Donnie Darko por un conejo vestido de hombre

por Vicente Forte Sillié

De una u otra manera, todos hemos caído alguna vez bajo el embrujo de la ciencia ficción y sus universos posibles. Aquellos que no tuvimos la suerte de descubrir el género en la hoja impresa de un libro, bien sea por la poca distribución y escasa apuesta editorial de editores y libreros en nuestras localidades, bien por la influencia del determinismo nefasto que estigmatizaba a la ciencia ficción como un espacio menor y poco serio de la literatura; descubrimos la magia de sus posibilidades a través de medios comercialmente más influyentes y autoritarios como el cine y la televisión, respectivamente.

Me inclino a pensar que mi generación creció bajo el reflejo dominical de El hombre de la Atlántida, Hulk El Hombre Increíble, El Hombre Biónico, Star Trek y La Dimensión Desconocida, por nombrar lo primero que se me viene a la mente, y no tengo temor alguno de asegurar que este fenómeno, traspasado también al universo del cómic y manga, seguirá siendo una constante –con diferentes historias y personajes por supuesto–, en las generaciones actuales y por venir. El hecho es que, directa o indirectamente, todos hemos estado en contacto con la ciencia ficción, y tenemos, en consecuencia, una vaga idea de hacia donde se dirige la cosa.

Por otro lado, todo lector y/o espectador sabe que, de una manera u otra, todas las historias han sido contadas –las de ciencia ficción no son una excepción–, y que el meollo del asunto, la diferencia que deja marca, es la forma en que se mezclan los elementos, principios y teorías que le dan identidad al argumento, es decir, el tratamiento y la conjunción de las partes que componen el todo del hilo narrativo. No estoy diciendo nada nuevo. Ya Borges lo dijo en alguna ocasión, con palabras más educadas que las mías.

Toda esta perorata viene a cuento porque Donnie Darko, el niño de oro de este escrito, es uno de esos filmes que aunque descubierto y reconocido sólo por algunos, es un digno ejemplo de tratamiento de muchos temas, con un resultado asombroso tanto desde el punto de vista argumental, como del cinematográfico. A mi entender, que es el de alguien que a pesar de carecer de educación académica en el séptimo arte, trabajó en una cinemateca por dos años y engulló centenares de filmes de toda índole, Donnie Darko está destinada a convertirse, si ya no lo es, en una de esas películas de culto, capaz de marcar un hito dentro del género y la historia del cine. Donnie Darko es filosofía del viaje en el tiempo, es apocalipsis, es universo tangencial, paradoja temporal, relativismo y poderes dimensionales, todo en una misma historia, escrita, hilvanada, filmada y editada de manera brillante.

La visión de un fanático

Tratando de desentrañar sus misterios, he visto la película en tres ocasiones. Dos veces la versión comercial y una vez la del director, ello sin contar la media hora de escenas cortadas o borradas al momento de la edición, a las cuales puede accederse si se alquila el filme en formato DVD. Sería justo que alguno de ustedes me tildara de fanático, o peor aún, de persona ociosa, sin oficio. Pero la verdad es que si alguien se toma la molestia de buscar datos sobre Donnie Darko en Internet, no sólo se encontrará con una página oficial poco ortodoxa, de formato heterodino, que hasta tiene la audacia de continuar la historia y aclarar vacíos, sino que además hallará un vasto universo de foros, grupos y listas de correo dedicadas por entero a su análisis: bases de datos casuales en las que cientos de personas manifiestan sus odios y pasiones hacia el filme, intentan dar sus puntos de vista, o simplemente, demostrar sus teorías y suposiciones. No fui el primero ni seré el último en adentrarme, con un afán que va más allá de lo normal, en las aguas teóricas y oscuras del universo tangencial, y tengo el consuelo de no ser el único vicioso, atrapado en el desvarío del mundo Darko.

La película me llegó a las manos por pura y simple suerte. Hay que reconocer que el nombre del filme no dice mucho para quien nunca ha oído algo acerca de él, y como sucede con la mayoría de las obras del cine independiente o indie, la publicidad, que se prostituye a mejores postores, no ha jugado aquí papel importante, por lo menos en el mundo de habla hispana. Su director, Richard Kelly, quien escribió, rodó y produjo el filme con apenas 9000 dólares, es otro de los factores que contribuyen a un posible anonimato. Donnie Darko fue su primer largometraje, su estreno como director serio. Su historia previa en el mundo del cine se reduce a dos cortos: Goodbye Place (1996) y Visceral Matter (1997), ambos totalmente desconocidos, aún hoy día. Sin embargo, el manejo artístico y fílmico que demuestra Kelly en su primera entrada a escena le hace parecer un veterano con varios largometrajes encima, lo cual, si bien admirable, encierra el riesgo de doble filo de todo primer éxito en el mundo del cine: o bien la compra en subasta del nuevo director por parte de los mercados comerciales de Hollywood, o peor todavía, la venta ambiciosa de sí mismo a los estudios cinematográficos; o en el otro extremo, la producción de una segunda cinta independiente, esta vez enferma de abandono, de falta de capital, agobiada de personalismo, o de insipidez. Esperemos que Kelly sepa evitar tan nefastos destinos.

Un detalle que aventuro a precisar para justificar la poca promoción de la película: Donnie Darko fue estrenada en el año 2001, el mismo que protagonizó el atentado a las torres gemelas de Nueva York. ¿Pudo el impacto económico de la tragedia y el miedo generalizado y reforzado por los medios, hacer pasar por debajo de la mesa un filme como éste? Es un argumento debatible. Pero hay algo que me inclino a creer cierto: la caída del World Trade Center golpeó de gravedad a la taquilla estadounidense, en primer lugar, y a las grandes empresas de producción, distribución y alquiler de videos, consecuencialmente. Si no, pregúntenselo al estudio responsable de Spiderman, primera parte, quienes decidieron reformar ciertas escenas de la película y aguantar su salida por cierto tiempo.

Aclaratorias de rigor

Nunca las comparaciones han sido buenas. Así que no voy a cometer el error de asemejar a Richard Kelly con David Lynch, menos aún con los hermanos Polish. Sin embargo, dejo constancia de que, por algún motivo, a Kelly se le compara con el primero, y a mí, personalmente, me recuerda a los segundos. Aunque en Donnie Darko hay una suerte de manejo surrealista de la historia, incluso de los personajes que la conforman, no creo que se deba a una mera propuesta onírica del director, sino a la necesidad narrativa de crear una ambigüedad entre la realidad, y una posible percepción esquizofrénica del mundo por parte de Donnie, el personaje principal.

Creo que la versión original del filme es mejor que la del director. Escenas cortas, concisas, con diálogos sustanciosos. Nada de regodeo o desperdicio narrativo. Las actuaciones son muy buenas y la edición me parece insuperable. Hay un uso notable del fade out (disolución de la imagen a negro) como elemento para crear tensión argumental, y el sonido, oscuro de por sí, es acertado, nada efectista, y al igual que la banda sonora, lejos de ser tradicional. Un aparte: la mayor fortaleza y la mayor debilidad del filme reside en el hecho de que la historia está condensada en el propio libro que Kelly ha creado como fundamento del guión: La Filosofía del Viaje en el Tiempo, el cual explaya la cosmovisión en la que se mueve la película y maneja los principios y teorías que la sustentan. Es cierto que la versión del director transcribe originalmente párrafos del libro como apertura a ciertas escenas del filme. Sin embargo, la versión original sólo los menciona breve y circunstancialmente a través del diálogo de los personajes, lo cual sin duda dificulta un poco el entendimiento total de la historia. Me permito aquí transcribir y traducir del inglés algunos puntos del libro ficticio, los cuales creo serán de ayuda para un espectador que haya quedado un poco confundido:

La cuarta dimensión del tiempo es una construcción estable; sin embargo, no es impenetrable.
Si un universo tangencial o paralelo ocurriere, este sería muy inestable, no pudiendo sostenerse por más de algunas semanas.
Eventualmente el universo tangencial colapsaría por sí mismo, formando un agujero negro dentro del universo primario, capaz de destruir toda existencia.
Artefactos proveen la primera señal de que un universo tangencial ha ocurrido.
El ser elegido es escogido para guiar el artefacto en la posición necesaria para su viaje al universo primario.
El elegido se ve a menudo atormentado por sueños terroríficos, visiones y alucinaciones durante su estadía en el universo tangencial.
Si una persona muere en la dimensión tangencial, será capaz de contactar al ser elegido a través de ésta construcción dimensional.

En breve: la posibilidad de que un universo tangencial o paralelo se produzca es totalmente probable, siempre y cuando confluyan una serie específica de factores y circunstancias eventuales, que según el libro, se reducen básicamente al paso de un artefacto metálico por un agujero temporal. Cuando dichos factores concurren, la estabilidad del mundo se ve seriamente amenazada con la destrucción total, a menos que un ser, el elegido, aquel que se encuentra cercano al vórtice del portal que dio origen al universo tangencial, lo impida, pues en el recae inexorablemente toda responsabilidad, una combinación de altruismo obligatorio y de locura temporal forzosa, todo mezclado con el peso añadido de una sarta de poderes no deseados a los cuales no sabe como echar mano, y un amasijo de terribles pesadillas diurnas e ilusiones nocturnas… La pregunta que trasciende más allá de esta trascripción e interpretación, y que es el núcleo del dilema, es la siguiente: ¿es Donnie Darko un esquizofrénico en ciernes que ve en dicho texto una guía conveniente a su locura adolescente, o realmente el libro que cae en sus manos encierra la verdad y realidad posible de un mundo enfrentado al apocalipsis?

Nada de sinopsis

Debo confesar que debido a la complejidad de la película, me vi tentado a redactar una sinopsis explicativa y detallada de Donnie Darko. Sin embargo, después de meditarlo, he decidido desechar la idea por varias razones. Primero, el respeto a la obra. Creo que cada quien debe ver la película y asimilarla desde su punto de vista, de manera que se trate de una experiencia individual. No soy quien para destruir la posible relación de un futuro espectador con el filme. Sería tan estúpido como tratar de hacer un análisis pormenorizado de Los Girasoles de Van Gogh en favor de alguien que no ha visto la pintura ni siquiera en una estampa, pues implicaría sin duda el aniquilamiento de la objetividad, de la sorpresa y de la correlación entre el espectador y el significado, aquello que ha querido transmitir el artista, en nuestro caso, el director. Por otro lado, creo que el objetivo de este artículo va más allá de la simple recomendación del filme, de dar una idea vaga de lo que es, de explicarlo o criticarlo. La idea es descomponer sus trasfondos, disfrutarlo a posteriori, separar algunas de sus partes y volverlas a armar junto al lector y sus pensamientos, pero por sobre todo, considerar tópicos inexplorados o poco tratados dentro de las miles interpretaciones y vías de recorrido que ofrece. Y esto sólo es posible hacerlo de manera efectiva si se ha visto el filme antes.

¿Cómo se podría saber de otra manera si lo que escribo tiene sentido o no? ¿Como podría el lector apelar a su espíritu crítico si no ha visto la película antes? La última, y la más simple de las razones, es que esta sinopsis detallada que pretendo evitar, puede encontrarse en cualquier rincón del Internet. Así que de una manera u otra estoy matando dos pájaros de un tiro: evado contar la historia con pelos y señales a aquellos que no han visto la película y, evito volver a repetir algo que ha sido ya escrito muchas veces y que no sólo implicaría una agonía para quien ya está familiarizado con el tema, sino que además supongo me llevaría unas cuantas cuartillas de las muchas ya de las que vengo abusando. Por tanto, me permito obviar el resumen del filme, para entrar a considerar directamente aquellos puntos que, dentro de los muchos que pueden ser tocados, a mi me parecen los más interesantes e importantes desde un punto de vista semiótico.

Autopsia del personaje

Donnie Darko es, a mi entender, un perfecto antihéroe, pues lo que es, se ve superado en creces por aquellas muchas cosas que deja de ser. Donnie es uno de esos seres que, de llegar a la adultez, bien podría alcanzar grandes destinos, incluso, hacer o aportar muchas cosas importantes en favor del prójimo y la humanidad. Sin embargo, dada su continua disconformidad con la existencia, Donnie se rebela contra esa visión filantrópica, optimista y constructora.

