Donnie Darko por un conejo vestido de hombre

por Vicente Forte Sillié

De una u otra manera, todos hemos caído alguna vez bajo el embrujo de la ciencia ficción y sus universos posibles. Aquellos que no tuvimos la suerte de descubrir el género en la hoja impresa de un libro, bien sea por la poca distribución y escasa apuesta editorial de editores y libreros en nuestras localidades, bien por la influencia del determinismo nefasto que estigmatizaba a la ciencia ficción como un espacio menor y poco serio de la literatura; descubrimos la magia de sus posibilidades a través de medios comercialmente más influyentes y autoritarios como el cine y la televisión, respectivamente.

Me inclino a pensar que mi generación creció bajo el reflejo dominical de El hombre de la Atlántida, Hulk El Hombre Increíble, El Hombre Biónico, Star Trek y La Dimensión Desconocida, por nombrar lo primero que se me viene a la mente, y no tengo temor alguno de asegurar que este fenómeno, traspasado también al universo del cómic y manga, seguirá siendo una constante –con diferentes historias y personajes por supuesto–, en las generaciones actuales y por venir. El hecho es que, directa o indirectamente, todos hemos estado en contacto con la ciencia ficción, y tenemos, en consecuencia, una vaga idea de hacia donde se dirige la cosa.

Por otro lado, todo lector y/o espectador sabe que, de una manera u otra, todas las historias han sido contadas –las de ciencia ficción no son una excepción–, y que el meollo del asunto, la diferencia que deja marca, es la forma en que se mezclan los elementos, principios y teorías que le dan identidad al argumento, es decir, el tratamiento y la conjunción de las partes que componen el todo del hilo narrativo. No estoy diciendo nada nuevo. Ya Borges lo dijo en alguna ocasión, con palabras más educadas que las mías.

Toda esta perorata viene a cuento porque Donnie Darko, el niño de oro de este escrito, es uno de esos filmes que aunque descubierto y reconocido sólo por algunos, es un digno ejemplo de tratamiento de muchos temas, con un resultado asombroso tanto desde el punto de vista argumental, como del cinematográfico. A mi entender, que es el de alguien que a pesar de carecer de educación académica en el séptimo arte, trabajó en una cinemateca por dos años y engulló centenares de filmes de toda índole, Donnie Darko está destinada a convertirse, si ya no lo es, en una de esas películas de culto, capaz de marcar un hito dentro del género y la historia del cine. Donnie Darko es filosofía del viaje en el tiempo, es apocalipsis, es universo tangencial, paradoja temporal, relativismo y poderes dimensionales, todo en una misma historia, escrita, hilvanada, filmada y editada de manera brillante.

La visión de un fanático

Tratando de desentrañar sus misterios, he visto la película en tres ocasiones. Dos veces la versión comercial y una vez la del director, ello sin contar la media hora de escenas cortadas o borradas al momento de la edición, a las cuales puede accederse si se alquila el filme en formato DVD. Sería justo que alguno de ustedes me tildara de fanático, o peor aún, de persona ociosa, sin oficio. Pero la verdad es que si alguien se toma la molestia de buscar datos sobre Donnie Darko en Internet, no sólo se encontrará con una página oficial poco ortodoxa, de formato heterodino, que hasta tiene la audacia de continuar la historia y aclarar vacíos, sino que además hallará un vasto universo de foros, grupos y listas de correo dedicadas por entero a su análisis: bases de datos casuales en las que cientos de personas manifiestan sus odios y pasiones hacia el filme, intentan dar sus puntos de vista, o simplemente, demostrar sus teorías y suposiciones. No fui el primero ni seré el último en adentrarme, con un afán que va más allá de lo normal, en las aguas teóricas y oscuras del universo tangencial, y tengo el consuelo de no ser el único vicioso, atrapado en el desvarío del mundo Darko.

