Editorial TauZero #16

A los lectores de TauZero habituados a encontrar aquí las digresiones autoreferentes de rmundaca, debo decirles que nuestro director se ha tomado un descanso tras su paso por la Feria del Libro y la promoción y lanzamiento de la opera prima de nuestro amigo y colaborador Jorge Baradit. En ausencia de rmundaca, por lo tanto, tendrán que conformarse, conmigo. Pero no os preocupéis que ya me advirtieron que no escribiera “idioteces”.
Hablemos entonces de TauZero. ¿Que TauZero es una idiotez?, no usted se confunde tal vez con Fobos, “el fanzine estúpidamente gratuito hecho con la estupidez de unos pocos para deleite de muchos”, como rezaba su slogan. Sí, yo me conté dentro de esos estúpidos, pero no me desvíe del tema.
TauZero…
Nuestros lectores ya deben haber leído o estar en conocimiento al menos del especial dedicado a Ygdrasil. Lo que ocurrió estas últimas semanas en torno a la novela de Jorge es algo extraordinario que yo en el terreno de la literatura nunca había visto, pero el fenómeno que provocó en cuanto a TauZero si lo he presenciado antes. Para ser más precisos tres veces antes, y todas este año. Las lúcidas palabras de Gabriel Mérida lo expresan mejor de lo que yo podría: <<…vimos lo que ocurrió en torno a Ygdrasil, que por la fuerza de su multiplicidad de influencias apiñó en torno a sí, en pocos días, a múltiples voces nunca antes reunidas, desde el mundo del cómic, del cine, de la crítica literaria mainstream.>> Esas voces que por lo general permanecen calladas, también se alzaron entusiastas ante las convocatorias a los especiales TauZero de: La Venganza del Sith, Batman y Nanocuentos, respectivamente. Como editor, este es el sueño del pibe. Para el Especial Sith escribió gente que jamás había escrito para TauZero y que probablemente nunca vuelva a hacerlo (por opción propia). En el especial de Batman conseguimos que Juan Carlos Sánchez compartiera con nosotros por fin algo de su creación literaria (aunque su fanfic haya quedado inconcluso), y en el de nanocuentos, nos llegaron tantos que tuvimos que dejar algunos fuera y considerar un nuevo especial. Estos especiales (junto al dedicado a Ygdrasil) son las excepciones dentro de los veinte ezines publicados a la fecha. Los números “normales”, cuestan muchísimo sacarlos básicamente porque no contamos con material que publicar, y pese a que alguien aseguró lo contrario, no publicamos “cualquier cosa”. ¿Debería existir TauZero sólo cuando se alcance una masa crítica para hacer un “especial”? Esa y otras interrogantes más nos plantearemos el director, los colaboradores más cercanos y yo.
Y sobre los contenidos sólo mencionaré una cosa: el autor de la nota sobre Jansenius, viejo amigo mío que prefiere colaborar desde el cuasi-anonimato, deliberadamente escribe “papa” y “dios” con minúsculas, debido a razones iconoclastas que no termino de comprender pero respeto.
¿Rellené suficiente espacio? Parece que sí. Esperando no tener que molestarles nuevamente en una próxima editorial, se despide:
Sergio Alejandro Amira
Editor Tauzero
Santiago de Chile, 09 de Noviembre 2005

