Crónica personal acerca del árbol de la vida

por A. César Osses

Esto ha sido un poco vertiginoso: de pronto surge este novel escritor a quien siempre vi entre los colaboradores de TauZero, desde antes que me animara a escribir una que otra cosa para el e-zine, causando revuelo y apareciendo en distintas páginas de diferentes diarios y revistas. Lo conocí hace tiempo, en una casa en Ñunoa [Santiago], en el marco de una reunión para divertirse, y no trabajar, del equipo de TauZero. En ese momento no supe bien de quién se trataba, y para ser honesto, no retuve su nombre. En realidad no retuve el nombre de nadie: era cerca de la medianoche de un viernes, y para el momento en que me fui, robándome a Rodrigo, que era quién me había llevado para allá, a las tres de la mañana, mi cerebro y sus cortezas estaban funcionando a base de fuerza de voluntad.

Desde entonces no volví a ver o saber de Baradit más allá de ver su nombre en TauZero de vez en cuando, o en el sitio web de Tau, más recientemente. Siempre lo recordaré como el muchacho (a pesar de su edad, es un muchacho; no se me malinteprete, Jorge no es tampoco un patriarca) que en el momento que me iba desde esa casa que no sabría cómo volver a ubicar, estaba diciendo algo sobre amebas a la anfitrona, una tímida y poco convencida escritora potencial. Se lo comenté después a Rodrigo y me dijo así habla él, lo que entonces me pareció raro o extravagante, y hoy, un día después de terminar de leer su novela, me parece absolutamente comprensible.

Hace poco, por comentarios de Rodrigo, supe que Baradit le había dado el palo al gato al publicar su primera novela. Los muchachos de TauZero, en especial Rodrigo están exultantes de entusiasmo por el logro de Jorge, tanto que se palpa y se me ha contagiado, en la medida en que un intercambio de mails y algunas llamadas telefónicas pueden hacerlo. Es por eso que aquí estoy, algunos días antes del lanzamiento oficial en un evento multitudinario de la primera novela de Jorge Baradit, publicada por Ediciones B en la colección Nova, escribiendo lo que se me venga a la mente en relación a la novela a la que se dedica este especial.

Cabe destacar que Jorge Baradit se ha anotado de una vez varios hitos en el terreno de la ciencia ficción chilena, que no va al caso enumerarlos, tal vez porque en esta edición especial de TauZero van a enumerarse hasta la saturación, y porque por otro lado, no creo que sea capaz de recitarlos de memoria. Para lo que interesa. En esta nota lo que importa es tratar de hacer una pequeña crónica de cómo llega la primogénita de Baradit a mis manos, y mi experiencia con ella.

Cuando Rodrigo me comentó que estaba ad portas la publicación de Ygdrasil, la primera novela de Jorge Baradit, el nombre me fue familiar. Claro, en algún comic del Hellboy de Mignola se mencionaba Yggdrasil (nótese la duplicidad de la letra g) como el árbol de la vida, elemento central en una de las aventuras de este héroe colorado y de cuernos limados. Asimilé esta noción y la deje en stand-by. Por el nombre me imaginaba una fantasía con sables, armaduras y magia (una suerte de dragonada), y aunque no estaba en los hechos muy lejos de la verdad, en la forma estaba, por decirlo amablemente, un poquillo perdido.

Cuando por el foro se da la noticia de que se publica Ygdrasil y que está disponible en la librería, yo, curioso, pregunto “¿de qué se trata?”. Me responde Rodrigo, diciéndome algo como que “es un ciberpunk chamánico esotérico, o, en una palabra, una baraditada (sic)” y dejándome igual que cuando se termina de bailar la cueca: ahí mismo. Como Ygdrasil se publicó por entregas en TauZero, parcialmente, dudo que Rodrigo no supiera lo suficiente como para hacer una descripción en forma de nanocuento de la trama de esta novela.

Ante todo le recalqué que una baraditada no me decía absolutamente nada, a diferencia de otros escritores de trayectoria, como podría ser una philipkdickada, gibsonada, asimovada, stephenkingada, jrrtolkienada, jkrowlingsada, o una vargasllosada, garcíamarquezada, lemebelada, cortazarada, bolañada. Claro, Jorge Baradit recién publica su primera novela, mientras los otros… algunos se han podido dar el gusto de publicar póstumamente, mientras que Baradit tiene sus mejores años y novelas por delante. No me cabe duda de que a futuro bastará con decir que tal o cual novela es una baraditada para tener en claro de qué trata, y saber de quién tomó la influencia el autor.

En mi caso, al aclarar el punto anterior se me recomienda amablemente revisar los archivos de TauZero para imbuirme de los significados asociados a tan sorprendente género literario. La verdad es que me dio flojera hacerlo, y en mi primera visita a una librería me vi buscando Ygdrasil por los estantes, como quien no quiere la cosa. Ya conocía la portada: un fondo café con dos Y rojas superpuestas y desfasadas en 180°. Entonces fue cuando la vi y al girar la solapa reconocí a Jorge y pude asociar nombre con rostro: Nice to meet you, nuevamente. De ahí a dirigirse a la caja con la mano en el bolsillo hubo un paso, y mi sorpresa (grata) afloró al recibir el precio. Hombre, esto está muy conveniente, pensé.

