Poder de diez y otros desvaríos

El cosmos, como las posibilidades, es infinito. Determinar el tamaño y la estructura del mismo resulta un proyecto ambicioso y fuera de lugar para el ciudadano de a pie. Sin embargo, tomando en cuenta que el todo es un lugar de grandes expresiones matemáticas y la nada de mínimas, ambos ligados a ese plano atemporal de perro que se muerde la cola, donde nada tiene principio ni fin, ni siquiera lo invisible; no sería del todo descabellado que cada individuo pensara y meditara en torno a la constitución del universo, siendo que cada uno de nosotros es uno per se, únicamente que mínimo, un microcosmos repleto de pequeñas partículas y entidades cargadas de energía.  

      Cada uno, dentro de su propia individualidad, cree erradamente que es el ombligo del universo. Todos creemos que nuestra visión es cosmovisión de por si. Que nuestro mundo y sus circunstancias es el único válido. Y por las calles, o encerrados en las casas, inclusos en la de nuestras propias cabezas, hacemos una simplificación exponencial de nuestro egoísmo, convirtiéndonos en dioses, mártires y perseguidores al mismo tiempo. Creerse todo es sólo un mecanismo de defensa ante la nada.  

      Si se ejercita la mente en contra del egocentrismo nos daremos cuenta que somos como un grano de arena en una bahía sin límites. Ingenuamente, como herramienta hacia el despertar, puede utilizarse el poder de diez: uno, diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón, diez millones cien millones, un billón, la vía Láctea, las estrellas, el sistema solar, el Sol, los planetas, la tierra, el hemisferio, el país, el estado, la ciudad, la urbanización, la casa, el hombre, los órganos, las células, los átomos, el núcleo, los protones y neutrones… El mundo invisible comienza después de la molécula de hidrógeno. Pero no porque no lo vemos significa que no existe. ¿No existe acaso el pensamiento o, en su última expresión, lo que denominamos conciencia?  

      Creer en la diferenciación y discriminación del universo y sus habitantes es sólo un error de percepción. En esencia todos somos lo mismo y él mismo. Esta conciencia única y fundamental, y no nuestro ego que nos hace desvergonzadamente únicos e importantes en el infinito, es la simplificación correcta y exacta del universo y la existencia. Matar una hormiga por su tamaño es un atentado contra el cosmos y una calamidad inevitable, pues no hay diferencia alguna entre la conciencia de una hormiga, un elefante o un hombre. De tal manera que aunque se argumente que sus funciones intelectuales son distintas, no existe justificación en el acto de matar, pues como dijimos, la conciencia es la misma. Matar una hormiga por tanto no es más que acabar, de alguna manera, con el universo, o al menos con una parte de su existencia. 

      Entender la cuestión de la simplificación exponencial del todo como vía irremediable hacia el pensamiento y la conciencia, manifestaciones estas últimas de la energía, nos sumerge en un terreno que colinda peligrosamente con la ciencia y la filosofía existencialista. Y siendo que en este terreno baldío el mundo de la especulación se agiganta como el Gulliver de la nada, son múltiples y diversas las argumentaciones y diatribas, un cosmos paralelo de ilusiones y de egos.  

      La realidad es que nada tiene existencia independiente y/o intrínseca. Por supuesto que todo tiene una existencia convencional, aparente, pero que las cosas existan o no depende de una base primaria de atribución, de partes, causas, condiciones y efectos, incluso para el vacío. Si nos vemos en un espejo, nuestro reflejo, aunque existente, no es lo que aparenta, pues sin duda no es una cara real. Podemos valernos de esta refracción para observarnos, con lo que entendemos que no es que no exista, sólo que no es real sino aparente: depende de nuestra percepción, de la configuración del espejo y de la luz entre muchos factores, es decir, de un cosmos de probabilidades, posibilidades, causas y efectos. Y este amasijo de variantes que interceden para dar formas a la realidad y a la no realidad, ¿no son en consecuencia la materia prima que le da forma y sentido al universo? ¿Y cuando nos vemos al espejo, no somos nosotros mismos un universo único y al mismo tiempo un cristal de arena en la playa de la existencia? ¿No somos nosotros mismos un espejo en miniatura del cosmos? Sin duda las preguntas son muchas y las disertaciones más aún. Pero con entender que el ego es la prisión que nos mantiene alejados de las posibilidades del mundo exponencial, de la ciencia, la filosofía y la existencia, es suficiente para empezar a entender qué es una galaxia o cómo esta estructurada la gran escala del universo, el infinito y el vacío.   

 

© 2004, Vicente Forte Sillié. 

 

 

Sobre el autor: Vicente Forte Sillié (1975) es un joven venezolano, abogado y escritor, radicado actualmente en la ciudad de Miami por motivos familiares, actualmente desperdicia sus energías en una empresa de cruceros mientras busca tiempo suficiente para escribir, ha incursionado en diversos géneros literarios como la poesía, el cuento, la crónica literaria, el reportaje, la crítica cinematográfica y la elaboración de guiones para radio, cine y televisión. Fue editor de la revista digital Latinoamérica en Vilo y ha colaborado en numerosos medios impresos, radiales y de carácter digital nacionales e internacionales. 

Greg Egan: La Cercanía de un Escritor

por Pablo Castro Hermosilla

Siendo la ciencia ficción escrita y la divulgación científica los puntales que mueven a TauZero, uno podría esperar que gran parte de la ficción que publica tenga elementos científicos y tecnológicos como componentes principales. Es lo que comúnmente se llama hard science fiction, es decir, un tipo de literatura donde de alguna forma las especulaciones científicas y tecnológicas definan una estructura o una trama que muy bien sustentadas.

Sin embargo esto no es así.

La gran mayoría de la ciencia ficción que se escribe y publica no utiliza a la ciencia y tecnología a partir de un tratamiento que escape a una visión más bien general, ambientes o sólo a simples divagaciones y usos esteticistas. Muchos escritores, y sobre todo los más jóvenes, usan la ciencia ficción como un campo propicio para experimentar y explorar situaciones bizarras, inusuales e incluso excéntricas. Lo que importa ahí es el impacto emocional de ciertos ambientes y artefactos, la gran mayoría descritos a base de un lenguaje postmoderno que le entregue al lector una idea de cómo funcionan dichos ambientes y elementos tecnológicos.

El ciberpunk hizo escuela (y abusó) de esta forma de hacer ciencia ficción, privilegiando de sobremanera un estilismo recargado para describir tramas y ambientes. Cualquier escritor medianamente informado de los avances en los campos de la ciencia y tecnología puede escribir una historia de ciencia ficción, donde en vez de explorar los alcances de la ciencia escuela (y abusó) de esta forma de hacer ciencia ficción, privilegiando de sobremanera un estilismo recargado para describir tramas y ambientes. Cualquier escritor medianamente informado de los avances en los campos de la ciencia y tecnología puede escribir una historia de ciencia ficción, donde en vez de explorar los alcances de la ciencia y tecnología, se dedique a explorar el lado humano de las cosas.

El hard science fiction no deja de lado lo que ocurre con los personajes, pero su interés se basa más en probar en detalle el funcionamiento de nuevas tecnologías y nuevas formas de aplicar la ciencia. Para muchos se gana en profesionalismo, verdad y solidez. Para otros se vuelve un ejercicio tedioso y frío.

Greg Egan es de esos pocos escritores que logran combinar ambas cosas y pienso que hoy en día no existe nadie que lo supere dentro de ese estilo. En sus cuentos y novelas, Egan destaca por una descripción minuciosa del funcionamiento de asombrosas tecnologías e insospechados caminos tomados por la ciencia, aplicados de forma casi enfermiza a la trama y evolución de los personajes. Sus historias se vuelven inquietantes, precisamente porque al conocer el funcionamiento último y progresivo de los elementos técnicos y científicos podemos creer con firmeza la posibilidad de éstos.

He tenido el agrado de tener contacto con Greg Egan y descubrir que se trata de un escritor muy alejado de las grandes luces, con un trato bastante cordial. Eso dio pie en el año 2002 a que Egan accediera a la traducción y publicación de uno de sus relatos llamado Closer, iniciativa que fue posible gracias al excelente trabajo realizado por Sergio Alejandro Amira. Su traducción del relato (titulado Próximos) es de primer nivel y siendo la obra corta de Egan aún escasa en español, debo decir que lo realizado por Sergio es un logro de categoría internacional que no debiera pasar por alto.
Closer fue parte de la colección Axiomatic que Egan publicó en 1995 y representa muy bien el carácter de la obra de este escritor absolutamente recomendable para los amantes del hard science fiction y de las cosas hechas con originalidad y fuerza.

© 2004, Pablo Castro Hermosilla.

Greg Egan, nació en 1961 en Perth, Australia. Se graduó en matemáticas por la Universidad del Oeste de Australia, y se dedica tanto a la escritura como a la programación. Ha escrito varias novelas entre las que destacan Ciudad Permutación (1994), Distress (1995) y Terranesia (1999), como también numerosos cuentos. En 1999 fue galardonado con el premio Hugo por su relato Oceanic.
Closer fue publicado en 1992 en la revista Eidolon y luego en la colección Axiomatic, publicada por el autor en 1995.

La Masa: Un Laberinto Fluido

por Daslav Merovic

La ciudad ha sido descrita como la actividad más creativa y permanente realizada por el hombre desde un punto de vista socio-cultural. También se le ha considerado el artefacto económico más rentable jamás creado. Todo eso suena muy bien pero sabemos de sobra que la ciudad esta lejos de ser el Jardín del Edén.

Yo soy lo que se denomina (por lo menos aquí en Chile) “de provincia”, nacido y criado en la austral ciudad de Punta Arenas (capital de la Duodécima Región de Magallanes y Antártica Chilena), donde el fenómeno de las multitudes no se manifestaba tan notoriamente (por lo menos no en el desplazamiento urbano) y donde el tiempo parecía alcanzar para todo y aún sobraba. Imaginen entonces el “schock” del cual fui víctima al mudarme a Santiago y enfrentarme (y ser absorvido) por la masa.

El término masa proviene del latín massa que a su vez proviene del griego masa, con el mismo significado. Los griegos también se referían a la masa como hoy polloi, y los romanos como multitudo; o empleaban algunos de los términos despectivos como turba (empleada por Polibio para referirse a la democracia de masas en estado de desorden civil). En relación al término empleado hoy en día, éste debutó (aunque su origen fuese clásico) con el advenimiento de la Revolución Industrial.

Ya esclarecido el origen de la masa, tomemos los paseos Huérfanos y Ahumada (donde el cuerpo de los otros alcanza su apogeo durante las horas hábiles) para ejemplificar mi experiencia.

El centro de Santiago es como la singularidad del hoyo negro, aquel lugar donde todo lo absorbido ocupa un único espacio, donde estamos más que amontonados, como dice Italo Calvino en Las cosmicómicas; “Cada punto de nosotros coincidía con cada punto de los demás en un punto único que era aquél donde estábamos todos “. Si sólo pudiésemos captar las fuerzas ocultas que constituyen la fría malla por la que nos desplazamos, los pródromos activos de reintegración cósmica, podríamos avanzar hacia el punto supremo… pero estoy divagando.

No consigo pensar la calle desde una significación general o en su sentido primigenio como recomienda Olga Grau, esto es, la calle como flujo de los ciudadanos que buscan “el encuentro con lo otro y los otros y otras”. Sobre todo viviendo en esta economía global que disuelve las identidades locales en pos de una respuesta hedonista de multiplicación y administración de capitales. Tal como se disuelve la identidad individual en el anonimato de la masa. Para mí ese encuentro es obligatorio, impuesto por la dictadura de la regulación total de la economía del espacio a la que la ciudad nos somete.

El escenario familiar que fija los contactos y permite la comunicación cotidiana entre conciudadanos corresponde al espacio rutinario, que se desase como acontecimiento, donde lo nuevo no existe y en donde la economía del desplazamiento se asegura en lo siempre visto, en los “no-lugares”, definidos por Marc Augé como los recintos donde el valor espacial se reduce a la circulación de personas y bienes y el concepto de vida urbana al tiempo de posesión y consumo; reflejo de una “normalidad” construida sobre el espectáculo comercial y la pérdida de asombro. La ciudad, en efecto, encauza a las multitudes hacia la homogeneización del mercado como objetos y como instrumentos de su ejercicio y es una “fábrica» donde la arquitectura está hecha para permitir un control interior, articulado y detallado de los individuos.

Me resulta imposible, por lo tanto, compartir la visión optimista de Grau en que la calle es el espacio donde buscamos expectantes la sorpresa (¿acontecimiento?) traída por los demás, donde nos abrimos a nuevas experiencias… dicha calle probablemente exista, pero no cuando la multitud se posesiona de ella.

Hasta ahora he usado las palabras multitud y masa como sinónimos pero es necesario diferenciarlas: la masa es más abstracta y difusa, sin unas fronteras claras, mientras que la multitud es más concreta y con unas fronteras más definidas. A este respecto, André Joussain en su libro de 1958 Psychologie des masses, dice:

“Una multitud la forma cierto número de individuos animados de un sentimiento o de un deseo común, que se reúnen accidentalmente como ocurre con quienes se aglomeran en la calle para presenciar un desfile o para ver a un artista famoso a la salida de un teatro. En cambio, la masa está integrada por un gran número de individuos que, aunque dispersos, se hallan en las mismas condiciones y están animados todos ellos de iguales sentimientos o de idénticas aspiraciones.”

La multitud es, como menciona Juan G. Gelpi de la Universidad de Puerto Rico, “un laberinto fluido”, un laberinto en el cual es imposible establecer y mantener un curso de desplazamiento (a las horas, por ejemplo, en que el cuerpo de la multitud es más abultado). Las moléculas de la muchedumbre, las personas, son obstáculos que me obligan a ejecutar una serie de estrategias para evitar ser embestido o desviado de mi curso. Se deben realizar verdaderas contorsiones gimnásticas para hacerle el quite a las paredes móviles del laberinto y es inevitable sentirse como Han Solo en El Imperio Contraataca, pilotando el Halcón Milenario entre un cinturón de asteroides.

Con el tiempo se aprenden tácticas para no ser embestido, claro, como la de hacer un hombro hacia atrás para esquivar a alguien sin tener que modificar la trayectoria, o la de mantener el curso con paso firme y mirada severa cuando se nos viene encima algún apresurado ciudadano por la misma vía de circulación en la que avanzamos. En este caso gana el más fuerte, aunque en otras ocasiones esto se traduce en una absurda danza en la que uno de los individuos, para evitar la confrontación, opta por desviarse hacia uno de los costados de su adversario, que, curiosamente, elige el mismo desvío. Obsérvese el siguiente fragmento de Baudelaire tomado de su poema en prosa La pérdida de una aureola:

“El hombre de la calle moderna, lanzado a la vorágine, es abandonado de nuevo a sus propios recursos –a menudo unos recursos que nunca supo que tenía- y obligado a multiplicarlos desesperadamente para sobrevivir. Para cruzar el caos en movimiento, debe ajustarse y adaptarse a sus movimientos, debe aprender no sólo a ir al mismo paso, sino a ir al menos un paso por delante. Debe hacerse un experto en soubresauts y mouvements brusques, en giros y contorsiones súbitos, bruscos, descoyuntados, no sólo de las piernas y el cuerpo, sino también de la mente y la sensibilidad.”

