La Masa: Un Laberinto Fluido

por Daslav Merovic

La ciudad ha sido descrita como la actividad más creativa y permanente realizada por el hombre desde un punto de vista socio-cultural. También se le ha considerado el artefacto económico más rentable jamás creado. Todo eso suena muy bien pero sabemos de sobra que la ciudad esta lejos de ser el Jardín del Edén.

Yo soy lo que se denomina (por lo menos aquí en Chile) “de provincia”, nacido y criado en la austral ciudad de Punta Arenas (capital de la Duodécima Región de Magallanes y Antártica Chilena), donde el fenómeno de las multitudes no se manifestaba tan notoriamente (por lo menos no en el desplazamiento urbano) y donde el tiempo parecía alcanzar para todo y aún sobraba. Imaginen entonces el “schock” del cual fui víctima al mudarme a Santiago y enfrentarme (y ser absorvido) por la masa.

El término masa proviene del latín massa que a su vez proviene del griego masa, con el mismo significado. Los griegos también se referían a la masa como hoy polloi, y los romanos como multitudo; o empleaban algunos de los términos despectivos como turba (empleada por Polibio para referirse a la democracia de masas en estado de desorden civil). En relación al término empleado hoy en día, éste debutó (aunque su origen fuese clásico) con el advenimiento de la Revolución Industrial.

Ya esclarecido el origen de la masa, tomemos los paseos Huérfanos y Ahumada (donde el cuerpo de los otros alcanza su apogeo durante las horas hábiles) para ejemplificar mi experiencia.

El centro de Santiago es como la singularidad del hoyo negro, aquel lugar donde todo lo absorbido ocupa un único espacio, donde estamos más que amontonados, como dice Italo Calvino en Las cosmicómicas; “Cada punto de nosotros coincidía con cada punto de los demás en un punto único que era aquél donde estábamos todos “. Si sólo pudiésemos captar las fuerzas ocultas que constituyen la fría malla por la que nos desplazamos, los pródromos activos de reintegración cósmica, podríamos avanzar hacia el punto supremo… pero estoy divagando.

No consigo pensar la calle desde una significación general o en su sentido primigenio como recomienda Olga Grau, esto es, la calle como flujo de los ciudadanos que buscan “el encuentro con lo otro y los otros y otras”. Sobre todo viviendo en esta economía global que disuelve las identidades locales en pos de una respuesta hedonista de multiplicación y administración de capitales. Tal como se disuelve la identidad individual en el anonimato de la masa. Para mí ese encuentro es obligatorio, impuesto por la dictadura de la regulación total de la economía del espacio a la que la ciudad nos somete.

El escenario familiar que fija los contactos y permite la comunicación cotidiana entre conciudadanos corresponde al espacio rutinario, que se desase como acontecimiento, donde lo nuevo no existe y en donde la economía del desplazamiento se asegura en lo siempre visto, en los “no-lugares”, definidos por Marc Augé como los recintos donde el valor espacial se reduce a la circulación de personas y bienes y el concepto de vida urbana al tiempo de posesión y consumo; reflejo de una “normalidad” construida sobre el espectáculo comercial y la pérdida de asombro. La ciudad, en efecto, encauza a las multitudes hacia la homogeneización del mercado como objetos y como instrumentos de su ejercicio y es una “fábrica» donde la arquitectura está hecha para permitir un control interior, articulado y detallado de los individuos.

Me resulta imposible, por lo tanto, compartir la visión optimista de Grau en que la calle es el espacio donde buscamos expectantes la sorpresa (¿acontecimiento?) traída por los demás, donde nos abrimos a nuevas experiencias… dicha calle probablemente exista, pero no cuando la multitud se posesiona de ella.