En un país donde la lectura no es fomentada mayormente y a través de un círculo vicioso los precios se vuelven prohibitivos, un libro que sin ser barato es accesible a un espectro mayor de lectores en potencia se transforma en un respiro de aire fresco, siendo a la vez un parcial disuasivo a la falsificación. Vale la pena la inversión: la calidad de la edición es coherente con los otros libros publicados por Editorial B, lo que por lo menos garantiza un elevado número de lecturas antes de terminar con las hojas en la mano o la cubierta mellada. Las páginas alcanzarán a superar la década antes de ponerse amarillas, imagino, y las letras no se borrarán a causa de la fricción.

La contraportada tiene citas de dos personas que no alcanzo a imaginar el mérito que tienen para poner sus palabras ahí, en una zona que en lo personal, cuando tiene texto entre comillas, se transforma automáticamente en el análogo de la nota de cata de los vinos: pierde interés. De todas maneras leí las genuflexiones entrecomilladas, que me produjeron el mismo efecto que el de una nota de cata: me dejaron total y absolutamente indiferente y desinformado respecto del contenido.

Después de todo tendría que leer Ygdrasil para saber de qué trataba, que en el fondo es lo que cualquier lector ávido debe hacer con un libro. Cuando abrí el libro a lo más sabía que se trataba de ciencia ficción. No sabía si era hard o no, no sabía si era una space opera o un policial ciberpunk, o si era una digresión acerca de quiénes somos y hacia dónde vamos, si una complicada metáfora acerca de la existencia de dios, con minúscula. Me lancé a la piscina sin antes probar el agua con el dedo gordo del pie izquierdo, sin comprobar los niveles tampoco.

Después de leer la novela, siento decepcionar: no he renacido, ni tampoco ha cambiado mi visión del mundo, ni soy un ser humano diferente ni tampoco he visto mis creencias tambalearse, mi líbido no sufrió ninguna variación ni he perdido más peso. Me liberé de sus hojas, lo que es diferente. Tal vez en un principio me costó entrar, y pudo ser circunstancial ya que empecé a leerla viajando en tren. Pero cuando me capturó, me dejó pensando y cuando me alejaba del libro, siempre tenía ganas de regresar. Prueba de ello es que me tomó 4 días en leerme el 90% restante de la novela, en semana laboral, pasando casi 12 horas fuera de casa, restándole tiempo al merecido sueño. Y sin llevármela al trabajo.

Se nota con bastante claridad la influencia de William Gibson en los pasajes oníricos, la claridad justa de las descripciones que obligan al lector a activar y operar bajo sobrecarga su coprocesador imaginativo. Para ser una novela de ciencia ficción no-hard, me resultó extraño no encontrar ningún Smith o James o Roberts. Suena extraño un relato de ciencia ficción entre cuyos personajes haya un ona, o que suceda en Latinoamérica y el Caribe. En la novela se mencionan invunches, lautaros, chamanes, fantasmas, mexicanos, tontos, médiums y políticos corruptos. A pesar de (o tal vez precisamente debido a) ello es que el relato entretiene. Nunca supe qué clase de carta tenía el autor bajo la manga al dar vuelta la página.

Si algo puede caracterizar Ygdrasil es el exceso. Las descripciones de muchas de las escenas rayan en la brutalidad, en el más absoluto y puro gore, el sadismo y el snuff. Es como inspirarse en “lo que pasó con la tripulación del Event Horizon en la otra dimensión” y Urutsukidoji para crear todas las sofisticadas formas de tortura y mutilación descritas. Si alguien quisiera llevar Ygdrasil al cine, el guionista encargado de la adaptación debiera prepararse sicológicamente para la tarea asesorado por profesionales, y los productores encargar un gran suministro adicional de sangre artificial, para hacer una buena adaptación, por lo menos. Y medio Fort Knox para sobornar a todos los entes calificadores del planeta, claro está.

A pesar de lo barroco y sanguinolento de las impactantes descripciones, lo excesivo de algunos pasajes, de la multitud de dobleces irreales a las leyes físicas y biológicas que las vuelven completamente desconocidas e insalubres, la novela primogénita de Baradit entretiene y captura al lector arrastrándolo en un viaje por lugares que no existen, no pueden o no deberían existir, y no se excede con evidentes citas oscuras y misteriosas referencias que terminan por desorientar y confundir, transformado un relato en un texto que busca hacer patente la inmensa erudición del autor frente a la supina ignorancia del lector.