La Membrana de la Realidad

Si mi anterior reseña de Neuromante llegaba con algo más de dos décadas de atraso, ésta llega con un poco más de cuatro. Algo inaudito para los adalides de la modernidad, incondicionales de lo último, devotos del top-notch y state of the art. Total, para eso existen los best-sellers y quienes los reseñan en las solapas en términos de two thumbs up!!! o exaltadamente la mejor novela de acción fantástica desde [inserte nombre de otro best-seller de renombre] en la contratapa. Para ser justos con la verdad, algunos sí son buenos.
exxUn servidor aprendió a leer y a escribir en la década de los ‘80, y aunque fui siempre un lector ávido, recién a comienzos de los 90 empecé a leer ciencia ficción post-Verne, después de pasar por los clásicos sudamericanos y europeos. (A propósito, se siguen publicando reseñas de Los Miserables o El Cantar del Mío Cid, y hasta ahora no he oído a nadie decir que llegan con algunos siglos de atraso).
exxPor cierto, más de alguno de los lectores de Tau calza con el perfil de haber nacido en los 80 y estar recién empezando a apreciar la ciencia ficción; por supuesto que habrá lectores de Tau que podrán ser de la generación de los 80 o 90 y ser lectores hardcore de ciencia ficción dura, así como otros quienes tengan por sinónimo de ciencia ficción a Las Crónicas de Riddick.
exxPara aquellos que lentamente se empiezan a sumergir en las profundidades de este género literario, esta reseña con cuatro décadas de atraso podrá serles de utilidad. Si alguien más, por vasto que sea el universo de libros que haya leído, queda interesado por El Hombre en el Castillo de Philip K. Dick (publicada originalmente en 1963), esta reseña habrá cumplido su cometido.
Yo nací 14 años después de que se publicara, así que algo del mundo moderno (que últimamente tiene más de moderno que de mundo) influenciará mi apreciación de El Hombre. Recuerdo que hace no tantos años fui al cine a ver The Matrix. Poco después ví El Piso 13 (o como se llame originalmente), y ya puestos, The Truman Show. Y ya había leído los primeros cuatro volúmenes de La Torre Oscura. ¿Qué tienen en común con El Hombre en el Castillo?
Todos fueron posteriores y todos comparten la idea de realidades paralelas, artificiales o no. Sin embargo, El Hombre logra poner elementos o personajes familiares en realidades que no podrían o no deberían existir, de modo que logran parecer nuevos y desconocidos.
exxPhilip K. Dick mantiene su usual estilo de pluma ágil y entretenida, con descripciones de una profundidad exacta, lo suficiente para que el lector se moje sin sumergirse en el ambiente del relato: lo justamente necesario para que el resto del trabajo lo haga la fértil imaginación del lector. Es justamente éste estilo el que le ha permitido a Dick ser uno de los autores cuyas novelas y cuentos más se han adaptado al cine, con disparejos resultados. ¿Quién recuerda Impostor?
exxEn los momentos en que escribo ésto se está llevando a cabo la reunión de los G8 (o G7 + EEUU) en Escocia, y en la madrugada de ayer se produjeron una serie de mortíferas explosiones en Londres, tanto en el Underground como en los buses de dos pisos que todos conocemos. El número de muertos causados sigue en aumento.
exxSe piensa que el autor intelectual de estos atentados sería Osama Bin Laden, enemigo número uno de EEUU y socio comercial de la familia Bush, la familia del presidente de ese país. La tesis cobra fuerza porque el modus operandi es muy parecido al de los atentados del 11-M, en Madrid, que al igual que los de Londres revindican la salida de los invasores yankees de Irak. Al igual que en Madrid y New York, quedan muchas dudas en el aire.
exxToda esta escalada de miedo al terrorismo es auspiciada gratamente por los halcones de la Casa Blanca, puesto que sirve de apoyo a los intereses transnacionales de este gobierno, malcriado y falto de contrapeso desde el colapso de la URSS el ‘89. En rigor es desde el fin de la Segunda Guerra que el autodenominado “guardián de las democracias del mundo” (siempre y cuando les sean proclives) abiertamente se empieza a portar mal. Todo porque según sus propios historiadores, ganó la Guerra. ¿Y si la hubiese perdido?
Ésta es la situación que Dick explora en El Hombre, creando una posguerra distinta a la que conocemos. Los EEUU no son sino un territorio ocupado, repartido entre las dos grandes potencias mundiales: Japón y Alemania, el nunca extinto Tercer Reich. Así fijada la situación, Dick imagina el futuro potencial de cada imperio.
exxNaturalmente, si el autor no da en el clavo, pega muy cerca. Japón busca consolidar su dominio sobre su territorio mediante el comercio y los negocios. A su vez, el Reich es una potencia aeroespacial, que empieza a preparar una expedición a Marte. Por supuesto, Von Braun nunca emigró a EEUU, y ese país es literalmente nada.
exxEn la novela, EEUU se reduce a una delgada franja pobre y subdesarrollada entre los territorios ocupados por las potencias. El lado este es alemán, mientras que el lado oeste es japonés; el centro mantiene un estilo de vida rústico y campesino, sin aviones ni tecnología posguerra: una apología del country llevada al infinito.
exxEs la Guerra Fría, pero con otro sabor. Cada territorio ocupado, ex-EEUU, absorbe la cultura del invasor. Bye bye, american way of life, la pesadilla de Roosevelt hecha realidad. En el lado este del país no se ha terminado el antisemitismo, y en el lado oeste los antiguos ocupantes son ciudadanos de segunda categoría.
exxTambién, para mi sorpresa, el cargo de Reichsführer es ocupado por otro de los personajes reales que secundaron a Hitler, y la elección o designación de su sucesor revoluciona la diplomacia mundial, al igual que revolucionaron el mundo las últimas dos elecciones en EEUU.
exxEsta novela me deja la clara impresión que Dick está influido por los acontecimientos relativamente recientes de la historia de su país, tendiendo a mostrar a los japoneses, a pesar de su milenaria cultura y amplio protocolo, como personajes ruines. En cambio los alemanes son refinados, ciertamente globales y científicamente avanzados, una extrapolación de los verdaderos EEUU de los 60.
exxBajo esta situación de realidades alternativas cabe preguntarse si no estaremos viviendo un sueño (desde Calderón de la Barca a los hermanos Wachowski) o si coexistimos con infinidad de realidades marginalmente diferentes una de otra, cada una relativamente real respecto de las otras (desde Einstein a Stephen King). ¿Cuántas veces no habremos irrumpido inesperadamente en alguna de las otras realidades y no nos percatamos, sencillamente porque no pudimos notar las diferencias?
exxUn amigo me comentó que Philip K. Dick se inspiró en el I-Ching para escribir El Hombre en el Castillo, cosa verosímil ya que al prepararse para seguir cualquier curso de acción, los personajes del relato que habitan la costa oeste de norteamérica lo consultan profusamente, interpretando detenidamente los resultados obtenidos, evidenciando el conocimiento del autor en el I-Ching.
exxEste amigo también me contó que Dick habría consultado el oráculo preguntándole ¿cuál es la verdadera realidad? Mi informante dejó la respuesta del oráculo en suspenso, y sólo nos queda el remedio de fantasear con ella.

