Estaba con ella esa noche, Joaquín acababa de dormirse y apretujados frente al televisor se besaron con pasión, un breve momento de calma entre las responsabilidades de la paternidad y la vida militar que no duraría mucho, cuando ya el sueño los vencía, los últimos instantes de la película fueron bruscamente interrumpidos, el presentador de noticias con rostro descompuesto trataba de sacar algo de habla balbuceante..
El infierno había caído sobre los hombres.
En múltiples puntos del globo, gigantescas naves descendían sembrando el terror por doquier, explosiones nucleares en el hemisferio norte llenaban los cielos y ciudades enteras desaparecían.
Ya no estaban solos, pero cuanto hubieran querido que la soledad hubiera seguido constante.
Jorge enderezó un poco la ajada fotografía pegada precariamente sobre los indicadores de vuelo izquierdos, nunca se había percatado que el tiempo y el orgullo ya habían hecho mella en ella, las esquinas deshechas, los dobleces dejando su marca indeleble en los costados, los colores opacos y descoloridos.
Aun así no podía imaginar un mayor tesoro.
Trato de acomodarse en la, para él, estrecha cabina, contestó una pregunta del controlador y desvió su mirada hacia los instrumentos, tenia por costumbre un mínimo de cuatro chequeos por sobre el manual, manía de obseso nada mas, esta vez la presión de aceite de la turbina se mostraba optima, la palanca respondía suavemente a la presión de sus manos rollizas y no tenia luces rojas en el tablero, todo estaba en orden.
Aumentó lentamente la potencia y le dio un ligero impulso para comenzar a rodar el F16 B hacia la pista designada, delante de él el comandante “Lobo” Ramírez ya doblaba tomando el comienzo de la pista tres y el “Loco” Ariztía se mantenía impecablemente a su lado.
El avión comenzó a moverse lentamente, desde la cabina de Puma cuatro, su compadre el “Trauko” Schubert le hacia la seña obscena clásica de cada misión que era su cabala.
Su apodo era algo menos notorio u “honroso” que el de los demás, se lo tenía bien ganado y en vista de las circunstancias era algo que apreciaba, el comandante lo había cambiado y le daba las gracias por ello aunque fuera motivo de risa, su nombre de combate era “Condoro”, ganado en el fragor de la batalla civil. El pequeño Joaquín como en otras tantas cosas en su vida era el culpable, recién salido de la escuela de pilotos de guerra, con sus alas doradas aun grasientas de recién estrenadas, Jorge se había tenido que enfrentar a una realidad que ponía en juego toda su vida.
Ángela estaba encinta.
La habían cagado, metido las patas hasta el cuello, como apenas teniente recién asignado, la institución no esperaba que se casara tan joven, menos que dejara escandalosamente embarazada a su novia casi adolescente.
La reprimenda llegó desde todos los frentes, seca, dura, inmisericorde, el padre de ella casi amenazó con matarlo, el de él le pateó tan fuerte que la nalga izquierda le dolió una semana, las viejas lloraron aunque en el fondo les brillaban los ojos, el ser padre puede ser una bendición pero para un oficial es una bendición que casi debe ser explícitamente autorizada.
El coronel Iturriaga lo amenazó de inmediato, tendría mucha suerte si lo pasaban a transportes, era inconcebible que un piloto de elite demostrara tal falta de responsabilidad, los cuestionamientos a sus capacidades, raciocinio, e incluso hombría vinieron desde cada miembro superior del escalafón quienes querían su cabeza en un plato, con la sola excepción del comandante Ramírez, si Jorge hubiera hecho caso a su abuelo y hubiera optado por la Armada como su padre lo habrían echado de inmediato, pero la Fuerza aérea era ligeramente más permisiva, lo suficiente para que su superior inmediato pudiera intervenir.
