La Ficción es Ciencia

Hace rato que la ciencia ficción viene haciendo ruido en las letras chilenas. El Púgil de Mike Wilson, es el último ejemplo: la historia de un boxeador argentino que oye hablar a su refrigerador, mientras una nube negra cubre Buenos Aires. Una novela post-apocalíptica que bebe más de películas como Donnie Darko y la música de Joy Division que de la ciencia ficción dura, y cuyo extracto puedes leer acá.

Por Antonio Díaz Oliva (*)

Mike Wilson

PEGA FUERTE

“Los dos intentaban rehacerse a sí mismos y rehacer el universo entero. Y por eso la ciencia ficción constituía una tan gran ayuda para ellos”.Kurt Vonnegut, Matadero Cinco (1969).

Art cae de rodillas y se pone a llorar en medio del cuadrilátero. Su carrera como boxeador se acaba. Al otro día, en su casa, mientras lee cómo los periódicos se ríen de su papelón en el ring, el refrigerador le habla.

El artefacto le da algunas pistas e indicaciones y Art le hace caso. Termina deambulando por un Buenos Aires retro, topándose con personajes que van desde un clon de Orson Welles y un tintorero japonés que podría encajar en el mundo de Tarantino, hasta un grupo de nerds que juega rol dentro de una ballena varada.

Eso y otras cosas bizarras hay en El Púgil (08), la novela del argentino-estadounidense y residente en Chile, Mike Wilson Reginato (34). “Una historia del fin del mundo en el fin del mundo”, como se afirma en la portada, y que vendría a ser prima-hermana de Caja Negra (06)de Álvaro Bisama. O como dice el mismo Mike: “…que funcionan como prótesis”.

Como sea, ambos libros son de un tipo de ciencia ficción donde lo raro suple el fetichismo tecnológico, una corriente que ha cobrado fuerza acá desde Ygdrasil (05), la novela de Jorge Baradit que se convirtió en el punto de partida para que mucha gente se interesara y se atreviera con libros como el de Mike Wilson.

Aunque –hay que advertirlo- salir de El Púgil cuesta bastante. Pero ingresar no, porque está tan plagado de referentes pop que es imposible no agarrase de algo como puerta de entrada. Sin ir más lejos, el epígrafe de la novela es un trozo de “Transmission” de Joy Division. La mejor señal de la dirección y estética del libro.

Dentro de los links que hay en El Púgil, una constante es Donnie Darko (01). Tanto la película de Richard Nelly como la novela de Wilson, comparten cierta estética oscura y transmiten una sensación onírica en que no se sabe si uno está soñando o despierto.

«El Púgil tiene el mismo efecto que Donnie Darko: lo puedes tomar como una película de ciencia ficción o una sicológica. Me gusta harto la angustia metafísica del personaje Donnie, quien tiene esquizofrenia y por eso nunca sabemos qué elementos son realidad y cuáles no. En El Púgil pasa algo similar con Art, el protagonista, un veterano de las Malvinas que tiene su trauma sicológico, lo que le da cierta ambigüedad al asunto”, dice el autor.

Y también hay citas a Inteligencia Artificial (01) que se repiten bastante…

“Sí, para mí es una película que no se le dio la atención que merecía. Una de esas criaturas raras dentro del cine porque era una cinta de Kubrick pero de Spielberg igualmente. Y al final se convirtió en un ejercicio de comparar quién es mejor: Kubrick o Spielberg,y no se fijaron bien en la historia. Pero lo que me interesa de la película es el concepto de artificialidad, que es algo presente en mi novela”.

Además de las referencias cinematográficas, la música es un elemento importante en la novela. De Joy Division a Radiohead.

“Me interesa Joy Division porque El Púgil es una novela apocalíptica, y para mí Joy Division siempre ha sido música apocalíptica. Tiene un ritmo holocaustico y sentía que encajaba bastante bien, como el protagonista deambulaba con la ciudad y va ingresando a un infierno urbano”.

¿Desde dónde crees que se sitúa esta nueva corriente de ciencia ficción chilena?

“Hace poco alguien me preguntó cómo era escribir ciencia ficción desde acá, el tercer mundo. Y alguien habló de un “nuevo realismo mágico” para describirlo. Pero no sé, el realismo mágico salía de Latinoamérica servido en bandeja para que lo entendiera el lector internacional. Lo que se escribe dentro de esta literatura frik viene con furia, más violencia y no es lo que se espera que provenga desde acá”.

Además choca con la típica imagen que la gente tiene…

“Muchos piensan, cuando le hablas de ciencia ficción, en Star Wars o Star Trek; o sea algo en el espacio y con mucha tecnología. Y esa noción es bastante distinta a lo que se escribe en estos momentos. Como pasa con Ygdrasil, por ejemplo”.

En la solapa del libro Edmundo Paz Soldán dice: “la mejor ciencia ficción en castellano se está hoy escribiendo en Chile”. ¿Te parece que este tipo de literatura viene a ser un relevo en el género?

“Lo aparecido ahora no es ciencia ficción tradicional, es un pastiche. Y eso tiene que ver con la generación mediática y con la cultura pop. Es muy distinto a lo que se escribía en la escuela de la ciencia ficción hard, porque ahora uno se basa en experiencias como el cine -que aunque no sea de acá y provenga de Japón- es parte con lo que uno se crió. O la música, películas clase b, TV basura, ese tipo de cosas.

Al final lo que cualquier tradición narrativa necesita, es que aparezcan tumores que desvíen e irrumpan en el futuro que se supone que iba a tener esa tradición”.

Y los tumores ya están aquí.

A continuación, nuestros cinco autores recomendados para ingresar a la ciencia ficción:

1.- PHILIP K. DICK

Conocido por escribir el libro en que se basó la película Blade Runner (1982), también fue el gestor de novelas notables como El Hombre en el Castillo (1962), donde se narra una realidad alternativa en que parte de Estados Unidos es controlado por los nazis desde la Segunda Guerra Mundial.

Tiene varios cuentos notables, los cuales escribió frenéticamente mientras consumía una gran cantidad de anfetaminas. Murió casi con lo puesto, y su reconocimiento fuera de los circuitos de la ciencia ficción fue posterior. Por latitudes latinoamericanas, escritores como Ricardo Piglia, Bolaño y Fresán son algunos de sus fans devotos.

En Biblioteca de Santiago se encuentran los Cuentos completos volumen 1 y 3 además de la novela Ubik.

En Bibliometro se encuentran las novelas Lotería Solar (1955), El Hombre en el Castillo (1962), Valis (1981) y la compilación de cuentos El Padre-Cosa.

2.- J.G. BALLARD

Famoso gracias a Crash (1973) -el libro preferido de Ian Curtis-, donde cuenta la historia de un grupo de personas que se excitan con los choques en auto, y que tuvo una adaptación al cine a manos de David Cronenberg.

Ballard es autor de una serie de novelas y cuentos en que más que experimentar sobre el espacio exterior, se enfoca en los conflictos sicológicos del hombre de clase media inmerso en una sociedad de consumo. Hace poco publicó una autobiografía donde anuncia su inminente muerte por culpa de un cáncer a la próstata.

Parece que la copia de Crash (1973) de la Biblioteca de Santiago ha sido todo un éxito. La están restaurando y estaría disponible nuevamente en un mes.

3.- WILLIAM GIBSON

Gibson es el padre del término cyberpunkque fue tan famoso en los ochentas y noventa. Su obra más reconocida, e inicio de su primera trilogía, es Neuromante (1984), donde tempranamente se anuncian términos como ciberespacio o realidad virtual. Y donde los manejos o robos de información y los hackers, hacen las primeras apariciones en la literatura. Un autor al cual Matrix le debe más de lo que los hermanos Wachowski se atreverían a reconocer.

En biblioteca de Santiago se encuentra su novela Conde Cero (1986) perteneciente a la trilogía del Sprawl.