Los abismos a los que Baradit expone inmisericordemente al lector de Ygdrasil tienen un aire familiar, un aroma a tacos, a empanadas, a mojitos, a tiple y charango, a sikus y pifilcas, a batá y kultrum. Amante de la palabra imposible, Baradit no tiene muy claro el concepto de dicho vocablo, y ahí está: ha publicado una novela de ciencia ficción latinoamericana, con una clara identidad, poseedora de una impronta que la distingue frente a otras novelas de CF que con el tiempo han ido pasando por mis manos.

011105 (addendum)

Asistí ayer al lanzamiento de Ygdrasil en la Feria Chilena del Libro, llevada a cabo en Santiago. Un hermoso día me permitió gozar con todos mis sentidos de la belleza femenina que merodeaba entre los estantes, buscando algo para leer. Objetivamente puedo decir que la Feria, a pesar de la impresionante cantidad de textos expuestos, sólo contaba con un reducido número de textos de CF, y entre ellos, el más original es Ygdrasil.

Jorge Baradit tuvo la deferencia de autografiar mis copias, después de un día propenso al síndrome de túnel carpiano dado el inmenso número de dedicatorias y firmas, todas ellas realizadas con pulcritud, dedicación, y por qué no decirlo, creo que hasta con placer. No tiene Baradit el talento de otros escritores de fama y renombre, que garrapatean asqueados algo más parecido a una receta escrita por un médico (por lo ilegible) para firmar la mayor cantidad de libros en el menor tiempo posible, sino que se daba el tiempo para producir texto manuscrito personalizado y claramente legible. Aunque Baradit haya firmado algunas copias – dicen – con su propia sangre, el resto las firmó con el corazón. (Si me permiten la licencia: de haber firmado con su sangre habría llegado a la anemia antes de la presentación.)

En la presentación habló la editora de Ediciones B, dos personas con cierto arrastre mediático, y el autor. La frase más repetida por la editora y el duo mediático-publicitario: “lanzarse a la piscina con Ygdrasil”. Concuerdo plenamente con el cliché, ya que desde el momento en que tuve el libro en mis manos la sensación fue la misma. Si para los editores, que ven el provecho comercial antes que otros méritos, fue una movida arriesgada, los lectores también corremos el mismo riesgo ya que desde las páginas acecha un texto original y malvado, listo para devorar a quien se atreva con él. A estas alturas, y después de ver en la caja de Ediciones B una cola de personas con la novela en sus manos, Ygdrasil debe estar masticando plácidamente varios lectores lo suficientemente valientes o incautos como para lanzarse a las fauces abiertas de la primogénita de Baradit.

Finalmente, lo que todos esperábamos (y por todos entiéndase todos los que alcanzamos a caber dentro de la sala destinada al efecto; algunos debieron oírla desde el pasillo): la presentación en sociedad de Ygdrasil y el speech de Baradit. Un contingente importante de bilbliófilos, frikis de la CF, admiradores de la editora de Ed. B, seguidores incondicionales de Baradit y uno que otro curioso o despistado que no tenía idea de dónde se metía guardaron respetuoso silencio mientras el autor hablaba. A ratos Hikaru, pequeño sobrino del autor, amenizaba la charla, de por sí amena, que como correspondía dejó reducidas a meras intrascendencias las intervenciones anteriores.

Baradit habló de Latinoamérica como un crisol, una cazuela sobre el fuego, con todos los ingredientes pero a medio cocer. Habló de no ser inventor de nada, declarándose culpable de magnificar con la lupa de su pluma y una “mente algo trastornada” lo que tenemos cotidianamente entre nosotros, y que por tenerlo a diario en portadas hemos dejado de verlo. Habló de la capacidad que todos tenemos de crear, de hacernos “estallar la cabeza” con ideas, de transformarnos en “úteros que parimos mundos”. (Unos asientos más allá, Rodrigo tomaba nota de las frases para el bronce grafitteando frenéticamente la pantalla de su handheld, mientras que desde atrás los flashes amateur inmortalizaban mil veces el cuarteto presidido por la estrella del momento.)

Espero (y tal vez me acompañen en el sentimiento otros ávidos lectores de CF) que, siguiendo los pasos de Baradit e Ygdrasil, las editoriales se atrevan a publicar a los escritores nacionales que ya son conocidos por un reducido grupo de lectores en el mundo (aún) under de la CF chilena e ignorados por todo el medio literario que se dedica a comercializar libros de autoayuda, de parrilla chilena (como si fuera mucha la ciencia de tirar un pedazo de carne con sal a una parrilla) y novelitas románticas con regusto dulzón a perfume de bisabuela, escritores a los que el autor se refirió como “próceres y mártires” de la CF chilena, hoy en pañales cuando hace tiempo que debe, y puede, vestir ropas de adulto.