Hasta ahora he usado las palabras multitud y masa como sinónimos pero es necesario diferenciarlas: la masa es más abstracta y difusa, sin unas fronteras claras, mientras que la multitud es más concreta y con unas fronteras más definidas. A este respecto, André Joussain en su libro de 1958 Psychologie des masses, dice:

“Una multitud la forma cierto número de individuos animados de un sentimiento o de un deseo común, que se reúnen accidentalmente como ocurre con quienes se aglomeran en la calle para presenciar un desfile o para ver a un artista famoso a la salida de un teatro. En cambio, la masa está integrada por un gran número de individuos que, aunque dispersos, se hallan en las mismas condiciones y están animados todos ellos de iguales sentimientos o de idénticas aspiraciones.”

La multitud es, como menciona Juan G. Gelpi de la Universidad de Puerto Rico, “un laberinto fluido”, un laberinto en el cual es imposible establecer y mantener un curso de desplazamiento (a las horas, por ejemplo, en que el cuerpo de la multitud es más abultado). Las moléculas de la muchedumbre, las personas, son obstáculos que me obligan a ejecutar una serie de estrategias para evitar ser embestido o desviado de mi curso. Se deben realizar verdaderas contorsiones gimnásticas para hacerle el quite a las paredes móviles del laberinto y es inevitable sentirse como Han Solo en El Imperio Contraataca, pilotando el Halcón Milenario entre un cinturón de asteroides.

Con el tiempo se aprenden tácticas para no ser embestido, claro, como la de hacer un hombro hacia atrás para esquivar a alguien sin tener que modificar la trayectoria, o la de mantener el curso con paso firme y mirada severa cuando se nos viene encima algún apresurado ciudadano por la misma vía de circulación en la que avanzamos. En este caso gana el más fuerte, aunque en otras ocasiones esto se traduce en una absurda danza en la que uno de los individuos, para evitar la confrontación, opta por desviarse hacia uno de los costados de su adversario, que, curiosamente, elige el mismo desvío. Obsérvese el siguiente fragmento de Baudelaire tomado de su poema en prosa La pérdida de una aureola:

“El hombre de la calle moderna, lanzado a la vorágine, es abandonado de nuevo a sus propios recursos –a menudo unos recursos que nunca supo que tenía- y obligado a multiplicarlos desesperadamente para sobrevivir. Para cruzar el caos en movimiento, debe ajustarse y adaptarse a sus movimientos, debe aprender no sólo a ir al mismo paso, sino a ir al menos un paso por delante. Debe hacerse un experto en soubresauts y mouvements brusques, en giros y contorsiones súbitos, bruscos, descoyuntados, no sólo de las piernas y el cuerpo, sino también de la mente y la sensibilidad.”

Las masas carecen de intelecto, son “puro cuerpo” como menciona Gelpi, la muchedumbre es la otra cara de la soledad urbana que encarna al sujeto intelectual. No existe el individuo por lo tanto al interior de la multitud, sin embargo, la multitud si existiría al interior del individuo.

El Narrador, dramaturgo, ensayista, y premio Nobel Elias Canetti, distingue dos clases de multitud, multitud “abierta” y multitud “cerrada”. La primera correspondería al fenómeno universalmente conocido, en cuanto inicia su existencia, tiende a agrupar cada vez más gente. Carece de límites, su existencia sigue en pie a medida que crece. En el momento que alcanza su meta o para de crecer, se dispersa.
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La segunda, en cambio, detiene el crecimiento y opta por la permanencia. Define unas claras fronteras que por un lado limitan su crecimiento y por otro aplazan su disolución. La multitud “cerrada”, la muchedumbre interna, sigue existiendo mientras esté por alcanzarse el objetivo de la integración. En cuanto un individuo llega a un determinado grado de individualización, la multitud se dispersa. Claro ejemplo de esto son las personas con personalidades múltiples, individuos que hayan sufrido abducciones o que hayan mantenido contactos con supuestas “entidades sobrenaturales” como ángeles, hadas o extraterrestres (¿existe en realidad alguna diferencia significativa entre estos seres? Según Jacques Vallee, ninguna whatsoever).

El escritor, escultor y profesor de arte inglés Malcolm Godwin, nos dice que aquellos que experimentaron con LSD y otros alucinógenos en los sesentas y principios de los setentas, dieron atisbos de tomar conciencia de la multitud interna. Uno de estos sujetos fue John Lilly (otro, mi tío Norberto Álvarez).