Nuestro protagonista sería uno de esos genios de cobertizo que mandaría a todos a la mierda con razón, y hasta es posible que Nicanor Parra lo tomara como pieza principal de uno de sus antipoemas. Para decirlo sin aspavientos, quien está en escena es un adolescente disfuncional con el mundo que le toca vivir. Y no me refiero a ese desvarío propio del individuo común que llega a la pubertad y cree que el universo gira alrededor de su ombligo. Donnie es un joven suprainteligente, preocupado por su propio destino, acosado por sus miedos, temores y demonios, un ser atormentado por un espíritu crítico que no sólo está más allá de lo normal, sino que además se ve potenciado por una carga increíble de agudeza intelectual que se le hace insufrible, y que, en definitiva, es lo que le jode. Para que maltratarnos, puede usted llamarlo genio o loco, y de allí la ambigüedad con que ve el mundo, ese espejo que le bifurca la realidad y que le hace dudar si lo que vive es real o no. Sin embargo, más allá de todas estas consideraciones, lo que afecta al espectador es que nuestro protagonista es, dada su humanidad, un personaje totalmente accesible, uno que por más que se esfuerce en lo contrario, está más dispuesto a la depresión y la locura que a la aventura de la acción y reacción que caracteriza a la mayoría de los personajes de la cinematografía de la ciencia ficción. Es uno que puede ver conejos gigantes de un metro ochenta mientras toma antidepresivos, a la par que se decide a salvar el mundo sin estar seguro de que ese mundo exista en un lugar distinto a su propia cabeza.

Darko, Dios y la existencia

De soslayo, Richard Kelly se las ha arreglado para tocar uno de los tópicos más controversiales de la filosofía: el problema de la existencia de Dios y la soledad del hombre. A lo largo del filme, Donnie manifiesta la necesidad innata, automática y universal de todos los seres humanos de creer en algo, no sólo como parte de una justificación involuntaria de su existencia, sino principalmente para no sentirse solo, para no morir en soledad. Y no hablo aquí de la soledad que se remedia entre las multitudes, sino del vacío que se siente cuando nos percatamos de que todos vamos a morir, y que es posible que nuestra existencia no tenga sentido alguno.

Obviamente, el planteamiento de un posible apocalipsis agudiza el sentimiento de vacuidad de nuestro antihéroe. Sus citas con la psicoanalista no hacen otra cosa que poner pañitos de agua caliente a su duda individual, la cual se ve acosada por un miedo mayor, profundo y milenario: el temor universal del hombre a ser una raza olvidada y dejada al azar, sin un dios que le gobierne, aconseje, dirija y acompañe. Hasta la relación idílica de Donnie con Gretchel se ve salpicada por estos visos de incertidumbre existencial. ¿Es la vida una colección de momentos? ¿Es una oportunidad para los recuerdos gratos? ¿Y si se pudieran cambiar los instantes de infelicidad? Con Gretchel, Donnie busca perpetuar de compañía su disconformidad, responder a la impresencia y a la ausencia de Dios, con amor. Después de todo es posible que Dios no sea más que eso: amor. Y también es probable que Donnie sea sin saberlo un hijo especial de El, un Mesías, un salvador que evitará el apocalipsis a través del sacrificio personal y la consideración hacia los demás. Esta teoría podría explicar el regocijo que Donnie demuestra antes de morir aplastado en su cuarto, la cual está en contra de aquellas que señalan que la felicidad de Donnie en ese momento se debe a la viciosa satisfacción del suicidio voluntario, o el alivio que produce creer que todo lo que sucede es producto de un mal sueño.

Hay una escena en la que creo se cuestiona abiertamente la realidad del ser. Donnie está en una sala de cine con Gretchel –no recuerdo si la sala estaba vacía, lo cual sin duda podría ser un punto que agregaría al aspecto de la soledad y la individualidad de la vida, una metáfora a la posibilidad y la vacuidad-, y Frank (el conejo de un metro ochenta) aparece. Gretchel duerme, y sólo Donnie ve a Frank. ¿Qué haces con ese estúpido traje de conejo?, pregunta Donnie. A lo que Frank responde: ¿Qué haces con ese estúpido traje de hombre? Esta última pregunta cuestiona sin duda nuestra arrogancia existencial como hombres, nuestra creencia de que somos únicos y mejores, de que nuestra realidad es la cierta y que el mundo de los sentidos es un fiel traductor de la vida. Quizá estemos en lo correcto. O quizás hagan falta más conejos de un metro ochenta desperdigados por el mundo.

De la memoria residual y de las hermanitas muertas

Uno de los puntos que toca el libro ficticio La Filosofía del Viaje en el Tiempo –¿al haber sido escrito aunque fuera para justificar ficción no lo hace un libro real?–, es el relativo a la memoria residual. Según éste, todos aquellos seres que estuvieron cerca del elegido jugando un papel determinante e inconsciente para obligar su sacrificio y salvar el mundo, podrían recordar en sueños lo vivido –¿o no vivido?– en el universo tangencial que ha desaparecido. Incluso el libro señala que ciertos individuos pueden recordar aún estando despiertos.

Considerando el final de la película, vemos que muchos de los personajes conservan cierto tipo de recuerdos. Frank se toca el ojo que fuera desfigurado en el universo paralelo, la profesora de gimnasia parece angustiarse con los desaciertos que recuerda pero no ha cometido, y el personaje de Patrick Swayze llora desconsoladamente por los que presumimos sus pecados pederastas. Me gustaría agregar que este último personaje corresponde un elemento fundamental en la historia. Algunos incluso aseguran que Frank (el conejo) fue, durante su adolescencia, uno de los niños abusados por el profesor, basándose tal aseveración en el hecho de que el video que Swayze utiliza para promocionar sus cursos de autoayuda, utiliza como personaje a un niño con problemas llamado Frank. Según este planteamiento sería Frank el detonador de la historia, encontrando motivo para su regreso de otro universo en la venganza. Sin embargo esto tiene poco sentido, pues el hecho de que Donnie queme la casa del profesor, dejando al descubierto su colección de pornografía infantil, es sólo uno de los elementos necesarios para que su madre tenga que viajar en el mismo avión que luego caerá, también con su hermanita adentro (lo cual le obligará a sacrificarse a sí mismo por ellas). Recuérdese que su madre sustituye a la profesora de gimnasia como dama de compañía de las niñas (entre ellas la hermana de Donnie) que van a un concurso de baile en otro estado, cuando la profesora de gimnasia decide quedarse en el pueblo para ayudar al caído Swayze. Todo esto, cultamente ensamblado por el director y guionista, no creo que busque el castigo de Swayze (me niego a creer que la película tenga una reducción argumental tan simplista), sino más bien me parece que es una de las piezas del engranaje que lleva al apocalipsis y al sacrificio de Donnie.

El minuto final de hincapié que hace la película en el tema de la memoria residual me parece glorioso. Sin embargo, hay un detalle que me deja un mal sabor en la boca. Aún y cuando Donnie muera, evitando la apertura del universo tangencial, borrando la aparición de Frank y consiguientemente, todos los hechos que desencadenan el posible apocalipsis (las muertes de Frank, Gretchel y la madre de Donnie, por ejemplo); la pequeña Darko va a morir de todas formas, pues ésta se va a montar en el avión en cualquier caso, sólo que en vez de ir con su madre, irá con la profesora de gimnasia. Sólo que en vez de pasar la turbina por el agujero temporal, será todo el avión el que irá a parar al piso… Debo confesar que el hecho de que la familia se haya quedado sin dos hijos en tan poco tiempo no me gusta y me hace pensar que a Kelly se le fue ese detalle. En todo caso, me guste o no, también esto es posible dentro del mundo Darko. La pregunta obligada sería: ¿y qué no lo es?

2005, por Vicente Forte Sillié

Firefly: la marca del fénix

Hace unos meses leí un reportaje refiriéndose al último proyecto del creador de Buffy como una suerte de spin off no autorizado de La Guerra de las Galaxias, en otras palabras una visión distinta de lo que pudo ser una suerte de aventuras de Han Solo. Si bien el artículo en cuestión estaba repleto de errores (incluyendo el contrato nunca existente de una segunda temporada), la idea básica no dejaba de tener cierto grado de verdad con una sola gran diferencia que el encargado de dicha nota obviamente no consideró: que la pequeña nueva obra de Joss Whedon goza de una maravillosamente inusual consistencia científica.       Para quienes no lo conocen, Joss Whedon es el creador de la serie Buffy The Vampire Slayer, co creador de Ángel y actualmente guionista de Astonishing X-Men. Mas la primera sorpresa de todo esto es que Firefly es su primer proyecto personal que no tiene ninguna relación con la serie que lo ha llevado al éxito y motivo el cual renunció a dirigir la adaptación de la historieta de Marvel Comics: Iron-Man.        Al igual que lo hizo en su momento Straczynski con B5, Whedon dio vida a un universo carente de algunos elementos que hizo famosa a la clásica spaceopera (como los robots), pero a la vez poseedor de una lógica científica.  

     Dado que Firefly se sitúa en los límites de la colonización espacial (no digo decadencia por falta de información para respaldarlo), la serie es considerada como un western futurista, algo así como ese casi desconocido dibujo animado Bravestarr con algunos mínimos elementos de Galaxy Rangers.       En este caso la idea básica es: en un futuro no muy lejano, ante el agotamiento de los principales recursos energéticos, se impulsa el desarrollo de la colonización espacial para encontrar otras fuentes; este proceso al cabo de unos años le brinda tantos beneficios a los planetas más centralizados que estos se quedan con gran parte del desarrollo tecnológico dejando a los mundos fronterizos en algo parecido a los pueblos del viejo oeste. Una guerra civil para cambiar esto sacude a la galaxia y como era de esperarse, los mundos centrales (cuyo organismo principal es conocido como la Alianza) la ganan conservando el control de las colonias que obtienen los elementos que los enriquecen y a la vez empobreciendo a la frontera en donde surge una peligrosísima raza de infrahumanos denominados Reavers, quienes torturan y masacran todo lo que se les ponga en el camino.        Con la Alianza pisándole los talones y fastidiando cada posible error, el Capitán Malcolm Reynolds, unÊ ex-sargento que luchó por la independencia de los mundos fronterizos, al mando de
la Serenity, una nave clase Firefly, recorre algunas lejanas colonias en busca de trabajo que les permita sobrevivir junto a quienes lo acompañan, un grupo de gente conformados de la más diversa clase que van desde una muy respetable prostituta hasta un doctor cuya hermana fue sometida a experimentos por agentes especiales de
la Alianza.
      Son trece episodios entre los que incluye el piloto extraoficial de 90 minutos, los que conforman esta serie, pero cada uno brilla por las mismas razones por las que Whedon se consagró con Buffy: un sorprendente manejo de los recursos. Todo esta hecho con un nivel de perfeccionismo único desde los efectos especiales hasta los más mínimos detalles sociológicos de la historia, entre ellos el hecho que los mismos actores hablen como segundo idioma el chino, lengua que en la actualidad está tomando tanta relevancia como el inglés.  

     Encabezando el reparto esta Nathan Fillon, un actor no muy conocido que había ganado cierta fama con la serie cómica Two Guys and a Girl, quien encarna al ya mencionado Malcolm Reynols o Mal como le gusta que lo llamen en su doble significación con respecto al español, pese a esto se trata de un individuo de sólidos principios, de carácter duro bordeando lo agresivo, conoce mejor que nadie de la tripulación los lugares que recorren lo que hace presentir que guarda un oscuro secreto, especialmente sobre los Reavers.       Su principal apoyo es Zoe, con quien combatió en la guerra, la comandante y esposa del piloto de la Serenity, una mujer de armas de tomar con quien tiene una comunicación casi “telepática”. Contrariamente a él, Wash, el marido de Zoe no se conforma con ser un buen piloto sino también es el punto de equilibrio ante la agresividad y pesimismo de Mal.      A estos tres se suman la ingeniero, Kaylee, una joven con cierto grado de inocencia; Jayne un desquiciado mercenario sin moral y buen humor, Book un misterioso pastor; Inara, una prostituta que ayuda controlar el temperamento de Mal; y no menos importante Simon, un doctor proveniente de una prestigiosa familia de clase alta quien trabaja en la nave a cambio de protección para él y su hermana River, cuyo extraño comportamiento les ha de causar más de un serio problema.  