Graciosamente había sido uno de los principales peros de su situación, el que Ángela se negara a casarse al punto de decirle a Iturriaga en su cara que se metiera los aviones donde le cupieran, en una reunión tristemente dramática, lo que había gatillado que el “Lobo” Ramírez tomara partido por un mocoso que recién conocía y que era lo suficientemente estupido para mandarse tal error de entrada. Cuando las cosas finalmente se calmaron lo había llamado a la oficina y le había dicho sin miramientos:
“Mi primer hijo lo perdimos, también era un pendejo imbécil con una mujer que no merecía, me habrían echado sin miramientos en esa época y eso me habría destrozado, pero sé que ella habría estado al lado mío y le habría dado vuelta la cara a cachetadas a mi jefes… usted es un idiota teniente Clavería… pero si tiene la mitad de las bolas que tiene su mujer creo que puede tener remedio”.
Ya en posición elevó la potencia al máximo y activo los afterburners, el F16 saltó hacia delante rugiendo y fue despegando las ruedas de la pista, subió a mil pies, un nivel peligrosamente bajo que había sido estrictamente ordenado por los jefes, el enemigo posiblemente podría detectarlos desde el despegue, quizás antes, pero había una pequeña esperanza que lo agreste del terreno los mantuviera ocultos lo suficiente.
Sabían tan poco, y lo poco que sabían era suficiente para estar concientes de que no volverían.
Jorge revisó los paneles de instrumentos una vez mas y destrabó las armas, los seguros respondieron bien y los indicadores se mantuvieron en verde, preselecciono los “Harpoon” como primera prioridad, la orden había sido clara, tratarían de colarse y lanzar los misiles pesados anti barco primero, que tanto servirían no podían saberlo. Luego los ligeros para las pequeñas naves de combate enemigas, de ahí, a bala limpia, y cuando estas se acabaran volver a la base por municiones.
Si podían volver.
Arica había caído rápidamente esa noche, igual que Antofagasta y otras ciudades menores, los informes desde Santiago eran caóticos, Valparaíso estaba dando batalla lo mismo que Concepción sin que hubieran llegado mas detalles de quienes eran efectivamente los defensores. Gran parte de la armada y las otras ramas castrenses estaban en ese momento en maniobras en la rada de Iquique, pero de alguna forma, quizás por lo pequeña que se veía la ciudad desde el aire, enclavada entre el acantilado y el mar, esta se había salvado de la primera ola de ataque, pero no acabaría el día incólume, y sus defensores con los primeros rayos del alba querían devolver el golpe antes que la ciudad fuera alcanzada.
A los quince años conoció de verdad a Ángela, al principio la detestó, una mocosa bonita pero nada espectacular, largos cabellos oscuros y profundos ojos azules penetrantes, con un genio terrible y una agudeza para insultar impresionante.
Al año siguiente se despertó con ella clavándole las uñas en el pelo sosteniendo su cabeza, con las rodillas adoloridas fuera de un pub y un gustillo acido a vomito en la garganta, en su embriaguez la insulto y termino en el suelo revolcado en su porquería.
A los diecisiete le pidió pololeo, ella primero lo miró de pies a cabeza y le dijo que quería a otro, él no dijo nada, un mes después lo intentó de nuevo, el había hecho su tarea y sabía que el otro no existía, ella se rió en su cara, pero se despidió de él con un beso.
Casi llegando a los dieciocho ella le dijo “te amo”, ya llevaban unos meses de peleas y alegrías.
La formación avanzó hacia Arica esquivando los cerros desérticos, los Cóndores avanzaban tres kilómetros al oeste con sus flamantes block50, los Leones al este con otros doce MLU formaban el contingente de F16, detrás a un par de kilómetros al sur venía el resto de la variopinta fuerza defensora, prácticamente todo lo que el grupo tres de la FACH había logrado reunir, todo aparato sensible de ser armado aunque fuera con una ametralladora se había puesto en el aire, los pocos viejos F5E “Tigre” operativos aun con polvo encima, “Mirage Panteras” esperando ser vendidos, “super Tucanos” y “Pillanes”, un par de cessnas piper y unas cuantas avionetas mas antiguas cerraban la fuerza cargadas de soldados reservistas y pilotos civiles con más huevos que esperanzas, esperando más que nada a hacer bulto en una batalla en la que si duraban más de unos segundos ya los convertiría en héroes.