4.- HUGO CORREA

Mientras en Chile el realismo seguía siendo la corriente literaria, Hugo Correase dedicaba a escribir sobre invasiones de extraterrestres en el campo o apariciones de Satanás en obras como Los Ojos del Diablo (1972) o su clásico Los Altísimos (1959). Tan bien le fue que terminó colaborando en revistas norteamericanas con el apoyo de Ray Bradbury.

Acaba de morir, días después del deceso de otra pluma grande de la ciencia ficción: Arthur C. Clarke (2001: Odisea en el espacio). A la espera de rediciones de su trabajo, las librerías de viejos son la mejor opción para encontrar algo de su autoría.

5.- JORGE BARADIT

Su novela Ygdrasil (05) fue la primera bomba de ciencia ficción chilena en detonar, el adelanto de una serie de explosiones que se sentían venir en las letras locales.

Robándole más estética a los videos de Nine Inch Nails y a la animación japonesa que a la ciencia ficción de tomo y lomo, Baradit ya es un referente local e hispano dentro del género. Junto con otros escritores maneja el blog Ucroníadonde en cápsulas narrativas fantasean sobre pasados y futuros alternativos referentes a la historia chilena.

“Ygdrasil” está disponible en Bibliometro y Biblioteca de Santiago.

(*)Publicado originalmente en http://www.zona.cl/memorystick/

Arthur C. Clarke entra al monolito

Clarke
Fue un autor de ciencia ficción hard y hoy – sin embargo – es recordado por 2001, Una odisea espacial. Ya muerto, sir Arthur bien podría ingresar a ese monumento lleno de estrellas que es símbolo de esta obra metafisica.

por Jorge Baradit (*)

Arthur C. Clarke ha muerto. Me resulta extraño escribir la frase. Es como si se muriera la Luna, algo que siempre ha estado ahí. Algo impensable. Como si se hubiera muerto el futuro.

Con la partida de Clarke, se va uno de los últimos grandes nombres de la era dorada de la ciencia ficción, aquellos que veían el futuro como un gran espacio en blanco donde todo era posible, donde se podían escribir las mejores páginas de la historia de la humidad gracias al entonces aún pristino espíritu cientifico. Un futuro pleno de avances que sanarían todas las enfermedades, acortarían el tiempo y las distancias con una visión más parecida a la que guió la conquista del oeste norteamericano o a los viajeros del Renacimiento, que enfrentaban el infinito en lugar de mirarlo protegidos a través de una ventanita de LCD, como lo hacen los geek emo de hoy.

Clarke fue un hombre del siglo XX. Nació en 1917, cuando todavía no se apagada el fuego en las trincheras de la gran guerra, vivio el asedio de los fascismos y participó en la segunda guerra mundial como instructor de radar para la RAF. Una vez terminado el conflicto, entró al King’s Collage, Londres, en 1948, terminando con honores sus estudios en física y matemáticas, listo para enfrentar la gran aventura que en esos años parecía abrirse para la humanidad: el espacio y un futuro de bienestar, expresado en el inagotable avance de la ciencia y la tecnología.

Fue un autor prolífico, No hubo aspecto de la ciencia ficción que no abordara con éxito, sobre todo en sus relatos cortos, donde desplegó lo mejor de su talento. Cuentos como Los nueve mil millones de nombres de Dios, Encuentro con Medusa y, por supuesto, El Centinela, son joyas del género plagiadas hasta el cansancio por generaciones de autores fanáticos.

Clarke - ArmstrongSin duda, el momento que marcó a Arthur C. Clarke como un autor que transcendió el cerrado mundo de la ciencia ficción fue su colaboración con Stanley Kubrick para 2001, Una Odisea Espacial. No todos saben que la novela fue escrita a la par de la película y que incluso puede decirse que el libro es una novelización de la obra de Kubrick. Convertido en la personificación de la ciencia ficción, fue elegido para narrar misiones Apollo y presentar programas sobre futurología y tecnología de punta hasta bien avanzada la década de los 90.

Es quizá este último aspecto el que más me llama la atención, personalmente y como escritor de ciencia ficción. El autor a quien se considera uno de los más preclaros exponentes de la ciencia ficción hard (preocupada de la coherencia científica de sus creaciones), incluso reconocido por haber inventado el concepto de transmisiones globales a través de satélites geoestacionarios, fue finalmente reconocido, por el público fuera de género, como el autor preocupado por las profundidades metafísicas e incluso religiosas que podían detonar los avances tecnológicos. 2001, Una Odisea Espacial, es una obra plagada de signos y símbolos religiosos, cabalísticos y esotéricos, donde las preguntas acerca de la divinidad, la vida artificial y lo humano trascienden las aparentes preocupaciones por la acuciosidad científica; desarrollando viajes que más parecen experiencias con ácido, y encuentros con inteligencias extraterrestres que parecen teofanías o estados alterados de conciencia. Clarke es para mí el paradigma divulgador científico del siglo XX, que abrazó la ciencia como la gran dadora de respuestas sólo para chocar con la frontera del espíritu, ese gran dador de preguntas, y descubrir que ni la ciencia, ni la tecnología, ni el progreso son la solución par las preguntas del alma.

Lo siento por quienes detestan los lugares comunes en los obituarios, pero no puedo dejar de pensar en que en una de las últimas escenas de 2001 vemos a un anciano enjuto, tullido en una silla de ruedas, tan enfermo como el mismo Clarke vivió sus últimos años, enfrentándose por fin al infinito, entrando en él y encontrando todas las respuestas que seguramente nunca pudo tener en vida. Es decir, mi yo niño, que alucinó con sus historias, desea con todo el corazón que Clarke haya podido entrar en el monolito lleno de estrellas, que no me cabe duda flota ahí en el espacio, en la órbita de Saturno.

(*) Publicado en La Tercera Cultura, sábado 22 de marzo de 2008.

Cronopaisajes, o como trascender las barreras del tiempo

El tiempo en nuestras vidas es una variable que avanza inexorablemente, siendo imposible detener ese constante “tic tac”. Desde antaño el hombre ha soñado con poder controlar esta variable, ya sea volviendo al pasado para evitar o bien provocar acontecimientos catastróficos… o simplemente por diversión. En su defecto, viaja al futuro, mostrando generalmente un final bastante apocalíptico de la vida sobre el planeta tierra, asociado a una condición inconscientemente destructiva del ser humano.

El pionero y más homenajeado escritor de viajes en el tiempo es H.G Wells con su novela “La máquina del tiempo” (1895), novela que se ha llevado a la pantalla grande en más de una ocasión. Posteriormente, muchos novelistas continuaron especulando y asombrándonos con historias donde nos sitúan en el jurásico o nos llevan a conocer el fin del planeta tierra.

Einstein, dentro de sus investigaciones, nos aportó una luz de esperanza sobre esta materia, sosteniendo que si se logra viajar a grandes velocidades sería posible ir al pasado, especulando también sobre los “agujeros negros” y “agujeros de gusano”, objetos que absorben tanto materia como luz, logrando que sus campos gravitacionales sean tan grandes que podrían invertir el flujo del tiempo. Stephen Hawking, continuó con los estudios del físico más aplaudido del siglo XX, complementando sus teorías donde agrega que “si se combina la teoría general de relatividad de Einstein con la teoría cuántica, el viaje en el tiempo comienza a parecer una posibilidad”.

En vista que aún no es posible manejar el tiempo, la alternativa que nos queda es soñar, y para ello nada mejor que los 26 relatos que Peter Haining y Miquel Barceló antologan en “Cronopaisajes, historias de viajes en el tiempo”. Cuidado con confundir esta antología con la novela “Cronopaisaje” (Timescape en el original) de Gregory Benford.

Haining y Barceló compilan relatos en donde se muestra las múltiples posibilidades de los viajes en el tiempo, inclsuo en momentos nos sitúa en líneas de tiempo que varían de la nuestra en tan sólo tres minutos, como en “Hombre en su tiempo” de Brian W. Aldiss. Aquí se presenta un astronauta, que regresa de una expedición a Marte, con una línea de tiempo desfasada con la terrestre.