por A. César Osses

La Membrana de la Realidad

Si mi anterior reseña de Neuromante llegaba con algo más de dos décadas de atraso, ésta llega con un poco más de cuatro. Algo inaudito para los adalides de la modernidad, incondicionales de lo último, devotos del top-notch y state of the art. Total, para eso existen los best-sellers y quienes los reseñan en las solapas en términos de two thumbs up!!! o exaltadamente la mejor novela de acción fantástica desde [inserte nombre de otro best-seller de renombre] en la contratapa. Para ser justos con la verdad, algunos sí son buenos.
exxUn servidor aprendió a leer y a escribir en la década de los ‘80, y aunque fui siempre un lector ávido, recién a comienzos de los 90 empecé a leer ciencia ficción post-Verne, después de pasar por los clásicos sudamericanos y europeos. (A propósito, se siguen publicando reseñas de Los Miserables o El Cantar del Mío Cid, y hasta ahora no he oído a nadie decir que llegan con algunos siglos de atraso).
exxPor cierto, más de alguno de los lectores de Tau calza con el perfil de haber nacido en los 80 y estar recién empezando a apreciar la ciencia ficción; por supuesto que habrá lectores de Tau que podrán ser de la generación de los 80 o 90 y ser lectores hardcore de ciencia ficción dura, así como otros quienes tengan por sinónimo de ciencia ficción a Las Crónicas de Riddick.
exxPara aquellos que lentamente se empiezan a sumergir en las profundidades de este género literario, esta reseña con cuatro décadas de atraso podrá serles de utilidad. Si alguien más, por vasto que sea el universo de libros que haya leído, queda interesado por El Hombre en el Castillo de Philip K. Dick (publicada originalmente en 1963), esta reseña habrá cumplido su cometido.
Yo nací 14 años después de que se publicara, así que algo del mundo moderno (que últimamente tiene más de moderno que de mundo) influenciará mi apreciación de El Hombre. Recuerdo que hace no tantos años fui al cine a ver The Matrix. Poco después ví El Piso 13 (o como se llame originalmente), y ya puestos, The Truman Show. Y ya había leído los primeros cuatro volúmenes de La Torre Oscura. ¿Qué tienen en común con El Hombre en el Castillo?
Todos fueron posteriores y todos comparten la idea de realidades paralelas, artificiales o no. Sin embargo, El Hombre logra poner elementos o personajes familiares en realidades que no podrían o no deberían existir, de modo que logran parecer nuevos y desconocidos.
exxPhilip K. Dick mantiene su usual estilo de pluma ágil y entretenida, con descripciones de una profundidad exacta, lo suficiente para que el lector se moje sin sumergirse en el ambiente del relato: lo justamente necesario para que el resto del trabajo lo haga la fértil imaginación del lector. Es justamente éste estilo el que le ha permitido a Dick ser uno de los autores cuyas novelas y cuentos más se han adaptado al cine, con disparejos resultados. ¿Quién recuerda Impostor?
exxEn los momentos en que escribo ésto se está llevando a cabo la reunión de los G8 (o G7 + EEUU) en Escocia, y en la madrugada de ayer se produjeron una serie de mortíferas explosiones en Londres, tanto en el Underground como en los buses de dos pisos que todos conocemos. El número de muertos causados sigue en aumento.
exxSe piensa que el autor intelectual de estos atentados sería Osama Bin Laden, enemigo número uno de EEUU y socio comercial de la familia Bush, la familia del presidente de ese país. La tesis cobra fuerza porque el modus operandi es muy parecido al de los atentados del 11-M, en Madrid, que al igual que los de Londres revindican la salida de los invasores yankees de Irak. Al igual que en Madrid y New York, quedan muchas dudas en el aire.
exxToda esta escalada de miedo al terrorismo es auspiciada gratamente por los halcones de la Casa Blanca, puesto que sirve de apoyo a los intereses transnacionales de este gobierno, malcriado y falto de contrapeso desde el colapso de la URSS el ‘89. En rigor es desde el fin de la Segunda Guerra que el autodenominado “guardián de las democracias del mundo” (siempre y cuando les sean proclives) abiertamente se empieza a portar mal. Todo porque según sus propios historiadores, ganó la Guerra. ¿Y si la hubiese perdido?
Ésta es la situación que Dick explora en El Hombre, creando una posguerra distinta a la que conocemos. Los EEUU no son sino un territorio ocupado, repartido entre las dos grandes potencias mundiales: Japón y Alemania, el nunca extinto Tercer Reich. Así fijada la situación, Dick imagina el futuro potencial de cada imperio.
exxNaturalmente, si el autor no da en el clavo, pega muy cerca. Japón busca consolidar su dominio sobre su territorio mediante el comercio y los negocios. A su vez, el Reich es una potencia aeroespacial, que empieza a preparar una expedición a Marte. Por supuesto, Von Braun nunca emigró a EEUU, y ese país es literalmente nada.
exxEn la novela, EEUU se reduce a una delgada franja pobre y subdesarrollada entre los territorios ocupados por las potencias. El lado este es alemán, mientras que el lado oeste es japonés; el centro mantiene un estilo de vida rústico y campesino, sin aviones ni tecnología posguerra: una apología del country llevada al infinito.
exxEs la Guerra Fría, pero con otro sabor. Cada territorio ocupado, ex-EEUU, absorbe la cultura del invasor. Bye bye, american way of life, la pesadilla de Roosevelt hecha realidad. En el lado este del país no se ha terminado el antisemitismo, y en el lado oeste los antiguos ocupantes son ciudadanos de segunda categoría.
exxTambién, para mi sorpresa, el cargo de Reichsführer es ocupado por otro de los personajes reales que secundaron a Hitler, y la elección o designación de su sucesor revoluciona la diplomacia mundial, al igual que revolucionaron el mundo las últimas dos elecciones en EEUU.
exxEsta novela me deja la clara impresión que Dick está influido por los acontecimientos relativamente recientes de la historia de su país, tendiendo a mostrar a los japoneses, a pesar de su milenaria cultura y amplio protocolo, como personajes ruines. En cambio los alemanes son refinados, ciertamente globales y científicamente avanzados, una extrapolación de los verdaderos EEUU de los 60.
exxBajo esta situación de realidades alternativas cabe preguntarse si no estaremos viviendo un sueño (desde Calderón de la Barca a los hermanos Wachowski) o si coexistimos con infinidad de realidades marginalmente diferentes una de otra, cada una relativamente real respecto de las otras (desde Einstein a Stephen King). ¿Cuántas veces no habremos irrumpido inesperadamente en alguna de las otras realidades y no nos percatamos, sencillamente porque no pudimos notar las diferencias?
exxUn amigo me comentó que Philip K. Dick se inspiró en el I-Ching para escribir El Hombre en el Castillo, cosa verosímil ya que al prepararse para seguir cualquier curso de acción, los personajes del relato que habitan la costa oeste de norteamérica lo consultan profusamente, interpretando detenidamente los resultados obtenidos, evidenciando el conocimiento del autor en el I-Ching.
exxEste amigo también me contó que Dick habría consultado el oráculo preguntándole ¿cuál es la verdadera realidad? Mi informante dejó la respuesta del oráculo en suspenso, y sólo nos queda el remedio de fantasear con ella.

