Garamén

Garamén se acomodó en su silla. Frente a él, la ventana enmarcaba un mundo húmedo y arbóreo, donde la lluvia era cosa normal. Desesperado, cerró sus ojos en un vano intento por ignorar ese paisaje constante del que no formaba parte, aunque todos lo creyeran. 

      Momentos como este eran los que trataba de evitar, obligándose a sí mismo a pensar en otras cosas, o a realizar trabajos para los que no estaba llamado en su sacerdocio, todo con tal de no dejarse llevar por ese sentimiento abrasador que le gritaba desde el fondo de su corazón: vete de aquí, no perteneces a este lugar, estás mal.  

      No obstante su empeño por eludir los sentimientos que lo embargaban, estos, a veces afloraban, brotaban como lava de un volcán recién despierto y se asentaban en su cuerpo consumiéndolo desde dentro.  

      Se levantó de un salto en el colmo de la angustia, con tan mala suerte que su cola, enorme y fuerte, tumbó la silla hasta el otro lado de la sala. Esto arruinó aún más su moral, dio una zancada hacia la ventana, emitió un fuerte grito hacia el horizonte y desesperado, golpeó con sus garras el marco de la ventana. Cerró los ojos llenos de lágrimas y cuando los volvió a abrir nada había cambiado; la lluvia continuaba y los árboles se agitaban por culpa de las gotas que sin querer las mecían, luego estas caían sobre el piso de tierra, deslizándose, corrían por el suelo ansiosas de compañía formando pequeños riachuelos que corrían en dirección al extenso océano que se percibía colina abajo. Felices ellas, pensó, felices gotas de agua que libres de toda moral recorren el mundo, imperturbables, capaces de cambiar la fisonomía planetaria hasta destruirla y que de cualquier modo nadie las odiará nunca, sin importar los daños que ocasionen. 

      Un sonido lo distrajo de sus lóbregos pensamientos. Alguien tocó a la puerta y sin necesidad de preguntar quién era ya lo sabía. Alderra, la hembra más próxima a su recinto, respondía al llamado que sin meditar había hecho. Ella estaba siempre pendiente de él, la única de sus feligreses que no simulaba amarlo, pues lo amaba y ese grito le debió parecer un llamado de apareo. Abrió la puerta y apareció ella con sus escamas alborotadas en una tentativa de escurrir los restos de lluvia que bajaban por su cuerpo. Hoy tenía los bordes pintados de lila, con un toque de escarcha azul que la hacían ver casi etérea. Supuso que ese era el efecto que ella quería producir. La saludó y se hizo a un lado dejándola pasar. 

      –Siempre es bueno verte, Alderra. Supongo que estabas cerca cuando… 

      –No, cariño. No necesité estar cerca para escuchar tu grito, creo que todos en la ciudad lo escucharon. 

      Sintió que sus escamas pectorales se le erizaron y la sangre se acumuló en sus sienes. Seguramente ella notaría la coloración de las cortas escamas de su rostro, y claro que lo notó: esa sonrisa de complacencia no iba a surgir espontáneamente. 

      –Lamento haberte alterado, y a todos los vecinos –añadió rápidamente–. Sabes que a pesar de mis votos sólo soy un lagosiano y nada podrá cambiar eso. 

      –No tienes que disculparte conmigo –miró al suelo y recogió con suavidad la silla colocándola en su sitio–. De cualquier forma, valió la pena venir acá tan sólo para verte colorear –sonrió indulgente–, es grato ver que aún hay machos que sienten vergüenza de sus instintos. Bueno –dijo, sentándose cómodamente en uno de los sillones–, qué debe hacer una chica en la casa de un monje para que le brinden una taza de guaroog–. Luego agregó, como dándose cuenta de algo: –Tienes algo de eso, o los votos de la secta Cisco tampoco te permiten beber licor, además de prohibirte otras cosas divertidas. 

      –La orden a la que pertenezco es severa, pero nos deja ciertas libertades. Creo que a ambos nos vendrá bien un trago, ya vengo. 

      Se retiró a la cocina, buscó en la alacena donde guardaba las bebidas y mientras las servía no pudo evitar emitir un suspiro distraído; una vez más, lamentó no poder hacer caso de esa dulce mujer que tanto lo amaba, a quien, si no fuera por sus deberes y otras imposibilidades técnicas, hacía tiempo le habría hecho saber que era correspondida. Además, le molestaba tener que aprovecharse de ella, de su amistad, pero le urgía saber cómo iba la guerra y ella,
la Jefe de Protocolo del palacio de gobierno, podría saber nuevos detalles sobre las batallas que se libraban en el cosmos, donde muchos amigos enfrentaban a diario la posibilidad de la muerte.  

      Cien años en guerra no le habían hecho mucho bien a los reptiloides, era mucho lo que habían dejado de avanzar y de crecer como especie. Si no fuera por la guerra él no estaría en ese predicamento y, seguramente, amar a Alterra no sería imposible. Y todo, se quejó, por un afán colonizador que nos lleva por el mismo camino de otra raza imperialista y tan territorial como esta. ¿El Universo es vasto y tienen que explorar el mismo sector? –exclamó.  

–¿Decías? 

–¡Ya voy! Estoy buscando los tazones. 