Las masas carecen de intelecto, son “puro cuerpo” como menciona Gelpi, la muchedumbre es la otra cara de la soledad urbana que encarna al sujeto intelectual. No existe el individuo por lo tanto al interior de la multitud, sin embargo, la multitud si existiría al interior del individuo.

El Narrador, dramaturgo, ensayista, y premio Nobel Elias Canetti, distingue dos clases de multitud, multitud “abierta” y multitud “cerrada”. La primera correspondería al fenómeno universalmente conocido, en cuanto inicia su existencia, tiende a agrupar cada vez más gente. Carece de límites, su existencia sigue en pie a medida que crece. En el momento que alcanza su meta o para de crecer, se dispersa.
´
La segunda, en cambio, detiene el crecimiento y opta por la permanencia. Define unas claras fronteras que por un lado limitan su crecimiento y por otro aplazan su disolución. La multitud “cerrada”, la muchedumbre interna, sigue existiendo mientras esté por alcanzarse el objetivo de la integración. En cuanto un individuo llega a un determinado grado de individualización, la multitud se dispersa. Claro ejemplo de esto son las personas con personalidades múltiples, individuos que hayan sufrido abducciones o que hayan mantenido contactos con supuestas “entidades sobrenaturales” como ángeles, hadas o extraterrestres (¿existe en realidad alguna diferencia significativa entre estos seres? Según Jacques Vallee, ninguna whatsoever).

El escritor, escultor y profesor de arte inglés Malcolm Godwin, nos dice que aquellos que experimentaron con LSD y otros alucinógenos en los sesentas y principios de los setentas, dieron atisbos de tomar conciencia de la multitud interna. Uno de estos sujetos fue John Lilly (otro, mi tío Norberto Álvarez).

Lilly fue un pionero en la investigación cerebral y la comunicación con delfines además de ser el inventor a principios de la década de los cincuenta del tanque de aislamiento sensorial. Escribio una docena de libros y diversos ensayos que incluyen las teorías de las realidades internas, el modelo hardware/software de la mente/cerebro, así como un modelo de comunicación entre la especie humana y los delfines Sus experimentos con el tanque y el LSD inspiraron la película de 1980 Altered Status, dirigida por Ken Russell y protagonizada por John Hurt.

Uno de los libros de Lilly lleva por título El centro del ciclón, y en el relata como se convirtió en un foco de conciencia central, viajó por el espacio y conoció a otros seres, entes o conciencias. Pero no todo fue así de bonito, ya que Lilly también padeció la experiencia más aterradora de su vida cuando se convirtió en un programa minúsculo en el interior de una inmensa y extraña computadora que era resultado de una absurda danza ejecutada por determinados tipos de átomos, estimulados y empujados por unas energías organizadoras aunque sin ningún sentido. Lilly, presa del pánico, encontró en todas partes seres parecidos a él que constituían programas cautivos en aquella inmensa conspiración cósmica, en aquella danza cósmica de energía y materia carente de significado de amor y de valores humanos.

Godwin agrega que el estado experimentado por Lilly es descrito por una antigua tradición mística como “la tenebrosa noche de Dios”. Supuestamente en determinados momentos Dios, aunque cueste creerlo, decide tomarse una siesta desocupando el vacío normalmente impregnado de su luz. Cuando un místico tiene la desgracia de “florecer” en la meditación en el punto equivocado del ciclo, cae en este infierno aparente.

La experiencia de Lilly me parece muy cercana a la propia. No necesito del LSD o la meditación para caer en la “tenebrosa noche de Dios”, vasta con salir a la calle, al sector céntrico, para experimentar en medio de la muchedumbre, esa sensación de ser un diminuto programa cautivo en una inmensa computadora. Reconozco seres similares a mí, pero los valores humanos, están completamente ausentes. Formo parte del mecanismo, del cuerpo del “otro”.

La absurda danza de átomos estimulados por energías sin sentido parece ser una clara alegoría del poder fantasmático de la ciudad, que nos obliga a desplazarnos por los puntos que ella determina. Podemos, además, reconocer en la descripción de Lilly la naturaleza fantasmática de la multitud, signo de una presencia (la del ser humano como genero) y de una ausencia al mismo tiempo (la del individuo).

Al interior de la muchedumbre me siento como el capitán Ahab engullido por Moby Dick. Avanzo lo más rápido posible hasta que logro alcanzar calles menos transitadas donde prevalece la individualidad del ser al disminuir la cantidad de pares genéricos en circulación. Los programas o entes cautivos de los que nos habla Lilly, parecidos a él pero carentes de valores humanos, inevitablemente me hacen pensar en los Divisionistas, partido de Interzonas creado por William Burroughs. Los Divisonistas “… cortan trocitos minúsculos de su propia carne de los que crecen copias exactas de sí mismos en embriones gelatinosos. Parece probable que, eventualmente, y a menos que se ponga término al proceso de división, acabará por no haber en todo el planeta más que copias de un sexo: es decir, una sola persona en el mundo con millones de cuerpos distintos…”

En los Divisionitas de Burroughs reconozco a ese ser urbano, a esa masa uniforme, ese cardumen de peces abisales, fríos e inexpresivos entre los que me veo obligado a nadar. Inexorablemente convirtiéndome en uno de ellos, adhiriéndome a la nefasta metástasis.

Especulo, que de la misma manera que yo siento un profundo extrañamiento en la muchedumbre otros la disfrutan, alcanzando la plenitud de la “unio contrarium” en la que se sienten en el centro cósmico absoluto, identificándose con el todo y asumiendo sus ritmos y fuerza vital, como es el caso de la multitud de Ciudad de México que, según Gelpi, ha aprendido a tolerarse y hasta disfrutarse como muchedumbre. Ejemplos de lo anteriormente planteado podrán evidenciarse en los “hinchas” del fútbol o la familia chilena de paseo por los atestados malls el fin de semana. Supongo que mi reticencia a formar parte y disfrutar de la muchedumbre corresponderá a la resistencia que oponen los individuos ante el impulso uniformador del mecanismo social y tecnológico. Situación que abundaría en los habitantes de las urbes modernas de acuerdo a Georg Simmel, precursor de la sociología urbana.

Existen aún otros fenómenos al interior de la muchedumbre que pueden ser analizados, usurpando algunos de los términos de Ronald Barthes expuestos en su libro La cámara lucida.

Podríamos decir que hay una predisposición socio-cultural que nos induce a aceptar a la multitud como un medio natural en el que debemos desenvolvernos al vivir en la metrópolis, como en el caso de Ciudad de México. La emoción impulsada racionalmente por una cultura moral y política, que en Barthes produce un interés general por la foto, puede ser equiparada a la emoción de pertenecer a un grupo humano, a la tribu, a la manada. Como en Barthes, esta sensación que relaciono a la pertenencia, es casi un adiestramiento.

Podemos entonces, aplicar las nociones de Studium a la de la muchedumbre. El Studium en este caso se referiría al gusto por la multitud, por el rebaño, una dedicación general afanosa pero sin agudeza especial.

Pareciera que al ente urbano la soledad le produjese un temor abismante. Se siente cómodo apiñado en los santuarios del consumismo (malls), en los estadios, en los cines, en las discotheques, en el paseo Ahumada… es la terrible e insoportable soledad que sentiría uno de los programas de la pesadilla de Lilly, alejados del computador central, carente de propósito.

Sin embargo, dentro de la monotonía del espacio rutinario que se desase como acontecimiento surgen personajes detenidos al interior de la muchedumbre en desplazamiento. Estos sujetos serían el equivalente al Punctum, pero sólo la primera vez que son atisbados. Estos individuos emergen de la trama aparentemente uniforme de la multitud, como boyas flotando eternamente en el mar de gente y, como dice Barthes, vienen a punzarme como una flecha (sensación equiparable a la Epifanía de Ezra Pound en el metro de París; “la aparición de estos rostros en la multitud; pétalos en húmeda, negra rama”).

Pero incluso estos personajes terminan convirtiéndose en el decorado habitual del espacio del no acontecer de la muchedumbre. Como señala Alejandro Guzmán Ramírez, en un laborioso mecanismo sistematizado las cosas no pueden ser contempladas en su esencia ya que éstas no rodean al hombre sino que fluyen a su alrededor como una corriente continua que desaparece rápidamente; presentándose con tal rapidez que son usadas y apreciadas con la misma prisa y celeridad. Es por ello que los individuos–Punctum poseen una vida muy corta, siendo inmediatamente descartados y substituidos.

Pienso en el dúo de ancianos ciegos intérpretes de tangos, pienso en el profeta que con sus brazos en alto, Biblia en mano y vos gutural: vocifera “¡gloria a Dios! ¡Gloria al pulento!”, pienso en la señora de Ucrania que toca el acordeón, en el mendigo que obsequia a los transeúntes la visión de su pie desnudo despojado absolutamente de todos los dedos. Pienso en Juan Carlitos y su batucada minimanilista, en los vendedores ambulantes, en los hare krishna y los grupos de rock evangélicos…
Todos estos sujetos son punctum desgastados, llamarán la atención del neófito para luego marchitarse en la negra rama de la multitud, que nunca dejará de aborrecerme.

© 1997, Daslav Merovic

Sobre el autor: Daslav Merovic nació en 1979 en la austral ciudad de Punta Arenas. El año 1998 se trasladó a Santiago (donde actualmente reside) para cursar estudios de Filosofía en la Universidad Arcis. El presente artículo es una reelaboración de un trabajo que Daslav escribió para la clase de Federico Galende “Metodología de simbolización social” y hasta ahora había permanecido inédito.

Pedro Jorge Romero

por Pablo Castro

Para quienes han seguido de cerca el desarrollo de la ciencia ficción en España el nombre de Pedro Jorge Romero no debiera ser desconocido. Gran entusiasta y divulgador del género, Pedro editó durante una década junto a Joan Manel Ortiz, Ricard de la Casa y José Luis González la revista BEM, transformada hoy en día en un referente ineludible de los sitios webs dedicados al género. Jorge además ha sido editor, traductor, crítico, e incluso escritor, publicando en el año 2001 la novela El Otoño de las Estrellas junto a Miquel Barceló.

Como se ve Pedro es un hombre de muchas facetas y su larga experiencia lo ha llevado a transformarse en un observador lúcido y asertivo de los avatares del género. En medio de tanta actividad tuvo la gentileza de darnos esta entrevista para compartir algunas cosas que muy probablemente nos interesan también a nosotros.

Licenciado en Física, Programador informático, Editor, Traductor, Crítico, Escritor de ciencia ficción… ¿Cuál de éstas categorías te identifica mejor?

Pues todavía no la he encontrado. Me gusta leer, así que quizá optaría por lector. También me gusta ver series de televisión, así que telespectador tampoco estaría mal. De las que citas, programador probablemente, pero tampoco por completo. Soy demasiado curioso.

Durante varios años estuviste involucrado en varios proyectos relacionados con la ciencia ficción. ¿Qué evaluación haces de todo ese trabajo, especialmente lo realizado en BEM?

Fueron diez años muy, muy cansados. Lo interesante del proceso es que la labor fue continuada y que se mantuvo durante un buen periodo de tiempo. Claro está, hubiese sido imposible de haber sido sólo una persona. Un equipo de cuatro lo hizo durante mucho tiempo y sacó 75 años. Ésa es la valoración que yo haría: un grupo de personas puede mantener en marcha una actividad sin lo hace con cierto tesón.
Además, gané unos muy buenos amigos. No se puede pedir más.

Después de todo ese tiempo en el cual fuiste un verdadero activista del género, ¿qué piensas de la ciencia ficción que se escribe en tu país? ¿Sientes que la calidad ha mejorado con los años o todavía se encuentra en un estado embrionario en comparación con el mundo anglosajón?

En muchos aspectos, creo que la ciencia ficción está siempre en estado embrionario, se escriba donde se escriba. La mejor ciencia ficción nace de algunas personas haciendo algo ligeramente diferente a lo que se hacía antes, y eso se encuentra en casi todas las nacionalidades del género. En aspectos empresariales y crematísticos, pues parece que el género en España ha avanzado bastante y que ya es posible publicar con normalidad una novela de ciencia ficción. Eso hemos ganado.

Te hacía esta pregunta porque recuerdo que alguna vez dijiste en una reseña a la novela Distress de Greg Egan, que la ciencia ficción española por muy buena que fuese no tenía el empuje, la fuerza o la masa crítica de la ciencia ficción en inglés. ¿Mantienes ese juicio?

Ah, comprendo ahora la pregunta. Pero claro, ésa es una situación diferente. En aquel momento lo que venía a decir es que no había masa crítica suficiente para producir y crear la cantidad ingente de nuevas ideas que es capaz de producir una ciencia ficción tan grande como la anglosajona. ¿Eso es malo? No necesariamente, claro, porque las ideas al final no son más que el primer elemento de trabajo. Si uno sabe tomarlas de una tierra más variada y consigue que arraiguen en su propio terreno, pues no hay problema. Por eso es interesante leer.
Con respecto al tipo de ciencia ficción que a mí me gusta practicar, lo que sí me da la impresión es que los autores en español no leen tanta ciencia como debieran. Parece tender siempre más hacia la fantasía que hacia la ciencia ficción.

En algún momento se dijo que la ciencia ficción estaba muerta. ¿Crees que los excesos del mainstreaming contribuyeron a esgrimir ese juicio o respondió más bien a otras prerrogativas?

Estoy seguro que tras la salida del segundo número de Astounding ya había alguien prediciendo la muerte de la ciencia ficción. Se ha venido repitiendo tantas veces que el mismo Gardner Dozois se recochinea en las introducciones a sus antologías del año comentando que sigue sin morir.
Lo de la muerte de la ciencia ficción es simplemente un mito que se usa como arma arrojadiza (más que nada para asignar culpas y eso). Morirá, claro, como mueren todos los géneros literarios. Pero no deja de ser un proceso natural.
Por otra parte, no creo que el mainstreaming tenga mayor influencia. Se ha ganado muchos con las influencias del mainstream en la ciencia ficción, y se ha ganado mucho con las influencias de la ciencia ficción en el mainstream. Lo que ha propiciado una fertilización mutua y la aparición de muchos libros interesantes. No sería inteligente quejarnos teniendo más libros para leer.

Como lector habitual del género, ¿piensas que hoy se escribe mejor ciencia ficción que hace 30 o 40 años?

Sí.

Tú también has hecho crítica literaria ¿Qué elementos consideras o deben estar presentes en una obra que consideras de calidad?