Nos percatamos que la máquina del tiempo no es él único medio para poder viajar. Kathy Benedict, en “Del tiempo y Kathy Benedict” (William F. Nolan) puede dar fe de eso, pues producto de una gran ola que azotó su bote, viaja 100 años al pasado. En “Nelly tiró de la punta” (Richard Hughes), el tiempo se encuentra colgando de un árbol y Nelly puede invertirlo con solo tirar de la punta.

Para realizar viajes premeditados a otras épocas, claramente es necesario algún medio de transporte, que en su gran mayoría es de altos costos. Puede presentarse la persona que enfoque su viaje a mejorar la calidad de vida del ser humano, aunque a veces este deseo podría acarrear consecuencias nefastas, como sucede en “La mortal misión de Phineas Snodgrass” (Frederik Poul). Phineas pretende mejorar la salud de nuestros ancestros romanos enseñándoles a mejorar la calidad de vida, pero no piensa que 2.000 a 3.000 años más tarde la población del mundo será tan alta que la superficie terrestre no soportará tal cantidad de habitantes. También podemos utilizar la máquina como el enlace a un lugar de recreación e irse un fin de semana a cazar dinosaurios, llevando al presente el trofeo. En “Un arma para un dinosaurio” nos encontramos con la esencia del hombre, la cacería, ese deporte tan antiguo que comenzó por instinto de supervivencia, y que hoy en día es considerado un deporte exótico y exclusivo. L. Sprague de Camp logra hacernos recapacitar con respecto a esta práctica, el que puede ocasionar de forma irremediable la extinción de especies, y nos muestra una alternativa para poder continuar ejerciendo este deporte: viajar ya sea al cenozoico, triácico o jurásico. Otros personajes viajan al pasado intentando cambiar la historia, eliminando figuras y monumentos emblemáticos o bien retroceden en el tiempo intentando eliminar la progenie de su esposa, pero los protagonistas de “Los hombres que asesinaron a Mahoma” (Alfred Bester) no tienen conocimiento de que todos los cambios que realicen en el pasado no repercutirán en el futuro y que finalmente tendrán un amargo desenlace.

El ladrón y estafador continuará existiendo, ya sea en el siglo XX o XXV, donde lo plasma C.M Kornbluth en “Estafador Temporal”. Otro de los tópicos del viaje en el tiempo es encontrarse con grandes poetas o artistas. En “Misterio Mayor” (José Mallorquí) Tooth viaja a encontrarse con Shakespeare para dilucidar el verdadero origen de sus obras, sin saber que eso iba a traer consigo confusiones mayores. Grendel Briaton en “A través del tiempo y el espacio con Ferdinand Feghoot” sitúa a Wagner en el futuro, acusándolo de plagiador.

Las razones para viajar por el tiempo son muchas, pues atienden a los gustos y necesidades de cada individuo, siendo la mayoría de ellos premeditados. A.C Clarke en “Todo el tiempo del mundo” nos envía viajeros para poder rescatar escritos de la tierra, trayendo consigo un collar de perlas que permite detener el tiempo de aquel que la utiliza. A nivel astronómico Asimov se da el gusto de manejar el futuro. En “La inestabilidad” juega con la expansión y contracción del universo, produciendo un mortal cambio temporal.

El atractivo que genera teorizar sobre los viajes en el tiempo es enorme. Se han generado un sinnúmero de películas y series televisivas que lo tienen como tema central. Esa magia de encontrarse con paradojas tales como encontrarse vivo y muerto a la vez o convertirse en su propio abuelo, han situado al viaje en el tiempo en uno de los tópicos más utilizados en la ciencia ficción.

Tras descubrir el mundo de Cronopaisajes nos encontramos con los temores, tristezas y esperanzas de la humanidad, buscando a través del tiempo una solución a estas problemáticas.

No me queda más que invitarlos a abrocharse el cinturón y viajar en esta fantástica cápsula temporal.

¿Ya no hay shock del futuro?

Oh My Fracking God!El 25 de abril de 2007 el mundo recibió la noticia de la Super Tierra, un planeta de composición similar al nuestro, de entre 3 y 5 veces la masa terrestre. La noticia fue divulgada en todos los medios de comunicación en forma pródiga. Al final del día, toda persona medianamente informada conocía la existencia de este nuevo exoplaneta.

Y listo. eso fue todo.

Reflexionando con el Team, quisimos tratar de tomarle el real peso a la noticia. Y sacamos algunas conclusiones.

Es curioso constatar, en primer lugar, que una noticia que décadas atrás hubiera espantado a más conservador, actualmente sea recibida casi con un simple encogimiento de hombros. Algo similar ocurrió con los cambios que la Iglesia católica introdujo en el Dogma al eliminar Cielo, Infierno, Purgatorio y Limbo (el último de ellos hace pocas semanas). Lo mismo con todo el asunto de la clonación. producimos animales en serie y comemos alimentos trangénicos. Se ha descubierto agua en la luna y marte y el turismo espacial hace rato que comenzó. Tenemos comunicación instantánea hacia cualquier lugar del planeta. Y todas estas cosas que leíamos en nuestras novelitas hard, pulp y *punk son aceptadas con la mayor de las naturalidades. ¿Apatía? ¿resignación frente a lo inevitable? ¿O simplemente el acostumbramiento a los cambios de paradigmas a los que nos somete la sociedad actual cada día?

Alvin Tofler señalaba en su libro de 1970, El Shock del Futuro, que las personas son intrínsecamente renuente a los cambios. Las personas no quieren cambios en sus vidas, y la construyen de la forma en que se minimice la incertidumbre. Pero para bien o para mal, actualmente el cambio en las condiciones del medio es lo normal. Y nosotros, como la especie animal con la mayor capacidad de adaptabilidad, nos hemos adaptado. Prueba de ello entonces sería, en mi opinión, el que cambios fundamentales a los dogmas, el anuncio de descubrimientos asombrosos y la puesta en el mercado de productos increíbles sean aceptados con el mismo sentimiento: naturalidad completamente desprovista de asombro.

En los 90’s la humanidad descubrió el primer exoplaneta. Fue un importante paso en el proceso iniciado por Copérnico, quien nos quitó el lugar preferente en la Creación del Universo. Al constatar, sin posiblidad de cuestionamientos, que existen planetas orbitando estrellas ajenas, nuestra fe en la Ecuación de Drake se incrementó en varios órdenes de magnitud 🙂

A la fecha se han descubierto un par de centenas de planetas, y la novedad de estos eventos hace rato dejó de ser noticia. ¿Y qué hizo entonces que la Super Tierra fuese distinta? Simple: es el primer planeta que reproduce aproximadamente las condiciones climáticas de nuestro planeta. Y si esas condiciones dieron origen a una plétora de formas vivientes en la Tierra, entonces no es absurdo pensar que allá también. Esa posibilidad es la que implícitamente es noticia. Por otro lado, dada la cercanía de aquel planeta, 25 mil años luz, hay que comenzar a pensar que los planetas tipo-Tierra (o clase M para los ñoños) son más comunes de lo que se había supuesto.

De ahora en adelante, con el refinamiento de la técnica de detección y el lanzamiento de interferómetros espaciales, más pronto que tarde se obtendrán fotografías del planeta. Incluso es posible que con el adecuado nivel de resolución se pueda determinar si hay trazas de civilización!!.

En la eventualidad que ello ocurra, será la constatación definitiva que la Humanidad no está sola en el universo. Lo que ignoro es si aquella certeza tendrá un impacto muy profundo en nuestras vidas. Tal vez las personas unicamente se limiten a comentar el descubrimiento en la oficina como quien comenta lo lluvioso de la jornada. Cambios fundamentales en la manera de conducir nuestras vidas, nuestras creencias, nuestra escala valórica, dudo que suceda.

Lo que sí ocurrirá, con absoluta certeza, serán Retcon’s en masa por parte de muchas religiones y sectas para ajustarse a las nuevas condiciones del universo. Pero dudo que aquello sea un cambio traumático. Después de todo, ya no tenemos cielo ni infierno y la civilización tal y como la conocemos no ha cambiado.

