Licantropía contemporánea

Érase una vez un hombre extremadamente profesional y perfeccionista llamado Cristóbal Landsburg quien era el Cirujano Plástico y Reconstructivo más prestigioso de un largo y angosto país llamado Chile.       El Dr. Landsburg se especializó en Cirugía General y en Cirugía Plástica y Reconstructiva en Inglaterra, donde se graduó con honores y donde se desempeñaría durante tres años. A su regreso a Chile fue médico colaborador de la Clínica Alemana de Santiago y Médico Interconsultor de
la Clínica Las Condes, se convirtió en Miembro Titular de
la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, Reconstructiva y Estética; de
la Sociedad de Cirujanos de Chile y por supuesto; del Colegio Médico de Chile.
      Landsburg era, además, el único chileno Fellow del Royal College of Surgeons of England y se definía a sí mismo como un “hombre de mundo”, practicaba el tenis y el golf, era socio del Hogar de Cristo, amaba las Bellas Artes y a las mujeres hermosas, le agradaba tanto la música clásica como el pop sofisticado y era, además, un hombre lobo. Sí, uno de esos sujetos que en las noches de luna llena tienen por costumbre mutar en feroces bestias antropófagas de mal carácter y peor aliento.        El primer viaje de placer del Dr. había sido al paradisíaco Hawai, locación de su serie favorita de los 1980’s: Magnum P.I. Landsburg se bañó en las tibias aguas de la costa norte de Oahu junto a la mansión de Robin Masters, dio un paseo en un helicóptero pintado con los mismos colores que el de T.C. y se defraudó mucho al no encontrar ningún nigthclub en Honolulu con el nombre de “King Kamehameha Beach Club”.  

     Cuatro años después del debut de Magnum, apareció en las pantallas chilenas la sofisticada serie Miami Vice. Pese a que el Dr. no se perdía un solo capítulo y que adoptó el look de Don Jhonson durante un tiempo, Magnum seguía siendo su serie de televisión favorita. Por alguna razón se identificaba más con el personaje de Tom Selleck que con el de Sonny Crockett o Ricardo Tubbs (el teniente Castillo en su opinión era un verdadero hijo de puta y consideraba que Saundra Santiago no estaba nada de mal). Magnum era un tipo independiente, a diferencia de los policías de Miami. No tenía mayores responsabilidades y hacía lo que se le venía en gana, una manera de enfrentar la vida que ya deseaba poseer Landsburg que cómo hemos ya dicho era un sujeto perfeccionista, algo que quedó demostrado en el test de rorschach al que se había sometido antes de iniciar su psicoterapia.      Con el transcurrir de los años la elección del sitio donde vacacionar se tornó en extremo complicada para el Dr., mientras se especializaba en Inglaterra había visitado gran parte de Europa y tras su regreso a Chile; los principales balnearios y enclaves turísticos internacionales, incluyendo Miami, por supuesto. Existía sin embargo un lugar que anhelaba conocer al que todavía no viajaba, un lugar que evocaba en él primigenios terrores infantiles: Transilvania. El Dr. buscó por Internet la página de una empresa turística que ofreciera recorridos guiados por aquel lugar hasta que dio con una que ofrecía un tour completísimo, “de manera que nadie le cuente historias y mentiras del famoso conde Vlad Drácula.” El Dr. Landsburg de inmediato llamó a la agencia con sede en Boston y contrató el servicio.      El tour comprendía un recorrido completo por Rumania; un paseo por las ruinas de la corte de Drácula y sus tesoros expuestos en Bucarest; un almuerzo en la casa donde Vlad Tepes pasó su infancia; una visita al castillo Bran, ubicado en el sendero que conduce a la verdadera fortaleza del conde; pases gratis para observar un juicio de brujas simulado; una cena en el restaurante Golden Krone y finalmente una invitación a un baile de máscaras, con cena incluida, en el propio castillo Drácula. 

     En esa época el Dr. Landsburg estaba más habituado a Río de Janeiro, Cancún o la misma Hawai, por lo que las ciudades de Europa Oriental le parecieron algo monótonas y lóbregas. Bucarest, a pesar de todo, le pareció más soportable que Praga o Budapest.        Cierta noche, durante su estadía en Bucarest, el Dr. Landsburg decidió abandonar su alojamiento para embriagarse de aquella sensación de lo romántico y oculto que tanto anhelaba encontrar. En un principio caminó por la calle Victoria, la espaciosa avenida principal, para luego abandonarla y vagar por las antiguas callejuelas, de casas pequeñas incrustadas en la mampostería de muelles y puentes. No le tomó mucho tiempo percatarse que estaba totalmente perdido. Luego de vagar bajo los escasos faroles que pestañeaban tímidamente en la oscura y húmeda penumbra, el Dr. Landsburg se encontró en las cercanías de un lugar reconocible, la antigua iglesia Domnita Baleasa en la Plaza mayor frente al Palacio de Justicia. El Dr. divisó una silueta que le pareció era una persona y se dirigió hacia ella con la esperanza de obtener alguna información sobre cómo volver a su hotel.      El encuentro de aquella noche arruinó el resto de las vacaciones del Dr. Landsburg. La silueta que parecía humana resultó ser la de un animal que intempestivamente le mordió la pierna derecha para luego desaparecer. Era peludo y gruñía como un perro, pero no era un perro como pudo percatarse a su regreso a Chile.   2 

     La primera metamorfosis encontró al Dr. en medio de un desfile de modas a beneficio de la Corporación del Trasplante, organizado por
la Cámara Chilena de Alta Costura en el exclusivo centro de eventos CasaPiedra, ubicada en medio de un desfile de modas a beneficio de
la Corporación del Trasplante, organizado por
la Cámara Chilena de Alta Costura en el exclusivo centro de eventos CasaPiedra, ubicada en Avda. Monseñor Escrivá de Balaguer 5600, Vitacura (una reunión familiar de 10 personas o un evento comercial de 2.200 personas. Desde lo más convencional y tradicional hasta lo más original y diferente. Cualquier encuentro que tenga en mente, en CasaPiedra siempre resultará un éxito).
      –¿Qué te ocurre? –preguntó a Landsburg su atractiva acompañante al notar como este se retorcía y sudaba de manera muy poco decorosa.       –No me siento muy bien –dijo el Dr.–, me duele mucho el estómago. Voy al baño y vuelvo. 

     –Ya, pero no te demores –replicó María Gracia Larraín, 28 años, kinesióloga de profesión, signo zodiacal Virgo y caballo de fuego en el horóscopo chino.         Landsburg se puso de pie y se alejó de la pasarela por la cual desfilaban los maniquíes vivientes. Una última mirada a las esbeltas muchachas provocó en él una copiosa salivación y no de lascivia sino de hambre. Las modelos se le antojaron como trozos de carne que avanzaban colgados de una correa transportadora, ¡y eso pese a que él era vegetariano!      Cada paso que daba era un suplicio, el Dr. levantó la mirada hacia el cielo y vio que la Luna estaba llena. La visión del rechoncho disco plateado capturó su vista y por unos segundos creyó fusionarse en aquella superficie lechosa. Un intenso dolor en su bajo vientre lo retrotrajo a la realidad.       “María Gracia no me va a perdonar el haberla dejado plantada”, pensó Landsburg y se dirigió hacia su vehículo con la intención de marcharse a su casa, pero al llegar a los estacionamientos los espasmos fueron tan fuertes que cayó al suelo. Era como si tuviera algo dentro que le desgarraba los órganos, como si en su interior hubiese una cosa que intentaba salir, algo con garras y colmillos al más puro estilo de Alien: El Octavo Pasajero. “Alguna porquería me cayó mal, seguramente uno de esos canapés del cocktail”, reflexionó el Dr. mientras yacía unos segundos sobre el frío pavimento. Una vez que el dolor disminuyó lo suficiente como para permitirle ponerse de pie, Landsburg abordó su Ferrari 308 GTS color rojo (el mismo modelo que conducía Tom Selleck en Magnum) y se alejó de aquel sitio. El Dr. coleccionaba Ferraris y el 308 había sido su primera y más querida “pieza”, poseía también un Daytona Spyder negro (mejor conocido como 365GTB/4 por los especialistas) y un Testarossa blanco, el primer Ferrari construido especialmente para el mercado norteamericano (cabe agregar que estos fueron los automóviles que utilizó Sonny Crockett en Miami Vice).       Por alguna razón inexplicable Landsburg no condujo hacia su casa sino que se vio impelido a alejarse cada vez más de la ciudad. Los dolores hacían que se doblara sobre el volante y varias veces hizo sonar la bocina involuntariamente. Comenzó a sentir calor, un calor tan intenso que sudaba como si hubiesen 45 grados a la sombra. El Dr. Landsburg ya no resistió más, estacionó el Ferrari a un lado de la carretera y corrió hacia los arbustos mientras se despojaba del traje Armani (de líneas depuradas y ausencia de detalles llamativos) cuyo roce le quemaba la piel. Completamente desnudo cayó de rodillas en medio de un claro. Sintió los rayos lunares sobre su espalda y cada uno de sus cabellos se erizaron, su pene se erectó violentamente, sus brazos se alzaron y se tensaron, sus piernas se expandieron, su piel se cubrió de un oscuro y denso pelaje, su rostro se alargó y de su boca brotaron agudos colmillos. Landsburg sentía como atravesaban su cuerpo fuerzas caóticas y primigenias, clavó sus garras en la tierra húmeda y profirió un intenso rugido. La temporada de caza había sido inaugurada. 

     Las primeras luces de la mañana encontraron al Dr. Landsburg abrazado a los restos carcomidos de una vaca. Landsburg se alejó del animal muerto y se sumergió en una acequia para limpiar la sangre que le cubría de pies a cabeza. El Dr. no se duchaba con agua caliente por lo que el agua helada no le incomodó en lo más mínimo. Luego de esto se sentó sobre la hierba intentando entender cómo era que estaba tomándoselo todo con tanta calma. “Debo estar en shock”, pensó. “Sí, eso es, estoy en schok. Aquel animal que me mordió era un hombre lobo, yo soy ahora un hombre lobo…”       El Dr. recogió su carísima ropa, abordó su Ferrari, puso en marcha el motor y encendió la radio. El nuevo single del último álbum de Madonna, Frozen, resonó por los parlantes. A Landsburg le agradó lo que escuchaba y tomó nota mental de adquirir el disco compacto, apretó el acelerador y se marchó a su casa. 

3       Landsburg sabía que lo suyo no era un desorden licantrópico, estado mental en el que el sujeto cree ser una bestia que suele ser la más peligrosa de su región (el lobo y el oso en Europa y el noreste de Asia, la hiena o leopardo en África, y el tigre en la India, China y Japón). A él le constaba que su transformación era real pese a que los exámenes médicos a los cuales se había sometido no arrojaron ningún resultado anómalo. De cualquier forma debería tomar medidas especiales para que nadie descubriera su secreto. El Dr. no estaba casado y vivía solo junto a sus dos empleadas domésticas; Doña Julia, que lo había cuidado desde niño y a la que él había contratado luego de la muerte de los Landsburg progenitores; y
la Consuelo, que estaba para desempeñar las labores que Doña Julia ya no estaba en condiciones de llevar a cabo. Consuelo llevaba dos años trabajando para Landsburg y era peruana, de una localidad ubicada al norte de Lima llamada Chimbote. Debido a la mala situación económica de su país, Consuelo (madre soltera a la edad de 15 años) tuvo que dejar a su hija de 6 años al cuidado de sus abuelos y emigrar a Chile. Pese a que la idea de una mocosa pululando por la casa no le complacía en extremo, Doña Julia convenció al Dr. de traer a la hija de Consuelo, Marleni, a vivir con ellos.
      Completaba el staff de Landsburg el jardinero Felipe Vargas (que venía día por medio) y “Jaimito”, quien una vez a la semana se encargaba del aseo general de la casa (lo que le tomaba cerca de 12 horas) con una prolijidad tal que sus servicios eran requeridos en varios hogares del barrio alto. El Dr. tenía también dos Rottweilers a quienes había bautizado Apolo y Zeus como los dobermans de Higgins en Magnum. Los canes se mostraban un tanto hostiles ahora que su amo era un hombre lobo, pero no quería deshacerse de ellos aún.        “Bastará con asegurarme que no haya nadie en la casa las noches de luna llena”, meditó Landsburg y así lo hizo para su próxima transformación.  

     Estaba completamente solo en su enorme casa repleta de obras de artes y altar del buen gusto. Se encerró en la habitación de los trastos (que había ordenado limpiar a Jaimito) con un costillar de buey y deslizó la llave debajo de la gruesa e inexpugnable puerta sobre un papel para así poder recuperarla.       El Dr. emergió al día siguiente de aquel cuarto con heridas en los brazos y piernas producto de sus propios mordiscos, las paredes de la habitación mostraban hendiduras de garras por todos lados y el picaporte de la puerta había sido arrancado y probablemente se lo había comido. Nunca había experimentado un suplicio de tal magnitud, un anhelo de libertad tan agobiante. De la misma manera que el circunspecto Higgins no podía restringir las libertades que se otorgaba Thomas Magnum, él no podía encerrar al lobo. 

      Landsburg tomó una ducha y mientras pensaba la explicación que la daría a su servidumbre por los destrozos (que atribuiría a los canes y que proporcionaría, además, la excusa perfecta para deshacerse de ellos) observó como sus lesiones y magulladuras desaparecían. “Ahora soy prácticamente inmortal”, reflexionó el Dr. 4 

     Como es de suponerse, Landsburg no se atrevió a confesar su licantropía con nadie y mucho menos buscar asistencia médica. ¡Él, un hombre de ciencia afectado por una maldición que desafiaba toda lógica! En un esfuerzo por comprender el mal que le aquejaba, recopiló toda la información posible sobre hombres lobos que pudo hallar, enterándose que este ser no era una invención del Hollywood de los años cincuenta sino algo tan antiguo como la humanidad misma. Fe de esto la proporcionaban la multitud de nombres con el que se había conocido al hombre lobo a través de la historia. Los romanos le llamaron versipellis o gerulfus, garwali los normandos, werewolf los anglosajones, wáhr-wólfe los alemánes, Loupgarou los franceses, waerulf los danéses, warulf los suecos, vircolac los eslavos, procolici los rumanos, la lista suma y sigue. Tan antigua era la tradición del hombre lobo de hecho, que investigadores japoneses habían encontrado representaciones de estos y otros seres teriantropos en pinturas rupestres de hace más de 10.000 años. Los hombres lobo y vampiros eran tan viejos como el arte mismo y pertenecían a un mundo en que humanos y bestias no se habían diferenciado.       Con respecto al término “licantropía” este hallaba su origen en el héroe arcadio Licaón que tuvo la mala idea de sacrificar a un niño y servírselo en un banquete a el irascible Zeus para de esta forma poner a prueba su divinidad. Obviamente que a Zeus, que no era un antropófago como su padre Cronos, no le cayó en gracia la broma de su anfitrión a quien en castigo transformó en lobo.  

     El desorden mental licantrópico también parecía ser muy antiguo. Marcelus Sidetes, en el siglo II ya se refería a él como una forma de alienación: “Los hombres son atacados por el mal especialmente en febrero y acechan, solitarios, en los cementerios, como frenéticos lobos.”       De acuerdo a los estudios históricos se podía reconocer a un hombre lobo mediante cinco rasgos físicos que conservaba en su forma humana; cejas espesas, dientes rojizos, un dedo medio bastante largo, uñas largas y orejas situadas muy atrás y muy abajo de la cabeza. El Dr. sólo respondía a una de dichas características; las cejas espesas, pero siempre las había tenido así, ¡cómo se burlaban los niños de él en la escuela!, hasta le habían apodado Beto en alusión al malhumorado títere de tupidas cejas de Plaza Sésamo. 

     Además de los rasgos físicos, la historia señalaba ciertos modos de conducta típicos de los hombres lobo. Se les suponía amantes de la noche (mucha gente bohemia lo es sin ser hombre lobo o vampiro) y cultores de la soledad (¿qué esperaban?, ¿que los hombres lobo se organizaran para formar clubes o sindicatos?) y parecían acosados por una profunda melancolía (cuando te despiertas, después de una noche de luna llena junto a algunos restos humanos mordisqueados, no andas por ahí con una sonrisa de oreja a oreja).       Durante los primeros meses, cuando aún no asumía completamente su condición, Landsburg llegó a odiar
la Luna. La veía engordar, noche tras noche y se decía: “cuando estés llena maldita, también me llenaré yo”. Por ese entonces las ideas más descabelladas surcaban su mente, se preguntaba, por ejemplo, si el destruir
la Luna, sacarla de la órbita de
la Tierra, cesaría su suplicio.

       Después de documentarse lo suficiente, el Dr. Landsburg se percató que para la historia el hombre lobo era algo común: Collin de Plaucy incluso contaba que una mañana de 1542 se había visto a ciento cincuenta hombres-lobo en una plaza de Constantinopla. “Tal vez mi condición no sea tan extraordinaria después de todo”, pensaba el Dr. Landsburg. Probablemente no podría encontrar la Sociedad de Hombres Lobos Anónimos en las páginas amarillas pero le bastaba con saber que había otros como él por ahí, ocultando su verdadera naturaleza al mundo, sufriendo y haciendo sufrir.       Pronto la actitud del Dr. cambió radicalmente y pudo superar las barreras, impuestas por su formación científica, que le impedían aceptar plenamente el fenómeno del que era objeto. “Después de todo la ciencia no es otra cosa sino un pensamiento paranoide aplicado a la naturaleza”, pensaba el Dr. Landsburg, quien terminó por convencerse de incluso estar predestinado a ser un hombre lobo producto de algunas curiosas coincidencias. Era cáncer y la Luna, que gatillaba la transformación, es el regente de dicho signo zodiacal. El Dr. Landsburg, además, era perro en el horóscopo chino y como todos saben, el perro evolucionó a partir del lobo.       A medida que las transformaciones se iban sucediendo, Landsburg conservaba cada vez más las impresiones y reminiscencias de su yo-lobo. Los objetos confeccionados por el hombre le repelían, mientras que los árboles, rocas y arbustos se le antojaban entes vivos que carecían de nombre y que no estaban agrupados por la palabra o el pensamiento. En su mente de lobo no existían especies ni géneros sino meramente individuos.       En estado humano el Dr. conservaba muchas de las capacidades lupinas, su sentido del olfato y del oído se desarrollaron extraordinariamente, al igual que su capacidad atlética. Su aspecto físico y su salud también mejoraron, rumoreándose incluso que se había operado él mismo, quitándose veinte años de encima. La dieta vegetariana de Landsburg no cambió en absoluto ya que contrario a lo que podría pensarse, en estado humano no sentía un deseo inusual de comer carne. Sólo comía carne en noches de luna llena, carne humana. 

      Estos beneficios colaterales, junto al firme propósito de adaptarse a su nuevo estado y evitar caer en la autocompasión le llevaron a enfrentar su problema de una forma positivista algo exagerada (siendo esto no otra cosa sino un mecanismo de autodefensa para soportar la maldición). En aquel entonces al Dr. no le preocupaban mayormente las personas que morían con la llegada de la luna llena, después de todo no era su culpa que mensualmente, y en un par de noches, se registrarán entre 7 y 9 asesinatos en los que poco y nada quedaba de las víctimas para ser reconocidas por sus adoloridos deudos.       “Yo soy el otro”, escribió Gerard de Nerval, idea tan antigua como la de los hombres-lobo y que han repetido incansablemente los poetas desde Blake y los románticos alemanes. El lobo, el otro yo del Dr. Landsburg, era el culpable de las muertes. Él había tratado de evitarlo, había puesto las esposas, se había retirado a su casa en la playa, mas todo era inútil. Había investigado y no había cura.  

     –¿Cura? ¡Lo mío no es una enfermedad! Es una condición –se decía el Dr. Landsburg–. Como el daltonismo por ejemplo.       El lobo ya no asustaba a Landsburg y había dejado de maldecir a la Luna, a la cual ahora profesaba su amor.        –Me da lo mismo que me digan que la Luna es una roca inerte en el firmamento, yo sé positivamente que no lo es –solía decir el Dr. parafraseando a Lawrence–.
La Luna, símbolo femenino mortuorio y cíclico. Controladora de todos los planos cósmicos sujetos a la ley del devenir: aguas, lluvia, vegetación, fecundidad, hombres lobo…
      A pesar que el lobo como símbolo es ambivalente, el Dr. imbuido por su positivismo prefirió quedarse con el aspecto benéfico, en contraposición al feroz y satánico. El lobo es símbolo de la luz porque ve en la noche, esa era su significación entre los nórdicos y los griegos que lo atribuyeron a Belen y Apolo. Entre los mongoles, el lobo tenía carácter celeste y se le consideraba el ancestro del gran Gengis Khan. También en China se le vincula al cielo, siendo personificación de la estrella Sirius, guardián del palacio celestial (la Osa Mayor). El hecho que el lobo desempeñara el papel de psicopompo y que su boca fuera el símbolo de reintegración cíclica en la mitología escandinava hicieron creer al Dr. que las víctimas de su yo-lupino no podían encontrar una mejor forma de morir. La adaptabilidad del ser humano parece no tener límites, se decía Landsburg, uno se acostumbra a todo.
La Fontaine estaba en lo correcto cuando, al oír lamentar la suerte de los condenados en las llamas del Hades dijo: “Pienso que al final se acostumbrarán y estarán allí como el pez en el agua”.
 

5       La primera víctima humana de Landsburg fue “la Jacqueline”, una muchacha que ejercía el comercio sexual. Jacqueline tenía tan sólo doce años cuando el borracho de su padre llevó a casa a un amigo suyo para que la violase. Ella se negó enérgicamente y el padre mismo la violó para que no se hiciera la caprichosa, luego le tocó el turno a su amigo. Desde aquella noche Jacqueline no volvió a oponer resistencia. Durante años tuvo relaciones sexuales con su padre hasta que lo arrolló un camión, Jacqueline fue acogida entonces por uno de los amigos del viejo que oficiaba de proxeneta y que la obligó a prostituirse. Landsburg la despedazó con rapidez para luego seguir con Rodrigo Fuentes; taxista; 62 años; jubilado de Carabineros; padre de dos hijos y abuelo de cinco nietos; fanático del fútbol, los buenos asados y la de proxeneta y que la obligó a prostituirse. Landsburg la despedazó con rapidez para luego seguir con Rodrigo Fuentes; taxista; 62 años; jubilado de Carabineros; padre de dos hijos y abuelo de cinco nietos; fanático del fútbol, los buenos asados y
la Sonora de Tommy Rey. Don Rolo (como le decían en el barrio) había tenido la mala idea de detener su vehículo para contemplar la carnicería. Mala suerte.
      Landsburg se sirvió luego a Delia Jorquera (una anciana vagabunda de la que no podemos decir mucho salvo que apestaba a orines) y a Javier Eltit; Diseñador Gráfico de una importante agencia de publicidad; 35 años; de signo zodiacal Géminis; muy imbuido en los temas esotéricos y fanático de bandas como Atari Teenage Riot, Nine Inch Nails y Slayer. Javier viajaba por la costanera a 140 km./hora en su moto Steed cuando el licántropo le saltó encima. Antes de tocar tierra ya estaba muerto con el cuello seccionado. Su novia de 19 años, Esperanza Gubbins (prima del estudiante de Literatura y joven promesa de la narrativa chilena, Carlos Andrade), lo esperaba en el departamento que ambos compartían para celebrar el primer aniversario desde que vivían juntos. Había preparado una cena especial y esperaba hacer el amor toda la noche con Javier, a quien llamaba cariñosamente “Pinky” y cuyos restos los efectivos policiales habrían de reunir en cinco bolsas distintas. 

     El licántropo ya había saciado su hambre, pero de todas maneras mató a una persona más antes que despuntara el alba, un borracho que dormía sobre el banco de una plaza y que resultó ser no otro que Miguel Alvarado alias “Cocofla”, estudiante de cuarto año de Sociología de la Universidad Arcis. Cocofla venía de un recital de Bad Religion en
la Discotheque Laberinto, había estado dos horas encerrado en el baño de mujeres para no pagar y luego se había emborrachado con unas botellas de vodka y pisco que habían entrado clandestinamente unos conocidos suyos. Terminada la tocata y abandonado por sus amigos, Cocofla intentó abordar una micro pero antes de llegar al paradero lo venció la borrachera, y ahí, durmiendo la mona sobre un banco lo encontró el lobo.
       En un principio, Landsburg pensó que le descubrirían, sobre todo cuando los periódicos sensacionalistas comenzaron a especular sobre la desaparición de varias personas que no dejaban más rastros que algunas manchas de sangre. Primero, se habló de un asesino en serie, las versiones sobre un monstruo de pelaje grisáceo y dientes agudos como navajas eran demasiado absurdas, incluso para la prensa amarillista. Finalmente los medios debieron aceptar la existencia de, por lo menos, un animal noctívago con una particular debilidad por la carne humana. Se recomendó a la población santiaguina no abandonar sus hogares las noches de luna llena, que era cuando la bestia cobraba sus víctimas pero esto no sirvió de nada. Existían personas de hábitos nocturnos que no se intimidarían por un perro grande, por lo demás, ¿quién se va a estar preocupando de observar el estado de la Luna antes de salir de noche?

       Siempre en Lunes, el programa de televisión con el más alto rating desde que se inventara el people meter y que ni siquiera el Dr. Landsburg se perdía, invitó como era de esperarse a expertos en el tema. Szandor Rivero, periodista argentino especializado en desenmascarar fraudes paranormales desestimó, pese a las rotundas evidencias, que se tratara de un hombre lobo.       –La primera mención a un hombre lobo sería en el siglo quinto A.C. –señaló Rivero al ser consultado sobre el tema–, cuando los griegos, al asentarse en las costas del Mar Negro tomaron a los habitantes de otras regiones por hechiceros capaces de metamorfosearse en bestias salvajes. La leyenda más conocida sin embargo proviene de la campiña francesa. Basta decir que entre 1520 y 1630 tuvieron lugar más de 30,000 juicios a hombres-lobo en dicho país. La mayoría de las personas que fueron llevadas ante los tribunales eran gente pobre, que provenía de tierras bajas con elevaciones de menos de 500 1520 y 1630 tuvieron lugar más de 30,000 juicios a hombres lobo en dicho país. La mayoría de las personas que fueron llevadas ante los tribunales eran gente pobre, que provenía de tierras bajas con elevaciones de menos de 500 metros sobre el nivel del mar. Una teoría reciente señala que toda esta psicosis colectiva de hombres lobo fueron resultado del hongo Ergot, que se desarrolló en el pan de centeno, la principal fuente de alimentación de los pobres. Dicho hongo, era un poderoso alucinógeno. La histeria de hombres lobo sería el resultado de una alucinación en masa ya que gran parte de los acusadores y acusados eran consumidores de pan de centeno. El pan que comían los ricos se elaboraba sobre la base de trigo, inmune al hongo Ergot. Esto explica la ausencia de casos de licantropía en dicho segmento de la población. 