Pues no tengo ni idea. Podría decir cosas como “que no aburra”, pero incluso eso es un juicio subjetivo, porque lo que es aburrido para unos no lo es aburrido para otros. Básicamente lo que creo es lo siguiente: todas las obras malas son iguales, todas las buenas son diferentes. Cuando tenemos una obra mala sabemos lo que ha pasado: ha fallado la trama, ha fallado el estilo, ha fallado esto o aquello. Pero cuando una obra es buena, ¿por qué lo es? No se puede aislar un elemento. La obra es buena y nos gusta en su conjunto. Por esa razón, me parece muy difícil hacer un juicio a priori o dar una receta para escribir una buena obra.

Volviendo a Egan. Tú fuiste un gran divulgador de su obra en España . ¿Es un caso excepcional y aislado de poco probable repetición o crees que existen o existirán otros autores que se pueden o podrían comparar a lo logrado en su obra?

Espero que sí, en caso contrario, ¿qué sentido tendría seguir leyendo ciencia ficción? Pero sí, lo tengo claro. Egan reflexiona desde una óptica filosófica e incluso metafísica sobre problemas científicos muy modernos. Dentro de 20 años habrá problemas científicos muy modernos y habrá escritores que crearán sus obras reflexionando sobre ellos. Egan lo hace muy bien, con una voz clara y en su época. Los demás lo harán con su voz y en su momento.

Tu cuento El día que hicimos la transición fue incluido en el libro Cosmos Latinos, publicado en Estados Unidos, y que reunía a diversas obras de autores iberoamericanos. ¿Crees que la ciencia ficción en español tiene alguna oportunidad en el mercado anglosajón?

Sí. El único problema es la traducción. Las ventajas son un cierto exotismo que bien empleado puede ser un gran punto a favor de la obra. Pero la traducción es el problema. Traducir es caro y en Estados Unidos ya tienen muchísimos autores que hacen ciencia ficción y fantasía. Traducir obras de fuera simplemente no tiene demasiado sentido a menos que se sepa que van a vender mucho y compensar el esfuerzo. Ahora, si se resolviese ese problema de la traducción, sí, creo que hay una oportunidad.
Además, hay que tener claro que la traducción debe ser tan buena como para competir con autores experimentados que escriben en su lengua materna. Muy complicado. Pero no dudo que se pueda hacer.

Dentro de ese plano, ¿existe presencia de obras latinoamericanas en España?

Si nos circunscribimos a lo puramente genérico, no parece haber mucha presencia. Por otra parte, si uno rebusca entre otros estantes encuentra mucho material de autores sudamericanos y españoles. No necesariamente viene catalogado como ciencia ficción o fantasía, pero ahí está.

Cada vez se publican menos libros de cuentos y se privilegia la novela. ¿Es un error de las editoriales o está justificado desde una óptica no-literaria, privilegiando aspectos económicos?

Tiene una justificación puramente económica. Las novelas se venden mejor que las recopilaciones de cuentos. Todo el mundo dice que prefiere los cuentos a las novelas (o al menos lo dice mucha gente), pero la realidad de las cifras es otra.
A mí me resulta curioso, porque yo soy muy borgeano en esos aspectos y prefiero un buen cuento a una novela regular. De hecho, las novelas me cansan un poco. Sin embargo, un buen relato bien trabajado es una delicia siempre.

Luis Saavedra, director del fanzine Fobos ha manifestado que la ciencia ficción tiene su futuro en el fanzine como único medio capaz de erosionar las políticas de las editoriales que determinan la carrera de un autor. ¿Estás de acuerdo con ese juicio? ¿Siguen teniendo las revistas y los fanzines el papel que asumieron antiguamente?

Habría que analizar exactamente que dijo, pero ciertamente me suena un poco exagerado. Aparte de esos editores de fanzines que luego han pasado a convertirse en editores o en asesores editoriales, no se me ocurre cómo un fanzine podría influir en la política de una editorial más allá de algún caso anecdótico. Eso sí, casos de editores de fanzines convertidos en editores profesionales hay bastante, y es bien cierto que a la ciencia ficción le sientan muy bien la editoriales pequeñas.
Por ejemplo, el boom actual de la ciencia ficción en España viene de la mano de editoriales más o menos modestas. Para una editorial muy grande, quizá vender los ejemplares de una novela de ciencia ficción no sea interesante, pero para una pequeña puede ser un negocio más que aceptable, con la ventaja de que además puede publicar autores que ya se saben que van a vender poco pero que se consideran de buena calidad.

¿Por qué en España a nivel de escritores y jurados de concursos existe tanta fascinación por las obras de corte religioso? Te lo pregunto porque en concursos como el UPC siempre he visto una gran presencia de obras de ese tipo dentro de los premiados.

Me toca cerca esa pregunta. Pues sí, la hay. Pero creo que la hay porque el tema es francamente jugoso. La religión ofrece una imaginería muy rica y apasionante, y por otra parte, la existencia de un dios o varios ofrece interesante oportunidades para la reflexión filosófica y especulativa.
A mí me encanta reivindicar la palabra metafísica. Es una de las ramas más interesantes de la filosofía y creo que la ciencia ficción es muy buena cuando se dedica a la metafísica.

A propósito de premios. En España existen varias e importantes instancias de este tipo. ¿Crees que se privilegia lo mejor en cuanto a la calidad de las obras premiadas o el currículum de algunos participantes genera ciertas actitudes frente a una obra en particular?

No, no tengo problemas para creer que es la calidad la que determina el ganador. La calidad, por supuesto, siempre entendida desde el punto de vista del jurado. Una vez más, hay que recordar eso de que lo que es bueno para unos no es necesariamente bueno para otros.

Junto a Alejo Cuervo escribiste la novela El Otoño de las Estrellas. ¿Quedaste satisfecho con lo logrado? ¿Lo suficiente para repetirlo?

Una corrección. Escribí la novela junto con Miquel Barceló. Y sí, quedé muy satisfecho con lo logrado? ¿Lo suficiente para repetirlo?
Una corrección. Escribí la novela junto con Miquel Barceló. Y sí, quedé muy satisfecho con la experiencia. ¿Tanto como para repetir? Pues sí, la verdad. Me encanta colaborar (también escribí El día que hicimos la Transición con Ricard de la Casa) y ahora mismo estoy hablando con otra persona sobre la posibilidad de colaborar en una novela. Vamos, que no escarmiento. Tiendo a llevarme bien con la gente y me preocupan más la trama y la estructuración de la narración que las palabras concretas empleadas. No me importa tanto que me corrijan las frases mientras me dejen los párrafos en su sitio.

Se dice que en Estados Unidos ser escritor de ciencia ficción se transformó en buen negocio. ¿Podría ocurrir lo mismo en Hispanoamérica?

No creo que sea buen negocio en Estados Unidos. Será muy buen negocio para algunos pocos autores (como también lo es en España, o si no pregúntale a Reverte). Los demás se limitan a vivir normal o no con el dinero que ganan con las novelas. A menos que se pongan a escribir novelizaciones o continuaciones de series famosas.
Creo que la profesionalización es uno de esos mitos persistentes que hacen más por impedir el desarrollo del género que por ayudarlo. Si nos tranquilizásemos un poco, no pensásemos tanto en vivir de escribir, se producirían más obras.

Bueno, Pedro agradecemos tu tiempo y disposición. A ver si algún día te das una vuelta por Chile.

Jo, ya me gustaría. Hay tantos países para visitar y tan poco tiempo.
Gracias a ti.

Sobre el entrevistado: Pedro Jorge Romero (37) es Licenciado en Física, y hoy en día es una de las figuras más importantes de la ciencia ficción española. Ha sido traductor, crítico, y durante el período 1990-200 co-editor de la revista BEM. Ha publicado en colaboración con Miquel Barceló la novela Testimoni de Narom, (Pagès Editors, Lleida, 2000,) que obtuvo el Premio Julio Verne 1998 y El Otoño de las estrellas, (Ediciones B, Barcelona, 2001). Su cuento El día que hicimos la transición, escrito junto a Ricard de la Casa, fue publicado en Estados Unidos en el libro Cosmos Latinos e incluido también en la antología Year’s Best SF 9 compilada por David G. Hartwell y Kathryn Cramer, y actualmente es finalista al premio Sidewise, que se entrega todos los años a historias de ciencia ficción (relato y novela) relacionadas con periodos históricos alternativos. Actualmente trabaja tanto como programador como traductor y es webmaster de los sitios: Archivo de Nessus (www.archivodenessus.com) y BEM WEB (www.bemmag.com). Para más información ver su página personal: www.pjorge.com

La Críptica Ciencia Ficción

por Luis Saavedra V.

Cuando era más joven –o menos viejo, como algunos me han sugerido–, me jactaba de poder expresarme de manera académica y culta con una pobre agilidad mental y un lenguaje muy poco floreado y en forma alguna culto. Una vez que me di cuenta de ese defecto intenté durante mucho tiempo subsanar esta falencia leyendo a los grandes pensadores como Hegel y Kant, y sus devaneos titánicos entre el ser y el no-ser. Sin embargo, en esa desigual lucha salía triste y angustiado, sin haber sacado en conclusión nada sino dolores de cabeza. Creía, a veces –en esas rondas de depresiones tan características–, que mi entendimiento era tan corto que me consideraba un poco por debajo de la escala evolutiva. Como siempre, la duda es terrible… Con el tiempo aprendí a diferenciar las frases aparentemente lacónicas de estos intelectuales, llenas de oscuras referencias, y a notar una fuerte tendencia que muchos de ellos, a través de 200 años de existencia del mundo contemporáneo, han ejercido: el amor a lo críptico.

Efectivamente, los intelectuales caen enamorados frente a adjetivos, adverbios y sustantivos como ortodoxos que dificultan el entendimiento, así como de las metáforas de alto vuelo que son difíciles de visualizar. Quizás es debido en parte a que la acumulación del conocimiento ha requerido de neologismos que, con la rapidez con que se acumulan, el hombre común no ha tenido el tiempo de digerirlos antes de la próxima hornada de términos, por ejemplo en la ciencia. Pero mi certidumbre es que nuestra sociedad rinde culto a quien logre confundir la razón con palabras poco tópicas, diciendo en su dialéctica poco y nada con mucho.

Ejemplar de esta naturaleza ha sido Jean-Jacques Rousseau, reverenciado en la civilización occidental por la profunda influencia de su pensamiento, pero que en la práctica era un mentiroso compulsivo y casi nulo como ente político, y sólo hoy nos venimos a dar cuenta debido a la magnífica filigrana retórica que construyó a su alrededor. Otro tótem que hemos entronizado es Jean-Paul Sartre, el gran existencialista, que sufría de una verborrea hasta el límite de que se le reverenciara por ello –como un antiguo rey se rodeó de una corte siempre dispuesta a escucharle–, y si bien tuvo el privilegio de denunciar la insubstancialidad del hombre no dejó ningún cuerpo de doctrina ni verdad luminosa como para merecer la honra de tantos. Todo esto, y muchos otros ejemplos más, me ayudan a describir la base de mi teoría: la ciencia ficción es críptica.

Por definición ya es casi imposible delimitarla sin hacer uso de teorías sociales y literarias para iniciados. En fin. Pero concretémonos:

El carácter críptico incomprensible no responde casi nunca a la hondura o dificultad real del pensamiento. Depende del uso de términos abstrusos, de neologismos o ‘términos’ en vez de palabras de la lengua viva, que tienen que ser definidos –y no lo son o muy imprecisamente–, con lo cual los textos resultan escritos en un alfabeto desconocido. Por eso son incomprensibles, aunque en su contenido sean triviales, como es ininteligible un anuncio de aspirina en caracteres que no podemos leer.

La cita corresponde a Julián Marías, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, y pretende expresar, básicamente, que no es culpa del concepto la incomprensión sino la representación que se hace de éste. Análogamente, en la ciencia ficción podemos encontrar muchos e indicadores ejemplos de esto; uno de ellos son las novelas de ciencia ficción dura y su sobreexplotación de términos científicos y técnicos, cuya función se dirige a la necesidad de establecer un marco altamente probable para la trama, pero si bien fomentan ese apego a la realidad también la confunden a quien asiste a estos esfuerzos, su abuso es contraproducente en el ambiente de la novela. En Mundo Anillo, de Larry Niven, se introducen términos como “terminátor” y “Roseta de Kemplerer” que se nos revelan a través de la trama y resultan, la mayoría de las veces, gratuitas, pero que parecen complacer una secreta tendencia del autor para demostrarnos cuánto sabe de ciencias duras. Por otra parte, se nos brindan las explicaciones correspondientes al término pero el remedio es peor que la cura, una “Roseta de Kemplerer” es como sigue: “Se cogen tres o más masas iguales. Se sitúan en los vértices de un polígono equilátero y se les dan velocidades angulares iguales respecto a su centro de masa.” La gratuidad de la palabra no queda anulada con la explicación, en cambio, la explicación queda anulada por sí misma, se vuelve gratuita cuando resulta más críptica que la palabra. Los efectos gratuitos brindados al lector entorpecen el objetivo mismo de la novela, haciéndola difícil y elitista. No, a una película no la hacen los efectos especiales.

En el seno de la actividad que genera la ciencia ficción –o fándom, cayendo en el juego–, también vemos esta misma inclinación. Aunque en Latinoamérica sólo seamos herederos de las convenciones del Norte y, creo, nos llegan más inofensivas, en general, tendemos a demostrar nuestra encriptación encerrándonos en un lenguaje de redefinición de nuestras actividades ligadas al género. Una publicación de aficionados es un “fanzine” y una columna de correspondencia es una “lettercol”. Estas convenciones de la lengua sólo sirven al entorpecimiento de las comunicaciones entre nosotros y la corriente principal, generando un ghetto autoimpuesto.

Vamos a Julián Marías nuevamente:

Cuando un autor hace afirmaciones que no son evidentes y no justifica, la intelección queda en suspenso; reclama una especie de acto de fe, fundado en el prestigio que se le atribuya, y hay una adhesión provisional a la tesis recién leída o escuchada; pero cuando a ésta siguen otras y otras, en las mismas condiciones, se pierde pie, ya no se sabe de qué se está tratando, y en lugar de claridad, se cae en una oscura conclusión. Por eso no es posible resumir, formen términos propios la doctrina recibida; esto significa que no ha sido posible apropiársela, hacerla ‘propia’, conseguir que forme parte de la realidad del lector o del oyente. Es la fórmula misma de la esterilidad.

El problema subyacente en una sociedad –o grupo– que ha decidido crear sus propios códigos, es el que exige un acto de fe tan grande que la obliga a permanecer desconectada de los demás acontecimientos y ser desconectada cuando no ha sido posible entenderla y asumirla. Un ejemplo representan las diversas asociaciones que se forman alrededor de las series de cf televisiva, en donde las sesiones regulares se transforman en una Torre de Babel: además de exigir un nivel de conocimientos muy alto, la diversidad de temas compone un ambiente propicio para que el recién llegado se sienta cohibido y, entre los complejos de inferioridad y frustración, parta hacia rumbos donde no le exijan un prerrequisito tan alto. En general, la ciencia ficción es un grupo tan hermético por su propia cripticidad que su esfera cognitiva no admite más elementos que los propios.