Pasaron raudos por encima de las columnas del ejército ya casi sobre Arica, distribuidos por la llanura, flanqueados por los “Super cobra” y otros helicópteros de combate, varias docenas de tanques “Leopard 2 A4chl” a toda velocidad levantaban nubes de polvo que si bien delataban sus posiciones creaban una cortina que ocultaba las hordas detrás, los “Leopard 1V” mas antiguos constituían la segunda línea, entre ellos los “Marders”, “Pirañas”, YPR 765, M113 y “Humvees” protegiendo los “Gepards” antiaéreos, si el despliegue era impecable por parte de los profesionales, lo que venia detrás rompía cualquier esquema, enjambres de vehículos todo terreno llenos de gente armada a la rápida atravesaban las llanuras pedregosas, y por la carretera una columna interminable de mas vehículos llevaba al pueblo voluntario a la lucha.
Sobre las columnas civiles un puñado de aparatos de los medios de comunicación o privados habían sido llenados apuradamente con cualquier cosa que pudiera ilusoriamente hacer algo de daño al invasor. No había habido criticas, nadie había negado nada, los pocos pilotos que voluntariamente no se habían puesto en los controles de sus maquinas civiles calladamente, habían entregado las llaves sin siquiera pedir garantías, simplemente todos sospechaban que después de ese día probablemente nunca mas un aparato humano surcaría los cielos.
A los diecinueve el la vio llorar de verdad por primera vez, su padre había vuelto a golpearla, el se levantó sin decir nada y caminó desde la plaza hasta la casa de ella, botó la puerta y encaró a su suegro, “La próxima vez que tenga furia descargüela conmigo” le dijo, el viejo lo golpeó tres veces, pegaba fuerte, con estudiada simetría y experiencia de camionero, casi le quita el aire y la chaquetilla del uniforme se tiñó de sangre, el anciano cansado se detuvo y él le dio la espalda.
“La próxima vez que la toque, se los devolveré” dijo pisando la puerta destrozada, Ángela lo esperaba afuera, esa noche la llevó a un motel y ella le hizo el amor con desesperación. Su padre nunca volvió a ponerle una mano encima.
La armada fue la llamada a lanzar la primera piedra, desde sus posiciones cerca de la costa las fragatas de la escuadra lanzaron nubes de misiles hacia Arica, la ciudad ardía en varios puntos y hacia horas que el drama se había atrincherado en sus calles.
Los F16 tuvieron contacto visual con la ciudad en el momento en que los misiles navales impactaban y entonces los vieron.
Jorge había estado alguna vez en el “USS Reagan” el mayor portaviones americano, de hecho había aterrizado en el, no en los controles claro, pero si con una panorámica excelente de las dimensiones del barco, se había maravillado de su enorme cubierta, asombrado de la amplitud de sus hangares, anonadado de su poderío latente.
Las siluetas que tenían frente a ellos eran algo fuera de comparación, cubrían la ciudad con su sombra, tres naves espaciales de dimensiones descomunales, una de ellas sensiblemente mayor acercándose aun desde el norte, increíblemente grandes, imposiblemente suspendidos en el aire.
Los misiles hicieron impacto en el destructor extraterrestre mas cercano al mar, una mole de casi un kilómetro de largo, de caótico ensamble, tres secciones gruesas de opaco metal unidas por un cuerpo central mas angosto y bruñido, erizada de antenas y torretas siniestras que solo podían ser armas, las explosiones se multiplicaron sobre barreras invisibles y energías fluctuaron sobre la estructura, pero no hubo daños.
Al menos a esa distancia el coloso parecía aún incólume.
El aire que rodeaba la ciudad se arremolinaba rugiendo entre la disparidad de temperaturas de la fría noche del desierto y el calor de los incendios, atravesaron la ultima quebrada y se alinearon en formación.
Treinta y cuatro F16 lanzaron sus misiles al unísono sobre el navío alienígena más cercano. Treinta y cuatro saetas de fuego cruzaron los barrios periféricos e impactaron el navío.