La película me llegó a las manos por pura y simple suerte. Hay que reconocer que el nombre del filme no dice mucho para quien nunca ha oído algo acerca de él, y como sucede con la mayoría de las obras del cine independiente o indie, la publicidad, que se prostituye a mejores postores, no ha jugado aquí papel importante, por lo menos en el mundo de habla hispana. Su director, Richard Kelly, quien escribió, rodó y produjo el filme con apenas 9000 dólares, es otro de los factores que contribuyen a un posible anonimato. Donnie Darko fue su primer largometraje, su estreno como director serio. Su historia previa en el mundo del cine se reduce a dos cortos: Goodbye Place (1996) y Visceral Matter (1997), ambos totalmente desconocidos, aún hoy día. Sin embargo, el manejo artístico y fílmico que demuestra Kelly en su primera entrada a escena le hace parecer un veterano con varios largometrajes encima, lo cual, si bien admirable, encierra el riesgo de doble filo de todo primer éxito en el mundo del cine: o bien la compra en subasta del nuevo director por parte de los mercados comerciales de Hollywood, o peor todavía, la venta ambiciosa de sí mismo a los estudios cinematográficos; o en el otro extremo, la producción de una segunda cinta independiente, esta vez enferma de abandono, de falta de capital, agobiada de personalismo, o de insipidez. Esperemos que Kelly sepa evitar tan nefastos destinos.

Un detalle que aventuro a precisar para justificar la poca promoción de la película: Donnie Darko fue estrenada en el año 2001, el mismo que protagonizó el atentado a las torres gemelas de Nueva York. ¿Pudo el impacto económico de la tragedia y el miedo generalizado y reforzado por los medios, hacer pasar por debajo de la mesa un filme como éste? Es un argumento debatible. Pero hay algo que me inclino a creer cierto: la caída del World Trade Center golpeó de gravedad a la taquilla estadounidense, en primer lugar, y a las grandes empresas de producción, distribución y alquiler de videos, consecuencialmente. Si no, pregúntenselo al estudio responsable de Spiderman, primera parte, quienes decidieron reformar ciertas escenas de la película y aguantar su salida por cierto tiempo.

Aclaratorias de rigor

Nunca las comparaciones han sido buenas. Así que no voy a cometer el error de asemejar a Richard Kelly con David Lynch, menos aún con los hermanos Polish. Sin embargo, dejo constancia de que, por algún motivo, a Kelly se le compara con el primero, y a mí, personalmente, me recuerda a los segundos. Aunque en Donnie Darko hay una suerte de manejo surrealista de la historia, incluso de los personajes que la conforman, no creo que se deba a una mera propuesta onírica del director, sino a la necesidad narrativa de crear una ambigüedad entre la realidad, y una posible percepción esquizofrénica del mundo por parte de Donnie, el personaje principal.

Creo que la versión original del filme es mejor que la del director. Escenas cortas, concisas, con diálogos sustanciosos. Nada de regodeo o desperdicio narrativo. Las actuaciones son muy buenas y la edición me parece insuperable. Hay un uso notable del fade out (disolución de la imagen a negro) como elemento para crear tensión argumental, y el sonido, oscuro de por sí, es acertado, nada efectista, y al igual que la banda sonora, lejos de ser tradicional. Un aparte: la mayor fortaleza y la mayor debilidad del filme reside en el hecho de que la historia está condensada en el propio libro que Kelly ha creado como fundamento del guión: La Filosofía del Viaje en el Tiempo, el cual explaya la cosmovisión en la que se mueve la película y maneja los principios y teorías que la sustentan. Es cierto que la versión del director transcribe originalmente párrafos del libro como apertura a ciertas escenas del filme. Sin embargo, la versión original sólo los menciona breve y circunstancialmente a través del diálogo de los personajes, lo cual sin duda dificulta un poco el entendimiento total de la historia. Me permito aquí transcribir y traducir del inglés algunos puntos del libro ficticio, los cuales creo serán de ayuda para un espectador que haya quedado un poco confundido:

La cuarta dimensión del tiempo es una construcción estable; sin embargo, no es impenetrable.
Si un universo tangencial o paralelo ocurriere, este sería muy inestable, no pudiendo sostenerse por más de algunas semanas.
Eventualmente el universo tangencial colapsaría por sí mismo, formando un agujero negro dentro del universo primario, capaz de destruir toda existencia.
Artefactos proveen la primera señal de que un universo tangencial ha ocurrido.
El ser elegido es escogido para guiar el artefacto en la posición necesaria para su viaje al universo primario.
El elegido se ve a menudo atormentado por sueños terroríficos, visiones y alucinaciones durante su estadía en el universo tangencial.
Si una persona muere en la dimensión tangencial, será capaz de contactar al ser elegido a través de ésta construcción dimensional.