     –¿Qué es lo que quiere decir, profesor Rivero? –preguntó la preciosa Carolina Russolo, una de los tres conductores del programa cuya profesión era la de reina de belleza.       –Quiero decir que estamos ante un caso de psicosis colectiva, similar a la ocurrida en Francia en el siglo XV –contestó Rivero–. Me temo que estamos a las puertas de una nueva caza de brujas.  

     Al igual que en los libros filosóficos de Tlön, Siempre en Lunes suele incluir la tesis y la antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Su director, Bertrand González, sabe bien que un programa de televisión que no encierre su contraprograma es un programa incompleto por lo que también invitó al afamado investigador de lo paranormal Jaime Cáceres, experto en OVNIs, psicofonías, apariciones marianas y otras yerbas.        –Sólo por siaca, Don Jaime –dijo el Pipe Marambio, de profesión bueno pa’l hueveo y a quien Landsburg conocía de los tiempos en que Marambio animaba las fiestas del Club de Polo–, ¿qué precauciones tenemos que tomar pa’ protegernos de los hombre lobos? 

     –El método más seguro para eliminar a un hombre lobo –dijo Cáceres– es la plata.      –O sea que le tiro unas monedas y listo, profe –acotó el Pipe provocando las carcajadas del público. 

     –Me refiero a penetrar su cabeza, corazón o cualquier otra parte vital de su cuerpo con el metal llamado plata –continuó Cáceres sin perder su habitual compostura–. La plata tiene el mismo efecto corrosivo en los hombres-lobo que el ácido en el cuerpo humano, neutraliza las capacidades regenerativas de la criatura. El hombre lobo, ya sea en forma humana o de lobo, no será capaz de regenerarse con la nueva luna llena y morirá indeclinablemente. Ahora bien, cabe señalar que no existen aún pruebas que confirmen que el responsable de las muertes sea un hombre lobo, ni siquiera existen pruebas de que esta criatura mitológica exista, yo tengo otra teoría…      –¿Y cual es esa teoría, profesor? –preguntó la hermosísima Carolina, una de las pocas mujeres que no necesitaba bisturí de acuerdo al Dr. Landsburg (por lo menos hasta que los años se le vinieran encima) y que gustaba de leer indistintamente tanto a Paulo Coelho como Nietszche, además de mantener una relación extra-marital con el Pipe (la cual era un secreto a voces). 

     –Yo creo, Carolina –dijo muy serio Cáceres–, que las muertes son obra del chupacabras.       –¿Del chupacabras? –exclamó sorprendido el Pipe–, no hueveé profe.      –Mis investigaciones me han llevado a concluir que el EBA (o ente biológico anómalo) conocido como chupacabras, es la mascota olvidada de un equipo de investigación alienígena. Lo que en un principio no era más que un cachorro se ha desarrollado y ahora posee la capacidad y fuerza necesaria para alimentarse de humanos. El chupacabras puede teletransportarse utilizando los campos geomagnéticos de la Tierra, lo que representa una enorme ventaja evolutiva.

      –Eso explicaría entonces sus ataques en distintos puntos del planeta, y el que haya sido imposible su captura –comentó la superlativamente agraciada Carolina como si diera crédito a las palabras del charlatán.       –En efecto, Carolina –respondió el embelesado ufólogo con la mirada fija en aquellos grandes ojos azules de nuestra única Miss Universo–. Usted además de bella es muy inteligente. 

     –¡Por favor! –exclamó indignado Rivero–, que este asunto no involucre hombres lobos no quiere decir que usted los reemplace por el aún menos probable chupacabras, ¿tiene usted alguna noción mínima de ciencia?, ¿ha oído hablar de la Paradoja de Fermi?      Samuel Álvarez, de profesión humorista y tercer y último integrante en importancia del triunvirato de conductores trata de calmar los encendidos ánimos de Rivero con el chiste de rigor: dos siameses llegan al médico, uno está todo rasguñado, el médico pregunta ¿cuál de ustedes es el hombre lobo?        El Pipe y el resto de los conductores, invitados, público y tele-espectadores se desternillan de la risa, todos menos Szandor Rivero que no se explica cómo fue que aceptó venir al programa.  

     Landsburg, que había seguido la transmisión desde la comodidad de su cama king size en compañía de María Gracia (con la que había hecho el amor cinco veces durante las tandas comerciales), apagó la tele. Inmersos en la oscuridad del dormitorio los amantes se abrazaron y María Gracia dijo:      –Tú deberías tener un programa de televisión.  

     –¿Yo en la tele? –preguntó Landsburg–. Debes estar bromeando.      –De ninguna manera –aseveró María Gracia– eres muy fotogénico, Cristóbal, tienes mucha mejor facha que el roto ordinario del Pipe Marambio, ¡no sé que le encuentran a ese gallo! 

     –Es simpático, representa muy bien al chileno bueno pa’l hueveo. Yo no sería capaz de conducir un programa como Siempre en Lunes.      –No hablo de que hagas un programa como ese, sino algo que tenga que ver con lo tuyo. 

     –¿Con la cirugía?      –Sí, se podría hacer un casting de gente que necesite arreglarse algo, pero no deformidades congénitas o de grado patológico, nada de labios leporinos, secuelas cicatrizales de quemaduras, pérdidas de sustancia por resección de tumores o accidentes, eso no lo quiere ver el público. 

     –¿Qué entonces? ¿Liftings, mamoplastias, abdominoplastias, lipoaspiraciones…?      –You got the idea, Chris. En el programa se mostraría a los pacientes en tu consulta hablando de que quieren hacerse y porqué, luego podría ir parte de la operación y después como quedaron y la forma en que la operación ha mejorado sus vidas. Ellos no pagarían un peso, sería financiado por el canal, y tú te convertirías en una estrella mediática. 

     –No sé si quiera convertirme en una estrella mediática.      –Hasta te tengo un nombre para el programa, “Cirugía del cuerpo y del alma”, es una idea ganadora, te lo aseguro. 

     –No sé, no me convence.       –Bueno, si no lo haces tú ya verás como alguien se te adelanta –sentenció María Gracia volteándose. 

     Landsburg permaneció despierto unos minutos más en medio del silencio nocturno, reflexionado lo positivo que era que se tomara a la broma los ataques del licántropo para finalmente concluir que dentro de un tiempo sería tan habitual que murieran despedazadas cinco o seis personas durante las noches de luna llena que nadie daría mayor importancia al asunto, pero el Dr. se equivocaba. 6 

     Pese a que Landsburg no poseía plena conciencia en estado de lobo, sí recordaba algunos detalles de sus correrías nocturnas y conservaba suficiente conciencia como para no atacar a un familiar, amigo o cliente, así mismo como niños y mujeres embarazadas (cabe recordar que el hombre lobo en forma lupina retiene suficiente conocimiento como para reconocer víctimas, evadir trampas, etc.). Como bien sabemos el licántropo se había zampado a criminales menores, parejas de enamorados, pordioseros, trabajadoras sexuales, nadie que fuera significativo para el gran público. Pero entonces, tragedia nacional, ¡el hombre lobo se había comido al Pipe Marambio!       Luto nacional, banderas a media asta. Fue la gota que colmó el vaso, el Gobierno decidió que era tiempo de hacer su entrada y optó, no sin las acostumbradas discrepancias partidistas, a decretar toque de queda en Santiago las noches de luna llena, lo que se conoció como “restricción lunar”. Una vez más las fuerzas armadas se volcaron a las calles para “garantizar la paz ciudadana” y “hacer cumplir la normativa”. Se cometieron algunos excesos pero después de todo era por el bien del país. Lo irónico de todo esto, es que el Dr. no era el responsable de la muerte del Pipe, sino un asesino a sueldo contratado por Maximiliano Canala-Etcheverría, el celoso y multimillonario marido de la Russolo.       Michael Fallon era británico y un especialista en realizar homicidios que aparentaran ser accidentes, razón por la que se había ganado el apodo de “Accident-Man”. Para él fue muy fácil deshacerse del Pipe simulando un ataque del hombre lobo, cobró la otra mitad de su paga (que el anciano marido de la reina de belleza depositó en una cuenta en Suiza) y regresó a su apacible casita de ladrillos en la ciudad de Lowestoft en el condado de Suffolk, Inglaterra, donde vivía junto a sus tres gatos.       En cuanto a la brillante medida implementada por el Gobierno, esta duró tan sólo unos meses. La gente ya estaba harta de la restricción vehicular, los ahorros de luz forzados, las botillerías cerradas después de las doce de la noche… La oposición, que hace tiempo exigía que el Gobierno tomara cartas en el asunto le echó luego en cara el implementar un régimen del terror y hasta se dijo que el monstruo era un sistema de limpieza étnica del gobierno, coludido en cierto complot internacional orquestado por los socialistas. Giorgio Giordano, el diputado ecológico, llamó por otra parte a un acto público en contra de la restricción lunar, que se sumaba a todas las otras medidas que amenazaban la libertad y derechos ciudadanos. Finalmente, los militares se negaron a seguir protegiendo a la ciudadanía. ¿Quién nos protege a nosotros?, alegó el general al mando. Al monstruo le gustaban tanto los militares como los civiles.  

     Debido a la delicada situación que vivía el país, es decir, Santiago y sus alrededores, el Dr. Landsburg decidió abandonar Chile durante un tiempo. Dejó a su socio, el doctor Víctor Carrera a cargo de la clínica y emprendió un viaje de dos años a Israel, Alemania, Brasil y Estados Unidos, donde se especializó en los nuevos procedimientos de la cirugía plástica y degustó la carne extranjera. Landsburg intentó, además, contactarse con otros de su especie e incluso regresó a Rumania en busca del lobo alfa que le había engendrado, pero todo fue en vano. ¿Cómo era posible que él fuera el único hombre lobo en el mundo?, se preguntaba Landsburg, ¿dónde estaban sus demás hermanos? Ante el fracaso de sus pesquisas el Dr. hubo de contentarse con observar a los lobos enjaulados de los zoológicos de las principales capitales que visitó. Para su sorpresa ahora podía distinguir perfectamente a los machos de las hembras, que despertaron en él novedosos deseos zoofílicos. Era una suerte que en su forma lupina su principal deseo fuera el de cazar y no reproducirse ya que en Chile no había ni una sola loba (ni siquiera en el zoológico metropolitano) y encontraba indigno cruzarse con una perra.       A su regreso a Chile el ambiente socio-político se hallaba más tranquilo y la polémica del momento se centraba en el magnate norteamericano George Kettenmann y su proyecto de crear un “santuario de la naturaleza” en la Décima Región. Kettenmann era partidario de lo que el ecofilósofo noruego Arne Naess denominó “ecología profunda”, algo que nadie sabía muy bien de qué se trata pero que aparentemente se asemeja a las ideas de San Francisco de Asís y a lo que en países desarrollados se conoce como “perennial philosophy”, término cercano al ecocentrismo.       Kettenmann había publicado un aviso en la prensa local pidiendo información que condujese a la captura de los responsables de una matanza de lobos marinos cerca de una empresa salmonera de la zona y como respuesta se produjo una avalancha de denuncias que señalaban el presunto acoso de Kettenmann hacia los colonos, además de surgir versiones que señalaban que el territorio del norteamericano (el 22 por ciento del total de terrenos de la provincia de Palena) era una amenaza a la seguridad de la nación, y que daría paso a una nueva Colonia Dignidad, un basurero nuclear, o una nueva patria judía.        Ajeno a estas polémicas, Landsburg reformó la clínica de cirugía plástica convirtiéndola en clínica estética, especializándose en la tecnología láser, y cambiando el bisturí por el rayo de luz colimado, coherente y monocromático. Al igual que en la mayoría de los países industrializados el Chile de la década de los 1990’s experimentaba un auténtico boom de cirugías estéticas por lo que el Dr. estaba ganado dinero a camionadas. 

     Los servicios de Landsburg ya no eran un bastión exclusivo de la clase alta y tanto secretarias como vendedores de seguros se endeudaban con el banco para cortarse unas cuantas lonjas de cadera o hacerse un lifting. La cosa llegaba a tal extremo que unos padres, tan necios como ricos, quisieron regalar a su hija, con motivo de su decimocuarto cumpleaños, una implante de pechos. El Dr. Landsburg se negó a hacer la intervención explicándoles que a los doce años la niña aún no terminaba de desarrollar sus propios senos. Los padres encolerizados demandaron al Dr. pero los jueces, como es lógico, le dieron la razón a Landsburg.       Rosa Montero, lúcida cronista de la revista El Sábado de El Mercurio (al que el Dr. estaba suscrito por supuesto), había redactado: “Vivimos en un mundo hipertecnológico en el que casi todo es posible, y el deseo de ser Dios es demasiado fuerte. ¿Qué mayor poder aparente sobre la vida puede haber que el de construirnos a nosotros mismos? Cambiar de sexo, como los transexuales; de raza, como los chinos; o, más modestamente, de nariz, de glúteos, de barriga. Cambiar de cuerpo, en fin, y luchar contra los estragos de la edad, como si la eternidad fuera posible. Pero no lo es, y, por mucho que nos estiremos y recosamos, la muerte siempre acaba por devorarnos.” ¡Que identificado se sintió el Dr. Landsburg con esas palabras! Él era un dios que dispensaba inmortalidad a sus pacientes pero que también acababa con la vida de los indeseados, él cambiaba de cuerpo y nunca envejecería, lo que podría suponer un problema a la larga, pero el Dr. ya se ocuparía de ello a su debido tiempo.    

7      Los medios de comunicación volvieron a divulgar las andanzas del monstruo y una vez más el gobierno intentó decretar estado de emergencia y restricción lunar pero nadie hizo caso, había mayor mortandad por conductores ebrios que por un hombre lobo. El Dr. nunca se había sentido más seguro y confiado. Entonces comenzaron sus verdaderos problemas.  

     Lo primero fueron ciertos indicios de que su yo lupino se estaba tornando incontrolable, cuyo mejor ejemplo fue la cirugía que hubo de practicarle a una dama de la alta sociedad que había recibido un zarpazo de la bestia en los glúteos. La excelentísima señora era una de sus mejores clientes y cada vez que le solicitaban ser portada de revista acudía con él a “arreglarse” algo. Imaginen la preocupación del Dr., hasta ese momento sólo había atacado a desconocidos (lo que de alguna manera alivianaba su sentimiento de culpa) pero ya no podría estar seguro de no zamparse a algún amigo, cliente o familiar. A esto hubo de sumarle Landsburg una demanda por cuasidelito de lesiones graves interpuesta por una de sus pacientes luego de que se acreditara que había dejado una compresa de gasa en uno de sus implantes. El Sexto Juzgado del Crimen de Santiago decidió someterlo a proceso por el cuasidelito de lesiones graves debido a esta negligencia médica “inexcusable” y el escándalo que se desató al filtrarse la noticia fue de proporciones afectando profundamente la impecable reputación del Dr. Pero lo peor estaba aún por llegar tras el infortunado fallecimiento de una paciente en su exclusiva clínica.       El procedimiento llevado a cabo por su socio, el Dr. Carrera, había consistido en una doble cirugía: implante mamario y estiramiento de abdomen, lo que significó casi seis horas de pabellón. A eso de las tres de la tarde del día siguiente, la paciente comenzó con síntomas de taquicardia y baja de presión. El doctor Carrera consultó con Landsburg quien concluyó que probablemente tendrían que efectuar una transfusión sanguínea, pero antes de llevarla a cabo la paciente falleció a causa de una embolia pulmonar, una complicación poco frecuente pero propia de cirugías estéticas de alta complejidad como es efectuar dos procedimientos en una misma intervención.  

     Dos querellas (una criminal y otra civil) fueron interpuestas en contra del Dr. Landsburg y su socio. Su reputación se hundió más aún y el escándalo creció a proporciones insoportables, Landsburg lo único que deseaba era huir al extranjero, deseo que no podía llevar a la práctica debido a la orden de arraigo emitida en su contra.        El único consuelo del Dr. ante todos estos contratiempos era que pronto habría Luna llena pero incluso esto le producía cierto resquemor ante la posibilidad de que el lobo actuara descuidadamente.  

     Esa noche, como cada mes, el Dr. Landsburg había abierto los ventanales de par en par y contemplaba pacientemente al sol ocultarse tras la cordillera mientras escuchaba los Conciertos brandenburgueses de Bach. Cuando el astro estaba a punto de abandonar completamente el firmamento y justo en el mismo instante en que se oía el increíble solo de clavelín del primer movimiento del quinto concierto, Landsburg comenzó a resoplar fuertemente por la nariz y a jadear como un cánido. Ya adoptando la pose cuadrúpeda, saltó por la ventana hacia el enorme patio de su residencia y dio la bienvenida al lobo.        El licántropo estaba impaciente y en vez de merodear por las periferias de la ciudad, lejos de su exclusivo barrio donde nadie se metía con nadie y nadie veía nada, irrumpió con violencia en la casa de sus vecinos modificando inesperadamente sus hábitos de cacería. Primero atacó a los dos perros de la familia (un dogo argentino que respondía al nombre de Polo y un pastor belga llamado Lucas) para luego seguir con la asesora del hogar cuya habitación se ubicaba en un pasillo junto a la cocina.     La Sra. Eduviges tenía 54 años y era oriunda de Panguipulli, llevaba diez años trabajando con la familia Arestizabal-Hoffman y se sentía muy agradecida de sus patrones que la trataban dignamente y le tenían el pago de sus imposiciones al día. A los pies de la escalera que conducía al segundo piso y los agradecida de sus patrones que la trataban dignamente y le tenían el pago de sus imposiciones al día. A los pies de la escalera que conducía al segundo piso y los dormitorios el licántropo se encontró con el jefe de hogar en pijama y empuñando una pistola, José Ignacio Arestizabal Lorenzini, de 47 años, era colega del Dr. Landsburg; había estudiado Medicina en
la Universidad de Chile y Psiquiatría en la misma casa de estudios; tenía un postgrado en el Nacional Addiction Centre, Institute os Psychiatry of Maudsley and Bethlehem Hospital, University of London y un postgrado en Abuso de sustancias de
la Universidad de Yale; le gustaba practicar el parapente, sus escritores favoritos eran Tom Clancy y Robert Ludlum y le gustaban las películas de James Bond. El licántropo recibió cinco disparos en el cuerpo y luego destrozó a José Ignacio. Arriba le esperaban abrazados en una esquina los restantes miembros del núcleo familiar. Francisca Hoffman Cruchaga tenía 32 años y era “Artista visual”, poseía una licenciatura en arte mención escultura y un postítulo en arquitectura y manejo del paisaje de
la Universidad Católica,
la Pancha había participado en un sinnúmero de exposiciones tanto en Chile como en el extranjero y para ella el arte podía definirse en la frase de Joseph Beuys: “Denken ist Form”. Luciano Arestizabal Hoffman tenía 9 meses, pesaba 11 kilos, medía 79 cms. y gustaba de llorar y beber leche del pecho de su madre; Candelaria Arestizabal Hoffman tenía 13 años, estudiaba en las Monjas Francesas y era fanática del animé y Placebo, sus amigas la llamaban “Candy”, tenía el cabello rubio y quería desesperadamente tinturárselo negro, pero sus padres se lo habían prohibido. El licántropo dio cuenta de ellos de una forma particularmente bestial dejando tras de sí un escenario de sangre y vísceras que los periodistas no dudarían de calificar como “dantesco”.
      El hombre lobo se disponía a retirarse del hogar de la extinta familia cuando una potente luz penetró de improviso por la ventana del dormitorio, la intensidad del foco cegó al licántropo y este huyó hacia los faldeos precordilleranos contiguos al Arrayán, corriendo velozmente con su perseguidor volando detrás de él por sobre las copas de los árboles más altos. Una y otra vez el licántropo cambió bruscamente de dirección en busca de un fragmento más tupido de bosque, sólo para ver de nuevo frente a si el rayo de luz del helicóptero, un A-H 64 Apache de esos que fueron utilizados exitosamente durante la guerra de Golfo de 1991 cuando destruyeron más de 800 blindados e inutilizaron radares estratégicos iraquíes.  

     El Apache que perseguía a Landsburg estaba diseñado para combatir tanto de día como de noche y con cualquier condición meteorológica, estaba armado de un cañón de 30 milímetros montado en el eje y sobre el fuselaje; de un lanzacohetes de 70 milímetros y de cuatro lanzadores de misiles de tipo Hellfire (antitanques), Sidewinder (antiaéreos) y Sidearm (antirradares). Este helicóptero por supuesto que no pertenecía a la Fuerza Aérea chilena, sino a cierto particular muy acaudalado e inescrupuloso.       Tras una hora de persecución el Apache acorraló al licántropo en un yermo al pie de un acantilado. El lobo intentó trepar por la rocosa muralla pero le fue imposible, el helicóptero había descendido cortándole la vía de escape. Dos hombres con atuendos paramilitares se bajaron del Apache y el licántropo se dispuso a atacarles, los sujetos le apuntaron con sus fusiles y antes que pudiera saltarles encima lo acribillaron a balazos. El Dr. jamás había recibido una bala en el cuerpo, ya fuese en estado lupino o como humano, pero sabía que estas no eran balas comunes, eran balas de plata.       Los poderosos músculos del licántropo se contrajeron al igual que garras, comillos y pelaje. En medio de un indescriptible y dulce dolor más cercano al éxtasis divino que otra cosa el hombre lobo recuperó su forma humana.  

     El asombroso factor regenerativo de Landsburg no estaba funcionando, parecía increíble, pero se estaba muriendo.       –¿Quiénes son ustedes? –logró balbucear el Dr. mientras escupía sangre e intentaba ponerse de pie.      –Esto es de parte del Sr. George Kettenmann –dijo uno de los sujetos desenvainando una katana de plata–. Usted es una muy mala propaganda para Chile como destino turístico, el Sr. Kettenmann ha tolerado suficiente su existencia y no puede permitir que un hombre lobo ajeno a la Hermandad le arruine su proyecto de instalar un resort para licántropos en el sur. 

      –¿De qué hermandad está hablando?        –La Hermandad del Plenilunio, la organización más grande de licántropos del mundo.

      –¿Y por qué nunca se me invitó a unirme?       –Usted fue mordido por un miembro expulsado de la hermandad, y al ser un lobo beta engendrado por un alfa desafiliado no posee el derecho a incorporarse a la organización.  

     –¿Que hay del lobo alfa que me infectó?      –Fue eliminado poco después que lo mordiera, esa misma noche de hecho. Le estábamos siguiendo la pista hacía meses a ese desgraciado. Si usted no hubiese abandonado su habitación del hotel todo esto podría haberse evitado Dr. 

     Todo quedaba muy claro ahora. Landsburg no había podido encontrar más hombres lobos porque estos le rehuían. Él era como un leproso para ellos, el hijo bastardo que se negaban a reconocer.      –Nuestro jefe me ha pedido que le lleve su cabeza –dijo el sujeto de la katana–, así que si me permite… 

     Mucho se ha especulado sobre lo que experimenta la mente de alguien que está a punto de morir y no son pocos quienes postulan que la vida entera del individuo pasa ante sus ojos en un breve instante. En el caso del Dr. Landsburg, su mente se fijó en un recuerdo en particular: el último capítulo de Magnum P.I., tanto el “aparente”, como el verdadero.       Anticipándose a la presunta cancelación de la serie en la primavera de 1987, los productores de Magnum filmaron un dramático y surrealista final en el que el personaje interpretado por Tom Selleck era asesinado de un balazo para luego irse directo al cielo. Sin embargo el programa favorito del Dr. gozaría inesperadamente de una nueva temporada, obligando a los guionistas a convertir la muerte y ascensión al Reino Celestial de Magnum en un “sueño”. El verdadero final de la serie saldría al aire en mayo de 1988 en un capítulo de dos horas en el cual Thomas Magnum abandonaría el negocio detectivesco, se reuniría con su hija perdida y se reincorporaría a la armada. ¿Era este, al igual que en el caso de Magnum, sólo un final aparente? ¿Se extendería la temporada de caza para el licántropo hasta su verdadero retiro?  

     La hoja de la katana cercenó de un sólo y certero golpe la cabeza del Dr. Landsburg que rodó por el suelo con una expresión beatífica en el rostro, expresión que posteriormente sorprendería a George Kettenmann. © 1997-2003, Sergio Alejandro Amira A. 

El hombre lobo en la ciencia ficción

terror. No sé que diablos será y puede que sátira sea la forma más adecuada para definirlo. Sea como sea e independiente de la taxonomía debo mencionar que es el único cuento de mi producción (en su versión original al menos) que le ha agradado minimamente al riguroso y taciturno ex-pope de la ciencia ficción chilena, Luis Saavedra.      Licantropía contemporánea data del año 1997, y sufrió varias correcciones menores hasta su versión definitiva del 2004. Encuentro particular deleite en los cuentos que toman ideas cliché o tópicos gastados dándoles una vuelta de tuerca y eso fue lo que pretendí con Licantropía… La idea original surgió tras la lectura en un suplemento de viajes que detallaba las ofertas turísticas de Transilvania. De inmediato imaginé a un personaje chileno viajando a las tierras del Conde Drácula y siendo mordido por un hombre lobo. ¿Por qué no por un vampiro?, no sé, hubiera sido lo más lógico pero yo no tenía en mente escribir sobre vampiros sino sobre hombres lobo.  