Se colocó la túnica. Bajo esas circunstancias funcionaba como un escudo contra los instintos de apareamiento tan acuciantes en las lagosianas. Cómo sería ser hembra y tener tantos deseos libidinosos acumulados, se preguntó. Sujetas a la llamada de los machos, a sus inciertas emociones, pendientes de aquellos seres quienes no siempre cedían a sus impulsos físicos, ya que de ellos, de los machos, dependía el control natal; por lo tanto, debían contentarse con escuchar y esperar a ser deseadas. Sería frustrante para ellas encontrarse con machos que las atraían, pero que ni todos los instintos los harían ceder a sus expectativas de amor puesto que habían hecho votos de castidad, como era su caso. Como experto en la vida terrestre, no pudo evitar realizar comparaciones mentales. Pensó en las humanas, a millones de años luz de ahí, quienes no tenían por qué contenerse nunca; hombres y mujeres cedían a sus caprichos físicos sin importar la época del año; ellos, los humanos, poseían cosas como las píldoras anticonceptivas, más otras técnicas de control natal y un sistema reproductivo diferente que los hacía estar siempre en época de apareamiento, sin correr el riesgo de engendrar indebidamente y así aumentar el número de la población, si no querían. Tampoco debían pedir permiso para engendrar, como era natural entre la raza reptiloide y en particular entre los habitantes de su planeta madre, Lagaos. Tal vez esa libertad hacía más fuertes a los humanos, porque eran más felices al tener resueltas necesidades físicas como la del sexo, ya que sin hijos de por medio, el apareamiento sólo es sexo. Con los tazones listos se sentó cerca de ella, le brindó uno. Sin poderlo evitar la miró por encima del líquido plateado. Observaba con atención la escarcha azul que parecía flotar sobre aquellos ojos de miel, creando un brillo claro sobre su intensa mirada. 

–No sabes cuánto me gustaría poder compartir mi tazón contigo y tomarte para mí, aunque fuera sólo a través de este tazón simbólico. 

–Por favor Alderra –su voz parecía no querer salir–, sabes que si alguien se entera que cedí a mis impulsos, aunque sea simbólicamente, perderé todo mi trabajo de evangelización en esta ciudad. 

–Vamos, no te pongas tan serio, sólo fue una frase. No me hagas caso. 

 Ese “no me hagas caso”, le sonó a Garamén como un reto, ella no podía disimular su furia. 

–Hablemos de algo menos comprometedor. ¿Qué has sabido de la guerra, los humanos por fin han perdido la posición en el asteroide Blundelfiel? 

Al hacer esa pregunta sintió un nudo en su garganta y los sinsabores de la ansiedad se despertaron en él. 

–Claro –respondió orgullosa–, era de esperarse. Nosotros somos más y más listos. Tardó un poco, pero los acabamos a todos. Los humanos tuvieron que retirarse, y pronto serán devueltos a su rincón del espacio. 

Garamén se quedó estupefacto sin poder decirle nada, sabía que ella no lo comprendería. Entre los lagaos no se establecían lazos familiares; eran seres ovíparos, que dejaban sus huevos sobre la arena, a su suerte, sobreviviendo tan sólo con la luz de la estrella regente. Como sí pasaba entre los humanos; cuántos padres, hermanos, hermanas, novios, prometidas, habrían muerto en aquel montón cósmico y sus familiares ahora los llorarían desconsolados. Cuántos lagaos habrían muerto también, pero nadie los contaba. La promesa de la reencarnación hacía que una muerte inesperada no importara. Después de todo, si alguien perdía a un amigo, albergaba la total seguridad de volverlo a encontrar en otro cuerpo. 

–De todos modos, querido amigo, la ofensiva que se prepara en torno a la estrella que los humanos hacen llamar Próxima Centauri, acabará con todas sus posibilidades deque se prepara en torno a la estrella que los humanos hacen llamar Próxima Centauri, acabará con todas sus posibilidades de trasladar tropas en nuestra dirección y así el asteroide 4000 se librará de la presencia de esos mamíferos. 

–Tanta destrucción por un miserable asteroide –se quejó Garamén con amargura. 

–No es sólo un asteroide, es nuestro derecho a colonizar el universo. Son pocos los planetas habitables y ellos, lamentablemente, respiran oxígeno como nosotros. 

–Podríamos compartir, vivir juntos en una misma superficie. Los planetas habitables son enormes. 

–Por favor –bufó ella–. Compartir nuestro territorio con esos animales, ni tú lo aceptarías. Además, sacarlos del asteroide 4000 hará que se devuelvan a su rincón del espacio y por fin entenderán que deben mirar en otra dirección. Pero ese no es el punto, el asteroide 4000 está todo hecho de T-fortium, tanto como para que nosotros levantemos toda una ciudad en la parte blanda del planeta que pese a todos nuestros avances no hemos podido habilitar. Bien, lo admito, será una ciudad subterránea, lo bastante profunda como para poder asentarla en la base sólida del núcleo planetario, pero lo suficientemente grande como para que sea posible aumentar el número de nacimientos entre nosotros, y tan fuerte que las aguas ni el barro la oxidarán. En cambio, para qué lo quieren los humanos: para destruirlo y venderlo por partes dentro de ese complicado sistema económico que ellos manejan. ¿Y qué crees que harán con esas partes? 

–Armas –susurró Garamén–. Sé que eso es lo que todos piensan Alderra, pero ellos no sólo fabrican armas, también tienen ciudades qué construir. Próxima Centauri es un sistema recién colonizado… 

–¡Qué debió ser nuestro! Además no lo llames Próxima Centauri –y luego agregó con una especie de susurro enfadado–, ese nombre humano se está volviendo demasiado popular, incluso los jóvenes soldados lo nombran con esas palabras ajenas. Llámalo como nosotros lo conocemos: Nadog, nido, porque ese debió ser un nuevo nido de susurro enfadado–, ese nombre humano se está volviendo demasiado popular, incluso los jóvenes soldados lo nombran con esas palabras ajenas. Llámalo como nosotros lo conocemos: Nadog, nido, porque ese debió ser un nuevo nido para nuestra especie –en este punto detuvo el burbujeo exasperante de sus palabras, se puso sobre sus dos patas y respirando profundo, tratando de recobrar la calma le dio dos vueltas a la sala antes de volverse a sentar–. Cómo los defiendes. De verdad que no lo entiendo. Por qué te gustan tanto, qué te han dado o qué te han hecho para admirarlos de esa manera. 