     Esta fauna de personajes interactúa en el universo mencionado donde Whedon no pierde la oportunidad de ir explorando profundamente a cada uno permitiendo al mismo tiempo una armónica evolución, sorprendiendo también la incorporación de algunos personajes y elementos secundarios.       A esto se suman los ya mencionados efectos especiales, quizás los mejores vistos desde el fin de Star Trek Voyager, en donde los sets de tamaño real se combinan con un muy bien logrado CGI, ofreciendo algunas de las más  impresionantes escenas jamás vistas en televisión en donde interactúan naves espaciales con el mundo real a escala verdadera. Ya en el primer episodio se ve como la Serenity se coloca tras Mal y Zoe en un acantilado manteniendo las proporciones exactas con el diseño de la nave.       Más lejos aún, Whedon no se aventura usar la clásica pistola de rayos láser, reemplazándola por la de balas, no sin que episodios posteriores haga presente la existencia de estas, tratando de mantener cierta consistencia científica, a lo que se debe sumar el respeto a la teoría de la inexistencia de sonido en el espacio y el desarrollo de nuevo armamento espacial más acorde con una tecnología limitada por las circunstancias mencionadas en párrafos anteriores.       Joss Whedon no sólo crea su propio universo del futuro sino lo hace brillar a través de una consistencia científica y un puñados de personajes que nada tienen que envidiar a clásicos como Star Trek, más aún, no cae en la tentación del uso forzado de la sensualidad y la acción, todo está dado en dosis justas y acorde con la lógica del guión.  

     Dado el gran éxito de ventas de la colección de DVDs que compilan los 13 episodios, Universal compró los derechos y autorizó la filmación de una película de presupuesto tentativo de 50 millones de dólares con fecha de estreno septiembre del 2005, bajo la dirección del mismísimo Whedon. Ya los primeros informes de este proyecto apuntan a un guión que no dejará insatisfechos a los seguidores de la serie ni mucho menos del trabajo de Whedon, cuya reputación incluso le permitió hace poco firmar contrato para adaptar la heroína de DC Comics, Wonder Woman.  © 2004, Juan Carlos Sánchez. Sobre el autor: Periodista nacido un día trece de 1977. Escribe desde los 7 años. Ha escrito un puñado de novelas, más de 100 poemas y algunos cuentos entre ellos Trilogía de los malditos cuya primera parte: De las Cenizas de Sigalión participó en el segundo concurso de narrativa de su universidad. Si bien se he mantenido en el género de anticipación centrándose en personajes de complejos problemas psicológicos, ocasionalmente he escrito algunos dramas, algo de horror y recientemente alguna que otra cosa romántica. Sus mayores influencias son Frank Herbert, J Michael Strazynsky y Bruce Springsteen. 

Ángel: el oscuro camino a la redención

La guerra ha terminado, por el momento, ni los premios Saturn lo pudo evitar, el error ya se cometió y pese a que la Warner Brothers reconoció públicamente que nunca debió cancelarla y que incluso quieren su regreso, esto no será posible hasta dentro de unos meses y no sin sentirse el alto precio que pagaron tanto los televidentes como el equipo tras uno de los mejores programas de fantasía de la televisión.  

      Porque quiéranlo o no sus detractores, Ángel no fue un spin off de la inolvidable Buffy, fue mucho más que eso, algo que quizás se pueda resumir en una sola frase: una saga netamente adulta.  

      Quizás fueron sólo cinco años de vida, pero el primogénito de Joss Whedon y David Greewhalt, tenia el respaldo histórico de tres años en Buffy, tiempo suficiente para establecer al personaje y darle vida a su oscuro camino que por méritos propios lo sacó del programa juvenil para darle sus propias aventuras.  

      Pero antes de continuar, para quienes llegaron tarde: Ángel surge como uno de los personajes principales de la ya mencionada Buffy The Vampire Slayer, en sus primeros episodios se revela que el joven vampiro (al menos en apariencia) se diferencia de sus congéneres en poseer un alma, esto le da conciencia de todo el mal realizado a lo largo de su vida y lo impulsa a ayudar a la “cazadora” (denominación que le dieron estos condenados dobladores) en su misión de luchar la especie vampírica al igual que toda forma de vida demoníaca.  

      Como parte del plan de Whedon de darle mayor seriedad a la serie y favorecer el desarrollo de sus personajes a algo lo mas alejado posible de la película a mediados de la segunda temporada (de Buffy) al tener relaciones con Buffy, Ángel siente verdadera felicidad lo que activa una desconocida maldición que lo lleva a perder su alma reviviendo a su incontrolable su incontrolable personalidad demoníaca Angelus, quien en poco tiempo saca al villano del año: Spike, un viejo compañero de andanzas quien había demostrado ser bastante inefectivo (pese a su legendario pasado), para enfrentar a Buffy de la forma más despiadada e impredecible imaginable, llevando a la serie a un inusual tono trágico.  

      En esta etapa durante unaÊ disminución de las hostilidades, en el episodio I Have Eyes Only for You, Angelus es posesionado por el espíritu de una mujer asesinada por su novio. El notable desempeño dramático del actor de David Boreanaz hace que Joss Whedon comience a planear darle su propia serie (en vez de sepultar al personaje, como el usual buen trato que reciben los villanos).  

      Tras el oscuro final de la segunda temporada de Buffy, Ángel regresa a principios de la tercera (bajo una explicación más lógica de lo esperable) sólo que consciente de todo lo que hizo Angelus y por tanto, más atormentado que nunca. Esto paulatinamente establece el camino al abandono de la ciudad (y por tanto de la serie) con la idea de ganar el derecho a ser humano nuevamente por méritos propios, cortando su relación con Buffy para evitar que se reactive la maldición.  

La ciudad del infierno  

      Volviendo a los primeros párrafos, Whedon y Greemwhalt sacan a Ángel de Sunnydale (y por tanto la Boca del Infierno) para situarlo en Los Angeles, pero la cuestión no era repetir la exitosa fórmula sino ir mucho más allá trabajando con aquellos argumentos que no podían ser utilizados en una audiencia más joven, en otras palabras orientar el mundo de Ángel a un público adulto con interés en historias más complejas y a la vez más profundas. Si bien esto no implicaba el acabar con las usuales dosis de humor que se usaron en Buffy, si les daba la posibilidad del uso regular de la tragedia y por eso nadie se extrañó que la primera victima fuera Doyle (interpretado por Glenn Quinn, que en paz descanse), un individuo mitad demonio con un terrible pasado, que estaba atado a una extraña fuerza que le permitía saber cuando la vida de alguien estaba en peligro.  

      En solo ocho episodios, Ángel, con la ayuda de una desarraigada Cordelia, tuvo que lidiar con el mundo de Doyle para finalmente ser testigo de su públicamente anunciada muerte (sin resurrección): la primera víctima de la naciente guerra.  

      Era sólo el principio, en poco tiempo se estableció como principales villanos de la serie a Wolfgram y Hart, una de las ideas más brillantes de la dupla Whedon-Greemwhalt, una firma de abogados compuesta públicamente por gente normal que mantiene profundos vínculos con lo demoníaco. Esto limitaba enormemente el actuar de Ángel, dado que sus principios no le permitían matar a humanos sin importar cuanto lo desease. Como si fuera poco, debido a ciertas profecías, la firma pone los ojos en él y comienza una serie de complejas estratagemas para dominarlo entre las que incluye la resurrección de su antigua novia, Darla, sólo que en forma de humana pura. 

      Como ocurre con todo spin off, personajes y argumentos vinculados a su serie de origen tuvieron su desenlace en Ángel, pero más que una forma de afianzarlo, sirvió para explorar otros aspectos tanto del personaje como su nuevo entorno, la relación entre este y Buffy (un elemento que olvidé mencionar antes) se había manifestado como algo cercano a la de dos almas gemelas, de ahí que las consecuencias del resurgimiento de Angelus fueran más graves de lo que parecía, obligándolo no sólo a exiliarse para buscar una cura, sino también entender y hacer entender a Buffy que el conflicto contra otros aspectos tanto del personaje como su nuevo entorno, la relación entre este y Buffy (un elemento que olvidé mencionar antes) se había manifestado como algo cercano a la de dos almas gemelas, de ahí que las consecuencias del resurgimiento de Angelus fueran más graves de lo que parecía, obligándolo no sólo a exiliarse para buscar una cura, sino también entender y hacer entender a Buffy que el conflicto contra las tinieblas era mucho mas complejo y duro de lo que ella imaginaba; manifestándose en el rechazo del personaje a algunas oportunidades tanto de ser humano nuevamente, como de no ser afectado por el sol.  

      Lo que en Buffy significó seis temporadas, en Ángel se estaba logrando ya en su primera, lo que no implicaba que este tipo de historias y personajes llegaran a un punto muerto sino, por el contrario, era el nacimiento de otro tipo de conflicto derivado de un entorno mucho más hostil. Esto quedó en manifiesto cuando Ángel expulsó aÊ Buffy de su territorio cuando ésta intentó aplicar sus métodos con Faith, la rebelde cazadora a quien Ángel intentaba ayudar a encontrar su propio camino hacia la redención.  

      Por aquel entonces ya estaba programada la llegada de Gunn, el joven pandillero cazador de vampiros; a lo que seguiría la de Fred, una joven e inocente científica; y Lorne un demonio amante de los grandes espectáculos de cabaret cuyo no menos importante rol era quizás una de las pocas anclas que impedía que la serie se transformara en algo totalmente oscuro (recuerden a Brimstone).  

      Un punto aparte merece Wesley Windham Price, dado que fue el personaje en que se manifestaron de forma más brutal todos los cambios. El que fuera una vez el guardián de Faith, reemplazo de Giles (cuando fue despedido), un individuo con más debilidad, incompetencia y ego, se unió a Ángel conservando algunas de esas características, descubriendo en poco tiempo como su ingenuidad era un gran obstáculo en un entorno tan hostil, siendo torturado por las circunstancias para dar vida a un ser violento y despiadado, con una ferocidad que hacia palidecer al mismo Gunn y que llegó a preocupar a la misma Faith quien en algún momento lo sometió a torturas. 

      Las oscuras tácticas de Wolfram y Hart, el regreso de Darla y Drusilla y la aparición de Holtz, el más antiguo y humano de los enemigos de Ángel, suponían un cambio en las reglas de la guerra, algo que por poco le cuesta el alma nuevamente al personaje principal en su segunda temporada. Mas a poco andar el ya mencionado Wesley pagaría el precio de no haberse adaptado a lo que venía, cuando el mismo conflicto con Holtz y el nacimiento del hijo de Ángel sean la base de la aparición de un enemigo cuyo poder y complejidad supera con creces todo lo visto hasta entonces, llevando al equipo de una búsqueda de los recónditos más oscuros del pasado de Ángel a dilemas de tipo ético-morales concernientes al desarrollo de la humanidad.  

      La cuarta temporada fue el punto culminante de lo que se reveló después como una saga que duro más de dos años pero cuya evolución se sentía como si fueran dos historias. Las consecuencias de esto llevarían a Ángel al ojo del mismo huracán: el mando de Wolfgram y Hart, el que les fue entregado tras haber detenido la amenaza más reciente (y que costó la vida a gran parte de sus trabajadores humanos).  

      Esto supuso un gran cambio no sólo por el hecho de que los grandes enemigos de Ángel ahora fueran sus “aliados”, sino también por marcar el anunciado regreso de Spike, la principal baja de la última batalla de Buffy en Sunnydale. Lo que en un principio supuso un poco más de luz a la saga, poco tiempo después se revelaría que era el siguiente paso en los interminables conflictos y las consecuencias de lo ocurrido en Buffy se traducirían en que la alianza de Ángel con Wolfgram y Hurt no existía, ellos se habían pasado al bando del enemigo en el momento mas duro de la humanidad.  

      Como si fuera poco la reaparición de Spike suponía un grave problema para Ángel al darse la existencia de dos vampiros que cumplían con las características que la profecía sobre transformar a uno en humano. Ambos también seguían enamorados de Buffy lidiando con sus propios demonios pasados, pero al mismo tiempo ambos sabían que la guerra seguía cada día.  

      El fin de su rivalidad con Gunn por el amor a Fred pudo ser la oportunidad de Wesley de abandonar su oscuro comportamiento, pero su muerte sólo la acentuó especialmente tras irse revelando como la firma había manipulado a cada uno de los miembros del equipo de Ángel.  