Ficha técnica:
Título original:El Hombre en el Castillo
Autor: Philip K. Dick
Editorial:Minotauro
Año de edición:2002

© 2005, A. César Osses Cobián.

Seis Películas

Tras un agotador primer semestre de vuelta en la Universidad tuve unas merecidas vacaciones y tiempo para arrendar algunos DVDs que me pareció interesante comentar en TauZero, independiente de no adscribirse todos dentro del binomio fantasía-cf que preocupa a este e-zine. El siguiente es un ejercicio del cual dejaré fuera los bonus que todo DVD trae como los comentarios del director, escenas eliminadas, etc. Comencemos entonces.

Resident Evil: Apocalypse (2004): Hollywood se ha alimentado desde sus inicios de la literatura para desarrollar sus proyectos fílmicos; novelas, cuentos y obras de teatro han sido sus principales fuentes. Siempre en busca de nuevas expresiones que explotar, Hollywood recurrió a una forma literaria “menor”, el cómic, durante la década de los 1980s. Las primeras versiones fílmicas del mundo de las viñetas fueron desastrosas y durante un tiempo fueron dejadas de lado al descubrir los ejecutivos una nueva vaca que ordeñar: los videojuegos. De esta experiencia de principios de los 1990s resultaron películas aún más desastrosas y Hollywood también prescindió de ellas durante un tiempo para regresar a las adaptaciones de los últimos best-sellers de Michael Chrichton y Tom Clancy. El panorama cambió junto a la llegada del nuevo milenio y comenzamos a recibir adaptaciones dignas y competentes tanto de cómics como de videojuegos. Resident Evil fue una de ellas.
Dirigida por Paul W.S. Anderson, Resident Evil fue una adaptación bastante libre del juego del mismo nombre que conservaba de su fuente tan sólo los zombies humanos y caninos. Puede que esa sea la fórmula de llevar los videojuegos al cine, dirán algunos, distanciarse lo más posible del material que tan bien funciona con un joystick en la mano, pero si es así, ¿para qué hacerlo? Pues para profitar de un nombre, de una marca conocida como Resident Evil y asegurarse desde ya un público para llenar las butacas con los chicos que han jugado el videogame. Resident Evil fue una película competente, sorpresivamente elegante y sobria tratándose de un filme de zombies, con un saborcillo europeo que se agradece y una banda sonora que incluían composiciones del siempre lúdico Marilyn Manson (¿alguien se toma a este tipo en serio?) y Marco Beltrami que también realizó la banda sonora de la excelente película de Guillermo del Toro, Blade 2.
Resident Evil: Apocalypse no pareció gustarle a ningún crítico “especializado” (mucho menos a los no-especializados), pero en lo que a mí respecta, me agradó bastante. No extrañé a Romero ni a Fulci conciente que el terror no era el combustible de esta película sino la acción. Y al ser la acción su elemento clave, obviamente que no podía contar con los tiempos y la atmósfera que se experimenta en el juego.
Los juegos de Resident Evil son ejercicios exploratorios de suspenso, más thriller que horror y se basan en la resolución de problemas con algunas esporádicas pizcas terroríficas. El personaje del jugador no es particularmente fuerte o ágil, contra zombies y monstruos físicamente está en clara desventaja, pero aún así puede derrotarlos por medio del intelecto, encontrando las soluciones, las herramientas adecuadas, la llave, los fósforos para encender la mecha de la bomba… Los juegos definitivamente no son de acción, y cualquiera sabe que llevar el ritmo pausado y hasta monótono del videogame al cine no habría sido rentable. ¿Qué es rentable?, pues lo que el director Alexander Witt hizo basándose en el screenplay original de Paul W.S. Anderson: peleas acrobáticas, explosiones, motos volando a través de vitrales, explosiones, disparos en cámara lenta, más explosiones y a cambio de una chica hermosa y ruda: dos chicas hermosas y rudas. Yo al menos no me aburrí, y hoy por hoy suelo conformarme con eso, que ciertamente no es poco.
Resident Evil: Apocalypse se basa en el juego de consola Resident Evil 3: Nemesis, o mejor dicho utiliza referencias del juego conciliándolas con los elementos de la primera película, o más bien con Alice. Es por esto que la sexy Jill Valentine (Sienna Guillory), no puede ser otra cosa sino un personaje secundario. Al igual que en la primera esta es la película de Mila Jojovich, de Alice, y está hecha para su lucimiento. Ahora, personalmente encuentro mucho más atractiva a Sienna Guillory que a Mila, pero eso ¿a quien le importa?
Cuando una película de esta clase (u obra literaria o lo que sea) se convierte en un aporte es cuando agrega algo nuevo al mito que trata. Por ejemplo, Ann Rice agregó algo nuevo al establecer que los vampiros podían enfermar si bebían la sangre de un muerto. Y si bien puede alegarse que los zombies de Apocalypse no son más que “carne de cañón” sí encontré algunos elementos nuevos como las prostitutas-zombies, los inquietantes niños-zombies y el cura que alimenta a su hermana-zombie con cadáveres (en Braindead de Peter Jackson el protagonista alimenta a los zombies pero no con humanos). También se agradece la presencia de Nemesis, algo así como un “super-zombie”, similar al Deathlock de Marvel.
La trama de la película más que al videojuego me recordó al clásico filme clase-b Escape de Nueva York de John Carpenter, una ciudad aislada convertida en prisión, un sujeto a ser rescatado a cambio de la libertad y la amenaza de una explosión atómica, todo condimentado con zombies de toda clase incluyendo a los clásicos (esos que se levantan de sus tumbas al más puro estilo Thriller de Michael Jackson).