–Los admiro por su complejidad; como admiro a los lagaos por su sencillez, pero sé una cosa que tú no entiendes: no podemos acabar con  todo y todos los que se nos opongan. Un día tendremos tantos enemigos que no habrá tregua, ni indulgencia para nosotros y te aseguro que lo lamentaremos. El asteroide 4000 es lo suficientemente grande como para que ambas especies lo exploten y compartan sus riquezas. Próxima Centauri o Nadog, o como lo quieras llamar, aún se está reformando para ser habitable, con nuestra ayuda el proceso se acortará y tanto reptiloides como humanos podrán asentarse en él. ¡Ambas razas han crecido demasiado, necesitan de nuevos planetas a los cuales extenderse, por qué ninguna lo entiende! –exclamó agitando los brazos como si esto diera énfasis a sus argumentos–. Hubo un momento de silencio; ambos bebían su guaroog sumidos en sus propios pensamientos. Garamén sintió la vista de Alderra fija en él y tuvo la sensación de que ella se quedó esperando una explicación. 

–Lo que pasa –dijo a modo de disculpa–, es que tanta destrucción, tanta muerte sin sentido, no es lógica; ni habla bien de nosotros. 

–Ellos fueron los que empezaron –le respondió tajante–. Haciendo a un lado Nadog, alegan que a ellos se debe el descubrimiento del asteroide y que por eso les pertenece, pero parecen olvidar que aquella mole orbita en uno de los sistemas que nosotros controlamos y se dieron a la tarea de explotarlo sin nuestro permiso. que aquella mole orbita en uno de los sistemas que nosotros controlamos y se dieron a la tarea de explotarlo sin nuestro permiso. 

–Si no los hubiéramos atacado primero, si el gobierno hubiera esperado a hablar con ellos y juntos estudiar el problema. 

–Si no hubieran desplegado tropas alrededor de aquel sistema y ordenado la destrucción de toda nave lagosiana que se acercara. Ya ves, sólo defendemos lo que es nuestro –él sacudió la cabeza, incapaz de entender y de aprobar la muerte de tantos seres vivos. 

–Parece que nunca nos pondremos de acuerdo sobre este tema. 

–En fin, creo que nosotros hicimos lo que debíamos. –Alderra entró en un mutismo preocupado y luego agregó–. Crees conocer bien a esa especie, pero te lo asegura alguien que ha estado en el campo de batalla y los ha visto luchar: son gente mala, sin honor. 

Volvió el silencio. Esta vez fue Garamén quien se quedó mirándola, mientras ella saboreaba el guaroog que aún le quedaba en su tazón. ¿Se atrevería a hacer la pregunta? Si lo hacía y ella la contestaba, ya nada podría detener el destino que unas décadas atrás otros habían trazado para ellos, para los lagosianos. Si no lo hacía, sería un traidor. En cambio, si preguntaba y ella no respondía, podría excusar su fracaso ante sus superiores, claro que un fracaso suyo implicaba la muerte de muchos. 

–Por qué no me haces la pregunta que ronda tu cabeza –dijo ella intuyendo la tormenta que pasaba por el corazón del miembro de la orden de los Cisco–. Pregunta sin miedo. Pregunta cuál es la ofensiva que el gobierno prepara. 

 –Temo mucho hacer esa pregunta, Alderra –respondió con sinceridad. Quería taparse los oídos, gritar para no tener que oírla, sabía que ella se lo diría todo y él no quería verse en la necesidad de decidir quien tenía más derecho a vivir. Ella percibió su angustia. 

–No te preocupes, no será tan traumático. Limitaremos en lo más posible las muertes que provengan de esa ofensiva. Casi la totalidad de nuestras naves fumigadoras se acercan en estos momentos al sistema de Próxima Centauri, rodeándola para que no exista posibilidad de escape. Se demorará un poco, pues muchas han debido hacer una circunvalación enorme para llegar por la parte más alejada, desde donde no nos esperan y es una maniobra dispendiosa. 

–¿Naves fumigadoras? –Preguntó asustado, apretando el tazón con tal fuerza que estalló en sus manos–. Los… ¿los envenenarán? 

–Arrojaremos el veneno sobre las bases aeroespaciales, mientras nuestras naves de guerra estarán atacando a las que se encuentren en el espacio o a las que se atrevan a salir, luego tomaremos bajo control a la población civil. 

–La que quede, pues una vez el veneno entre a la atmósfera nada podrá controlarlo, el viento lo esparcirá por toda parte. Miles de inocentes morirán. 

–Piénsalo de esta manera: aunque mucha gente humana muera, serán las últimas víctimas de la guerra, porque sin duda habrá terminado. Pero tú eres el experto en humanos, ¿qué crees que harán? ¿Buscarán venganza inmediata? 

–Buscarán venganza, pero no podrá ser inmediata porque no tendrán naves con qué responder. Los que queden, se sublevarán y todo lagosiano que toque el planeta correrá peligro. 

–Qué podrán hacer, sus cuerpos son débiles. Una vez entremos al planeta ni siquiera necesitaremos armas para doblegarlos. ¿Ves? El triunfo es nuestro. 