Cuando leemos o escribimos en nuestros “fanzines”, damos por sabido qué fue de “La Edad de Oro”, en condiciones que en todo campo existe una edad de oro, o “La Nueva Cosa”, y se da por sentada la importancia de escritores como Robert Silverberg y George R.R. Martin. Omitimos toda referencia a procesos científicos, técnicos o ficticios como la descomprensión, la teoría cuántica, las distopías, ucronías, etc. Sin darnos cuenta hacemos abuso de nuestra condición críptica y nos jactamos de ella autoproclamándonos un grupo intelectual de élite.

Sin embargo, ésta no es una denuncia para el derrocamiento completo del género y sus convenciones, y muchos menos una justificación. De hecho, el asunto incluye lo que ha sido el desarrollo histórico de la ciencia ficción, de la que todos nos consideramos herederos, en el hecho de que no nos podemos negar toda nuestra base que, después de todo, ya se ha vuelto tan compleja que se hace ineluctable la encriptación de códigos, por medio de la especialización. Pero lo críptico conlleva al descrédito del pensamiento teórico, en general, y la distorsión de la visión de quienes están afuera como observadores se desvirtúa más. Esta es una de las principales razones del desconocimiento del género.

Si constituirse un ghetto –como el “ghetto dorado” que indica el historiador James Gunn– trajo beneficios en las primeras décadas del género en los Estados Unidos, desde el punto de vista de preservación y recombinación de sus ideas fuerza, ahora existen argumentos suficientes para una mayor apertura. En Latinoamérica, el ghetto sigue siendo una forma de autopreservación, no obstante en España, al tenor de los últimos años de expansión de mercado, la ciencia ficción se ha vuelto lo suficientemente buena a ojos de un público más amplio y generalista, y es necesaria una reconfiguración de sus paradigmas, o al menos una moderación de su uso. Ya no es necesario que una columna de correspondencia en una revista sea una “lettercol”, ni un aficionado un “fan”, por ejemplo, de modo que el género tenga la suficiente tolerancia para dejar de ser considerado uno menor, bajo el prisma de los críticos.

@1992, 2004 Luis Saavedra V.

Sobre el autor: Luis Saavedra nació en 1971 en Santiago de Chile, es Analista de Sistemas y siempre se interesó en lo fantástico por su estética de colores chillones y sus monstruos enfurecidos con buen gusto por las mujeres. En 1988 se incorporó como un activo miembro de la SOCHIF, de la que fue secretario al poco andar. Luego formaría parte del grupo Ficcionautas, que realizaron cinco convenciones de fines del siglo pasado, y editaría los fanzines Wonderlands y Nadir. Actualmente trabaja en el Banco de Chile y ocupa el resto del tiempo en el fanzine Fobos.

No Ser

por Daslav Merovic

Imagino que el reino de la Extinción ha de ser distinto para cada ser. ¿Cómo es aquel lugar?, ¿qué geografía presenta a los pasivos ojos y a las inmóviles manos del muerto?
–Carlos Fuentes–

La muerte ha sido considerada históricamente como algo negativo principalmente porque conlleva el dolor, el dolor de los deudos. El dolor de tu muerte me enseña a ser feliz…, dice Jodorowsky para quien … el dolor es inútil, porque un fallecido no sufre, ya se fue, hay que aceptarlo.

Efectivamente, no hay que abrazar a los muertos, como recomienda Marcel Schwob, pues ahogan a los vivos. A pesar de esto a través de la historia de la humanidad se ha ideado un sinnúmero de teorías para soportar el dolor o la idea de la muerte, considerada como el mayor de los males.

La pregunta es: ¿por qué le es tan difícil a la mujer y al hombre aceptar la muerte? Schopenhauer nos dice que el animal teme la muerte sin conocerla, temor que no es más que el reverso de la voluntad de vivir, nuestra esencia común. ¿Por qué huye el animal?, ¿por qué tiembla y se esconde? Porque siendo pura voluntad de vivir y estando destinado a morir, quiere ganar tiempo.

Uno de los aportes fundamentales de Schopenhauer es el entender la nada después de la muerte como el estado al que estábamos acostumbrados antes de nacer. Séneca también habló al respecto, en sus Cartas de Lucilio, dice que los humanos sitúan la muerte ante ellos, en el futuro, mientras que ya la tienen detrás en el pasado. Esta concepción es, en concreto, lo que Heidegger significa más general y abstractamente al decir que la nada no se halla enfrente del ser, sino que es un componente del ser.
Podríamos decir entonces que la muerte es la mediadora entre dos estados, el ser y la nada. Del ser se ha escrito bastante, de la nada, que generalmente es analizada a partir del ser, no tanto siendo el budismo y algunos filósofos nihilistas algunos de los pocos que se han preocupado del tema. ¿Será porque, cómo señala Lacordaire, La nada no puede existir?

Sobre este punto me gusta lo dicho por Lucrecio: Mientras somos, la muerte no existe; desde que la muerte es, nosotros ya no somos. La muerte no es nada entonces, ni para los que viven ni para los muertos, pues para los que son no es, y es para los que no son.

El olvido es fundamental cuando se habla de la muerte. Dado que el existente es un ser-para-la-muerte como dice Heidegger, el olvido es la preparación, en vida, de esta extinción de cuanto fue, tuvo, hizo y conoció. El olvido tiene un valor positivo a la luz de la filosofía existencial. Sin el olvido no sería posible resistir la acumulación de interés, de atención, de sentimiento. El olvido es la verdadera preparación para la muerte. Para los griegos la muerte y el sueño eran hermanos lo que recuerda a Francisco de Quevedo cuando dice que hasta el sueño nos recuerda a la muerte, retratándola en sí.

De una cosa si podemos estar 100% seguros, la única manera de evitar la muerte es no nacer. Lo mejor de todo es no existir, lo mejor en segundo lugar, morir pronto (Nietszche). Célebres son los versos de Calderon que confirman la enseñanza que el encadenado dios de los bosques develó a los mortales: Pues el delito mayor del hombre es haber nacido.

Schopenhauer, en El Mundo como Voluntad y Representación, cita los dos versos anteriores de La vida es sueño y agrega: ¿Cómo no ha de ser (la vida) un delito si una ley eterna le castiga con la muerte?

Para Schopenhauer toda existencia refleja el incesante e irracional impulso de la Voluntad. Todo sentido es pura ilusión, quien quiera alcanzar la beatitud tendrá que desprenderse de su Voluntad, la causa del egoísmo y agresión humanas. La vida para esté filósofo es un paso en falso, un error, un castigo y una expiación: Si cotejamos, por un lado, la ingeniosidad inexpresable de la práctica, la riqueza indecible de los medios, y, por otro, la pobreza del resultado perseguido y obtenido, no podemos negarnos a admitir que la vida es un negocio cuyas ganancias están lejos de cubrir los gastos…

Schopenhauer hace suya la formula de Spinoza: Sentimus experimurque nos aeternos esse. Vemos la vida desde dentro del tiempo, y nos creemos inmortales. La buena nueva es que nadie es eterno, y la muerte, como dice el filósofo oriundo de Danzig, es la gran oportunidad de no ser ya el Yo. La muerte nos libera de la individualización ¡Bienaventurado entonces el que sabe aprovecharse de ello! La muerte es el momento en que se libera nuestra estrecha y uniforme individualidad que no representa cabalmente la sustancia intima de nuestro ser sino más bien una aberración de este. El momento de la muerte por lo tanto, sería una restitutio in integrum.

Por supuesto que no es sencillo tomarse la muerte de forma tan optimista, contra ello atentan los cuerpos doctrinarios de prácticamente todas las religiones, que se niegan a creer en la extinción del yo. Para diversas culturas primigenias e incluso para los órficos (y los pitagóricos luego), al morir el alma del hombre emigra a otro cuerpo, se reencarna. Esta serie de transmigraciones y reencarnaciones constituirían una recompensa o un castigo, de los que dependería el emigrar a cuerpos superiores o inferiores.

Para la religión popular griega las almas de los hombres, sus alientos o sombras, van a parar al reino de los muertos, de donde salen para intervenir en el mundo de los vivos. Los hermanos gemelos Tánatos (la muerte) e Hipnos (el sueño) se hacían cargo del cuerpo caído y lo llevaban ante sus familiares que lo enterraban en una tumba provista de una estela que conservaba su memoria. Hermes Psicopompo era quien guiaba las almas de los muertos hasta el Hades.

En Egipto se creyó que sólo los espíritus de individuos de una posición social privilegiada podían sobrevivir tras la muerte, esto hasta que se generalizó la sobrevivencia para todos por igual.

Para el cristianismo el alma sobrevive individualmente, mientras que la concepción católica acompaña la supervivencia de las almas con una posterior resurrección de los cuerpos en el día del juicio final. Para muchos metapsiquicos y espiritistas, por otro lado, la psique humana sobrevive a la muerte, por lo menos durante algún tiempo.

La creencia en que al morir los hombres son devueltos al depósito indiferenciado de la naturaleza, principio de la realidad, ha estado implícita en varias culturas, pero elaborada sólo por algunas interpretaciones dadas a la teoría aristotélica del entendimiento agente.

La concepción naturalista es una de las pocas que niega la sobrevivencia del alma, yo o esencia después de la muerte; la vida del hombre se reduciría al cuerpo y al morir éste sobrevendría la completa disolución de la existencia humana individual.
El budismo también cree en la extinción de la individualidad, pero sólo tras un sinnúmero de transmigraciones en las que el hombre debe esmerarse por llevar una vida pura y así lograr detener la rueda de la reencarnación. Sólo al alcanzar el estado de Buddhaqel el ser muere enteramente, no reencarnándose más, sumergiéndose como una solitaria gota de lluvia en el infinito océano del vacío (Sunya).

La inmortalidad del alma es un consuelo de tontos. El Buddha analizó al hombre y demostró que no contiene ningún factor permanente, y por supuesto nada que se asemeje a un alma inmortal. Examinemos los cinco ingredientes que constituyen al hombre de acuerdo a las enseñanzas del Buddha; tenemos el cuerpo (Rupa), la sensación o reacciones emocionales (Vedana), la reacción de la mente a estímulos sensitivos (Sanna), los procesos mentales basados en predispocisiones (Sankharas), y la conciencia (Vinnana). Todos estos factores, sin excepción alguna, están en estado de afluencia e incluso el cuerpo cambia radicalmente cada siete años. ¿Donde entonces está el alma inmortal?

Volvamos a Schopenhauer cuya filosofía ha sido descrita a menudo como pesimista o nihilista y que comparte muchas de las nociones budistas. La vida humana según Schopenhauer está llena de sufrimiento y oscila, como un péndulo, entre el dolor del deseo (basado en la necesidad o en la carencia) y el del aburrimiento e inanidad (experimentado cuando las necesidades son insatisfechas). Todo sentido y propósito en Schopenhauer es mera ilusión. La voluntad, es para este filósofo, la raíz de todos los males, la causa del egoísmo y la agresión en el hombre. La supresión del sufrimiento implica la negación de la voluntad, lo que abriría las puertas de la nada vacía, el sunya, doctrina presente en el Canon Pali elaborada por el budismo mahayanico. Schopenhauer: Reconocemos sin ambages que, para quienes se hallen llenos de Voluntad, lo que permanece después de la completa abolición de la Voluntad, es una nada. Pero, a la inversa, para quienes la Voluntad ha dado una vuelta y se ha negado a sí misma, este nuestro mundo, que es tan real, con todos sus Soles y sus Vías Lácteas, es una nada.

Para el budismo el deseo insatisfecho, proveniente de la ignorancia, es la causa de la reencarnación y esta, a su vez, la causa del sufrimiento, Para liberarse del sufrimiento es necesario escapar de la reencarnación, lo que sólo puede lograrse extinguiendo el deseo, para lo cual primero se debe destruir la ignorancia. En efecto, aquellos que en Schopenhauer se hallan llenos de Voluntad y logran alcanzar la nada, la liberación de la apariencia, son los que en el budismo, logran desarrollar la capacidad innata de buda, que quiere decir “despierto”, “iluminado”, “consciente”, el que ha alcanzado el Bodhi; “la sabiduría”, a través de la facultad del Buddhi; “la intuición”, el poder dinámico directo de la conciencia espiritual. Este estado se alcanza destruyendo la ilusión del ser mantenida por el deseo producido por la ignorancia, que nos mantiene atados a la rueda de la reencarnación. El Buddha enseñó que todas las formas de vida poseen tres características comunes; impermanencia (Annica), sufrimiento (Dukkha), y la ausencia de un alma permanente (Anatta). La impermanencia, como todo proceso natural, es cíclica. Es como una rueda que gira eternamente y que posee cuatro púas; Nacimiento, Crecimiento, Decaimiento y Muerte. Esta ley se aplica absolutamente a todo, incluyendo los objetos manufacturados, las ideas y las instituciones. La voluntad en el budismo Theravadico está considerada como uno de los aspectos del sankkhara (proceso mental basado en predisposiciones). La voluntad es el más dominante de los aspectos de la conciencia y es un potente instrumento que puede ser usado para obrar el bien o el mal, dependiendo del usuario. Aquel que dedica su voluntad hacia propósitos en armonía con el Dhamma, incrementara su poder para hacer el bien. Aquel que encause su voluntad en contra del Todo obtendrá más sufrimiento.

La gran diferencia entre la filosofía de Schopenhauer y la budista consiste en que el primero concibe el mundo como una obra teatral que se repite una y otra vez, con otros personajes y con trajes diferentes. Para demostrar la universalidad de su intuición Schopenhauer cita en una misma página a Kant, lo Vedas (para los que el proceso cósmico es el sueño de un dios) y los Puranas, a Platón, Pndaro, Shakespeare, Calderón y Sófocles. No hay evolución, todo es lo mismo. El budismo en cambio, proclama que todo es mutabilidad, el universo está eternamente cambiando. Schopenhauer creyó encontrar en el budismo y otras doctrinas religiosas de la India, la confirmación a la idea del mundo como apariencia y a la creencia en la metempsicosis, consuelo de la humanidad. Creencia que nos enseña que la muerte no es algo tan serio y puede y debe ser sobrepasada. La naturaleza, como señala Shopenhauer, nos confirma dicha noción: La muerte, como la vida del individuo, no importa nada. Y lo expresa dejando la vida de cada animal, e incluso del hombre, a merced de los azares más insignificantes, sin intervenir para salvarle.

Para L. Brunschvicg el buda de Schopenhauer no es mas que Jesús reencontrado en el inefable sentimiento de la unidad divina que excluye tanto el instinto de dominación, el privilegio del yo, el don de las prácticas sobrenaturales, como el dialogo con un mediador imaginario. En efecto, el budismo no reconoce un Dios tal y como es concebido por la mente occidental, sino una realidad más allá de la comprensión humana y de la cual todas las formas de vida son una manifestación.

