por Rodrigo Mundaca Contreras
Uno de mis pasatiempos es recorrer las librerías. Es una actividad que conforme pasa el tiempo me gusta cada vez más. En las librerías de usados, ubicadas fuera de la vista de la mayoría, busco joyitas de ciencia ficción, preferentemente de la mítica colección Nebulae. En las librerías pomposas, ubicadas en los malls y grandes centros comerciales, busco libros de divulgación científica. Stephen Hawking, Roger Penrose, Paul Davis, Stephen Jay Gould y Carl Sagan, entre otros pocos, son los nombres a los que principalmente estoy atento.
En esta oportunidad comentaré dos libros que he encontrado en excursiones de esta naturaleza. Ambos son debidos a la pluma de científicos. Uno de ellos fue astrónomo y eminente divulgador científico. El otro, un físico teórico de renombre y también un divulgador. El uno es Carl Sagan. El otro, Michio Kaku. Sus libros: El Cerebro de Broca y Visiones, respectivamente.
Sagan, el paradigma de Escéptico
El Cerebro de Broca es un libro muy del estilo de Carl Sagan. Exuda escepticismo por donde se lo lea. Personalmente, creo que dicha actitud lejos de ser intrínsecamente diabólica (como mucha gente dogmática intenta hacer parecer), es una actitud no sólo sintomática de amplitud mental, sino de sanidad. Una persona que duda es una persona que piensa, que no acepta las cosas tal y como le son planteadas. Una persona que duda es una persona que procesa la información que le llega y que sólo después de analizar la internaliza, o la desecha. Una persona que duda es “una persona”, de otro modo es simplemente un títere.
Sagan es uno de mis divulgadores favoritos. Lamentablemente, no he tenido la oportunidad de acceder a su bibliografía completa, por una cuestión de nula disponibilidad en el comercio. Por eso, cada vez que encuentro algún libro de él, lo compro a ojos cerrados.
El Cerebro de Broca
El cerebro de Broca fue una de esas compras a ojos cerrados. Y no me he arrepentido por ello. El libro está dividido en cinco partes.
La primera de ellas es una suerte de oda a la ciencia. Hay un fragmento que personalmente me fascina mucho y que ejemplifica muy bien el trabajo de la ciencia en buscar relaciones y leyes en la naturaleza. El fragmento, extraído de las páginas 31, 32 y 33, es el siguiente:
Planteemos de momento una pregunta mucho más modesta. No nos preguntemos si podemos conocer la naturaleza del universo, la Vía Láctea, una estrella o un mundo sino si nos es dado conocer, en última instancia y de forma pormenorizada, la naturaleza de un grano de sal. Consideremos un microgramo de sal de mesa, una partícula apenas lo suficientemente grande como para que alguien con una vista muy aguda pueda detectarlo sin la ayuda de un microscopio. En este grano de sal hay alrededor de 1E+16 millones de átomos de cloro y sodio, es decir, 10.000 billones de átomos. Si deseamos conocer la estructura de este grano de sal, necesitamos determinar como mínimo las coordenadas tridimensionales de cada uno de sus átomos. (De hecho precisamos conocer muchas mas cosas, como por ejemplo la naturaleza de las fuerzas con que se interaccionan los átomos, pero para el caso nos contentaremos con cálculos de gran modestia). Pues bien, ¿la cifra indicada es mayor o menor que el número de cosas que puede llegar a conocer el cerebro humano?
¿Cual es el límite de informaciones que puede albergar el cerebro? En nuestro cerebro quizá haya un total de 1E+11 neuronas, los circuitos elementales y conexiones responsables de las actividades química y eléctrica que hacen funcionar nuestras mentes. Una neurona típica tiene como mucho un millar de pequeñas terminaciones, las dendritas, que establecen su conexión con las contiguas. Si, como parece ser, a cada una de tales conexiones le corresponde el almacenamiento de un bit de información, el numero total de cosas cognoscibles por el cerebro humano no excede de 1E+14 es decir, la cifra de los 100 billones. En otros términos, algo así como el 1% del numero de átomos que contiene una pequeña partícula de sal.
