Tras la primera semana, la gente comenzó a marcharse de la isla. Las gradas alrededor de la piscina estuvieron más vacías de lo común aquel día. Las enormes naves turísticas zarparon de vuelta al espacio interestelar. Los críticos y sanguijuelas del arte empacaron sus maletas en Venecia. Su decepción flotaba sobre la piscina cual perniciosa emanación nauseabunda.
Yo fui una de las pocas que decidió permanecer en Murjek, regresando diariamente. Durante horas admiré el trémulo fulgor azul reflejado sobre la superficie del agua. Boca abajo, la pálida silueta de Zima se desplazaba tan lánguida de un extremo al otro de la piscina que fácilmente podría ser confundida con un cadáver. Mientras le observaba flotar me pregunté la manera como narraría su historia, y quien estaría dispuesto a comprarla. Intenté recordar el nombre de mi primer periódico, allá en Marte. No pagaban tan bien como algunos de los más grandes, pero una parte de mí disfrutaba con la idea de regresar al viejo trabajo. Había pasado mucho tiempo… Continue reading «Azul Zima, por Alastair Reynolds»