Y bueno, aun cuando a nivel doméstico lo que impere es la apatía, siempre existirá en los lugares adecuados el nivel suficiente de curiosidad, de afán exploratorio. La sed de conocimiento que la Humanidad ha tenido como distintivo fundamental se hará presente. Se desarrollará tecnología para alcanzar esos planetas, en pocas generaciones podríamos estar enviando nuestra primera expedición. Podríamos especular sobre el tipo de aquella: una simple sonda con un disco de oro, astronautas criogenizados, androides antropomorfos, naves generacionales o incluso embriones humanos que se gestarían artificialmente un par de décadas antes del arribo al planeta. Para lograr alguno de estos objetivos, la cantidad de I+D lateral necesario sería comparable a lo sucedido durante la 1era carrera espacial.

Para terminar, una frase de nuestro santo Patrono Isaac Newton:

«[…] me comparo a un niño jugando a la orilla del mar, recogiendo aquí y allá una piedra más o me nos lisa, o una concha de rara belleza, mientras el gran océano de la verdad permanece completamente invisible a sus ojos.[…]»

Polución Lumínica en Antofagasta

Tomado de Marcapasos

No sé si las grúas iluminadas instaladas en la costa de Antofagasta violan la Norma de Emisión para la Regulacion de la Contaminación Lumínica. La Oficina de Protección de la Calidad del Cielo determinará esto. De ser así, la ciudad deberá pagar una multa y nuestro alcalde tendrá que explicar por qué decidió faltar a la ley y comprometer nuestros ya magros recursos al hacerlo.

Más allá de aquello me preocupa oír del líder de la capital astronómica del mundo que Paranal no ha dado nada a la ciudad o a él. Discrepo, pero incluso si nuestro alcalde tuviera razón ¿sería ello una razón para despreciar el problema de la CL (contaminación lumínica) generada por nuestra ciudad? Los cielos de la II Región son los más claros del planeta. Cada haz luminoso enviado hacia ellos los ensucia un poco. Hacerlo es como arrojar petróleo a las aguas más limpias del globo, o como poner un vertedero de basura en la Antártica, o como talar cada día un par de árboles de los bosques del Amazonas. Cada una de esas reservas naturales custodia un patrimonio planetario. ¿Quién debe cuidarlas sino quienes viven en torno a ellas? En el país más rico del mundo no gozan de cielos más limpios que los que tenemos a escasos kilómetros de nuestra casa, y por lo tanto nadie en la Tierra está más cerca de la puerta de entrada al Universo que quienes habitamos en esta región. Podemos mantener abierta esa puerta o cerrarla, pero si la cerramos lo haremos no sólo para la gente de nuestra zona sino para el planeta completo. ¿Queremos esta negra fama mundial?

grua con polucion luminica

Nuestro alcalde sugiere que preocuparse de la CL significa un retorno a recursos del pasado. Con ironía se pregunta si acaso debería iluminar los monumentos con chonchones. Nada de eso. Preocuparse de la CL significa un paso al futuro. Abordar el problema de la iluminación urbana desechando luminarias ineficientes que desperdician la mitad de la energía que consumen; utilizar distanciamientos apropiados para no sobreiluminar espacios; apagar o atenuar luminarias en horas en que nadie transita para usarlas; estudiar los ángulos de iluminación de monumentos para lograr un equilibrio entre estética y una CL controlada; todo esto es un problema complejo, dificil, que teniendo un efecto directo en nuestra calidad de vida pide que nuestras autoridades se informen y se asesoren de equipos técnicos de alto nivel. Otras maneras son fáciles y cortoplacistas; vestidas de modernidad en realidad encierran métodos anticuados y soluciones mal diseñadas. ¿Le importa esto a la señora Juanita en su casa? Seguro. La siguiente vez que atravesemos una situación de racionamiento energético o que nos suban la cuenta de la electricidad debiéramos preguntarnos si habiendo usado la energía de manera más eficiente ello se podría haber evitado.

Aún creo que Antofagasta está a la altura del desafío que su situación de privilegio a nivel mundial le plantea. Esperemos que nuestras autoridades así lo prueben.

(Carta enviada a El Mercurio de Antofagasta el 24 de abril de 2007)

¿Donde están los monstruos de Einstein?

bomba1
Revisando mis libros, encontré un par de títulos que por algún azar del destino nunca leí. No me gusta tener libros sin leer en mis estantes, para eso está la sección pendientes en mi velador. Uno de los libros era «Los Monstruos de Einstein», de Martin Amis.
Y empecé a leer.
El libro abre con un ensayo sobre la guerra atómica. Y ahí quedé, pensando.

Amis habla de su mundo real, mediados de los ochenta, con un pesimismo que no escuchaba desde hace tiempo. Para él, la guerra atómica total era inminente y real, las bombas atómicas eran monstruos liberados por el hombre, que rigen sus vidas y destinos.

Me di cuenta de una cosa: hacía mucho tiempo que no pensaba sobre la guerra nuclear. Me acuerdo que cuando más joven sí era un tema recurrente de mis aventuras y delirios. Visiones apocalípticas, que incluían posibles rutas de sobrevivencia ante un ataque nuclear a Chile. Sabía, no se de donde, que para Chile estaban destinados tres misiles nucleares, uno para Santiago, otro para Concepción y otro para Calama. Eso me daba “tranquilidad” y posibilidades para un futuro de guerrillero contra las hordas bárbaras del norte que buscarían alimento en las menos irradiadas zonas del sur. No sería una barrida total como en los países del hemisferio norte.
Me gustaba ver películas post-apocalípticas, mientras más serie B mejor, como la encantadoramente pésima «En el Año 2889» , que pese a su nombre muestra un escenario muy parecido a los sesenta. Ahora veo películas de futuros optimistas y,en lo posible, lejanos.
Insisto, me sorprendió el que ya no pensara en la guerra nuclear constantemente. ¿Qué pasó? La caída de la URSS fue un momento propagandístico para uno de los dos lados de la guerra fría, pero las bombas atómicas siguen igual disponibles.

¿Bajó la posibilidad de que las bombas sean usadas? Creo que no.
¿Por qué en general ya no sentimos como una amenaza real la guerra atómica total? No se.
¿Seré yo que me estoy volviendo viejo, o el mundo está más Light? Ambas.

La verdad es que estoy tan desinformado que no podría decir si hay más o menos bombas nucleares en el mundo que antes.

Energía nuclear, sí. Bombas nucleares, no.
Voy a volver a preocuparme del tema.

Neanderthal Parallax, de Robert J. Sawyer

El Paralaje Neanderthal es una trilogía de novelas del canadiense Robert J. Sawyer, que relata los efectos de la apertura de un portal entre dos Tierras alternativas: nuestra Tierra, y otra, donde los Neanderthal fueron los homínidos dominantes. El contacto inicial entre ambas tierras ocurre en el Observatorio de Neutrinos de Sudbury, lugar que en la Tierra Neanderthal es también la ubicación de una instalación científica. El foco de la historia de la trilogía está centrado en las diferencias sociales, tecnológicas y espiriituales entre los dos mundos conectados accidentalmente por el portal.

La trilogía la conforman tres volúmenes: Homínidos (2002), Humanos (2003) e Híbridos (2003), de los que el primero de ellos fue el ganador del premio Hugo a mejor novela el 2003.

Esta novela me recuerda a los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, en el uso de la mirada de una cultura extraña para criticar la nuestra. En el primer volumen de esta trilogía somos objeto de un análisis crítico por parte de un científico neandertal, quien nos observa desde una óptica de cazador recolector.

El segundo tomo el autor hace lo contrario, es decir, cuestiona nuestro modo de vida desde una óptica cromagnon, comparándonos con los neanderthal.

A medida que progresa el relato, a pesar de usar el término Neanderthal para referirse a los visitantes de la tierra paralela, se emplean los términos de la tierra paralela para distinguir entre las especies: los gliksins somos los Homo Sapiens, mientras que los barasts son los Homo Neanderthalensis.