American Splendor (2003): Esta es una película extraña, así como extraño puede parecer verla después de Resident Evil: Apocalypse. A diferencia de su predecesora (en el orden en que las vi) éste es un filme pretencioso, empaquetado desde un principio con esa odiosa etiqueta de cine-arte y obtuvo premios en el Festival Sundance y de Cannes, recibiendo tantos aplausos como abucheos Resident Evil.
American Splendor recurre a distintas técnicas narrativas y el resultado final es un pastiche que no pega ni junta. Siguiendo con las adaptaciones, American Splendor es una adaptación de la vida de Harvey Pekar y de su cómic homónimo iniciado en 1976 y publicado a partir de principios de los 1990s por Dark Horse.
La película comienza bastante bien, cinco niños pidiendo dulces en Halloween, la amable vecina que abre su puerta y les entrega golosina los felicita uno a uno por sus disfraces: <<aquí tenemos a Superman, y aquí a Batman y su sidekick Robin, y a Linterna Verde…>> Cuando llega al último niño, que no está disfrazado, le pregunta quien se supone que es: <<Soy Harvey Pekar, sólo un niño del barrio>> contesta el mocoso con una actitud de “entrégueme los malditos dulces o váyase al demonio”. Como la amable vecina parece no entender nada, el niño se aleja ante las burlas de los demás, arrojando su bolsa de caramelos al suelo y pateándola. Esto es sin duda lo mejor de la película y algo que en palabras del propio Pekar en los bonus “pudo haber pasado”, aunque sabemos que no fue así.
La película habría sido mucho mejor si hubiesen permitido a Paul Giamatti hacer su trabajo, es decir, representar a Pekar. El introducir al verdadero Harvey Pekar con fórceps en la película interrumpe la “suspensión de la incredulidad” con la que todo espectador se recubre antes de ver un filme y convierte al Pekar de Giamatti en una pálida imitación de su patético referente, sobretodo en lo que al footage de sus visitas al show de Letterman se refiere. Si bien el Pekar representado por Giamatti es un perdedor, un pobre diablo mediocre y fracasado, conserva algo de dignidad quijotesca, la que se va al cuerno cuando contemplamos al verdadero Pekar en sus intervenciones televisivas. Hay una escena incluso en que el Pekar de Giamatti y el actor que representa a su amigo “orgulloso de ser nerd” se retiran a descansar mientras los verdaderos discuten sobre los sabores de unos caramelos y sus correspondientes colores. Es cómo si los directores Shari Springer Berman y Robert Pulcini quisieran decirnos: “¡Mirénlos, estos freaks son reales, no los inventamos!”
Los intentos por emplear elementos de los cómics, por otro lado, están presentes, pero no son explotados en todo su potencial. En ese sentido la pésima película The Hulk de Ang Lee es mucho mejor en lo que a edición y montaje se refiere. Y si la intención de la película es “demostrarnos” que los cómics pueden ser inteligentes, maduros y tratar temas reales, pues esa es una batalla que hace tiempo se ganó con obras como Maus, Hate, etc.
Por último, la película falla en su retrato de Pekar como un perdedor, Pekar no es un perdedor, es un tipo que si bien tuvo un trabajo aburrido, trabajó, que fue amigo de artistas influyentes como Robert Crumb y que pudo hacer su cómic y convertirse en una figura mediática underground. Frente a todo eso yo sí que soy un verdadero perdedor, aunque por otro lado y medido con los estándares de otro puede que sea un hombre de éxito (aunque lo dudo).

