Con el paso de los años, mi infancia ha ido ganando un aura de realismo mágico que no era evidente cuando la vivía. A los recuerdos comunes, compartidos por much@s de mis amig@s de hoy, como el de jugar a los autitos, hacer tareas o ver televisión, sumo otros más insólitos, como el de saltar sobre un brasero en que quemábamos sahumerios (los cuales se vendían como un producto medicinal más en la farmacia, envueltos en paquetitos que traían de regalo una carta de tarot); el de hacer fumar a un eternamente sonriente ekeko cargado de saquitos cuyo contenido fue obsesión de muchas de mis tardes de ocio; o, quizás liderando el ranking de lo bizarro, el de alimentar con limaduras de hierro un imán que en casa considerábamos que estaba de alguna manera vivo (escalofriante, ¿no?). Continue reading «Que salga el mal, que entre el bien. Larga vida al escepticismo»