Desde tal punto de vista el universo se nos convierte en inabordable, asombrosamente inmune a todo intento humano de alcanzar su completo conocimiento. Si a este nivel no nos es dado comprender la exacta naturaleza de un grano de sal, mucho menos lo será determinar la del universo.
Pero observemos con mayor atención nuestro microgramo de sal. La sal es un cristal que, a excepción de eventuales defectos que puedan presentarse en su estructura reticular, mantiene posiciones bien predeterminadas para cada uno de los átomos de sodio y de cloro que lo integran. Si pudiésemos contraernos hasta posibilitar nuestra incursión en tal mundo cristalino, podríamos ver, fila tras fila, una ordenada formación de átomos, una estructura regularmente alternante de átomos de sodio y cloro, con lo que tendríamos especificada por completo la capa de átomos sobre la que estuviésemos colocados y todas las demás situadas por encima y por debajo de ella. Un cristal de sal absolutamente puro tendría completamente especificada la posición de cada uno de sus átomos con unos 10 bits de información.
Evidentemente, tal estado de cosas no abrumaría en lo más mínimo la capacidad de almacenar información propia del cerebro humano.
Si el universo tiene un comportamiento regulado por leyes naturales con un orden de regularidad similar al que determina la estructura de un cristal de sal común, es obvia nuestra capacidad para abordar su conocimiento. Incluso en el supuesto de que existan muchas de tales leyes, de considerable complejidad cada una de ellas, los seres humanos gozan de la necesaria capacidad para comprenderlas todas. Y en el supuesto de que los conocimientos precisos sobrepasaran la capacidad de almacenamiento de información de nuestros cerebros, quedaría la posibilidad de almacenar información adicional fuera de nuestros propios cuerpos –por ejemplo, en libros o en memorias magnéticas de computadora–, de modo que, en cierto sentido, seguiría siendo posible el conocimiento del universo.
El fragmento anterior lo considero genial. Por un momento Sagan logra que uno se abrume ante la vastedad del universo, al darnos cuenta que un simple e insignificante grano de sal puede resultar de alguna forma inaccesible para el entendimiento humano. Pero entonces hacen su aparición las leyes de la ciencia, que reúnen en poco mucho conocimiento. De esta forma, encontrando relaciones en la naturaleza, podemos emprender la tarea de tratar de comprenderlo, soslayando nuestra limitada capacidad.
En la segunda parte Sagan se refiere a la seudociencia. Señala que los timadores han existido en la humanidad desde siempre, y que su éxito se debe tanto a sus habilidades como a la credulidad de la gente. Expone varios ejemplos que lo demuestran.
La segunda parte finaliza con un muy interesante capítulo dedicado a la ciencia ficción (1). En él confiesa que de niño leía con avidez las novelas del género. Pero conforme iba adquiriendo conocimientos y un pensamiento crítico, comenzó a encontrarle errores que no estuvo dispuesto a perdonarle. Señala que a través de la ciencia ficción llegó a la ciencia, y que considera ésta …más sutil, más complicada y más aterradora que gran parte de la ciencia ficción. OK, ok, si uno se pone a pensar profundamente en esto, terminará por darle la razón a Sagan. Si lo que uno busca es maravillarse, en vez de leer ciencia ficción es mejor asomarse a la ventana y observar la naturaleza… personalmente, el observar una noche estrellada, ya sea a simple vista o a través de un telescopio, siempre-siempre-siempre logra conmoverme… Pero si lo que uno busca es literatura en donde se exploren alternativas poco comunes, entonces lo que uno necesita es ciencia ficción (o fantasía). La literatura clásica no ofrece historias en donde la trama gire en torno de problemas político-religiosos de la sociedad humana dispersa por el cosmos, por ejemplo. La ciencia ficción sí. (Ahí están la serie de Duna, la saga de Hyperion, la saga del Centro Galáctico y el ciclo de la Cultura, por mencionar a vuelo de pájaro algunos relatos con este perfil).