Secret Window (2004): Lo primero que se me vino en mente al ver esta película fue otra adaptación de Stephen King al cine: The Dark Half dirigida en 1993 por la leyenda del cine de zombies, George Romero, así que hablaré primero de este filme.
De niño, a Thad Beaumont (Timothy Hutton) se le detectó un tumor cerebral que resultó ser los restos no-desarrollados de un hermano gemelo. Más de veinte años después Thad es un escritor exitoso casado y con dos hijos. Los libros que escribe con su nombre real son “literatura seria” pero para mantenerse escribe novelas violentas bajo el seudónimo George Stark. Cuando un chantajista lo amenaza con revelar su nomme de plumme, Beaumont sale del closet y “sepulta” a Stark, lo que desencadena una serie de asesinatos de los cuales el propio Beaumont es el principal sospechoso pese a que no tiene idea de lo que está pasando. El asesino es por supuesto George Stark, y la pregunta que se plantea es si Thad sufre de doble personalidad o acaso su doppelganger realmente ha tomado forma corpórea tras el entierro simbólico.
En lo que a adaptaciones fílmicas se refiere el nombre de Stephen King suele ser sinónimo de baja calidad con notables excepciones (como The Shining de Kubrik). Usualmente el Sr. King niega toda asociación con dichas películas como en el caso de Pet Sematary 2 y The Lawnmower Man, pero por otro lado y desconcertantemente tuvo un rol activo en una de las peores películas de 1992: Sleepwalkers. En ese sentido The Dark Half si bien no está a la altura de The Shining es bastante digna gracias al oficio de Romero y los actores principales.
En cuanto a Secret Window del escritor de guiones ahora convertido en director David Koepp (Jurassic Park, Panic Room, y Spider-Man), ésta película es tan similar a The Dark Half que hasta comparte un actor: Timothy Hutton (que de protagonista es reducido a secundario). La película está basada en el cuento Secret Window, Secret Garden que es una suerte de reelaboración que King hizo de The Dark Half en un momento en el que aparentemente estaba más escaso de ideas que nunca.
película está basada en el cuento Secret Window, Secret Garden que es una suerte de reelaboración que King hizo de The Dark Half en un momento en el que aparentemente estaba más escaso de ideas que nunca.
El protagonista es Johnny Depp, algo que podrá servir como gancho para el público pero que claramente atenta contra la credibilidad del filme. Y es que Johnny Depp ya es una “estrella” demasiado grande como para encarnar a otro personaje que no sea el mismo. Hace tiempo que dejé de creer en los personajes de Johnny Depp, aunque debo admitir que no ha caído en las bajezas de Robert de Niro, una patética caricatura de sí mismo interpretando a Travis Brickle perpetuamente hasta en fiascos como la película de Bullwinkle. Cuando veo una película de Johnny Depp pienso: “Ese es Depp de pirata, ese es Depp de escritor, ese es Depp de investigador psíquico” y lo que es peor, desde la Novena Puerta en adelante que el bueno de Johhny no deja de darme risa. Es como si tras Ed Wood todas sus películas fuesen comedias.
En Secret Window Johnny Depp interpreta al exitoso escritor Mort Raney. Tras descubrir a su esposa poniéndole los cuernos, Mort se recluye en su cabaña ubicada en uno de esos puebluchos boscosos que tanto gustan a King. Repentinamente es visitado por un tipo que se identifica como Jim Shooter (un John Turturro muy similar al predicador de Poltergeist II: The Other Side) que lo acusa de haberle robado su historia. <<You stole my story>> repite con su acento sureño cada vez que entra en escena. Pese a su negativa Mort compara las dos historias percatándose que son idénticas salvo por el final de Shooter, que según él es mejor. Todo este asunto no deja de ser preocupante para Mort ya que ha sido acusado de plagio en el pasado, pero su historia fue publicada antes que Shooter escribiera la suya, cosa que puede probar mostrándole la revista donde fue publicada la que está en su ex-casa, donde vive su ex-esposa con su amante. Entonces alguien mata al perro con un desatornillador, desaparece un vecino, se quema la casa, y muere más gente, todo a causa de la incompetencia de Mort por convencer a Shooter que no le ha plagiado. ¡Por supuesto que Mort no ha plagiado a Shooter!, ya que Mort es… Bueno, ya lo saben.
La escena que destaco de la película es la recreación del cuadro de Magritte que utilizamos como ilustración para el artículo de Sandra Leal Lo fantástico en el escenario de la vida (TauZero #4).

