Marines bajan sorpresivamente desde 4 buses, camuflados como buses de pasajeros, que cruzaban la Alameda sincronizadamente al momento de los estallidos y entran por el forado, tomando por sorpresa al escaso contingente militar, de carabineros e investigaciones que es reducido rápidamente. Allende intenta hacer uso del fusil regalado por Fidel Castro pero se traba y es capturado. Cubren las entradas al edificio y se preparan para resistir hasta la llegada de las fuerzas de ocupación.
En el país la confusión es total. Las Fuerzas Armadas están descontroladas. Generales leales al gobierno toman el control de ciertas ciudades y otros, de corte golpista, se enfrentan desde pequeñas guarniciones y regimientos. En Santiago se registran enfrentamientos entre Carabineros y militares. El regimiento Buin se alza y ataca coordinadamente las oficinas centrales de investigaciones de Chile y al comando de Telecomunicaciones. Nadie sabe contra quién disparar, los tiroteos son desordenados e involucran a civiles, militares y policías. Un tanque del regimiento Tacna entra al edificio del Congreso disparando su cañón y matando al personal administrativo que se había acuartelado para resistir. Cuatro Hawker Hunters sobrevuelan el centro y bombardean el Edificio del Ejército frente a la Moneda, la artillería antiaérea apostada en el techo derriba a uno que cae humeando en el barrio del Mercado y entra por el techo de la estación Mapocho matando con la explosión a todos quienes se encontraban dentro. Los helicópteros del Ejército comienzan a llenar el cielo capitalino volando a baja altura y disparándole a todo lo que se mueve. Tres son derribado por las ametralladoras de los Hawker Hunters que hacen una nueva barrida sobre el centro.
Helicópteros Huey Bell, de la Marina norteamericana, definen LZ (Landing Zones) en las cuatro principales rutas de acceso a la capital, apoyados por tanques y armamento pesado trasladado desde Valparaíso durante la noche. Claramente la Marina chilena se había pasado al bando golpista en los días anteriores.
Phantom F4 irrumpen desde el área de Pudahuel. Sueltan misiles con guía de calor y derriban a los tres Hawker Hunters que caen en llamas sobre el Cerro Santa Lucía, el Edificio del Banco del Estado y el tercero, intentando un aterrizaje forzoso, cae sobre la Avenida Providencia destruyendo casas comerciales, automóviles y originando un gran incendio en la base de las Torres de Tajamar. Dos escuadrones ya habían destruido las pistas de aterrizaje y los hangares de la Fuerza Aérea, limitando su accionar a baterías antiaéreas y a un puñado de helicópteros que no habían podido ser eliminados en tierra.
El Comandante Bachelet habla por cadena nacional de radio e insta a la población a mantenerse en sus casas: “El pueblo debe defenderse pero no sacrificarse”, dice Bachelet. “El pueblo no debe dejarse avasallar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Todo aquel que lo sienta en su corazón, que se presente a cualquier repartición de la Fuerza Aérea inmediatamente”.
Los cordones industriales de Vicuña Mackenna organizan piquetes de trabajadores armados que se dirigen a la Moneda en un intento estúpido por recuperar un símbolo. Son eliminados como moscas por los helicópteros del ejército que ya inclinó su balanza hacia los norteamericanos.
Bombarderos ingresan a cielo de Santiago y arrojan 200 toneladas de bombas sobre distintos objetivos, entre ellos las reparticiones de la Fuerza Aérea y algunos emplazamientos estratégicos que pudieran llegar a ser conflictivos para las tropas de tierra. El reducto de Peñalolén, donde se encontraba el comandante Bachelet, es destruido completamente, nunca se encontraron sus restos.
El MIR se repliega aduciendo que la batalla está perdida y que su verdadera función vendrá en la guerrilla de resistencia después de la ocupación. A pesar de ello un piquete de miristas se enfrenta con soldados chilenos a los pies del Cerro San Cristóbal. Los militares los hacen retroceder hasta la cumbre. Por la Alameda ingresa un desfile de modernos tanques Leopard 1 V, de fabricación alemana, con la bandera de los Estados Unidos de América y una caravana de vehículos de transporte de tropas custodiados por helicópteros Huey Bell. No se produce un sólo disparo hasta que se estacionan frente al antiguo Congreso y una delegación de oficiales de ocupación ingresa al edificio.
En la cumbre del Cerro San Cristóbal, cinco miristas aún resisten. Dos de ellos mueren alcanzados por una ráfaga de ametralladora y un tercero es capturado tras perder el equilibrio y caer por las escalas que llevan hasta la virgen de la cima. El cerco se estrecha en torno a Francisco Ortega y Alvaro Bisama, los últimos dos miristas vivos del contingente que salió a defender el gobierno de la UP.
En el Congreso Nacional, ocupado por tropas norteamericanas, se instalaba la única radio autorizada para transmitir usando equipos donados por Radio Agricultura. Michael Wilson, comandante de las tropas de ocupación y ahora la máxima autoridad de la ciudad de Santiago, le habla al país en un pésimo castellano, invitándo a todo chileno a unirse en la “reconstracción” (sic) del país, en el mismo instante en que una bandera norteamericana era izada en el frontis del ex congreso, bajo la mirada atónita de los pocos chilenos que se atrevían a mirar por las ventanas. Mientras tanto, sobre el cerro, parapetado tras el cadáver de Francisco Ortega, Alvaro Bisama descargaba sus últimos cartuchos de espaldas a la base de la virgen del San Cristóbal. Rodeado, gritó que “antes de lo que creen, traidores culiados, abriremos las calles para que pase el hombre libre de nuevo, hijos de perra!!!”, sacó un corvo, de pronto se puso de pie y corrió hacia las tropas gritando algo que nadie entendió. Cuarenta tiros fueron extraídos desde su cuerpo al momento de la autopsia. La fotografía tomada por el corresponsal en el momento en que Bisama corría hacia la tropa dió la vuelta al mundo y se convirtió en el símbolo de lo que esa mañana había ocurrido en Chile.