      Todas esta líneas argumentales de lo que fue el último año redefinieron nuevamente el programa demostrando la habilidad de Wheddon y Greenwhalt para renovar su trabajo con nuevos e interesantes elementos sin perder la consistencia ni caer en infantilismo.  

      Se podrían mencionar muchos otros argumentos notables que se utilizaron, más aún el surgimiento de programas de fantasía que abusan del misterio y la monotonía sin ofrecer argumentos sólidos, como Carnivale, hacen de la cancelación de Ángel un pecado que ya lo esta pagando caro la productora ya que ninguno de los proyectos que justificaron su decisión salieron de la preproducción.  

      Habrá que esperar que en un futuro cercano cuando Whedon se haga tiempo y Boreanaz deje de aprender malos modales de Sarah Michelle Gellar, se retome la serie con el mismo interés que mostró el actor James Masters (Spike) ante una posible continuación, quien dijo regresaría con gusto a cualquier proyecto que tuviera Joss Whedon. 

© 2004, Juan Carlos Sánchez.  Sobre el autor: Periodista nacido un día trece de 1977. Escribe desde los 7 años. Ha escrito un puñado de novelas, más de 100 poemas y algunos cuentos entre ellos Trilogía de los malditos cuya primera parte: De las Cenizas de Sigalión participó en el segundo concurso de narrativa de su universidad. Si bien se he mantenido en el género de anticipación centrándose en personajes de complejos problemas psicológicos, ocasionalmente he escrito algunos dramas, algo de horror y recientemente alguna que otra cosa romántica. Sus mayores influencias son Frank Herbert, J Michael Strazynsky y Bruce Springsteen. 

Yo, Robot

por Pablo Castro Hermosilla

Es curioso que al cine de ciencia ficción siempre se les exija ser casi perfecto para avalar una buena crítica o recomendación. Los prejuicios no sólo los debe soportar la vertiente literaria, si no que cualquier otra manifestación artística de este complejo género. El caudal de películas burdas o sencillamente malas sirven como perniciosos antecedentes para desestimar cualquier producto que pueda ser catalogado como ciencia ficción o algo semejante. Pero también es cierto que cualquier director o guionista de cine debe lidiar con los puntales que ha entregado el género, con películas como 2001 o Blade Runner, que no sólo se enmarcan dentro de lo mejor que ha dado la ciencia ficción, si no también el mismo cine. Esta pesada mochila es injusta y no es posible que cada vez que un estudio se arriesga a filmar ciencia ficción la crítica deba esperar una obra maestra, como si filmar ciencia ficción fuese un tabú visual que debe estar plenamente justificado.

Por cierto que Yo, Robot no es Blade Runner ni 2001, y tampoco tiene por qué serlo. Alguien dirá que un tema profundo como la creación de máquinas pensantes posee tantas reflexiones filosóficas que una película que trate dicho tema debe estar a la altura de tal premisa. Bien, eso significa entonces que la ciencia ficción de por sí trata temas profundos, por ende no debería ser prejuzgada de forma tan facilista e inmediata en cada una de sus variantes. Ah, dirán, es que no es el tema que trate lo verdaderamente importante, si no la manera cómo una novela o una película logre darle coherencia a una temática de esa envergadura.

Como respuesta, podríamos recurrir a la célebre frase de Theodore Sturgeon, quien al responderle a un periodista que lo inquiría por sus razones para escribir un género que olía a basura, respondió: “El 90 por ciento de lo que se escribe es basura”. Y claro, no es que Sturgeon creyera firmemente en eso. Sólo apelaba a la idea de que la ciencia ficción es un género legitimo y que no se le puede dejar al margen sólo porque muchas de sus obras no sean de excelente calidad.

¿A qué viene todo esto? A que Yo, Robot, con todas falencias, no es una mala película. Incluso por momentos funciona como una buena película de acción, lo que no es poco. Es, creo la mejor manera de disfrutarla. Insistir en que la película es una mera sucesión de efectos visuales no sólo es injusto si no un mero discurso predecible y casi amargo.

Tal vez lo mejor de Yo, Robot es que no tiene pretensiones, salvo la de constituir un gran éxito de taquilla, cosa que no tiene nada de malo. Ahora bien, es cierto que la premisa detrás daba para crear un filme de categoría, pero rápidamente el director Alex Proyas deja establecido que por ahí no va la cosa. Estamos, ojalá, ante un director que sabe lo difícil que es crear desde Hollywood una película de esa magnitud. Por ello corta por lo sano, y diseña una película visualmente atractiva, donde los efectos especiales cumplen con su rol y nada más.

Claro, a estas alturas del partido es demasiado complejo realizar una obra sobre seres artificiales que pueda tener la masa, el empuje, y dimensión visual que tiene Blade Runner. En términos fílmicos es difícil volver a plantear con esa fuerza una idea reflexiva sobre el hombre y seres mecánicos que lo imitan. Quizás se podría ahondar más en el terreno de lo científico, cosa que aun pueden aportar las novelas y que por momentos hace esta Yo, Robot. El guión fue escrito por Jeff Wintar y Akiva Goldsman (los gringos tiene nombres cada vez más raros) siendo el primero el más interesado en dichos temas. De hecho fue Wintar quien escribió el guión original llamado “Hardwired” y que trataba sobre una rebelión de los robots en el futuro. Además Wintar está trabajando en el guión para llevar al cine la serie Fundación de Asimov, por ende estamos frente a un tipo que ha leído lo suficiente y que le interesa el tema. Imagino entonces que él es el responsable de todas las elucubraciones tecnológicas relacionadas con las famosas tres leyes asimovianas y con el planteamiento sobre la posibilidad de que los robots puedan adquirir algo similar a una consciencia.

Precisamente ese planteamiento es expuesto en la secuencia más poderosa y emotiva que tiene esta Yo, Robot. Ahí no sólo hay una reflexión importante, si no un uso maravilloso de imágenes sugerentes y relacionadas con lo que se plantea. A veces pienso que al cine sólo le queda profundizar en dicho ejercicio, en una época en que si no todo está casi dicho, por momentos lo parece.

Sería inútil describir la trama de la película, pues imagino que la mayoría sabe que trata sobre un crimen que debe investigar un detective llamado Spooner (Willy Smith), crimen imputado a un robot, cosa que en la sociedad del futuro es imposible. Hay que develar este misterio y por supuesto que Spooner lo logra. Hay personajes secundarios, los consabidos robots, efectos visuales seductores, mucha acción y un guión que si no es completamente efectivo, sí resulta redondo tanto en los giros argumentales como también en las motivaciones de los personajes, sobre todo en Spooner.

Descrita así la película puede gustar o servir para ejercitar la crítica despiadada. Dejemos de lado sí cualquier juicio referente al mal trabajo del director para tratar temas relevantes, pues como dije Proyas no apunta a eso. Para los que quieran develar los misterios de hombres y máquinas lean ciencia ficción o a científicos como Roger Penrose. Yo, Robot es una película que merece no ser destruida con argumentos ya revisitados, predecibles o inútiles. Por el contrario se trata de un filme interesante que bajo su capa de acción esconde un logrado tratamiento escénico sobre los siempre sugerentes y enigmáticos robots, tratamiento muy superior a películas como el Hombre del Bicentenario. Cierto que poco hay de Asimov en esta película, salvo la escena final que parece sacada de una vieja y clásica revista de ciencia ficción, final visualmente estupendo para una película que vale la pena ver.

por Pablo Castro Hermosilla

El Oscuro Laberinto de la Evolución

por Carlos Emilfork

Actualmente el cine tiene un grave problema, especialmente el de ciencia ficción, quienes juegan el papel de orientadores para un público cada vez más abierto a diversas propuestas se están ahogando en sus propios egos e ignorancia, entregando una visión cada vez mas cuestionable y carente de valor sobre lo que ven. ¿Qué tiene que ver esto con la última parte de Matrix?

Que el grado de complejidad de este filme al igual que su anterior requiere urgentemente un muy cuidadoso análisis, más propio de alguien que conoce el género con profundidad que de gente cuyo título profesional de periodista les autoriza ignorar lo que no les agrada.

Dicho esto a modo de introducción se puede entrar directamente al tema en cuestión. Tal como lo habían prometido los hermanos Wachowski en la campaña publicitaria, todo lo que comienza tiene que terminar y ese es el problema de la guerra entre humanos y máquinas: la lucha se ha tornado en una sola puerta que abre en dos sentidos: la vida o la muerte, pero estas puertas no son lo que parecen y es por eso que la conciencia de Neo despierta en una estación de metro a medio camino entre el mundo real y lo que va quedando de la Matriz, un momento especial para mostrarle el significado de las revoluciones, que forma parte del juego entre la Pitonisa y el Arquitecto.

El problema de todo radica en dos factores emparentados y a la vez complejos:
1.- El proceso evolutivo, que ha tomado un papel preponderante en las máquinas.
2.- El carácter mesiánico de Neo que vincula estos procesos con el nuevo testamento (otra vez), en pleno resurgimiento conforme al fortalecimiento de su némesis, el agente Smith.

De ahí que los hermanos Wachowski se las baten de manera brillante con la difícil tarea de establecer dos frentes de batalla que no son los mismos vistos en las partes anteriores: el mundo real y el mundo al que debe entrar Neo que no es ni de las máquinas ni la matriz sino el de Smith; Este último ha dejado su carácter material para adquirir el de una entidad (si se le puede llamar así), universal. Por una parte es el resultado de un mal conducido proceso evolutivo por las máquinas que a su vez degenera en algo que los directores han reiterado en todos sus trabajos (incluso Animatrix): un ser colectivo carente de individualidad, y por le otro representa el temido concepto de estar unido a las maquinas como seres artificiales con un mínimo grado de emoción orientado al odio (elemento que parecer ser introducido sólo para mantener el tema del bien contra el mal) lo que pone en peligro no sólo a los humanos sino a toda forma de inteligencia artificial.

El principio del filme es para Neo la continuación del proceso de transformación en un Mesías en donde contrariamente a lo imaginable su principal vínculo son las máquinas; esto aunque no sea del todo aceptable, establece que ambas razas deben ser salvadas de si mismas al haberse establecido un nuevo ciclo ecológico, el que en un principio se busca romper mediante el nacimiento de nuevos seres humanos apartados de la Matriz, esto en el estricto sentido de la palabra se comprueba que es imposible, al ser numéricamente inferiores.

Como todo conflicto hay un precio que pagar y la primera víctima del proceso, en un doble sentido como era de esperarse (la muerte de la actriz que la encarnaba) es la Pitonisa ya que si bien su rol trasciende al lugar que posee en el mundo de las máquinas, no puede evadirse de la decadencia y por ende oscuridad que las esta consumiendo paralelamente a su desarrollo emocional, ella y los demas personajes secundarios artificiales son quienes nos muestran el ocaso de una civilización, quedando claro que aun si Smith no hubiese tomado el curso que trazó el mismo Neo, poco después de ganar la guerra las maquinas habrían encontrado su propio fin.

Volviendo a Neo, su carácter mesiánico establece que la única forma de alcanzar su potencial pleno es mediante la liberación de todas sus ataduras y quienes han practicado algunas disciplinas espirituales, New Age e incluso marciales saben bien que el poder del cuerpo trasciende a los sentidos básicos como el de la vista, situación que muestra la primera parte al final y que los Wachowski restablecen dejando en claro que hasta el momento sólo se había visto una pequeña parte de lo que debía ocurrir y que el verdadero poder de Neo trasciende la existencia, pero requiere una chispa para encenderse y ese es el papel de Smith en un a pelea que visualmente es original en un principio pero que en algunos momentos se asemeja un poco a Dark City.

El esfuerzo, el sacrificio son claves en todo filme que pretende tener carácter épico pero tratándose de ciencia ficción estas tiene mayor valor por cuanto su fin educativo establece la necesidad de adquirir un mayor realismo emocional que los demás géneros el que a su vez marca la pauta en el siempre importante aspecto sociológico de estos filmes y que en este caso se ve a través de la lucha de la fe ante una realidad caótica. Si en Recargado Morpheus era el guerrero espiritual, la antorcha se la pasa a su aprendiz, Niobe, quien a través del conflicto busca encontrar una fe en el buen sentido de la palabra, un rol que se expande a través de “El Chico” que Neo había rescatado en Animatrix, este pone en acción toda la fe en el aspecto netamente humano, es decir la utilización del potencial humano para lograr lo que aparenta ser imposible sin depender de ninguna fuerza divina, (por algo NEO le decía al muchacho que él mismo había hecho el trabajo de escapar de la realidad de la Matriz), pero si bien esta idea en apariencia se contrapone con la espiritualidad “popular” donde la fe se basa en un Dios o un Mesías, quien quiera que haya leído la Biblia puede comprobar que este precepto no es más que una forma de despertar al ser superior en cada individuo.