Sólo dos pilotos dispararon retrasados, solo sus misiles aprovechando la fluctuación general producida por los demás, atravesaron los escudos de energía y rasgaron el metal de las super estructuras.
Entonces el infierno se desató.
Desde todos los ángulos visibles de las naves enemigas una lluvia de rayos de energía cayó sobre los aparatos
de la Fach, docenas de torretas dispararon sin pausa, y desde todos los rincones de los navíos extraterrestres una lluvia de aparatos de pequeño tamaño se lanzó amenazadoramente.
El “Loco” fue el primero en caer, se desvió ligeramente acelerando y protegió por una fracción de segundos al aparato del comandante, su F16 estallo en una bola de fuego con tres rayos convergiendo sobre el, su jefe con lagrimas en los ojos alcanzó a esquivarlo.
Varios más cayeron en esos primeros segundos.
Se casaron en una capilla pequeña algunos años después, con un cura ya ciego, parcialmente sordo y con una tendencia muy marcada a agarrar a la chacota a cuanto novio se le pusiera por delante, el padre Renato era una institución y simplemente no podría haber sido nadie mas, había sido el confesor de Ángela desde niña y único depositario de secretos de maltrato y furia. No fue una boda grande ni menos fastuosa, Joaquín lloró la mitad de la ceremonia y se llenó de torta la cara antes de partirla, el bailó como si tuviera diarrea, ella tomó demasiado y se durmió en medio de la noche de bodas.
Fue el día más feliz de su vida.
El destructor espacial enemigo más cercano a la costa se escoró visiblemente a proa sin haber sido alcanzado, los marinos de la escuadra chilena no alcanzaron a entender el movimiento a tiempo, sus gigantescas torretas superiores giraron coordinadas y gruesos rayos de energía hicieron hervir el agua, la fragata Latorre, alcanzada de lleno voló en mil pedazos y con ella casi 200 hombres.
Un grito de furia se elevó de todas las gargantas, en los cañones, artilleros frenéticos soltaban improperios apretando los gatillos sin pausa, los cargadores reventaban sus músculos recargando munición y los motores rugían lanzando cada buque chileno a una vertiginosa carrera para esquivar el fuego enemigo y ganar algunos minutos mas de batalla, algunos tiros mas, algo mas de gloria.
La furia de Pisagua, del Morro, de la Concepción rugía con su misma fuerza de antaño.
En el aire la situación ya era desesperada.
Los F5 cayeron junto con los “Mirages” sobre las formaciones enemigas, con unos pocos segundos para aprender de los F16, lanzaban sus misiles sin apuntar hacia las columnas de pequeños cazas, muchos erraron con sus sensores embotados por tantos blancos, muchos otros lograron impactar en las cerradas formaciones y varias docenas de aparatos enemigos fueron dañados o destruidos.
Una pequeña llama de esperanza surgió entre los valientes, los “Super tucano” con un mix de pilotos retirados y en instrucción en los controles, a toda velocidad lograron colarse con esa astucia propia del chileno, la mayoría lanzó sus misiles hacia los cazas que llenaban el cielo con grandes bajas al enemigo, pero cuatro viejos instructores se sumergieron en una avenida volando pegados al piso, flanqueados por edificios que ardían a su paso bajo el fuego tardío de las baterías ventrales del enemigo, llegaron hasta la panza del navío espacial mas cercano cuando este alcanzaba la playa y lanzaron sus misiles en dos impecables tandas casi inmediatas, la primera levantó grandes fluctuaciones en los débiles escudos que habían sido descuidados en pos de los laterales mas expuestos, la segunda dio de lleno en la estructura, creando implosiones en una amplia área.
Aunque no herido de gravedad, el destructor extraterrestre tenia problemas, daños en los conductos de energía primarios de babor ahora debilitaban la recarga de los escudos de su costado mas expuesto, las placas energéticas fluctuaban y el fuego de baterías comenzó a ser intermitente. Un piloto de “Mirage”, mortalmente herido y con su avión en llamas tuvo su ultimo instante de lucidez en esa visión, se estrelló a un costado de la torre principal, su mortaja fue una mancha de fuego en la nave enemiga y su salva de despedida fue el silencio de una amplia sección de los cañones alienígenas.