La tercera parte habla sobre el sistema solar. Nos relata la historia del origen de las curiosas denominaciones de los mares y cráteres lunares. Lo mismo con los volcanes y cráteres marcianos. Y finalmente, con la forma de denominar las lunas de los distintos planetas del sistema solar. Dedica un capítulo a hablar de Titán, la luna de Saturno que posee una interesante composición atmosférica, como el lugar más prometedor para albergar vida extraterrestre; también sobre el cómo se manifestaría la vida en otros planetas.
En la cuarta parte Sagan especula un poco sobre el futuro de la humanidad en el espacio. Hace un recorrido por los medios de transporte que hemos tenido como especie. Desde la rueda hasta las naves espaciales. Dedica un capítulo a Robert Goddard, el científico que desarrolló la ciencia de la cohetería norteamericana y que de alguna forma indujo, en décadas posteriores, el desarrollo y la exploración de la Luna y Marte y el resto del universo.
También se refiere a la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Para quienes no sepan, mencionar que Sagan fue uno de los impulsores del proyecto S.E.T.I. para la búsqueda de marcianitos en el espacio. Relata la naturaleza de tal búsqueda, a través de la radioastronomía (y no a través del análisis de supuestas abducciones de adolescentes en edad de merecer o de fotografías de dudosa honorabilidad). Trata de responder, mediante argumentos estadísticos, el número de civilizaciones que teóricamente deberían estar allá afuera. Finalmente, aborda la natural inquietud que muchos nos hacemos: Si el espacio es tan vasto y con tantas posibilidades de vida, ¿por qué dicha vida no se ha presentado ante nosotros?
En la última parte, mi favorita dicho sea de paso, se permite apuntar sus dardos hacia la religión. Históricamente la religión y la ciencia han sido enemigos. Esta enemistad se basa en los paradigmas que las hacen funcionar. En un caso el paradigma es la fe; en el otro, el cuestionamiento de todo. Una promueve verdades eternas; la otra continuamente se corrige a sí misma. Las religiones siempre han visto con malos ojos a la ciencia y por eso históricamente se ha vetado a aquellos que revelaban verdades científicas.
Sagan alude a las religiones. Las considera de hecho …descaradamente deshonestas… y despreciativas de la inteligencia de sus adeptos… Señala varios comportamientos de las religiones que dejan en evidencia esto. Como ejemplo señala el caso de la religión que en 1914 anunció el fin del mundo…
Finalmente, dedica un capítulo a explicar, desde el punto de vista escéptico, la clásica ECM (experiencia cercana a la muerte) que consiste en que el moribundo ve un túnel de luz a la vez que siente una gran paz con el mundo (2).
Me agrada el estilo narrativo de Sagan. Uno no se da cuenta que está recibiendo información a una tasa elevada. Sus escritos, aparte de destilar escepticismo, están impregnados de ironía. No pocas veces sus opiniones llevan implícitas un profundo sarcasmo, que más de alguna sonrisa cómplice me ha inducido.
Recomiendo la lectura de los escritos de Carl Sagan, sobretodo a aquellas personas que no estén familiarizadas con la actitud escéptica. Como dije al principio, creo que dicha actitud es síntoma de sanidad mental, y creo que todos deberíamos manifestar escepticismo en las distintas esferas de nuestras vidas. Sagan no pretende vendernos un producto, ni nos ofrece tranquilidad espiritual. Tampoco quiere nuestro dinero o que renunciemos a nuestra fe. Lo único que pretende es que la gente utilice su cerebro. Después de todo, si aquel nos fue regalado por Dios, sería de mal agradecido el no utilizarlo y estirarlo, aunque sea sólo un poco.
Con Sagan uno estira el cerebro.
