El bromista en la galaxia

TAZA DE LECHE

Alguna foto

no de ahora

quillotana

de algún muerto enterrado

en el Cerro Mayaca

me alegra el almanaque

porque este muerto

está muerto

de la risa

por Patricio Alfonso

Me imagino que una nota de este tipo, si se refiriera a otra persona, empezaría con las palabras “va a hacer un año que se fue” o “por estos días hace un año que no está entre nosotros”. Pero ocurre que estamos hablando de Sergio Meier, es decir, de un bromista tan inveterado y absoluto – en su propio estilo, que no excluye sino más bien lo contrario la máxima pulcritud y corrección – que ni la muerte ha sido capaz de detenerlo. Es más; al parecer no ha hecho sino proporcionarle nuevos materiales para su lúdico quehacer. Prueba de ello es el texto, que no sé si llamar poema, que figura a manera de epígrafe al comienzo de estas líneas. Lo escribí cuando Sergio estaba vivo y nada me hacía suponer siquiera que pudiera encontrarse enfermo. Fue luego de un paseo de ambos al cementerio situado en las no tan altas alturas de Quillota, el mismo que ahora alberga su tumba. Sólo Sergio es (no voy a decir “fue”) capaz de hacer este tipo de bromas cósmicas, de coger la materia del universo y enlazar de este modo lo cósmico y lo cómico, que acausalmente en el papel difieren por sólo una letra, y también lo trágico ( En vida perpetraba jugarretas parecidas, como cuando programaba un eclipse para recibir a sus amigos).

¿O alguien me va a decir que no es una broma genial convertir la propia vida en una variante de la biografía de HP Lovecraft hasta el punto – aquí de nuevo el ribete trágico y de humor negro – de fallecer también en la cuarentena y de una dolencia sustancialmente parecida? Una variante, porque el bromista magistral no iba a permitirse el mal gusto del calco, de la mera repetición. En esa figura voluntariamente presidida por HPL hay también añadidos trozos de Borges – otro bromista tan acérrimo como elegante -, de Gustav Meyrinck y, claro, del Dr. Smith. Mas, como dijo en una ocasión Sergio Amira, nada de esto puede modificar el hecho de que Sergio Meier era (es) irrepetiblemente y sin apelación Sergio Meier, lo cual significa también ser todos aquellos dobles. (Y es por esto que, cuando en medio de una conferencia o una entrevista, Sergio declaró “yo soy Lovecraft”, yo supe sin ningún género de dudas que decía la verdad)

Quien mejor que un bromista para sumergirse en la cita, en la metatextualidad. Sergio lo hacía sin concesiones ni límites, con arrojo y valentía. En vez de esa originalidad que a tantos obsesiona, de su escritura brota una suerte de hiperoriginalidad de signo indudablemente posmoderno. Resulta notable que haya titulado a su última novela publicada como La Segunda Enciclopedia de Tlön, transformando así la propia obra en mera referencia. Hacen falta cojones para algo así. Lo mismo que para declarar públicamente que uno es Lovecraft.

Recuerdo – va a hacer un año, obviamente, mientras escribo estas palabras- el momento en que recibí la noticia de la muerte de Sergio. Fue de improviso, y “aprendí en seguida lo más terrible” Lo que en tales minutos hacía era contemplar esa magnífica pieza gráfica y literaria de Romo & Figueroa que es «Informe Tunguska». Hubo una página que quedó marcada por esa nueva que, aunque trágica, ya no me atrevo a llamar funesta. No puedo, porque escucho su reír.

Julio/agosto de 2010.

© 2010, Patricio Alfonso.