     A la hora de diseñar al personaje pensé: ¿quién sería el tipo menos probable como para convertirse en un hombre lobo? La respuesta: un acaudalado cirujano plástico. El resto surgió sólo. Hasta ese momento la única obra de ficción que había leído sobre el tema de la licantropía era A la deriva entre los islotes de Lagerhans: Latitud 38º 54’N, longitud 77º 00’13 O, cuento de Harlan Ellison incluido en Los Premios Hugo 1973-1975 (según Asimov esta narración ganó el Hugo ya que cuando se imprimió el título no quedó espacio para el resto de los nominados). A la deriva… comienza con el siguiente párrafo: “Cierta mañana, al despertarse en su cama de algas después de tener sueños inquietos, Moby Dick se halló transformada en el capitán Ahab”. ¡Grande Ellison!, ¡que buena alegoría! Pero hasta ahí no más las alabanzas para el diminuto y temperamental escritor. Nada más de lo suyo que he leído me ha gustado, ni siquiera su mediocre antología Visiones Peligrosas, que salvo el cuento de Sturgeon no ofrece nada realmente “peligroso” e  incluye algunas narraciones bochornosamente malas.      Mi idea era escribir algo parecido a A la deriva… entonces, pero por suerte lo que salió fue muy distinto. Lo que más apreciaba del cuento de Ellison era la sutileza con que trata el tema del licántropo haciéndolo tan imperceptible que se transforma casi en un ruido de fondo, algo muy distinto a lo que ocurre en mi narración, donde el hombre lobo es una estridencia omnipresente que se hace sentir desde el título, que adopté del poeta surrealista Louis Aragón. Obsérvese sus versos: 

Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y unocerca de Paviacuando me apresaron en la campiña por donde [deambulaba víctima de los primeros efectos del [mallos campesinos no quisieron creerme cuando les [dije la verdad  

Rehusaron tomarme por lobo furioso a causa de mi piel humana y Santos Tomases eternos de la ciencia  

experimental. Cuando les confesé que mi piel lupina estaba 

[oculta entre pellejo y carne 

con sus puñales me hicieron tajos en los miembros   [y el cuerpo 

para verificar mis melancólicas afirmaciones      no me tocaron la cara 

     espantados por la atroz poesía de mis rasgos.       Luego de escribir Licantropía contemporánea, y mientras husmeaba entre los escasos títulos de ciencia ficción de la librería Catalonia, encontré El Hombre Lobo Insólito, y sin dudarlo dos veces desembolsé el oneroso precio que por él exigían. Este libro forma parte de una tríada sobre monstruos clásicos que completan Frankenstein Insólito y Drácula Insólito, de hecho posteriormente encontraría estos tres títulos en otra librería, ¡por el mismo precio que yo había comprado El Hombre Lobo Insólito!  

     Volví a encontrarme en esta recopilación con A la deriva…, el cuento de Harlan Ellison, quien además escribe el prólogo. Aunque no queda del todo claro me parece que Ellison no actuó como antologador en este caso, dicha función no está acreditada y sólo figuran como responsables los Editores Asociados: David Keller, Megan Miller y John Betancourt, que asumo habrán seleccionado los cuentos. De cualquier forma y como suele ocurrir en estos casos la calidad de las narraciones es muy dispar correspondiendo las más afortunadas no a los “grandes nombres” anunciados en la portada como Robert Silverberg o Philip José Farmer, sino a los menos conocidos (el cuento de Silverberg de hecho es malísimo).        El único relato de esta antología que trata el tema del hombre lobo en clave de ciencia ficción es Y la luna llena brillará de Brad Strickland. Están Ellison y Niven también, pero en el caso del primero la condición licantrópica del protagonista es un mero vehículo para justificar un viaje al interior del “alma” humana (literalmente), y en lo que al autor de Mundo Anillo respecta, su relato no involucra hombres lobos propiamente tales sino seres humanoides que evolucionaron del lobo en vez del mono.       El cuento de Strickland relata las desventuras del último hombre lobo sobre la faz de la Tierra, sometido a estudios psíquicos y biológicos por parte de un indolente científico. “Usted no posee derechos.”, señala el doctor a Kazak, el hombre lobo, “
La Constitución planetaria garantiza derechos a los humanos, y usted es un licántropo. Algo muy diferente. Tal vez un Homo sapiens ferox.” El doctor Iglace también nos revela que la licantropía no es una maldición sino una condición, genética por un lado, y contagiosa por el otro. La mordedura de un hombre lobo en su forma lupina, explica el doctor, conlleva una secreción de las glándulas salivares que altera el ADN de manera sutil pero crucial en las personas que poseen el gen licantrópico recesivo. Otras características de la licantropía explicadas de manera verosímil por Strickland son:

      La voracidad del hombre lobo. La transformación exige un gran gasto de energía y el licántropo debe comer por lo menos un tercio de su peso humano normal para hacer la transición de hombre a lobo y de lobo a hombre sin efectos secundarios nocivos. La biomasa perdida al cambiar de hombre a lobo va a para a la formación del pelaje y la reorganización del esqueleto y musculatura.        La plata como método para eliminar a un hombre lobo. La plata actúa como catalizador y debilita dos de las hormonas del licántropo. La plata en si misma no se ve afectada por la reacción pero la estimula, cortocircuitando la capacidad regenerativa del hombre lobo.  

     La Luna llena como agente catalizador de la metamorfosis. Esto se debe a una forma sutil de radiación provocada por la luz solar al incidir en la superficie lunar, activando un proceso que hace desprenderse determinadas partículas subatómicas del suelo de
la Luna. “Cuando
la Luna esta en cuarto creciente, incluso en tres cuartos, la radiación es demasiado débil para influirle. Sólo cuando la luna está enteramente plena la reacción llega a
la Tierra con la intensidad suficiente para generar la transformación.” La única solución para escapar al influjo de las radiaciones propuesta por el Dr. Iglace
45Zerosubatómicas del suelo de
la Luna. “Cuando
la Luna esta en cuarto creciente, incluso en tres cuartos, la radiación es demasiado débil para influirle. Sólo cuando la luna está enteramente plena la reacción llega a
la Tierra con la intensidad suficiente para generar la transformación.” La única solución para escapar al influjo de las radiaciones propuesta por el Dr. Iglace sería estar protegido por una capa de material de mil kilómetros de espesor o volar alrededor de la tierra una vez al mes en un avión rápido de modo que
la Tierra se interpusiera constantemente con la luna. Posible pero poco práctico.
      El otro relato de ciencia ficción referente a hombres lobo que he leído es Plenisol, de Brian Aldiss. Plenisol transcurre en un mundo dominado por gigantescas ciudades mecanizadas en las que el hombre se ha recluido amputándose finalmente del todo de la naturaleza. “…una ciudad estaba separada de otra ciudad por extensiones de vegetación que las aislaban mutuamente como un planeta está aislado de otro planeta. Muy pocos de los habitantes de las ciudades pensaban siquiera en el exterior; los que iban físicamente al exterior tenían algún elemento de anormalidad en ellos.” Estos sujetos eran los hombres lobos al que el protagonista, el oficial Balank junto a su robot, esperan dar caza adentrándose en el bosque.       Los hombres lobos del cuento eran y habían sido siempre enemigos del hombre, quienes lo llamaban El Hermano Oscuro. Las máquinas les daban caza de un modo implacable pero los hombres-lobo poseían poderes que no estaban al alcance de hombres o máquinas y que les permitían sobrevivir sin la ayuda de las ciudades. 

     En este cuento, además, las máquinas han conseguido avanzar ocho millones de años en su exploración del tiempo, interrumpido su avance por una desviación en los quanta del espectro electromagnético. Plataforma Uno; la máquina situada a muchos centenares de siglos adelante, que por primera vez había traspasado la barrera del tiempo y establecido contacto con todas las civilizaciones gobernadas por máquinas posteriores a su propia época, había decidido que las operaciones debían limitarse ahora al espacio de tiempo que había quedado abierto. Las imágenes transmitidas desde el lejano futuro mostraban desiertos de hielo sobre los que brillaba un pequeño sol azul, tan brillante como la luna llena. El sol había pasado por sus fases de blanca y enana avanzando hacia el período principal de su existencia en que se convertiría en una enana roja. “Entonces alcanzaría la madurez y arrojaría sobre su tercer planeta la luz de una perpetua luna llena.” Las ciudades aún existían, y las máquinas, objetos similares a los dinosaurios que vagaban por los yermo paisajes y ascendían al espacio, “construyendo allí monstruosos brazos unidos por membranas que se extendían lejos de la órbita de la Tierra para recoger energía y el envolver al pobre sol en una amplia red de fuerza magnética.” De los seres humanos de aquel distante futuro no había señal alguna.     En la escena final el robot confiesa a Balank, quien tenía sus sospechas sobre las motivaciones reales del androide, que los hombres lobo representan una amenaza para las máquinas mucho mayor que los humanos. Hombre y máquina se disponen a luchar mientras sin saberlo son observados por el hombre lobo al que pretendían dar caza. Para el hombre lobo el desenlace de aquella pequeña lucha carece de importancia ya que sabe que su raza ha ganado ya su guerra contra el género humano y que la verdadera batalla aún estaba por llegar, la batalla contra las máquinas. “Pero aquel momento llegaría. Y entonces derrotarían a las máquinas. En los largos días en que el sol brillaría siempre sobre la bendita Tierra como una luna llena… en aquellos días, su raza vería terminada su espera y entraría en su propio reino salvaje.”       Por supuesto que un artículo titulado “El hombre lobo en la CF” no puede obviar la novela Darker Than You Think (1940) de Jack Williamson, en la que los “shape-shifters” pueden adoptar no sólo formas lobunas sino también las de anacondas y tigres dientes de sable, además de poseer la facultad de hacerse invisibles. Williamson ofrece una explicación pseudocientífica del fenómeno licantrópico que es poco convincente pero imaginativa y sus hombres lobos no existen como meros depredadores de la humanidad sino como los destinados a regir el mundo. Williamson retoma el tema de los hombres lobo en su novela de 1994 Demon Moon, en la cual licántropos, unicornios y wyverns son todos alienígenas inteligentes. Otras obras que tratan el tema y que están en las antípodas la una de la otra son WerewolveSS (1990) de Jerry y Sharon Ahern y The Runton Werewolf (1994) de Ritchie Perry. WerewolveSS trata sobre hombres lobo creados mediante ingeniería genética por Hitler para ser utilizados como su más letal cuerpo de guerreros (de ahí la doble “S” de werewolf, ¡que originales estos Ahern!) mientras que The Runton Werewolf es un libro infantil en el cual los vampiros y hombres lobo son los inofensivos descendientes de una pareja de alienígenas atrapados en
la Tierra.
 

     No puedo terminar este artículo sin referirme a la injustamente olvidada serie de dibujos animados La Conspiración Roswell (1999). Yo solía verla a eso de la medianoche en el verano del 2000 y si mal no recuerdo la transmitían en el Cartoon Network antes de Men in Black. La calidad de la animación de Roswell no era tan buena como la de MIB, pero como ciencia ficción era muy superior a esta disparatada serie basada en la no menos disparatada película basada a su vez en un cómic del cual no tengo ningún conocimiento pero del cual cabe la posibilidad que sea también un disparate (esta clase de trasvasijes nunca me ha convencido del todo).         La Conspiración Roswell iba sobre un grupo de agentes que descubre la existencia en
la Tierra de distintas razas alienígenas que usan a los humanos con fines alimenticios, deportivos e incluso para fines aún más siniestros. Para combatir a los extraterrestres se forma una entidad multi-nacional oculta bajo tierra llamada
la Alianza Global, compuesta por científicos, militares, policías y agencias de inteligencia cuya base de operaciones es un bunker en la pequeña localidad de Roswell. La existencia de distintos monstruos y criaturas míticas como vampiros, zombies, yetis, minotauros y cíclopes en esta serie es justificada a través de la invasión alienígena (una de las más memorable relecturas fue la del último hijo de Kryptón, que es presentado como un solitario alienígena superpoderoso impulsado a obrar el bien que finalmente sufre el rechazo de sus protegidos al descubrirse su verdadera y repugnante forma).
 

     Los licántropos de La Conspiración Roswell son seres bípedos de dos metros de altura, copioso pelaje, garras, y protuberantes espinas dorsales. Viven diez años, son violentos, carnívoros y pueden adoptar forma humana (la avanzada tecnología de los licántropos les permitió esclavizar a los sasquatchs y yetis, con una descarga EMP que revirtió la polaridad magnética de su planeta).      Y llegamos al final del presente texto, espero que haya servido como ejemplo de la forma en que la ciencia ficción puede absorber y regurgitar hasta los temas más vetustos y desgastados.  © 2004, Sergio Alejandro Amira. 

Firefly: la marca del fénix

Hace unos meses leí un reportaje refiriéndose al último proyecto del creador de Buffy como una suerte de spin off no autorizado de La Guerra de las Galaxias, en otras palabras una visión distinta de lo que pudo ser una suerte de aventuras de Han Solo. Si bien el artículo en cuestión estaba repleto de errores (incluyendo el contrato nunca existente de una segunda temporada), la idea básica no dejaba de tener cierto grado de verdad con una sola gran diferencia que el encargado de dicha nota obviamente no consideró: que la pequeña nueva obra de Joss Whedon goza de una maravillosamente inusual consistencia científica.       Para quienes no lo conocen, Joss Whedon es el creador de la serie Buffy The Vampire Slayer, co creador de Ángel y actualmente guionista de Astonishing X-Men. Mas la primera sorpresa de todo esto es que Firefly es su primer proyecto personal que no tiene ninguna relación con la serie que lo ha llevado al éxito y motivo el cual renunció a dirigir la adaptación de la historieta de Marvel Comics: Iron-Man.        Al igual que lo hizo en su momento Straczynski con B5, Whedon dio vida a un universo carente de algunos elementos que hizo famosa a la clásica spaceopera (como los robots), pero a la vez poseedor de una lógica científica.  

     Dado que Firefly se sitúa en los límites de la colonización espacial (no digo decadencia por falta de información para respaldarlo), la serie es considerada como un western futurista, algo así como ese casi desconocido dibujo animado Bravestarr con algunos mínimos elementos de Galaxy Rangers.       En este caso la idea básica es: en un futuro no muy lejano, ante el agotamiento de los principales recursos energéticos, se impulsa el desarrollo de la colonización espacial para encontrar otras fuentes; este proceso al cabo de unos años le brinda tantos beneficios a los planetas más centralizados que estos se quedan con gran parte del desarrollo tecnológico dejando a los mundos fronterizos en algo parecido a los pueblos del viejo oeste. Una guerra civil para cambiar esto sacude a la galaxia y como era de esperarse, los mundos centrales (cuyo organismo principal es conocido como la Alianza) la ganan conservando el control de las colonias que obtienen los elementos que los enriquecen y a la vez empobreciendo a la frontera en donde surge una peligrosísima raza de infrahumanos denominados Reavers, quienes torturan y masacran todo lo que se les ponga en el camino.        Con la Alianza pisándole los talones y fastidiando cada posible error, el Capitán Malcolm Reynolds, unÊ ex-sargento que luchó por la independencia de los mundos fronterizos, al mando de
la Serenity, una nave clase Firefly, recorre algunas lejanas colonias en busca de trabajo que les permita sobrevivir junto a quienes lo acompañan, un grupo de gente conformados de la más diversa clase que van desde una muy respetable prostituta hasta un doctor cuya hermana fue sometida a experimentos por agentes especiales de
la Alianza.
      Son trece episodios entre los que incluye el piloto extraoficial de 90 minutos, los que conforman esta serie, pero cada uno brilla por las mismas razones por las que Whedon se consagró con Buffy: un sorprendente manejo de los recursos. Todo esta hecho con un nivel de perfeccionismo único desde los efectos especiales hasta los más mínimos detalles sociológicos de la historia, entre ellos el hecho que los mismos actores hablen como segundo idioma el chino, lengua que en la actualidad está tomando tanta relevancia como el inglés.  

     Encabezando el reparto esta Nathan Fillon, un actor no muy conocido que había ganado cierta fama con la serie cómica Two Guys and a Girl, quien encarna al ya mencionado Malcolm Reynols o Mal como le gusta que lo llamen en su doble significación con respecto al español, pese a esto se trata de un individuo de sólidos principios, de carácter duro bordeando lo agresivo, conoce mejor que nadie de la tripulación los lugares que recorren lo que hace presentir que guarda un oscuro secreto, especialmente sobre los Reavers.       Su principal apoyo es Zoe, con quien combatió en la guerra, la comandante y esposa del piloto de la Serenity, una mujer de armas de tomar con quien tiene una comunicación casi “telepática”. Contrariamente a él, Wash, el marido de Zoe no se conforma con ser un buen piloto sino también es el punto de equilibrio ante la agresividad y pesimismo de Mal.      A estos tres se suman la ingeniero, Kaylee, una joven con cierto grado de inocencia; Jayne un desquiciado mercenario sin moral y buen humor, Book un misterioso pastor; Inara, una prostituta que ayuda controlar el temperamento de Mal; y no menos importante Simon, un doctor proveniente de una prestigiosa familia de clase alta quien trabaja en la nave a cambio de protección para él y su hermana River, cuyo extraño comportamiento les ha de causar más de un serio problema.  

     Esta fauna de personajes interactúa en el universo mencionado donde Whedon no pierde la oportunidad de ir explorando profundamente a cada uno permitiendo al mismo tiempo una armónica evolución, sorprendiendo también la incorporación de algunos personajes y elementos secundarios.       A esto se suman los ya mencionados efectos especiales, quizás los mejores vistos desde el fin de Star Trek Voyager, en donde los sets de tamaño real se combinan con un muy bien logrado CGI, ofreciendo algunas de las más  impresionantes escenas jamás vistas en televisión en donde interactúan naves espaciales con el mundo real a escala verdadera. Ya en el primer episodio se ve como la Serenity se coloca tras Mal y Zoe en un acantilado manteniendo las proporciones exactas con el diseño de la nave.       Más lejos aún, Whedon no se aventura usar la clásica pistola de rayos láser, reemplazándola por la de balas, no sin que episodios posteriores haga presente la existencia de estas, tratando de mantener cierta consistencia científica, a lo que se debe sumar el respeto a la teoría de la inexistencia de sonido en el espacio y el desarrollo de nuevo armamento espacial más acorde con una tecnología limitada por las circunstancias mencionadas en párrafos anteriores.       Joss Whedon no sólo crea su propio universo del futuro sino lo hace brillar a través de una consistencia científica y un puñados de personajes que nada tienen que envidiar a clásicos como Star Trek, más aún, no cae en la tentación del uso forzado de la sensualidad y la acción, todo está dado en dosis justas y acorde con la lógica del guión.  

     Dado el gran éxito de ventas de la colección de DVDs que compilan los 13 episodios, Universal compró los derechos y autorizó la filmación de una película de presupuesto tentativo de 50 millones de dólares con fecha de estreno septiembre del 2005, bajo la dirección del mismísimo Whedon. Ya los primeros informes de este proyecto apuntan a un guión que no dejará insatisfechos a los seguidores de la serie ni mucho menos del trabajo de Whedon, cuya reputación incluso le permitió hace poco firmar contrato para adaptar la heroína de DC Comics, Wonder Woman.  © 2004, Juan Carlos Sánchez. Sobre el autor: Periodista nacido un día trece de 1977. Escribe desde los 7 años. Ha escrito un puñado de novelas, más de 100 poemas y algunos cuentos entre ellos Trilogía de los malditos cuya primera parte: De las Cenizas de Sigalión participó en el segundo concurso de narrativa de su universidad. Si bien se he mantenido en el género de anticipación centrándose en personajes de complejos problemas psicológicos, ocasionalmente he escrito algunos dramas, algo de horror y recientemente alguna que otra cosa romántica. Sus mayores influencias son Frank Herbert, J Michael Strazynsky y Bruce Springsteen. 

El traidor en el árbol

Mi familia es una familia católica chilena tradicional. Desde pequeño cumplí con los ritos obligatorios de comunión, visitas a la iglesia y películas sacras en semana santa como todo buen niño de esta patria. Pero debo confesar que siempre guardé, como un pecadillo secreto, un atado de dudas sobre las historias sagradas: Desde preguntas profundas y teológicas del orden ¿Cómo es que Cristo nos salva muriendo? Hasta anecdóticas del tipo ¿Cómo es que sabemos lo que conversó Cristo con su padre en Gethsemaní?, estaba solo y la detención fue inmediatamente posterior.

Pero como una herida sin sanar en el costado de mi culposa mente, la duda que más me inquietaba era por qué Judas se había suicidado. Continue reading «El traidor en el árbol»

Formas alternativas de hacer la guerra

Armas Biológicas Si tuviera que dar una opinión acerca del ántrax, diría que pertenece al selecto grupo de enfermedades que han saltado a la fama de la noche a la mañana. Y es que, a raíz de los atentados ocurridos el 11 de Septiembre del 2001, no existe persona a nuestro alrededor que ignore su existencia. Y a pesar de que en su momento íbamos contando como si fueran “estampitas” los casos de ántrax ocurridos en Estados Unidos, pocas personas tienen, si no un pleno conocimiento del tema, al menos una clara comprensión de la realidad de ésta y otras enfermedades que se barajan como candidatas para ser utilizadas como armas biológicas. Muchas veces miramos la TV y en algunas ocasiones observamos unos sujetos enfundados en trajes plásticos de colores vivos, como de astronautas, y nos quedamos con esa imagen, elaborando castillos fantasiosos de hipótesis. Sin embargo, es justo decir que, si bien los medios de comunicación han querido brindar información precisa sobre el tema, también han contribuyeron en parte a esa ola de terror que dominó al mundo. En su loca carrera por “informar” fueron haciendo exactamente lo contrario, mal informar a la población. De ahí surge este artículo, con el fin de otorgar un panorama más verídico sobre el tema, apegándonos a hechos científicos y no sensacionalistas, dentro de un lenguaje no técnico, pero comprensible. Hablaremos primeramente del ántrax, por ser el más conocido. Posteriormente se tratarán otras enfermedades como la viruela, la plaga o las fiebres hemorrágicas, quienes también se han presentado como opciones de armas biológicas. No dejaremos de lado un vistazo rápido a las armas químicas, solo para diferenciarlas de las anteriores. 

 Un tema de moda que no tiene nada de novedoso        Primeramente, una definición sencilla de los que es un arma biológica es que se trata de todo aquel microorganismo o biotoxina utilizada para mermar las fuerzas enemigas o sus poblaciones civiles. Apegándonos a esto, veremos que el tema de las armas biológicas no es enteramente nuevo. Para comenzar, uno de los primeros usos de estas armas se remonta al año de 1346, cuando los Tartaros catapultaban los cuerpos de sus hombres que habían muerto de plaga, sobre las ciudades de Kaffa (ahora Feodosia, Ukrania). Por otro lado, ropa contaminada con el virus de la viruela fue distribuida deliberadamente entre los nativos americanos por los conquistadores europeos, ocasionando epidemias devastadoras en el norte y sur de América.
La Segunda Guerra Mundial provocó que países como Japón, Alemania, Estados Unidos y otros comenzaran sus investigaciones en este campo. Así, EU logró almacenar unas 5,000 bombas con ántrax, arsenal que fue destruido en 1973 por orden de Richard Nixon. Para 1975,
la Convención de Armas Biológicas prohibió el uso de tal armamento por parte de los países que firmaron el acuerdo. Sin embargo, las investigaciones continuaron en diversas parte del mundo, como lo demostró la evidencia presentada por Boris Yeltsin en 1992 sobre una epidemia de ántrax en 1979 en Sverdlovsk (ahora Ekaterinbug), Rusia, como parte de una liberación intencionada de esporas por parte de un laboratorio microbiológico militar. Actualmente su programa ha sido detenido, pero los investigadores del ramo podrían estar brindando su experiencia en otras naciones. Por último, las inspecciones en Irak han arrojado el dato que también ellos han comenzado sus investigaciones en el campo de las armas biológicas y químicas. 

Conociendo al ántrax       La bacteria del ántrax (Bacillus anthracis) fue el primer microorganismo en la historia en ser identificado como agente causante de enfermedades. Para 18950 se había observado en la sangre de ovejas muertas de ántrax y en 1877 fue aislada por primera vez por Robert Koch. Posteriormente, en 1881, Louis Pasteur ideó una vacuna con la cual realizó el histórico experimento de inmunizar 24 ovejas, 1 cabra y 6 vacas, haciéndolas resistentes al ántrax. Esta bacteria tiene forma de bacilo (o bastoncillo) y ante condiciones desfavorables, tiene la capacidad de formar esporas muy resistentes. El ántrax se considera como una zoonosis, es decir, una enfermedad que ataca primariamente a los animales, siendo la infección humana mero accidente. De esta manera, en forma natural el hombre adquiere la infección al tener contacto con animales, siendo la infección humana mero accidente. De esta manera, en forma natural el hombre adquiere la infección al tener contacto con animales infectados o sus productos (pieles, pelos, heces, etc.).  

     Las manifestaciones clínicas del ántrax son diversas. Comenzaremos con el ántrax cutáneo, el más frecuente (95% de los casos). Esta forma se produce al inocularse las esporas en la piel a través de un rasguño o una lesión que altere la estructura de la piel. Dentro de ésta última, las esporas se desarrollan por 2 a 5 días para después producir vesículas. Luego, las vesículas se rompen y reemplazan por una escara negra. El crecimiento de los ganglios linfáticos durante la enfermedad produce dolor intenso. El peligro de esta forma de ántrax es que la infección puede pasar de la piel al tórax, impedir la respiración o invadir el cerebro causando meningitis por ántrax. Rara vez existe contagio de persona a persona en el ántrax cutáneo.       Otra forma de ántrax es el pulmonar (o ántrax por inhalación) que se presenta casi siempre en los trabajadores que manipulan piel o pelo de animales. El período de incubación (período de tiempo que tarda en aparecer la enfermedad desde que la bacteria entra al cuerpo) es de 2 a 60 días. En esta enfermedad hay un progreso a la invasión de los pulmones produciendo dolor en el tórax, dificultad para respirar, acumulo de líquido en pulmones, producción de secreciones mucosas amarillentas y viscosas, así como fiebre. No es raro que cause meningitis y hemorragia cerebral. La muerte se presenta en 3 de cada 4 personas enfermas con ántrax pulmonar. Por fortuna, no hay transmisión de persona a persona.  

