“Extraños dragones salían a pastar a medianoche en las cercanías de Copiapó. Tenían dos cabezas, una de águila y otra de león; sus cuerpos estaban rodeados de resplandecientes conchas, tan fuerte como el hierro”.
Manuscrito anónimo de la Compañía de Jesús, Portugal, siglo XVIII.
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La galería que tienes ante ti es larga y conduce hacia el oeste: síguela. Puedes descansar en el camino y tomar algunas provisiones. Más adelante, el corredor se desvía hacia el norte y comienza a estrecharse. Encontrarás un diminuto arco excavado en la piedra y debes agacharte para atravesarlo. Al otro lado del arco te detienes un momento y observas alrededor. Te hallas en una vasta caverna, cuyo fondo se pierde en las penumbras. La caverna se halla parcialmente iluminada por la luz del sol que penetra por una abertura del techo. No parece existir ninguna otra salida. Cuando estás explorando la cueva con ayuda de tu linterna, oyes un rugido. Un débil fulgor oscila en la oscuridad. De pronto, de las profundidades de la caverna, emerge un chorro de fuego doble que está a punto de alcanzarte y que chamusca el musgo que crece en la muralla. Te arrojas al suelo y, al levantar la vista, descubres a un enorme DRAGÓN que surge furibundo de las tinieblas. La cabeza de águila te observa con ojos depredadores mientras la de león vuelve a rugir. De las fosas nasales de ambas bestias surgen volutas de humo. Las escamas de su piel dura como el hierro refulgen con un brillo metálico. El dragón mide unos 15 metros de largo. ¿Cómo piensas luchar con él?
¿Sacarás la espada y te dispondrás a atacarle? Pasa al 142
¿Tratarás de recordar algún otro modo de ataque? Pasa al 174