Así que estamos en el laboratorio y Sodano va y me dice que logró la fórmula para hacer funcionar la máquina del tiempo y que quiere viajar de vuelta a Santiago de 1965 para matar a Jorge Pedreros. Y yo le pregunto si es verdad y él me dice que sí, que quiere matar a Pedreros. Y yo le aclaro que lo que me interesa es lo otro, lo de la máquina y me dice que sí, que fue sencillo y que la máquina ahora funciona a las mil maravillas pero lo que importa es Pedreros, matar a Pedreros y toda su musiquita. Y yo le digo que está loco y él me dice que no y luego nos ponemos a discutir y nos trenzamos a golpes y Sodano va y saca una llave inglesa y me golpea en la cabeza. Y yo caigo al suelo y lo único que veo es como Sodano se mete a la máquina y aparece y desaparece en un segundo mientras la máquina del tiempo emite un ruido similar al de un helicóptero o un comediante que hace el ruido de un helicóptero. Y luego me desvanezco (en el momento en que todo el mundo se desvanece) y despierto con la cabeza herida y Sodano me sacude y me dice: lo siento, no quería hacerlo. No me dejaste otra. Y yo me preguntó qué. Eso. Viajar en el tiempo. Salvar la línea temporal. Eso. Matar a Jorge Pedreros. Y yo me pregunto quién es Pedreros. Y Sodano dice. El compositor, el actor cómico, Espinita, ese. No sé de qué hablas, digo. Y Sodano me dice: No más Pedreros. Y yo me doy cuenta de que tiene la bata blanca manchada con sangre. Lo he comprobado, dice. Salvé al mundo. Ya no existe Pedreros. Pero a quién le importa ese tal Pedreros, digo. Para eso viajé en el tiempo, dice. Fui y lo maté. Eso fue todo. Ya no más el Jappening Con Ja, ni las canciones de Gloria Benavides, ni el Festival de la Una. La Nueva Ola duró un suspiro. Maté al Chino Pedreros, dice. A Espinita, dice. Yo cambié la historia y luego eché a perder la máquina y ya no se puede ocupar más, dice. Y yo lo miro. Y me doy cuenta de que Sodano siempre fue un poco loco, un poco excéntrico. Y él salta en el aire y no sé qué decir. Me duele la cabeza. Me duele la herida en la cabeza. Me duele el vacío que tengo en mi cabeza: algo que se perdió. Algo que no está ahí. Algo que no puedo recordar. Más adelante, sabré que centenares de personas tuvieron esta misma sensación en este mismo instante y que algunas sufrieron ataques de epilepsia o crisis histéricas. Más adelante, me enteraré que algunas de esas personas iniciarán una religión dedicada a ese agujero blanco en su propia memoria y se explicarán que en esa nada, esa línea borrosa de amnesia, hay una manifestación de la voluntad de Dios. Pero eso será después. Por ahora, en el laboratorio, veo como Sodano baila y salta y me abraza y me dice que no lo veré nunca más, que ya es un un hombre completo porque eliminó a Jorge Pedreros, mató al peor virus de la cultura chilena de los últimos treinta años y con eso cambió la historia, salvó el presente, aseguró el futuro, puso las cosas el lugar correcto, dice antes de irse a un lugar desconocido.
2 thoughts on “2022: Pedreros”
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buena onda ese Sodano, hace tiempo que alguien debía idear algo asi para extirpar de nuestras memorias a ese imbécil de Jorge Pedreros. podría reconstruir la máquina y pegarse otro viaje al pasado para eliminar al sapo Livingstone.
la lista es interminable.
Casimiro Boamorte
Hubiera aprovechado para matar también a Camilo Fernández, la verdadera eminencia gris de esa peste que fue (es) la nueva ola.