Lost in Translation (2003): He aquí una película que quise ver desde su estreno, por varias razones. La primera de ellas, porque estaba protagonizada por Bill Murray que ha sido uno de mis actores favoritos desde Ghostbusters, si bien su filmografía no es muy extensa ha estado presente en varias de las películas que más me han gustado como son El Día de la Marmota, Los Excéntricos Tennenbaum y Ed Wood. El papel que mejor realiza Murray es el de aquel tipo desencantado y aburrido de la vida, ese sujeto que está de vuelta de todo y que parece haber perdido cualquier seña de entusiasmo. Como señala Anton Bitel: <<Desde sus apariciones de mediados de los 1970s en Saturday Night Live, su expresión de resaca y martini-seco siempre lo hizo parecer de un cinismo más allá de sus años, y ahora que realmente es viejo, interpreta la crisis de la mediana-edad como si hubiese nacido para ello.>>
La segunda razón fue motivada por alguien que vio Lost in Translation y me dijo que me identificaría con Bob Harris, el personaje de Bill Murray, lo que fue totalmente cierto. La tercera razón consistía en ver a Murray cantando More Than This de Roxy Music, ya que sólo lo había escuchado en la radio aunque podía imaginarme perfectamente su expresión de derrota y hastío.
Lost in Translation de Sofia Coppola fue exactamente lo que yo esperaba que fuese y por lo tanto la sitúo dentro de mi lista de filmes favoritos de todos los tiempos. Ahora un poco de autorefencia de esa que tanto detesta el incompetente director de TauZero:
Estando en Inglaterra estudiando Arte & Diseño y llegado el fin del primer semestre, se organizó un viaje de estudios a Ámsterdam. Viajamos en bus, de noche, zarpamos en un enorme ferry desde un lugar llamado Felixtowe y finalmente llegamos a Holanda donde alojaríamos en el Hotel Lankaster. Estuvimos cinco días, durante los que a excepción de uno nunca me sentí más solo en toda mi vida.
Estaba inserto en un grupo de gente distante para quien no era más que el “extranjero” de procedencia indeterminada entre sus filas, en un país en el que a duras penas podía comprender lo que pasaba y cuyas peculiaridades y costumbres me eran tan extrañas como yo debía serlo para mis compañeros. Fui al Red Light District, miré boquiabierto a las chicas de las vitrinas pero sólo eso. Estuve en el Café Bob Marley y en el Café Pink Floyd pero no fumé marihuana, sólo tomé té. En el museo de Van Gogh me acerqué tanto a un cuadro para ver las pinceladas que comenzó a sonar una alarma y en dos segundos tenía un guardia encima, en las calles y cuando andaba con mis compañeros ingleses, yo era siempre a quien los traficantes se acercaban a ofrecer sus productos (incluso un tipo me pidió que le vendiera droga cierta ocasión que me quedé parado en una esquina más tiempo del requerido). Por las noches mis “amigos” se iban a beber o bailar y yo me quedaba en el dormitorio del hotel que compartía con dos de ellos. Sólo una vez me invitaron, durante la primera noche, ¿y a donde fueron?, a un pub inglés a beber one pint of lager y escuchar Queen y The Rolling Stones.
Al día siguiente me desperté completamente solo, mis compañeros de habitación no estaban. Bajé a desayunar y tampoco encontré a nadie, le pregunté al tipo de la recepción donde estaba todo el mundo y en un inglés más precario que el mío me explicó que se habían marchado en el bus a un paseo o algo así. “¿Por qué no estás con ellos?”, me preguntó. “nadie se molestó en despertarme”, le contesté. Así que regresé al bar-restaurant en busca de mi desayuno y fue entonces cuando la vi sentada en una mesa, bebiendo un jugo de naranja o algo por el estilo. Tenía rasgos asiáticos pero era británica, estaba acompañando a su padre que se encontraba en Holanda por asuntos de negocios y tras desayunar nos fuimos a recorrer las calles de Ámsterdam. Vimos muchas esculturas, desde los típicos bustos de próceres hasta las más vanguardistas, vimos un enorme molino, una estatua de piedra de un Tiranosaurio a escala natural y un galeón fuera del Museo Marítimo. Pasamos todo el día juntos, el mejor día de toda esa maldita semana, por la tarde nos despedimos y no la volví a ver nunca más. End of the story.

Collateral (2004): Hubo una película chilena que como suele ocurrir con todas las películas chilenas (espero que nadie me acuse de antipatriota por esto) no vi ni planeo ver: Taxi para Tres, que ganó un importante premio no sé donde. La premisa de éste filme era el “volante o maleta”, frase con la que ciertos delincuentes invitan al chofer de un taxi a participar del atraco previsto o meterse en el portamaletas a esperar que todo pase. El protagonista de Taxi para Tres elige “volante” y a partir de ese momento se desarrolla una estrecha colaboración con el par de criminales que lo involucran en sus fechorías hasta que estos descubren a Jesucristo y enmiendan sus vidas.
Bueno, la premisa de Collateral es parecida a la del filme chileno en lo que a un taxista obligado a convertirse en cómplice de actos criminales se refiere. La historia es bastante simple y va más o menos como sigue: Max (Jaime Foxx) ha sido taxista durante varios años en Los Angeles mientras espera ahorrar lo suficiente como para comenzar una compañía de limosinas. Max recoge a una pasajera con la que tiene “onda” que resulta ser una abogado (Jada Pinkett Smith) trabajando en un importante caso. Ella parece tener onda con él también y le deja su tarjeta. A continuación Max toma como pasajero al que parece ser un hombre de negocios elegantemente vestido, Vincent (Tom Cruise), quien le ofrece 600 dólares a cambio de llevarle a cinco distintas locaciones en L. A. donde atenderá sus reuniones de negocios. Y no nos habríamos enterado de cual era el negocio de Vincent si a éste en un inexplicable descuido no se le hubiese caído su primera víctima desde el cuarto piso y justo sobre el taxi de Max. A partir de ese momento el taxista es obligado a seguir con los planes del asesino a sueldo que contempla eliminar a cuatro sujetos más. Pronto la dupla tiene a la policía de Los Angeles, los Federales y a unos mafiosos tras ellos pero aun así Vincent se las arregla para cumplir con sus obligaciones, hasta que Max decide ponerse los pantalones y rebelarse.
No hay peor película para mí que aquellas que tienen potencial y se diluyen en una falsa promesa traicionándose a sí mismas. Prefiero una película mala que termine bien que una buena que termina mal.
xxMichael Mann no es el más prolífico de los directores, realiza una película cada tres o cinco años, pero sus filmes suelen valer la espera. No es el caso de Collateral, que pese a todos sus méritos falla estrepitosamente al recurrir a las manidas fórmulas hollywoodenses que uno francamente no espera de Mann. Tras una hora y media me sentí estafado, el Sr. Mann se burló de mí, me pasó gato por liebre y eso no lo tolero.
Resulta que la última potencial víctima de Vincent es justamente la bella abogado que ocupó el taxi antes que él y con la que Max tuvo “onda”, y a causa de eso es justamente que el taxista convertido en caballero de brillante armadura reúne el valor para enfrentarse al malvado asesino y derrotarlo para quedarse con la princesa que, además, es afronorteamericana como él (ya que a Hollywood no le gustan las parejas interraciales). Todos los otros testigos que Vincent elimina merecen morir porque son malos, el traficante latino menor, el abogado especialista en liberar a criminales, el oriental mafioso dueño de un club nocturno e inclusive el músico de jazz involucrado con la gente equivocada, todos menos la “bella abogado”. Ella es buena, no puede morir, ¿verdad?
La escena que rescato es aquella donde Max es obligado por Vincent a hacerse pasar por él frente al temible Felix (Javier Bardem). La metamorfosis de asustado cachorrito a fiero león que recita las mismas frases de Vincent es digna del oscar.