Como ejemplo de la manera en que la nada ha influido en el pensamiento oriental se puede citar el caso de Japón. De acuerdo a Vladimir Devide, la filosofía y cultura occidental tiende claramente hacia la noción del ser, considerándose la ausencia de éste como algo nocivo. Para Oriente en cambio la ausencia del ser no es algo negativo, es una nada libre de las connotaciones occidentales, un vacío lleno de significados y posibilidades. Como observa Octavio Paz, mientras nosotros partimos del Ser, las religiones y filosofías orientales parten del no ser. Si la atracción de Occidente por el ser proviene de Grecia, es la India la que podríamos denominar como la cuna de Oriente. Paz nos cuenta que en el hablar mismo del pueblo indio los conceptos son negativos. No dicen, por ejemplo, convivencia, sino, no-violencia.
Es bajo este prisma que se debe acercar la mente occidental a la idea de nada oriental, al sunya, al nirvana o al concepto Mu (poderosa idea que está en la raíz de la psicología japonesa).
Relativamente cercana a la noción de Vacío es el ideal del Mu-shin (no mente) que se puede apreciar en la unidad que sienten los japoneses con la naturaleza y su calmada resignación para aceptar el destino. Similar al mu-shin es la noción de Mu-i (actuar dejando la acción) que se traduce en un esfuerzo sin fuerza, como en el judo, en que se usa la fuerza del atacante para vencerlo. Es a través del mu-shin y el mu-i que los japoneses han transformado las ruinas de posguerra en el impresionante desarrollo tecnológico que los caracterizan. Así mismo es por medio de mu-shin y mu-i que Japón ha preservado tradiciones y formas artísticas ancestrales. En resumidas cuentas, mu y todas sus manifestaciones son para Japón lo que la confianza en si mismo, el control y la perseverancia son para el Occidente.

La dificultad de Occidente para entender conceptos orientales queda en manifiesto con, por ejemplo, la torpeza cometida por los primeros investigadores europeos del budismo al intentar definir el nirvana (estado de suprema iluminación más allá de la concepción del intelecto). Nirvana es una palabra sánscrita que los primeros traductores de los Sutras definieron como apagamiento o extinción y es por ese lado que la estrecha mente occidental lo tomó en un principio. Borges nos cuenta que los investigadores europeos anteriormente mencionados acentuaron el carácter negativo del nirvana. Dahlmann por ejemplo, lo llamó “abismo de ateísmo y de nihilismo” y Burnoff lo tradujo como Aneantissement, aniquilación.

De acuerdo a Christmas Humphreys, nirvana, literalmente, significa ir afuera: Nirvana es la extinción del no-Ser en la totalidad del Ser. Es, por lo tanto, hasta donde podemos comprender, un concepto psicológico, un estado de inconciencia, como señala el Profesor Radhakrishnan, el logro de la perfección y no el abismo de la aniquilación. A este estado de comunión con el Universo en su totalidad podemos penetrar a través de la destrucción de todo lo que es individual, convirtiéndonos de esta manera en parte integra del gran propósito. Perfección es entonces la idea de no ser en relación a todo lo que es, ha sido y será. El horizonte de la existencia se extiende a los límites de la realidad. Por lo tanto no es correcto decir que la gota de agua se desliza en el Océano Luminoso; más cercano a la verdad es hablar del Océano Luminoso invadiendo la gota de agua. No existe aquí la sensación de perdida sino la de infinita expansión, cuando el Ser se va, el Universo crece en Mí.

En este sentido no se habría equivocado Rhys Davids cuando señala que el nirvana es un estado que puede lograrse en esta vida, aunque él lo mire a través del cristianismo y crea que no consiste en la extinción de la conciencia sino la de los tres pecados capitales: la sensualidad, la malevolencia y la ignorancia. No han sido pocos los que han intentado explicar las creencias orientales a la luz del cristianismo, Anguita intuye las semejanzas, pero también las diferencias: las disciplinas religiosas que componen el cuerpo de ejercicios espirituales; devoción, cánticos, contemplación, etc., tienden a procurar la extinción del Yo en favor de la existencia de la Divina Base. Aparentemente hay gran semejanza con la mística cristiana. Sólo que en el cristianismo Dios no es, al contrario del brahmanismo y el budismo, ese ser que es como la nada, sin cualidades, ni forma, ni tiempo, ni afirmación, ni negación, en cuyo seno nos disolveríamos. La reabsorción en Dios no está ni sugerida en nuestras escrituras. Se nos enseña que Dios es solamente Él, y no todo; se nos ha enseñado que Él es el creador y nosotros las creaturas; que Dios ha hecho el mundo, pero no es el mundo, ni es nosotros, ni nosotros tampoco somos Él. Dios no es inmanente; es trascendente. Esta diferencia entre la mística oriental y el cristianismo es terminante.
Anguita, sin embargo, reconoce algunos de los caminos de perfeccionamiento cristianos similares a los prescritos en las escrituras védicas. La humildad, la renunciación completa, el amor a Dios sobre todas las cosas y, por línea colateral, a nuestro prójimo.

Puede que Anguita no haya estado al tanto de las numerosas teorías que sostienen que Jesús, a los 13 años, emprendió viaje a la India, presumiblemente buscando las tribus perdidas de Israel. Siegfried Obermeier sostiene no solo que Jesús permaneció en aquel país entre los 13 y 30 años, sino que, además, sobrevivió a la crucifixión y, luego de visitar en carne y hueso a sus discípulos, emprendió nuevamente el viaje hacia el este, siguiendo una antiquísima ruta de mercaderes. Supuestamente Jesús vivió largos años en la actual Cachemira, donde impartió sus enseñanzas a los judíos de aquel lugar. En Srinagar, la capital de Cachemira, budistas, musulmanes e hindúes veneran la tumba de un santo profeta de nombre Yus Asaf, que traducido sería Jesús el captador. Para muchos esa es la tumba del nazareno. Según Obermeier, Jesús aprendió la lengua pali y se dedico seis años al estudio de la doctrina de Gautama, de la que asimilo diversos aspectos que luego incorporó a su propia doctrina.

Anguita da algunos ejemplos que podríamos considerar como experiencias de Arhat (el arhat es aquel que ha alcanzado el nirvana): Santo Tomas, después de la experiencia de contemplación infusa, en que perdio la conciencia de su propio yo, no dio noticia alguna de como era tal unión; se limito a decir que todo lo escrito por el, comprendida la Summa Teológica, era, comparado con la unión mística, paja picada. De regreso de experiencias místicas semejantes, los santos, o dichosos hombres de alto espíritu, como Plotino, declaran que nada se puede decir (…), es como volver de un mundo infinitamente dulce y apacible, pero inefable.

Octavio Paz relata una experiencia descrita por Baudelaire en las páginas que dedica a la música de Wagner que no hay más remedio que llamar: la desencarnación de la presencia: Al escuchar la opertura De Lohengrin, se siente desencadenado de los lazos de gravedad, de modo que, mecido por la música, se descubre en una soledad con un horizonte inmenso y una vasta luz difusa: la inmensidad sin mas decoro que ella misma. Pronto experimenté la sensación de una claridad aun más viva; la intensidad de la luz aumentaba con tal rapidez que las palabras de los diccionarios no bastarían para expresar esa sobreabundancia, sin cesar renaciente, de ardor y blancura. Entonces concebí plenamente la idea de un alma moviéndose en una atmósfera luminosa, un éxtasis hecho de voluptuosidad y saber.

Se repiten en la descripción de Baudelaire, los recurrentes factores de la experiencia mística y el nirvana.; la dificultad de describir lo experimentado en palabras, el luminoso e infinito océano de la realidad ultima, la impresión de haber participado del Todo. Paz nos dice que Baudelaire, vacío de si mismo, reposa en una inmensidad que nada contiene excepto ella misma anegado en el espacio flotante, el poeta se desprende de su identidad y se funde con la extensión vacía. El arte crítico culmina en una última negación: Baudelaire contempla literalmente, nada. Mejor dicho: contempla una metáfora de la nada. Una transparencia que, si nada oculta, tampoco nada refleja.

Dentro de los sutras comprendidos en el Prajña Paramita que desarrollan la doctrina del vacío (sunya), está el sutra Vajracchedika (diamante), el que al ser recitado, permitió a Hui-Neng llegar al Satori (estado de conciencia que puede ir desde un breve flash de contemplación hasta el nirvana). En el caso de Baudelaire, es la música de Wagner la que opera como vehículo mediante el cual el poeta alcanza la iluminación.
Y para concluir este texto, nada mejor que el siguiente fragmento de Baudelaire:

¡Oh muerte, viejo capitán, ya es tiempo, levemos el ancla!
Este país nos aburre. ¡Oh muerte, aparejemos!

por Daslav Merovic

El anillo del Tigre

por Jorge Baradit

Tengo un amigo que, como todos los amigos de verdad, es prácticamente un hermano. Pasamos la Educación Media juntos, tocamos en la misma banda de punk rock, nos interesaban más o menos los mismos temas y teníamos el clásico perfil del “hermano grande que mete en sus aventuras al hermano chico”.

Eduardo, como lo llamaremos, es una de las personas más gentiles, amables, honestas, inofensivas y respetuosas que he conocido jamás. Odia (si es que Eduardo puede odiar) el autoritarismo, la agresividad y la discriminación. El es un espíritu gentil que cayó a este país por algún error administrativo del encargado de las reencarnaciones. Porque él es en realidad un amable y sonriente monje chino metido en el cuerpo de un chileno anónimo.
Imagínense mi sorpresa el día que lo vi, sonriente y amable como siempre, caminando al sol con un voluminoso libro rojo desde donde se asomaba, flamígera, la mirada amenazante de Adolf Hitler. Eran años donde cualquier cosa con uniforme quedaba de inmediato timbrada como perteneciente al “enemigo”, aunque fuera guardia de banco o cartero. Continue reading «El anillo del Tigre»

Fobos Negro: ¿Postmodernismo o ciencia ficción?

por Pablo Castro Hermosilla

Desde sus comienzos (por allá en 1998) el fanzine Fobos, comandado por Luis Saavedra se ha transformado en uno de los principales puntales de la ciencia ficción en nuestro país. Sin embargo lo más destacable de este proyecto ha sido su interés por la ficción literaria, publicando una larga variedad de relatos, que si bien no destacan por una calidad extraordinaria, sí son obras más que interesantes para el lector comprometido. Al mismo tiempo Fobos ha organizado tres concursos de cuentos junto con la publicación del libro Pulsares que reúne a los ganadores de la primera versión de dicho certamen.

Estos hechos deberían colocar a Fobos como un referente histórico dentro de la literatura y ciencia ficción nacional, pero ya sabemos que en Chile la ciencia ficción es tan promocionada, protegida y recordada como el régimen militar. No queda más entonces que seguir bregando con fuerzas propias, organizando más concursos y ediciones especiales que tengan a la literatura como caballo de batalla (como debe ser).

Fobos Negro se enmarca entonces dentro de lo que ha sido Fobos en los últimos años y en los propios intereses de Luis, quien como buen escritor entiende y valora como principio fundamental e inicial a la ciencia ficción como un verdadero género literario. Discúlpenme seguidores del animé, del cine o de la plástica, pero la ciencia ficción será siempre literaria, por fundación, desarrollo y futuro.

¿Pero qué es entonces Fobos Negro? En principio, un especial de Fobos que alberga cinco historias a modo de una colección. Es un número temático, pero que a diferencia del recordado Fobos #15, centra todo su esfuerzo y espacio en la creación literaria. Lo negro por cierto apela a un elemento extra, que el editor encargado de este especial no tarda mucho en dilucidar.

Es aquí donde la figura de Saavedra desaparece para abrir paso al nombre de Marcelo López, quien debuta como editor de este Fobos. López, un veterano de los entusiastas del género y que también se inscribe como escritor explica en su editorial las razones que motivaron la conformación de este Fobos Negro y al mismo tiempo ensaya una tesis sobre la ciencia ficción que vale la pena comentar.

López comienza y termina afirmando deliberadamente que las ideas, conflictos y posibilidades infinitas de la literatura de ciencia ficción son una fórmula eminentemente perversa, siendo lo perverso para López algo sumamente malo, que causa daño intencionadamente, que corrompe las costumbres o el orden y el estado habitual de las cosas. Dice: Las visiones de lo perverso también pueden encajar perfectamente en nuestro planteamiento cuando decidimos quebrantar la ordenación mal elaborada en la cual estamos inmersos… pretendemos lograr un tratamiento más arriesgado en los temas elegidos; someter las reglas intocables a un replanteamiento personal y carente de todas las ataduras que nuestra sociedad exige a los hombres de buena voluntad.

La lógica de lo planteado por López es que la ciencia ficción es perversa porque quebranta una forma de hacer literatura, entendiendo esto como la literatura convencional de todos los días. Sin embargo creo que López equivoca los términos. Quebrantar una forma de hacer arte no es otra forma que hacer un arte trasgresor, pero no por eso tiene que ser perverso. Transgredir o quebrantar una forma convencional de arte no implica corromper estructuras ni tampoco causar daños intencionales. Si esa fuese la esencia verdadera de la ciencia ficción el ochenta por ciento del género sería otra cosa.

Lo que la ciencia ficción hace es plantear posibilidades y conflictos que den paso a una discusión de la realidad en todas sus dimensiones. No existe el interés premeditado de provocar un daño, ni de promover controversias en contra de la literatura convencional, que ojo, también puede ser transgresora. Esto no quiere decir que no existan los escritores y las obras de ciencia ficción que puedan ser perversas. Pero la mecánica del género apunta hacia otros objetivos. Me atrevo a decir incluso que sus objetivos terminan siendo más conservadores que transgresores, aunque eso da para otro artículo.

Lopez insiste en que las historias presentadas en este número juegan con las convenciones totémicas de lo sagrado(¿?), desgranan la moral y retuercen los cuellos almidonados del buen lector, recombinando los elementos, repugnantes y prohibidos, para enhebrar historias que ataquen la estructura anquilosada de lo “normal”.

Que nadie diga que López no cree en lo que dice. Su propio estilo declamatorio deja en claro nuevamente el carácter combativo y supuestamente provocador de su tesis. Atacar la estructura de lo normal, aúlla. Bien, pero ¿cuál estructura de lo normal? ¿La de la actual ciencia ficción o la de la literatura convencional? ¿La estructura de la sociedad?

