. Esta novela demanda del lector una imaginación fértil, una capacidad de concentración muy ejercitada y por sobre todo, voluntad para abandonar la lectura.

Lo último no tanto por lo adictivo de la trama o por lo trepidante de la acción, sino porque resulta bastante difícil poder seguir los vericuetos de razonamiento del autor si se lee de a pocos, de unas pocas páginas cada vez. Además el texto está plagado de nombres hoy conocidos mezclados con otros, fruto de la imaginación de Gibson.

Los lectores del ámbito de la electrónica o informática podrán sonreír socarronamente al leer varios de estos nombres, ya sea por su uso en un contexto erróneo o por designar algo completamente diferente. Sin embargo… ¿quién dice que el futuro no puede llegar a ser así? Gibson construye un futuro bastante plausible, y no muy complicado de creer, ya que es completamente consistente y que no da la sensación de estar navegando en las páginas de una novela de J.K. Rowling.

He tenido la oportunidad de percatarme de la influencia de esta novela en muchos ámbitos. En anime, en el caso de Ghost in the Shell, se pueden ver varios elementos familiares una vez que ya se ha leído Neuromante. También en / de Greg Bear puede notarse cierta influencia cyberpunk gibsoniana, tanto por los implantes, como por otras piezas tecnológicas vistas por primera vez en Neuromante. Johnny Mnemonic, personaje central de la película del mismo nombre, también es mencionado, curiosamente, de pasada.

En resumidas cuentas, tras leer lo que se ha dado en considerar la piedra angular de la literatura cyberpunk, puede decirse que tanto los microchips como el ciberespacio tienen cabida dentro del lirismo de la pluma de Gibson, así como los ambientes densos y recargados de elementos familiares y extraños, yuxtapuestos sin ningún orden ni concierto en una melodiosa cacofonía.

por A. César Osses Cobián

Editorial Especial Batman Begins

Bienvenidos al segundo especial TauZero dedicado a una película que por la portada ya deben adivinar cual es.
Grandes expectativas teníamos todos quienes disfrutamos con los primeros Batman de Burton y nos decepcionamos por completo con las posteriores entregas de Shumacher. Y es mi opinión personal y de todos aquellos con los que he comentado la película, que dichas expectativas fueron cubiertas con creces.
Christopher Nolan ha hecho muy bien en obviar todas las anteriores Batman y proponer su particular visión del personaje, rescatando de paso a uno de los villanos menos extravagantes del panteón-gótico pero mucho más siniestro: Ra’s al Ghul.
Y así como ya hemos visto en la pantalla grande al Batman oscuro y barroco de Burton; al Batman gay de Shumacher y al Batman «realista» de Nolan, este especial incluye tres visiones más del señor de la noche en la forma de fanfictions.
Juan Carlos Sánchez nos presenta la primera entrega de El advenimiento de la tormenta (que ciertamente nos ha dejado impacientes por continuar su lectura) mientras que Daniel Vak Contreras nos entrega un relato breve pero intenso que nos hace sentir toda la impotencia de Batman al tiempo que nos permite vislumbrar el terrible futuro que se desencadenaría de cambiarse ciertos roles.
Con respecto a mi propio aporte escrito hace cinco años, sólo puedo decir que surgió de la pregunta de qué haría Batman en una Gotham sin habitantes. ¿Continuaría patrullando sus calles vacías y sin vida?
A diferencia del Especial Sith, la creación literaria en torno a Batman se tomó el segundo especial. Daniel y Juan Carlos no sólo quisieron escribir sobre Batman, quisieron escribir «a» Batman desde sus propias perspectivas, lo que nos prueba sin lugar a dudas que más que un personaje, Batman es un mito.
Por mi parte tenía planeado comentar la película y escribir una reseña del excelente cómic Planetary: Night on Earth, pero estos especiales deben ser contingentes y ya nos hemos retrasado más de lo aconsejable.

Sergio Alejandro Amira
Santiago de Chile Julio 2005