Ficha técnica:
Título original:El Hombre en el Castillo
Autor: Philip K. Dick
Editorial:Minotauro
Año de edición:2002

© 2005, A. César Osses Cobián.

Neuromante, la lírica del silicio

por A. César Osses Cobián

Hace una pila de años, el bizarro cantante inglés punk-pop (o pop-punk, o soft-pop-punk), famosillo en los tempranos 1980, William Michael Albert Broad alias Billy Idol, sacaba varios videos que aunque trataban de ser rupturistas, a mi me recuerdan inevitablemente, sobre todo por los vestuarios, a la película Dune. En rigor eran una suerte de confusa y disparatada mezcla entre Dune y el video de Thriller, de Michael Jackson. Antes de desaparecer por un largo tiempo de las estanterías de las disqueras, Billy Idol grabó el 1993 un álbum llamado Cyberpunk. Curiosamente, contenía un track llamado Neuromancer.

Hoy Billy tiene un nuevo álbum, pero si lo menciono aquí es únicamente porque fue gracias a una reseña de ese álbum (que nunca escuché, dicho sea de paso) leída por esos años en el diario peruano El Comercio, que supe que existía una palabra que definía un género literario, y que una de las canciones llevaba por nombre el título de una de las grandes novelas de quien es conocido como el padre del cyberpunk.

Pero ¿qué es cyberpunk? preguntarán algunos. Sin considerarme un experto, puedo decir que es un subgénero de la ciencia ficción. Elementos comunes: implantes hi-tech, prótesis avanzadísimas, avances en medicina que muy bien podrían ser reales en un par de cientos de años más (si el planeta logra resistir hasta entonces).

Llegué de casualidad a Neuromante. Hace bastantes años atrás era un ávido coleccionista de cómics, y rebuscando ociosamente una tarde entre las novedades aún no expuestas de la tienda (debo observar que era cliente frecuente, de ahí la confianza) me di de narices con uno enorme, titulado Neuromante. Viñetas pintadas con pinceles y pintura; creo que era anterior a las separaciones digitales. Una belleza.

Pero me alejo del tema. El cómic se basa con bastante realismo en el primer tercio del libro de Gibson. Para hacerse una idea general de la ubicación, del ambiente, recuerden Blade Runner, de Ridley Scott. Cuentan que cuando William Gibson terminó de escribir Neuromante salió al cine, a distenderse, y para ello eligió Blade Runner. Salió aterrorizado a los quince minutos, temiendo que lo acusaran de plagio.

El protagonista central de la historia es un “cowboy”, llamado Case, que en un tiempo anterior, por querer pasarse de listo, pagó con su sistema nervioso tal atrevimiento. Este personaje sería el equivalente de comienzos de los 1980 de nuestros modernos hackers, y para navegar por el ciberespacio (que dicho sea de paso, es un término que pertenece a William Gibson) no se sienta frente a un PC sino que se conecta a nivel sensorial, por lo que la integridad del sistema nervioso es primordial.