Lilly fue un pionero en la investigación cerebral y la comunicación con delfines además de ser el inventor a principios de la década de los cincuenta del tanque de aislamiento sensorial. Escribio una docena de libros y diversos ensayos que incluyen las teorías de las realidades internas, el modelo hardware/software de la mente/cerebro, así como un modelo de comunicación entre la especie humana y los delfines Sus experimentos con el tanque y el LSD inspiraron la película de 1980 Altered Status, dirigida por Ken Russell y protagonizada por John Hurt.

Uno de los libros de Lilly lleva por título El centro del ciclón, y en el relata como se convirtió en un foco de conciencia central, viajó por el espacio y conoció a otros seres, entes o conciencias. Pero no todo fue así de bonito, ya que Lilly también padeció la experiencia más aterradora de su vida cuando se convirtió en un programa minúsculo en el interior de una inmensa y extraña computadora que era resultado de una absurda danza ejecutada por determinados tipos de átomos, estimulados y empujados por unas energías organizadoras aunque sin ningún sentido. Lilly, presa del pánico, encontró en todas partes seres parecidos a él que constituían programas cautivos en aquella inmensa conspiración cósmica, en aquella danza cósmica de energía y materia carente de significado de amor y de valores humanos.

Godwin agrega que el estado experimentado por Lilly es descrito por una antigua tradición mística como “la tenebrosa noche de Dios”. Supuestamente en determinados momentos Dios, aunque cueste creerlo, decide tomarse una siesta desocupando el vacío normalmente impregnado de su luz. Cuando un místico tiene la desgracia de “florecer” en la meditación en el punto equivocado del ciclo, cae en este infierno aparente.

La experiencia de Lilly me parece muy cercana a la propia. No necesito del LSD o la meditación para caer en la “tenebrosa noche de Dios”, vasta con salir a la calle, al sector céntrico, para experimentar en medio de la muchedumbre, esa sensación de ser un diminuto programa cautivo en una inmensa computadora. Reconozco seres similares a mí, pero los valores humanos, están completamente ausentes. Formo parte del mecanismo, del cuerpo del “otro”.

La absurda danza de átomos estimulados por energías sin sentido parece ser una clara alegoría del poder fantasmático de la ciudad, que nos obliga a desplazarnos por los puntos que ella determina. Podemos, además, reconocer en la descripción de Lilly la naturaleza fantasmática de la multitud, signo de una presencia (la del ser humano como genero) y de una ausencia al mismo tiempo (la del individuo).

Al interior de la muchedumbre me siento como el capitán Ahab engullido por Moby Dick. Avanzo lo más rápido posible hasta que logro alcanzar calles menos transitadas donde prevalece la individualidad del ser al disminuir la cantidad de pares genéricos en circulación. Los programas o entes cautivos de los que nos habla Lilly, parecidos a él pero carentes de valores humanos, inevitablemente me hacen pensar en los Divisionistas, partido de Interzonas creado por William Burroughs. Los Divisonistas “… cortan trocitos minúsculos de su propia carne de los que crecen copias exactas de sí mismos en embriones gelatinosos. Parece probable que, eventualmente, y a menos que se ponga término al proceso de división, acabará por no haber en todo el planeta más que copias de un sexo: es decir, una sola persona en el mundo con millones de cuerpos distintos…”

En los Divisionitas de Burroughs reconozco a ese ser urbano, a esa masa uniforme, ese cardumen de peces abisales, fríos e inexpresivos entre los que me veo obligado a nadar. Inexorablemente convirtiéndome en uno de ellos, adhiriéndome a la nefasta metástasis.