Kaku, “vendedor de ungüentos milagrosos”
A Michio Kaku lo conocí por un artículo que leí hace años en Internet. En aquel texto trataba de explicar el concepto de “dimensión” haciendo diversas analogías con el mundo cotidiano. El texto me encantó y, por supuesto, me di la tarea de buscar libros de este autor. Para dejar en evidencia lo deficiente del mercado chileno, he de señalar que demoré cinco años en encontrar un libro de Michio Kaku. Durante aquellos cinco años, sin embargo, lo vi muchas veces en Discovery Channel, en diversos programas de divulgación científica. Siempre tomaba la actitud de oráculo de la ciencia, hablando de los adelantos que vendrían, de la evolución de la sociedad de acuerdo a los nuevos descubrimientos e inventos. Tantas veces lo vi en aquel rol, que llegué a caricaturizar su imagen como la de un charlatán que intenta vender a toda costa su ungüento de la eterna juventud. En todo caso, Kaku dista mucho de ser un charlatán. Es el científico co-fundador de la teoría de las supercuerdas, aquella teoría que intenta ser la teoría de la Gran Unificación de las Fuerzas Fundamentales que Einstein no pudo encontrar. Siendo ese el caso, uno necesariamente debe tomar en serio las palabras de Kaku, o al menos con un escéptico respeto.
La Visiones de Kaku
Visiones lo hallé en la más improbable de las casualidades, en una relativamente anónima librería del centro de Santiago de Chile. Leía los lomos de los libros en los estantes cuando me encontré, inesperadamente, con este libro. Recordé cuanto tiempo había estado esperando por un libro de Kaku. Pensé que oportunidades como esta no se dan todos los días. Afortunadamente mis finanzas siempre están dispuestas a estirarse un poco más cuando se trata de libros, de modo que lo adquirí sin remordimientos.
Visiones trata …del futuro sin límites de la ciencia y la tecnología, centrándose en los próximos cien años y más allá de ese período… Es un libro que se lee en forma vertiginosa. El estilo de escritura sugiere la sensación que uno está en una montaña rusa con pendientes pronunciadas, curvas cerradas y alta velocidad. Al igual que los documentales del Discovery Channel en los que aparece, el libro está impregnado con Optimismo. En una época en la que parece estar de moda el chaquetear (3) los logros de la ciencia y los avances tecnológicos, erigiéndolos como culpables de las desdichas de la sociedad moderna, el leer el texto de Kaku definitivamente sube el ánimo a las personas que, como yo, comparten su visión optimista del futuro y que creen en el rol positivo de la ciencia y la tecnología.
El libro se divide en cuatro partes. En la primera de ellas, a modo de introducción, Kaku justifica el tema que trata el libro, un intento de predicción de lo que vendrá en base a lo que actualmente se puede apreciar en la sociedad. Kaku expresa que los cambios más significativos provendrán de tres revoluciones: la informática, la biomolecular y la cuántica. De paso, señala que las personas más adecuadas para realizar predicciones sobre el futuro de la sociedad son los científicos, puesto que éstos son los “gestores” de los descubrimientos que, en definitiva, redundan en la sociedad completa. Expresa, además, su extrañeza ante el hecho que normalmente sea otro tipo de profesionales (periodistas, escritores, artistas, entre otros) las personas consultadas para realizar una extrapolación de la sociedad.
La segunda parte se centra en la revolución informática. Kaku señala que, entre la ley de Moore (aquella que señala que la capacidades de procesamiento de los procesadores que salen al mercado se duplican cada 18 meses) y la “moda” de la interconexión, puede desencadenar en que todos, absolutamente todos los artefactos de nuestro hogares tengan algún grado de inteligencia, y que se comuniquen unos con otros, con el objeto de hacer más cómoda la vida del consumidor. Y puedo esto no sólo se limite a los artefactos hogareños: se señala como ejemplo extremo la posibilidad de utilizar el calzado como lugar en donde almacenar fuentes de poder y unidades de almacenamiento para el hipotéticos nanocomputadores que llevaremos incrustados en la ropa…
Se dedica a extrapolar la evolución de Internet. Kaku vaticina que se convertirá en algo omnipresente, como un espejo mágico al que uno le podría hacer cualquier pregunta y obtener respuesta inmediata. Leyendo la descripción que Kaku hace de la Internet del futuro, se me viene a la mente la “Esfera de Datos” y la “Megaesfera”, conceptos ambos utilizados habilidosamente en la saga de Hyperion (de Dan Simmons).