Cuando Joaquín tenia casi el año y ya daba pasos inseguros, vino otro desastre, las cosas hacia un tiempo que estaban mal, Ángela no se acostumbraba a la vida lánguida y poco amistosa del norte, mas cuando el entrenamiento para los F16 lo mantenían de turno las 24 horas.
Un día todo explotó, la suma de stress de trabajo por un lado y de solitarias labores de madre por el otro hicieron su mella, el le levantó la mano sin llegar a golpearla y ella se la devolvió al triple, la paliza fue de antología.
Se refugió casi un mes en las barracas de solteros, haciendo lo imposible para que su situación no se filtrara demasiado a los altos mandos, fue Schubert el catalizador para la reconciliación, con estoica paciencia llevo a cabo un plan no exento de problemas que finalmente los llevó a cada uno a los brazos del otro.
Ángela ese día adoptó al “Trauko” como hermano, curándole el ojo que ella misma le había entintado.
El submarino “O’higgins” emergió de pronto justo debajo del destructor espacial que ya avanzaba hacia los navíos de la Armada, su proa se alzo desde las olas en un salto mortal y con medio cuerpo en el aire cayó pesadamente sobre el mar, a una orden cada portilla de misiles se abrió al unísono y cuatro “Exocet” se elevaron rugiendo. Ante la salida del “O’higgins”, con dientes apretados y dedos pálidos en los gatillos, cada artillero chileno disparaba a la parte baja del navío enemigo, para cuando los misiles finalizaron su corto viaje los escudos enemigos debilitados no pudieron detenerlos, ya sabían donde golpear, tres de ellos entraron por una de las bahías de cazas, cruzaron las cubiertas interiores y explotaron en las cercanías de un reactor auxiliar.
El golpe fue demoledor, el pequeño reactor voló en explosiones sucesivas, los conductos de energía sobrecargados soltaron ondas de pulsos electromagnéticos que recorrieron gran parte del navío fundiendo conexiones electrónicas, los escudos fluctuaron una vez mas y terminaron por desaparecer, la nave con sus retropropulsores seriamente afectados se precipitó al mar impactando con un espantoso quejido a medida que sus cubiertas inferiores, nunca pensadas para un amarizaje de tal violencia, se hundían desatando el caos interior.
Enjambres de torpedos fueron lanzados, el destructor alienígena escorado a babor y con signos evidentes de problemas de flotación había perdido línea de tiro para sus armas principales, y sus únicas torretas aun operativas descargaban lluvias de rayos de energía a diestra y siniestra.
La suerte ya estaba echada, docenas de torpedos impactaron limpiamente en su costado, con el agua entrando a raudales por los masivos impactos de la superestructura, el navío alienígena ahora silencioso, se hundió rápidamente hasta tocar fondo, dejando solo parte de sus amenazantes torres superiores aun en la superficie.
Un grito de triunfo resonó sobre la ciudad, el comandante de la cuarta zona naval Chilena daba órdenes desesperado desde la fragata insignia tratando de reorganizar la flota y hacer frente al nuevo enemigo que ya casi estaba sobre ellos.
Fue su última orden, La fragata “Almirante Williams” desapareció bajo un masivo cono de energía lanzado desde la proa del crucero alienígena, el mar hirvió súbitamente, varias de las lanchas mas cercanas explotaron espontáneamente, el coloso comenzó a dejar las áridas llanuras fronterizas y siguió avanzando incólume hacia la rada.
El segundo Destructor espacial, aun sobre la ciudad, trataba de maniobrar entre el enjambre de aparatos propios y terrestres, buscando encausar sus baterías principales hacia los buques chilenos, mientras sus torretas defensivas impregnaban el aire con sus descargas, no fue una decisión inteligente, bajo su desprotegida quilla, desde las lomas al sur de la ciudad una masiva columna de blindados levanto sus cañones lanzando una andanada conjunta.