Al quedarse sin su principal herramienta para trabajar, empieza a descender aceleradamente por la escala social, llegando a ser un matón barato. En estas condiciones es reclutado por el enigmático Armitage, por intermedio de Molly. Ella es una asesina a sueldo modificada tanto física como genéticamente, alcanzando así el extremo de la performance humana para lograr ser lo más letal posible.

A Case se le restaura quirúrgicamente el sistema nervioso y le proporcionan el equipamiento necesario para volver a entrar al ciberespacio, todo con cargo a la aparente infinitamente profunda billetera de Armitage. El plan es simple: reclutar una serie de miembros para una secreta misión, y cuya finalidad es desconocida; para ello, cada nuevo miembro reclutado será parte activa en el reclutamiento del siguiente.

En ese futuro las inteligencias artificiales son comunes, empleadas por las grandes corporaciones transnacionales para resolver asuntos estratégicos y de negocios. Existe un encargado de evitar que las inteligencias artificiales se vuelvan… bueno, “inteligentes”; es el caso de la mente detrás de todo, una IA que es lo suficientemente inteligente para percatarse de que sin ayuda no podrá evolucionar.

“¿Cuando una inteligencia es artificial?” parece ser la pregunta de fondo de esta novela. Y vaya que es complicada la respuesta; no es sencillo descubrirla leyendo entre líneas, ya que no es una novela fácil de leer. Esta novela demanda del lector una imaginación fértil, una capacidad de concentración muy ejercitada y por sobre todo, voluntad para abandonar la lectura.

Lo último no tanto por lo adictivo de la trama o por lo trepidante de la acción, sino porque resulta bastante difícil poder seguir los vericuetos de razonamiento del autor si se lee de a pocos, de unas pocas páginas cada vez. Además el texto está plagado de nombres hoy conocidos mezclados con otros, fruto de la imaginación de Gibson.

Los lectores del ámbito de la electrónica o informática podrán sonreír socarronamente al leer varios de estos nombres, ya sea por su uso en un contexto erróneo o por designar algo completamente diferente. Sin embargo… ¿quién dice que el futuro no puede llegar a ser así? Gibson construye un futuro bastante plausible, y no muy complicado de creer, ya que es completamente consistente y que no da la sensación de estar navegando en las páginas de una novela de J.K. Rowling.

He tenido la oportunidad de percatarme de la influencia de esta novela en muchos ámbitos. En anime, en el caso de Ghost in the Shell, se pueden ver varios elementos familiares una vez que ya se ha leído Neuromante. También en / de Greg Bear puede notarse cierta influencia cyberpunk gibsoniana, tanto por los implantes, como por otras piezas tecnológicas vistas por primera vez en Neuromante. Johnny Mnemonic, personaje central de la película del mismo nombre, también es mencionado, curiosamente, de pasada.

En resumidas cuentas, tras leer lo que se ha dado en considerar la piedra angular de la literatura cyberpunk, puede decirse que tanto los microchips como el ciberespacio tienen cabida dentro del lirismo de la pluma de Gibson, así como los ambientes densos y recargados de elementos familiares y extraños, yuxtapuestos sin ningún orden ni concierto en una melodiosa cacofonía.

por A. César Osses Cobián

El Código Da Vinci: A la caza del Santo Grial

Por A. César Osses Cobián

Esta novela había estado en las estanterías cuanta librería he recorrido en este último tiempo, hasta que decidí comprarla. Todo ello gracias a los curas católicos conservadores. Fue tanto el polvo que levantaron los señores de las sotanas negras (no tanto como el que se levantó al saber el gusto de estos bueyes viejos por el pasto tierno), criticando sin haber leído, alzando sus rosarios y cruces al viento para impedir que leyéramos, que me dije: El escritor tiene que haberles puesto el dedo en la llaga. Y con sal.

Para ser honesto, el libro no me había llamado la atención, al extremo de ni siquiera levantarlo para leer las solapas. El título del libro no me decía mucho, así como tampoco el nombre del autor: Dan Brown, hijo de un matemático y una cantante de música sacra, un perfecto desconocido para quien, como yo, no es muy amigo de los best sellers. Algunos he leído, pero prefiero leer textos más demandantes: algún clásico, algo de Chomsky, algo de ciencia ficción dura (Greg Bear) y reciente/tardíamente he descubierto a Sagan transmitiendo en frecuencias que hace ya un tiempo escucho.

El Libro

La portada no dice mucho: unas puertas cerradas sobre un fondo rojo con facsímiles en bermellón de la escritura invertida de Leonardo Da Vinci y, bajo ellas, la intrigante mirada de la Giocconda. Nada. La versión en inglés contiene un secreto oculto en la tapa, en forma de unas coordenadas, las que puestas en un buscador (en Internet), entregarán una pista para la siguiente novela de Brown, que se cree verá la luz en 2005. No me he fijado si la edición de Umbriel (la que se vende en Chile) tiene esta misteriosa clave oculta en su portada.
El día en que compré el libro leí finalmente las solapas, en las cuales pude informarme que Dan Brown ya ha escrito (con éste) cuatro best sellers, todos ellos basados en investigación para representar hechos y lugares con acuciosidad. En mi opinión, investigación para poder relatar acertadamente la forma en que los curadores de los museos marcan las obras que van a ser restauradas, o la ubicación de las calles en París o Londres, de forma que si un curador o un parisino/londinense leen el libro no hallen divergencias con la realidad. Pese a lo anterior, Dan Brown escribe best sellers, al fin y al cabo.
La novela es un buen thriller. Entiéndase que thriller es sinónimo de acción y suspenso, no actividad intelectual. Brown trata el misterio mediante el recurso de ocultar/retener información al lector, aunque no es necesario un CI muy elevado para adelantarse un poco a los acontecimientos.