Especulo, que de la misma manera que yo siento un profundo extrañamiento en la muchedumbre otros la disfrutan, alcanzando la plenitud de la “unio contrarium” en la que se sienten en el centro cósmico absoluto, identificándose con el todo y asumiendo sus ritmos y fuerza vital, como es el caso de la multitud de Ciudad de México que, según Gelpi, ha aprendido a tolerarse y hasta disfrutarse como muchedumbre. Ejemplos de lo anteriormente planteado podrán evidenciarse en los “hinchas” del fútbol o la familia chilena de paseo por los atestados malls el fin de semana. Supongo que mi reticencia a formar parte y disfrutar de la muchedumbre corresponderá a la resistencia que oponen los individuos ante el impulso uniformador del mecanismo social y tecnológico. Situación que abundaría en los habitantes de las urbes modernas de acuerdo a Georg Simmel, precursor de la sociología urbana.

Existen aún otros fenómenos al interior de la muchedumbre que pueden ser analizados, usurpando algunos de los términos de Ronald Barthes expuestos en su libro La cámara lucida.

Podríamos decir que hay una predisposición socio-cultural que nos induce a aceptar a la multitud como un medio natural en el que debemos desenvolvernos al vivir en la metrópolis, como en el caso de Ciudad de México. La emoción impulsada racionalmente por una cultura moral y política, que en Barthes produce un interés general por la foto, puede ser equiparada a la emoción de pertenecer a un grupo humano, a la tribu, a la manada. Como en Barthes, esta sensación que relaciono a la pertenencia, es casi un adiestramiento.

Podemos entonces, aplicar las nociones de Studium a la de la muchedumbre. El Studium en este caso se referiría al gusto por la multitud, por el rebaño, una dedicación general afanosa pero sin agudeza especial.

Pareciera que al ente urbano la soledad le produjese un temor abismante. Se siente cómodo apiñado en los santuarios del consumismo (malls), en los estadios, en los cines, en las discotheques, en el paseo Ahumada… es la terrible e insoportable soledad que sentiría uno de los programas de la pesadilla de Lilly, alejados del computador central, carente de propósito.

Sin embargo, dentro de la monotonía del espacio rutinario que se desase como acontecimiento surgen personajes detenidos al interior de la muchedumbre en desplazamiento. Estos sujetos serían el equivalente al Punctum, pero sólo la primera vez que son atisbados. Estos individuos emergen de la trama aparentemente uniforme de la multitud, como boyas flotando eternamente en el mar de gente y, como dice Barthes, vienen a punzarme como una flecha (sensación equiparable a la Epifanía de Ezra Pound en el metro de París; “la aparición de estos rostros en la multitud; pétalos en húmeda, negra rama”).

Pero incluso estos personajes terminan convirtiéndose en el decorado habitual del espacio del no acontecer de la muchedumbre. Como señala Alejandro Guzmán Ramírez, en un laborioso mecanismo sistematizado las cosas no pueden ser contempladas en su esencia ya que éstas no rodean al hombre sino que fluyen a su alrededor como una corriente continua que desaparece rápidamente; presentándose con tal rapidez que son usadas y apreciadas con la misma prisa y celeridad. Es por ello que los individuos–Punctum poseen una vida muy corta, siendo inmediatamente descartados y substituidos.

Pienso en el dúo de ancianos ciegos intérpretes de tangos, pienso en el profeta que con sus brazos en alto, Biblia en mano y vos gutural: vocifera “¡gloria a Dios! ¡Gloria al pulento!”, pienso en la señora de Ucrania que toca el acordeón, en el mendigo que obsequia a los transeúntes la visión de su pie desnudo despojado absolutamente de todos los dedos. Pienso en Juan Carlitos y su batucada minimanilista, en los vendedores ambulantes, en los hare krishna y los grupos de rock evangélicos…
Todos estos sujetos son punctum desgastados, llamarán la atención del neófito para luego marchitarse en la negra rama de la multitud, que nunca dejará de aborrecerme.

© 1997, Daslav Merovic

Sobre el autor: Daslav Merovic nació en 1979 en la austral ciudad de Punta Arenas. El año 1998 se trasladó a Santiago (donde actualmente reside) para cursar estudios de Filosofía en la Universidad Arcis. El presente artículo es una reelaboración de un trabajo que Daslav escribió para la clase de Federico Galende “Metodología de simbolización social” y hasta ahora había permanecido inédito.