Cada “Leopard 2” disparó al unísono, toneladas de proyectiles perforantes colisionaron contra los escudos, estos fluctuaron visiblemente pero se mantuvieron en pie. Detrás, el resto de las columnas del ejercito se lanzaron por las laderas, blindados, helicópteros, incluso soldados comenzaron un devastador fuego masivo llenando a los pequeños cazas alienígenas de impactos.
Ramírez, ante la situación, reorganizo a los suyos y con los restantes F16 hicieron una finta al Destructor espacial lanzándose contra el Crucero alienígena, danzando entre los rayos que los acosaban desde todas direcciones, lograron acercarse a distancia de disparo a quemarropa, en momentos en que los últimos misiles de la armada apoyados por fuego de artillería impactaban contra los escudos, las fluctuaciones aumentaban en intensidad a un ritmo desesperantemente lento, la gigantesca nave no solo era sensiblemente mas grande, también era visiblemente mas poderosa, y estaba resistiendo mas eficientemente la lluvia de impactos que comenzaba a recibir de todas direcciones.
Los chilenos se estaban quedando sin tiempo, cada segundo significaba bajas terribles, lanchas torpederas explotaban cerca del muelle peruano, jets F5 estallaban sobre la avenida capitán Ávalos, las instalaciones de la general Motors y las poblaciones colindantes eran arrasadas por el fuego de baterías, que sin tener ángulo de tiro sobre los insignificantes enemigos, simplemente disparaban sobre todo lo que fuera humano.
El masivo crucero alienígena aunque impresionante en poder no era una maquina perfecta, su gigantesca masa, creada para el combate en el vacío del espacio, lo hacia una pesadilla de maniobrabilidad en una atmosfera tan densa como la terrestre, y sus millones de toneladas de peso una carga demasiado pesada contra la gravedad, que le obligaba a desviar precioso poder de sus reactores solamente a mantenerse en el aire. Pero tenía además un verdadero defecto, creado para ser el centro de cerradas formaciones de ataque, y el pivote de complejas maniobras, donde se buscaba siempre el magnificar el poder de sus armas principales, no había sido diseñado para enfrentar un castigo, que aunque débil, era demasiado masivo.
Al menos no sin escoltas, y el último de sus escoltas estaba cayendo.
El segundo destructor espacial se escoró a babor y cayó, con un profundo surco sobre la playa, se deslizó hasta detenerse con una mitad ya en el mar, haciendo temblar la tierra mientras explosiones masivas le recorrían a todo lo largo.
Los últimos navíos de la armada enfilaron hacia la bahía lanzando cada onza de munición disponible, los blindados atravesaron casas y muros con tal de lograr una posición para disparar, las calles se llenaron de vehículos, y los techos estallaron en llamaradas de las armas de fuego mas variopintas posibles.
No se necesitó orden explicita, pocos escuchaban ya, cualquiera con un arma en kilómetros a la redonda apuntó al crucero, y disparó sin detenerse a pensar en alcances o poder, simplemente gritaron y apretujaron los gatillos.
Quienes no tenían con que atacar lo hicieron con su rabia, si los insultos fueran balas ni la mayor nave alienígena posible hubiera sobrevivido.
La psicóloga los había escuchado por casi dos horas, o mas bien a ella, Jorge poco o nada dijo, entonces la hizo salir, se sentó muy recta en su silla y le miro a los ojos, como esperando que sin su mujer ahora pudiera hablar con mas soltura.
Él lo hizo, le relato varias peleas, le contó sobre los insultos y sobre los arrebatos de furia, le recalcó que eran un escape, algo involuntario, que la entendía, ella nunca había tocado a Joaquín, al contrario, era prácticamente sobre protectora, una leona con su cachorro, el aceptaba y sentía su dolor cuando ella finalmente reaccionaba y con lagrimas en los ojos le pedía perdón y prometía nunca mas golpearlo, él se sentía despreciable y temía algún día cercano devolver la agresión.
La psicóloga le aconsejo que la dejara, que su psiquis estaba en peligro, que ella nunca cambiaria, estaba demasiado dañada, quizás podría evolucionar, calmar algo su furia, pero no con él protegiéndola, avalándole su comportamiento “antisocial”.