     Por último está el ántrax digestivo, el cual se presenta al ingerir carne poco cocida de animal infectado. Su período de incubación es de 1 a 7 días. En esta infectado. Su período de incubación es de 1 a 7 días. En esta forma se presenta dolor abdominal, fiebre, vómitos, diarrea muy líquida con sangre. La pérdida de líquidos conduce al choque hipovolémico.  El ántrax, ¿es realmente como lo pintan? 

     Se ha señalado en varios documentos serios que el ántrax y el virus de la viruela son los mejores candidatos para ser armas biológicas. Ambos patógenos pueden permanecer estables en aerosol en forma de partículas de 5 micras o menos. Ese tamaño es suficientemente pequeño para alcanzar los alvéolos de los pulmones y garantizar una mayor probabilidad de daño. En el caso del ántrax, la dosis infecciosa es mínima, del orden de 50,000 esporas solamente. Sin embargo, hay varias cosas por aclarar en cuanto al ántrax. Primeramente, aunque se ha querido difundir la idea de que el ántrax es una enfermedad rara, lo cierto es que es todo lo contrario. De hecho, en Estados Unidos es endémica (es decir, existen casos en forma habitual todos los años) en el ganado de los estados de Louisiana, Texas, Dakota del Sur, Nebrazka y California. Ello no ofrece mayor problema, pues lo animales que sobreviven al ántrax adquirido de forma natural, resisten bien las infecciones subsecuentes.       Por otro lado, aunque se quiera dar un aire de terror alrededor del ántrax, realmente no puede ser considerada como un arma biológica ideal. Para empezar, la exposición al ántrax tiene un peligro muy bajo. Para ponerlo en forma práctica, podemos tener en nuestras manos una carta con esporas de dicha bacteria y el riesgo de adquirir la enfermedad es relativamente bajo. Lo anterior se debe a que las esporas no son volátiles, es decir, no pueden adquirir la forma de aerosol espontáneamente. Otro punto importante es que solo la forma cutánea ha demostrado una transmisión de persona a persona, como se ha mencionado, pero solo en raras ocasiones. Y aunque la forma cutánea es la más frecuente, ello solo es cierto a la enfermedad sucedida en forma natural, no como consecuencia de un ataque bioterrorista. Prácticamente uno podría tocar el polvo de esporas de ántrax, y si no existen lesiones en la piel, jamás nos infectaríamos con esta bacteria. En cuanto a la mortalidad elevada en el caso del ántrax pulmonar, ésta solo ocurre en la forma natural, ya que la evolución de la enfermedad es muy rápida e impiden un diagnóstico y un tratamiento oportuno. También se debe a que la enfermedad es relativamente rara, lo que puede hacer pensar a los médicos en muchas otras enfermedades pulmonares antes de sospechar en ántrax pulmonar. Sin embargo, si la comunidad médica sabe que se está utilizando ántrax con fines bioterroristas, inmediatamente el ántrax pulmonar pasa a ser una de las principales sospechas diagnósticas ante cualquier enfermedad pulmonar. Así se logra un tratamiento más rápido y se reduce la mortalidad. Esto ocurrió en Estados Unidos, donde al saber de los primeros casos de ántrax pulmonar, inmediatamente se dieron alarmas a todos los organismos médicos y hospitales del país para descartar ántrax pulmonar en los casos sospechosos. 

     Por su parte, el ántrax digestivo es muy difícil de producir en un ataque bioterrorista, pues requiere contaminar los alimentos con grandes cantidades de esporas, lo que no resulta muy costeable. Además esta el problema de evitar una cocción adecuada de los alimentos que hayan sido contaminados.  Agentes que podrían utilizarse en el terrorismo químico y biológico 

Agentes químicos Agentes nerviosos: Tabun, Sarín, Soman, GF, VX. 

Agentes sanguíneos: Cianuro de hidrógeno, cloruro de cianuro. Agentes cutáneos (causantes de ampollas): Lewisite, mostazas de nitrógeno y sulfuro, fosgeno. 

Agentes pulmonares: Fosgeno, cloro, cloruro de vinil. Agentes biológicos  

Viruela mayor (Smallpox) Ántrax (Bacillus anthracis) 

Plaga (Yersinia pestis) Botulismo (toxina de Clostridium botulinum) 

Tularemia (Francisella tularensis) Fiebres hemorrágicas de Ébola y de Marburg (Filovirus) 

Fiebres de Lassa y Fiebre hemorrágica argentina (Arenavirus)   Viruela, supuestamente erradicada del mundo…      Ya desde tiempos inmemorables han quedado registros de epidemias devastadoras que han corrido por cuenta de la viruela. La severidad de las mismas era tal que las personas no reconocían como parientes suyos a aquellos familiares enfermos, hasta que la enfermedad hubiera pasado o el pariente hubiera muerto. No obstante, la falta de un reservorio animal y lo eficaz que fue la vacunación produjo que la OMS declarara erradicada la viruela a nivel mundial, en el año de 1980. En la actualidad, la vacuna no se aplica a la población, por lo que esta es teóricamente susceptible al virus de la viruela si reapareciera. Pero ¿cómo podría reaparecer un virus considerado como erradicado del planeta? Una vía es que algún virus de la misma familia que el de la viruela, pero que infectara a animales sufriera una mutación y adquiriera la capacidad para infectar al hombre. La otra vía sería que escapara de alguno de los dos lugares donde aún hay virus de la viruela, aunque sólo conservados como muestras. Estos lugares son el Center for Diseases Control and Prevention, en Atlanta, Georgia, y en el Research Institute for Viral Preparations, en Moscú. Independientemente de los eventos sucedidos en los últimos años, se ha venido especulando que muy posiblemente algunos países de Medio Oriente hayan podido obtener muestras de la reserva rusa, para fines militares.       La principal forma clínica de la viruela es la llamada viruela major, la cual cursa con máculas (manchas en la piel), pápulas (elevaciones pequeñas de la piel) y vesículas, además de fiebre, malestar general y dolor de cabeza. Las lesiones invaden todo el cuerpo. Uno de cada 4 pacientes con esta enfermedad moría. Otras formas de viruela eran la viruela hemorrágica (en donde las lesiones en la piel se acompañaban de hemorragias), la viruela confluente (donde las lesiones en la piel se unían unas con otras para formar lesiones más grandes) y la viruela minor (parecida a la viruela major, pero más leve).      La única forma de prevenir la viruela es mediante la vacunación. Desafortunadamente no hay suficientes vacunas contra la viruela en la actualidad, como para proteger a toda la población.  


La Peste, la gran muerte negra de
la Edad Media
      La peste es probablemente la enfermedad más devastadora conocida por el mundo. La peste, plaga o muerte negra ha sido la causante de grandes epidemias en la antigüedad, principalmente durante la Edad Media, donde cobró millones de vidas. La peste es causada por la bacteria Y. pestis, la cual infecta las ratas, siendo la picadura de pulgas el mecanismo por el cual la bacteria se transmite de un roedor a otro. Ocasionalmente, la pulga puede picar al hombre, pasándole la infección. En el sitio de la picadura puede aparecer una pústula (una vesícula llena de pus) o más frecuentemente no aparecer nada. Poco después, al irse diseminando la bacteria, aparecen nódulos (masas redondeadas por debajo de la piel) inflamados y dolorosos en los ganglios de la ingle, los llamados bubones. Esta es la llamada peste bubónica, en la cual la bacteria invade el bazo, el hígado, los pulmones y las picadura puede aparecer una pústula (una vesícula llena de pus) o más frecuentemente no aparecer nada. Poco después, al irse diseminando la bacteria, aparecen nódulos (masas redondeadas por debajo de la piel) inflamados y dolorosos en los ganglios de la ingle, los llamados bubones. Esta es la llamada peste bubónica, en la cual la bacteria invade el bazo, el hígado, los pulmones y las meninges, provocando hemorragias en todos ellos, a la vez que en otras partes del cuerpo se coagula la sangre dentro de los mismos vasos sanguíneos. Si los microorganismos llegan a los pulmones se produce la peste neumónica, la cual es altamente contagiosa. Después de aparecer los bubones, la muerte ocurre en los próximos 5 días. Si hay peste neumónica, la muerte ocurre en los siguientes 3 días.

  Botulismo, el poder de una toxina        El botulismo aparece tras el consumo de la toxina botulínica producida por la bacteria Clostridium botulinum. Esta toxina puede contaminar varios tipos de alimentos, como son las salchichas, la carne poco cocida, las verduras y las frutas mal cocidas enlatadas (caseras), los condimentos y los productos derivados del pescado. La toxina botulínica es una de las más potentes hasta ahora conocidas y puede causar la enfermedad en 18 a 36 horas después de haber sido ingerida. El botulismo se caracteriza por debilidad, mareo, estreñimiento, sequedad de boca y ausencia de fiebre. También hay visión borrosa, dificultad para deglutir y hablar, pérdida de la fuerza muscular de la cabeza a los pies y paro respiratorio. La mortalidad es elevada. 

Fiebres Hemorrágicas de Ébola y Marburg       El brote por el virus Ébola ocurrió en Etiopia en los años 1961-62. Posteriormente, en 1967 ocurrieron los brotes por el virus Marburg en varios laboratorios de Marburg, Frankfurt y Belgrado. Desde entonces ha habido unos 7 brotes por el virus Ébola en varios países de África, además de algunos casos aislados por el virus Marburg.  

     El virus Ébola se transmite de persona a persona a través del contacto personal estrecho, o por contacto con la sangre de los enfermos o de los cadáveres. El período de incubación es de 2 a 21 días, tras lo cual se presenta fiebre, vómito, dolor abdominal, dolor de cabeza y diarrea. Posteriormente hay enrojecimiento de las conjuntivas, dolor de garganta al comer, hemorragias nasales, bucales, gastrointestinales y genitales (en mujeres). Puede acompañarse por maculas en la piel. Cinco a nueve de cada diez personas infectadas por Ébola mueren.  Agentes Químicos 

     De acuerdo con la inteligencia militar y varias agencias gubernamentales  de EUA, al menos 10 países tienen la capacidad de producir y diseminar armas químicas y biológicas. El primer agente nervioso fue desarrollado en los 30’s, en Alemania, y fue el gas Tabun. Continuó el gas Sarín seguido del gas Soman a finales de los 30’s y principios de los 40’s. El agente V se desarrollo en los 50’s. La versión VX es la más potente de todas pues es más estable, menos volátil y menos soluble en agua, lo que permite su persistencia en el ambiente varias semanas después de su liberación.       Los agentes nerviosos afectan la transmisión de los impulsos nerviosos, algo similar a como sucede con las sustancias organofosforadas (utilizados como insecticidas). Dependiendo del grado de exposición, los síntomas aparecen a los pocos minutos o hasta 18 horas después. Hay agitación, confusión, delirio, alucinaciones, epilepsia y coma. 

Los agentes cutáneos son conocidos por causar quemaduras y ampollas en los afectados. Sus efectos son devastadores a nivel de piel, mucosas y aparato respiratorio. Estas sustancias carecen de olor y color. El mecanismo de acción es uniéndose a moléculas como los ácidos nucleicos, afectando los procesos biológicos como la división celular y la síntesis del ADN. Los primeros de olor y color. El mecanismo de acción es uniéndose a moléculas como los ácidos nucleicos, afectando los procesos biológicos como la división celular y la síntesis del ADN. Los primeros síntomas aparecen entre 2 y 24 horas después del contacto con el agente. Hay irritación de ojos, lagrimación, tos y sensación de quemazón. Posteriormente hay inflamación en piel, aparición de ampollas y descamación. La muerte es producida por la lesión al aparato respiratorio.      Los agentes sanguíneos como el cianuro de hidrógeno son efectivos solo en espacios confinados, ya que es muy volátil. La forma de actuar de estos químicos son inhibiendo la utilización de oxígeno por la célula, por lo que se detiene toda actividad celular. La exposición a altas concentraciones produce la muerte instantánea. Bajas concentraciones producen aumento en la frecuencia cardiaca, dolor de cabeza, epilepsia y coma antes de la muerte.  

Producción de armas de Irak *      8,000 litros de solución de ántrax. 

     20,000 litros de toxina botulínica.      340 litros de Clostridium perfringens. 

     10 litros de ricina.      * = Estas cifras son la producción que alguna vez tuvo Irak en el pasado, aunque actualmente no se han encontrado tales reservas. 

Arma Biológica Ideal       Hemos analizado algunas enfermedades que podrían servir como armas biológicas. No obstante, podemos especular como podría ser un arma biológica ideal, en base a los 6 puntos siguientes: 

     1.- Debe ser capaz de transmitirse fácilmente de persona a persona. Un ejemplo de esta característica es la viruela o el Ébola, dos infecciones muy contagiosas. El ántrax aquí pierde toda posibilidad de éxito, pues su contagiosidad es baja.      2.- El período de incubación no debe ser muy corto. Ya dijimos que el período de incubación es el tiempo que pasa entre la adquisición del microorganismo y las primeras manifestaciones de la enfermedad. Aunque una enfermedad con un período extremadamente corto (de incluso horas) es buen argumento para las películas, en el mundo real no es muy eficaz. Un período tan corto limitaría la epidemia rápidamente, ya que los pacientes no tendrían oportunidad de viajar y diseminar la infección a otros sitios. Morirían prácticamente en el mismo lugar donde adquirieron la infección. De ahí el éxito con el síndrome respiratorio agudo grave o SARS, presentada a partir de febrero del 2003 en el sureste asiático. Con un período de incubación de 2 a 7 días permite a los infectados viajar a cualquier lugar del mundo sin saber que son portadores del agente infeccioso y que pueden iniciar nuevos brotes en lugares distantes.  

     3.- Morbilidad y mortalidad elevadas. Por morbilidad entendemos la capacidad para producir enfermedad. Tomemos el ejemplo de un virus llamado de Epstein-Barr para el cual se ha investigado que casi todo el mundo podría haber tenido una infección por el mismo. Solo que la mayoría de las veces (para fortuna nuestra), la infección es asintomática, es decir, jamás nos damos cuenta por que nunca sentimos nada raro. Entonces de nada sirve que tengamos un microorganismo que sea capaz de transmitirse fácilmente o que sea altamente contagioso, si solo producirá enfermedad en algunos cuantos sujetos. Técnicamente sería un desperdicio, ¿no? Algo similar ocurre con la mortalidad.      4.- Fácil de obtener y transportar. En películas y libros podemos ver que algunos microorganismos hipotéticos son creados en laboratorios de alta tecnología, transportados en recipientes llamativos y cosas así. En realidad, una buena arma biológica deberá ser obtenida en gran escala, pero a bajo costo. De ahí que sean una forma alternativa de hacer la guerra. Si queremos gastar mucho dinero, mejor hagamos armas químicas o nucleares. Además, para poder diseminar el arma biológica y hacer mella en el enemigo precisamente debe pasar inadvertida, no enlatada en envases lujosos y futuristas. Se ha planteado que grupos terroristas podrían infectar a algunos de sus miembros y enviarlos a los países blanco, para ahí iniciar las epidemias. 

     5.- Que produzcan enfermedades de difícil tratamiento para el enemigo, pero no para el atacante. El ántrax que se encuentra en el medio natural es destruido fácilmente con la bien conocida penicilina. Sin embrago, su manipulación genética por algunos laboratorios ha derivado en cepas resistentes a múltiples medicamentos. Por lo tanto, eliminar la enfermedad es sumamente difícil en estos casos. Ahora tomemos el ejemplo de la viruela. Si algún grupo contara con la vacuna contra la misma, podría liberar el virus tranquilamente sabiendo que sus miembros vacunados sobrevivirían fácilmente. El meollo es atacar al enemigo, pero resistir al microorganismo ya que no podemos tener completo control sobre a donde se disemine geográficamente.       6.- Que sea capaz de autoperpetuarse. La toxina botulínica es una de las toxinas más efectivas que existen, aunque usarla confiere un problema. Los sujetos a los que se le administre serán los únicos afectados. Como se trata de una toxina, no puede reproducirse y solo afecta a aquella persona a la que le fue administrada (y eso si la dosis fue lo suficientemente elevada como para poder hacerle algo). Cosa contraría ocurre si hablamos de un virus o una bacteria, los cuales se reproducen y en un momento dado pueden pasar a otros sujetos. 

     Ahora bien, aunque el ántrax no es un arma biológica muy eficiente de acuerdo a estos puntos señalados, si cumple su cometido en el bioterrorismo. No ha causado muchos decesos, ni los causará, aunque si ha infundido miedo en EUA y alrededor del mundo. Luego, ha sido exitosa como elemento bioterrorista, nada más. © 2004, José Fco. Camacho A. 

Lecturas recomendadas:        Noeller TP. Biological and chemical terrorism: Recognition and management. Cleve Clin J Med, 2001; 12: 1001-16.       Bush LM, Abrams BH, Beall A, Johnson CC. Index case of fatal inhalational anthrax due to bioterrorism in the
United States
.
N Engl J Med, 2001; 345: 1607-10.

      Gordon SM. The threat of bioterrorism: A reason to learn more about anthrax and smallpox. Cleve Clin J Med 1999; 66: 592-600.      LaForce FM. Anthrax. Clin Infect Dis, 1994; 19: 1009-14. 

     Martínez CPA, Colonias VA. La amenaza bioterrorista: Un enfoque global para los médicos asistenciales desde las perspectivas española y europea. Rev Invest Clin, 2002; 54: 7-11.  Sobre el autor: José Fco. Camacho A. nació en 1979 en la ciudad de Querétaro, México. Actualmente es médico general en vías de iniciar la especialidad de cirugía general. Como pasatiempo escribe ensayos de divulgación, cuentos de ciencia ficción y relatos cortos, así como un Manual de Microbiología y Parasitología Médica. 

¿Ciencia Apática?

De alguna manera, la verdad, la ciencia y  la compasión, deben ir ligadas en cada tópico  

que se devela al entendimiento del hombre.  “El conocimiento envanece, pero el amor  

edifica   (1 Co. 8:1b) 

A manera de presentación, no soy científica, sino una ávida lectora de género de la ciencia, y de igual modo, de la literatura de fantasía y ficción que se derivan de los tópicos tanto especulativos como ya evidenciales de la misma. Llegué por un mero accidente a conocer de este espacio de expresión, y me he interesado en cada uno de los números que han salido a la luz gracias a la colaboración de los que como yo, comparten el gusto por las disciplinas científicas, y los pasatiempos que surgen de ellas.       Sin embargo, como parte de una sociedad que se dice “en pleno avance del conocimiento tecnológico, científico, económico, social y político” ( ah, por cierto, soy mexicana), aún veo con tristeza que el grupo en el que me he autocatalogado partícipe, es una minoría con respecto al porcentaje de seres humanos pensantes que este maravilloso país tiene. Y es una lástima. Soy una de los convencidos de que no dos, sino un montón de cabezas piensan mejor que una. Es por eso que me embarga una especie de rabia-tristeza-impotencia al comprobar que la divulgación del conocimiento científico tal y como debe establecerse en los medios de enseñanza, de comunicación, e incluso entretenimiento, aún no ha llegado a superar su etapa de “pañales”. 

     A pesar de todo, y con ánimo –aunque ya pasé la etapa de la adolescencia-juventud en la que consideraba que podría llegar a cambiar el mundo, algún día– de afectar la cultura un tanto apática de las mayorías de este país, sigo aportando granitos de arena (algunos definitivamente enterrados entre los demás granitos de arena y piedritas que otros muchos de mayor entendimiento que yo en este universo de ciencia, letrados y filósofos tecnólogos, y otros que por ahí, poquiteramente hablando, han tenido cierta influencia en unos cuantos conocidos, y otros tantos extraños que se han topado con mis ideas y divulgaciones de pensamiento).      Bueno, el asunto de este breve ensayo (o mejor dicho, escrito) es una contraidea que la ha motivado un artículo recién salido en el número 7 del e-zine TauZero, Carl Sagan & Michio Kaku, nacido de la opinión de Rodrigo Mundaca Contreras. En él, deja manifestada su visión personal de lo que puede ser la imagen de un científico, o “científico estándar”; socialmente se ha tomado esta imagen en clichés no sólo de la cultura latina, sino a nivel mundial. Yo tenía hasta hace poco, esa misma visión, pero me ha sorprendido sobremanera el comprobar que no hay algo más alejado de la verdad en los que realmente son Científicos enamorados de la disciplina de la observación, creación de teorías, descubrimiento de leyes y aplicaciones prácticas a tales descubrimientos y creaciones personales, y al mismo tiempo, enamorados de la humanidad de una manera extraordinaria. Tomo el ejemplo de la sorprendente revelación que tuve hace unos tres meses, del trabajo pacifista y social que Albert Einstein realizaba dentro de las sociedades universitarias, buscando en todo momento que los estudiantes que devoraban ávidamente sus tratados, ensayos de leyes y teorías, e intentaban a toda costa ser alumnos de sus cátedras, entendieran el valor de la naturaleza humana aun sobre toda ley física, o enunciado científico que hubiese hasta el momento. Sus conferencias y manifestaciones (¡¡¡Sí, Albert Einstein se manifestó públicamente por el desarme!!!¡¡¡Era pacifista!!!) en las conferencias científicas, tanto en Europa como en América, y de una forma de expresión sublime y hermosa, en las cartas que dirigía a los jóvenes que conocía, hijos de amigos, familiares y allegados profesionistas con quienes compartía opiniones, deja muy en claro la preocupación que sostenía cada día de su vida por el género humano, por sus semejantes, y lo que él podía aportar para beneficio de esos semejantes. Es interesante ver a Albert momento. Sus conferencias y manifestaciones (¡¡¡Sí, Albert Einstein se manifestó públicamente por el desarme!!!¡¡¡Era pacifista!!!) en las conferencias científicas, tanto en Europa como en América, y de una forma de expresión sublime y hermosa, en las cartas que dirigía a los jóvenes que conocía, hijos de amigos, familiares y allegados profesionistas con quienes compartía opiniones, deja muy en claro la preocupación que sostenía cada día de su vida por el género humano, por sus semejantes, y lo que él podía aportar para beneficio de esos semejantes. Es interesante ver a Albert Einstein fungiendo en un papel que yo desconocía por completo, y es más interesante, cada vez que encuentro alguna pieza del rompecabezas que estoy tratando de armar con respecto a la vida, obra y pensamiento de uno de los hombres que ayudó a cambiar el rostro de la ciencia en los últimos 100 años, darme cuenta que no era solamente un genio, y que no se le tiene que reconocer sólo como el creador (erróneamente, diría yo) de la bomba atómica o de las teorías de la relatividad, sino que antes de eso, tener plena conciencia, tal y como él la tuvo de sí mismo al mostrar responsabilidad hacia la sociedad en la que se desenvolvía, que era un ser humano, un hombre que tenía temor hacia Dios, que poseía conciencia social, pensamiento y conocimiento de la fragilidad de la vida, y que hizo valiosos y bellísimos aportes para el bienestar de la humanidad.  

     No es el único ejemplo. Podríamos citar a Benjamín Franklin (enteramente desconocido de la comunidad latinoamericana, a lo que he descubierto con verdadera tristeza), o un Hipócrates, o Luis Pasteur, o incluso de autores de ciencia, tecnología, sociología, etc., que desempeñaban labores científicas de trascendencia e importancia extraordinarias, tales como un Isaac Asimov, o investigadores científicos como un Jaques Costeau, o el mismo Carl Sagan, como lo menciona Mundaca en su ártículo, o de muchos otros que ahora representan parte de la comunidad de científicos contemporáneos, y de los cuales, dicho con vergüenza (mea culpa, no he ordenado mis tiempos), no me he dado a la tarea de buscar sus motivaciones personales por los que la ciencia ahora forma parte de sus vidas.       No es un reproche por la visión generalizada que la mayoría tiene (y teníamos) de los científicos, sino un reto a mostrar un interés más abierto para conocer el trasfondo del pensamiento de cada científico, y un desafío para demostrar que todos y cada uno de nosotros podríamos alcanzar el nivel de científicos, investigadores, tecnólogos, pero con una meta determinada, sin importar lo estrafalario que sea la imagen que adoptemos, pero sí con la completa convicción de que ese interés no lo determina la cantidad que el Nobel entrega cada año o los aplausos recopilados en cada sesión de conferencias científicas, sino que se hace por amor a la humanidad, por amor e interés a los que comparten con nosotros este planeta, para representar con nuestras acciones la meta verdadera de la ciencia, la razón de la verdad puesta al servicio del hombre, por el hombre. 

© 2004, Laura Elizabeth Vázquez.  Sobre la autora: Laura Elizabeth Vázquez es mexicana, estudiante de 5º semestre de Informática, colaboradora de tiempos alternos en una sociedad cultural y madre de un adolescente en tiempos libres. Dentro de la sociedad cultural a la que pertenece, ha participado en actividades informativas, tales como colaboración en la página de Internet y publicaciones con traducción y revisión de artículos científicos y de enseñanza. Dentro de las actividades universitarias, colaboradora en los eventos del departamento de Idiomas y Lengua Extranjera I y II y actualmente se desempeña como Coordinadora del Primer Taller de Comunicación y Creación de Ensayos, Cuentos y Relatos. 

Editorial TauZero #11

Si han leído la biografía del Buen Doctor o, al menos, las introducciones que solía escribir para sus cuentos, habrán notado que lo único que sobrepasa su extensa obra es su ego…  

      En las ocasiones en las que tiendo a compararme con el Buen Doctor, no es precisamente en lo clever para escribir, sino en aquella tendencia egocentrista. Me gusta hablar de la vida, el universo y todo lo demás… pero me he dado cuenta que pareciera gustarme más hablar de mí mismo. Puedo hablar (o escribir je!) de mi persona durante horas sin aburrirme… y siendo optimista, pareciera que a mis interlocutores tampoco. 