Dado que los barasts no han pasado por un proceso de industrialización como el nuestro, su tierra es más limpia, más boscosa y más fría gracias a la ausencia de gases de invernadero. Nosotros disfrutamos de una tierra maloliente, sobrepoblada y ruidosa; hemos exterminado muchas de las especies que existen aún en la tierra Neandertal y hemos degenerado otras para nuestro provecho o entretención.

Los barasts son cazadores-recolectores y como tal no han desarrollado el concepto de agricultura; a pesar de ello son tecnológicamente avanzados, más que nosotros en muchos aspectos. Usan casas orgánicas, que no son construidas sino que cultivadas; la iluminación es química y cuando se trata de energía eléctrica esta es solar. Su población, menor que la nuestra, tiene unos lazos familiares muy intrincados por lo que su sociedad está muy unida, con lazos de parentesco que llegan al infinito, una alegoría a la humanidad (ya que en el fondo todos somos parientes).

Otra característica que distingue a los barasts de los gliksins es la aplicación de la eugenesia como pena a los crímenes violentos, no dudando en esterilizar a quienes compartan al menos 50% de los genes del agresor, evitando penas más graves para el agresor. Esto da como resultado una sociedad mucho más pacífica que la nuestra, lo que hace pensar que si bien la cárcel y la pena de muerte son disuasivos poderosos a la hora de cometer un crimen, hay criminales de cuello y corbata que difunden sus genes a lo largo de los años, empobreciendo nuestro acervo genético gliksin.

Bajo ningún motivo hay que pensar que en el pasado los barasts no fueron violentos, pero al tener menor población, los conflictos por recursos o territorio no forman parte de su historia. Sin embargo, gracias a la aplicación intensiva de la eugenesia en un pasado, los genes violentos fueron erradicados de la población, teniendo como resultado una mejor selección genética. Esto levanta un tema de debate: ¿la práctica de la eugenesia no tiene parecido a la limpieza étnica más selectiva?

Políticamente, cada región de la Tierra barast es gobernada por un Consejo Gris local, una junta de ancianos sobre los 65 años, mientras que el planeta completo es regido por el Alto Consejo Gris. No existen los países (que no deberían existir) y todos los barasts se consideran iguales a los demás. Nosotros, en cambio, invertimos vidas y recursos importantes en la organización de guerras para ganar más territorio, cuando no contaminando grandes áreas para ganar un conflicto.

Los dos primeros tomos hacen girar su trama principalmente alrededor de las diferencias que he mencionado, apuntando a nuestras falencias a través de ojos de barast en nuestra Tierra y de ojos de gliksin en la tierra barast. Sawyer pone bastante en evidencia el modo de vida depredador y destructivo que tenemos, y cómo a pesar de vivir en ambientes en relativa paz e higiene, vivimos en un vertedero terrible, contaminado y sobrepoblado. Y creemos estarlo haciendo bien.

Híbridos, el tercer tomo, gira sobre de la existencia de dios, y como esta puede ser una mera ilusión. Los barasts están fisiológicamente impedidos de tener experiencias religiosas debido a la estructura de sus cerebros, y por lo tanto el concepto de iglesia, religión, sacerdote o culto son desconocidos para ellos. Para un barast es inconcebible la vida después de la muerte, así como refinamientos tales como la teoría de Gaia, la reencarnación o el purgatorio.

Nosotros, gliksins, vivimos presa de nuestros cerebros distintos, que nos hace tener espiritualidad, sufrir de manifestaciones como los pastores de Fátima; incluso los ateos más nihilistas tienen alguna espiritualidad. Este sencillo hecho nos hace ser más fáciles de convencer o motivar que los racionalísimos barasts. No deja de ser interesante este análisis de la religión o espiritualidad como producto de un órgano, lo que vuelve inexistente a todos los dioses idolatrados en nuestro mundo. Sin embargo, la sociedad barast tiene artistas de las más diversas disciplinas, y el arte, tanto la creación como la interpretación, son impulsadas por las mas complejas manifestaciones espirituales.

Otro tema tocado por Híbridos tiene relación con la concepción inter-especie, que toca desde el punto de vista de la ficción el tema ético de la manipulación genética, un debate que como humanidad estamos recién empezando a tocar. En este caso una gliksin se enamora de un barast y planean emplear un manipulador de genes de tecnología barast para concebir un hijo, manipulando todas las características deseables: los ojos del padre, el color del pelo de la madre, los genes cromagnon o neanderthal.

Sawyer presenta la otra cara de la moneda: el mal uso de esta tecnología en el desarrollo de un arma biológica, genéticamente selectiva. También esto se puede interpretar como una llamada de atención a los intentos de patentar el genoma humano, lo que lo haría accesible a unos pocos y con propósitos limitados únicamente a la ambición humana.

En conclusión, El Paralaje Neanderthal es una novela que reinterpreta el choque de culturas, dándole varios giros interesantes al tema, sumado ello a un trasfondo ecologista no muy sutil pero efectivo, que llama la atención al lector acerca de los estragos que estamos dejando con nuestro medioambiente, producto de nuestra cultura, y como tenemos incorporada la violencia y la agresión dentro de nuestro diario vivir, dentro de nuestro léxico y dentro de nuestras actitudes. Agregarle a ello una completa investigación antropológica y una especulación sociológica muy ocurrente para tener en esta trilogía una serie de novelas cautivante y que no termina al cerrar los libros, sino que se extiende más allá, puesto que los temas ecologistas y éticos quedan abiertos al debate del lector conformando una muy buena serie de novelas para enriquecer la biblioteca y comentar con las amistades.[x]

Los Pilares del Imperio

La literatura de ciencia ficción en Chile fue sacudida, a fines del tercer trimestre de 2005, por Ygdrasil, la ópera prima de Jorge Baradit. Considerando lo pequeño de la oferta de género fantástico en Chile, resulta curioso y tal vez injusto que la obra de ciencia ficción comentada en estas líneas, aparecida casi al mismo tiempo que Ygdrasil, haya pasado casi sin levantar una mota de polvo en la prensa.

Los Pilares del Imperio, la obra de Miguel Lagos Infante, nos presenta un argumento que promete situar a nuestro país en el centro de una revolución a escala planetaria. Vamos viendo: un científico chileno, Ismael Grau, descubre un material plástico que posee casi 100 veces la conductividad eléctrica del cobre y, comparado con éste, es muchísimo más barato de producir. Las implicancias de tan prodigioso material prometen revolucionar el mercado, según lo narrado en la historia. Continue reading «Los Pilares del Imperio»

Ilión: el asedio

Supuestamente en este número de TauZero debía continuar con mi nota sobre el Punto Omega, específicamente con el segundo apartado que llevaría por título Las enseñanzas de San Teilhard, pero ocurre que para ello se me hace imprescindible disponer de mi ejemplar de El ascenso de Endimión que ingenuamente presté hace ya medio año. De acuerdo a Jorge Tellier los libros prestados no se devuelven. De lo contrario no existirían muchas bibliotecas. “Hay dos tipos de tonto”, le escuché decir alguna vez al viejo cascarrabias de Daslav Merovic, “el que presta un libro y el que lo devuelve”. De todas formas no pierdo las esperanzas y que esto sirva de presión para que el malicioso rufián que capturó cual Helena de Troya el último tomo de la tetralogía de Dan Simmons salga de su fortificada ciudadela y me restituya mi libro. Sólo entonces podré continuar con mi nota sobre el Punto Omega, saldando así mi débito con rmundaca, único a quien el Gran Espíritu de TAU habla en sueños.