Lo que tanto satanistas y cientólogos ven como alcanzar el poder de un Dios, no implica precisamente apartarse de él dada la terrible realidad circundante de Neo si no que implica el avance de un escalón en el proceso evolutivo humano, sin perder su contacto con Dios dado que es lo único que lo puede mantener firme para seguir con vida y no caer en el mismo error de las máquinas, que al creerse autosuficientes desencadenaron su propia decadencia o destrucción (en el caso humano). Esto confirma de paso lo que dice el arquitecto al final.

Lo más duro de todo esto es que si se piensa con cuidado, quizás tanto Neo como Smith más que seres universales son una representación de las “víctimas ideales” propias de sus respectivas naturalezas ya que poseen tanto las mismas virtudes como defectos de las especies que representan, de ahí que para Neo, su viaje al corazón de las máquinas, más que nada es un triste desencadenamiento de sus ataduras mundanas (aunque duela admitirlo Trinity debía morir), algo que Smith niega como si no existiese.

Al final el resultado positivo de la batalla tan sólo es una cuestión de lógica científica pero a su vez esta se encuentra ligada a la ya mencionada visión del nuevo testamento, de ahí que lo interesante sea el planteamiento simbólico que resolverá todo y que a su vez ha de tener consecuencias no menos interesantes.

Dada la complejidad de Revoluciones, que es igual o superior a Recargado, la primera parte queda como una mera introducción al tema cuya superficialidad resulta abismante ante estos filmes, pero su vez se agradece el regreso a un canon de ciencia ficción pura y dura donde más allá de los buenos efectos especiales hay una trama de peso que ofrece múltiples lecturas. Quizás este debería ser el legado de los hermanos Wachowski quienes son un digno muro ante al infantilismo épico- comercial que ha traído George Lucas con su cada vez mas inconsistentes trilogías espaciales.

No menos loable ha de ser si se considera la no escasa cantidad de filmes y series de televisión que abusan de sus vínculos con la Biblia y temas religiosos y que en realidad entregan una visión tanto o más compleja de lo esperable tan sólo para ocultar la falta de un verdadero estudio de estos temas. Establecer esta clase de paralelismo no resulta sencillo, mucho menos en una historia futurista como esta (comparando con el falso cine apocalíptico) donde los cánones históricos por razones obvias son menos ajustables, un conocimiento de base en estos temas demuestra cuan bien lograron su objetivo los hermanos Wachowski ofreciendo una nueva y original lectura a un tema que en el subgénero Cyberpunk se limita a un factor social sin mayor relevancia, aunque eso es otro tema…

© 2004, Carlos Emilfork

Sobre el autor: Periodista nacido un día trece de 1977. Ha escrito un puñado de novelas, más de 100 poemas y algunos cuentos entre ellos Trilogía de los malditos cuya primera parte: De las Cenizas de Sigalión participó en el segundo concurso de narrativa de su universidad. Si bien se he mantenido en el género de anticipación centrándose en personajes de complejos problemas psicológicos, ocasionalmente ha escrito algunos dramas, algo de horror y recientemente alguna que otra cosa romántica. Sus mayores influencias son Frank Herbert, J. Michael Strazynsky y Bruce Springsteen.

Taken: Lo que oculta la alfombra

por Juan Carlos Sánchez

Uno de los momentos mas importantes en la historia de la ciencia ficción televisiva fue cuando Chris Carter dio vida a los X-Files, la razón supo combinar el drama con el tema paranormal y los extraterrestres consiguiendo un inusual realismo que le permitió ser incluso reconocido por los Globos de Oro en una categoría ajena a la sección de efectos especiales, todo un logro si se considera cuan ignorada es la ciencia ficción en las grandes premiaciones. Pero con el tiempo Carter terminó siendo presa de su propio monstruo y su intento por mantener su cuota de realismo le pasó la cuenta cayendo en una serie de inconsistencias y lamentables repeticiones llegando al punto mas bajo de usar una excesiva violencia en algunos episodios sin tener justificación alguna.

¿Qué tiene que ver esto con la miniserie de Spielberg?

Simplemente que posee las mismas virtudes así como algunos de los pecados de Carter. En pocas palabras se puede decir que la historia de Spielberg versa sobre tres generaciones afectadas por las abducciones, pero lamentablemente tenemos que repetirlo y decir que se trata de Spielberg, es decir: un director brillante con gran sensibilidad que sabe trabajar con altos presupuestos y buenos efectos especiales sin hacer que estos opaquen la historia, pero cuyo gran pecado (y por tanto punto en contra al momento de realizar este proyecto) es haber filmado Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T., dos filmes iconos en el tema de los extraterrestres amigables que, sin embargo, contradicen los cientos de casos y estudios realizados a lo largo del mundo en torno a gente abducida, los cuales aseguran que las formas de vida extraterrestres son cualquier cosa menos amigables.
Punto aparte y no menos negativo del paso de este director como productor de TV es Seaquest, un engendro que se alimentó de Star Trek en vez de la inolvidable serie de Irwin Allen Viaje al fondo del mar, y que finalmente terminó ahogándose por su propio peso, por más que un buen reparto hiciera esfuerzos titánicos por salvarlo.

Con Taken como ya mencionaba en un principio, el rey midas del cine construye la epopeya de una serie de personajes, desde un militar a cargo de la investigación de la nave caída en Roswell hasta una familia que sin saber acogen a un extraterrestre en un conflicto que se mueve en dos frentes y esencialmente dos grupos familiares: el que investiga a los alienígenas y los que tienen vínculos directos con ellos. Esto en un principio se muestra como un retrato serio y profundo donde se plantea cuan arraigado está el fenómeno OVNI dentro de la sociedad americana, borrando al conocido sector de gente que se dedica a recolectar datos sobre la aparición de platillos voladores para estar con aquellos que han tenido contacto directo y, como el título lo plantea, han sido abducidos.

De paso menciono que algunos informes alarmistas dicen que existiría, sólo en Estados Unidos, reportes de aproximadamente dos millones de personas que han sido raptadas o han tenido encuentros con seres de otro mundo, evidentemente la cifra de casos que puede ser verdaderos ha de ser inferior pero como un punto a destacar, una buena parte de los filmes y series que han tratado este fenómeno basándose en hechos que se dicen reales muestran notables coincidencias en como son físicamente los extraterrestres y el tipo de conducta que presentan (reitero que con esto omito El día de la independencia, Alien, Star Trek y todos aquellos cuyo interés no se centra en las abducciones).

Volviendo a Taken, lo sorprendente está en el buen desarrollo de los personajes, así como en las actuaciones que le brindan un notable realismo, sumándose algún puñado de historias que se salen de la trama central para ahondar en otras posibles consecuencias indirectas del fenómeno, pero es ahí donde la miniserie comienza a fallar y más concretamente en el papel que desempeña la joven estrella Dakota Fanning, como la hija de unos jóvenes que fueron abducidos y modificados. A través de ella, como ya lo estaba haciendo con sus padres, Spielberg nuevamente retoma su proselitismo por la bondad alienígena en un contexto completamente desajustado o mejor dicho ilógico. No se trata de decir que los extraterrestres son buenos o malos, o si lo militares son buenos o malos sino que gran parte de la información de base, si bien no arroja evidencia concreta de maldad (a decir verdad sí lo hace, si sopesamos la mayoría de casos y descripciones) tampoco lo hace en el sentido contrario. De hecho durante varios episodios los espectadores hemos sido testigos de cuan terribles y traumáticas son estas abducciones, de manera que el personaje mencionado resulta absurdo e innecesario.

Otro pecado es mostrar en un principio una faceta obsesiva y al borde de lo malévola de los militares e investigadores que al final termina convirtiéndolos en seres con una encubierta psicopatía (a no ser que alguien considere sano matar a algún familiar o inducir su deceso en circunstancias que no hay una vida en juego).

Hay partes de Taken que son realmente ridículas, como el momento en que uno de los personajes es protegido de los agentes que lo siguen por una especie de barrera o rayo cuando regresa a su hogar generada por un OVNI.

Y volviendo a lo mencionado al principio, el otro gran pecado de la obra de Spielberg es que no llega a nada concreto, a excepción por supuesto de cuan mala puede ser la gente que persigue a los alienígenas. En un intento por lograr realismo y no imponerse como la santa verdad del fenómeno de las abducciones, no se planeta una teoría o una explicación sin importar cuan ridícula o seria pueda ser. Gran parte del trabajo ha sido entregar un drama con gran fuerza emocional donde una encantadora niñita nacida gracias a los alienígenas despliega su bondad y amor a quienes han sido dañados por los extraterrestres sin entregar una respuesta lógica, situaciones melosas y carentes del realismo que se busca y que al final no conduce a nada, tan solo la sensación de haber perdido el tiempo esperando algo que no sucede.

Al igual que en el trabajo realizado anteriormente por el Scifi Channel con las dos miniseries de Dune, Taken juega con la grandeza de una idea brillante promoviendo lo que puede ser una gran obra tan sólo para entregar algo que las masas puedan digerir y gozar sin complicaciones. Cuyas grandes y graves falencias están bien ocultas tras la brillante y linda cubierta publicitaria menospreciando el interés e ingenio de quienes tienen un mínimo de conocimientos de los temas en cuestión. Entre paréntesis, que no se malinterprete: Taken en esencia es un buen proyecto, la idea básica es original e interesante, así mismo como el reparto, las actuaciones (mucho más logradas que en las otras miniseries mencionadas anteriormente), la producción y la banda sonora pero es como un chocolate envuelto en papel brillante, con buen sabor que en su momento quita el hambre y de un muy efímero placer acompañado del siempre detestable exceso de calorías y materia grasa que tendremos que bajar en una dieta o buen ejercicio, algo que puede ser evitado y reemplazado por algo más sabroso y nutritivo, sólo que para paladares un poco más exigentes en lo que al menú de ciencia ficción de la televisión y el cine se refiere.

por Juan Carlos Sánchez

Galáctica: El Lento Regreso de una Leyenda

por Carlos Emilfork

La historia de Battlestar Galáctica es una serie de eventos con suficientes cosas para dar vida a un mínimamente polémico libro. Hace 25 años el productor de televisión Glen A. Larson, responsable de El Hombre de los Seis Millones de Dólares (El Hombre Nuclear), inspirado por el reciente fenómeno de Star Wars, decidió revisar un guión escrito años antes llamado Adam’s Ark y pone en marcha un ambicioso proyecto semejante en apariencia al de Lucas pero distinto en muchos otros aspectos. Combinando elementos religiosos con el ya probado estilo western espacial se aleja de la fuente de inspiración (por no decir de donde copió) de George Lucas para la Guerra de las Galaxia, Los Siete Samuráis/Siete Magníficos (versión americana) y crea un guión (base de una novela) inspirado en la huida del pueblo de Israel de Egipto; la historia de una especie de Moisés de otra galaxia, llamado Adama que debe salvar los restos de la civilización humana de las mecánicas manos de los Cylones, un imperio cuyos habitantes reemplazaron sus cuerpos biológicos por piezas de metal y que posteriormente crean a los ya míticos robots llamados Centuriones (romanos modernizados).

Comandando el último crucero de combate (una especie de portaviones espacial), Adama y un grupo de guerreros protege a los sobrevivientes del holocausto generado por los cylones, guiándolos en la búsqueda de una tierra prometida llamada Tierra. Desde un principio Galáctica estuvo marcada por los problemas, el primero de ellos fue el presupuesto de un millón de dólares por episodio, el más alto por aquel entonces para una serie de televisión. El segundo fue la misma condición de serie de televisión, ya que la idea de Larson era en realidad hacer varias películas, esto ahorraría costos y también daría más tiempo para mejorar los guiones y rodar nuevas batallas.

Cuenta la leyenda que aparte de estos problemas y pese al alto rating del primer episodio (los otros fueron mucho más bajos de lo esperado), un factor relevante fue la demanda presentada a los estudios Universal por parte de la Twenty Century Fox alegando plagio de su santo inmaculado producto Star Wars, obviamente la falsedad de esto lo decidieron los tribunales en agosto del 80, cuando fallaron a favor de Universal.