      Me gusta soñar… supongo que por eso leo ciencia ficción… para experimentar realidades imposibles y turistear en extravagantes planetas que jamás podré viajar. ¿Qué lector de ciencia ficción no ha fantaseado con tripular alguna nave espacial, investigar lo que ocurre en remotos sistemas solares, bañarse en espumosas aguas bajo la luna de soles multicolores o encontrarse frente a frente con alguna inteligencia extra-terrestre? 

      Si el lector ha asentido levemente o esbozado una sonrisa, entonces entenderá perfectamente el experimento que hemos incluido en esta edición de TauZero… 

      Tiempo atrás Sergio, mi fiel editor, me comentó que su primo Remigio Aras estaba escribiendo un cuento en donde el protagonista vivía unas inusuales aventuras, con viaje temporal incluido. Me pareció una historia de lo más simpática y, medio en broma, medio en serio, le pedí a Sergio, para que a su vez le pidiera a Remigio, que ese personaje se llamase como yo…  

      A Remigio le agradó la idea, Y no se quedó allí. Sugirió que aquel personaje no sólo debía llamarse como yo, sino “ser yo”. Y debo confesar que la idea me sedujo. Y se puso manos a la obra. Al principio pensó en extraer información del blog que yo publicaba por aquel entonces en
la Internet para ayudarse. Luego pensó en idear un cuestionario que yo respondería para dar luz sobre mis gustos y criterios. Por último, decidió escribir su historia usando como personaje central su propia versión de mi “yo”. 

      Cuando terminó de escribir, me envió el texto para que yo rescribiera lo que estimase necesario. Sin embargo, me limité a rescribir aquellos fragmentos que no se aplicaban correctamente a mi persona, me describían en forma deficiente o no me dejaban en una situación “digna”. Sergio, muy en su estilo, llamó a esto censura y hasta tuvimos una mini-discusión un tanto seria al respecto, que se solucionó felizmente, of course. 

      El resultado nos dejó conforme a todos. Remigio escribió su relato, y yo obtuve el rol protagónico en mi propia aventura. De alguna forma me siento como un Max Headroom literario. El personaje que interactúa con
la Inteligencia Artificial llamada Lucy, que no se inmuta frente a un panel de controles de diseño hiperfuturista y que viaja en el tiempo y regresa justo para tomar desayuno, tiene mucho de mi forma de ser. Los diálogos, expresiones y “muletillas” corresponden a mi forma de expresarme. Algunos detalles familiares y sentimentales pueden haber sido exagerados, tergiversados o son sencillamente inexactos para el momento en que se publica la historia, siendo todo ello tendiente  a darle más sabor a la historia… después de todo, esto es ciencia ficción 😉 

      Bien, basta de egocentrismo. Mejor dejo esto hasta aquí y así ustedes pueden disfrutar íntegramente de esta edición de TauZero

Rodrigo Mundaca Contreras.

Enero 2005

I love Lucy

Rodrigo 

1 

Hace tiempo que un permanente estado de inquietud invadía a Rodrigo. Tanto la inspiración como el deseo inconsciente de poner punto final a su memoria de ingeniería electrónica le rehuían la mirada. También se la rehuía de cierta forma el mundo laboral, desde que las ventajosas condiciones de trabajador freelance habíanse acabado de la noche a la mañana. Para colmo, mientras no terminara los trámites académicos no obtendría el título profesional que le permitiría trabajar legalmente como ingeniero electrónico. Sentimentalmente tampoco estaba en paz, la mujer que le quitaba el sueño no hacía nada más que arrebatarle horas a sus noches –y también a sus días–, sin que se decidiera a darle el sí, confundida debido a su corta edad e infelizmente enredada con un tipo que claramente no la merecía. 

      De cualquier forma era sólo cuestión de tiempo para que la bella e inteligente muchacha admitiera que su relación amorosa con el pelafustán aquel era un terrible error y que no era otro sino Rodrigo el hombre de su vida, al menos eso pensaba él. ¿Cuándo alcanzaría su amada la iluminación? Rodrigo esperaba que pronto, y aunque era muy paciente y solía decir que sus objetivos eran a “largo plazo”, había momentos en que la situación se le hacía insoportable. 

      Tampoco encontraba Rodrigo sosiego en sus locuaces y silenciosos amigos: los libros, en los que históricamente habíase refugiado cuando las condiciones del mundo externo no le eran favorables. Le resultaba imposible leer más de dos páginas seguidas sin perder la concentración. En aquellos momentos su mente comenzaba a divagar por mundos extraños y, si bien aquel era el inmejorable estado para la creación literaria –otro de los pasatiempos de Rodrigo–, para cuando comenzaba a escribir en el procesador de textos, su imaginación, otrora fecunda, caía marchita a sus pies y terminaba produciendo historias bastante mediocres y aburridas, como aquella sobre el Fasat-Alfa que había enviado a Púlsares –el primer concurso de cuentos del fanzine Fobos– y que había motivado las burlas de los gurúes de la ciencia ficción chilena que oficiaban de jurado: Luis Saavedra y Pablo Castro.  

      Rodrigo, en definitiva, estaba en un estado que un jugador de ajedrez habría definido como “ahogado”. No podía realizar movimiento alguno. Pero, a diferencia del rey atacado, su estado de ahogamiento tenía solución: sólo necesitaba huir de todo y de todos durante algún tiempo. Relajar y ordenar su mente, y aquello sólo podría realizarlo en un lugar tranquilo. 

      Aquello fue precisamente lo que diagnosticó su hermano mayor, Christian. En una extensa, reveladora y catártica conversación, le recomendó retirarse a su parcela de veraneo recientemente adquirida, ubicada cerca del pueblito de Santa Juana, a unas pocas decenas de kilómetros de Concepción, en la región central de Chile. Rodrigo estuvo de acuerdo con aquella propuesta y emprendió el viaje desde Santiago en el Susuki Ignis four wheel drive de su hermano. Partió a las seis de la mañana, mapa en mano, y llegó a eso del mediodía a la finca. Detuvo el vehículo frente a una imponente reja de gruesas pilastras de cemento con fierro dibujando arabescos y tocó dos veces la bocina. Al fondo se divisaba una casona con un ligero estilo colonial. A los pocos minutos aparecieron los cuidadores de la propiedad, don Aquiles y doña Eduviges, un matrimonio de unos cincuenta años que había trabajado con el antiguo dueño del terreno y que Christian había decidido mantener después de haberla adquirido. 

      Don Aquiles descargó el equipaje de Rodrigo, que se limitaba a una sola maleta, un computador portátil, en caso que la inspiración remontara el vuelo, un pequeño bolso que contenía su telescopio y, finalmente, el trípode de este instrumento; luego lo condujo a la habitación que le habían preparado. Tras estas vicisitudes y mientras Eduviges terminaba de preparar el almuerzo, Rodrigo se dispuso a dar una vuelta por los alrededores, acompañado de Aquiles. Tras la casa se extendía un cuidado jardín que desembocaba en una amplia piscina junto a una hilera de cerezos en flor al lado norte que la protegían del viento; más atrás había un huerto con lechugas, alcachofas y otras verduras. Más al fondo, una arboleda de frutales, especialmente manzanas y duraznos. Contiguo a la huerta, llegaron a un sitio extenso, arado y sembrado, según informó Aquiles, de avena. Al lado estaban las caballerizas con tres hermosos equinos para montar. 

      Siguieron caminando por un amplio terreno sin cercos hasta el límite de la propiedad, demarcado por una ristra de eucaliptos con rojos copihues trepando por sus troncos. Al final de este terreno había un cerco de alambre de púas. 

      –¿Y este caminito adonde va? –preguntó Rodrigo. 

      –Son caminos vecinales –respondió Aquiles–, que van a otras propiedades para desembocar después en el camino a Santa Juana, tres kilómetros más allá. 

      –Es bastante grande la propiedad de mi hermano –señaló en voz alta, para luego susurrar para sí –vaya suerte en los negocios ha tenido. 

      –Sí, deben ser una veinticinco hectáreas –confirmó Aquiles–. Será mejor que regresemos, la Eduviges debe estar esperándonos hace rato ya con el almuerzo. 

2 

      La siguiente semana fue muy placentera para Rodrigo. Se levantaba muy temprano cada mañana, incluso antes del amanecer. Montaba en alguno de los tres caballos de su hermano y se dirigía al más cercano y empinado promontorio. Desde allí observaba, en silencio, la aparición del sol. Se quedaba allí hasta que el humo de la cocina le señalaba que doña Eduviges ya tenía listo el desayuno. Leía hasta medio día tendido en la hierba, bajo la sombra de un gran cerezo que parecía haber sido plantado únicamente para ofrecer sombra a los lectores. Durante la tarde volvía a cabalgar, en dirección a un estero de aguas profundas y cristalinas que bordeaba la finca, y allí se quedaba refrescándose hasta que el estómago le indicaba que nuevamente era hora de comer y regresar a la casona en donde Eduviges siempre tenía preparado alguna comida campesina que multiplicaba por mil el apetito. Luego de saciarse, Rodrigo se sentaba a reposar en una mecedora ubicada en el patio frontal de la propiedad, respirando profundamente para impregnarse con el olor a tierra mojada que provenía de una huerta cercana que, todas las tardes, era regada en forma automatizada. En aquellos instantes, cuando el día comenzaba a perder terrero frente al avance de la penumbra, a Rodrigo le gustaba mirar hacia el cielo y observar cómo éste gradualmente iba cambiado del hermoso azul pálido a una tonalidad más oscura, y luego a un color violeta salpicado de tímidas estrellas, para llegar finalmente al tan familiar negro estrellado.  

      El cielo en aquel lugar estaba increíblemente sembrado de estrellas, y aquella visión de cósmica belleza arrebataba a Rodrigo más de alguna lágrima de felicidad y placer. Cuando llegó a la finca de su hermano, días atrás, la luna estaba en su fase menguante y, para cuando hubo luna nueva, Rodrigo casi temía por su corazón debido al increíble espectáculo producido por aquella frondosa salpicadura de estrellas, que de verdad parecía como si hubiesen esparcido leche en el cielo; una visión bastante inusual para un citadino como él. Su último juguete, un ultra compacto telescopio de óptica Maksutov-Cassegrain equipado con servomotores y GPS, no contribuía precisamente a disminuir el estado de excitación emotiva e intelectual que le producía el cielo. Observaba silencioso y paciente los astros durante muchas horas.  

      Una noche tuvo la fortuna de ver el paso de tres bólidos, uno de los cuales le provocó un sobresalto pues pareció caer por ahí cerca. Rodrigo, con el corazón palpitando y en actitud expectante, esperó varios segundos alguna explosión en el bosque, pero aquello por supuesto nunca ocurrió. Si alguien le hubiera visto el rostro, habría detectado un dejo de frustración. El motivo se originaba en el hecho que, si bien era una persona que miraba mucho hacia el cielo, tanto a simple vista como con instrumentos, jamás había visto algo fuera de lo normal. Como contraste, le resultaba bastaste común ver en televisión reportajes de personas que afirmaban y juraban haber visto alienígenas y naves espaciales y cosas por el estilo. Siempre había querido vivir una experiencia como las que veía en televisión, para así determinar si dichos avistamientos eran reales o sólo alguna clase de afiebrada alucinación. 

      El quinto o sexto día amaneció nublado y muy frío y la rutina a la que Rodrigo había comenzado a acostumbrarse fue de esta manera alterada. En vez de salir a vagabundear, decidió ofrecer su ayuda en las labores domésticas. Doña Eduviges ese día preparó las siempre bienvenidas “humitas”, aquella típica comida chilena que básicamente corresponde a una pasta hecha de maíz y especias, envueltas en las hojas de su mazorca conformando así un pequeño bulto que luego, al ser atado por su centro para evitar que se desarme, adquiere el parecido con el objeto de donde obtiene su coloquial nombre (y que no tiene nada que ver con la célebre farsa de los ummitas ideada por el psicólogo José Luis Jordán). La humita se cuece sumergida en agua y se sirve a la mesa caliente o fría, acompañada por lo general de un buen plato de ensalada a la chilena que no es otra cosa que rodajas de tomate con cebolla cortada a la pluma y perejil.  

      El proceso de elaboración de las humitas era más bien monótono, pero pintoresco, y Rodrigo ayudó moliendo los granos de maíz para transformarlos en la necesaria pasta. El matrimonio se reía y bromeaba a propósito de la poca habilidad de su huésped para realizar aquella labor tan simple. La verdad es que Rodrigo siempre había sido un inútil en la cocina, incapaz hasta de freír correctamente un huevo. El trabajo lo dejó extenuado, de modo que después de terminar decidió ir a dormir la siesta. 

      El día, inusualmente frío y nublado, se despidió muy rápido. Para cuando Rodrigo despertó de la siesta la tarde estaba irremediablemente arruinada. No había estrellas para mirar y hacía demasiado frío como para acometer un paseo nocturno, Rodrigo continuaba sin deseos de escribir y no quería leer. Don Aquiles notó su desasosiego y, destapando una botella de vino que según señaló había tenido guardada durante mucho tiempo, lo invitó a beber y a conversar sobre sus curiosas actividades. Le preguntó que tipo de cosas escribía y que miraba con tanto interés en el cielo. Rodrigo, que ya de por sí es algo egocéntrico y dado a explayarse, con un par de copas se tornó tan locuaz que hubieran podido llenarse varios tomos con todo lo que dijo en aquella velada. Le habló a Aquiles de su naciente vocación de escritor, de su revista digital TauZero y de su club de difusión científica-astronómica denominado RASTRO. Don Aquiles le escuchaba un tanto asombrado, pues semejantes ideas y pasatiempos no los había escuchado en persona alguna. De no ser por el parecido en el hablar y ciertos rasgos de la cara, don Aquiles no hubiera creído que la persona que tenía sentada enfrente era hermano de su patrón, tan distintos eran.  

      Rodrigo acudió a sus aposentos pasadas las dos de la madrugada, tras haber explorado los territorios desconocidos que le ofrecieron dos vasos de whisky, algo inédito en él que era casi abstemio, pero considerando que estaba en plan de recuperar su perdido sosiego, no dudó en explorar el curioso estado mental que otorga el alcohol.  

      Luego de eso se retiró a su dormitorio, en donde se durmió en forma instantánea. Descansó profundamente hasta que un fuerte ruido, como de un disparo o el aullar de un perro lo despertó a eso de las seis de la madrugada. un extraño rugido que los hizo callar de pronto. Tomé mi escopeta y la linterna y salí al gallinero encontrándome cara a cara con el animal este… del puro susto le disparé y le di de lleno en el pecho, el animal aulló y se fue corriendo más rápido que una liebre. Pensé en volver a la casa pero luego decidí asegurarme que el animal estuviera muerto. Seguí por cerca de quince minutos el rastro de sangre con mi linterna y al final encontré a un hombre que agonizaba sobre un charco de su propia sangre, pero no cualquier hombre, don Rodrigo, ¡sino que un hombre del futuro! 

      –¿Del futuro?, ¿por qué dice eso? –preguntó Rodrigo sin percatarse que los vellos de sus brazos se erizaban ligeramente.

      –Deje que le cuente –replicó Aquiles–. El tipo este me pidió que lo ayudara, en español pero con acento extranjero, le pregunté que podía hacer por él y me dijo que fuera a buscar ayuda a su nave, indicándome la dirección. “Ahí no hay nada” le dije, me contestó que siguiera, que la nave era invisible desde afuera.  

      –¿Cómo así? 

      –La nave se encuentra dentro de un campo de… de no sé que cuestión, disculpe don Rodrigo pero yo no entiendo de esas cuestiones. Me acerqué a una puerta y grité pa’ dentro que había un hombre herido, de inmediato salió una cosa como una carretilla mecánica con brazos y todo a buscar al pobre diablo. 

      –¿Había más tripulantes en la nave? –los ojos de Rodrigo crecían y se ponían muy redondos, no podía creer que una persona como Aquiles estuviera expresándose en esa forma. 

      Aquiles movió negativamente la cabeza. 

      –¿Y que hay del animal al que usted le disparó? ¿Lo encontró? ¿Y quien hirió al hombre? ¿Está seguro que no le disparó a este hombre confundiéndolo con un animal? ¿Por qué dice que es un hombre que proviene del futuro? ¿Se aseguró que … 

–Don Rodrigo –interrumpió Aquiles–, usted me abruma con tantas preguntas… bajó la vista un momento, y luego pareció concebir una gran idea. Levantó la mirada y con una sonrisa dijo:  

      –¿Por qué no le hace usted mismo las preguntas a la nave?  

      –¿Preguntarle a la nave? Aquiles, sólo fueron un par de copas de whisky las que nos tomamos. ¿Está seguro de lo que dice?  

      –Sí, don Rodrigo. La cosa esa habla, y es algo que me asusta. Pero usted es muy inteligente y estoy seguro que podrá entender todo aquello. Venga, lo llevaré… 

      –¿Está seguro que no hay peligro, mijito? –preguntó la aprehensiva Eduviges. 

      –Usted no se preocupe –contestó su marido–, quédese aquí a preparar el desayuno y nosotros ya volvemos. 

      Eduviges hizo como le decían, disponiéndose a encender la estufa a leña ubicada en el otro extremo de la cocina. Realizando aquella labor tan normal en su vida, Eduviges pareció recobrar la calma. Aquiles la miró un momento y luego dijo: 

      –¿Vamos entonces? –Pero se dio cuenta que le hablaba al aire–. ¿Don Rodrigo? –llamó–. ¿Dónde está? 

      Se sintió un ruido de violento traqueteo, y antes que Don Aquiles decidiera ponerse de pie para investigar el origen del disturbio, Rodrigo apareció en el umbral de la puerta. 

      –Debe estar fresco allá fuera de modo que fui a buscar mi chaqueta. ¿Nos vamos, Aquiles? –Los ojos de Rodrigo irradiaban energía y curiosidad que nunca pensó encontraría en aquel lugar tan tranquilo. 

Lucy 

3 

      Ya había amanecido completamente para cuando Rodrigo y Aquiles salieron de la casa. Luego de cabalgar durante un cuarto de hora llegaron al sitio en el que, supuestamente, se ocultaba la nave.  

      –Es allí, junto a los eucaliptos –señaló Aquiles–. Estamos a unos tres pasos de una pared invisible. Entre usted, yo le esperaré aquí afuera, me asusta esa cosa pues hace unas cosquillas de lo más raras.  

      Rodrigo avanzó los tres pasos, sintiendo el raro e intenso cosquilleo por todo el cuerpo que Aquiles había mencionado y se encontró frente a un desconcertante conjunto de ovoides y poliedros de color plateado. Se acercó a lo que asemejaba una escotilla abierta para luego adentrarse por un pasillo que lo condujo a un foso con una escalera metálica. Apoyó un pie en el primer escalón y ascendió hasta lo que parecía ser el módulo de mando del aparato, un cubículo atiborrado de cables, filamentos de lo que parecía ser fibra óptica y un sinfín de instrumentos extraños. La presencia de un único y enorme diván sugería que la nave estaba diseñada para un sólo ocupante.  

      –Bienvenido a bordo –anunció una agradable voz femenina. 

      –¿Quién eres? –preguntó Rodrigo. 

      –Soy la nave –contestó la voz escuetamente.  

      –¡Wow!, –exclamó Rodrigo–, si eso es cierto entonces estoy hablando con una Inteligencia Artificial, un adelanto que hasta ahora ha resultado imposible de conseguir… 

      –En efecto, –interrumpió la máquina–, soy una I.A., un “adelanto”, como tú dices, que finalmente fue conseguido, claro que a muchos años a partir de ahora… pero antes de seguir con esta conversación ¿Qué te parece si nos presentamos? Mi nombre es Lucy, ¿y el tuyo? 

      –¿El mío? –replicó Rodrigo no sabiendo hacia dónde mirar, pues la voz parecía salir de todas partes.  

      –Sí, ¿cómo te llamas? Has de tener un nombre, ¿no? 

      –sí, rmunda… ejem… Rodrigo –respondió. 

      –Rodrigo, gusto en conocerte. 

      –No no no, creo que el gusto es todo mío. 

      –¿Sí? ¿Y por qué dices eso? 

      –Porque creo que esto es algo así como un encuentro cercano del tercer tipo, una experiencia que siempre quise vivir, pero que, para ser honesto, estaba convencido que era una fantasía popular. 

      –Obviando el hecho que esto no es exactamente un encuentro del tercer tipo, es interesante la forma en que operan tus procesos cognoscitivos. Al parecer tienes una mentalidad poco usual, y creo que no necesitaré utilizar el protocolo de comunicación ur-humanos, que mi programación recomienda utilizar en casos de emergencia, como este. 

      –¿Ur-humanos? 

      –Ur-humano es el término para referirse en el futuro al actual estado evolutivo en que se encuentran tú y tus congéneres, es un término científico, sin inflexión peyorativa.  

      –¿Yaa, y como se autodenominan los humanos del futuro? –preguntó Rodrigo, entrecerrando involuntariamente los ojos en un dejo irónico. 

      –Humanos. 

      –Debemos parecer muy primitivos para estos humanos. 

      –¡Oh, sí! Tan primitivos como son para ustedes los lémures. 

      –¿Que ocurrió con el sujeto herido que mencionó don Aquiles? –Preguntó Rodrigo que no pudo dejar de sentirse ofendido ante lo que consideró una paralelo poco afortunado.   

      –El señor Char está en fuga criogénica en el área de almacenamiento –respondió Lucy–. Su estado es muy grave, puede incluso que no resista el salto temporal. 

      –¿Salto temporal? ¿Eso significa que ustedes provienen del futuro? 

      –Efectivamente, de 4.400 años en el futuro. 

      –¿Y que están haciendo aquí, en esta época, y precisamente en este lugar? 

      –Nuestra presencia aquí es producto de un lamentable accidente. Somos parte de un proyecto dedicado a rescatar especimenes biológicos del pasado. La biodiversidad de cuando yo provengo es muy limitada, se ha logrado reconstruir algunas especies pero las muestras de ADN disponibles son insuficientes, el recién implementado cronodesplazamiento nos ha permitido recurrir al gran almacén del pasado.  

      –¿Quieres decir que después de 4.400 años el hombre aún habita en la Tierra, que nunca logramos colonizar otros planetas? –El tono de la pregunta era una mezcla de apremiante frustración y alarma. 

      –¡Por supuesto que colonizaron otros planetas! En los albores del siglo treinta catorce mil millones de personas habitaban tres planetas y diez satélites del sistema solar, la humanidad estaba lista para extenderse por la galaxia con el reciente descubrimiento del viaje hiperlumínico pero las Inteligencias Extrasolares no se lo permitieron. Debido a una combinación de complejos factores que no viene al caso señalar, una terrible guerra se desató entre humanos e IEs. La diferencia entre la tecnología bélica de cada bando era apabullante. En un lapso de 500 años las Inteligencias Extrasolares eliminaron a los humanos de la faz de Venus, Marte y los demás satélites restaurando estos mundos a sus estériles estados previos. Luego de la destrucción de las urbes más importantes de la Tierra en 3.524, la humanidad por fin admitió su derrota rindiéndose ante el apabullante poderío de las IEs.  

      –Entonces sí existía vida fuera de la humana en el universo, ¡finalmente se derribó la paradoja de Fermi! –exclamó Rodrigo con evidente entusiasmo. 

      –Aunque de una manera muy dolorosa debo agregar –comentó la nave. 

      –Disculpa –se excusó Rodrigo–, no es mi deseo parecer insensible, me he dejado llevar por la emoción de este encuentro, de este diálogo. 

      –Eres mucho más entusiasta e inquisitivo y no pareces en absoluto intimidado como el otro señor con el que conversé previamente… 

      –Bueno, no es por menospreciar a Aquiles, pero él es una persona de campo, cuyas preocupaciones no exceden lo que tenga que ver con el cuidado de los cultivos. Yo en cambio pertenezco a la ciudad, poseo una licenciatura en ingeniería, soy un ávido lector de ciencia ficción y me fascina todo lo que tenga que ver con el espacio. Soy lo que se dice un astrónomo aficionado… y no ufólogo, dicho sea de paso, como la mayoría de la gente cree. En definitiva, creo que de alguna forma estoy inmunizado al shock que provocan lo fenómenos poco usuales. 

      –¿Ufólogo? No estoy familiarizada con dicho término. 

      –Un estudioso del fenómeno OVNI, de los objetos voladores no identificados. 

      –¡Ahhh! Esa superstición fue superada para mediados del tercer milenio, mucho antes incluso de tener noticia de las IEs. 

      –¡Ja!, lo que mencionas sólo confirma la sospecha que siempre tuve. 

      –En efecto, los OVNIs y todo el conjunto de creencias esotéricas y religiosas terminaron por extinguirse tras el cese de hostilidades por parte de las IEs. En mi línea temporal se considera a la fe como un desorden cognoscitivo, un lastre para la evolución de la conciencia humana.  

      –¿Los OVNIs entonces eran sólo un constructo social, como afirmaba Jung, y no naves tripuladas por seres inteligentes? –preguntó Rodrigo. 

      –Básicamente estás en lo correcto –respondió Lucy–. Ninguna civilización no-humana se habría atrevido a violar la Cuarentena Interestelar impuesta por los Archaenides, unas criaturas viejísimas que algunos, aunque te parezca absurdo, suponen anteriores al Big-Bang. Se cree que estos seres han sido quienes modelaron el universo para que existieran las condiciones necesarias para la existencia de la vida. Los Archaenides han tutelado el desarrollo de innumerables razas y culturas y han intervenido directamente en la evolución evolución de muchas otras. Cuando los humanos descubrieron el reactor hiperlumínico, los Archaenides enviaron a sus representantes con el objeto de darles la bienvenida a la Vastedad Galáctica, pero los humanos reaccionaron violentamente, lo que no había ocurrido con ninguna otra raza contactada hasta ese momento. Al parecer los Archaenides decidieron darle una reprimenda a los humanos que no olvidaran nunca, una derrota tan definitiva que les arrancara para siempre ese espíritu veleidoso tan característico. 

      –Como un padre escarmentando a un niño pequeño, nos encerraron en el closet planetario para siempre.  