No es Dan Brown un Arthur Conan Doyle moderno, ni tampoco un Hitchcock en términos del suspenso de su historia, o un Neruda, en el lirismo de su pluma. El final puede ser dual: imaginado/inesperado. No es un mal final, aunque podría ser mejor; si consideramos que la próxima novela de Brown partirá donde termina El Código Da Vinci, el final tiene otro aspecto dual: final/principio.
El Código Da Vinci es pródigo en persecuciones, y bastará decir que los personajes principales son una criptóloga y un simbólogo, para entender que hay códigos, y muchos. A lo largo de la historia se tienen que ir resolviendo, entregando un acertijo que contiene en sí mismo la pista para su respuesta. Invariablemente.

Casi todos los acertijos son duales: acertijo/respuesta. Las respuestas en sí mismas son duales: respuesta/pregunta. Este es un aspecto de la novela que Dan Brown explota muy bien: la dualidad de las cosas. No es que los símbolos/claves/pistas sean ambívocos: por lo general su significado es uno solo, pero el símbolo/pista/clave es a la vez otra cosa, así como algunos de los personajes también son duales.

Sin embargo, y aquí empezaré a referirme al fondo, las pistas para resolver los acertijos/códigos/claves son milenarias, centenarias, y están en las obras de Da Vinci (La Virgen de las Rocas, la que está expuesta en el Museo del Louvre, y no la Galería Nacional de Londres, o La Última Cena, por ejemplo), de Newton, Disney (sí, sale mencionado), Botticelli y Víctor Hugo, entre otros.

La Historia

La trama del libro gira sobre la existencia del Priorato de Sión, organización que tuvo como tropas de choque a los Caballeros Templarios, y cuya misión es proteger un secreto que los hace muy poderosos; secreto que la iglesia católica quiere para sí, para proteger la integridad de una fe que hace agua por todos lados.

Esta organización secreta europea, fundada en 1099, ha sido presidida en tiempos
antiguos por los notables que he mencionado anteriormente, amén de otras figuras no tan notables pero por ello no menos importantes. Sus nombres fueron conocidos cuando, en 1975, la Bibliothèque Nationale de París descubrió los documentos llamados Les Dossiers Secrets.

El secreto del Priorato es la identidad del Santo Grial, que no es un cáliz (aquel en que se supone Jesús bebió vino durante la última cena) sino una persona: María Magdalena. Y aquí es donde las sotanas se agitaron, los curas alzaron sus breviarios, y no me cabe duda que algunos incluso se convulsionaron en un éxtasis paranoide, temiendo una conspiración (ya que está de moda) del ateísmo y laicismo internacionales para desprestigiar a la iglesia católica. Nótese que la escribo con minúsculas.

María Magdalena fue la esposa de Jesús, y con Jesús tuvo hijos e hijas. María no era prostituta, sino que la iglesia católica desprestigió de esta forma la imagen femenina, desterrando de esta forma a la mujer en la nueva (en ese entonces) religión, hasta los días de hoy. Esta religión, creada por un emperador romano, amalgamando ritos y creencias de religiones mucho más antiguas y de distinta procedencia, fue diseñada a medida para unificar un imperio que se caía a pedazos.

Paréntesis

Tengo que hacer una pequeña disgresión, y referirme al satanismo. Todos conocen la iconografía del satanismo: pentáculos, altares de piedra, personas en túnicas negras, antorchas, ritos circulares. Todos se imaginan que el diablo tiene pezuñas, y cachos, y barba, y porta un tridente. Todo esto es, para resumir en una sola palabra todos estos conceptos, pagano.

¿Qué es pagano? Pagano viene de la palabra latina pagan, que significa campesino; éstos tenían sus rituales, todos centrados en la divinidad de lo femenino, en la fertilidad de la tierra, y sus símbolos son los que la iglesia desprestigió asociándolos a la máxima expresión de maldad: Satanás, también llamado Baphomet (nombre original del dios pagano de la fertilidad). El tridente pertenece a Neptuno/Poseidón, por si acaso: no es inventado.

Así, desprestigiando la imagen de la religión que adoraba a la mujer como divinidad procreadora de vida, desprestigiando a la mujer de Jesús, la religión católica se formó en base a la premisa de que Jesús era un ser divino; la existencia de María Magdalena, casada con Jesús, y madre de sus hijos echaría por suelos la teoría del Jesús hijo de un dios, y daría pie a la más racional idea de un Jesús muy especial, pero humano al fin y al cabo, y no divino.