Dodgeball: A True Underdog’s Story (2004): No soy muy adepto a las comedias norteamericanas, a menos que Ben Stiller esté presente. Dodgeball (dirigida por un tal Rawson Marshall Thurber) no está a la altura de la hilarante Zoolander pero se defiende. Si en la película anterior Stiller hizo mofa del mundo del modelaje aquí su víctima son los gimnasios y la obsesión por mantenerse “en forma”. El sumamente vanidoso pero ingenuo y bienintencionado Derek Zoolander es reemplazado por White Goodman, igualmente vanidoso pero malévolamente ambicioso y vengativo. No sé si el Dodgeball sea un deporte que se esté practicando en Estados Unidos o cualquier otro lugar del mundo, pero sí seguramente sigue estando presente en los patios y gimnasios de los colegios. Cuando yo era un escolar jugaba bastante a una versión simplificada del Dodgeball que denominábamos “quemadas”. El juego consistía en “quemar” a los otros participantes de un pelotazo en cualquier parte del cuerpo, el quemado entonces cogía la pelota e intentaba a su vez conseguir un blanco que golpear. Por supuesto que este juego estaba diseñado para infringir dolor y era la perfecta oportunidad para que los sádicos hicieran de las suyas pero no recuerdo que nadie resultara herido, lo que no puede decirse de cuando jugábamos a Titanes del Ring (versión chilena de principios de los 1980s de la WWF), donde corrió harta sangre de narices y varias piezas dentales (aunque fuesen dientes de leche) fueron perdidas.
La película no vale la pena comentarla, es una completa idiotez que debe verse para disfrutarla. Sólo tengo una queja: Vince Vaughn, el actor que interpreta al antagonista de Stiller es el tipo más monótono y carente de entusiasmo que he visto en película alguna. Aburrido, inexpresivo, tieso, ha de haber sido el reemplazo de Owen Wilson que de seguro estaba ocupado en algún proyecto más “serio”.

Chronicles of Riddick (2004): La última película que vi durante mi ciclo de DVDs rentados y la única que podría considerarse auténtica ciencia ficción (que es el género que principalmente atañe a TauZero despues de todo).
No tenía mayores expectativas con este filme (a diferencia de Lost in Translation, por ejemplo) por lo que me agradó bastante pese a ser un flagrante refrito de varias otras cintas de acción, fantasía y cf (o tal vez a causa de ello). A estas alturas de mi artículo ya estoy algo cansado, por lo que me excusarán si recurro a una cita al comentario de Joaquín R. Fernández en la revista de cine La Butaca como introducción a mi crítica:
<<Más de cien millones de dólares es lo que se ha gastado la Universal en una película que pretende ser una continuación de otra que en su día recaudó poco más de cincuenta en las carteleras de todo el mundo (si bien en aquella ocasión su presupuesto era cinco veces menor que el de su secuela). Y es que Las Crónicas de Riddick toma al personaje más carismático de Pitch Black, aquella entretenida cinta de David Twohy que, al carecer de pretensión alguna, no molestó a casi nadie, y lo introduce en un mundo más vasto y pretencioso, transformando una pequeña obra de culto (o eso es lo que afirman algunos) en toda una superproducción de Hollywood.>>
No vi Pitch Black y ninguna película de Vin Diesel antes de Las Crónicas de Riddick. Por supuesto que estaba al tanto del asenso de Diesel como el nuevo héroe de acción llamado a ocupar el sitio vacante dejado por Schwarzenegger, Stallone y Bruce Willis (¿alguien recuerda a Jean Claude Van Damme?), aunque me sorprende que haya derivado tan pronto a las comedias familiares. Schwarzenegger, por ejemplo, hizo varias competentes películas de acción antes de derivar en este odioso género con filmes como Twins y Kindergarden Cop.
No voy a extenderme en la trama de Las Crónicas de Riddick ya que me parece un ejercicio mucho más interesante deglosar las influencias/citas/plagios/tropos que se articulan en ella, limitándome sólo a otras películas y series de televisión:
Superman: Riddick es el último miembro de una raza que ni el mismo conoce (aunque como suele ocurrir en estos casos no es del todo cierto, recordemos Superman II).
Dragon Ball Z: Lord Marshall, el poderoso líder de los Necromongers, teme a la profecía según la cual un Furian será quien lo derrote, razón por la cual destruye a toda esa raza, aunque conserva a unos cuantos a su servicio. Freezer, poderoso líder de una coalición de alienígenas dedicados a conquistar y vender planetas teme a la profecía según la cual un Saiyayin será quien lo derrote, razón por la cual destruye a toda esa raza, aunque conserva a unos cuantos a su servicio.
Duna: La estética de los Necromongers es muy similar a la del filme de David Lynch. Los Elementales son una suerte de Bene Gesserit y la lucha final entre Riddick y el Lord Marshall en el salón del trono es idéntica a la de Paul Atreides y el sobrino del Barón Harkonnen.
Conan: Inadvertidamente y agotado tras la lucha, Riddick se sienta en el trono del Lord Marshall convirtiéndose así en el líder de los Necromongers cuya máxima es: “Puedes conservar aquello que matas”. La pose y actitud meditativa de Riddick es igual a la de Schwarzenegger al final de la segunda parte de Conan.
Star Trek: Toda la secuencia en el planeta prisión Crematoria es muy similar al cautiverio del Capitán Kirk y el Dr. Bones McCoy en un gélido mundo Klingon. Los feroces perros con disfraz de los Klingons son reemplazados en Las Crónicas de Riddick por unos felinos escamosos generados por computador.
Escena destacable: El sacrificio del Purificador, un tipo que creíamos el más fundamentalista de los Necromongers resulta ser un Furian como Riddick.