      –No para siempre, Rodrigo. Una vez que los humanos hayan cumplido con su parte del tratado de amnistía, el cual consiste en la restitución de la Tierra a un estado salvaje, les será permitida la colonización de otros planetas, bajo la atenta observación de los Archaenides por supuesto. La Tierra pasará a formar parte de un santuario para ese entonces y será trasladada junto a los demás Planetas Originarios al centro de la Galaxia. 

      –¿Que no hay un agujero negro gigante en el centro de
la Galaxia? 

      –En efecto, no sólo uno, sino cientos… sin embargo, ellos han sido controlados e incluso son utilizados como una exótica fuente de energía… 

      –¡Wow! Tal y como fue imaginado en los libros de ciencia ficción… 

      –Ya lo creo, Rodrigo, esas historias han inspirado a generaciones completas de ingenieros y científicos, y ayudaron a soportar el choque cultural cósmico, cuando se rompió, como señalaste hace un rato, la paradoja de Fermi. 

      –¿Cómo son las IEs, Lucy? –preguntó Rodrigo al cabo de un momento de silencio, preocupándose de mencionar el curioso nombre de la Nave. 

      –Hasta de cuando yo provengo nadie ha visto una, todo contacto con los Archaenides y las IEs ha sido realizado a través de sus emisarios sintéticos, inteligencias artificiales de forma humanoide que sirvieron de intermediarias en el acuerdo de amnistía y que además permanecen como observadores en el proceso de recuperación de la biodiversidad de
la Tierra, lo que incluye el proyecto del cual formo parte.  

      –Con respecto al viaje en el tiempo… 

      –El cronodesplazamiento es un proyecto desarrollado con tecnología proporcionada por las IEs y lo que debes tener claro, Rodrigo, es que el viaje temporal lo es a través del tiempo lo mismo que a través del espacio. Lo que llamamos espacio y lo que llamamos tiempo son sólo facetas perceptuales de un continuo. Cuando viajamos por el espacio, también viajamos a través del tiempo, lo inverso a esto también es verdadero; cuando viajamos a través del tiempo, viajamos por igual, por el espacio.  

      –Suena sensato aquello, después de todo tanto tiempo como espacio son manifestaciones similares de las llamadas dimensiones, de modo que no me extraña si están acopladas, de la misma forma como largo-ancho-alto se relacionan entre sí cuando uno realiza un paseo tridimensional. 

      –Mmmm, podría decirse aquello, sin embargo me tomaría mucho tiempo explicarte el mecanismo mediante el cual se realiza el cronodesplazamiento. No quisiera burlarme de tus conocimientos, que parecen vastos, pero me temo que están atrasados unos treinta siglos. –Rodrigo resopló un tanto contrariado ante tal comentario de lapidaria certeza-. Aún así puedo contarte algunas cosas. No se puede viajar en el tiempo a menos de 200 años de distancia del punto de partida, ya sea hacia el pasado o hacia el futuro, un viaje menor a esta cantidad de tiempo destruiría el crono-reactor, la máquina del tiempo y un área de unos 500 kilómetros a la redonda. El dispositivo prosaicamente denominado “Ancla” nos fija a la Tierra mientras nos “movemos” hacia delante inteligencias artificiales de forma humanoide que sirvieron de intermediarias en el acuerdo de amnistía y que además permanecen como observadores en el proceso de recuperación de la biodiversidad de la Tierra, lo que incluye el proyecto del cual formo parte.  

      –Con respecto al viaje en el tiempo… 

      –El cronodesplazamiento es un proyecto desarrollado con tecnología proporcionada por las IEs y lo que debes tener claro, Rodrigo, es que el viaje temporal lo es a través del tiempo lo mismo que a través del espacio. Lo que llamamos espacio y lo que llamamos tiempo son sólo facetas perceptuales de un continuo. Cuando viajamos por el espacio, también viajamos a través del tiempo, lo inverso a esto también es verdadero; cuando viajamos a través del tiempo, viajamos por igual, por el espacio.  

      –Suena sensato aquello, después de todo tanto tiempo como espacio son manifestaciones similares de las llamadas dimensiones, de modo que no me extraña si están acopladas, de la misma forma como largo-ancho-alto se relacionan entre sí cuando uno realiza un paseo tridimensional. 

      –¿Que tanto pueden retroceder en el tiempo? 

      –El Plioceno es nuestro límite, no nos interesa recuperar especies anteriores a dicho periodo ya que serían muy difíciles de insertar en los nuevos ecosistemas. 

      –¿Y pueden viajar a vuestro propio futuro? 

      –No, estoy configurada para autodestruirme en caso de rebasar el año 6.400. 

      –¿Habrá algo más adelante que esos Archaenides pretenden ocultar? 

      –Interesante… ¿Sabes una cosa, Rodrigo? Esa es una pregunta que nunca me había formulado. 

      –Tal vez la curiosidad es un prerrogativa sólo humana, Lucy –Rodrigo esbozó una pequeña mueca de triunfo–. Con respecto al viaje temporal aún tengo algunas dudas, ¿qué hay con la ley de la causalidad, con las paradojas temporales como esa donde se regresa en el tiempo para matar al abuelo?  

      –Hasta el momento nadie ha cometido un hecho tan horrible como viajar en el tiempo para matar a un pariente, a pesar de aquello todos los cambios que infringimos al pasado, y que no son pocos, no afectan en nada el “cuando” de donde provenimos. Lo real y lo irreal están separados sólo por un simple factor estadístico de probabilidades. 

      –Pero… 

      –Lo real y lo irreal están separados sólo por un simple factor estadístico de probabilidades –volvió a repetir Lucy en un tono firme y que sonó definitivo. 

      –Perfecto –replicó Rodrigo–, comprendo. Tal vez te falte curiosidad pero no carácter… Estadísticas, siempre las famosas estadísticas. Mejor no insistiré en este punto, después de todo estoy treinta siglos atrasado con conocimientos… Dime, Lucy, ¿Y cómo se produjo el accidente? 

      –Ocurrió luego de capturar al último ítem de la lista, un lobo que de acuerdo a los registros históricos aterrorizó una pequeña aldea de la India en 1895. La criatura fue localizada, sedada y almacenada. Sin embargo, resultó ser mucho más peligrosa e inteligente de lo esperado. Los dardos en realidad no habían surtido efecto, la bestia sólo pretendía estar inconsciente. Rompió la jaula de contención y atacó al señor Char. Me vi obligada a abrir la escotilla para dejarla escapar antes que destruyera todos mis componentes. El señor Char se arrastró a los controles e intentamos emprender el viaje de regreso pero la energía sólo alcanzó para saltar las suficientes veces como para llegar aquí. El diagnóstico de daños indicó que deberíamos permanecer cinco horas mientras me autorreparaba, el diagnóstico del señor Char por otra parte indicó que, a pesar de no mostrar señas externas, su ADN, su composición hormonal y sus sistemas corporales habían mutado en forma asombrosa. El señor Char se transformó apenas abandonamos el cronodesplazamiento en una réplica de la bestia que lo había mordido y atacó a los especimenes recolectados previamente eliminándolos a todos a excepción de una pareja de murciélagos gigantes y un mandril que escaparon cuando, asustada ante la posibilidad de recibir más daño, abrí la escotilla.  

      –A juzgar por lo que me señalas, lo que capturaron en la India no fue un lobo sino un licántropo, un hombre lobo –aseguró Rodrigo en tono erudito, mientras se acariciaba la barbilla, con una incipiente barba de cuatro días. 

      –Algo totalmente inesperado pero de un enorme valor científico –agregó Lucy–. El animal en efecto no era un lobo sino una variante genética del tronco básico humano. Al parecer su mordedura conlleva una secreción de las glándulas salivares de naturaleza viral que altera el ADN de la víctima. Irónicamente el señor Char se ha convertido en el espécimen más valioso jamás capturado. Él compensará la pérdida de los otros ejemplares.          

      –¿Que ocurrió luego que dejaste escapar al señor Char transformado en lobo? 

      –Envié una sonda espía a seguirlo en caso de que atentara contra la vida de algún ur-humano. Para cuando comenzó a amanecer el señor Char estaba ya más tranquilo y comenzando a regresar a su forma original, pero entonces se encontró con un ur-humano que le disparó con un arma algo primitiva pero muy eficiente.   

      –Lo que no entiendo es por qué llegaron aquí, a este lugar. 

      –Porque en este sitio del planeta estará dentro de 4.400 años el Cronopuerto desde donde se realizan los viajes en el tiempo. Mi autorreparación ha concluido y estoy lista para saltar al 6.400 pero necesito un tripulante que opere los controles manualmente, aún tengo daños menores que me impiden hacerlo por mí misma. Le solicité su ayuda al señor Aquiles pero la idea de abandonar su granja no le agradó, sin embargo me prometió traer un reemplazante más idóneo, ¿qué me dices, Rodrigo? ¿Aceptas ayudarme? 

      –No lo sé. –Rodrigo sufrió un sobresalto dado lo inesperado de la propuesta–. ¿Que sería de mí en el futuro?, ¿me tratarán acaso como a otro espécimen biológico como es ahora el señor Char? 

      –De ninguna manera, Rodrigo, a diferencia del señor Char sigues perteneciendo al phylum humano y la primera ley de la robótica me impide tomar decisiones que pongan en peligro la vida de un humano. Como ves no te haría esta oferta de no estar segura que no conlleva para ningún peligro para tu integridad. 

      –¿La Primera Ley…? –Rodrigo emitió una sonora carcajada. 

      –¿Dé que te ríes, Rodrigo? 

      –¿Significa algo para ti el nombre Asimov? 

      –Pues no, no tengo registros sobre ese nombre. 

      –Buuuuu. Ya me esperaba algo así… OK, Olvida el asunto, ¿sí? 

      –Lo que tú digas. Bueno, ¿qué me dices? ¿Te animas a dar un paseo al futuro?  

      Rodrigo lo meditó unos segundos, pues nada le garantizaba que lo dicho por Lucy fuese cierto. Pero considerando que una oportunidad como esta no se presentaba todos los días, decidió correr el riesgo. Después de todo –pensó– uno no tiene a menudo la oportunidad de ser invitado por una inteligencia artificial a viajar por el tiempo, descontando la forma tradicional de viajar al futuro a razón de un segundo cada segundo… 

      –¿El viaje es con boleto de regreso? –preguntó de todos modos. 

      –Por supuesto que sí. 

      –Bien, supongo que una aventura como ésta es la que inconscientemente he estado esperando y buscando con mis infinitas lecturas de aventuras espaciales y viajaré audazmente donde ningún ur-humano ha viajado antes, al infinito y más allá, jejeje… Bien. ¿Que es lo que debo hacer? – preguntó mientras miraba con nuevos ojos los luminosos paneles y gráficos con extraña simbología. 

      –Lo primero que debes hacer –dijo Lucy– es reducir la magnitud del campo antientrópico a un valor negativo para equilibrar el factor de salto temporal… 

      Las oscilaciones en el campo deflector permitieron a Aquiles, que sentado sobre una roca trazaba surcos con una rama en la tierra, ver a la máquina del tiempo unos segundos antes de realizar el cronodesplazamiento. 

Char 

4 

      Rodrigo recuperó la conciencia sintiéndose mareado y confundido, dirigió su mirada hacia el revoltijo de cables chamuscados que otrora fuera el panel de control y supo que algo había marchado muy mal.  

      –¿Lucy, me escuchas? –preguntó–. ¿Estás operativa? 

      No hubo respuesta. Intentó levantarse del sillón y cayó de bruces al suelo perdiendo nuevamente el conocimiento.      Cuando volvió en sí descubrió que ya no estaba al interior de la cabina de mando sino sobre un terreno pedregoso junto a lo que parecía un lago gigantesco. Tampoco estaba solo, a un par de pasos un humanoide sentado en la posición del loto lo observaba. 

      –Axmlö-ya’blehtnae –dijo el humanoide con una voz profunda y monótona mientras se ponía de pie. Rodrigo comprendió entonces por qué Aquiles hubo de ir en busca de ayuda a la nave, jamás habría podido siquiera arrastrar a semejante mole. También se explicaba el tamaño del sillón de mando. Char medía unos dos metros ochenta y era grueso como un roble, su piel era achocolatada, sus labios casi inexistentes, sus ojos muy separados del puente de la nariz y sus fosas nasales anchas como la de un equino. Parecía mentira lo que Nave había dicho con respecto a las diferencias físicas de los humanos y “ur-humanos”.  

      –No entiendo su lenguaje –advirtió Rodrigo al crononauta, quien por toda vestimenta lucía unos pantalones cortos con una especie de pistola enfundada en el lado derecho. 

      –Disculpe –solicitó Char–. ¿Usted habla español, no es así? 

      –Sí, el español es mi lengua materna, aunque también hablo inglés, japonés, esperanto y entiendo algo de alemán –respondió Rodrigo temblando ligeramente de emoción, hablar con un ser humano del futuro no era lo mismo que con una IA, una voz sin rostro cuyo origen nunca pudo determinar.  

      –¡Ah! Usted es un políglota al igual que yo –aseguró Char. 

      –¿Cuantos lenguajes domina usted? –preguntó intrigado Rodrigo. 

      –7.446 lenguajes humanos –replicó el hombre del futuro. 

      –7.446 –repitió lentamente Rodrigo. 

      –Efectivamente, pero antes de proseguir nuestra charla permítame que le pregunte, ¿quién es usted y como llegó a mi nave? 

      –Mi nombre es Rodrigo. Fui reclutado por Lucy para asistirla en el procedimiento del salto temporal y así poder devolverlos a su tiempo. Usted estaba en fuga criogénica, con graves heridas que…  

      Rodrigo observó el pecho desnudo de Char y comprobó que no presentaba el menor rasguño.  

      –Sí, un ur-humano me disparó durante mi metamorfosis, al parecer las heridas sanaron gracias a mi nueva fisiología, algo que Lucy pasó por alto –observó Char. 

      –Si las leyendas son ciertas su poder regenerativo será mayor y más eficiente en forma de lobo y sólo una bala de plata podrá matarle –señaló Rodrigo–. Si no hubiese estado convirtiéndose de nuevo en hombre cuando le dispararon probablemente no habría sufrido daño alguno. 

      –¿Cómo es que usted sabe tanto de mi nueva condición morfológica? 

      –Entre otras aficiones soy un estudioso del folklore y la mitología. Pero dígame, ¿que ocurrió durante nuestro viaje? A juzgar por nuestra situación, aventuro que algo funcionó mal… 

      –En efecto. Fue una avería no detectada la que provocó un fallo en algunos dispositivos de Lucy, estando la cámara de fuga criogénica entre ellos. Desperté totalmente desorientado. Lo último que recordaba eran los brazos mecánicos del dispositivo auxiliar recogiéndome del suelo ante la mirada atónita del ur-humano. Me dirigí a la sala de mando para averiguar que era lo que había ocurrido y para mi sorpresa lo encontré a usted sobre un charco de su propio vómito, imagino que a causa del desfase fisio-entrópico que produce el cronodesplazamiento 

      –¿Quiere decir entonces que logramos realizar el salto temporal? ¿Estamos en su época? 

      –No, la verdad es que no tengo la menor idea de donde ni cuando estamos. Pero suba por ese cerro y podrá tener una perspectiva más amplia del territorio. 

      Rodrigo se incorporó e hizo como Char sugería, el cerro no era muy alto pero bastante escarpado. Al llegar a la cima pudo observar lo que parecían ser unos interminables campos aparentemente destinados al heno, donde la hierba crecía imposiblemente alta. Rodrigo no pudo divisar nada más, ni una sola señal de vida, por lo que bajó por la pendiente y buscó una roca junto a Char para sentarse. 

      –La vegetación es inconcebiblemente alta –comentó. 

      –Así es, imagine los peligros que tal vez merodeen en esa selva. 

      –Aquello que pende del costado de su cintura es un arma de algún tipo, ¿no es así?      –Sí, un disruptor neural. Puede poner a dormir hasta a un… ¿cómo es que denominan a esos animales de largas trompas y prominentes incisivos? 

      –¿Se refiere a un elefante? 

      –¡Eso!, puede neutralizar sin problemas a un elefante, uno de esos temibles y gigantescos depredadores. 

      –Los elefantes son herbívoros. 

      –¿Está seguro? Los pocos que hemos capturado comen carne, nada más que carne fresca. Les alimentamos con una res al día para cada uno. 

      –Creo que no estamos hablando del mismo animal, pero no importa, entiendo la idea. Dígame, ¿es posible reparar a Lucy? 

      –En lo que a la IA se refiere, sí, es posible. En cuanto al crono-reactor, simplemente necesitamos otro. 

      –Supongo que no llevaría casualmente uno de repuesto. 

      –¿Está bromeando? Apenas hay espacio para uno en la nave. 

      –No sé, ¿acaso no pueden miniaturizar las cosas en el futuro, reducirlas de tamaño? eso es algo trivial en la tecnología electrónica, por ejemplo. 

      –Me temo que ya está miniaturizada todo lo que físicamente se puede. El primer crono-reactor que se construyó era del tamaño de un pequeño asteroide. 

      –¿Y la cámara de fuga criogénica? 

      –¿Qué hay con ella? 

      –¿Sufrió algún daño? 

      –Efectivamente, daños irreparables –Char intuyó que Rodrigo iba más allá con estas preguntas–. ¿Que es lo que le preocupa? 

      –Me preocupa ser devorado cuando anochezca. 

      –Creo que eso no ocurrirá. En forma lupina al parecer conservo suficiente dominio cómo para no atacar seres inteligentes, como usted parece serlo… de todas formas no podría asegurarlo con total certeza. 

      –¿Qué parezco serlo? Se me olvidaba que para usted no soy más que un primitivo ur-humano, un fósil viviente. Gracias por el cumplido de todas formas. 

     –No hay de qué –replicó el señor Char al parecer sin percatarse del sarcasmo. 

      Ambos guardaron silencio durante un par de minutos. 

      –¿Tiene aunque sea alguna vaga sospecha de donde nos encontramos? –preguntó Rodrigo. 

      –Lo ignoro, pero sospecho que no en la Tierra –respondió tranquilamente Char.

      –¿De verdad lo cree así?  

      –El ancla está dentro de los dispositivos que fallaron por lo que más que una conjetura, es una certeza.  

      –¿Pero que probabilidad había de que terminásemos en otro planeta en vez del enorme vacío espacial, otro planeta que además posee una atmósfera igual a la de
la Tierra? –Rodrigo se sorprendió al oírse hablar en jerga estadística, aquella asignatura que siempre le pesó en la universidad. 

      Char no emitió repuesta, de hecho no estaba prestando atención alguna a su interlocutor. 

      –¿Ocurre algo? –preguntó Rodrigo. 

      –Volteé lentamente, en dirección a Lucy –respondió Char. 

      Rodrigo acató la orden y vio, a unos doce metros, una silueta oscura recortada contra el fuselaje de Lucy. En cuestión de segundos la silueta apareció a unos tres metros de distancia de donde los viajeros del tiempo se encontraban para luego volver a su posición original en menos de un pestañeo. 

      –Parece un insecto bípedo –dijo Rodrigo antes que la criatura se materializara en la cumbre de la colina para desvanecerse una vez más. Los crononautas esperaron unos minutos observando en todas direcciones pero el ser no reapareció. 

      –¿Había visto una criatura como esta anteriormente? –preguntó Rodrigo. 

      –Nunca. Tal vez sea alienígena –respondió Char. 

      –¿Una de esas Inteligencias Extrasolares de las que me habló Lucy? 

      –Si Lucy le habló de esas Inteligencias sabrá también que nadie ha visto a una. 

      –Entonces puede que esta criatura sea… 

      Rodrigo no había terminado la frase cuando el ser se materializó frente a ellos. Instintivamente trató de huir pero la fuerte mano de Char en su hombro lo mantuvo en su sitio. 

      –Quédese quieto –le susurró el hombre del futuro. 

      Se quedaron los dos inmóviles frente a la criatura, ahora a sólo un par de pasos de distancia. Rodrigo la observó tan detenidamente como ella, a su vez, lo estaba haciendo. Era de un tono azul metálico oscuro y tan alta como Char, aunque sus antenas sobrepasaban al hombre del futuro cerca de un metro. Una cucaracha bípeda con dos pares de brazos terminados en pinzas, patas similares a las de un canguro y un rostro vagamente felino con dos grandes e inexpresivos ojos de insecto, eso es a lo que se asemejaba. Había algo robótico en su apariencia y era imposible determinar si se trataba de un ser biológico o uno artificial.  

      Pese a que Rodrigo estaba tan amedrentado como su compañero del siglo treinta, le pareció que intentar comunicarse con la extraña criatura era una mejor alternativa a jugar ad-infinitum a las estatuas vivientes. 

      –Hola –gritó Rodrigo–. Somos amigos, ¿hablas español? 

      La criatura siguió impávida, sin efectuar el más mínimo movimiento. 

      –¿Sprechen zie Deutsch, entonces?, ¿do you speak english? 

      Ninguna respuesta. 

      –¿Latinum intelligisne

      –¡Esto es ridículo! –exclamó Char– Es obvio que la criatura no domina ningún idioma humano. 

      –O tal vez no tenga oídos –comentó Rodrigo metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta. 

      –¿Que está haciendo? –preguntó Char. 

      –¿Posee usted poderes telepáticos? –preguntó Rodrigo mientras depositaba un puñado de monedas en el suelo. 

      –No existe tal cosa como la telepatía. 

      –¡Ja!, nada que no supiera… en tal caso déjeme hacer mi trabajo, si esta criatura es inteligente, al menos nuestro tipo de inteligencia, reaccionará al siguiente experimento.  

      Rodrigo colocó frente a la criatura la moneda más grande y alineadas a esta, tres medianas, posicionando una pequeña moneda plateada junto a la tercera. En ese instante Char comprendió lo que el ur-humano intentaba hacer, confeccionar una representación del Sistema Solar. Rodrigo colocó nueve monedas más bajo el atento escrutinio de la criatura y se dirigió a ella. 

      –Este es el Sol –dijo Rodrigo indicando la moneda más grande–. Este es Mercurio, Venus, la Tierra, la Luna, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. 

      Los inexpresivos ojos color rubí de la criatura siguieron atentamente las indicaciones de Rodrigo. 

      –Tierra –volvió a repetir Rodrigo, está vez indicando además de la moneda, a Char y a él mismo. La criatura observó atentamente y a continuación agitó sus antenas. Todas las monedas, a excepción de la que representaba al Sol, se elevaron unos dos metros sobre el suelo agrupándose en un solo punto donde comenzaron a disolverse hasta conformar una pequeña bola. Un diminuto orificio brotó en el centro de la esfera metálica, y se fue expandiendo hasta formar un delgado aro con la circunferencia de un sombrero. Una vez finalizado todo este curioso proceso, el insectoide de rostro felino dejó de sacudir los apéndices de su cráneo y el aro cayó sobre la moneda que representaba al Sol, situada justo en el centro. A continuación el extraño ser miró a los crononautas, uno a la vez, y se esfumó para reaparecer cinco segundos después en el mismo lugar, desvaneciéndose luego de forma definitiva.  

      –Al parecer nuestro inescrutable amigo posee una interesante y notable habilidad manipuladora de la materia –comentó Char. 

      –Eso parece a todas luces telequinesis, habilidad parasicológica en la que imagino tampoco cree, ¿no?  

      –Está en lo correcto, pero en este caso nada conocemos acerca de la naturaleza del cerebro de esta criatura, si es que tiene, de modo que nada podemos concluir acerca de sus habilidades… 

      –Tiene respuesta para todo ¿no?, en fin… ¿supongo que también sabe lo que significa el resultado de este pequeño experimento? –preguntó Rodrigo indicando la moneda al interior de la argolla. 

      –Sí, pero supongo que usted de todas formas querrá explicármelo –respondió Char pedantemente. 

      –Por supuesto, pues me ayuda a ordenar las ideas. Estamos al interior de una Esfera de Dyson, y una tipo II para ser precisos –dijo Rodrigo mientras tomaba el anillo que alguna vez fueran sus monedas–. Una obra de megaingeniería cuya construcción supuso desmantelar todos los planetas y satélites del sistema solar.  

      –Una extravagancia tan difícil de construir que su sola existencia, si me permite acotar, desafía toda lógica.   

      –¿Incuso para los evolucionados humanos del futuro? –preguntó Rodrigo–. ¿Incluso para los Archaenides? 

      –Hasta donde nuestro intercambio de información con los sintéticos respecta no sabemos de ninguna Esfera Dyson que haya sido construida en la historia de
la Vastedad Galáctica –respondió Char. 

      –Eso hasta el 6.400, ¿cómo sabe si no se ha realizado posteriormente? –argumentó Rodrigo–. ¿No sería esa una de las razones por las cuales no se les ha permitido viajar a vuestro futuro? 

–Nada garantiza que estemos al interior de una Esfera de Dyson, cómo usted le llama. 

      –Para mí esa es la explicación más lógica, y concuerda con la inmovilidad del Sol… ¿o acaso no ha notado que la posición del Sol no ha variado en todo este tiempo? –preguntó en tono ácido. 

      Char elevó su rostro hacia el luminoso astro. 

      –Tiene razón –concedió–. Es como si estuviéramos suspendidos en un eterno mediodía. 

      –Lo que al menos nos garantiza que usted no se transformará en hombre-lobo –comentó un aliviado Rodrigo–. De cualquier forma, ¿cómo es qué se le hace tan inconcebible la existencia de una esfera de Dyson a un sujeto que considera el viaje temporal como algo cotidiano? 

      –Aunque el cronodesplazamiento le parezca a usted increíble, la ingeniería involucrada en este proceso es insignificante en comparación a la requerida para construir una obra como la que usted sugiere. ¿Se ha preguntado como se logra la integridad estructural en una esfera Dyson considerando el delicado e inestable equilibrio de fuerzas gravitatorias que debe satisfacerse en tal estructura?  

      –Sí, lo he hecho, pero no he podido responderlo… pero imagino que ustedes, con miles de años de estudio, podrían. 

      –Al interior de una esfera de tales características la única gravedad existente sería la de su astro, por lo que todo caería hacia ella. 