Y ya que mencioné a Helena de Troya, supongo que podría aprovechar de hacer un breve comentario de Ilión, una de mis últimas lecturas a la fecha. ¿Qué puedo decir de un libro de Simmons que ya no se haya dicho? Nada supongo. ¿Cuál puede ser mi aporte? El característico sello autorreferente y digresivo que suele endilgarme el Sr. Director de este e-zine para quien yo soy un sujeto que goza del conflicto. Y como eso aparentemente es cierto según atestiguan mis más cercanos, ¿cómo no iba a disfrutar Ilión que se apropia de uno de los conflictos más célebres de la historia de la humanidad? Pero antes de perderme en las rizomáticas callejuelas de mi propia verbosidad presumida y jactanciosa, concentrémonos en el libro en sí.

Desde ya la portada nos dice todo cuanto debemos saber del libro:

Es de Dan Simmons.
Tiene a unos tipos en armadura combatiendo que parecen salidos de la película Troya.
Es la Iliada de Homero en clave de ciencia ficción. Y la Iliada, por supuesto, versa sobre la Guerra de Troya.

Todos estos son antecedentes más que tentadores para adquirir el libro, pero si nos queda alguna duda, basta leer la contratapa. Asistimos al desarrollo del asedio de Troya guiados de la mano de erudito Thomas Hockenberry. Se trata de un personaje misteriosamente revivido y presente en este Marte del futuro, cuyo Monte Olimpo se ha convertido en la morada de los posthumanos, quienes, con nombres como Zeus, Palas Atenea, Ares y otros ya conocidos, se comportan como los dioses de la saga homérica. Hockenberry tienen como misión constatar si lo que ocurre ante las murallas de Troya se ajusta precisamente a lo narrado por Homero y, desde el distanciamiento del estudioso, nos proporciona, además, una sugerente lectura comentada de la Ilíada. Una novela absorbente, fruto de la maestría de un escritor con múltiples registros y de inusitado talento. Una obra única, maravillosa e irrepetible.

Debo mencionar aquí otra obra de Simmons, se trata de Los vampiros de la mente una novela de 1214 páginas leí de un tirón allá por el verano del 2001. Escrita en 1989, su título original es Carrion Comfort y recomiendo encarecidamente su lectura. Es cierto que el título en español es pueril y nos remite a lo peor del cine clase-B, pero no permitan que eso los ahuyente de la lectura de este verdadera joya del horror que no cuenta con páginas de más ni de menos. Si menciono esta antigua novela de Simmons (que tuve la fortuna de encontrar a un precio ridículo) es porque me hubiese sentido muy defraudado de llegar a la mitad y no poder seguir la lectura, y lo que es peor, esperar a que llegara la segunda parte si es que imprimían la segunda parte. De lo contrario, obligado a comprar la versión en inglés por Amazon y comenzar a leer desde el principio ya que no es lo mismo. Me ocurrió con los Cantos de Hyperion. Tuve la suerte de encontrar Hyperion y la Caída de Hyperion al mismo tiempo. Luego pude adquirir Endimión pero El ascenso de Endimión no llegó nunca y pese a que mi hermana lo tenía en inglés me negué a leer una versión (aunque fuese la original) donde al Alcaudón le llamaban the Shriek. Pasó el tiempo y por fin y gracias a mi hermanita que viajó a España, pude tener mi copia de El ascenso de Endimión en spanish, la misma que está capturada en la fortaleza de López junto al Parque Forestal.

Lamentablemente lo que no me pasó con Vampiros de la mente, sí ocurrió con Ilión ya que lo que leí de esta obra, titulada por Ediciones B como Ilión: el asedio, es la mitad del primer libro de Simmons que comprende esta trama (el segundo es Olimpo). Miquel Barceló explica en el prologo que la extensión de la traducción (de Rafael Marín) los ha obligado a publicar Ilión en dos volúmenes al igual que se ha hecho en Italia (y posiblemente en Francia). Esa dilatada extensión y las bajas tiradas de la ciencia ficción en algunos países europeos como España explican esa mala costumbre en la que hemos incurrido la mayoría de los editores europeos de ciencia ficción en concreto, al menos en los últimos años. Debo reconocer que no me gusta tener que hacerlo, pero la realidad, y sus presiones, es la que acaba decidiendo.

Dados los antecedentes anteriores me sorprende que Ediciones B haya publicado e Los vampiros de la mente de Simmons en un tomo que dobla en páginas a Ilión y que seguro habría sido la forma que debió haber tomado la novela de haberse salido Barceló con la suya. Ahora no me queda más que esperar que llegue a nuestras librerías la segunda parte de Ilión titulada La rebelión. Pero no esperaré de brazos cruzados, no señor, sino que me sentaré a escribir una reseña en mi ordenador como dicen por allá en España. ¿Qué ya lo estoy haciendo? Ah, sí. Bueno, entonces hablemos del libro.

Tal y como dice Miquel Barceló los lectores que conocen a Simmons, recuerdan (diré con suma satisfacción) el carácter absorbente y dinámico de sus novelas, escritas con las mejores y atrayentes técnicas de los best-selleres más al uso, pero dotadas de una profundidad reflexiva y emotiva mucho mayor. Ilión no es una excepción a la regla (cómo si lo fue para mí por lo menos la lectura de El bisturí de Darwin que dejé botada a las 50 páginas) y no cabe la menor duda que Simmons es un autor en cabal domino de sus herramientas narrativas como suelen serlo los norteamericanos. Claro que esto a veces significa caer en ciertas fórmulas o gratuidades innecesarias y de escribir algo que puede terminar siendo muy predecible, pero eso sí que nunca aburrido, no señores. Nadie quiere leer libros aburridos, ¿no?

Sobre las virtudes de Dan Simmons como escritor ya me extendí lo suficiente en mi nota sobre el Punto Omega, pero ya que no pretendo que el lector de esto tenga que perder tiempo buscando y leyendo aquel artículo recurro al copy and paste: De acuerdo, Simmons es un autor exitoso tanto en ventas como en críticas y gracias a ello es que tipos como yo hemos podido leerlo. Pero finalmente no voy a recomendar su lectura por estas razones, sino por su eclecticismo; su falta de pudor a la hora de meter en la coctelera todo lo que se le vino en mente; por amalgamar con maestría géneros y subgéneros como la space-opera, el cyberpunk y la novela negra; por beber de las fuentes mitológicas y religiosas; por llevar las ideas a sus últimas consecuencias; por ser extremadamente original a la vez que sumamente conservador; por crear personajes entrañables; mundos espectaculares; sociedades increíbles…

Y en Ilión: el asedio, Simmons vuelve a meter elementos de diversa índole a la coctelera brindándonos un trago refrescante y adictivo porque seamos honestos, ¿quién sino Simmons puede poner a dos robots a discutir sobre las virtudes literarias de Marcel Proust y William Shakespeare y hacerlo de forma amena y creíble? ¿Y qué tiene eso que ver con el asedio a Ilión y los humanos de la Tierra del futuro llevando una existencia propia de los Eloi de Wells? Puesto así aparentemente nada, y avanzada la lectura del libro tampoco, pero pronto las piezas van encajando hasta que todo tiene sentido, al menos hasta donde el mutilado libro permite.

Siempre he tenido una particular cercanía con la mitología griega. Mi bisabuelo, Panayotis Amirás Stamnás, era griego y en casa de mis abuelos paternos había varios objetos griegos, principalmente esos jarrones negros con estilizadas figuras blancas. Creo que mi interés por la mitología griega se despertó con películas como Furia de titanes y las criaturas del maestro Ray Harryhousen. De ahí derivé a la lectura de dos libros que fueron clave: Los mitos de los dioses griegos y Los mitos de los héroes griegos de las chilenas María Luisa Vial Cox y Gabriela Andrade Berisso, una excelente forma de introducirse al cuerpo mitológico de la antigua Grecia pensada especialmente para el lector adolescente (cosa que yo era en aquella época). Luego leí Los mitos griegos de Robert Graves (célebre autor de Yo Claudio quien es citado por Simmons en los agradecimientos de Ilión), La Iliada y La Odisea, por supuesto, En el palacio de Cnossos de Nikos Kazantzakis, Los reyes de Cortazar, etc. ¿A qué quiero llegar con toso esto? A que si Dan Simmons hubiese tenido en mente el perfil de un “lector ideal” para su obra habría sido alguien similar a mí (aunque de seguro más simpático).