En breve: la posibilidad de que un universo tangencial o paralelo se produzca es totalmente probable, siempre y cuando confluyan una serie específica de factores y circunstancias eventuales, que según el libro, se reducen básicamente al paso de un artefacto metálico por un agujero temporal. Cuando dichos factores concurren, la estabilidad del mundo se ve seriamente amenazada con la destrucción total, a menos que un ser, el elegido, aquel que se encuentra cercano al vórtice del portal que dio origen al universo tangencial, lo impida, pues en el recae inexorablemente toda responsabilidad, una combinación de altruismo obligatorio y de locura temporal forzosa, todo mezclado con el peso añadido de una sarta de poderes no deseados a los cuales no sabe como echar mano, y un amasijo de terribles pesadillas diurnas e ilusiones nocturnas… La pregunta que trasciende más allá de esta trascripción e interpretación, y que es el núcleo del dilema, es la siguiente: ¿es Donnie Darko un esquizofrénico en ciernes que ve en dicho texto una guía conveniente a su locura adolescente, o realmente el libro que cae en sus manos encierra la verdad y realidad posible de un mundo enfrentado al apocalipsis?

Nada de sinopsis

Debo confesar que debido a la complejidad de la película, me vi tentado a redactar una sinopsis explicativa y detallada de Donnie Darko. Sin embargo, después de meditarlo, he decidido desechar la idea por varias razones. Primero, el respeto a la obra. Creo que cada quien debe ver la película y asimilarla desde su punto de vista, de manera que se trate de una experiencia individual. No soy quien para destruir la posible relación de un futuro espectador con el filme. Sería tan estúpido como tratar de hacer un análisis pormenorizado de Los Girasoles de Van Gogh en favor de alguien que no ha visto la pintura ni siquiera en una estampa, pues implicaría sin duda el aniquilamiento de la objetividad, de la sorpresa y de la correlación entre el espectador y el significado, aquello que ha querido transmitir el artista, en nuestro caso, el director. Por otro lado, creo que el objetivo de este artículo va más allá de la simple recomendación del filme, de dar una idea vaga de lo que es, de explicarlo o criticarlo. La idea es descomponer sus trasfondos, disfrutarlo a posteriori, separar algunas de sus partes y volverlas a armar junto al lector y sus pensamientos, pero por sobre todo, considerar tópicos inexplorados o poco tratados dentro de las miles interpretaciones y vías de recorrido que ofrece. Y esto sólo es posible hacerlo de manera efectiva si se ha visto el filme antes.

¿Cómo se podría saber de otra manera si lo que escribo tiene sentido o no? ¿Como podría el lector apelar a su espíritu crítico si no ha visto la película antes? La última, y la más simple de las razones, es que esta sinopsis detallada que pretendo evitar, puede encontrarse en cualquier rincón del Internet. Así que de una manera u otra estoy matando dos pájaros de un tiro: evado contar la historia con pelos y señales a aquellos que no han visto la película y, evito volver a repetir algo que ha sido ya escrito muchas veces y que no sólo implicaría una agonía para quien ya está familiarizado con el tema, sino que además supongo me llevaría unas cuantas cuartillas de las muchas ya de las que vengo abusando. Por tanto, me permito obviar el resumen del filme, para entrar a considerar directamente aquellos puntos que, dentro de los muchos que pueden ser tocados, a mi me parecen los más interesantes e importantes desde un punto de vista semiótico.

Autopsia del personaje

Donnie Darko es, a mi entender, un perfecto antihéroe, pues lo que es, se ve superado en creces por aquellas muchas cosas que deja de ser. Donnie es uno de esos seres que, de llegar a la adultez, bien podría alcanzar grandes destinos, incluso, hacer o aportar muchas cosas importantes en favor del prójimo y la humanidad. Sin embargo, dada su continua disconformidad con la existencia, Donnie se rebela contra esa visión filantrópica, optimista y constructora.