Estuvieron otro rato hablando de trivialidades, pero en ningún momento se acalló la mente del sacerdote quien llevaba las palabras de Alderra de un lado a otro de su mente. La intranquilidad de su conciencia le hizo extender la visita más allá de lo permitido por las rígidas convenciones sociales. No quería enfrentar lo que vendría después, una sola palabra suya y muchos seres queridos conocerían al amo de la muerte; por mucho que creyera en la reencarnación apreciaba a sus amigos con el cuerpo que ocupaban ahora. De cualquier manera, sin importar lo que dijera o no dijera, estaba seguro de que muchos seres queridos desaparecerían. En algo le cabía razón a Alderra, el fin de la guerra era el fin de tanta después, una sola palabra suya y muchos seres queridos conocerían al amo de la muerte; por mucho que creyera en la reencarnación apreciaba a sus amigos con el cuerpo que ocupaban ahora. De cualquier manera, sin importar lo que dijera o no dijera, estaba seguro de que muchos seres queridos desaparecerían. En algo le cabía razón a Alderra, el fin de la guerra era el fin de tanta muerte sin sentido, donde quienes más sufrían eran los infelices que no portaban armas; porque los demás, los soldados, estaban demasiado bien entrenados, demasiado alejados de los escrúpulos, demasiado decididos a sobrevivir a costa de lo que fuera, como para morir en medio del conflicto. Ella se fue y no le quedó otro motivo de distracción que el de ponerse a pensar sobre qué cosa, exactamente, diría. Debía dar un informe y de sus palabras dependía el futuro. Podría suceder que sus superiores perdieran la cabeza con el embrujo de un posible triunfo, y todo su trabajo habría sido en vano. Cavilando sobre lo que podría suceder, se detuvo un momento en medio de la sala dándole vueltas a una idea que se manifestó claramente en su cerebro. 

Sin dudarlo un momento se dirigió a su habitación. De un compartimiento abajo del nido donde solía dormir, sacó una pequeña antena y un mini computador con el que se enlazó a una boya espacial, un satélite repetidor camuflado. Un rostro de hombre apareció en la pantalla. 

–Garamén Cisco reportándose –dijo en un tono que nada dejaba entrever. 

La imagen se extendió en una sonrisa complacida. 

–Creo que les gustará lo que tengo que decir. Sólo hay… una condición –el individuo del otro lado lo miró mal; no le gustaba que nadie le pusiera condiciones, menos, cuando la supervivencia de muchos se encontraba en riesgo–. Quiero salirme de esto –lo anunció de tal forma que no daba lugar a réplica–, ya he hecho suficiente por ustedes. 

Un momento, se dijo a sí mismo el sacerdote y detuvo el transcurrir de su pensamiento sin denunciar nada con su mirada: si casi todas las naves fumigadoras se dirigen al sistema de Próxima Centauro, lugar del asentamiento humano más cercano a Lagaos, eso quiere decir que el planeta Tirodón Prime, la colonia lagosiana más lejana de su planeta madre y en todo caso, el más cercano a los sistemas que controlan los humanos, estará vacío e indefenso, por que de ahí deben partir las tropas. Sin las bases espaciales, el armamento, y las naves, tanto de Próxima Centauri como las de Tirodón Prime mientras estuviera expuesta, dejando a su vez, sin saberlo, libre el camino de los reptiloides a Alfa Centauri. Unas cuantas naves llegarían a sus destinos, pero la mayoría se vería en la necesidad de enfrentar a su enemigo en el espacio. La comunicación cesó, el artefacto quedó en el mismo sitio donde lo había guardado desde que llegara allí, veinte años atrás. Contados en años humanos parecían muchos, la mitad de su vida, porque en realidad Garamén Cisco, no era el sacerdote que presumía ser, ni el lagosiano santo que predicaba a todo el que lo quisiera escuchar; en realidad, era el teniente Flavio Arantes, entrenado en el idioma y la cultura de los lagartos, quien a los veinte años ingresó al servicio secreto y aceptó transformar su cuerpo humano por el de uno de ellos; un cuerpo que se vería escamoso y luciría una larga cola, pero que no podría hacer nunca lo que el cuerpo de ellos hacía, como aparearse con una hembra, por más que lo deseara. 

Se sentó de nuevo en la silla, encorvado sobre su vientre. Agarrándose la cabeza con ambas manos, su pecho se agitaba con cada gemido. Era consciente de que en realidad no había tomado ninguna decisión. No tenía queja de los enemigos de su raza, porque en veinte años a todos los había convertido en sus amigos y si lloraba no era por causa de su miserable vida lejos de todo ambiente conocido; era porque, para ambas razas, pronto sería un traidor. 

 

© 2003, Sandra Leal. 

 Sobre la autora:  Sandra Leal Larrarte. Escritora y periodista colombiana. Actualmente labora como docente de prensa escrita en
la Universidad de Pamplona. Se le reconoce la autoría de al menos cincuenta cuentos en los cuales hay en todos ellos un, a veces leve, tinte de ciencia ficción cuando no es que son totalmente enmarcados dentro de este género como el que ahora les presenta a ustedes. Garamén fue escrito como parte de un ejercicio espiritual, uno de aquellos que a veces nos inventamos para exorcizar nuestros propios demonios, en el que trata de dibujar una situación emocional donde a veces las circunstancias superan nuestros deseos. En su relativamente corta trayectoria, Sandra ha ganado dos concursos, el Dunant Passy Internacional, mención de cuento corto, con el cuento El Paso del Perdón y el IV Concurso de Cuento Corto Ciudad de Bogotá YMCY, con el cuento Todo por un Maní