De cualquier forma pese a lo planeado, Galáctica fue cancelada a final de su primera temporada, las razones exactas no se conocen, exceptuando que Universal optó por producir Buck Rogers en el Siglo XXV. Al igual que ocurrió en su momento con Star Trek, esto dio inicio a una muy larga lucha por parte de legiones de fanáticos interesados en su resurrección, interrumpida sólo por la estruendosamente fracasada Galáctica 1980, un vano intento por reparar el daño hecho cuyo único gran mérito fue contar con Lorne Green de regreso, un desconocido Kent McCord (Farscape) y Dirk Benedict como invitado del último episodio.

La guerra por una nave
Por más de dos décadas Universal obtuvo cuantiosas ganancias por concepto de ventas de derechos para diversos artículos que se fueron lanzando al mercado desde juguetes hasta por no decirlo menos impresionantes colecciones de historietas, este último punto es particularmente relevante por dos razones esenciales: El impulsor de la nueva línea de historietas fue el controversial pero a la vez, si se puede llamar, estrella del cómic Rob Liefield, miembro fundador (y expulsado) de Image Comics, quien con su propia editorial Maximun Press resucitó la saga en papel tras 14 años de su última publicación. El segundo es que Liefield rediseñó las naves dándole una forma, aunque lo nieguen los productores, que fue retomada en algunos aspectos en la miniserie. Más allá de todo lo malo que pueda ser Liefield, en calidad de fan de la saga respetó la línea argumental adaptándola a los nuevos tiempos y de paso consiguió que el actor Richard Hatch, quien ya aportaba su grano escribiendo novelas y realizando su propia campaña, hiciera el guión de una miniserie. Del fin de Maximun Press saldría Chris Scalf con a la editorial Realm y un dibujo casi fotográfico, si bien no fue un éxito se trató de un buen esfuerzo.

Richard Hatch en los 90 retomó con fuerza su propia campaña para revivir Galactica filmando una sinopsis de lo que esperaba que algún día fuera una película. Si bien no tuvo los resultados que esperaba, hace unos años Larson consiguió presupuesto para iniciar el rodaje de Battlestar Galáctica The Second Coming, incluso abrió un sitio Web para informar a los fans del avance del proyecto, pero todo se quedó en el limbo cuando colisionó con las ideas de Hatch. Esto solo se resolvería hace un par de años cuando Bryan Singer y Ralph Winter, director y productor de X-Men comienzan la preproducción de un nuevo proyecto para por fin revivir la saga, pero en una movida que suena bastante tramposa, Fox los obliga a cancelar su trabajo y volver a la preparación de X-Men 2. El resultado de esto se daría a conocer unos meses mas tarde, pero el esfuerzo no fue en vano ya que Universal pospone la salida de la colección en DVD cuando el Scifi Channel decide por fin invertir en producir un nuevo proyecto con el nombre de Battlestar Galactica, esta vez de la mano de Ronald D.Moore quien ya se había hecho nombre en Star Trek y Roswell.

La cenizas de la gloria
Pese a que se había alcanzado la tierra prometida, y se había puesto manos a la obra los dificultades aun estaban por aparecer, una de ellas es la creciente incompetencia del Scifi Channel, dado que en su anterior intento por resucitar una saga, (Babylon 5) optaron por estrenar el piloto de una posible nueva serie en uno de los principales días del Superbowl lo que obviamente trajo consigo malos ratings y la suspensión de todo proyecto.

A esto hay que sumar la cancelación casi abrupta de uno de sus productos estrellas, la hermanastra buena de L: Farscape, dejando a la serie en una situación tan inconclusa como la mediocre Dark Angel (sólo que en este caso al parecer no fue de adrede dada la miniserie que se esta realizando).

Lo cierto es que el nuevo proyecto fue denominado como una reimaginación en vez de un remake debido a que el “rehacer” implicaba el gran riesgo de perder a los seguidores que llevaban años esperando, al mismo tiempo se establecía el compromiso de ser fieles a la historia original.

Considerando que el encanto de la antigua Galáctica, al igual que algunos clásicos de la televisión, nace en su indiscutible imperfección y a la vez se fortalece en un puñado de elementos distintivos (personajes y argumento básico) cuyo hábil manejo sienta las bases de su existencia; esto también implicaba la gran oportunidad de hacer algo de gran calidad.

El error cometido por el Scifi Channel en su famosa miniserie anterior, la injustamente sobrevalorada Children of Dune, fue su intento por perfeccionar la obra de Herbert en la que se basó la serie valiéndose al mismo tiempo, y en una jugada “sucia”, de esa misma complejidad para manipular conceptos sin que los espectadores lo noten. En otras palabras una miniserie mediocre se expone ante los medios como si fuera una obra maestra.

En el caso de Battlestar Galactica, aunque le duela a algunos seguidores, es imposible llevar a cabo el mismo enfoque que en Children of Dune ya que el argumento central, por mucho que se desarrolle, no puede alcanzar los varios años de estudio que realizó Frank Herbert para escribir sus novelas.

El mayor obstáculo, sin embargo (aparte de lo que pudo ser una mala producción), lo representan los fans que se niegan a aceptar los nuevos cambios. En este sentido Ronald D. Moore fue lo suficientemente inteligente para contratar a un grupo de actores encabezados por el gran Edward James Olmos que pudieran estar a la altura de sus predecesores. Si bien Richard Hatch y Dirk Benedick nunca han sido grandes estrellas de cine y TV hace veinticinco años supieron asumir sus roles en la serie dando vida a Apollo y Starbuck.

Esta vez los tiempos son completamente distintos, la locura por Star Wars desapareció aun cuando se intente revivir y el desarrollo científico y tecnológico, acompañado de una mejor educación, obligaba reestructurar el universo de Glenn Larson y buscar otra salida argumental que impactara más que las explosiones y los rayos lásers la clave: el 11 de septiembre, fecha fatídica para los norteamericanos.

La nueva historia se sitúa varias décadas después la gran guerra con los Cylones donde según se ve en algunas escenas, se usaron las naves y elementos vistos en la serie clásica, el longevo crucero Galáctica está pronto a transformarse en un museo y un solitario Adama va a reencontrarse con su hijo Apollo, un capitán resentido por la influencia que tuvo su padre en la muerte de su hermano menor Zack. Pero algo sale mal y en menos tiempo de lo imaginable las colonias son arrasadas por los cylones quienes más poderosos que nunca han decidido reiniciar la guerra para destruir a sus creadores, es ahí donde Adama se encuentra en medio de un conflicto de poder donde debe unir fuerzas con su hijo y la recientemente nombrada presidenta para decidir si enfrentar o escapar de un enemigo cuya cara no reconoce.

Como mencionaba anteriormente uno de los elementos esenciales de la serie original eran sus personajes, algo que Moore demuestra saber bien por cuanto no duda en aprovechar al máximo cada minuto para explorar las personalidades de los principales protagonistas de esta saga. Para eso se apoya principalmente en Edward James Olmos, el más conocido de todos los actores. Olmos es de esa cada vez más rara clase de interpretes latinos cuya fama originada en pequeños pero importantes papeles, les permite mantener un bajo perfil reapareciendo de vez en cuando para hacer un gran trabajo, gente como Esai Morales (Rapa Nui /NYPD Blue) o Elizabeth Peña que no tienen el gran éxito de una Jennifer Lopez o el buen aspecto de Cristian de la Fuente, pero que su trabajo en el estricto sentido de la palabra tiene mayor peso sobretodo cuando se trata de historias con fuerte contenido dramático.

En el caso de Olmos se trata de la no menos difícil tarea de estar a la altura del fallecido pero no menos legendario Lorne Green en el rol de Adama, el corazón mismo de Galáctica, un inteligente militar a medio camino de ser un predicador. Pero adaptándose a los nuevos tiempos, los guionistas dividieron a Adama en dos, el primero de ellos: el guerrero experimentado solitario y comprometido de su labor, y el segundo: el humanista preocupado ante todo por salvar la mayor cantidad de vidas posibles: en este caso la presidenta Lauren Rosslyn (Mary McDowell) quien a su vez significa la eliminación del incompetente presidente del consejo de los doce que causó algunos problemas en la serie clásica.

Ambos individuos si bien son distintos, quedan establecidos cada uno como un lado de la balanza y por tanto conforman un elemento esencial en la exploración del tema de la guerra. La nueva Galáctica ya no es un western espacial ni una recreación de un pasaje bíblico es una historia de guerra con una orientación pacifista pero realista al mismo tiempo. Tal como lo hizo hace unos años Chris Roberts con la fallida pero no menos notable Wing Commander (a quien la miniserie debe ciertos elementos visuales) el conflicto central es la guerra dentro de la guerra, es decir: todo el dolor, el trauma que hay en aquellos que deben pelear así como el precio que se paga por no poder cumplir cabalmente sus labores.

El nuevo Adama es un individuo profundamente solitario y atormentado al igual que su subalterno el Coronel Tight, ambos están atados a una vida que les pesa demasiado, donde la gloria que les pudo haber traído sus cargos no es suficiente para compensar todas sus perdidas. Mientras que Tight es presa de su alcoholismo derivado de su divorcio, Adama es presa de la perdida de su hijo menor y el notorio rencor de su hijo mayor Lee Apollo.

De toda esta fauna de seres adoloridos el único que aparenta estar casi ileso (sin considerar a Boomer) es Starbuck, una versión femenina del famoso personaje que interpretó Dirk Benedick, que nada tiene que envidiar a su antecesor. Sin tratarse de un ser alegre (pero que al menos lo intenta), su carácter heroico y casi desquiciado la mantiene mucho mas viva que los demás, aun cuando no es ajena al sufrimiento causado por el conflicto.

Uno de los personajes que más cambió es Gaius Baltar, el gran villano de la serie que ahora un brillante, egocéntrico y vividor científico que se transforma en la primera víctima (segunda para ser exacto) de la nueva clase de androides Cylones, una seductora Número Seis. Esta aporta su cuota de sensualidad pero a la vez permite explorar bajo un ángulo distinto al personaje dejando en evidencia una siniestra ambigüedad. En otras palabras lo que comenzó siendo una herramienta para Numero Seis es en realidad una bomba de tiempo, cuya explosión no se sabe exactamente a que lado puede causar más daño.

Por otro lado Número Seis es el prototipo del nuevo enemigo al que se enfrentan, una forma de vida completamente distinta, sumamente, inteligente y despiadada pero que pese a no poseer gran parte de las características propias de los humanos, los pocos elementos que tiene y de los que se vale para atacar son a su vez su punto débil, como sé ve en los otros modelos.

Tratándose de debilidades, la miniserie adolece de una buena banda sonora, la serie original contó en su momento con el ya legendario trabajo de Stu Phillips y la Orquesta Filarmónica de Los Angeles mientras que la nueva esta a cargo de un tan poco conocido como atinado Richard Gibbs cuyo trabajo peca de ser tan escaso como deficiente. No hay composiciones que tenga un estilo original la mayoría se remiten a estilos y tonos que poco o nada tienen que ver con el tema y no ayudan en lo mas mínimo a fortalecer las imágenes habiendo muchos minutos sin que se oiga ni una sola pieza musical (casi más de la mitad de la miniserie).

En lo que se refiere a la parte visual si bien la nueva Galáctica se nota demasiado digital en algunos momentos con un estilo carente de toda la belleza y el detalle de las antiguas maquetas, los cambios son adecuados para lo que se pretende mostrar, dejando en claro de que se trata de un crucero de batalla donde lo externo tiene un función especifica. En tanto que la escenografía del interior en algunos casos resulta impresionante especialmente los hangares. En esencia la mayoría de las naves se mantiene el aspecto básico de la serie original con las ya mencionadas modificaciones hechas para darle mayor realismo, esto si bien le quita esas maravillosas secuencias de acción de rayos lásers y constantes explosiones, repara los problemas de inconsistencias científicas.

Pese a esto el exceso de dramatismo y la inferior cantidad de escenas de acción en relación al piloto de la serie original, siembra la duda sobre cuan limitante fue el financiamiento del Scifi Channel, lo que, si bien no presenta los absurdos en que incurrió gran parte del final de Children of Dune, si le resta impacto visual a la secuencia de la invasión.