La evolución de las máquinas y las comunicaciones entre las personas van a modificar las relaciones entre ellas, ello redundará en profundos cambios en la economía global, en los empleos, en la forma del ocio… Kaku vaticina cuales serán los empleos que tendrán un gran auge, y cuales están destinados a desaparecer.
El Detalle freak
Quisiera detenerme un momento para hacer un comentario paralelo relativo a un detalle que hallé. En el capítulo seis, llamado Reflexiones ¿Quedará obsoleto el ser humano?, Kaku habla, entre otras cosas, del peligro potencial de robots autoconcientes. Señala a HAL 9000, la I.A. de 2001, una odisea espacial, como ejemplo del peligro potencial para los humanos. Luego se refiere a las tres leyes de la robótica de Asimov, y aquí Kaku comete un error… un detalle freak, pero un error al fin y al cabo.
Veamos…
Las leyes de la robótica de Asimov son:
1.- Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por su inacción, permitir que un humano sea dañado.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la primera ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia en tanto en cuanto esa protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
En base al análisis de estas leyes, Kaku lanza una verborrea sobre el alcance de éstas. Señala que puede darse el caso que un robot al cumplir con las tres leyes, ponga en peligro a la humanidad. Nos regala como ejemplo un elocuente paralelo con la burocracia soviética para dejar en claro su argumento (la burocacria soviética fue muy eficiente en competir con los norteamericanos en la carrera espacial, pero puso en peligro la estabilidad económica del país). Y la verdad es que Kaku tiene razón, sin embargo olvida un detalle: la Ley Zero de la Robótica, introducida posteriormente por Asimov precisamente para evitar el problema que indica Kaku.
La Ley Zero, que precede en jerarquía a las tres leyes originales, señala:
0.- Un robot no debe herir a la humanidad, o pasivamente, permitir que la humanidad sufra daño.
El error de Kaku es el haber pasado por alto la ley Zero que, dicho sea de paso, hace su aparición en la Saga de la Fundación, más precisamente en la novela Fundación e Imperio, publicada en 1983. Tirón de orejas para nuestro oriental divulgador, que habla de robots sin haberse leído los libros de Asimov, el autor-paradigma de relatos de esta naturaleza.
Siguen las Visiones
La tercera parte está dedicada a la revolución biomolecular. Con el proyecto Genoma del Humano, la obtención del mapa de genes del ser humano y su posterior desciframiento, la humanidad obtendrá un conocimiento sobre sí misma de una magnitud nunca antes vista. Dicho conocimiento podrá utilizarse para realizar nuevos tipos de diagnóstico de enfermedades. Se podrán curar enfermedades que históricamente han presentado tenaz resistencia; se alargará la vida: ¿seremos inmortales?… En definitiva, Kaku analiza todas las alternativas que la revolución biomolecular, de mano del conocimiento del genoma humano, serán dadas a la humanidad.
La última parte se trata la revolución cuántica. Kaku se explaya sobre las nano-máquinas y motores de alto rendimiento; aumento del consumo energético, nuevos medios de transporte; expansión hacia las estrellas y evolución de la humanidad hacia el estado de civilización planetaria.
Sobre la validez de sus visiones
Al principio señalé que Michio Kaku es co-fundador de la teoría de las supercuerdas, teoría que pretende ser la Teoría del Campo Unificado, una suerte de Santo Grial de la Física Moderna.
