LLEVABAN DÍAS diciéndolo por todas partes, que los incendios habían crecido tanto que pronto iba a nevar cenizas sobre la ciudad. Y así fue…
DAKELTUNG KONA PEÑI, que el huinca escuche el tronar el nuevo kultrung, estaba pintado en el techo del edificio de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la Frontera. Y el rayado era lo suficientemente grande como para que pudiera verse desde cualquier lugar doscientos metros a la redonda. Yelena Abramowitz se lo quedó viendo, era un primer plano perfecto para el telón de fondo que formaban las colinas incendiadas alrededor de Temuco. Tomó su lápiz y transcribió el graffiti sobre su cuaderno, le pareció una buena imagen para el reportaje.
-¿Sabe lo que significa?-, le preguntó a su entrevistado.
-No estoy seguro, pero creo que es un grito de guerra, algo así como levántate hermano, algo por el estilo-, respondió Francisco Buchman.
-¿Cuándo lo pintaron?-, Yelena parecía en verdad interesada.
-No lo sé, lleva un buen tiempo. De cuando en vez llegan los guardias de la Universidad y lo limpian, pero a la mañana siguiente aparece de nuevo.
-Pintura inteligente, alguien se lo tomó en serio.
-Muy en serio.
Yelena había llegado a las tres en punto. Tras los saludos iniciales y las obvias presentaciones, Buchman la invitó a recorrer la Escuela de Periodismo. Le pareció que era la mejor forma de relajarse y entrar en confianza. Yelena tenía una ventaja, era una mujer intimidante. No sólo se aparecía inteligente y directa en sus ideas, también era muy atractiva. Usaba el cabello muy corto y alisado hasta la exageración, lo que en conjunto con su piel clara y el maquillaje que usaba para resaltar lo oscuro de sus ojos le regalaban una belleza anacrónica, por un lado muy contemporánea y por otro directa remitente a la moda imperante en el Hollywood de 1930. Buchman amaba las películas antiguas, así que tuvo por lo menos una decena de referentes cuando la vio aparecer en la puerta de su privado. Terminaron en el piso más alto del edificio, en la cafetería de la facultad. Buchman pidió un café cortado con leche descremada, Yelena sólo un vaso de agua. Se sentaron cerca de los ventanales, ella le dijo que le gustaba mirar hacia fuera, que el caos de Temuco le daba buenas ideas. Puso su teléfono en medio de la mesa y comenzó a grabar la conversación. Antes de cualquier pregunta, Yelena le pidió que no la llamara de ese modo.
-¿Y como prefiere?
-Igriega-, dijo ella. –Todo el mundo me llama así y me acomoda más que Yelena. Si uno pudiese elegir su nombre.
-Podría habérselo cambiado.
-No es lo mismo, y por favor no me trate de usted.
-Me es más cómodo.
-Bueno, a mi me acomoda más que me diga Igriega.
-Igriega-, balbuceó Buchman. –Buen nickname, la inicial.
-¿Le parece raro?
-¿Qué es lo que debiera parecerme raro?
-Que me cambie el nombre.
-No, es su opción y la respeto.
-Dakeltung kona peñi…-, volvió a leer ella, mirando el garabato del techo. –Fascista la idea-, comento. -¿Ha oído acerca de la vinculación entre el movimiento neomapuche y el nazismo.
-Lo dice por lo que estábamos hablando.
-Entre otras cosas-, contestó Igriega. –Hace un tiempo entreviste a Paillamilla.
-Lo sé, la leí.
-Fue poco antes de que lo asesinaran en la Paz.
-También lo leí.
– Paillamilla era simpatizante de ideas nazistas, relacionados con el lado espiritual y esotérico del movimiento. El defendía la revolución de los nuevos mapuches, la misma que desencadenó los incendios. Según él la raza araucana estaba genética y directamente emparentada con los arios. Me habló sobre la figura de la cordillera de los Andes como resguardo de gigantes y baluarte de la gente de la tierra. Estaba seguro de que si alguna vez se daba un IV Reich, el pueblo mapuche se levantaría sobre los huincas, recuperando lo que les fue arrebatado. De hecho todo lo que está pasando en esta zona esta relacionado con estas creencias. La revolución del juego más que un acto terrorista es un llamado.
-Cortaron el país, señorita. Usaron el fuego para construir una frontera. No sé si pueda llamarse sólo una señal.
Ella levantó los hombros. Buchman torció una sonrisa y agregó:
-Es curioso, sabe.
-¿Qué es lo tan curioso?
-Como evolucionan las ideas. Cuando era joven y empezó a darse la problemática mapuche, ésta se vinculó a ideas de izquierda, a gente del entonces partido comunista. Y ahora, la tortilla se dio vuelta. Los mapuches se pasaron a la extrema derecha, abrazaron un nuevo nacional socialismo y mire lo que han conseguido. Antes eran sólo ruidosos, ahora tienen a un país casi en estado de sitio.
Mari Mari Peñi:
¡Compatriotas! No olvidemos que todos aqui tenemos sangre indígena.
El que no lo crea, que se haga un examen de ADN 🙂
Miraos al espejo antes de creer que un apellido gringo les libra.
Chaito