No me queda muy claro. López crea su tesis a partir de una escueta definición de lo perverso y de una simplista configuración de la sociedad y su funcionamiento. Es, en síntesis, una tesis artificial, con el ánimo de potenciar una actitud y una mirada que justifiquen la publicidad de los cuentos presentados. No es más que un discurso que huele a propaganda y que nos recuerda a Harlan Ellison, que en sus sobrevaloradas Visiones Peligrosas destilaba también un discurso lleno de frases rimbombantes y adjetivos rebuscados en su intención de destruir algo desesperadamente molesto. Ellison tampoco dejaba en claro qué era aquello que merecía una pronta disolución y los cuentos de su antología mostraban lo poco claro que tenían en sus mentes los escritores de tal discurso y propuesta.
Fobos Negro se plantea entonces como un conjunto de relatos que pretende en principio jugar con aquellos aspectos que rozan lo tabú, lo perverso o lo trasgresor. El problema es que tales aspectos parecen más bien conceptos vacíos, pues no está claro cuál es la normalidad o la convencionalidad que se intenta cuestionar o poner en duda. ¿Qué es en realidad un cuento perverso o trasgresor? Para López el mero hecho de hacer ciencia ficción lleva implícito tales características. Pero cualquier lector asiduo al género tarda tres segundos en concluir que la ciencia ficción no es perversa porque ejercite un ángulo especial de análisis de la realidad. La ciencia ficción no busca dañar, ni siquiera provocar un daño injustificado, sólo juega con la idea de “¿qué pasaría sí…?” como punto de partida. Que obras particulares toquen temas difíciles o intenten derribar tabúes es parte de un ejercicio propio de cualquier literatura, no de la ciencia ficción en forma absoluta.

¿Por qué será que los artistas insisten en pleno siglo XXI en plantear discursos artísticos combativos cuando ya no hay nada que disolver, cuando la misma sociedad es perversa en sí misma y cuando esta perversión ha ayudado a que todo lo que se hace contribuya a la normalidad? ¿Es necesario plantear un discurso de estas características para justificar una colección de cuentos cuyo máximo interés es que estén supuestamente dentro de lo que llamamos ciencia ficción? La única gran revolución que se puede hacer en el género y en cualquier otro es hacerlo bien. Eso es lo único que quedará. Lo más trasgresor, lo más innovador y vanguardista es hacer bien las cosas dentro del marco elegido. En este caso escribir buenas historias de ciencia ficción.

Vamos a los cuentos entonces.

Pero momento. Antes debo hacer referencia al artículo Zapatos Rojos de Remigio Aras. En el artículo se nos explica la génesis de Fobos, que como casi todos los proyectos parte con una discusión entre amigos. Lo interesante del artículo es ver cómo todo comenzó con un proyecto de cuento en el cual López fantaseaba con una niña gigante caminando por en medio de una ciudad. Aras aprovecha entonces para develarnos las intrincadas segundas lecturas del Mago de Oz, donde por cierto abunda la sátira social, pero donde también no faltan las interpretaciones sexuales de la recordada protagonista Dorothy.

Cito estos elementos porque es curioso ver cómo el tema sexual es elegido casi automáticamente para plantear historias o escenarios atractivos, seductores o chocantes. Parece inevitable que cada vez que se quiera romper un tabú de cualquier tipo o cada vez que se quiera elevar de categoría una idea o propuesta se elija al sexo como elemento seguro. El sexo parece la dosis inevitable para jugar a lo extremo, a lo prohibido, a lo atractivo en todas sus manifestaciones. Pero honestamente creo que si hay una razón para elegir el sexo dentro de estas circunstancias es también por una abismante y dramática falta de imaginación. Si no somos capaces de crear algo de categoría entonces apelamos al sexo. Es curioso porque son los artistas los que más critican el abuso del tema sexual en los programas de televisión, pero basta echar un vistazo al cine y literatura para observar que ellos mismo caen en la misma trampa.

En fin. Ahora sí, vamos a los cuentos.

El asunto parte mal con La luz al final del túnel, de Jorge Baradit (cuyo título se reemplazó a última hora por el de Karma Police). ¿Es esto un cuento? Más bien parece un estornudo cuasi-literario. La historia trata por un lado sobre un asesino en serie que se reencarna una y otra vez, y por otra parte un policía que espera una próxima reencarnación. C’est tout. La idea, que por cierto no es original como creo ha manifestado Jorge por ahí (el tema del asesino reencarnado está presente de forma genial en Esparce mis cenizas de Greg Egan) está usada de forma simplista e incluso mal expuesta desde el punto de vista narrativo: Hay un uso deficiente de párrafos, frases mal escritas, información incongruente que no está bien configurada con el ritmo de la narración, motivaciones de los personajes mal expuestas, poco explicadas y por ende poco creíbles, y sobre todo un montón de datos que el lector debe aceptar y absorber sin que el escritor se de la molestia de decirnos o explicarnos el por qué de dicha información. Frases rimbombantes y adjetivos vacíos como: había sido el protagonista de la serie de asesinatos más espeluznante de la historia conocida o enchufada a potenciadores electrónicos de intrincada belleza, no sólo fracasan en su intento de darle una dimensión extraordinaria a los hechos, sino que sencillamente lo debilitan, restándole la sutileza, que en un relato sobre crímenes oscuros era necesaria e idónea.

Por ahí va entonces la falla global de este cuento: nada de lo escrito es idóneo con lo que se quiere contar. Ni la narración, ni las descripciones, ni las motivaciones, ni el ritmo, ni la estructura, ni siquiera la sintaxis… nada.
Jorge juega de forma pretenciosa con una idea que hubiese sido interesante para explorar las motivaciones últimas de los personajes, para describir hechos y situaciones que tuvieran una concordancia dramática con la historia, pero hace rato que ha demostrado tener muy poco talento para esto, cosa ya percibida en su protonovela Ygdrassil y en los cuentos derivados de ésta. La luz… es también un derivado conceptual de Ygdrassil, cosa que ya debiera cansar al propio Jorge, si es que no quiere transformarse en una versión tardía y burda del ya agotado William Gibson. El cuento, que no es más que un ejercicio escrito con rapidez para cumplir el plazo de entrega, mata cualquier interés por su injustificada y débil brevedad y sólo destaca por el uso esteticista de ambientes, elementos que, lamento decirlo, se alejan mucho de la ciencia ficción y se acercan al postmodernismo fácil tan en boga hoy en día. Tirón de oreja para el editor, por usar un relato que más bien parece un relleno. Y tirón de oreja para Jorge: la flojera no es buen copiloto para un escritor.

A continuación aparece Marcelo López con su relato La Segunda Venida. Es justo que su cuento sea juzgado usando como parámetro su tesis inicial. ¿Es un relato perverso? La temática gira en torno a la clonación de figuras religiosas como Buda o el mismo Jesús. Imagino que para el Vaticano resultaría perversa y maligna tal posibilidad, en vista de su rechazo a la clonación de seres humanos. Sin embargo en el futuro un clon de Jesús podría ser tan beneficioso y bienvenido como una especie de reafirmador de la fe que los rechazos del pasado pasarían al olvido.

Esta dicotomía o contradicción no está muy presente en la Segunda Venida y se echa de menos. Marcelo centra su historia en el personaje principal, que como clon de Jesús es adoctrinado por un extraño hombre, relación que llega hasta él a partir de sendos recuerdos, mientras observa por televisión los acontecimientos cuasi apocalípticos del mundo. ¿El resultado? Un cuento escrito desde el humanismo, que destaca por interesantes pasajes descriptivos de la enseñanza a la cual se ve sometido este Jesús-clon, situación que López transmite como una anticipada sensación de inutilidad y fracaso.

La Segunda Venida es más bien el esbozo correcto de una idea interesante, idea que en otro formato y con más trabajo puede ser aprovechada en toda su potencia, explorando otras muchas posibilidades. Todo esto sólo se insinúa, a veces de una forma apresurada, generalizada y confusa. El conflicto que produce la clonación no está muy claro en su lógica y el desarrollo del personaje en función de lo que ocurre en relación al caos mundial no es plenamente satisfactorio al igual que el desenlace. Me parece una buena historia, pero que debiera ser re-escrita con las páginas que se merece. Marcelo, cono ya lo mostró en su relato Vatik-no (Fobos #17, marzo 2003) tiene una particular fascinación por el tema religioso-social y debiera aprovechar esta idea que condensa mejor un ambiente incómodo no tanto para las Iglesias, sino para la fragilidad de la fe automática y rutinaria.

Lo que sí me parece un logro es haber centrado la historia en el personaje principal, dejando de lado esas miradas un tanto pomposas que Marcelo acostumbraba a describir al momento de develar momentos de crisis sociales de nivel mundial. A veces basta con mostrar lo que ocurre en el mundo de las personas para dejar en claro de forma sutil el caos y confusión del actual mundo.

Y no, no creo que sea un relato perverso; su estilo lo aleja de esa posibilidad. Al igual que Jorge, Marcelo olvida que es la carga dramática la que vuelve transgresora y perversa una historia y no sólo el tema, como si hablar de dioses clonados o asesinos que matan niñas fuese suficiente para embaucar al lector.
En seguida aparece Soledad Véliz quien nos presenta Maniquie, una historia de fantasía densa y poblada de imágenes que más de alguien tildará de alucinantes.
Debo reconocer en principio que tengo poca afición a la fantasía, pues la considero una forma a veces demasiado facilista al intentar escribir ficción especulativa. La fantasía da para cualquier cosa y a veces más que configurar una buena historia sólo ayuda a configurar la confusión temática y narrativa del creador. En este caso, Maniquie me parece una historia bien escrita, pero también confusa y algo desequilibrada. Como experimento narrativo funciona, pero el cuento cae en situaciones e imágenes que no aportan mucho a la trama, que por momentos cuesta ver con claridad. El texto nos describe un cuadro de aislamiento en el cual los recuerdos y los sentimientos van cobrando extrañas formas que atormentan al personaje principal. Están también las citas inevitables al sexo y a ciertas perversiones, pero más parecen ideas forzadas que proporcionales a la trama misma.

Soledad es una escritora joven, que recién comienza pero que me parece aún no tiene muy claro qué historia narrar. Esto no es algo pernicioso o carente de legitimidad, pero no es recomendable si pretende crear una obra más consiste y con algo que decir. Le recomendaría intentar hacer algo más de ciencia ficción, pues le ayudaría a ordenar sus ideas; tiene un lenguaje interesante y una vívida imaginación, elementos que siempre la ciencia ficción recibe con los brazos abiertos.

Luis Saavedra reaparece con El Río del Mundo. Quienes conocemos a Luis sabemos su poca afición a los relatos breves cosa que nos es simple capricho: Luis es quizás una de las pocas voces nacionales capaz de convertirse en una real figura literaria a nivel hispanoamericano. Su madurez y su excelente nivel en todas las dimensiones que configuran una buena historia de ciencia ficción lo alejan de meros ejercicios breves y lo sumerge en la mejor tradición de un Sturgeon o Delany, escritores de primer nivel que hicieron del relato largo (o nouvellete para los norteamericanos) su mejor y más adecuado espacio de expresión. Estamos ante un escritor que me atrevo a definir como el único capaz de alcanzar un nivel comparable a dichos autores anglosajones. Le falta sólo tiempo y confianza. Mucho de su trabajo ha quedado postergado por su labor de activista del género como alguna vez lo hizo el gran Horace Gold y que pocos agradecen y valoran.

Bien, vamos al cuento. El Río del Mundo es un relato breve a modo de ejercicio estructural-narrativo. Luis elige un estilo de frases muy cortas y rápidas para contar una trama que en manos convencionales hubiese tomado muchas páginas. Es un estilo que deambula entre la euforia narrativa y la saturación de información, pero que es proporcional a la trama del relato, que no es más que una anécdota sobre supuestos alienígenas y buscadores de ovnis. Hay violencia, quizás demasiado gratuita, pero se agradece la falta de pretensión, algo del cual abusan los otros escritores de este especial.

El Río del Mundo no es el mejor cuento de Luis (en ese sentido Old Fairry’s Bar sigue siendo su mejor obra) y la verdad es no tendría por qué serlo. Desde un principio la historia es presentada por Luis como un sin sentido, un fragmento mundano de nuestra sociedad y, si me dan tiempo para otra interpretación, una metáfora de lo inútil que puede resultar escribir una historia con propósitos estilísticos. Luis ama la sátira, y en ese sentido no es posible determinar si su relato no hace una alusión a los relatos expuesto en Fobos Negro y a sus particulares motivaciones.

El cuento, al igual que los precedentes no tiene nada de trasgresor y menos de
perversión, por ende debo concluir que Marcelo López armó esta colección sin tomar muy en cuenta sus palabras o delimitado por un evidente apuro para tener las cosas a tiempo.

El que sí se tomó en serio el asunto de lo perverso fue Gabriel Mérida con su relato Arráncate los ojos. Gabriel elige las morbosidades del sexo para eyacular de forma precoz una historia que pretende por todos los sentidos ser chocante.
Hay que decir en principio que en Chile son los escritores homosexuales quienes se han sentido fascinados con usar el sexo de la forma más dura e incómoda para los sentidos comunes de la sociedad, buscando siempre el extremo burdo y a veces patético, donde la reiteración de palabras que aluden a partes del cuerpo y acciones de ellas se convierten en una verdadera exigencia. Normalmente la comunidad gay literaria chilena alude a que tales ficciones sólo intentan reflejar la realidad y los deseos ocultos de la gente, pero lo cierto es que se trata de un doble juego donde es difícil establecer la línea de lo escrito por genuina creación o por fascinación personal.

¿Por qué ocurre esto? Quizás porque un ser obligado a practicar un acto sexual anormal sólo alcanza un estado de tranquilidad cuando expande, multiplica y extiende cualquier anormalidad a todo el resto de los mortales. Los escritores gays gustan de crear personajes heterosexuales que cometen actos sexuales perniciosos, como forma de disminuir sus propias culpas y contradicciones sexuales.

Mérida se vuelve un muy buen representante de dicha comunidad con su Arráncate los ojos. Para ello crea un personaje cuyos extraños deseos sexuales incluyen violar a su madre, a sus hijas, a ser el mismo violado, entre otras cosas, tanto en la realidad misma como en las fantasías virtuales del cual es adicto.
El problema es que uno no tiene muy claro si es el abuso de un tema como el sexo el que hace interesante e inquietante esta historia o es el trasfondo de ésta que la sustenta por sí solo. Y en ese sentido debo decir que a pesar del buen uso del lenguaje que caracteriza a Mérida, basta quitar los pliegues del sexo explícito para que Arráncate los ojos cojee por varias partes.

Quizás el principal defecto del relato es que resulta inverosímil tanto en las motivaciones del personaje principal (¿qué lo lleva a violar sistemáticamente a madre e hijas?), como también en sus propios pensamientos y razonamientos (esas frases que aluden a la mitología griega me parecen cursilería intelectual de segunda, y al mismo tiempo artificiales porque son esgrimidas por un personaje tan plano como desconocido). Mérida parte de supuestos clichés como que un hombre de 48 años que vive con su madre debe ser de por sí una persona reprimida, tanto para querer embestirla sexualmente y al mismo tiempo destrozar a sus hijas. Quizás sean extensiones de las fantasías del propio Gabriel, cosa que no me sorprendería, pero en su historia resultan gratuitas, poco exploradas y por lo mismo, poco creíbles.

