Ha terminado un viaje de seis años. Un viaje extrañísimo. Y si bien desde la mitad del viaje empecé a disfrutar del recorrido evitando que la ansiedad por el final me arruinara el paseo, en este último tramo mi relajo se fue a las pailas y empecé a pasarla mal.
Soy de los que abominé de la sexta temporada. Consideré que la inclusión del flashsideways (fsw) era una pérdida de tiempo para la construcción dramática ya que no había manera de que me involucrara emocionalmente en ella, al ser, de suyo, una línea alternativa, una versión de segunda mano, algo que sabemos, no perdurará. Por otra parte, la acción en la isla había desviado el foco hacia “el humo negro” y sus objetivos, algo con lo que no teníamos ningún tipo de conexión y que ni siquiera entendíamos bien. Continue reading «…Y la isla era una isla»
¿Qué es lo que cuenta Lewis Carroll En Alicia en el País de las Maravillas? ¿De dónde sacó estas ideas tan descabelladas y dementes acerca de mundos desquiciados que se doblan sobre sí mismos, repletos de significados torcidos y realidades rabiosamente alteradas? La primera lección que hay que sacar de este libro, que originalmente iba a llamarse Las aventuras subterráneas de Alicia, es confirmar que los textos que exploran la ficción son generalmente los que más se acercan a la realidad como la conocemos. La ciencia ficción, por ejemplo, se comporta naturalmente como una metáfora muy nítida del contexto histórico y la fantasía es un reflejo ampliado de nuestra realidad más cercana.
El capitán Hart se detuvo en la puerta del cohete.
En la madrugada del 27 de febrero recién pasado, un
Nadie diría que esta tarde no es una tarde cualquiera. Los últimos rayos de Sol despuntan entre los tejados, tiñendo de reflejos dorados las cristaleras de algunos bloques. Una pareja de amantes disfruta del frescor crepuscular entre los arbolillos del paseo. En compañía de un perrito achacoso —el único amor de su vida—, una anciana alimenta a las palomas, que no pueden concebir mayor placer que el de ser beneficiarias de su soledad. Algunos amigotes se dirigen hacia su cervecería habitual, deleitándose en la perspectiva de una borrachera inminente. Mientras tanto, ajena a los ires y venires de la humanidad, la fuente de las ranitas de piedra continúa con su gorgoteo, llamando la atención de algunos niños por su aspecto resultón. Definitivamente, nadie diría que este anochecer es diferente… 
A veces, cuando estoy triste, vuelvo a escuchar las conversaciones. Es un arma de doble filo, porque cuando se acaban el silencio es más asfixiante que nunca, la soledad casi insoportable. Son grabaciones viejas, de hace diez años, incrustadas en preciosa cinta magnética, y cada vez que pongo una a correr me estremezco al pensar que pueda ser la última, que la cinta se rompa y toda una tarde de Sami hablando se esfume para siempre. Todo lo demás, la música y las películas, los libros y protocolos y fotografías, todo esta archivado y rearchivado y respaldado hasta la saciedad en las cajas de datos de la estación, pero la voz de Sami, su risa, sus suspiros, las palabras que saltaron el vacío hasta aquí, eso está en las cintas. Viejas cintas de cuando la estación fue inaugurada. Mucho antes del Fin.
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El hombre sentado en el último rincón del bar tenía nombre. Sí, seguramente lo tenía, pero eso ni a él le importaba. Lejos de todo contacto con el mundo exterior, en la infranqueable mente del sujeto, solo se anidaba el deseo de que su amigo llegara pronto; ya eran las 8:30 de la noche y llevaba más de quince minutos atrasado. La situación no era nada fuera de lo común, de hecho una de las características más relevantes de su amigo es que siempre llegaba atrasado, sin embargo esta vez no estaba de ánimo para esperar a nadie. ”Diez minutos más”, pensó. Tomó su vaso que estaba a la mitad y bebió el contenido de un solo sorbo, luego prendió un cigarrillo y dirigió la mirada a las personas a su alrededor. Nada fuera de lo común. Los mismos universitarios, tratando de impresionar a sus compañeras, el mismo grupo de hombres borrachos que se van al bar a contar chistes después del trabajo, el mismo cantinero, la misma música y la misma calentura al observar las prominentes figuras de las “niñas” a su alrededor. 