Debido al pequeño background que acabo de proporcionarles entenderán con cuanto entusiasmo y placer leí Ilión en el lapso de dos días y lo ansioso que estoy por seguir la lectura. Sobretodo al localizar numerosos puntos de coincidencia entre la obra de Simmons y la que debería ser mi primera novela en ser publicada, escrita entre el 2001 y el 2003 y revisada y corregida desde entonces. Por suerte la inscribí en el registro de propiedad intelectual durante el 2004 por lo que nadie podrá acusarme (como de seguro querría hacerlo para su propia diversión rmundaca) de “plagiar” el Ilión de Simmons, que juro solemnemente no haber leído sino hasta el presente mes de julio, 2006.

La narración ha sido articulada por Simmons en torno a tres ejes: la guerra de Troya escenificada en el planeta Marte por un lado, con los posthumanos dioses olímpicos y sus observadores escólicos; la existencia disipada y epicúrea de los escasos e ignorantes humanos que habitan la Tierra; y la expedición a Marte emprendida por los moravecs (organismos autónomos, sentientes y biomecánicos) que han evolucionado por su cuenta y han construido una civilización en los planetas exteriores del Sistema Solar. Al principio del libro cada uno de estos ejes narrativos parece correr por su cuenta, inconexos y como si de tres novelas distintas se tratase (como es el caso de Fin de las noticias del mundo de Anthony Burgess que es una biografía de Freud, una novela de ciencia ficción apocalíptica y un espectáculo musical sobre la visita en 1917 de Trotsky a Nueva York). Esto al principio me descolocó un poco mientras intentaba imaginar como se las arreglaría Simmons para hilar juntas sus tres madejas. Debo confesar que en comparación a la guerra de Troya marciana o los preparativos y desventuras de la expedición de los moravecs (alternadas por las discusiones acerca de Proust y Shakespeare sostenidas entre Orphu de Io y Mahnmut) los capítulos dedicados a los bucólicos humanos en la Tierra me parecían bastante flojos y exasperantes y Simmons debe haber estado conciente de eso por que incluye el ataque de un Alosaurio para sacudir la pereza. ¿Qué necesidad había de incluir dinosaurios en Ilión? Pues ninguna fuera que nuestra hamburguesa extra-queso con pepinillos, lechuga y tomate tenga también tocino. De cualquier forma la trama de los humanos en la Tierra mejora sustancialmente cuando parten en busca de la judía errante y terminan hallando a Odiseo en persona.

Varios elementos presentes en los Cantos de Hyperion se reiteran en Ilión, incluso algunos conceptos. Si bien los humanos no utilizan los teleyectores poseen nódulos-fax que cumplen la misma función aunque mediante un mecanismo diferente. También se menciona a los ARnistas “artistas del ARN, independientes de la recombinación, rebeldes sociales y bromistas graciosos con tanques regen-piratas y secuenciadotes”(sic) que en el universo de Hyperion son los responsables, entre otras cosas, de las patas de chivo del poeta Silenus y de las deformaciones inhumanas de los pandilleros en Lusus. La aparición de los ARnistas en Ilión es empleada por Simmons para justificar la presencia de criaturas prehistóricas como la macrauchenia y los phrorushracos. En cierto momento Odiseo pregunta que hay de comer, y como el menú consiste en la misma insípida comida de siempre decide llevar a los recién llegados a cazar Aves Terroríficas (o macrauchenia). ¿Qué necesidad había de esto fuera de crear una instancia para que Odiseo se luzca combatiendo avestruces prehistóricas? Como en el caso del Alosaurio que se come a Daeman, ninguna, y es en estos detalles que notamos las “técnicas de best-seller” a las que alude Barceló y que son nuestro placer culpable, algo que sabe muy bien Simmons.

De más está decir que Shakespeare y Proust cumplen una función similar a la de Keats en Hyperion (el Bardo incluso aparece en persona, aunque sea en un sueño), creando un puente entre la “baja” y la “alta” cultura que hace tiempo fue derribado de cualquier forma. Y tenemos nuevamente la presencia de un personaje sabio, viejo, astuto y manipulador como es el rol que cumple Silenus en la segunda parte de la tetralogía. Savi es la judía errante con algo de Silenus y una pizca de Sol Weintraub. En fin, la enumeración podría continuar pero con eso basta.

Si usted, estimado lector, no ha leído aún a Dan Simmons, pues le recomiendo que lo haga inmediatamente. No se defraudará.

©2006, Sergio Alejandro Amira.

Bilis negra: La alegría del Alcalde

Hoy es sábado. Anoche me reuní con algunos amigos y al llegar de regreso a mi casa encendí la televisión. Luego de unos minutos, comenzó una nueva serie de animación para niños en el maravilloso horario de las 11:30 de la noche, horario imbécil para transmitir una producción infantil o la decisión genial de un Canal 13 que sabe algo que nosotros no. En fin, me encontré nuevamente frente a la maldita sensación de siempre: condescendencia. “Es buena…para ser chilena”. Esa sensación que se arrastra desde que tienes memoria. La maldición de un país nuevo y pequeño que tiene que ponerse al día con cada puto género y de las maneras más desastrosas e indignas posibles: nuestro primer misil, el RAYO, con carcasa de cholguán; nuestro primer (y único) piloto de fórmula uno, Eliseo Salazar, pasando vergüenzas cada domingo; nuestro primer satélite, el FASAT ALFA, chingado como cuete vieja; nuestra primera película de terror, ANGEL NEGRO (y la larga lista de primicias cinéfilas buscando desesperadamente agotar los géneros buscando generar alguna expectativa, hasta el puto día en que estemos estrenando “la primera película chilena de enanos pornogóticos en la Luna”); ni hablar de nuestro primer artista de Hollywood, Cristián de la Fuente. Desde siempre tengo esa sensación asquerosa saliendo desde lo más profundo de mi formación judeocristiana, que me dice “se compasivo, en Chile es difícil hacer cosas”, luchando sangrientamente contra mi Pepe Grillo sado-gore que me insulta y me cachetea diciéndome “Maldito blandengue, se objetivo… ¡la huevá ES MALA y punto!

¿Cómo solucionar este punto? ¿Piensa globalmente, pero reseña localmente?

Además de todo esto, debo decir que esta reseña está profundamente desviada y debo advertir que será más subjetiva aún de lo que cualquier otra lectura es de forma natural. Y la razón ya es inalcanzable para quienes no hayan sido uno de los cien y pico que estuvimos ese jueves de abril ahí, en la presentación oficial del cómic y frente a los autores, Fitomanga y Mario Markus.

Marcos Borcoski (Fitomanga), es un antiguo prócer del cómic chileno y quizá el primero en rescatar un género que hoy está tan enquistado en el inconsciente de los nuevos chilenos como el Playstation, Internet o los tracklist de cinco mil canciones: el manga. Desgraciadamente, al menos en términos técnicos, no parece haber otro dato trascendente que ese en su lista de virtudes. Su presentación fue titubeante, nerviosa e irrelevante para el análisis.

Distinto fue el caso de Mario Markus (ilustre visita, venida directamente desde el Instituto Max Planck, Alemania). Un verdadero tótem académico tan entusiasmado con su hijo editorial (todos encontramos bello a nuestro propio hijo) que fue incapaz de no contarnos toda la historia…si TODA, en detalle y sin contemplaciones. Aquí me detengo para explicar por qué soy incapaz de ser medianamente imparcial. Me resultó tan desagradable la actitud de Mario Markus durante su presentación, que todavía tengo un gustito raro guardado en algún lugar de mi memoria. El primer tercio fue muy didáctico y entretenido, era escuchar de primera fuente noticias acerca de la teleportación sin que el tipo estuviera vestido con traje de “la federación” y una fake “faser” colgando del cinto. Pero luego se hizo insufrible, vinieron las preguntas y afloró el “profesor” incapaz de ser amable con la audiencia que había venido a apoyarlo, incluso grosero al calificar de poco inteligente alguna pregunta y de sin importancia a otra. Lo peor vino cuando zanjó violentamente y sin posibilidad de respuesta, la incógnita más interesante de su tesis: “qué ocurre con el alma en una teleportación”. El sencillamente se negó a cualquier diálogo al respecto diciendo que de las muchas hipótesis posibles él había elegido una y punto, y que no tenía sentido discutir más porque el tema era indiscutible. Se acabó, uno de mis amigos se paró y se fue, yo me crucé de piernas y me puse a mirar las moscas. Un representante de la editorial J.C. Sáez, miraba para todos lados buscando el momento justo para darle un corte a esta larga “audiencia” que don Mario nos estaba regalando.

