Diversos autores chilenos se reúnen en esta antología del género, donde, siguiendo la definición más clásica (pero menos conocida), muestran en sus relatos diferentes aristas de lo fantástico, entendiéndolo como “la ocurrencia de un imposible”, lo que incluye el género del terror, la ciencia ficción, etc. Ya la portada (diseñada por Jorge Baradit y dibujada por Soledad Véliz) nos muestra una mixtura antropoide en un confuso fondo de retorcidos alambres (de los cuales surge), que presagia lo que está por venir. Si bien la ilustración es interesante, los dibujos presentes al interior del libro (también de Soledad Véliz y Pablo Santander), son irregulares, destacando aquellos que presentan los relatos de Sergio Fritz Roa y el de la misma Soledad Véliz. Continue reading «Poliedro I, varios autores»
Categoría: Bernardita Ojeda
Herencia de Edgar Unger
Aunque resulta un conocido tópico aquel que dice que no podemos juzgar un libro por su portada, debo comenzar esta reseña diciendo que ésta le hace un flaco favor a la novela (característica que se repite en la gran mayoría de las autoediciones de libros de ciencia ficción chilenos), primero, por la mala combinación de colores escogidos (negro y amarillo) en conjunto con la tipografía utilizada; que se ve anticuada y demasiado rígida por el serif. El color negro, además tiene demasiado peso ante una tipografía tan delgada, por lo cual los elementos de la portada quedan flotando, sobre todo el dibujo de Maytte Reyes, que en un estilo naif (por no decir derechamente infantil) se contradice con el tono de ciencia ficción hard que predomina en toda la novela, restándole mucha seriedad y profesionalismo a la propuesta. Para finalizar, ninguno de los elementos de portada tienen relación entre sí. Continue reading «Herencia de Edgar Unger»
El sexo de los ángeles
(la ciencia ficción escrita y las mujeres)
«Juro que: Renuncio a casarme salvo como compañera libre. Seré conocida solamente por el nombre de mi madre. No me entregaré a ningún hombre salvo por mi propio placer y deseo. Tendré hijos sólo para mí y por mi propia elección. No recurriré a ningún hombre en busca de apoyo o socorro. Y juro que las Amazonas Libres, todas y cada una de ellas, serán para mí como mi misma sangre, sólo a ellas deberé lealtad y ninguna recurrirá a mí en vano.»
(Juramento de las Amazonas Libres. Marion Zimmer Bradley).
Aun cuando es una mujer la que da comienzo de manera consensuada al género de la ciencia ficción (Mary Shelley en 1818 con “Frankenstein o el moderno Prometeo” donde los principales personajes son hombres, la criatura y su “padre”), si nos limitamos estrictamente a la cantidad, es por todos sabido que las mujeres escritoras de CF siguen siendo muy pocas. Por ejemplo en los premios del género, Nebula: de 40 galardonados, se ha otorgado sólo a 9 mujeres (con 13 premios). Hugo: de 53 galardonados se ha otorgado sólo a 8 mujeres (también con 13 premios. Aquí dejo fuera a Susana Clarke y a JK Rowling pues no han escrito libros de CF). Asimismo, el título de Gran Maestro de la Ciencia Ficción (Damon Knight Memorial) sólo lo han obtenido Ursula K. Le Guin y Anne McCaffrey (de un total de 20 galardonados). Comparativamente hablando, las mujeres escritoras son pocas y vemos además que los nombres galardonados son casi siempre los mismos: Louis McMaster Bujold, Ursula K. Le Guin, Connie Willis y en menor medida CJ Cherryh. Además, el hecho de vivir en países no anglosajones dificulta el conocimiento de más autoras, por la falta de traducciones al español, que son inexistentes o ya inencontrables en nuestro país (como es el caso de Kate Wilhem, Vonda McIntyre, Joanna Russ, Lisa Tutle, etc).