Reflexiones

No sé cuánto del libro es realidad y cuánto fantasía: los mismos sacerdotes (y sus respectivas alimañas) que denostan esta novela ni siquiera la han leído antes de decidir que sus corderos no deben leerla, antes de vetarla porque pareciera que el contenido no les gustará (o podría descorrerles el velo). La verdad es que esta novela no provocará que un creyente convencido o un fanático deje de lado sus creencias ni que un agnóstico sea más ateo; simplemente entrega una visión de Jesús, distinta a la monopolizada por el Vaticano. Y la tomas o la dejas.

El gran elogio que puede hacérsele a este libro, al margen de las obvias críticas, es que expone en forma amena y cautivante la existencia del Priorato y la historia de los Caballeros Templarios, la existencia de una imagen de Jesús alternativa a la que venden los curas, se da vueltas por los terrenos de la simbología en las obras de Da Vinci, la verdad de las Cruzadas (tal vez) y los diversos mitos que rodean al Santo Grial y su búsqueda. Es decir, expone un conocimiento existente y soterrado en forma accesible al pueblo.

En esencia, la historia que relata Dan Brown resulta ser una moderna búsqueda del Santo Grial, que empieza en París, se extiende a Londres y regresa a París. Insisto, no sé cuánto de lo contado es realidad, y cuánto es ficción; da la impresión de estar bastante documentado, pero para creerle completamente, falta algo muy importante: las referencias. Así que se me ocurrió visitar el sitio web de Dan Brown (www.danbrown.com). Los resultados los presento al final. De hecho, las pinturas, ubicaciones, los documentos históricos y las organizaciones descritas en la novela existen realmente.

Es interesante la dualidad del libro, como vehículo de entretención/difusión, libro/puerta. Puerta para que quienes se sientan interesados por lo que los personajes del libro relatan, puedan adentrarse por su cuenta a profundizar en textos que investigan a los Templarios, o que profundizan en la simbología presente en las distintas obras artísticas contemporáneas o pasadas. Incluso puedan llegar a encontrar textos acerca del contenido de los pergaminos del Mar Muerto, que también son mencionados, aunque de pasada, en El Código Da Vinci.
A pesar de (o tal vez debido a) las quejas de tanto religioso de sotana y capello, El Código Da Vinci se está volviendo un éxito de ventas. No hay que olvidar que es un producto de la imaginación del autor, y que como tal puede tener imprecisiones o errores; sin embargo es un texto que cautiva desde las primeras páginas, y se lee como una adicción. Léanlo, que nadie va a excomulgarlos por ello.

Bibliografía parcial de El Código Da Vinci

* The History of the Knights Templars, Charles G. Addison
* Rosslyn: Guardians of the Secret of the Holy Grail, Tim Wallace – Murphy
* The Woman With The Alabaster Jar: Mary Magdalene and the Holy Grail, Margaret Starbird
* The Templar Revelation: Secret Guardians of the True Identity of Christ, Lynn Picknett & Clive Prince
* The Goddess in the Gospels: Reclaiming the Sacred Feminine, Margaret Starbird
Holy Blood, Holy Grail, Michael Baigent, Richard Leigh & Henry Lincoln
* The Search for the Holy Grail and the Precious Blood, Deike Begg
* The Messianic Legacy, Michael Baigent
* The Knights Templar and their Myth, Peter Partner
* The Dead Sea Bible. The Oldest Known Bible, Martin G. Abegg
* The Dead Sea Deception, Michael Baigent, Richard Leigh & Henry Lincoln
* The Nag Hammadi Library in English, James M. Robinson
* Jesus and the Lost Goddess: The Secret Teachings of the Original Christians, Timothy Freke & Peter Gandy
* When God was a Woman, Merlin Stone
* The Chalice and the Blade. Our History, our Future, Riane Eisler
* Born in Blood, John J. Robinson
* The Malleus Maleficarum, Heinrich Kramer & James Sprenger
* The Notebooks of Leonardo da Vinci, Leonardo da Vinci
* Prophecies, Leonardo da Vinci
* Leonardo da Vinci: Scientist, Inventor, Artist, Otto Letze
* Leonardo: The Artist and the Man, Serge Bramly & Sian Reynolds
* Their Kingdom Come: Inside the secret world of Opus Dei, Robert A. Hutchison
* Beyond the Threshold: A Life in Opus Dei, Maria Del Carmen Tapia
* The Pope’s Armada: Unlocking the Secrets of Mysterious and Powerful New Sects in the Church, Gordon Urguhart
* Opus Dei: An Investigation into the Secret Society Struggling for Power Within the Roman Catholic Church, Michael Walsh
* I. M. Pei: A Profile in American Architecture, Carter Wiseman
* Conversations With I. M. Pei: Light Is the Key, Gero Von Boehm