Dejo de lado la falsedad de los diálogos que parecen sacados de la peor teleserie tipo Teleduc, la pobreza de los personajes secundarios que son simples maquetas, la reiteración casi enfermiza de pene-orgasmo-clítoris-jadeo-culiar… pene-culiar-jadeo-clítoris-orgasmo… que pueden explicar quizás los gustos fálicos del escritor pero que deja al cuento reducido nada más que como una pobre sucesión de actos sexuales deformados más que una detenida exploración de la decadencia moral de un individuo. De ciencia ficción hay muy poco: sólo el uso de fantasías virtuales, donde es posible observar la influencia (por no decir copia) de Einherier 5.0 (TauZero #5, enero 2004). Rescato sí el buen manejo descriptivo y el buen uso de las palabras, pero en el fondo Arráncate los ojos es un relato débil, sostenido nada más que por su forma explícita y chocante, una forma que tiene tanta solidez y consistencia como una típica película snuff.

En fin. Si debo esgrimir una opinión personal diría que por un lado este Fobos Negro me resulta interesante como colección de relatos, como suelen serlo casi todas las colecciones. Pero por otro lado no puedo dejar de manifestar mi decepción, no tanto por la tesis que supuestamente justifica estos cuentos, sino por la poca ciencia ficción que hay en ellos. Salvo La Segunda Venida y de alguna forma El Río del Mundo, el resto no es nada más que postmodernismo sofisticado, alejado de lo que para mí es la buena ciencia ficción, cosa que el editor debió tener en cuenta y exigirlo a la hora de compaginar este especial.
El tema da para extenso y de seguro muchos me dirán que lo importante es la calidad literaria y no el género. No estoy de acuerdo. A mi me gusta e interesa la ciencia ficción. No me interesa ni el realismo mágico ni el postmodernismo, aunque estén bien escritos. Cuando compro un libro del género espero leer eso y no otra cosa. Pero además, valoro a la ciencia ficción, porque su rigurosidad y masa crítica en ideas serán siempre un ejercicio vigente que dará pie a historias sorprendentes. No sucede así con el postmodernimo sofisticado. La gran mayoría de los defectos de los cuentos de Fobos Negro que juegan con tal propuesta se deben a los defectos propios del postmodernismo, que en el fondo es un estilo que funciona con ideas, ambientes, descripciones, frases, personajes, etc., ya hechos. Los autores por ende terminan como meros armadores de relatos, usando todo un conjunto de elementos prefabricados que el lector debe aceptar porque sí. Y lo más lamentable es que la gran mayoría de esos elementos son meros clichés, a veces mediáticos, a veces literarios, donde no se requiere ninguna explicación, y donde no existe la necesaria relación personaje-trama-ideas, sino que prevalece una simple exposición de cosas supuestamente interesantes.

La ciencia ficción es otra cosa. Exige un tratamiento total de las ideas, una correlación entre temática y narración, donde por muy irracionales que sean los actos no carecen de lógica. La buena ciencia ficción construye un hueso sólido a modo de estructura que permite la supervivencia del relato.

Poco hay de esto en por lo menos la mitad más uno de este Fobos Negro. Mucha carne y poco hueso. Mucho interés y fascinación en cómo se escribe, y muy poca consistencia y rigurosidad en lo que se está contando.

por Pablo Castro Hermosilla

FOBOS NEGRO es una colección de relatos que viene a inaugurar la nueva modalidad de publicación en papel del proyecto Fobos. Liberados cada dos meses estos monográficos serán temáticos y solo se los podrá conseguir con previa reserva. Para mayor información ver la página de Fobos: http://www.iespana.es/fobos/

The Numan principle

por Sergio Alejandro Amira

Lo primero que escuché de Gary Numan fue su single Cars, una de esas canciones que había oído cientos de veces sin preocuparme de averiguar quien la interpretaba. Luego, durante mi estadía en Inglaterra a principios de los 1990’s entablé amistad con una chica que oficiaba de bibliotecaria y que era fan de Gary Numan y sólo entonces me enteré de la importancia que este sujeto tenía para la música “pop” y sus vínculos, además, con la ciencia ficción.

En la biblioteca de Lowestoft (cómo imagino en el resto de las bibliotecas del Reino Unido) no había sólo libros, sino también películas en formato VHS que iban desde El Acorazado Potemkin hasta Querida Encogí a los Niños y CDs que incluían desde Brahms hasta Sepultura. Los ingleses parecían entender muy bien el amplio abanico de géneros musicales, literarios y artísticos que, en definitiva, componen la cultura y no dejaban nada fuera. Como imaginarán aquella biblioteca fue mi sitio predilecto durante los seis meses que pasaron antes de ingresar a la universidad y saqué toda clase de libros y CDs (pero no videos ya que no teníamos donde reproducirlos en casa).

En cierta ocasión y al no encontrar nada nuevo, decidí llevarme un álbum de Gary Numan (Pleasure Principle de 1979) lo que dio pie a que entablara una conversación más allá de las corteses formalidades con Trish (diminutivo de Patricia). La bibliotecaria me habló de lo fantástico que era Gary Numan, que ella había ido a uno de sus conciertos hacía muy poco, etc., etc. La verdad es que yo no le estaba prestando mucha atención a lo que Trish me decía sino al hecho que jamás hasta entonces había notado lo atractiva que era. ¿Es que a esas alturas ya estaba tomándoles el gusto a las pálidas féminas inglesas? Hechos posteriores demostrarían que sí, pero el presente artículo se supone versa sobre Gary Numan por lo que dejemos de lado mis particulares anécdotas (se me suele acusar de autoreferente y algo propenso a las divagaciones, guilty as charge).
El muy británico Gary Numan es uno de los “padres” de la música “pop” con sintetizadores y creó a fines de los 1970’s un mosaico sonoro con influencias provenientes de Kraftwerk, Brian Eno y David Bowie, mezcla que le otorgó dos álbumes Nº 1 y un devoto fanclub que hasta el día de hoy le rinde culto.
Como frontman de la banda Tubeway Army, Numan hizo su debut musical con los singles punks post-Sex Pistols That’s Not It y Bombers. Poco después abandonó la banda, enchufó su teclado electrónico y se apoderó del Nº 1 de los charts Británicos con el single Are Friends Electric? que con sus letras sobre androides y sonidos futuristas dio inicio al pop electrónico o “electropop”. Pleasure Principle, el álbum de 1979 que yo me llevé de la biblioteca produjo el famoso single Cars, que alcanzó el Nº 1 en el Reino Unido y logró posicionarse dentro del Top 10 norteamericano. Posteriormente Numan obtendría muchos otros hits adquiriendo el estatus de leyenda viviente del pop.

Tras mi regreso a Chile me olvidé de Gary Numan en especial por que cada vez que lo escuchaba me venía Trish a la memoria y todos los buenos momentos que pasamos juntos. Poco antes de mi partida de Inglaterra había estallado el fenómeno Nirvana y regresé a Chile convertido en todo un looser grunge. Puedo asegurarles que junto a mi amigote Marcel González fuimos los primeros grunges sino de Chile, al menos de la austral ciudad de Punta Arenas.

La moda grunge me duró hasta el mediados de 1993, cuando ya hasta las Multitiendas sacaban colecciones de ropa inspiradas en este movimiento. Mi atención hacia Gary Numan, sin embargo, no regresó hasta cuando en diciembre de 1996 adquirí el álbum Songs In The Key Of X, banda sonora de mi serie favorita de aquel tiempo: The X-Files (aunque de todas las canciones incluidas en el disco sólo escuché una en la serie).

Pues bien, en dicho álbum Foo Fighters, la banda del ex-Nirvana Dave Grohl, hizo un cover de Numan: Down in the Park (tema incluido originalmente en el disco Replicas de 1979). Al oír esta nueva versión me regresaron los deseos de escuchar a Gary Numan y poco después, con el advenimiento de Napster, comencé a recolectar todos los MP3s que pude dentro de los cuales hallé un cover de Cars por Fear Factory junto al mismísimo Numan y otro de Down in the Park a cargo de Marilyn Manson. Este último tema es de particular interés ya que Mr. Manson incluyó al comienzo un sampling de una de mis películas favoritas, El Príncipe de las Tinieblas (1987) de John Carpenter, donde actúa Alice Cooper quien también posee una canción cf llamada Clones (We’re all) del LP Flush the Fashion de 1979 (versionada por Smashing Pumkins para el álbum Bullet with Butterfly Wings de 1996).

El fragmento del filme utilizado por Manson corresponde a la transmisión que recibían los protagonistas desde el futuro mientras dormían: …you are receiving this broadcast as a dream. We are transmitting from the year 1999. You are receiving this broadcast in order to alter the events you are seeing. Este inquietante monólogo le venía como anillo al dedo a Down in the Park, uno de los temas a mi juicio más cf de Numan quien, sin embargo, desdeña su vínculo con el género que nos convoca en estas páginas.

En entrevista con electronicmusic.com, y ante la pregunta ¿Qué tanto ha influenciado la ciencia ficción la manera en que percibes el mundo?, Gary Numan responde: La ciencia ficción no tiene ninguna influencia en mi música, especialmente en las letras, y especialmente ahora. Siendo honesto sólo he escrito un puñado de canciones que están remotamente conectadas a la ciencia ficción y eso fue hace 20 años atrás. El ábum Réplicas, o partes de él; una o dos cosas en The Pleasure Principle y otro tanto en Telekon. Diría que unas 15 o 20 canciones de un total de 300 que he compuesto hasta ahora tienen algo que ver con la ciencia ficción. Creo que por el hecho que adquirí notoriedad con la música electrónica, algo nuevo hace 20 años, y específicamente con la canción Are Friends Electric? (que inauguró mi carrera en el Reino Unido de cualquier forma) que me etiquetaron como Sci Fi, algo que ha permanecido incluso después de mi evolución hacia otras cosas. Pero debo agregar que amo la tecnología. Disfruto de las películas de ciencia ficción y de las series de TV pero honestamente la cf no es una influencia en mi música o la forma en que veo el mundo.

Y esa es la posición que tiene, al menos hoy en día, Gary Numan. Entiendo muy bien su alegato contra la etiqueta de músico “Sci-Fi”, recuerdo mi época de estudiante cuando siempre me decían que mis cuadros parecían tener influencias de los cómics, algo que yo no creía cierto y que incluso llegó a molestarme profundamente. Puede que existiera un influjo superficial del Noveno Arte en mi pintura, pero era sólo eso: superficial. Nada digno de ser puesto en primer plano hasta definir mi obra como hereditaria del cómic, de la misma forma que las influencias de la ciencia ficción en Gary Numan no son tantas como para definirlo como el músico que dio cuerpo sonoro a este género que, de acuerdo a Pablo Castro, siempre será literario, por fundación, desarrollo y futuro.
Aún así no puede negarse que canciones como Down in the Park son cien por ciento cf. Analicemos algunos fragmentos de la letra: …en el parque con un amigo llamado Cinco. ¿Quién puede llamarse Cinco a menos que sea un robot? Johnny Five de las películas Cortocircuito I & II acude a mi mente, también R2D2 y C-3PO, por supuesto. Tenemos también la frase: …puedes ver a los humanos tratando de escapar, que sólo podría proferir un no-humano, y no somos amantes, no somos románticos, estamos aquí para servirle, que refuerza la idea que quien canta es un robot (también hay alusiones a una máquina-violadora, similar al orgasmatrón de Barbarella, supongo).

Un par de cosas que me gustaría comentarles sobre Gary Numan antes de finalizar este artículo. La primera es que Numan es piloto de aviones, lo que se denomina “air display pilot”. Vuela aeroplanos de combate de la Segunda Guerra Mundial en exhibiciones acrobáticas aéreas por toda Europa. La segunda es que NuWorld, el sitio en la Web de Numan, ha sido confeccionado por él mismo, razón por la cual no es actualizado muy frecuentemente pero como él mismo dice: tiene cierta gracia que la gente que visita el sitio sepa que cada palabra, imagen, logo y botón ha sido creado y codificado por mí. Hasta donde tengo noticias Gary Numan es el único músico más o menos reconocido del mundo avocado a estas dos actividades de forma profesional y competente.

El último álbum con canciones inéditas de Numan fue Pure de octubre del 2000. Luego de eso se han editado varios LPs en vivo, recopilaciones y remixes siendo el último de estos Resonator (2002-2003).

por Sergio Alejandro Amira

Ciencia y Religión: ¿Un matrimonio imposible? y una visión renovada del Génesis

por Ronald Mennickent Cid

Se me ha pedido que escriba acerca de Ciencia y Religión, algo como agua y aceite según se me dijo, sin embargo, yo no lo veo así, y mi visión es lo que intentaré mostrar en este ensayo, para lo cual es necesario comenzar hablando acerca de los dominios de cada una de estas áreas del quehacer humano.

El Dominio de la Ciencia

La ciencia pretende descubrir cómo funciona el universo, y hasta el momento ha sido exitosa, en el sentido de que ha podido establecer la existencia de leyes que rigen el cosmos, al menos la parte visible de él (hasta el momento no parece haber leyes que gobiernen el pensamiento humano, ni determinen la capacidad de decisión de un individuo). Estas leyes le han dado a la ciencia una reputación y un poder de predicción enorme, que se ha materializado en un desarrollo tecnológico sin precedente en la historia de la humanidad. Hoy nuestra sociedad se caracteriza, a diferencia de sociedades del pasado, por el uso masivo de tecnología basada en el desarrollo de la ciencia básica, como las leyes del electromagnetismo y las de la mecánica cuántica, por ejemplo. Mira a tu alrededor y te darás cuenta de cómo la tecnología es parte de tu vida diaria y cómo ha invadido el mundo, literalmente.

El Dominio de la Religión

La religión, por otra parte, no pretende describir el universo en sus partes fundamentales ni tampoco su funcionamiento, sino que pretende dar respuesta al porqué existe el universo, y en particular porqué existimos nosotros, los seres humanos. La religión está íntimamente ligada al concepto de Dios, un ser superior de naturaleza no física (digamos espiritual) que sería el creador de todo cuanto existe y el cual puede darse a conocer a los humanos y establecer relaciones espirituales con ellos. Millares de personas han dicho creer en Dios, entre ellas eminentes científicos, como Nicolás Copérnico, Johannes Kepler, Galileo Galilei, René Descartes, Isaac Newton, Robert Boyle, Michael Faraday, Gregor Mendel, Lord Kelvin, y con sus propios matices acerca de la naturaleza de Dios: Max Planck y Albert Einstein. Por lo tanto, no se puede decir que la Religión sea sólo para gente ignorante o sin formación académica. Millones de personas han llevado y siguen llevando una vida satisfactoria y plena con el convencimiento íntimo de la existencia de Dios.