Lo Fantástico en el Escenario de la Vida

Por Sandra Leal

Nada qué hacer, la organización del mundo sensible, la exigencia de lo material se ha convertido en un límite imposible de franquear. Ahí sentados frente al computador, pueden ver y sentir cómo la materia impide notar aquello que está más allá de lo puramente racional, esas sensaciones, esas cosas que intuimos pero no vemos, que sabemos están ahí pero no podemos cuantificar, alejadas de las leyes naturales que no hemos sido capaces de descubrir; aquellas que se pierden en el olvido y con las que se abandona algo superior, que está muy dentro nuestro como escondiéndose cada vez que las ignoramos.
Para vivir bien, digo, más allá de tener una casa bonita y una familia ideal, para concentrarnos en el simple y devaluado acto de vivir, todos deberíamos poseer el sentido de Lo Fantástico; así como lo tenían Cortázar, Borges, Cervantes, Dalí, Picasso, incluso Einstein y como lo tiene García Márquez y tantos otros seres humanos dignos de admiración, no por sus hazañas profesionales sino por su sentido de la vida. Ellos no caminaban, flotaban y aún flotan entre la realidad sensible y la realidad inexplicable; a pesar de estar muertos parecen gravitar en un universo alterno donde continúan ejerciendo su capacidad de sorprenderse, de encontrar lo nuevo en lo cotidiano. Pensar que hay personas incapaces de abrir sus ojos con sorpresa ni aunque les cayera un cohete encima. Meditar sobre esto es descubrirnos abrumados por el mundo actual copado, por la hiperrealidad y desconociendo a conciencia todo lo que no altera sus sentidos físicos.
Lamento, como muchos, mi herencia racional y lógica que me lleva a acoger las ideas con el fanatismo del ateo que después de negar sistemáticamente la existencia de Dios, da gracias a Dios por ello, ya que la verdad como dogma limita a la humanidad en su fuero más íntimo: en su curiosidad. Cómo Ortega y Gasset (1) decía:<>, siendo así podemos decir que lo peor no es creer sino no poder creer en nada, pero a la vez, creer en todo. Por curiosidad no más deberíamos preguntarnos a diario sobre la realidad de nuestra realidad, vivir en una eterna puya existencial sin saber si realmente se está vivo o sólo somos una imagen mental de alguien que en una dimensión diferente sueña nuestra existencia (2). Esto probablemente nos convierta en cazadores de vida, en cazadores de lo anormal dentro de lo cotidiano.
La vida es un continuum cuyos límites son Lo Fantástico y la realidad tangible que a diario nos atormenta. Entender la realidad práctica es aceptar sólo lo palpable por nuestros sentidos, aquello medible, perceptible y cuantificable de nuestro alrededor. Pero, qué pasa con todo aquello que no entra en estos términos, es decir, todo lo que puede ser imposible de identificar dentro del concepto de realidad pero que en ocasiones crea suficientes dudas razonables, como para hacernos creer en la presencia del elemento fantástico.
Hay varias formas de alcanzar Lo Fantástico en la vida diaria, quizás la más común y a la que más fácilmente podemos recurrir es a la del “extrañamiento”. Muchos lo han intentado, pero terminan por abandonar por varias razones; antes, expliquemos un poco qué es el extrañamiento: vivimos rodeados de objetos, de tanto verlos los consideramos parte del paisaje habitual, ya no brindan ningún significado a nuestras mentes acostumbradas a ellos, estos objetos han perdido su esencia ante nuestros ojos y así hemos llegado a ignorarlos por completo; los usamos pero no los entendemos, están por ejemplo, las alacenas de la cocina, diré las de mi cocina que hoy veo por segunda vez después de haberlas mandado a instalar hace varios años, son de puertas color lila y cajones grises, inamovibles rectángulos de tres dimensiones de los que apenas me percato, qué diré de los que visitan mi casa que ni siquiera recuerdan su color, ¿en qué ha convertido estos estantes el acto inconsciente de ignorarlos? En fantasmas tangibles.
Ahora que vuelvo a pensar en ellas es cuando me doy cuenta de que ese objeto ha perdido su esencia, es, pero no es. Así es como empieza el proceso de extrañamiento.
Si queremos re-conocer lo que hemos olvidado, primero se debe hacer una lista de las cosas que se han dejado de “ver” y a un lado escribir lo que recordamos de ellas, de sus orígenes y tratar de recordar el momento en que las dejamos de mirar, luego pensar en su funcionamiento, el uso que le damos, etc… Así se descubren secretos escondidos que antes nunca se habían notado. Yo lo hice y descubrí que mi cocina guarda más secretos de mi vida de los que yo misma tengo presentes, ella y sólo ella sabe cuándo mi novio me sorprendió por primera vez con un desayuno, lo que pensó aquel día y nunca me dijo; sabe del día que me senté a llorar mi primera derrota en la literatura, sabe que no como maní y que los estantes altos están vacíos no porque tengan algo malo sino porque no los alcanzo; ni aún mi mejor amiga conoce tantos secretos de mi persona. El propósito del extrañamiento es muy noble, es permitirles a las cosas abandonar ese halo de objetos fantasmagóricos que adquieren con el tiempo, para otorgarles vida propia, o devolvérselas, sólo que resulta muy dispendioso. Este proceso es aconsejable para las personas pacientes y con mucho tiempo libre, pero más que nada para personas que quieran entrar en el mundo añorado, escondido tras las cortinas de la realidad.
Lo Fantástico se debe separar del estereotipo en que se encuentra, no sólo es aquel misterio que ni los mejores detectives pueden resolver, ni aquel ser mágico que quisiéramos descubrir en nuestro patio, es todo y nada a la vez, es mucho más. El poeta Alfred Jarry (3) lo entendía bien, dedicó toda su vida a encontrar Lo Fantástico, como lo anota Cortázar en una conferencia que dio en la Universidad de Córdoba en su país natal: <<él buscaba esa realidad misteriosa y fantástica que valía la pena explorar, no esa que tenía que ver con lo esotérico o sobrenatural, sino ese sentimiento de Lo Fantástico en el que navegan de continuo algunas personas, quienes perciben con facilidad eso que no está en las leyes sino en la excepción de las leyes>>.
¿Cómo ser un experto en extrañamiento, o un cazador de Lo Fantástico? ¿Abandonándonos a nosotros mismos, olvidando nuestros conocimientos previos para aprender a “ver”, de nuevo, por primera vez las cosas y como pequeños niños recorrer el mundo con la visión de lo novedoso? Si fuera fácil muchos lo habrían hecho ya, pero quienes lo han intentado corren el peligro de caer en el error de siempre, que consiste en llenar la mente de datos, no de conocimientos, de esos que en lugar de aclarar confunden y el proceso de ignorar lo cotidiano se acentúa.
Para poder llegar a un acuerdo de lo que se debe trabajar para re-conocer y recordar, en primer lugar debemos tratar de aclarar lo que se entiende por Lo Fantástico, aunque al momento de recoger citas que avalen este concepto encontramos un fallo: no las hay. Por lo tanto le trataremos de explicar a los lectores qué diciendo lo que definitivamente NO es y así cada uno extraiga su propio concepto.