Nuestro protagonista sería uno de esos genios de cobertizo que mandaría a todos a la mierda con razón, y hasta es posible que Nicanor Parra lo tomara como pieza principal de uno de sus antipoemas. Para decirlo sin aspavientos, quien está en escena es un adolescente disfuncional con el mundo que le toca vivir. Y no me refiero a ese desvarío propio del individuo común que llega a la pubertad y cree que el universo gira alrededor de su ombligo. Donnie es un joven suprainteligente, preocupado por su propio destino, acosado por sus miedos, temores y demonios, un ser atormentado por un espíritu crítico que no sólo está más allá de lo normal, sino que además se ve potenciado por una carga increíble de agudeza intelectual que se le hace insufrible, y que, en definitiva, es lo que le jode. Para que maltratarnos, puede usted llamarlo genio o loco, y de allí la ambigüedad con que ve el mundo, ese espejo que le bifurca la realidad y que le hace dudar si lo que vive es real o no. Sin embargo, más allá de todas estas consideraciones, lo que afecta al espectador es que nuestro protagonista es, dada su humanidad, un personaje totalmente accesible, uno que por más que se esfuerce en lo contrario, está más dispuesto a la depresión y la locura que a la aventura de la acción y reacción que caracteriza a la mayoría de los personajes de la cinematografía de la ciencia ficción. Es uno que puede ver conejos gigantes de un metro ochenta mientras toma antidepresivos, a la par que se decide a salvar el mundo sin estar seguro de que ese mundo exista en un lugar distinto a su propia cabeza.

Darko, Dios y la existencia

De soslayo, Richard Kelly se las ha arreglado para tocar uno de los tópicos más controversiales de la filosofía: el problema de la existencia de Dios y la soledad del hombre. A lo largo del filme, Donnie manifiesta la necesidad innata, automática y universal de todos los seres humanos de creer en algo, no sólo como parte de una justificación involuntaria de su existencia, sino principalmente para no sentirse solo, para no morir en soledad. Y no hablo aquí de la soledad que se remedia entre las multitudes, sino del vacío que se siente cuando nos percatamos de que todos vamos a morir, y que es posible que nuestra existencia no tenga sentido alguno.

Obviamente, el planteamiento de un posible apocalipsis agudiza el sentimiento de vacuidad de nuestro antihéroe. Sus citas con la psicoanalista no hacen otra cosa que poner pañitos de agua caliente a su duda individual, la cual se ve acosada por un miedo mayor, profundo y milenario: el temor universal del hombre a ser una raza olvidada y dejada al azar, sin un dios que le gobierne, aconseje, dirija y acompañe. Hasta la relación idílica de Donnie con Gretchel se ve salpicada por estos visos de incertidumbre existencial. ¿Es la vida una colección de momentos? ¿Es una oportunidad para los recuerdos gratos? ¿Y si se pudieran cambiar los instantes de infelicidad? Con Gretchel, Donnie busca perpetuar de compañía su disconformidad, responder a la impresencia y a la ausencia de Dios, con amor. Después de todo es posible que Dios no sea más que eso: amor. Y también es probable que Donnie sea sin saberlo un hijo especial de El, un Mesías, un salvador que evitará el apocalipsis a través del sacrificio personal y la consideración hacia los demás. Esta teoría podría explicar el regocijo que Donnie demuestra antes de morir aplastado en su cuarto, la cual está en contra de aquellas que señalan que la felicidad de Donnie en ese momento se debe a la viciosa satisfacción del suicidio voluntario, o el alivio que produce creer que todo lo que sucede es producto de un mal sueño.

Hay una escena en la que creo se cuestiona abiertamente la realidad del ser. Donnie está en una sala de cine con Gretchel –no recuerdo si la sala estaba vacía, lo cual sin duda podría ser un punto que agregaría al aspecto de la soledad y la individualidad de la vida, una metáfora a la posibilidad y la vacuidad-, y Frank (el conejo de un metro ochenta) aparece. Gretchel duerme, y sólo Donnie ve a Frank. ¿Qué haces con ese estúpido traje de conejo?, pregunta Donnie. A lo que Frank responde: ¿Qué haces con ese estúpido traje de hombre? Esta última pregunta cuestiona sin duda nuestra arrogancia existencial como hombres, nuestra creencia de que somos únicos y mejores, de que nuestra realidad es la cierta y que el mundo de los sentidos es un fiel traductor de la vida. Quizá estemos en lo correcto. O quizás hagan falta más conejos de un metro ochenta desperdigados por el mundo.

