El Paralaje Neanderthal es una trilogía de novelas del canadiense Robert J. Sawyer, que relata los efectos de la apertura de un portal entre dos Tierras alternativas: nuestra Tierra, y otra, donde los Neanderthal fueron los homínidos dominantes. El contacto inicial entre ambas tierras ocurre en el Observatorio de Neutrinos de Sudbury, lugar que en la Tierra Neanderthal es también la ubicación de una instalación científica. El foco de la historia de la trilogía está centrado en las diferencias sociales, tecnológicas y espiriituales entre los dos mundos conectados accidentalmente por el portal.
La trilogía la conforman tres volúmenes: Homínidos (2002), Humanos (2003) e Híbridos (2003), de los que el primero de ellos fue el ganador del premio Hugo a mejor novela el 2003.
Esta novela me recuerda a los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, en el uso de la mirada de una cultura extraña para criticar la nuestra. En el primer volumen de esta trilogía somos objeto de un análisis crítico por parte de un científico neandertal, quien nos observa desde una óptica de cazador recolector.
El segundo tomo el autor hace lo contrario, es decir, cuestiona nuestro modo de vida desde una óptica cromagnon, comparándonos con los neanderthal.
A medida que progresa el relato, a pesar de usar el término Neanderthal para referirse a los visitantes de la tierra paralela, se emplean los términos de la tierra paralela para distinguir entre las especies: los gliksins somos los Homo Sapiens, mientras que los barasts son los Homo Neanderthalensis.
Dado que los barasts no han pasado por un proceso de industrialización como el nuestro, su tierra es más limpia, más boscosa y más fría gracias a la ausencia de gases de invernadero. Nosotros disfrutamos de una tierra maloliente, sobrepoblada y ruidosa; hemos exterminado muchas de las especies que existen aún en la tierra Neandertal y hemos degenerado otras para nuestro provecho o entretención.
Los barasts son cazadores-recolectores y como tal no han desarrollado el concepto de agricultura; a pesar de ello son tecnológicamente avanzados, más que nosotros en muchos aspectos. Usan casas orgánicas, que no son construidas sino que cultivadas; la iluminación es química y cuando se trata de energía eléctrica esta es solar. Su población, menor que la nuestra, tiene unos lazos familiares muy intrincados por lo que su sociedad está muy unida, con lazos de parentesco que llegan al infinito, una alegoría a la humanidad (ya que en el fondo todos somos parientes).
Otra característica que distingue a los barasts de los gliksins es la aplicación de la eugenesia como pena a los crímenes violentos, no dudando en esterilizar a quienes compartan al menos 50% de los genes del agresor, evitando penas más graves para el agresor. Esto da como resultado una sociedad mucho más pacífica que la nuestra, lo que hace pensar que si bien la cárcel y la pena de muerte son disuasivos poderosos a la hora de cometer un crimen, hay criminales de cuello y corbata que difunden sus genes a lo largo de los años, empobreciendo nuestro acervo genético gliksin.
Bajo ningún motivo hay que pensar que en el pasado los barasts no fueron violentos, pero al tener menor población, los conflictos por recursos o territorio no forman parte de su historia. Sin embargo, gracias a la aplicación intensiva de la eugenesia en un pasado, los genes violentos fueron erradicados de la población, teniendo como resultado una mejor selección genética. Esto levanta un tema de debate: ¿la práctica de la eugenesia no tiene parecido a la limpieza étnica más selectiva?
Políticamente, cada región de la Tierra barast es gobernada por un Consejo Gris local, una junta de ancianos sobre los 65 años, mientras que el planeta completo es regido por el Alto Consejo Gris. No existen los países (que no deberían existir) y todos los barasts se consideran iguales a los demás. Nosotros, en cambio, invertimos vidas y recursos importantes en la organización de guerras para ganar más territorio, cuando no contaminando grandes áreas para ganar un conflicto.
Los dos primeros tomos hacen girar su trama principalmente alrededor de las diferencias que he mencionado, apuntando a nuestras falencias a través de ojos de barast en nuestra Tierra y de ojos de gliksin en la tierra barast. Sawyer pone bastante en evidencia el modo de vida depredador y destructivo que tenemos, y cómo a pesar de vivir en ambientes en relativa paz e higiene, vivimos en un vertedero terrible, contaminado y sobrepoblado. Y creemos estarlo haciendo bien.
Híbridos, el tercer tomo, gira sobre de la existencia de dios, y como esta puede ser una mera ilusión. Los barasts están fisiológicamente impedidos de tener experiencias religiosas debido a la estructura de sus cerebros, y por lo tanto el concepto de iglesia, religión, sacerdote o culto son desconocidos para ellos. Para un barast es inconcebible la vida después de la muerte, así como refinamientos tales como la teoría de Gaia, la reencarnación o el purgatorio.
Nosotros, gliksins, vivimos presa de nuestros cerebros distintos, que nos hace tener espiritualidad, sufrir de manifestaciones como los pastores de Fátima; incluso los ateos más nihilistas tienen alguna espiritualidad. Este sencillo hecho nos hace ser más fáciles de convencer o motivar que los racionalísimos barasts. No deja de ser interesante este análisis de la religión o espiritualidad como producto de un órgano, lo que vuelve inexistente a todos los dioses idolatrados en nuestro mundo. Sin embargo, la sociedad barast tiene artistas de las más diversas disciplinas, y el arte, tanto la creación como la interpretación, son impulsadas por las mas complejas manifestaciones espirituales.
Otro tema tocado por Híbridos tiene relación con la concepción inter-especie, que toca desde el punto de vista de la ficción el tema ético de la manipulación genética, un debate que como humanidad estamos recién empezando a tocar. En este caso una gliksin se enamora de un barast y planean emplear un manipulador de genes de tecnología barast para concebir un hijo, manipulando todas las características deseables: los ojos del padre, el color del pelo de la madre, los genes cromagnon o neanderthal.
Sawyer presenta la otra cara de la moneda: el mal uso de esta tecnología en el desarrollo de un arma biológica, genéticamente selectiva. También esto se puede interpretar como una llamada de atención a los intentos de patentar el genoma humano, lo que lo haría accesible a unos pocos y con propósitos limitados únicamente a la ambición humana.
En conclusión, El Paralaje Neanderthal es una novela que reinterpreta el choque de culturas, dándole varios giros interesantes al tema, sumado ello a un trasfondo ecologista no muy sutil pero efectivo, que llama la atención al lector acerca de los estragos que estamos dejando con nuestro medioambiente, producto de nuestra cultura, y como tenemos incorporada la violencia y la agresión dentro de nuestro diario vivir, dentro de nuestro léxico y dentro de nuestras actitudes. Agregarle a ello una completa investigación antropológica y una especulación sociológica muy ocurrente para tener en esta trilogía una serie de novelas cautivante y que no termina al cerrar los libros, sino que se extiende más allá, puesto que los temas ecologistas y éticos quedan abiertos al debate del lector conformando una muy buena serie de novelas para enriquecer la biblioteca y comentar con las amistades.[x]