por Daniel Vak Contreras
Escribo esta columna por encargo. Es casi como escribir un guión de teleserie o una tarjeta de navidad. Debo aclarar que la paga por este encargo es igual a cero. También es bueno aclarar desde un principio, que algunas que escribiré no serán del agrado de muchas personas, en especial de los grupies, que rondan como moscas en buenas y ricas tortas de cumpleaños.
Y en principio Ygdrasil es eso, una buena y exquisita torta. Claro que a mi, me gustan más las tortas que las cazuelas, y hago este ejemplo, esperando que las cazuelas no se pongan de moda. Otro punto que me gustaría dejar en claro es que Baradit escribe bastante bien y que en esta columna no hablaré de su técnica literaria ni la construcción de personajes, ni de los diálogos. Simplemente quiero hacer una reflexión respecto a lo que ha sucedido en el último mes en torno a Ygdrasil y su publicación.
Las preguntas y las respuestas pueden tener múltiples lecturas, y tal como en el oráculo de Delfos, hay que tener la mente muy abierta para saber preguntar y para saber que se nos esta preguntando.
¿La ciencia ficción es una mierda o simplemente una güeá?
En lo personal creo que la CF es una güeá. Es decir un constructo, un consenso, una marca registrada, que algún día fue impuesta a cierto tipo de literatura que usando alegorías científicas, relataba aventuras, criticas sociales, religiosas y que de una forma u otra intentaba mostrar un punto de vista diferente a los sucesos de una época determinada.
Dado este punto anterior, yo siempre me he considerado a mi mismo como un escritor de ciencia ficción, y como tal respeto el “género”, digamos estilo. Es por esta razón que la primera palabras que hizo que en mi mente se prendieran las alertas, fue la palabra “raro” que usó Andrea Palet para presentar la novela de Jorge Baradit.
Yo creo que las sociedades, cualquiera que sean, tienen cierto cupo de tolerancia para las “rarezas”, ya sea en la televisión (la mamá de Massu, o el pelo de Fernando Villegas) o el mismo Zombi en la radio, supongo que ustedes conocerán a los cientos de tipos raros que han tenido su minuto de gloria en la sociedad chilena. Asi espero que Ygdrasil no sea una de ellas, que no esté llenando el cupo de las cosas raras del mes y pase al olvido.
Antes de continuar, quiero reconocer dos cosas. La primera es que envidio a Baradit, y la segunda es que respeto el hecho de que él, a diferencia de muchos otros se dio el trabajo de terminar una novela de 200 o 400 páginas.
Puede ser que para los supuestos expertos chilenos, la novela sea algo rara, pero nuestro país tiene una larga historia de autores, y por cierto un público fiel, que se han acercado a la Ciencia ficción, la fantasía y el horror, de forma constante. Y desde este punto de vista comparto tal vez la idea de Luis Saavedra de que la publicación de Ygdrasil, más que un nuevo comienzo, o un punto de partida, es un hecho aislado.
¿Por que pienso que es un hecho aislado? Simplemente porque a lo largo de la historia de la CF chilena, los autores buenos y trabajadores siempre han sido publicados. Ya pasó en 1976 cuando Elena Aldunate, publica “La bella durmiente”. Es decir ejemplos como Jorge Baradit, hay bastantes. Pero la historia demuestras que estos autores son ejemplos aislados.
Y así como alguna vez fue Aldunate y Correa, esperemos que Ygdrasil no sea la excusa para las editoriales, para crear una manada de chicos ñoños ansiosos de comprar una literatura diferente, una historia que es, en palabras del propio Rodrigo Mundaca es “Una explosiva mezcla de animé, mitología americana, cyberpunk y violencia bizarra”.
Y para finalizar, yo admito que hay momentos en los cuales es bueno tomar distancia de ciertos fenómenos, no me considero ni amigo ni enemigo de Baradit, y tal vez por eso fueron elegidos Zombi y Ortega para presentar la obra. Pero honestamente esta movida comercial y de marketing, dejó a dos tipos que han apoyado 100% el nacimiento de Ygdrasil, y ellos son Rodrigo Mundaca y Luis Saavedra. Un aplauso para ellos, que debieron ser los presentadores de esta novela ciberpunk.
por Daniel Vak Contreas