© 2005, Sergio Alejandro Amira.

Glenn Gould vs. Thomas Mann

Acercamiento a las tres últimas sonatas de Beethoven
Para Glenn Gould las opiniones más interesantes, las frases más brillantes y reveladoras provenían siempre de personas que dominaban cabalmente algunos temas. Las revelaciones más instructivas, decía, proceden de áreas sólo indirectamente relacionadas con el entrevistado. Así refiere una entrevista a un teólogo sobre tecnología, a un inspector de aduanas sobre Williams James, a un economista sobre el pacifismo y a una dueña de casa sobre la codicia en el mercado del arte.
Siguiendo esta misma lógica, ¿podemos entrevistar al arte sobre moral? ¿O a la moral sobre arte? Mi respuesta es que sí se puede. Pero esta afirmación conlleva una numerosa lista de acotaciones. Quiero aquí referir una sola por medio de la crítica que hace el mismo Gould a la visión de Thomas Mann acerca de las últimas sonatas de Beethoven.
Kretzschmar, en Doktor Faustus, dicta una serie de conferencias sobre música, una de ellas dedicada a las sonatas. “Lo mismo que el tema de aquel movimiento”, dice Kretzschmar, refiriéndose al del último movimiento de la sonata op.111, “que pasa por medio de cien destinos, de cien universos de contrastes rítmicos, acaba de superarse así mismo y se pierde en las alturas vertiginosas que podrían llamarse las del más allá o de la abstracción, así el arte de Beethoven se había sobrepasado así mismo (…) había llegado a la esfera donde ya no subsistía más que su esencia personal, un yo dolorosamente aislado en lo absoluto y, además, desprovisto del elemento carnal, por la pérdida del oído”.
¿Esencia personal desprovista de elemento carnal? ¿Eso es el hombre en su cumbre espiritual? Para colmo, el conferenciante de Mann es tartamudo y, al inspirarse, casi se revuelca con estertores y toses estruendosas, queriendo asociar la cumbre de lo espiritual con la nulidad del cuerpo.
Gould critica estas opiniones por dos motivos: primero porque se alejan del análisis netamente musical y, segundo, porque estas sonatas “se nos muestran como construcciones calcificadas e impersonales de un alma insensible a los deseos y tormentos de la existencia.” Más allá de la evidencia de a disputa entre ambas posturas, quiero destacar que no sólo el segundo motivo de Glenn Gould es de carácter moral. En cierto sentido, todas las opiniones de Gould estaban teñidas de una carga moral.
Pero lo sorprendente y lo insólito y perturbador de esta disputa es que ambos estaban en total acuerdo en los conceptos musicales (o si se quiere artísticos) de estas obras. Mann se refería a la “confluencia de subjetividad armónica y objetividad polifónica”. Por su parte, Gould hablaba de la unión de una “descuidada espontaneidad y disciplina objetiva.” El aspecto central consistía en la radical conjunción de los mayores opuestos dentro de las últimas sonatas, lo que producía su particular nivel de tensión.
La diferencia entre las opiniones de Mann y Gould se encontraría entonces no en la interpretación de estas obras, sino en la interpretación de la interpretación. Es decir en el trayecto que se elige para regresar a las obras luego de haber reflexionado sobre ellas. Dicho camino de regreso suele estar obstruido, plagado de puntos ciegos, son numerosas incertidumbres que exigen respuesta inmediata.
Por eso, y regresando a la idea inicial de Gould sobre las opiniones, en el sentido de sus palabras quizá haya que descubrir una vocación por la demora, el retardo en ese camino de regreso. Posiblemente ni siquiera se trate de un problema referido a la aplicación de preceptos morales o éticos a la interpretación de obras de arte. Quisiera estar confiado en que todo conflicto de la interpretación no se traducirá en un aplacamiento de las opiniones de regreso, que no cundirá e temor a ser malinterpretado. Quisiera que se propagara ese “carácter destructivo” que no sólo no teme a ser malinterpretado, sino que persigue serlo.

F d. S.