Existen científicos que dicen que Dios es una hipótesis innecesaria. Dentro de estos se encontraba Carl Sagan, astrofísico y famoso divulgador científico. Si bien es cierto la existencia de Dios no se puede probar experimentalmente, también es cierto que su no-existencia tampoco se puede probar. Desde el punto de vista científico, y despojándonos de toda arrogancia intelectual, creo que lo más honesto es decir que Dios no es tema de la ciencia ya que su existencia o no existencia sobrepasa las fronteras del ámbito en el cual la ciencia se mueve, es decir, nuestro universo sensorial. Su existencia es materia de fe.
La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, es decir, es un conocimiento de naturaleza distinta al científico, este último basado en la experimentación. La fe, no la ciencia, permite creer en Dios. Millones de personas tienen fe en Dios, creen en Dios, y otras no cuentan o no desarrollan esta cualidad del espíritu humano.

Por lo anterior creo que es posible creer en Dios y al mismo tiempo ser científico, complementando de esta manera una visión acerca de la naturaleza del hombre con una visión de cómo funciona el universo. Para un cristiano, por ejemplo, Dios se ha manifestado al hombre en el cosmos, la palabra revelada (el mensaje contenido en la Biblia) y Jesucristo. Para un cristiano, el estudio del cosmos permite admirar a Dios como creador, así como una persona puede admirar al pintor durante una exposición de sus pinturas.

¿Pero es posible saber, desde el punto de vista científico, si alguna religión es la verdadera? ¿Existen afirmaciones de tales religiones concernientes al mundo físico que las comprometan a la luz del moderno conocimiento científico? A mi modo de ver, esto es posible, aunque existen ciertas limitaciones. Los libros sagrados se han escrito con el propósito de revelar la naturaleza moral de Dios y del hombre. Ellos no se escribieron como tratados científicos aunque su alegada inspiración divina los compromete en el sentido de decir la verdad en relación al mundo y a su creación, por ejemplo.

El Génesis a la luz de la ciencia

Hoy en día existen pruebas fehacientes de que el Universo tuvo un comienzo, recientes descubrimientos astronómicos, como los llevados a cabo por los satélites COBE y WMAP avalan poderosamente esta afirmación y fechan la edad del universo en 13.7 billones de años. Esto nos llevaría a rechazar cualquier teología que presentase un universo eterno. Más aún, los estudios paleontológicos y geológicos han llevado a un cuadro de lo que pudiese haber sido el desarrollo del planeta tierra y la aparición de vida sobre él. En este sentido me gustaría mostrar que la descripción de la creación del mundo que aparece en el primer libro de la Biblia, el Génesis, contrario a lo que se cree, es compatible con los descubrimientos científicos modernos si el sistema de referencia del observador que describe los acontecimientos viene a ser la mismísima tierra. Las ideas siguientes acerca del Génesis provienen de The Genesis Question (Ross, 1998).

Génesis 1:1 En el principio Dios creó los cielos y la Tierra

De acuerdo a la cosmología moderna, el universo tuvo un comienzo en una gran explosión inicial. La ciencia no se pronuncia acerca de qué es lo que había antes de esa explosión ni qué fue lo que la desencadenó. La Biblia parte diciendo que el universo obedece a un propósito de un ser denominado Dios. Génesis 1:1 anuncia la creación de las dimensiones espacio-temporales, la materia y energía, de todo lo que compone nuestro universo, incluyendo estrellas y planetas, el Sol (todo lo anterior contenido en el concepto “los cielos”) y la tierra. Esta idea de un comienzo del Universo, que nos parece tan natural ahora, sólo fue establecida científicamente a principios del siglo XX, pero vemos que ya estaba declarada en la Biblia.

Génesis 1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

De acuerdo a las teorías modernas, la tierra primigenia era un lugar caótico y carente de vida, con una atmósfera densa y opaca a la radiación del Sol. La vida se habría originado en los mares hace más de 3.86 billones de años. La mención del Espíritu de Dios moviéndose sobre las aguas podría sugerir la generación de las primeras formas de vida, las cuales pudieron haber sido no basadas en la fotosíntesis, así como aquellas descubiertas recientemente cerca de volcanes submarinos. Más importante aún, este versículo sitúa nuestro sistema de referencia en la superficie de las aguas que rodeaban la tierra.

Génesis 1:3-5 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Estos versículos pueden ser interpretados como la transformación de la atmósfera terrestre de opaca a translúcida, dejando pasar por primera vez la radiación solar y dando origen, desde el punto de vista de un observador situado en la superficie de las aguas que rodeaban la tierra, al ciclo de días y noches. ¿Está este proceso relacionado con la formación de la luna? Modernas teorías sugieren que la luna se formó cerca de 4.25 billones de años por el choque de un planeta del tamaño de Marte con la Tierra. Este acontecimiento fue vital para dar a la tierra la masa y densidad necesarias para retener los gases aptos para la vida. Si no hubiese sido por este cataclismo cósmico, la Tierra probablemente hubiese tenido una atmósfera densa como Venus y no apta para la vida. En los procesos de transformación de la opacidad atmosférica habría también que considerar la remoción gradual de los residuos de la nebulosa que dio origen al Sol, principalmente debido a su difusión hacia el Sol por gravedad y viscosidad.

Desde ahora en adelante Génesis registra todo el proceso de creación en siete “días”. La palabra hebrea para “día” es “yôm”, que puede significar un periodo de 24 horas como también un largo periodo de tiempo de duración definida (el hebreo antiguo tenía muy pocas palabras, por lo que muchas de ellas tienen varios significados). Es falsa entonces la idea de que Génesis 1 presenta la creación en un lapso de 7 días de 24 horas.

Génesis 1:6-8 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.

Estos versículos son compatibles con la formación de una troposfera, donde la reside la humedad y ocurren los cambios climáticos. Son compatibles con el comienzo del ciclo del agua, movido por los cambios de temperatura productos de la rotación terrestre y la iluminación solar. Como nota adicional es bueno mencionar que en el lenguaje de la Biblia el primer cielo corresponde a la atmósfera terrestre, el segundo cielo al lugar donde moran las estrellas y el tercer cielo al universo espiritual. Los pasajes anteriores se referirían entonces al primer cielo.

Génesis 1:9-10 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra y a la reunión de las aguas Mares. Y vio Dios que era bueno.

Es posible que estos pasajes se refieran a los procesos tectónicos de placas y volcanismo que formaron (y siguen formando) la superficie de nuestro planeta. En algún momento pudo el fondo marino emerger sobre la superficie de los mares dando origen a un continente. La geología nos enseña que durante los 4 primeros billones de años de la historia de la tierra, las masas terrestres crecieron de un 0 a un 29 por ciento de la superficie planetaria. Además, durante el último cuarto de billón de años, los pedazos de un supercontinente original llamado Pangea han estado separándose unos de otros hasta formar los continentes actuales.

Génesis 1:11-13 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo pues la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya seminal está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.

Aquí las palabras “semilla”, “árbol” y “fruto” tienen significados mucho más generales en hebreo que en español. Ellas podrían referirse a todo el mundo vegetal. El versículo no afirma que toda la vegetación apareció exclusivamente en este tiempo. Nótese también que la frase “Produzca la tierra” abre la posibilidad de que la aparición de vida vegetal haya sido por procesos naturales ocurridos en el suelo terrestre.

Génesis 1:14-19 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; he hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

Este versículo podría indicar el paso de una atmósfera translúcida a una transparente. La primera vez que aparecieron el Sol y la luna en el firmamento. Si Dios reveló a Moisés (el probable escritor de Génesis) estos acontecimientos mediante una visión, ubicándolo en el sistema de referencia antes señalado, es posible que él haya contemplado extasiado esta ventana histórica. La frase “E hizo Dios” no especifica cuándo hizo Dios las lumbreras (sugerimos que en el periodo correspondiente a Génesis 1:1), pero sí las frases siguientes indican que el sentido de esta afirmación es indicar alguno de los propósitos para los cuales fueron creadas.

Los siguientes versículos, de Génesis 1:20 a Génesis 1:27 muestran la aparición secuencial de seres vivos en las aguas, los cielos y la tierra para finalmente culminar con la aparición del hombre en Génesis 1:27. Esta secuencia temporal es básicamente consistente con lo encontrado en el registro geológico. En Génesis la creación del hombre es de tal importancia, que el capítulo 2 relata este acontecimiento con mayor detalle, pero no en orden cronológico. Al respecto podemos decir que los humanos somos las únicas criaturas del planeta que exhiben las siguientes características que podrían estar vinculadas al espíritu:

* Presencia de un código moral impreso en la conciencia.
* Preocupación acerca de la muerte y de la vida después de la muerte.
* Disposición a la oración y deseo de comunicarse con un ser superior.
* Conciencia de sí mismo.
* Impulso a descubrir y capacidad de reconocer la verdad y los absolutos.

Mucha gente rechaza de plano el Génesis al escuchar que presenta un Universo creado alrededor del año 4004 A.C. Desafortunadamente esta fecha fue determinada a mediado del siglo 17, cuando fueron disponibles las primeras traducciones de la Biblia en inglés, por el arzobispo anglicano de Irlanda James Ussher y el vicecanciller de la Universidad de Cambridge John Lightfood, a partir de una lectura directa de las genealogías que aparecen en Génesis. Sin embargo, es evidente al estudiar genealogías bíblicas paralelas en distintos libros de la Biblia, que éstas no se dan completas. Un ejemplo se puede encontrar en 1ª Crónicas 3:10-12 y Mateo 1:8. En hebreo bíblico la palabra “ab” (padre) puede significar abuelo, bisabuelo, tatarabuelo y así en adelante. Lo mismo ocurre con “ben”, la cual puede ser usada como hijo, nieto, bisnieto y así sucesivamente. Basándose en el estudio comparativo de genealogías bíblicas paralelas se puede estimar que el porcentaje de completitud de aquellas es entre 10% y 90%. De esta manera, usando sólo datos genealógicos, se puede estimar la edad de aparición del primer hombre entre 7000 y 60000 años atrás. Este rango coincide con el fechado antropológico de las evidencias culturales religiosas más antiguas, unos 24000 años. Es evidente que grandes primates bípedos con capacidades de usar herramientas existieron hace cientos de miles incluso un millón de años, cómo los australopitecos, pero ellos no manifiestan las características “espirituales” del hombre moderno. ¿Es posible que la “chispa de la conciencia” que caracterizó a los Homo Sapiens y que los hizo poner bajo sus pies a los elementos y a las demás criaturas (incluyendo a los Neandertales) hace unas decenas de miles de años, ganando así la batalla de la supervivencia, haya sido el “soplo de vida” mencionado en Génesis 2:7?

No es posible saber si Génesis 1 sugiere una directa creación de parte de Dios de los animales y el hombre, es decir, una creación “in situ” a partir de la nada, una creación completamente sobrenatural, o bien una intervención inteligente de Dios usando la fuerzas naturales ya existentes en procesos microscópicos y cuánticos. De la teoría cuántica sabemos que el universo no es determinista, en el sentido de que conociendo su estado actual podríamos determinar su estado futuro. Siempre existe cierta indeterminación y varios estados posibles a un sistema caracterizados por una mayor o menor probabilidad de existencia. Es posible que Dios actúe aprovechando estas “ventanas” en las leyes físicas, sin violarlas, pero dando un sentido al orden de acontecimientos del universo, específicamente a aquellos procesos que llevaron a la formación de la vida, específicamente el hombre. Al respecto, hay mucha discusión hoy en día si los procesos evolutivos solos pueden llevar, después de varios millones de años, al enorme nivel de complejidad exhibido por las estructuras biológicas existentes y los niveles de especialización de sus partes. Personalmente, me resulta difícil creer que el nivel de orden y especialización exhibido por los seres vivos es producto de fuerzas ciegas y de la selección del más apto, para mí, es más bien el resultado de un diseño inteligente. Esta idea es apoyada por el hecho de que el universo parece haber sido diseñado para la vida. La probabilidad de formar un universo con sus constantes físicas ajustadas tan finamente como para permitir la vida ha sido calculada en una parte en 101230 (Penrose 1989). De este número podemos pensar que hemos sido muy afortunados, pero… ¿es fortuna o diseño?

Al respecto, es interesante mencionar que el concepto de diseño inteligente a sido recientemente desarrollado como una teoría de la información por Demski (1998). La cantidad de información en un evento de probabilidad p ha sido definido como –log2p (Shannon & Warren 1949). De esta manera, mientras menos probable sea un evento, mayor información contiene. Además, ha sido demostrado por Demski (1998) que causas naturales como casualidad o leyes físicas no pueden generar información compleja y especificada (ICE) como la exhibida en muchos sistemas biológicos. Si tiro una moneda al aire 5 veces puedo obtener una secuencia de 5 caras, lo cual podría atribuir a chance, en este caso la información obtenida no es compleja pero sí especificada. Podría tirarla 100 veces y obtener una secuencia aleatoria de caras y sellos, en cuyo caso la información es compleja pero no especificada. Si tiro la moneda 100 veces y las 100 veces me aparecen 100 caras o bien, alternadamente, 50 caras y 50 sellos, dicha información es compleja y especificada. Ejemplo de este tipo de información son los sistemas irreduciblemente complejos, es decir, aquellos que pierden su funcionalidad faltando una sola de sus muchas partes, como el flagelo bacteriano o el mecanismo de la coagulación de la sangre descritos por Behe (1996). Demski (1998), quien ostenta un PhD en matemática en la Universidad de Chicago y un PhD en filosofía en la Universidad de Illinois en Chicago, además de grados en teología y psicología, muestra que el nivel de complejidad exhibido por muchos seres vivos necesariamente requiere del ingreso, en alguna etapa de su formación, de información inteligente (no necesariamente sobrenatural). Por supuesto esta aseveración es revolucionaria ya que confronta directamente el paradigma evolutivo imperante, haciéndolo temblar en sus cimientos. Por lo mismo ha sido resistido fervorosamente aunque hasta ahora sin argumentos contundentes y decisivos (por ejemplo ver el artículo del editor en jefe de Scientific American, Jonh Rennie, el año 2002 y los debates publicados por Pennock 2001).
Para mayor información sobre estos temas, puede visitar: www.discovery.org/crsc, www.reasonstobelieve.org, www.skeptic.com.

Referencias:
* La Biblia, versión Reina-Valera, Revisión 1960.
* Behe, M., 1999, La caja negra de Darwin: el reto de la bioquímica a la evolución. Editorial Andrés Bello, Santiago, Chile.
* Demski, W.A., 1998, Intelligent Design: The Bridge between Science & Theology, InterVarsity Press.
* Demski, W., and Colson, Ch., 2004, The Design Revolution: Answering the Toughest Questions About Intelligent Design, InterVarsity Press.
* Pennock, R.T. (editor), 2001, Intelligent Design Creationism and Its Critics, Bradfort Books/MIT press.
* Penrose, R., 1998, The Emperor’s new mind, New York: Oxford, p. 344.
* Rennie, J., 2002, Scientific American #287, p. 62.
* Ross, H., 1998, The Genesis Question, Navpress Publishing Group.
* Shannon C. and Weaver W., 1949, The Mathematical Theory of Communication, Urbana: University of Illinois Press, p. 32.