De la memoria residual y de las hermanitas muertas

Uno de los puntos que toca el libro ficticio La Filosofía del Viaje en el Tiempo –¿al haber sido escrito aunque fuera para justificar ficción no lo hace un libro real?–, es el relativo a la memoria residual. Según éste, todos aquellos seres que estuvieron cerca del elegido jugando un papel determinante e inconsciente para obligar su sacrificio y salvar el mundo, podrían recordar en sueños lo vivido –¿o no vivido?– en el universo tangencial que ha desaparecido. Incluso el libro señala que ciertos individuos pueden recordar aún estando despiertos.

Considerando el final de la película, vemos que muchos de los personajes conservan cierto tipo de recuerdos. Frank se toca el ojo que fuera desfigurado en el universo paralelo, la profesora de gimnasia parece angustiarse con los desaciertos que recuerda pero no ha cometido, y el personaje de Patrick Swayze llora desconsoladamente por los que presumimos sus pecados pederastas. Me gustaría agregar que este último personaje corresponde un elemento fundamental en la historia. Algunos incluso aseguran que Frank (el conejo) fue, durante su adolescencia, uno de los niños abusados por el profesor, basándose tal aseveración en el hecho de que el video que Swayze utiliza para promocionar sus cursos de autoayuda, utiliza como personaje a un niño con problemas llamado Frank. Según este planteamiento sería Frank el detonador de la historia, encontrando motivo para su regreso de otro universo en la venganza. Sin embargo esto tiene poco sentido, pues el hecho de que Donnie queme la casa del profesor, dejando al descubierto su colección de pornografía infantil, es sólo uno de los elementos necesarios para que su madre tenga que viajar en el mismo avión que luego caerá, también con su hermanita adentro (lo cual le obligará a sacrificarse a sí mismo por ellas). Recuérdese que su madre sustituye a la profesora de gimnasia como dama de compañía de las niñas (entre ellas la hermana de Donnie) que van a un concurso de baile en otro estado, cuando la profesora de gimnasia decide quedarse en el pueblo para ayudar al caído Swayze. Todo esto, cultamente ensamblado por el director y guionista, no creo que busque el castigo de Swayze (me niego a creer que la película tenga una reducción argumental tan simplista), sino más bien me parece que es una de las piezas del engranaje que lleva al apocalipsis y al sacrificio de Donnie.

El minuto final de hincapié que hace la película en el tema de la memoria residual me parece glorioso. Sin embargo, hay un detalle que me deja un mal sabor en la boca. Aún y cuando Donnie muera, evitando la apertura del universo tangencial, borrando la aparición de Frank y consiguientemente, todos los hechos que desencadenan el posible apocalipsis (las muertes de Frank, Gretchel y la madre de Donnie, por ejemplo); la pequeña Darko va a morir de todas formas, pues ésta se va a montar en el avión en cualquier caso, sólo que en vez de ir con su madre, irá con la profesora de gimnasia. Sólo que en vez de pasar la turbina por el agujero temporal, será todo el avión el que irá a parar al piso… Debo confesar que el hecho de que la familia se haya quedado sin dos hijos en tan poco tiempo no me gusta y me hace pensar que a Kelly se le fue ese detalle. En todo caso, me guste o no, también esto es posible dentro del mundo Darko. La pregunta obligada sería: ¿y qué no lo es?

2005, por Vicente Forte Sillié

Poder de diez y otros desvaríos

El cosmos, como las posibilidades, es infinito. Determinar el tamaño y la estructura del mismo resulta un proyecto ambicioso y fuera de lugar para el ciudadano de a pie. Sin embargo, tomando en cuenta que el todo es un lugar de grandes expresiones matemáticas y la nada de mínimas, ambos ligados a ese plano atemporal de perro que se muerde la cola, donde nada tiene principio ni fin, ni siquiera lo invisible; no sería del todo descabellado que cada individuo pensara y meditara en torno a la constitución del universo, siendo que cada uno de nosotros es uno per se, únicamente que mínimo, un microcosmos repleto de pequeñas partículas y entidades cargadas de energía.  