Más allá de eso la nueva Galáctica posee un inusitado realismo, fortalecido en gran parte por una notable labor actoral sumado a un guión que no se limita a dejar las obvias puertas abiertas a una continuación, sino también ofrece una perspectiva distinta para explorar diversos personajes y acontecimientos interesantes en los ya confirmados trece episodios que se estrenaran el 2005, un proyecto que no carece de méritos para tomar el lugar de una próximamente a retirarse Andrómeda y una tristemente fracasada Enterprise al borde del fin, una buena oportunidad para que el Scifi Channel se redima y demuestre que es un verdadero canal de ciencia ficción y no un retransmisor de clásicos y productor de mediocres historias.

© 2004, Carlos Emilfork.

Sobre el autor: Periodista nacido un día trece de 1977. Escribe desde los 7 años. Ha escrito un puñado de novelas, más de 100 poemas y algunos cuentos entre ellos Trilogía de los malditos cuya primera parte: De las Cenizas de Sigalión participó en el segundo concurso de narrativa de su universidad. Si bien se he mantenido en el género de anticipación centrándose en personajes de complejos problemas psicológicos, ocasionalmente he escrito algunos dramas, algo de horror y recientemente alguna que otra cosa romántica. Sus mayores influencias son Frank Herbert, J Michael Strazynsky y Bruce Springsteen.

Star Trek Nemesis : El último viaje de la nueva generación

por Juan Carlos Sánchez

Tras meses de continuas postergaciones y precedida de malos resultados económicos, la última película de Star Trek (diciembre de 2002) pasó al limbo de los filmes que no llegaron a las salas de cine chilenas y recién en 2004 se le ha comenzado a ver en video. Sin embargo, esto no quita que no haya una buena razón para arrendarla o comprarla en formato dvd, especialmente si se es un fan de la serie y se piensa que se trata posiblemente del último y definitivo filme de la tripulación del Enterprise.

La Historia

Siguiendo el esquema de Star Trek VI, Némesis muestra el intento de la Federación por finalizar de una vez por todas varios siglos de hostilidades y débiles alianzas y concretar una paz definitiva. Un nuevo gobierno Romulano a manos del misterioso pretor Shinzon, saca al Enterprise de su investigación del extraño descubrimiento de un androide idéntico a Data para llevarlo a Romulus, allí le espera el encuentro con la más poderosa arma conocida desde los tiempos de la guerra contra el Dominio: el Scimitar, un crucero con un sistema de ocultación perfecto que le permite disparar mas de cuarenta cañones sin ser descubierto. Los peores temores de la tripulación del Enterprise saldrán a la luz cuando se den cuenta que su capitán es el oscuro pretor Shinzon, un clon de Picard que se ha valido del plan de paz para tratar de dominar a su versión original antes de proceder a destruir la Tierra.

Explorando nuevos mundos

Desde que comenzó Viaje al Estrellas parte de su slogan ha sido “buscar nuevos mundos, nuevas formas de vidas, viajando temerariamente donde nadie ha estado antes”. Pero en realidad la búsqueda que inició Gene Roddenberry hace mas de 30 años fue la de la misma humanidad, el ser humano y todo lo que lo define.
El fin de las series de televisión y la continuación de la historia en los filmes ha sido la razón para afrontar desafíos de mayor escala no solo en el plano de la acción sino también en el de la exploración misma. Esta vez ya no se trata de ofrecer un puñado de respuestas para una pregunta sino establecer en su justo peso el valor de lo que resulta de la interrogante (algo que otros grandes de la TV han explorado con términos aun mas sencillos y a la vez mas complejos).
Si se ve desde la perspectiva de The Next Generation, el gran comienzo que tuvo en la pantalla grande a través de Generation era la búsqueda del sentido de la existencia, de cómo cada individuo trazaba su propio camino en su lucha por crear su propia visión de la inmortalidad. Con First Contact la conquista del Borg y el fin de la tercera guerra mundial definía la necesidad de encontrar una identidad en medio del caos que permitiese crear un nuevo orden, de ahí que la lucha tanto de Picard como de Cochrane (1), por asumir un rol que les permitiese seguir existiendo como un ser único con sus virtudes y defectos (Picard necesitaba alejarse de lo que sus enemigos habían creado de él mientras que el científico lo hacia al mismo tiempo de la imagen idealizada que tenia la tripulación del Enteprise y que era la de millones de personas en el futuro).
Con Insurrection, en apariencia, Jonathan Frakes retomó el profundo trabajo de David Carson (Generations) orientándolo a una perspectiva mas romántica, pero en el fondo también siguió utilizando elementos de First Contact, ya que con la presencia de los Son’a y los Baku (2), vuelve con el tema de la identidad y como el tiempo se convierte en el peor enemigo cuando la búsqueda y aceptación de ésta no encuentra respuestas satisfactorias a las preguntas mas básicas. La esencia del paraíso en que se envuelven yace en el florecimiento del propio espíritu de cada ser, la oportunidad de realizarse como tal sin las máscaras. De ahí que la crítica de Picard no sólo apunte al acto corrupto del almirante sino también de cómo disfraza su trabajo pervirtiendo la naturaleza de las leyes que juró defender. Es ahí donde la lucha se convierte en algo personal al verse vulnerado no sólo ese mundo sino también la propia identidad de quienes han estado allí.
Este tema cuya complejidad demuestra que se requiere más de un par de películas reaparece nuevamente con Némesis, bajo otra perspectiva. La búsqueda llega a su punto culminante cuando la alteración de la identidad corre el grave riesgo de ser alterada de forma negativa ante la necesidad de seguir evolucionando. Es ahí donde entra Shinzon quien como le dice a Picard “soy un espejo tuyo”, generando la interrogante: ¿qué es lo que refleja el espejo?, que en el fondo es ¿quién soy? Con ello Picard toma el dilema de su identidad de manera mucho más personal que en otras ocasiones tratando de encontrar una salvación para sí mismo en Shinzon, quien a diferencia de él, sufre el calvario de la respuesta a su duda en una vida con un pasado sin futuro.
De ahí que su ancla es otra vez Data quien esta pasando por un proceso emocionalmente tan fuerte como él con la aparición de B4 (un robot idéntico a Data) que podría ser la clave de su evolución hacia un ser humano.
Ambos saben que del éxito de esta última misión como “familia” no depende tan solo la Tierra misma sino también sus propias existencias. Esto coincide con lo que vive Shinzon quien ve como última esperanza de seguir existiendo no sólo la muerte de su fuente de vida sino todo aquello a lo que nunca podrá acceder, para él no existe una tercera alternativa como ocurrió con Tom Riker (3), especialmente cuando su mundo ideal, aquel que nace en su memoria genética ha sido pervertido por los romulanos. Por eso no es de sorprender que vea la Tierra como a Romulus, haciendo de su destrucción la venganza idealizada contra sus torturadores, quienes irónicamente son lo que tienen más posibilidades de valorar su labor (o al menos lo espera). En medio de esta exploración se valdrá de todos los recursos necesarios para tratar de romper el espejo creando una imagen única y distinta a la original, razón suficiente para agredir sexualmente a Diana y retrasar la conquista del Enterprise.

El Pretor

En Shinzon nos encontramos con uno de los villanos mas emocionalmente complejos desde Star Trek Generations, un individuo que al igual que Soran (4) esta dispuesto a todo por liberarse del dolor que lo consume y cuya fuente en este caso es el mismo Picard, esto sirve para darle mayor profundidad al conflicto que ya se había visto en la serie de televisión a través de Tom Riker. A diferencia de este último Shinzon no solo comparte emociones y algunas memorias sino también el trauma de no formar parte de nada, un imperio que lo condenó a la esclavitud en ese foso llamado Remus, una sociedad en la que no puede existir por no poseer la misma raza de sus esclavizadores. Esta también resulta ser su debilidad ante Picard quien, consternado por su existencia, se da cuenta que nuevamente esta poniendo en riesgo a su nave y su mundo en una forma no muy distinta a la de Wolf 359 (5) y por eso su necesidad de explorar la psique de su clon tanto para redimirse a si mismo como para evitar una catástrofe.
Esto le da a la película una vital y muy humana revisión del tema de la clonación a su vez que brinda algunas de las mejores frases que se han visto en estos filmes.

No todo es perfecto

Sin embargo la debilidad de Némesis es su intento de explorar nueva fronteras a través de viejos recursos es decir: un guionista que demuestra su afición a la saga en forma notable con un director que carece de la experiencia requerida para darle fuerza a la historia. Tanto con David Carson como con los dos trabajos de Jonathan Frakes, había un más que loable manejo de las escenas las que brillaban por su carácter épico y a la vez romántico (especialmente Insurrection), incluso en la oscuridad de la trama Frakes supo darle emocionalidad a First Contact mientras que Stuart Baird no solo desaprovecha muchas escenas sino también filma de forma casi mecánica otras, en este sentido Némesis deja que mucho desear en relación con sus predecesoras.
Lamentablemente no se puede decir algo distinto de la banda sonora de Jerry Goldsmith quien en las películas anteriores sorprendió por su capacidad por reinventarse a sí mismo manteniendo cierto grado de originalidad, primero lo hizo con Star Trek V en donde entregó algunos temas (la mayoría inéditas) muy acordes al tema en cuestión, mientras que en First Contact le dio una vitalidad única al filme fortaleciendo su textura épica con temas absolutamente distintos a lo hecho con anterioridad y que incluso otorgaban cierta luz a lo que se suponía iba a ser una historia oscura, transformándola en un argumento sobre la esperanza y el nacimiento de una nueva era. Con Insurrection se adentró en el romanticismo y en el mismo tema del paraíso. Sin embargo, ahora sin Jonathan Frakes como guía parece haber perdido el rumbo desaprovechando la oportunidad de hacer otra gran obra cayendo en una repetición de lo mismo. Su falla como compositor confirma el rol importante que tiene dentro del filme a no poder brindarle la emoción requerida a muchas de las escenas y con ello debilitando más el trabajo de Baird.

Tanto Baird como Goldsmith pecan no en no poder hacer algo nuevo con situaciones semejantes a otros filmes sino en desaprovechar enormemente la posibilidad de reinventar como ya lo había hecho el segundo. Sin embargo en el caso de Baird la falta es grave ya que evidencia una falta de compromiso no sólo con la saga sino también con la historia misma no aportando nada que no pueda hacer un director cualquiera. Finalmente, su sobrevalorado talento como editor debe estar por el suelo ya que cortó mas de media hora del metraje original y no se incluyó casi ninguna escena de las vista en los trailers, algunas de ellas hubieran ayudado enormemente al desarrollo emocional del argumento.
Tan solo cabe soñar con que Paramount continuara haciendo filmes de Star Trek (contando con directores de verdad), pero como dice la canción “algún día un día”…

Notas
(1): Zefram Cochrane: científico inventor del motor Warp, el método de propulsión hiperlumínico utilizado en Star Trek. La primera aparición de este personaje fue en Star Trek First Contact.

(2): Son’a, Baku: Razas antagónicas que se enfrentan en Star Trek Insurrection.

(3): Tom Riker: Un clon del comandante William Riker, creado en un accidente ocurrido en el rayo de transporte en el planeta Nervala IV. (episodio TNG Second Chances).

(4): Tolian Soran: Científico obsesionado con el fenómeno del Nexus, antagonista de Pickard en Star Trek Generations y responsable de la muerte de James T. Kirk.

(5) Wolf 359: Lugar de una de las mayores masacres sufridas por la federación, producidas por un cubo Borg (episodio TNG The Best of both Worlds)

Terminator: El Amanecer de las Máquinas

por Pablo Castro Hermosilla

Terminator es, a mi juicio, una de las ideas conceptuales más potentes e interesantes del cine de ciencia ficción, aunque debería incluir en esta apreciación a “todo” el cine. El estreno de la tercera parte titulada La Rebelión de las Máquinas durante el año 2003 es la excusa perfecta para analizar lo que ha sido y es Terminator. Pero pensándolo mejor, creo que un análisis de las tres películas ya estrenadas es materia exigida al constatar la evolución de nuestra sociedad, en el cual las máquinas tienen cada un mayor y a veces peligroso protagonismo.
Ciertamente Terminator es sólo cine de acción, un producto creado en el país que ha convertido al comercio y a la economía en los estándares para juzgar toda actividad humana. Eso no se puede esconder. El valor de Terminator como película es una cosa, su valoración como concepto o metáfora es otra. Este artículo pretende moverse en ambas dimensiones.