II
Algunos acusan a la literatura y a la religión de producir lo que se ha dado en llamar “alucinaciones de la razón”, sin que por ello Lo Fantástico sea una alucinación. Sin embargo, es obvio que las acciones y creaciones fuera de la cotidianidad han estado siempre entre nosotros, esto se explica a través de la existencia del mito (relatos de los actos de los Dioses) y de las leyendas (historias épicas de héroes auténticos) (4).
¿Cuándo el hombre se dio cuenta por primera vez de esta separación entre lo real y Lo Fantástico? Cualquier intento de respuesta es vano, sus orígenes se pierden en la espesura del tiempo y si sobrevive se debe a la curiosidad innata, al deseo de explicar el mundo y la sed permanente tanto de relatos como de aventuras que posee el género humano, el sueño de encontrar nuevos personajes e historias que nos digan que no sólo somos esa cáscara oscura que se proyecta sobre los espejos. Queremos ser más, queremos ser dioses; creemos ser más y en cierta medida lo hemos logrado a través de la ciencia, pero este es un campo excluyente al que sólo algunos privilegiados pueden entrar; creemos ser dioses a través de los libros, pero nosotros no queremos “creernos” dioses, queremos “ser” dioses y esto implica una gran diferencia. Es, entonces, cuando peleamos con nuestra mente y con nuestro espíritu porque nos obliga a batallar contra los límites de la debilidad humana.
En fin, explicar Lo Fantástico no es fácil, pero trataré. Primero que nada es una ciencia (si es que se puede llamar ciencia a aquello cuyo objeto de estudio está por definirse), o un sentimiento que abarca muchas probabilidades: están las visiones filosóficas, teológicas, sicológicas y literarias que tratan de aproximarse a un “real” sentido de Lo Fantástico.
Desde un punto de vista lexicográfico, la palabra como tal no existe en los viejos diccionarios. Sin embargo, en la versión del año 2000 del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en Colombia, encontramos lo siguiente:
Fantástico: Adj., quimérico, fingido, que no tiene realidad y consiste sólo en la imaginación.
Fantasía: imaginación, ficción, cuento.
Dejando así –para caer una vez más en los clichés– a Lo Fantástico como una mentira, algo alejado de la realidad, de las emociones y sentimientos de quienes lo perciben. Fantástico, por lo tanto, y en lo que a los diccionarios se refiere, sólo es una expresión para algo agradable, una forma de aprobar una propuesta sin base real dejando de lado cualquier otra posible explicación, como quien dice le doran la píldora a los que se sorprenden con la vida. El diccionario, por lo que se ve, aleja más que aclara cualquier cosa que tenga que ver con nuestro asunto de este momento.
Pasemos ahora al área de las definiciones literarias. De acuerdo a Todorov, en su libro Introducción a la literatura fantástica (5), Lo Fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural. Mmmmm, bien, no hay que negar que es una idea interesante, aunque su explicación es fácilmente rebatible dado que trata de definir sobre los mismos argumentos que soportan la existencia del material a definir, pues Lo Fantástico incluye y pertenece a lo sobrenatural, pero no sólo se refiere a eso, como ya lo dije antes también incluye lo cotidiano, aunque nuestro amigo Todorov se salva cuando dice aparentemente sobrenatural lo cual acerca un poco su posición a la de este ensayo.
Se entiende que lo sobrenatural es aquello que escapa a la explicación lógica, medible y cuantificable exigida por las mentes superracionales, para darle a todo una visión de realidad, pero no por ello lo inexplicable deja de tener realidad. Tal vez lo sobrenatural como Lo Fantástico, son las excepciones de las que hablaba Jarry.
Por otra parte, Adolfo Walsh en su libro Antología del cuento extraño, trata de materializar una definición abordada desde la semiología cuya expresión ha hecho pasar muchas noches en blanco a quienes la han tratado de comprender, él dice: <>. De acuerdo, es posible que la realidad de lo manifestado por la acción fantástica no se materialice como se materializa un sándwich, por ejemplo, ante esto sólo podemos replicar: quién nos dice que algo debe poseer una manifestación material para que sea real o para que su existencia entre en duda. ¿No existiría el tiempo sin los relojes? ¿Acaso no existía el tiempo aún antes de que alguien tratara de crear un aparato que lo midiera y no por esto carecía de realidad? ¿Y, no es acaso esa la idea más fantástica que todos tenemos a mano, la de la existencia del tiempo?
Pasemos a una autora relativamente nueva con nuevos conceptos que aportar. No hace mucho la lingüista e investigadora búlgara Irene Bessire, afirmaba que no existe un lenguaje de Lo Fantástico. Algo que puede ser verdad, pero que aquí sólo dejaremos registrado puesto que nuestro interés va en otra dirección. Ella no define Lo Fantástico en sí mismo sino en virtud del lenguaje que ella misma dice no existe, así se atreve a afirmar que <>. Bueno, tal vez haya algo de razón en ella, pero y qué. Usa muchas palabras para al final no decir gran cosa, pues en resumen refiere a Lo Fantástico a ser sólo un acto mental tamizado por las vivencias y creencias humanas, sin que por ello tenga un asidero en lo real.