      Cada uno, dentro de su propia individualidad, cree erradamente que es el ombligo del universo. Todos creemos que nuestra visión es cosmovisión de por si. Que nuestro mundo y sus circunstancias es el único válido. Y por las calles, o encerrados en las casas, inclusos en la de nuestras propias cabezas, hacemos una simplificación exponencial de nuestro egoísmo, convirtiéndonos en dioses, mártires y perseguidores al mismo tiempo. Creerse todo es sólo un mecanismo de defensa ante la nada.  

      Si se ejercita la mente en contra del egocentrismo nos daremos cuenta que somos como un grano de arena en una bahía sin límites. Ingenuamente, como herramienta hacia el despertar, puede utilizarse el poder de diez: uno, diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón, diez millones cien millones, un billón, la vía Láctea, las estrellas, el sistema solar, el Sol, los planetas, la tierra, el hemisferio, el país, el estado, la ciudad, la urbanización, la casa, el hombre, los órganos, las células, los átomos, el núcleo, los protones y neutrones… El mundo invisible comienza después de la molécula de hidrógeno. Pero no porque no lo vemos significa que no existe. ¿No existe acaso el pensamiento o, en su última expresión, lo que denominamos conciencia?  

      Creer en la diferenciación y discriminación del universo y sus habitantes es sólo un error de percepción. En esencia todos somos lo mismo y él mismo. Esta conciencia única y fundamental, y no nuestro ego que nos hace desvergonzadamente únicos e importantes en el infinito, es la simplificación correcta y exacta del universo y la existencia. Matar una hormiga por su tamaño es un atentado contra el cosmos y una calamidad inevitable, pues no hay diferencia alguna entre la conciencia de una hormiga, un elefante o un hombre. De tal manera que aunque se argumente que sus funciones intelectuales son distintas, no existe justificación en el acto de matar, pues como dijimos, la conciencia es la misma. Matar una hormiga por tanto no es más que acabar, de alguna manera, con el universo, o al menos con una parte de su existencia. 

      Entender la cuestión de la simplificación exponencial del todo como vía irremediable hacia el pensamiento y la conciencia, manifestaciones estas últimas de la energía, nos sumerge en un terreno que colinda peligrosamente con la ciencia y la filosofía existencialista. Y siendo que en este terreno baldío el mundo de la especulación se agiganta como el Gulliver de la nada, son múltiples y diversas las argumentaciones y diatribas, un cosmos paralelo de ilusiones y de egos.  

      La realidad es que nada tiene existencia independiente y/o intrínseca. Por supuesto que todo tiene una existencia convencional, aparente, pero que las cosas existan o no depende de una base primaria de atribución, de partes, causas, condiciones y efectos, incluso para el vacío. Si nos vemos en un espejo, nuestro reflejo, aunque existente, no es lo que aparenta, pues sin duda no es una cara real. Podemos valernos de esta refracción para observarnos, con lo que entendemos que no es que no exista, sólo que no es real sino aparente: depende de nuestra percepción, de la configuración del espejo y de la luz entre muchos factores, es decir, de un cosmos de probabilidades, posibilidades, causas y efectos. Y este amasijo de variantes que interceden para dar formas a la realidad y a la no realidad, ¿no son en consecuencia la materia prima que le da forma y sentido al universo? ¿Y cuando nos vemos al espejo, no somos nosotros mismos un universo único y al mismo tiempo un cristal de arena en la playa de la existencia? ¿No somos nosotros mismos un espejo en miniatura del cosmos? Sin duda las preguntas son muchas y las disertaciones más aún. Pero con entender que el ego es la prisión que nos mantiene alejados de las posibilidades del mundo exponencial, de la ciencia, la filosofía y la existencia, es suficiente para empezar a entender qué es una galaxia o cómo esta estructurada la gran escala del universo, el infinito y el vacío.   

 

© 2004, Vicente Forte Sillié. 

 

 

Sobre el autor: Vicente Forte Sillié (1975) es un joven venezolano, abogado y escritor, radicado actualmente en la ciudad de Miami por motivos familiares, actualmente desperdicia sus energías en una empresa de cruceros mientras busca tiempo suficiente para escribir, ha incursionado en diversos géneros literarios como la poesía, el cuento, la crónica literaria, el reportaje, la crítica cinematográfica y la elaboración de guiones para radio, cine y televisión. Fue editor de la revista digital Latinoamérica en Vilo y ha colaborado en numerosos medios impresos, radiales y de carácter digital nacionales e internacionales.