The Terminator (1984)
La película de James Cameron estrenada en 1984 es todo un clásico, si es que entendemos a los clásicos como creaciones perdurables y que no necesitan de actualizaciones. Tuve la oportunidad de ver hace unas semanas atrás este filme en formato DVD y no me queda otra que aceptar la tremenda fuerza de este película que al momento de filmarse estaba muy lejana de lo que hoy consideramos un gran estreno o una gran superproducción.
Los cineastas jóvenes o aquellas personas que están hoy interesadas en nuestro país de hacer cine, deberían considerar a Terminator como una base de influencia constante. No tanto por su trama ni por sus efectos, sino por lo esencial que resulta ver cómo con pocos recursos y una gran idea, se puede hacer cine de categoría. Los recursos escasos son una norma no escrita en nuestra pobre producción cinematográfica, pero la imaginación y la capacidad para diseñar una trama notable escasean casi por mandato genético.

Dos cosas destacan inmediatamente de una buena película: el concepto que está detrás de ella y la forma como esa idea conceptual es tratada. En ese sentido Terminator no tiene fallas, y por el contrario el tiempo le hace justicia.
Cameron juntó dos elementos clásicos de la ciencia ficción: los viajes y paradojas temporales (mito antiguo) con la rebelión de las máquinas (mito más contemporáneo). A eso le agregó un mito muy presente en 1984: la hecatombe nuclear. Este elemento le otorgaba a Terminator todo el lado siniestro e inquietante, que funcionaba debido a que estaba basado en una premisa posible. Para 1984 la tensión nuclear entre EE.UU. y la URSS no era un tema menor y se tenía conciencia de que una guerra nuclear no era tan descabellada. Hábilmente Cameron mantuvo ese miedo y esa inquietud, pero cambió el enemigo potencial: ya nos serían los jerarcas soviéticos los que lanzarían misiles intercontinentales SS-18 sobre suelo americano, sino los propios sistemas de defensa computarizados, esto es, las propias computadoras creadas por EE.UU. para controlar sus sistemas de defensa y seguridad.
Es notable que en plena época de tensión política e ideológica, Cameron haya decidido introducir un enemigo nuevo, carente de política, ideología o sentimientos. Si los soviéticos vivían a miles de kilómetros de distancia, las máquinas estaban ya funcionando en pleno territorio americano. Esta premisa convirtió a mi juicio a Terminator en la primera película post Muro de Berlín que usaba dichos elementos.
Tenemos entonces un concepto: las máquinas provocarían una guerra nuclear para destruir al hombre. Pero un director debe también saber trasuntar a través de los elementos que otorga el cine esta idea conceptual. De esa forma Cameron, con una habilidad y sensibilidad asombrosa, construyó pasajes de ese mundo oscuro, donde máquinas y hombres combaten despiadadamente, usando alta tecnología. Esas imágenes nos llegan a través de flash backs y por lo mismo su fuerza es notable, pues es nuestra propia imaginación la que debe esforzarse por darle un sentido, esfuerzo que lleva a la comprensión y a la identificación.
Cameron usaría las mismas imágenes para mostrar una terrible realidad: el avance indestructible de las máquinas y la infiltración de cyborgs avanzados en los refugios de humanos. Para ello construye una escena memorable, donde el protagonista debe luchar contra un Terminator invencible que se infiltra en un subterráneo de una industria ya destruida. Lo notable de esto, es que dicha escena está construida con elementos mínimos, pero que son capaces de crear una atmósfera visual y emocional de primera categoría.
Ciertamente que Terminator adolece también de varias contradicciones, pero el resultado final es notable. Las actuaciones están bien logradas, los efectos visuales (sobre todo aquellos que muestran las escenas del futuro) están muy bien logrados y la trama funciona de maravilla. Aparte de las escenas ya descritas hay varias que son de antología, como el ataque del Terminator a la estación de policía o el primer encuentro entre los tres personajes principales en una discoteque. A eso yo le agregaría la característica música incidental, algo que es tan importante y consustancial como el oxígeno al agua. Si Schopenauer consideraba la música como el movimiento de ideas arquetípicas, la música de Brad Fiedel es prueba de ello.
Pero insisto, creo que lo mejor de Terminator, es el constatar como con una gran imaginación y puesta en escena se puede hacer gran cine y de paso transformarse en ícono de la cultura audiovisual

Terminator 2: Juicio Final (1991)
Tuvieron que pasar nueve años para que Cameron volviera a reditar su mito cinematográfico. Las expectativas eran enormes y confirmaban el legado de Terminator en el inconsciente colectivo cinematográfico. La película fue un éxito de taquilla, sentó las bases para nuevos efectos visuales y de paso le dio un poco de aire a la carrera del grupo Guns and Roses. Pero a mi juicio todo ello escondía una latente debilidad.
Juicio Final debía lidiar con dos problemas: primero, para 1991 la amenaza nuclear venía en descenso. El fin de la Guerra Fría y los primeros acuerdos sobre armas estratégicas diluyeron el fantasma de un holocausto nuclear. Esta percepción debía potenciar el hecho de que las máquinas eran los verdaderos enemigos del hombre y que podían lanzar armas nucleares sin distinción de ideologías o contextos políticos. Pero al colocar un Terminator como defensor del futuro líder de los humanos en su lucha en contra de las máquinas, el sentido de la lucha en sí comenzaba a perder su sustento psicológico. Era una apuesta arriesgada, pero toda apuesta en el cine es válida si se le otorga un conjunto de elementos capaces de sostener tal apuesta.
Aquí es donde Juicio Final falla inexorablemente: el terminator llega de pronto a salvar a John Connor sin que nadie sepa en realidad cómo fue posible tal cosa. Cameron pudo utilizar su técnica de flah backs, pero dejó esta explicación en los labios del terminator, cosa que a mi personalmente no me convenció, ni visual, ni inconscientemente. La película iba a ser entonces una lucha a muerte entre dos terminators, mientras de alguna forma se intentaba eliminar la posibilidad de una guerra nuclear.
Un buen director debe ser muy consciente de los elementos que permitieron hacer gran su película. Cameron no lo entendió de forma completa y Juicio Final trastabilla por momentos. Aunque las escenas de acción están bien delineadas hay una escasez de un elemento esencial en Terminator: la información que entrega claves fragmentadas por el tiempo y que apela a elementos que están en el pasado, es decir, en el presente de la historia. Es esa información la que le otorgaba a Terminator esa cuota de inquietud y miedo a lo desconocido, es decir, al futuro mismo. Juicio Final funciona precisamente cuando se nos entregan datos sobre Skynet y la forma como da comienzo a la guerra. Ahí la película adquiere momentos de duda y reflexión, donde el futuro puede ser modificado si alteramos ciertas decisiones.
Pero en Juicio Final esta información adquiere importancia cuando gran parte de la película ha pasado ya por nuestras retinas. No alcanza a tener la dimensión requerida, a pesar de que la sensación después de ver el filme es contraria. Sin embargo, Juicio Final no es una verdadera segunda parte, si no una extensión de la primera. La mejor prueba de esto es que si se revisan las escenas que Cameron no incluyó en Terminator se podrá ver que la idea de destruir el complejo cibernético donde se diseñan las máquinas estaba ya esbozada. Por eso para mí Juicio Final no agrega nada nuevo a la historia. Sólo se repite el mismo esquema de Terminator, con mejores efectos, con un terminator bueno tratando de salvar a Connor y uno malo tratando de matarlo. El peligro nuclear no alcanza a asustarnos, por más que esa escena del impacto de una bomba en Los Angeles sea tan vívida y terrorífica. Creo que fue una película tardía, una extensión temática de la primera, pero con muchas lagunas visuales e históricas.

Terminator 3: Rebelión de las Máquinas (2003)
No había mucha expectativa por Terminator 3. Pasaron 12 años y ya nadie se acordaba de Sarah o John Connor. Además todo parecía finiquitado en Juicio Final, así que no había muchas razones para volver con una nueva película. A eso hay que agregarle el descenso de los filmes de grandes presupuestos y el auge del cine independiente o de producciones con “contenido”, o basadas en obras literarias rimbombantes.
En sus años de lucidez, el escritor chileno Alberto Fuguet decía que lo mejor de las películas eran las sinopsis de éstas tiempo antes de su estreno. Y la verdad es que una mala sinopsis es tal vez la mejor señal de que una película estará muy por debajo de sus expectativas.
Yo tampoco esperaba casi de nada de Terminator 3. Pero cuando vi el primer trailer en enero del 2003, tuve la impresión de que la cosa venía en serio. Tres meses después cuando vi el trailer internacional no sólo confirmé esta apreciación, sino que después de muchos años volví a sentir esa ansiedad por el pronto estreno de la película.
Si ya poca gente cree en las segundas partes, menos en las terceras, a no ser que un director proclame a los cuatro vientos que está filmando una trilogía (el gran truco de Peter Jackson para vender su falsa epopeya heroica). Sin embargo John Mostow se tomó el desafío con tranquilidad y casi con mínima preocupación, tratando de apostar por una película bien hecha y con más de alguna sorpresa.
El resultado a mi juicio fue ampliamente satisfactorio: Terminator 3 es una muy buena película, pero difícil de apreciar para un público que se ha acostumbrado a otro cine. Esto no debería sorprender, porque visualmente Terminator 3 parece una película de los ochenta, con presupuesto infinito. Sin embargo tiene algo pocas visto en el cine actual: un guión armado a base de gran violencia pero dando espacio a paquetes de información sorprendentes y muy bien estructurados.
Mostow no intentó hacer una película de otro mundo, ni filmar escenas grandilocuentes, ni nada por el estilo. Muy por el contrario, respetó los códigos con los cuales Cameron filmó sus terminators. La gran diferencia es que eliminó cualquier pretensión por una cuota de elementos nuevos muy leales y congruentes con lo que es la historia de Terminator. Así nos topamos con una Terminator que viene a matar a los lugartenientes de Connor, al ser este último inubicable. Nos topamos con un Terminator que viene a proteger a Connor y a su futura esposa, quien es la que ha enviado al Terminator. Todos estos elementos junto a otros están muy, pero muy bien estructurados y se acoplan de maravilla con las circunstancias de la película (los que digan que no es gran cosa traten de escribir un guión o una novela que funcione así). Es un guión muy bien pensado, más allá que deje todo armado para una cuarta parte (que si es como la tercera, bien venida sea) cosa que no erosiona a la película misma. Por eso considero a Terminator 3 como una verdadera continuación de lo que fue Terminator, porque aporta elementos nuevos no predecibles y que tampoco resultan fantasiosos o forzados. Es más, todo el concepto de Terminator adquiere verdadera fuerza con estos elementos.
Se cree que un buen guión condensa una buena estructura narrativa junto a eficientes diálogos. Yo agregaría también la habilidad para entrelazar elementos que otorguen una continuidad intelectual. En ese sentido el guión de Terminator 3 me parece infinitamente mejor que el de Juicio Final. Por eso no me sorprende que sea lejos una mejor película, mucho más fiel al primer Terminator.
Quizás el único punto débil siga siendo todo lo relacionado con el amanecer de las máquinas, la forma como toman el control y desencadenan la guerra. Por un momento Terminador 3 llevaba muy bien la idea de una caída global de los sistemas (fin de mundo imperceptible) como preludio a un holocausto nuclear (fin de mundo y destrucción materiales) pero le faltó tiempo para desarrollar mejor esta idea, al igual que toda la secuencia de lanzamiento de misiles (que siempre pone los pelos de punta, sino vean El Día Después) o esa idea sobre la corrupción de las máquinas y su inmutabilidad más allá de cualquier programación.
Es claro que Mostow se guardó lo mejor para un Terminator 4, innecesario si Cameron hubiese hecho Juicio Final como correspondía. Sin embargo Mostow se dio el tiempo para crear un gran final que será apreciado con el tiempo. Esa secuencia donde Connor y su futura esposa se dan cuenta que la destrucción es inevitable mientras observan las computadoras anticuadas (y por lo tanto no conectadas a los sistemas infectados) en medio de ese salón donde la guerra nunca llegó y que emerge como imagen de un pasado lleno de miedos no irracionales, junto a las voces de radio que comienzan a pedir ayuda en medio de un silencio solemne me convencen de que Terminator 3 es una gran película que irá saliendo del capullo de simple secuela que los críticos insípidos de siempre le han conferido.

por Pablo Castro Hermosilla