En octubre de 1984 se realizó la detonación inaugural. Sería la primera de una serie de mini-explosiones nucleares que, según el plan del Gobierno Militar, lograría solucionar el problema del smog en Santiago. El objetivo del proyecto era crear un ‘corredor’ cordillerano para lograr así la ventilación del aire urbano. Para obtener semejante resultado, se gestó la eliminación completa de una montaña (el cerro San Ramón). La última detonación tronó el 17 de octubre de 1986.
Cuando se asentó el polvo, un ingeniero estatal exploró las profundidades del cráter, en él descubrió un túnel; reconoció que la abertura no era una formación natural. El gobierno ordenó que se explorara el interior de lo que yacía ‘debajo de la montaña’. Lo que encontraron era inquietante… inexplicable. En su interior había una cavidad enrome, y en ella había una ciudad; un hecho insólito, sin embrago, lo que realmente desconcertó a los exploradores fue otra cosa. Esta ciudad húmeda y oscura era una réplica exacta de Santiago, habitada por una población-espejo; o sea cada individuo de la ciudad subterránea tenía un doble en la superficie. La única diferencia era la pigmentación y la estatura. Los habitantes de la metrópolis ‘bajo la montaña’ eran pálidos, casi transparentes, ciegos y de una estatura más baja que los ciudadanos del exterior.
Incapaces de entender semejante descubrimiento, el Estado hizo lo único que sabía hacer ante lo desconocido —enterraron la evidencia (literalmente). Entre 1986-87 se ‘reedificó’ la montaña y se abandonó el plan de descontaminación urbana.
Existen rumores de que uno de los exploradores logró extraer un documento histórico del pueblo ‘debajo de la montaña’. Se dice que el registro afirma que esta gente subterránea había fundado su ciudad ocho días antes de que se fundara la nuestra. Ahora bien, valdría la pena hacernos la siguiente pregunta, ¿no seremos nosotros los simulacros de ellos y no viceversa?
Cuando se asentó el polvo, un ingeniero estatal exploró las profundidades del cráter, en él descubrió un túnel; reconoció que la abertura no era una formación natural. El gobierno ordenó que se explorara el interior de lo que yacía ‘debajo de la montaña’. Lo que encontraron era inquietante… inexplicable. En su interior había una cavidad enrome, y en ella había una ciudad; un hecho insólito, sin embrago, lo que realmente desconcertó a los exploradores fue otra cosa. Esta ciudad húmeda y oscura era una réplica exacta de Santiago, habitada por una población-espejo; o sea cada individuo de la ciudad subterránea tenía un doble en la superficie. La única diferencia era la pigmentación y la estatura. Los habitantes de la metrópolis ‘bajo la montaña’ eran pálidos, casi transparentes, ciegos y de una estatura más baja que los ciudadanos del exterior.
Incapaces de entender semejante descubrimiento, el Estado hizo lo único que sabía hacer ante lo desconocido —enterraron la evidencia (literalmente). Entre 1986-87 se ‘reedificó’ la montaña y se abandonó el plan de descontaminación urbana.
Existen rumores de que uno de los exploradores logró extraer un documento histórico del pueblo ‘debajo de la montaña’. Se dice que el registro afirma que esta gente subterránea había fundado su ciudad ocho días antes de que se fundara la nuestra. Ahora bien, valdría la pena hacernos la siguiente pregunta, ¿no seremos nosotros los simulacros de ellos y no viceversa?
Texto impreso en el interior de una tarjeta vendida en Village (sucursal Apumanque). Se titulada Bodas de Plata: ¡Que la felicidad dure muchos años más!.
que delicadeza…
tiene un nosequé calvino-las-ciudades-invisibles que me conmueve.
grande last citizen.
Woaaaa
a mí este tb me gustó.
G
¿estaremos dentro o fuera de la caverna?
Se está poniendo pesada la pista, estos cabros están tirando cosas muy wenas…