¿Es eso Lo Fantástico? ¿Tan sólo un hecho mental? ¿La ciencia ficción miente cuando su creador más insigne, Julio Verne, analizó los conocimientos y virtudes de sus contemporáneos y proyectándolos en el tiempo profetizó el viaje a la Luna, o la vuelta al mundo, o un paseo por el fondo oceánico mucho antes de que existieran los cohetes o los submarinos? O cuando uno de sus mayores exponentes Isaac Asimov, liberó de los límites de la imaginación la posibilidad de crear vida artificial en el laboratorio; todo lo que ellos dijeron, en su momento, se convirtió en algo tan fantástico que no parecía caber dentro de los límites de la posibilidad y ahora, gracias a ellos, cualquier proyección por extraña que parezca nos parece poca. ¿Es un hecho real o una especulación mental las miles de comprobaciones que hay sobre los poderes ocultos de la mente? Cientos de hechos comprobados atestiguan la posibilidad de la transferencia mental de ideas, imágenes y hasta conceptos, lo que llamamos telepatía, si no es un acto que se realiza a conciencia es porque aún no somos capaces de hacerlo a voluntad, pero que existe, existe.
Ahora entremos en el espinoso campo de la religión, donde casi cualquier cosa es aceptada en virtud de la fe. ¿Existe Lo Fantástico en la religión? Pecando de pragmáticos podemos aceptar que no hay nada más lleno de este sentimiento (si podemos llamarlo así) que la religión, cualquiera que sea, ya que en todas encontramos una gran dosis de historias, mitos y leyendas basadas en historias reales tan antiguas que escapan a nuestra comprensión, pero definitivamente pertenecientes a la realidad tal y como la concebimos. No daré ejemplos, pero Lo Fantástico es inherente a todo sistema de creencias, ¿y por ello no están acompañadas de la verdad? No lo creo.
Si fuésemos capaces de viajar en el tiempo encontraríamos la verdad del mito. Se sabe, por ejemplo, que todas las historias que se encuentran consignadas en la Biblia ocurrieron hace cinco mil años o menos a personas tan reales como usted o como yo, lo demás, lo que las hace bíblicas es el problema de las interpretaciones donde todo cabe y todo se vale y aún así no dejan de estar preñadas de Lo Fantástico tanto en lo sobrenatural como en lo cotidiano.
Para citar un ejemplo de aquello sobrenatural y fantástico en la religión podemos mencionar al diablo, de él se ha hablado mucho a través de los siglos; sabemos que aquella figura extraña nació en la edad media y se desarrolló hasta su máxima expresión durante la época de la Inquisición. No hace muchos años el Papa Juan Pablo II dijo que sí existía, él cree en el diablo, pero no le creamos a él que está demasiado influenciado, creámonos a nosotros y a nuestras propias conjeturas, pues creer en el diablo es creer en la maldad de nuestra especie y siempre que escucho las noticias estoy convencida de que habita un pequeño diablo en cada uno de nosotros. Entonces, nunca estarán de más las especulaciones; según los “expertos” de la Edad Media, Satanás tiene cuernos de carnero, patas de caballo y cola de burro, un perfecto híbrido surgido de la reunión de distintos cuadrúpedos, que eran los únicos animales que ellos conocían ¿Podría existir algo así?
Por qué no y aquí es donde empezamos a trabajar el fenómeno del extrañamiento para descubrir algo nuevo dentro de lo viejo; después de todo, existe un animal que tiene cuerpo de topo, pico de pato, pelo de marta, pone huevos y es mamífero, quién más va a ser sino el ornitorrinco, un tranquilo animal que parece haberse escapado de un libro de monstruos fantásticos; si existe el ornitorrinco, un ser difícil de encasillar, por qué no ha de existir un animal semejante al que describieron los “Santos Padres” de la Inquisición, de todos modos entre más se investiga más entendemos lo poco que conocemos de nuestro mundo natural y nada impediría a un científico loco engendrar un híbrido de ese calibre; a la luz de todo lo anterior sólo cabe afirmar que, Lo Fantástico, también existe en la naturaleza.
Fuera de toda especulación nadie puede negar que dentro nuestro habita muy profundo, pero en todos está un pequeño demonio armado con cuernos dispuestos a atacar y a herir a aquellos que se atrevan a hacernos daño, aunque a veces ni siquiera necesita alguien hacernos daño y ni siquiera tenemos que odiarlo, en ocasiones lastimamos a los que amamos sin querer, sólo porque sí y qué mejor excusa que dotar ese mal comportamiento con un carácter y vida ajena a nuestra voluntad: “yo no quise hacerte daño, fue el diablo que me poseyó y me obligó”.
Como se anota, en cada uno de nosotros hay un resquicio por donde aflora Lo Fantástico que habita en nuestra mente y cuerpo. Bueno sería que todos fuéramos capaces de disfrutar más de esa pequeña grieta y reencontrar nuestra capacidad de asombro, perdida no se sabe hace cuánto tiempo, ¿dónde habrá quedado esa capacidad, entre los libros, en los salones de clase o junto al televisor?
Ahora, en pleno siglo XXI entra un nuevo campo de definición para Lo Fantástico, el ciberespacio. Slavoj Zizek, en su libro El acoso de la fantasía, dice: <>. Hasta aquí Zizek. Literariamente hablando es verdad lo que él dice, pero dentro de ese mundo olvidado o perdido y en ocasiones desconocido al que queremos acceder, la entrada exclusiva a un espacio externo se invalida si vemos cómo Lo Fantástico está en todo y crea un diálogo interno, auténtico, que se materializa en la mente de todo el que converja en él, no sólo en su mente sino con todas las vivencias que se generen alrededor y que de quererlo lo puede compartir a través del diálogo directo o de una actividad artística.