Pasado el mal rato regreso a mi hogar y me dispongo a leer el volumen en cuestión.

Acá quiero separar texto y dibujos en dos puntos de vista diferentes para enfrentar el análisis y esa es justamente la primera mala noticia. Es absolutamente separable el relato de las ilustraciones en si, esto en virtud de su casi absoluta disociación. Se nota demasiado que faltó un intermediario entre el cuentista y el dibujante, y el resultado final fue: dibujos con texto, mucho texto en vez de una integración entre el dibujo y lo que se quiere contar. El principio básico de cualquier traslación de la literatura a la imagen es que debes dejar de lado las frases, las voces en off y los párrafos para contar la historia básicamente con imágenes y diálogos. No es el caso de BILIS NEGRA, donde los flashbacks relatados, la voz del narrador y un fárrago de textos explicativos dan la sensación de estar leyendo un cuento ilustrado con imágenes de apoyo, retrocediendo décadas en el desarrollo de la relación entre imagen y texto.

Con respecto a la historia en sí, el primer problema es la extensión. Da la impresión que se está queriendo contar demasiado en un espacio reducido, eso también obliga al autor a agregar más textos explicativos que aclaran pero no comprometen con la historia. Aspectos que se repiten a lo largo de todo el relato; como la locura de uno de los protagonistas, por ejemplo; necesitan ser desarrollados, no sólo dichos. Eso redunda en un constante ejercicio de indolencia frente a momentos que deberían ser dramáticos y conmovedores. Es la sensación de un drama contado “por encima” y a la rápida. Nuevamente siento que no hubo mucha cabeza en el traslado de la historia a este formato en particular.

También hay problemas con los arcos argumentales. La historia alcanza su primer clímax en un momento que se percibe claramente inapropiado y culmina cuando la mano siente que restan aún hay bastantes hojas para llegar al final, creando la sensación de que debería ocurrir algo de importancia todavía, cuando sólo resta un largo epílogo que, si se piensa, son páginas que podrían haber sido utilizadas para desarrollar mejor el primer tercio, demasiado concentrado y abrupto. Hay una notoria falta de oficio para crear esa tensión que deriva en lo inevitable, ese momento en los relatos en que se comienza a acumular la tensión que desemboca en los clímax, como explosiones tan esperadas que se vuelven por ello más destructivas. En otras palabras, la historia está llena de eyaculaciones precoces antes siquiera de sacarse los pantalones.
El tema de la teleportación es interesante, pero notoriamente mal desarrollado. Su interés por la deforestación del Amazonas es enternecedor, su defensa de la medicina aborígen es rescatable; en cambio, sus cuestionamientos éticos frente al problema planteado por él mismo, son pobres, fríos e irrelevantes.

Ojalá hicieran una película, estoy seguro que andaría bien si la tomara un buen guionista y Mario Markus se hiciera a un lado para dejarle libre la pista a profesionales.

Acerca del cómic como expresión del dibujo, lo presentado es realmente penoso. Fitomanga es un pésimo dibujante. Lleva 10 años dibujando igual, sin ninguna evolución detectable. La figura humana presenta problemas serios, la perspectiva ni siquiera es un tema para él, el trabajo de plumilla es irregular y recurre al achurado cuando todo dibujante sabe que si no manejas bien ese recurso, debes abstenerte de utilizarlo. Fitomanga habla mucho acerca del Manga, pero la verdad es que su expresión gráfica está más cerca de esa modalidad neutra que utilizan los ilustradores chilenos que trabajan para la Zig-Zag, haciendo viñetas sobre la Guerra del Pacífico o folletos pedagógicos para el Estado. Una especie de estilo setentero francés recalentado. Lo único de manga es el eteeeeeerno diseño de personaje de su protagonista, un rostro que hemos visto mil veces en sus cómics y en series como Captain Tsubasa o Saint Seya, omnipresente como el rostro de Heidi. Es triste ver como, cuando se sale de ese personaje y se ve obligado a inventar otros, la irregularidad se hace presa de su pluma. Es así como tenemos 20 rostros diferentes para el segundo protagonista, Mathias, más gordo, más flaco, más redondito, o con más pómulos. Se nota que no hizo ningún modelsheet (láminas con el detalle de las proporciones y variedad de expresiones para cada personaje) porque la irregularidad es tremenda. Fito, ¡por dios, una regla de oro en el dibujo, y que el manga respeta, dice que hay un ojo de distancia entre los ojos! Aparte de todo, también decir que ningún cómic profesional del planeta es dibujado, entintado y coloreado por la misma persona. Es decir, mal dibujado, mal entintado y mal coloreado, en realidad.
Fitomanga habló mucho en la presentación acerca del aporte del manga al cómic, sin embargo casi nada de esos aportes aparece en su obra. El manga se caracteriza, entre otras cosas, por haber destruido el régimen de viñetas, haciendo del fondo de página un territorio liberado que se interpenetra con mucha soltura plástica. Imágenes del alto de una página completa conviven con viñetas apenas esbozadas, el cielo negro de una viñeta se transforma en el color de fondo donde se recorta otra viñeta blanca, etc. Nada de ello ocurre acá, donde las viñetas son bloques duros y consecutivos apenas tímidamente subvertidos, ocasionalmente, por algún pequeño desborde. Es como cine dirigido por Carlos Pinto, dónde hay dos cámaras y un eterno plano-contraplano de dos personas hablando. Le dicen “falta de recursos”.

Don Mario Markus, que es un viejito que sabrá mucho de física pero de cómic está claro que no sabe nada, de modo que hay que exculparlo de toda responsabilidad, no sabe tampoco que en Chile existe gente como Martín Cáceres o Juan Vásquez, que habrían hecho maravillas con su historia. Pero cuando se para delante de la audiencia y lanza un ingenuo “un amigo me contó que tenía otro amigo que podía dibujar mi historia”, te queda claro que no hubo ninguna búsqueda, ni concurso, ni casting, ni nada, para decidir quién iba a afrontar el desafío. Iba a ser “el amigo de un amigo”. Punto en contra para los amigos de JC Sáez Editor.

Cuando me lo entregaron para reseñarlo, lo recibí con esperanzas, pero cuando vi las primeras tres páginas me asaltó ese fantasma que tanto me persigue. “Está bien para ser chileno”, me decía el cura de pueblo que todo chileno acarrea en su interior, ese alcalde que premia los poemas de un escolar en la plaza y lo aplaude como si se tratara del nuevo Rimbaud. Desgraciadamente estamos tan cerca del resto del mundo que ese espíritu ya no es viable nunca más. El criterio es uno y punto: ¿eres tan bueno como Katsuya Terada, Fitomanga? ¿como Yoshiyuki Sadamoto? ¿como Masakazu Katsura?…¿al menos como la Vicky y la Pepi del gran grupo chileno ACUARELA?… la verdad es que ni cerca.

¿Que hay de bueno en BILIS NEGRA? La historia que contó Mario Markus ese día en el auditorio del Goethe y que ojalá algún día sea tomada por personas expertas que sepan sacarle el provecho que se merece.

¿Qué hay de bueno en este lanzamiento editorial? Sólo el hecho que se haya realizado. Sólo el enorme hecho que JC Sáez Editor se haya atrevido. Mejor ojo la próxima vez.

Jorge Baradit
©2006