      –Puede entonces que se haya hecho rotar la esfera para generar gravedad– sugirió Rodrigo en forma no muy convincente 

      –Imposible, la rotación necesaria para llevar a cabo dicho propósito ocasionaría tal tensión en la esfera que esta se deformaría, convirtiéndose en un esferoide oblongo. El material necesario como para construir una esfera de este tipo por lo demás tendría que ser en extremo fuerte, si uno traduce la presión ejercida en una esfera como la que usted propone a su equivalente en una torre cilíndrica en
la Tierra, esta debería tener de 8000 a 9000 vleps de altura y ningún material conocido podría mantener la integridad estructural de tal edificación, mucho menos la de una esfera Dyson, y aún suponiendo que su integridad estructural no corriera peligro, sólo las regiones ecuatoriales de la esfera serían habitables.  

      –Tal vez estemos en una de esas zonas –comentó Rodrigo–, hace bastante calor después de todo. 

      –También está el problema de la estabilidad ya que si el caparazón recibiera el golpe de un meteoro o de un cometa, se descentraría respecto del sol y derivaría hacia este –continúo Char ignorando a Rodrigo–. Lo que no logro comprender de cualquier forma es el propósito de construir una esfera como esta. 

      –Eso hasta yo, un primitivo ur-humano, lo sabe. Para aprovechar la totalidad de la energía solar y de paso solucionar el problema de la superpoblación. 

      –Ninguno de ambos objetivos justifican la construcción de una esfera cerrada… 

      –Lo sé, más conveniente sería implementar una densa nube de planetoides en órbitas keplerianas alrededor del sol, o un mundo anillo… recuerdo una novela al respecto.  

      –Lo cierto es que una civilización capaz de construir una esfera Dyson probablemente no la necesitaría. Y de estar usted en lo correcto, los Archaenides habrían faltado a su palabra de trasladar la Tierra al Santuario de los Planetas Originarios. 

      –Tal vez fueron ustedes los que faltaron a la suya y no restauraron debidamente la biosfera terrestre. 

      –Parece que no soy el único que tiene respuesta a todo, ¿no? 

      Tras está ultima declaración ambos viajeros callaron por unos minutos. 

      –¿Y que hacemos ahora? –preguntó Rodrigo rompiendo el silencio–. ¿Suicidarnos de aburrimiento? ¿Filosofar hasta la locura? ¿Explorar la esfera? 

      –Si en teoría el radio de la esfera es igual al radio promedio de la órbita de la Tierra, ésta sería de aproximadamente 150.000.000 de kilómetros. Tendríamos que recorrer un área 100.000.000 de veces mayor que la de nuestro planeta. Comprenderá la cantidad de tiempo que requeriría tal proeza 

      –El insecto parecía tener la habilidad de teleportarse. 

      –¿Perdón? 

      –Teleportarse, jauntear, ir de un sitio a otro de forma instantánea con la ayuda de la mente. 

      –No existe tal cosa. 

      –¡uuuuuf, que pedazo de humano-super-evolucionado-pero-retrógado tengo frente a mí! –exclamó Rodrigo–. ¿Cómo puede un sujeto que viaja por el tiempo y se transforma en lobo ser tan angosto de pensamiento? No sé usted, Señor Char, pero yo me propongo explorar los alrededores, tal vez me encuentre con alguien más simpático que usted. Hasta tal vez pueda reparar el cronoreactor y volver a mi tiempo. ¡No sé en que estaba pensando cuando acepté la proposición de Lucy! 

      Dicho esto trepó nuevamente por la colina. 

Marianela 

5 

      Rodrigo llevaba cerca de media hora caminando por lo que parecía ser una carretera sin asfaltar y hasta el momento no había visto gran cosa pues el trigo a ambos lados del ancho sendero se levantaba muy alto. Finalmente llegó a una empalizada de por lo menos unos quince metros de alto; los árboles eran tan gigantescos, que le era imposible siquiera calcular su altura.  

      Repentinamente un intenso déjà vu invadió a Rodrigo. Pese a lo inusual de la situación, todo esto se le antojaba muy conocido… 

      En la valla que separaba un campo del otro había una puerta con cuatro escalones de uno seis pies de alto semejantes a una gradería o hemiciclo de esos donde los griegos representaban sus obras teatrales. Rodrigo consideró trepar la escalinata, pero de inmediato hubo de admitir que tal proeza suponía un esfuerzo físico que él no sería capaz de llevar a cabo. De seguro Char podría trepar hasta arriba, si es que lograba convencerlo.  

      Rodrigo decidió regresar a la nave cuando descubrió en el campo contiguo, avanzando hacia la puerta, una figura tan alta como un edificio de diez pisos que avanzaba de cada zancada unas diez yardas. Rodrigo, que creía que a estas alturas ya nada podría asombrarlo, corrió atónito a esconderse entre las espigas, desde donde pudo ver como la gigantesca figura que vestía una falda sencilla no muy larga, se detenía en lo alto de los escalones. Era una mujer, no, su talle delgado y su busto mezquinamente constituido revelaba que era una niña. Sus ojos sin embargo no tenían el mirar propio de la infancia, y su rostro revelaba la madurez de un organismo que ha entrado o debido entrar en juicio. A pesar de esta disconformidad, la niña era admirablemente proporcionada.  

      –¡Glumdalclitch! –exclamó Rodrigo que no estaba maldiciendo en alemán, sino recordando el nombre con el cual Gulliver bautizara a la chiquilla que le había servido de niñera durante su estadía en Brobdingnag, la tierra de los gigantes. He ahí la razón del insistente déjà vu, Rodrigo efectivamente había experimentado esto antes, pero desde la pasiva comodidad que otorga la lectura.  

      –Esto cada vez tiene menos sentido –murmuró, cómo si el verbalizar sus pensamientos fuera a romper el conjuro que mantenía esta aparente ilusión en marcha–. Esto ya parece una de esas historias raras que suele escribir mi amigo Sergio. 

      Cautelosamente, Rodrigo desanduvo el camino hacia la inactiva Lucy y una vez que estuvo lo suficientemente alejado de la niña gigante, echó a correr lo más fuerte que pudo. Al llegar a la pendiente que conformaba la colina, un inoportuno tropiezo provocó que descendiera rodando en medio de una nube de polvo y guijarros. Adolorido por las magulladuras y con algunas heridas menores en aquellos sitios donde su vestimenta se había rasgado, Rodrigo se incorporó para nuevamente observar otro prodigio. Char estaba unos pasos más allá, contemplando atónito una especie de esfera, similar a una pompa de jabón, que envolvía por completo a Lucy.  

      –¿Qué está ocurriendo? –preguntó Rodrigo. 

      –No lo sé –respondió Char–. Me distraje viendo como usted rodaba colina abajo y cuando volví la vista ese extraño globo de energía circundaba a Lucy. 

      –Tal vez se trate de un campo de éxtas…

       Rodrigo no alcanzó a terminar la frase cuando, tras una leve fluctuación en la superficie de la burbuja, ésta desapareció dejando tras de sí un amplio cráter convexo. Lucy ya no estaba, ni siquiera la tierra sobra la cual se había posado. 

      –Se la han llevado –dijo Char inexpresivamente. 

      –Y tenemos más problemas. Allá arriba me encontré con otro de los lugareños, a diferencia del insectoide parece ser humano, aunque del tamaño de un edificio. 

      –¿Me está diciendo que se ha topado usted con un gigante? 

      –Sí, con una gigante para ser más precisos. Es sólo una niña, correctamente proporcionada pero de unos veinte metros de altura. 

      –¡Imposible! 

      –Ahí vamos de nuevo… 

      –Un ser diez veces más alto, pero con proporciones normales –dijo Char acariciándose el mentón–. Las áreas en corte transversal de hueso y músculos, y en consecuencia su fuerza, se verían incrementadas 10 al cuadrado, o sea 100 veces; el peso total aumentaría 10 veces al cubo, es decir, 1.000 veces. Sería imposible para una criatura con tales características sostenerse de pie: su espina dorsal colapsaría, sus tobillos cederían rápidamente… 

      –No me importan sus irrebatibles cálculos matemáticos, yo sé muy bien lo que vi. 

      –Le creo. 

      –¿Y cómo es que ha cambiado de opinión tan rápido? 

      –Porque la niña gigante está a sus espaldas y acercándose a gran velocidad. 

      Rodrigo se volteó comprobando que las palabras de Char eran ciertas, la muchachita estaba a punto de bajar por el desnivel que para ellos era una colina. El hombre del futuro ya había puesto pies en polvorosa, Rodrigo siguió su ejemplo pero aún así fueron capturados por Glumdalclitch quien, cogiéndolos por la mitad del cuerpo con el índice y el pulgar, los llevó a unos cuatro metros de sus ojos para apreciarlos mejor. Char disparó su arma varias veces para evitar ser apresado pero el disruptor neural no tenía ningún efecto en la niña. “A lo más le habrá provocado un cosquilleo”, pensó Rodrigo mientras veía como el arma desaparecía entre la hierba allá abajo.   

      Siguiendo el ejemplo de Gulliver, Rodrigo resolvió no resistirse en lo más mínimo aunque la muchacha les apretaba dolorosamente por temor a que se escurrieran de entre sus dedos. Char comenzó a proferir fuertes gritos y a sacudirse pese a que esto podría significar una caída considerable. La jovenzuela pareció comprender el daño que infringía a sus cautivos por lo que procedió a colocarlos suavemente en el bolsillo delantero de su falda y echó a correr de regreso a la valla donde Rodrigo la había visto en un principio. Tras un breve trayecto penetró en una casa, corrió escaleras arriba a su dormitorio, cerró la puerta tras de sí y vació el cajón más alto de su cómoda, una vez hecho esto, extrajo de su faltriquera a los viajeros del tiempo depositándolos con sumo cuidado dentro de la semiabierta cajonera. Char se quedó hecho un ovillo ahí donde fue depositado. “Ha de estar en estado de shock”, pensó Rodrigo recordando a ciertos animales que se hacían los muertos para no ser devorados.  “Después de todo la lectura del libro de Jonathan Swift me preparó de alguna forma para un encuentro de esta naturaleza”, reflexionó luego, “pero el pobre hombre del futuro simplemente no ha podido conciliar su concepto de lo real con el absurdo que se despliega ante nuestros ojos”.      

      La jovencita tocó suavemente a Char con un dedo, pero este no movió ni un sólo músculo en respuesta. 

      –¡Déjalo tranquilo! –gritó Rodrigo con todas sus fuerzas. 

      La niña lo miró asombrada y en una atronadora voz dijo:  

      –¿PUEDES HABLAR? 

      Rodrigo se llevó las manos a los oídos encogiéndose de la misma forma que lo hizo como cuando, para gastarle una broma, le llevaron al Cerro Santa Lucía sin prevenirle del sonoro cañón de las doce. Glumdalclitch pareció comprender que su voz era demasiado fuerte por lo que, susurrando esta vez, repitió: 

      –¿Puedes hablar? 

      –Claro que puedo hablar –contestó Rodrigo alzando la voz tanto como pudo sin que se le dañaran las cuerdas vocales–, y este sujeto que yace junto a mí también, pero creo que está demasiado asustado como para hacer otra cosa que permanecer en estado fetal. 

      –¿Qué eres? 

      –Un hombre, por supuesto, un ser humano, ¿y tú? 

      –¡Que extraño! Yo también soy un ser humano, pero de estatura normal. 

      –Pues de donde nosotros venimos nuestra estatura es considerada la normal, y los árboles, las casas y los animales están en proporción a nuestra altura. 

      –¿De donde vienen? 

      Rodrigo estuvo a punto de decirle que del pasado, pero se contuvo. Si estaban efectivamente al interior de una esfera de Dyson era probable que existieran reinos muy alejados o simplemente inexplorados por la especie a la que pertenecía su captora, por lo que simplemente le dijo que de muy lejos. 

      –Si eres extranjero, ¿cómo es que hablas mi idioma? 

      –La verdad es que no me explico cómo es que tú lo hablas. 

      –Es el idioma que nos enseñan desde pequeños, de lo contrario no podríamos entendernos entre nosotros. ¿Cómo lo aprendiste tú? 

      –De la misma forma. 

      –¿Cuál es tu nombre? –preguntó la niña a continuación. 

      –Rodrigo, ¿y el tuyo? 

      –Marianela.  

      –¿Qué edad tienes, Marianela? 

      –Doce años. 

      Rodrigo observó detenidamente aquel gigantesco rostro que, sin embargo, pertenecía a una niña. Era redondeado y muy pecoso, todo salpicado de manchitas parduscas. Tenía pequeña la frente y no falta de gracia la nariz. Sus ojos eran negros, como dos grandes pozos de alquitrán y brillaba en ellos una luz traviesa y juguetona. Su cabello dorado le caía en forma de bucles hasta los hombros. Sus labios estaban bien formados y siempre sonriendo, sus dientes eran blanquísimos. A Rodrigo le pareció que no había nada que temer de esta muchacha. 

      –¿Cómo llegaron aquí? –preguntó Marianela. 

      –Viajábamos en nuestro vehículo pero este sufrió un desperfecto. Antes que pudiésemos repararlo lo envolvió una esfera luminosa y desapareció. 

      –Se lo llevaron los Kobolds. 

      –¿Kobolds? –repitió Rodrigo recordando a los pequeños y bromistas seres del folklore germano que gustaban de ocultar objetos y que podían realizar varias labores hogareñas a cambio de migajas de comida, pero que se tornaban malvados si no se les alimentaba. 

      –¿Los conoces? –preguntó Marianela–. ¿Hay Kobolds en tu reino? 

      –No, en mi reino nunca se ha visto a un Kobold, pero creo que nos topamos con uno al llegar aquí. Como de mi estatura, cuatro brazos, antenas largas… 

      –Así son los Kobolds. Eso pensé que eran ustedes cuando los vi por primera vez. Los Kobolds están arrebatándonos cosas todo el tiempo. Esta mañana, cuando iba a cepillarme el cabello, intenté coger mi peine pero ya no estaba ahí, los Kobolds se lo habían llevado. 

      –¿Y a que sitio se llevan los Kobolds los objetos que hurtan? 

      –A su reino, un lugar desconocido para los humanos. Nadie entiende a los Kobolds, se mueven a través del tiempo, es por eso que nadie ha capturado ninguno jamás.  

      –Marianela, es preciso que me escuches. Los instrumentos de nuestro vehículo fallaron y no tenemos la menor idea de donde nos encontramos. ¿Cómo se llama este lugar? 

      –Aldeacorba, ese es el nombre del pueblo. 

      –¿Y este pueblo donde queda? 

      En ese instante un estridente rugido que provenía desde el piso de abajo alertó a Marianela. 

      –Me llaman a cenar, dijo, poniéndose de pie. 

      –¡Espera!, exclamó Rodrigo. ¿Puedes traernos algo de comer? 

      –¿Qué comen ustedes? 

      –Oh, cualquier cosa. Carne, pan, fruta, lo que sea. Y agua si es posible. 

      –Les traeré comida y algo para beber antes de sentarme a la mesa –dijo la muchacha saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí.  

      Rodrigo alzó la vista al imposiblemente alto techo, donde un tragaluz permitía ver el Sol estancado en aquel eterno mediodía. “¿Sería ese astro el mismo que iluminó mis días en la Tierra?” se preguntó Rodrigo para luego observar la alta pared que tenía en frente, si se paraba sobre los hombros de Char podría alcanzar el borde, y desde ahí la cubierta del mueble. ¿Y entonces qué?, ¿donde iría?, ¿a vivir una aventura similar a la del hombre menguante?, ¿a ser presa de un gato gigantesco? No, lo mejor era quedarse ahí, esperar que Marianela regresara y pedirle hablar con sus padres, intentar razonar con ellos. Al menos, a diferencia de Gulliver en Brobdingnag, él ya dominaba la lengua de los lugareños.  

      –¿Se ha marchado? –escuchó decir débilmente Rodrigo a sus espaldas. 

      –Sí, ¿está usted bien? 

      –No, no estoy bien. Esto se sale de todo mis parámetros de comprensión. Me entrenaron para lidiar con bestias salvajes de todo tipo, pero bestias reales al fin y al cabo, no cosas cuya sola existencia desafían todas las leyes que rigen el universo.  

      –Bueno, las leyes se hicieron para quebrarlas decía Bart Simpson. 

      –¿Bart quien? 

      –Bart Simpson, un importante filósofo norteamericano –respondió Rodrigo–. Le he pedido a Marianela que nos traiga algo de comer, ¿no tiene hambre? 

      –En realidad sí. 

      –Ya ve, el cerebro es el único órgano del cuerpo a quien preocupa comprender la situación en que estamos, a su estómago sólo le interesa comer, y al mío también. ¿Escucha como me suenan las tripas? 

      El rostro de Char sufrió una inusual metamorfosis, ¿qué le estaba ocurriendo? Esbozaba una sonrisa, una hazaña que Rodrigo llegó a pensar era imposible de ser ejecutada por los músculos faciales del crononauta.  

      –Gracias por defenderme de ese monstruo. 

      –No fue nada. No creo que fuera a hacerle daño de todas maneras, y no es un monstruo sino una niña. 

      –Es un monstruo, algo que no debería existir. 

      –Eso es una cuestión de óptica solamente, para mí usted debería ser un monstruo también.  

      –Sí, supongo que tiene razón. 

      –Escuche, parece que Marianela regresa. 

      Char corrió a esconderse en la esquina más alejada del cajón y nuevamente se hizo un ovillo. La muchacha introdujo dos recipientes que para los viajeros eran del tamaño de una de esas piscinas inflables en las que tanto les divierte chapotear a los niños. Uno contenía carne picada y pan desmenuzado y el otro agua.  

      –Ahora tengo que irme –susurró Marianela– me esperan abajo para cenar. 

      –¡Aguarda un momento! –gritó Rodrigo–. ¿Le has dicho a alguien sobre nosotros? 

      –Por supuesto que no. Ustedes ahora son míos y no permitiré que me los arrebaten. 

      Dicho esto la niña abandonó la habitación nuevamente.  

      –¿Que somos de ella? –dijo Char acercándose a los inmensos platos para así examinar sus contenidos–. ¿Qué le hará pensar que le pertenecemos? 

      –Tal vez sea el hecho que, hasta que no podamos inclinar la balanza a nuestro favor, efectivamente le pertenecemos. 

      –¿Cómo dice?, ¿inclinar la balanza? 

      –Hasta que no consigamos salir de este problema. 

      –Ah, ya le entiendo. Bueno, sin Lucy será difícil poner fin a esta situación. Aunque escapásemos de esta niña podríamos ser víctimas de peligros mayores.  

      –Sí, hasta el momento nos ha tratado bien, aunque no sabemos cuales son sus intenciones reales.  

      –Y están esas enigmáticas criaturas que ella mencionó por otro lado. 

       –Los Kobolds. 

      –Desde luego, a uno de cuyos representantes ya hemos conocido. Si efectivamente se llevaron a Lucy, intentar contactarnos con ellos debería ser nuestra prerrogativa. 

      –Aunque no creo que estén muy interesados en nosotros, de lo contrario nos habrían llevado junto a Lucy. Pero basta de charla, tengo hambre y pretendo saciarla. Aquí hay comida suficiente como para un mes. 

      –¿Cómo sabe que esos alimento podrá ser asimilado sin inconvenientes por su sistema digestivo? 

      –No lo sé, supongo que no me queda más que correr el riesgo, es preferible a morir de inanición. 

      Rodrigo propinó una buena mascada al trozo más pequeño que pudo sostener entre sus manos y lo saboreó ante la mirada expectante y algo asqueada de Char. 

      –Está bueno –dijo con la boca llena–, carne de vacuno. Vamos, coma. 

      –Prefiero esperar unos minutos, a ver si no cae muerto. 

      –Cómo usted prefiera. 

      Una vez que Rodrigo comió todo lo que pudo, y al ver que no se retorcía de dolor por envenenamiento, Char se dispuso también a alimentarse, previa solicitud de que no se le observara ni se le dirigiese la palabra mientras lo hacía. “Los humanos del futuro son como los yahoos de El Informe de Brodie”, pensó Rodrigo, y a continuación tomó un trozo de pan y reposó su cabeza sobre él utilizándolo como una almohada. 

      –El tamaño de esta gente podría explicar la construcción de una esfera de Dyson, ¿no lo cree? –comentó Rodrigo sin obtener respuesta–. ¡Se me olvidaba que no debo hablarle! Bueno, creo que haré una pequeña siesta. 

6 

      No se había percatado Rodrigo del sueño que tenía hasta que cerró los ojos y se durmió profundamente. Un fuerte remezón lo trajo de regreso al mundo de la vigilia. Char lo tenía tomado por los hombros y parecía alarmado. 

      –¡Debe intentar salir de aquí! –le dijo–, corre grave peligro.

      –¿Qué ocurre? –preguntó Rodrigo aún con un pie en la tierra de los sueños. 

      –Observe –contestó Char indicando el techo. 

      Rodrigo alzó la vista y pudo ver como el Sol gradualmente perdía luminiscencia. 

      –¿Se está apagando? –dijo presa del asombro. 

      –En efecto –confirmó Char– creo que en este sitio si hay noche después de todo.  

      –Pero no hay Luna, sin Luna usted no puede transformarse en lobo, ¿no? 

      –No estoy tan seguro de ello –dijo Char con un hilillo de voz al tiempo que caía al suelo presa de fuertes espasmos–. Siento como si una bestia desgarrara mis entrañas, huya, Rodrigo, ¡huya! 

      El Sol disminuyó su luminosidad con una rapidez prodigiosa y ahora se veía tal y como el satélite natural de la Tierra. 

      –No tengo donde huir –dijo Rodrigo alejándose instintivamente de su compañero–. Por favor intente controlarse… 

      –No, no puedo –gruñó Char–. ¡No quiero!

      Esa última vocal de la palabra “quiero” se prolongó permutándose en un horrendo aullido que le puso a Rodrigo la piel de gallina. La metamorfosis se había desencadenado.  

      –¡AYUDAAAAAAA! –comenzó a gritar Rodrigo llevando sus manos a uno y otro lado de la boca y saltando lo más posible–. ¡MARIANELA!, ¡AYÚDAMEEEEE! 

      Era inútil, la niña jamás oiría sus débiles gritos allá abajo. Rodrigo se volteó hacia Char que ya estaba cubierto completamente de un pelaje blanco-grisáceo, con las manos y las rodillas apoyadas en el suelo. Su cabeza se volvió más larga y estrecha y unos brillantes y agudos dientes se asomaron por su boca transformada en hocico. Sus nalgas desaparecieron y su espina dorsal se extendió hasta formar una frondosa cola.  

      El lobo, grande y corpulento como un tigre, observó a Rodrigo arrugando la nariz y gruñendo a la par que mostraba los colmillos. En ese momento en que contemplaba cara a cara el rostro de la muerte, Rodrigo recordó un documental que había visto en el Discovery Channel sobre los lobos. Cuando dos de estos animales desean conseguir el puesto de jefe de su manada se enfrentan en una lucha ritualizada y cada uno de ellos adopta una actitud característica con la que pretende impresionar al adversario. Poco a poco uno de los dos va perdiendo confianza hasta que se tumba a los pies de su rival en señal de sumisión. En todos los animales superiores (a excepción de los humanos) este gesto frenaba la violencia de una sola vez. Rodrigo hizo exactamente eso. Con mucho cuidado y lentamente se recostó sobre el suelo y se levantó la camisa dejando su abdomen al descubierto. El licántropo dejó de gruñir y desvió la vista hacia el plato con los alimentos. Se acercó hacia el recipiente y en un par de minutos consumió todo lo que Marianela les había servido. Una vez satisfecho, retrocedió hacia el fondo del cajón que los aprisionaba, tomó velocidad y de un formidable salto voló por sobre la pared que daba al exterior. La caída hasta el suelo era suficiente cómo para acabar con la vida de cualquiera, pero Char era un licántropo después de todo y cualquier herida o fractura sería rápidamente sanada. 

¿Qué ocurriría ahora? A menos que encontrara alguna forma de salir, Char merodearía por la habitación hasta que Marianela regresara y entonces seguramente se escabulliría sin ser descubierto, ni un feroz licántropo sería tan estúpido cómo para atacar a una presa tan grande. Además, era muy probable que en su forma lupina Char conservara ese horror atávico que sentía por la niña, por lo que de seguro procuraría evitarla. ¿Pero por qué tardaba tanto Marianela en volver a su dormitorio? Y a propósito, ¿cuánto tiempo había transcurrido? Eso era algo difícil de saber en una esfera de Dyson sin un reloj, pero la palabra cena acompañada a la disminución lumínica indicaba que era de noche, una noche sin estrellas y con el propio Sol convertido en una brillante Luna. Cómo era posible tal prodigio escapaba a todo intento de Rodrigo por comprenderlo. Lo más probable era que el Sol fuese artificial, si es posible concebir tal cosa, claro. Esta esfera de Dyson tenía noche, y por lo visto todas de plenilunio lo que significaba que contrario a lo que Rodrigo supuso en un principio, Char no sólo se convertiría en lobo, sino que a diferencia de
la Tierra, aquí lo haría todas las noches. 

      No había nada que Rodrigo pudiese hacer hasta el regreso de Marianela, por lo que se sentó a esperar.   

      Un par de minutos después escuchó abrirse la puerta de la habitación seguida de un estridente chillido. A partir de ese momento se desató el caos. Algo cayó pesadamente al suelo, gritos de dolor que se permutaban en gruñidos se sucedían una y otra vez mientras otros objetos se desplomaban. Rodrigo escuchó una voz que no era la de Marianela gritar de horror mientras otra la imitaba y una tercera decía: “¡huyan, rápido!” Más gruñidos se sucedieron acompañados de ruido de huesos rotos y carne desgarrada, más golpes y más sacudidas que hicieron que el cajón de la cómoda terminara por cerrarse dejando a Rodrigo en la más absoluta oscuridad.  

      Los rugidos de la bestia y los gritos de sus víctimas se escuchaban cada vez más lejos. La carnicería se había trasladado escaleras abajo, a una distancia que para Rodrigo era sin duda de kilómetros. Poco después se escuchó un aullido muy lejano y luego reinó el silencio. 