III
Bueno, tal vez no sea fácil definir qué es Lo Fantástico, pero si siempre ha estado ahí como muchos dicen, dónde está, cómo lo podemos encontrar, qué podemos hacer para vivenciarlo.
Convivimos con Lo Fantástico de muchas maneras, pero como ocurre con las cosas, en el cotidiano fantástico también se elabora un proceso de extrañamiento cuando perdemos en el camino de la costumbre cosas como el concepto y el goce del tiempo, habitante primigenio del mundo fantástico. Hemos olvidado lo esencial del tiempo (a este también le quitamos su esencia cuando aparecieron los relojes) porque vivimos siempre pensando en el siguiente instante, no en el ahora, corremos siempre deseosos de alcanzar un plazo determinado tan sólo para empezar a preocuparnos por el siguiente (no queremos que se nos vaya el bus, que nos cierren el banco o llegar tarde al trabajo).
El olvido de Lo Fantástico se genera en el día a día, en la lidia contra nuestros demonios internos para no estrellarnos con el mundo bajamos la cabeza para dejarlo pasar y continuar ignorándolo, así creemos librarnos de otro problema en nuestra vida y reunir armamento para soportar lo que venga con actitud recia, con carácter, como suponemos le corresponde a la gente competitiva, dura e inteligente que se educó para sobrevivir al reto del progreso.
Muchas de las cosas buenas que nos ocurren se atribuyen a una mera y muy pequeña casualidad, en lugar de apreciarlas las dejamos pasar, cuando algo bueno ocurre es importante detenerse y disfrutarlo, gozar con su novedad, arrancarle la cotidianidad y reconocer que fue importante por insignificante que sea. Las líneas del destino, los azares de la fortuna, están ahí para que los conozcamos; querámoslo o no existen y pertenecen al terreno de Lo Fantástico en lo cotidiano, cosas que son abiertamente ignoradas por todos.
Estamos rodeados de cosas, personas y hechos fantásticos sólo que nos tocan la vida tan tangencialmente que no lo notamos, por eso su realidad nos parece tan precaria y lejana a lo que somos. Anhelamos vivir más a fondo, de niños soñamos con estar en un mundo lleno de posibilidades donde lo extraordinario nos rodee, pues todos comprendemos que una vida penetrada por Lo Fantástico nos ofrece más caras de la misma moneda que la que nos deja ver la realidad rutinaria. Pero todo cambia cuando crecemos, tanta razón, tantos conocimientos, tantos datos contradictorios, tanto luchar para mantenernos a flote, nos convierte en personas rudas con la mirada focalizada en un sólo sentido y nada nos permite alejarnos de ese axioma que parece regir nuestras vidas, “seamos realistas”.
¿Cuándo empezó esta disensión con Lo Fantástico? Probablemente cuando abandonamos la vida nómada, cuando el individuo se dejó de preguntar y aceptó como verdad lo que otros le decían sobre sí mismo y su entorno sin cuestionamientos, olvidó incluso la posibilidad de que los supuestamente sabios se podían equivocar o que aquello que era verdad para unos no necesariamente debía ser verdad para él, así el ser humano perdió en gran medida sus propiedades de observación y sorpresa.
Qué es el hombre de este tiempo sino un acumulador de referencias, un repetidor de datos e informaciones, no controla nada, todo lo controla a él. Acepta ciegamente que la verdad la tienen los otros, pero la verdad en este tiempo es tanta para ser procesada que no tendrá nunca ocasión para objetarla. El mundo tecnológico y social cambia tan rápido que, piensa, “para qué asombrarse”, además quien se asombra pierde. Asombrarse hoy en día denota falta de conocimiento, caducidad y es esta presión social por mantenernos a la vanguardia la que más nos está afectando; ya nadie se deja absorber por el simple hecho de vivir, no hay disfrute, lo novedoso no es novedad y lo nuevo tiende a viejo desde el momento en que aparece. Lo Fantástico desaparece en nuestras vidas, muy pocos reconocen el servicio de las cosas que hay a su alrededor o dialogan con el espíritu de ellas, por simple que sea, muy pocos son capaces de disfrutar lo que no puede ver y se sienten incapaces de descubrir algo nuevo. Qué somos sino máquinas controlando máquinas, compitiendo con ellas, casi anhelando estar dentro de ellas. Ya no queremos ser simples mortales de carne y hueso.
Admiramos a quienes crean su propia mitología, a quienes establecen leyenda a su alrededor y admirarlos es reconocer en otros Lo Fantástico. Como dice el poeta colombiano Armando Orozco, quien se pasa la vida tratando de dar explicación a sus múltiples parecidos físicos; hay quienes dicen se parece a Castro, otros a Facundo Cabral, incluso se parece al Ché Guevara, pero nadie dice que se parece a Armando Orozco; por eso se pregunta con jactancia: “cuando será que yo me pareceré a mí mismo”. Y no es que le moleste la confusión, al contrario, se aprovecha de ella y retoma ese halo de grandeza de los personajes con que lo confunden para crear su propia gloria. Saber esto hace que nos preguntemos: cuándo será que los humanos dejaremos de darle importancia a los otros y nos empezaremos a parecernos a aquellos personajes y seres fantásticos que hemos reconocido, creado y endiosado a lo largo de la historia, los mismos que después de creada la leyenda nos empeñamos en ignorar para no tener que soportar las odiosas comparaciones.
Quiénes somos sino el reflejo del vacío interior que hay en cada uno de nuestros contemporáneos, dejamos de creer, dejamos de soñar y ahora vagamos perdidos en la bruma de una realidad física que armamos para nosotros, ignorando otras realidades no menos reales pero sí más sutiles. Qué son los humanos sino seres anhelantes de encontrar la ventana que les permita ver, por fin, entre los resquicios de las leyes naturales, pero, de tanto ver el mismo muro estamos ciegos a ella. ¿Dónde está Lo Fantástico? Sería atrevido decir que está dentro de nosotros, pero somos los Hellen Keller del universo, ciegos y sordos a lo maravilloso, a lo inexplicado, a lo silente e intangible, al sentimiento y a la realidad de Lo Fantástico.

Citas
(1) ORTEGA Y GASSET, JOSÉ. La deshumanización del arte.
(2) BORGES, JORGE LUIS. Borges, el otro, el mismo.
(3) JARRY, ALFRED. Ubu rey.
(4) BESIERE, IRENE. El cuento fantástico.
(5) TODOROV, TZVETAN. Introducción a la Literatura Fantástica