Decir que el desarrollo de la física cuántica ha sido la responsable directa de los vertiginosos cambios de la sociedad del siglo XX. La revolución de la electrónica, que actualmente se traduce en sorprendentes gadgets estilo Star Trek, sería sólo ciencia ficción de no ser por la Teoría Cuántica. Ídem para el desarrollo médico (el procesamiento de datos médicos está ligado a los computadores, y éstos, ligados a la teoría cuántica).
Dado lo anterior, podría explicarse las palabras de Kaku cuando señala que son los científicos los autorizados a aventurar predicciones sobre el futuro, dado que ellos, de alguna forma son los responsables.
Personalmente, no estoy del todo de acuerdo con Kaku, considerando que creo conocer al “científico estándar”: una persona un tanto extraña, preocupada de realizar cálculos, viviendo en un mundo abstracto. Atento a sus proyectos de investigación, a escribir papers. Yo no he visto mucha reflexión social en los científicos. Finalmente, los científicos sólo producen las leyes de la ciencia, pero su trabajo no trasciende de allí, según mi óptica.
Por otro lado, los ingenieros son los artesanos que, tomando las leyes de la ciencia, las tuercen para determinar hasta donde es posible sacarle jugo a la naturaleza, y a partir de ahí producen los artefactos que nos maravillan. Los ingenieros laboran inmersos en la sociedad (al igual que los periodistas, los filósofos y los artistas), a diferencia del científico que de alguna forma se automargina al vivir en un estado abstracto. Siendo así las cosas, yo no hablaría de quien está autorizado o no para hacer predicciones sobre el futuro.
Yo diría que cada profesional puede realizar predicciones de acuerdo al área que domina. Un científico puede decirnos mucho sobre las teorías hipotéticas que deben llenar los vacíos teóricos actuales, pero nada puede señalarnos sobre la evolución del mercado, o de las nuevas relaciones sociales que se crean en la medida que aparecen nuevos medios de comunicación. Esto último es pasto para los economistas y los antropólogos, respectivamente.
A pesar de sus palabras, Kaku hace eco de lo que acabo de mencionar. Cuando advierte sobre lo complejo de predecir el futuro, dado lo vertiginoso de los cambios de la sociedad, señala que ha realizado un intento por soslayar aquel problema consultando la opinión de personas que están a la vanguardia en sus respectivos campos de acción. Así, la lista de entrevistados por Kaku incluye a varios premios Nobel y a eminentes profesores e investigadores de universidades e institutos de mucho prestigio (dejando fuera a artistas y filósofos). De esta forma, Kaku intenta minimizar el error en sus predicciones.
El último juez de las predicciones es el tiempo. Por mi parte pretendo que Visiones se quede en mi biblioteca durante el tiempo necesario hasta que sus visiones se transformen o en una realidad cotidiana o en una añeja e infantil predicción.
Notas:
(1) Capítulo 9. Ciencia Ficción: un punto de vista personal. Reproducido (sin permiso de la editorial y sin ánimos de lucro) en TauZero #1
(2) Capítulo 25. El universo Amniótico. Reproducido (sin permiso de la editorial y sin ánimos de lucro) en TauZero #6
(3) Chaquetear: Literalmente: tirar de la chaqueta de alguien, hacia abajo. Festinar, desmerecer.
Fichas Bibliográficas
Título: El Cerebro de Broca
Título Original: Broca’s Brain
Autor: Carl Sagan
Traducción: Doménec Bergada (cap. 1 al 7) y José Chabás (cap. 8 al 25) de la 1ª. Edición de Random House, Inc., New York, 1979.
ISBN: 968-419-420-X
© 1974, 1975, 1976, 1977, 1978, 1979 Carl Sagan
© 1981 Ediciones Grijalbo, S.A.
© 1984 Editorial Grijalbo, S.A. de C.V.
Titulo: Visiones. Cómo la Ciencia revolucionará la materia, la vida y la mente en el siglo XXI
Título Original: Visions. How Science will revolutionize
Autor: Michio Kaku
Traducción: Fabián Chueca
ISBN: 84-8306-123-6
©1997 Michio Kaku
©1998 Editorial Debate, S.A.
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