Lamentablemente, la idea general que existe sobre la relación de las mujeres escritoras y la CF es que éste ha sido el vehículo perfecto sólo para hablar sobre la situación de las mujeres y que muchas lo han usado para convertirse en voces autorizadas para hablar de temas feministas a ultranza; hecho resaltado de continuo en antologías y referencias y que incluso encuentra eco en la creación en 1991 durante la WisCon (convención mundial de CF con orientación feminista) del premio anual James Tiptree Jr. (paradójico seudónimo de la escritora de fantasía y CF Alice Sheldon) que se concede a autores de CF y fantasía que contemplen cambios en los tradicionales roles de género, en algún aspecto fundamental de la sociedad). Sin embargo, debemos tener presente que en un primer momento era necesario hablar del tema desde una perspectiva más “militante”, por así decirlo, como reacción natural a la visión que existía de las mujeres en la CF de los años cincuenta profundamente misógina. Así, muchas escritoras escogieron la CF para hablar sobre feminismo o temáticas de construcción social de la sexualidad, inversión de roles tradicionales, etc; primero en un plan “militante” y luego con discusiones complejas e integradoras sobre ambos géneros, donde fuera interesante describir cómo el rol de las mujeres no se limitara a seguir el patrón determinado por la sociedad y resultara iluminador imaginarse incluso que sucedería cuando un ser humano conoce a los integrantes de una raza alienígena donde su identidad sexual no es fija, ya que pueden ser hombre y también mujer de forma completamente natural (“La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K Le Guin), o cuando las mujeres resultan ser independientes totalmente de los hombres en una lectura nueva del mito de las Amazonas, en la trilogía de las Amazonas Libres de la saga de space opera Darkover de Marion Zimmer Bradley, o cuando las relaciones de poder entre hombres y mujeres se encuentren invertidas como en “La puerta al país de las mujeres” de Sheri S Tepper.
Entre las obras cumbre de este tipo de feminismo radical si se quiere llamarle se encuentra: “El hombre hembra” de Joanna Russ y “La serpiente del sueño” de Vonda McIntyre, ambos libros que muestran a mujeres realizando trabajos (y en puestos de poder) considerados tradicional e inconscientemente como propios de hombres y que hablan sobre mujeres que se labran sus propios destinos a través de viajes iniciáticos.
La ciencia ficción también es un vehículo para explorar posibilidades e imaginar que es lo que sucedería en un futuro cercano o lejano. En cierta medida permite construir sueños o pesadillas que funcionen como una suerte de advertencia de qué es lo que podría suceder en el futuro si no cambiamos lo que sucede hoy o como una suerte de proyección de que es lo que se desea ahora. Aquí es donde encontramos distopías como la de Margaret Atwood: “El cuento de la criada”, en la cual unos Estados Unidos post apocaliptico reconvertido al puritanismo con graves problemas de fertilidad, consigue solucionar a medias el problema estableciendo una estricta jerarquía de castas para las mujeres, la cual es ordenada por colores, donde las mujeres que aún son fértiles (que visten de rojo) son propiedad de determinados dirigentes y desempeñan para ellos una mera labor reproductiva.
Otro problema que existe sobre las mujeres escritoras y la CF es que hay toda una legión de ideas pre-concebidas, que en realidad corresponden a características atribuidas al género femenino y que se traspasan de manera casi osmótica a cualquier tarea que desempeñen, en este caso, la literatura de género (CF, claro está): una mayor sensibilidad, emotividad, una mayor preocupación por el lenguaje (escritura pulida), un desarrollo de personajes complejos que son los que dan espesor a la trama dramática, preferencia por las relaciones sociales o humanas (lo que llamaríamos CF “soft”) sobre temas militaristas o de orden estrictamente técnico o de ciencias “duras” (“CF hard”). Creo que resulta claro que estas características no son privativas del género femenino y si bien hay ejemplos notables de estupendo trabajo de personajes (por ejemplo la saga de Miles Vorkosigan de Louis McMaster Bujold, que se sostiene casi por sí sola en este hecho), gran descripción de actitudes y situaciones humanas enfrentadas a situaciones propias de la CF como los viajes en el tiempo (“El día del juicio final”, “Por no mencionar al perro” de Connie Willis); existen grandes autores que han explorado estos temas con maestría.
Al discutir acerca del género de los autores y las características en la escritura de unos y otros resulta fácil caer en discusiones eternas sobre el sexo de los ángeles, creo que es preferible disfrutar los libros independiente del género de su autor y darles la oportunidad de hablarnos de temas contingentes, de discutir claro, sobre el sexo de los ángeles.