      ¿Qué había ocurrido? Rodrigo creía tenerlo todo muy claro. Al entrar en su dormitorio Marianela se encontró con Char a quien debió haber tomado por una rata, de ahí el chillido. Contrario a lo que Rodrigo supuso, el licántropo sí atacó a la muchacha, probablemente mordiéndola en el tobillo. La metamorfosis se desató inmediatamente, al oír el barullo los familiares de Marianela subieron a ver que pasaba y fueron atacados por la niña lobo, que ahora rondaba por la campiña. En cuanto a Char, de seguro había escapado en medio de la batahola perdiéndose entre la descomunal floresta. 

      Así estaban las cosas. Rodrigo encerrado en una cajonera gigante sin comida ni luz. Char y Marianela convertidos en feroces lobos de distintas tallas, esparciendo la infección licantrópica. Lucy descompuesta y capturada por los Kobolds. En ese momento no le cupo ninguna duda a Rodrigo de la existencia de Dios, sólo él podría haber elaborado una trama tan cruelmente absurda.  

       “¿Y ahora qué?”, se preguntó Rodrigo. “¿Esperar a que salga el Sol y el eventual regreso de Marianela o Char a la casa?”  

      Nuevamente no había nada que hacer, excepto esperar así que Rodrigo esperó, y esperó, hasta quedarse dormido.          

Lucy, de nuevo 

7 

      Un poco de luz se filtraba por los bordes del cajón convirtiendo las tinieblas que rodeaban a Rodrigo en penumbra. El Sol había salido, aunque ese no era el término más exacto al interior de la esfera.   

      Rodrigo se dirigió hacía el fondo del cajón y orinó en una esquina, luego bebió un poco de agua y se sentó en el borde del plato como si estuviese en la orilla de una laguna. No soportaba la idea de morir de inanición, antes prefería el suicidio. Pero no había ninguna forma de quitarse la vida allí dentro salvo darse de cabezazos contra las paredes hasta quedar inconsciente, pero no hasta morir.  

      Rodrigo se paseó de un extremo al otro de su prisión, hizo ejercicios de calistenia, recordó varios pasajes de su vida que creía olvidados, gritó pidiendo auxilio hasta el agotamiento, durmió una breve siesta, bebió más agua, lloró desconsoladamente, recuperó la fe, volvió a llorar, corrió de un extremo al otro, contó hasta 7.589… 

      La luz que se colaba por las rendijas comenzó a disminuir. Nuevamente el Sol se apagaba. Rodrigo estrelló su puño contra una pared maldiciendo. Jamás saldría de allí. 

      –Hola, Rodrigo –dijo una familiar voz a sus espaldas. Se volteó y he allí que se erguía una figura femenina. 

      –¿Lucy? 

      –Sí, soy yo Rodrigo. He venido a buscarte.  

      –Te ves tan… distinta. 

      –Perdí algo de peso, a decir verdad, varias toneladas. ¿Qué opinas de mi nueva apariencia? 

      Lucy se veía cómo la robot de Metropolis, o como una de esas atractivas androides de Hajime Sorayama, aunque había algo más orgánico en su apariencia, similar a las criaturas que pueblan la obra del pintor suizo Giger.  

      –Estás muy bien –dijo Rodrigo–. ¿Pero como… 

      –Fui sometida a un upgrade –lo interrumpió Lucy–, por las criaturas que en estas latitudes denominan Kobolds. 

      –Tal y como lo sospechaba, fueron ellos quienes te capturaron.  

      –Así es. Continuamente están explorando la esfera, recolectando datos y objetos. Suelen ignorar a los seres vivos. 

      –Incluso a nosotros, tus tripulantes. 

      –Lamento por todo lo que has tenido que pasar –dijo Lucy tomando entre sus mecánicas manos las de Rodrigo–. Habría venido antes por ti pero al ser tecnología creada por humanos les tomó bastante tiempo a los Kobolds reprogramarme para así emular sus imbricadas estructuras cognoscitivas y complejo lenguaje. Pero ya estoy aquí.   

      –¿Qué fue de Char y los habitantes de esta casa?, ¿qué fue de Marianela? 

      –Los ocupantes de esta vivienda murieron. El Sr. Char fue adormecido poco antes del alba y trasladado a la estación orbital Kobold donde fue sometido a una manipulación genética que eliminó todo rastro de licantropía. En cuanto a la muchacha, luego de huir de este sitio atacó a la gente de la granja vecina, nueve personas de las cuales tres sobrevivieron para transformarse en licántropos. De esta manera comenzó a propagarse la infección por toda la zona hasta llegar a la ciudad. Cuando por fin amaneció el número de licántropos ascendía a una treintena. De momento están confundidos, nadie sabe muy bien lo que ocurrió y ni siquiera sospechan que las personas a las que están socorriendo, y que suponen víctimas de las bestias, serán muy pronto sus verdugos.   

      –¿No pueden hacer algo los Kobolds para detener esta locura? 

      –Por supuesto, toda esta zona será fumigada. Sólo morirán aquellos infectados. Es la solución más práctica. 

      –¿No pueden someter a esta gente al mismo proceso que a Char? 

      –Sí, pero me temo que no les interesa. Si curaron al Sr. Char fue sólo porque yo se los solicité.  

      –¿Dónde está Char ahora? 

      –De regreso en su época. Y ahora es tu turno, Rodrigo. He venido para llevarte de vuelta a tu hogar. 

      –¿Puedes hacerlo? 

      –¡Claro que puedo! Pese a mi nueva apariencia sigo siendo una máquina del tiempo, aunque libre de las viejas limitaciones que antes poseía. ¿Nos marchamos ya? 

      –¡Pero hay tantas preguntas aún que tengo que hacerte!, ¿En que año estamos?, ¿quién construyó la esfera?, ¿fueron los Kobolds?, ¿de donde salieron estos humanos gigantes y cómo es que hablan mi idioma? 

      –Todas tus preguntas serán contestadas cuando volvamos a encontrarnos en un futuro próximo, Rodrigo. Ahora debemos emprender el viaje, tengo otras obligaciones que cumplir. 

      –Pero… 

      –Shhh –dijo la androide posando su dedo índice sobre los labios de Rodrigo–. Ven, acércate. 

      Lucy tomó las manos de Rodrigo y las posó sobre sus pronunciadas caderas. Su voz era tan dulce y sensual y su robótico cuerpo tan cálido que a Rodrigo le pareció, por un segundo, se trataba de una mujer real. Pero entonces observó su rostro de grandes ojos y boquita minúscula, tan inexpresivo como el de los seres que la reconstruyeron, y la ilusión fue anulada. De cualquier forma se aferró a la cintura de Lucy apoyando la cabeza sobre su pecho. Ella le subió sus manos por la espalda y ambos se fundieron en un entrañable abrazo.   

      –¿Nos volveremos a ver? –preguntó Rodrigo cerrando los ojos. 

      –Puedes estar seguro que sí. 

      De los omóplatos de Lucy emergieron unas estructuras elípticas de las que se desplegaron unas grandes membranas transparentes. La androide curvó hacia delante sus alas de mariposa que los envolvió a ambos transformándose en una especie de capullo.  

      –Ahí vamos –susurró Lucy al oído de Rodrigo.  

      Y ambos desaparecieron. 

8 

      Rodrigo abrió los ojos percatándose que sus manos abrazaban el aire. El Sol iluminaba tímidamente la campiña y los pajarillos gorjeaban. Se hallaba de vuelta en la parcela de su hermano, y le pareció pertinente rememorar los siguientes versos: 

         De su seno ascendió un capullo.

         el verano lo agostó.

          la canción ha terminado. 

      –¡Don Rodrigo! –escuchó que alguien exclamaba. Era Aquiles que venía corriendo hacia él. 

      –¿Hace cuanto se marchó la máquina del tiempo? –le preguntó. 

      –Reciencito no más. Pensé que usted iba dentro. 

      –Sí, ahí dentro voy, viajando a un futuro muy extraño. 

      –¿Cómo dice?, ¡pero si está aquí! 

      –Es una larga historia, Aquiles. Ya tendremos tiempo para que se la cuente, regresemos a la casa. Necesito un café y mi computador, tengo mucho que escribir. 

      Antes de marcharse, Rodrigo se volteó para dar una última mirada al sitio en que algún día muy lejano se erguiría el cronopuerto. 

       “Lucy dijo que volveríamos a vernos”, pensó, “ese encuentro animará de ahora en adelante mis días”. 

© 2004, Remigio Aras.   

La existencia al borde del fin

Hace un par de meses vagando por la red buscaba algunos cuentos de ciencia ficción y encontré un sitio sobre un e-zine llamado TauZero. En ese entonces no sabía con exactitud que era un e-zine, pero podía imaginarme que significaría algo así como “revista electrónica”. Y efectivamente, no estaba muy lejos de la verdad. Un e-zine dedicado enteramente a la divulgación de la ciencia ficción y de la ciencia. ¡Era fascinante! Ambas áreas me encantan, por lo que devoré el contenido de la revista electrónica. Y no sólo eso, baje los otros cinco números que habían publicado hasta ese entonces. Y me di cuenta de algo extraño: Las fechas de publicación. El número 1 apareció un febrero del 2003. El número 2 tres meses después, el número 3 seis meses después, y los números 4, 5 y 6 con un mes de separación entre ellos. Al parecer había aumentado la frecuencia de su publicación, aunque en realidad no sabía muy bien la periodicidad de la revista por lo que envié un e-mail al editor para confirmar mis sospechas. La respuesta fue que efectivamente, tenían suficiente material para publicar cada mes, cosa que me agrado en demasía. Incluso me atreví a hacer una pequeña contribución, una pequeña revisión introductoria a una serie de ensayos que versarían sobre el mundo microscópico, desde el átomo, hasta el ADN, la célula y las bacterias. En esa primera entrega solo hablaba de algunas formas de medición en el mundo científico. Mes con mes hablaría de otras cosas cada vez más complejas y fascinantes. Sólo que esperé 2 meses para ver mi contribución publicada, en abril del 2004, a la vez que se nos advertía a lectores y colaboradores que por motivos un tanto inciertos, la publicación sería cada 2 meses. De acuerdo, cada 2 meses es algo que se puede tolerar, ¿no? Y esperé hasta recibir el número 8… tres meses después. Algo fallaba. Un e-mail más y un montón de excusas. Pero pronto aparecerá el 9. Y esperé por ese número dos meses: ¡Habían cumplido con la fecha de entrega! ¡Genial! Alentado, envíe una segunda aportación, una introducción a la teoría atómica, desde Demócrito de Abdera hasta el principio de
la Teoría Cuántica. Y esperé por el número 10 dos… tres… cuatro… si, cuatro meses. Algo no volvía a cuadrar. Otro nuevo e-mail daba algunas excusas como la clásica del trabajo, la de la novia celosa de una revista electrónica y no sé que tanto más. Tal vez faltó la de la abducción extraterrestre y ¿por qué no?, la del complot de alguna agencia federal para evitar la publicación del e-zine. ¿Qué pasaba? 

       Como en todo, siempre hay otras opciones. Busqué y encontré otra revista llamada Fobos, cuyo editor se engrandecía de haber publicado “22 números en formato papel y 23 en formato electrónico”, entre 1998 y el 2004. Sólo que en el número 23 aparece el mensaje de su triste final. Fobos no era más que un hallazgo arqueológico, algo que fue y no será nunca más. Era buena para coleccionar, nada más. Había muerto… Siguió la revista Ochocientos, dedicada a la literatura en general, tal vez poco dedicada a los géneros de fantasía y ciencia ficción, con 31 números en su haber y… abandonada en octubre del 2004. Ignoró que paso, si está agonizante o lo peor, muerta. Saltemos a Alfa Eridani con 14 números, el número 14 correspondiente a Noviembre-Diciembre del 2004. Va bien. 

       Axxón va a la cabeza, con 144 números, publicación mensual y aporte de todo el mundo hispano parlante e incluso más. Solo que hay algo que no me acaba de gustar, algo muy sencillo que parecerá ridículo: El formato. Es presentada en formato html, con posibilidad de bajarlo zipeado… también en formato html. Prefiero mil veces el PDF porque se ve como lo que pretende ser, una Revista Electrónica, y no como una sencilla página cualquiera de
la Red. Por ello, TauZero y Alfa Eridani llenaban ciertas expectativas mías.  

       Ahora bien, hemos llegado al empate, un par de e-zines extintos y un par que se mantienen activamente. La pregunta es: ¿a cuál pertenece TauZero? ¿Está muriendo lentamente o qué ocurre? Puedo fácilmente culpar al editor en turno Eduardo Mundana, a su trabajo y hasta a su novia por olvidar este genial proyecto, por dejarnos de lado a lectores y colaboradores. Pero no es culpa de él, ni del trabajo, ni de la novia. Al menos no completamente. También estamos nosotros, los lectores por no pedir más y alentar con ello a la publicación. También estamos los colaboradores, por mandar las aportaciones cada vez que nos acordamos o nos obligan a hacerlo. Debería ser un compromiso, pero lo tomamos como si nada. Todos estamos fallando. 

       Es enero del 2005, año en que podría verse el florecimiento de nuevas publicaciones on-line y el decaimiento de otras. Deseo sinceramente
la Al menos no completamente. También estamos nosotros, los lectores por no pedir más y alentar con ello a la publicación. También estamos los colaboradores, por mandar las aportaciones cada vez que nos acordamos o nos obligan a hacerlo. Debería ser un compromiso, pero lo tomamos como si nada. Todos estamos fallando. 

       Es enero del 2005, año en que podría verse el florecimiento de nuevas publicaciones on-line y el decaimiento de otras. Deseo sinceramente la permanencia de TauZero para beneficio de sus lectores ansiosos de leer literatura de ciencia ficción y divulgación. Deseo que la mantengamos viva y no digamos en un futuro sencillamente: Otro e-zine extinto.  

 

© 2004, José Fco. Camacho A. 

 

 

Sobre el autor: José Fco. Camacho A. nació en 1979 en la ciudad de Querétaro, México. Actualmente es médico general en vías de iniciar la especialidad de cirugía general. Como pasatiempo escribe ensayos de divulgación, cuentos de ciencia ficción y relatos cortos, así como un Manual de Microbiología y Parasitología Médica. 

 

El libro de Enoch

Este libro escrito aparentemente entre el siglo I y II A.C por una serie de autores en una lengua semítica Etíope, corresponde a la historia sagrada, con u recorrido incierto producto de su exclusión posterior de las biblias por constituirse como elemento cuestionante de los dogmas centrales, se dificulta su hallazgo. Pero lo importante de su apocrafia radica en el giro que sufre la religión después de Cristo; de una ambivalente donde en Dios se centraba el bien y el mal, a una monista donde está separado. Por lo tanto los textos de Enoch, en los que se reconoce constantemente que la raíz de todo está bajo los ojos omnipotentes de Dios contradice a lo simbólico separado, Bien y Mal. Explicaré la palabra símbolo por medio de lo que dice Regis Debray, así symbolon que significa reunir, juntar, acercar, viene de los fragmentos de cerámica o tesseras que eran entregados a los huéspedes de una casa a modo de signos de hospitalidad; los que a su vez entregarán dichos trozos a sus hijos para que un día ellos puedan establecer las mismas relaciones de confianza juntando y afianzando fragmentos. Entonces lo simbólico se une a lo fraterno, somos todos hermanos, lo que correspondería a la unión de los extraños. De esta manera el antónimo de símbolo corresponde a diábolo, dia-bólico es todo lo que separa, sim-bólico todo lo que une. Pero mientras el judaísmo logró salvar estos conflictos, las Iglesias Cristianas permanecieron trabadas por la confusión de dos ideas incompatibles. Luego se irá extremando cada vez más en la medida en que la Religión cristiana basará todo en la Redención y no en una ofensa “personal” con el dios, de ahí que liga la caída personal a la original directamente, en cuanto pecado original. 

       Daré como ejemplo dos pasajes de Isaías, uno de los profetas de la Biblia, donde lo unitario aún reside y a pesar de ello han sido mantenidos: 

(45,7)Yo soy Yahveh, no hay ningún otro;yo modelo la luz y creo las tinieblasyo creo la dicha y creo la desgraciayo soy Yahveh, el que hago todo esto. 

(44,25)Yo hago que fallen las señales de losmagosy que deliren los adivinoshago retroceder a los sabiosy convierto su ciencia en necedad. 

       Los libros apócrifos, como este de Enoch, han sufrido una censura que lleva muchos siglos al interior de la religión cristiana, de hecho la palabra apokruphos la que deviene apócrifo ha sido interpretada y definida por la Iglesia Católica como falso, supuesto, ilegítimo y erróneo. Esta especificación parece la recomendación clara de la etiqueta de una sustancia venenosa. Pero estos vestigios de la significación corresponden a la arqueología de una estratificación paralela de la teogonía judeocristiana, la exclusión y ocultamiento de estos textos aparece como un mito que se sobrepone a otro. Volviendo al libro y a nuestra búsqueda en él de correspondencias que nos apoyen en el esclarecimiento de la aproximación del hombre a las artes y en este caso particular, a las malas artes; el texto tienen ciertos tramos claros. Los seis primeros capítulos dice de las revelaciones hechas a Enoch de las bendiciones para los justos y los castigos para los pecadores. Del siete al treinta y siete, desarrolla el relato de la unión de los ángeles con las hijas de los hombres, la ascensión de Enoch hasta su visión-ceguera de Dios, la visión de los ángeles caídos, y describe los infiernos, el cielo, el paraíso y su viaje a los extremos del mundo. Del treinta y ocho hasta el setenta y uno son las revelaciones por medio de sueños y parábolas acerca de la venida del mesías, el que pronunciará el juicio a los ángeles y a los hombres. Posteriormente, del setenta y dos al ochenta y dos consiste en la revelación de o que sucederá con los ángeles caídos a manos del castigo así como de todo mal. Del ochenta y tres al noventa, la visión revelada a Enoch del diluvio para destruir ese mundo y reinstalar el reino de Dios. Del noventa y uno al ciento cinco es el consuelo de los justos en el día del juicio y la condena de los impíos; en esta sección Enoch divide la historia del hombre en diez semanas, simbolizando diez épocas, cada una caracterizada por una persona o evento. Por ejemplo la cuarta semana corresponde a Moisés, y en la décima el reino de los cielos se rehace en la tierra por la eternidad. Finalmente, se refiere nuevamente al diluvio pero ahora desde los consejos entregados a su hijo y a u vez éste a su nieto Noé, y reitera los juicios a los pecadores así como la salvación de los justos. 

       De acuerdo a nuestro interés en la entrega por parte de ciertos ángeles de lo que anteriormente hemos denominado las malas artes, se refiere a ciertas técnicas, las técnicas de lo oculto, o sea de lo tenido oculto por Dios a los hombres, entonces aquí se trata de los realmente apócrifo. Estos secretos que abrieron los mundos no permitidos a los hombres y que significarán su maldición eterna ante el dios, resultan de un vuelco de vulnerabilidad de los vigilantes celestes que aseguraban la observación. Ellos que en hebreo son los bene ha elohim  que significa vigilante o hijo de dios, bajaron del monte Hemón hace dos mil años y ayudaron a los arcángeles a construir el Edén, vieron a las hijas de Caín y fueron atraídos; “entonces los seres de fuego al contacto con la tierra, el fuegos e convirtió en carne”, de ellos nacerán gigantes insaciables los que en lucha con los siete arcángeles serán obligados a residir en las tinieblas de los abismos y en los extremos oscuros del mundo, hasta el día del juicio en que serán nuevamente juzgados por Dios. 

       Entonces estos ángeles, que más que caídos bajaron por su propia voluntad a la tierra, enseñan las artes de a civilización, o sea, las técnicas; y así cada uno se identifica con cierto aspecto de lo secreto: 

       Samsaya, les advertirá que no serán capaces y que él deberá asumir la conclusión de los iniciado. 

       Azaziel, enseña la realización de las armas, espadas, cuchillos, escudos, corazas y espejos. También brazaletes y ornamentos, el uso de la tintura y el pintar los ojos, el empleo de las piedras preciosas y la pintura. Enoch dirá, “así el hombre fue corrompido.” 

       Amarazak, enseña los sortilegios. 

       Barkayal, el arte de observar las estrellas. 

       Akibeel, enseña los signos. 

       Tamiel, la astronomía. 

       Asacadel, enseña los movimientos de la luna. 

       Aunque la serie de ángeles llamados caídos es mucho mayor y en dos partes del libro se reconcentran sus nombres y se los designa como doscientos, estos serán los que tienen relación directa con las técnicas, pero después en otro capítulo Enoch describe a los que lideraron la rebelión con sus nombre: 

       Leviathan, demonio femenino (Lilith). 

       Behemoth, la serpiente masculina. 

       Yekum, seduce a los ángeles para descender 

       Kezabel, el que anima los malos pensamientos en los ángeles para que se unan a las mujeres. 

       Gradel, será el que revela los medios para dar muerte, es el que seduce a Eva y entrega las armas como armas para evitar la muerte dirigida a su tiempo por Dios. 

       Tenemue, revela la pesadumbre y la dulzura, descubre los secretos de la falsa sabiduría y muestra la escritura y el uso de la tinta y el papel. Porque el hombre no ha sido consignado para ello, para escribir las creencias, sino sólo para imitar la pureza y justicia de los ángeles, dice.  

       Kasyada, el que entrega las artes del aborto, la mordedura de serpiente y el control de la energía. 

       Beka, le pide al arcángel Miguel que le muestre el nombre secreto de Dios, con el cual fue sellada la creación, se trata del nombre que implica la inteligencia de crear, como juramento. Aquí expresa como el dominio sobre la creación del cielo y la tierra y lo que en ellos hay. 

       Si bien el hecho que la Iglesia haya ocultado este texto a sus fieles no radica básicamente en las revelaciones originales entregadas por los ángeles malditos a los hombres aparentemente se debe a la interacción de los arcángeles asociados hasta hoy con el bien en una relación directa de palabra con el Dios supremo. Estos ángeles que son, Gabriel, Miguel, Rafael, Uriel, Raziel, Rasuil y Remiel, son los jefes de los vigilantes. Cuando se dan cuenta de lo que estaba sucediendo en la tierra con estos doscientos ángeles debido a que los lamentos de los hombres llegaron hasta ellos; su actitud no es la de culpar directamente a los que han bajado, sino se dirige Miguel, como la voz de ellos ante Dios y le pregunta directamente: si él todo lo sabía porqué lo permitió. Esta fisura entre la Gracia y la Divinidad que en síntesis son las dos presencias omnipotentes de Dios, es una de las piezas que entraría en contraste con la visión dualista del bien y el mal separados y no cohabitante en el dios único. Dios les responde a cada uno de estos ángeles con una misión para el castigo de los caídos, Rafael en una actitud que recuerda el mito de Prometeo y que luego se repetirá en el combate de Jesús con el demonio, debe encadenar a Azaziel en el fondo de las tinieblas, lapidarlo hasta que su rostro no vea más la luz. Luego a Gabriel perseguirá a los hijos de los gigantes y los pondrá por orden de Dios a unos contra otros, para que mueran en sus propias manos. Entonces Miguel, anunciará el castigo a Zamiasa y lo encadenará en el abismo. En este momento Enoch es subido en cuerpo y alma, hecho por lo que será mantenido y recordado en ciertos pasajes de la Biblia, en presencia de Dios. Entonces comienza su recorrido por el infierno, el cielo y los confines del mundo. Aquí ya se hace mención a la existencia de un libro donde va anotando lo que ve y lo que le pregunta a los ángeles que, respectivamente, lo acompañan según la región. Luego se ve que en el cielo existen otros libros en los que se anota Todo, figura emblemática que servirá como referencia hacia lo que éstos guardan y la noción de versión, traducción, lectura y escritura. En el momento en que Enoch habla sobre las parábolas dice que “produce parábolas”, así como una serie de detalles del decir en el libro van sorprendiendo habla de la visión de la visión, de la abertura de los libros por parte de Dios al momento del juicio, existe todo un juego con la ceguera de los fieles y el descarrío de las ovejas, al igual que situaciones de la generación o más bien la mutación de los animales una vez que Noé baja del arca; no con una pareja de cada especie sino sólo con dos toros del que devienen unas hembras y de ellas crías que son de otros animales y así se fundan las especies. Confusión problemática para la buena comprensión de la genética normativa y que más bien parece una explicación sensata de una suerte de clonación original arcaica. Pero a su vez las especies aquí son las razas y se describe como pelean, los hombres, constantemente hasta el día del juicio final, en el que se abrirán y leerán los libros. Luego Enoch, espera las generaciones de su hijo y de su nieto, así nace Noé, aquí se produce un efecto interesante que es el rechazo por parte del padre. De Noé dirá su padre, que “no es de nuestra especie”, porque apenas nació dijo la palabra de Dios, pero ese rechazo no vamos a encontrar en varias ocasiones en los relatos bíblicos, en donde el padre dudará de la paternidad, así José duda de María porque aquel no puede ser su hijo. Pero dentro de los rasgos que sobresalen del libro es la manera en como ha sido escrito, la posición que tiene el narrador, como se dice clásicamente. Se trata de una voz que cede la voz a otro, para así ganar objetividad en el relato, creando otras voces como otros personajes ciertos en su decir; como otro que avala lo descrito en primera persona y por lo tanto la hace menos subjetiva.  Así Enoch escribirá un libro que entrega las claves para el reconocimiento de los signos que hablan de la historia, pero este libro se suma a la existencia de otros supuestos de los signos que hablan de la historia, pero este libro se suma a la existencia de otros supuestos libros, como el confuso camino de uno, supuestamente entregado por el arcángel Raziel, el que incluiría algo así como las buenas artes debido a la humildad de los justos, lo que en este caso corresponde a algo permitido por Dios quien desatendiendo por un momento su total conocimiento de lo que sucede o por descuido de la Gracia que es la que nos asiste cuando Dios no nos está viendo, o por acuerdo de ambo; llega hasta las manos de Adán y así hasta nosotros. De esta manera se juntan los dos fragmentos del bolos (griego, terrón), entre el hombre y dios, como Uno que permite la existencia del Otro, lo que a su vez asegura la existencia de ambos en una alternancia eterna, entre comillas.        

© 2004, P. C. 

Sobre el autor: De momento no estamos autorizados a revelar nada sobre P. C.