Nunca volvieron a consultar una psicóloga.
El ataque era infernal, la monstruosa nave espacial creada para luchar contra grandes navíos y armas de energía simplemente no podía compensar la infinidad de impactos cinéticos y sus escudos lentamente comenzaban a demandar demasiada energía de lo que sus sobrecargados reactores podían generar.
De las fragatas casi ya no había recuerdo, solo la “Almirante Riveros”, en medio de un amplio arco, ya sin misiles, descargaba su cañón a toda velocidad con el tubo ya incandescente, esquivando el fuego enemigo casi por arte de magia forzando sus maquinas a mas de 35 nudos. Al otro extremo de la rada, sin miedo ya a las rocas, la “Lynch” se cubría entre la costa y un semi hundido buque porta contenedores, sus maquinas habían reventado, y hasta los ingenieros estaban en cubierta disparando cada rifle, cada pistola, cada bengala.
Desde la ciudad, columnas enteras de blindados y vehículos eran asolados por la implacable lluvia de fuego, que de paso devastaba barrios enteros, varios “Leopards” en llamas seguían disparando sin pausa, hasta que estallaban sus municiones, muchos tanquistas simplemente prefirieron valorar un par de tiros más que a sus vidas.
Aun así no era suficiente, cada descarga de las armas del crucero eran cientos de vidas perdidas, barcos, blindados, vehículos y hombres desaparecían bajo las implacables energías desatadas.
En el aire la situación era aun peor, casi sin munición ya poco podían hacer. Los restantes del escuadrón, Ramírez, Clavería y Schubert fueron elegidos para cubrir la retirada de los últimos aparatos restantes, tres “Cóndores” habían logrado ya escapar a Iquique con algunos “Leones” para intentar un desesperado rearme.
No habría huida para los “Pumas”.
Los pillanes habían caído valientemente, los F5 y Mirages se habían anotado mas muertes que en toda la historia de la Fach y finalmente varios se habían lanzado contra los gigantescos navíos alienígenas, los “Súper tucano” estaban reducidos a un solitario aparato que con un anciano instructor en los controles volvía loco al enemigo volando a escasos centímetros del suelo.
De las avionetas militares y civiles mejor ni hablar, la mayoría de esos valientes orates no resistió mas que unos segundos, minutos a lo sumo, los últimos tres aparatos abarrotados de soldados habían aterrizado salvajemente sobre el segundo destructor, aquellos que salieron en pie de tal osadía se habían unido a otros desesperados de algunos helicópteros y tomaban al abordaje el navío enemigo desde su parte superior mientras una horda terrestre lo hacia desde la superficie.
El comandante Ramírez logró calzar sus ultimas rondas sobre un caza alienígena y tuvo unos segundos de respiro al ver las siluetas de los F16 en retirada alejándose al sur, lanzó un suspiro y giró su avión hacia el gran navío alienígena, los aparatos extraterrestres, aún demasiado numerosos ya convergían hacia él.
– Muchachos, ha sido un honor pelear con ustedes, mi última orden es que rompan formación y escapen a Iquique -.
No hubo respuesta, Jorge vacilo un momento pero Schubert mantuvo su aparato a la izquierda del “Lobo”. A la distancia, en la bahía, la fragata “Lynch” explotaba junto con el carguero a su lado.
Ambos aparatos se lanzaron hacia el distante crucero enemigo, Jorge dudó, ese momento fue decisivo, un caza enemigo alcanzado por el fuego de tierra se le aproximaba por la derecha envuelto en llamas, con sus músculos en tensión, logró forzar un rizo de emergencia para esquivarlo, lo hizo justo cuando el aparato alienígena explotaba, grandes esquirlas atravesaron su ala izquierda y dejaron un reguero de daños en un costado de la turbina.
No necesitó ver sus instrumentos, la perdida de combustible era masiva, de milagro este no había prendido y convertido su avión en una masa de fuego.
Estaba condenado, nunca llegaría de vuelta a Iquique.
Hacía unos meses había tenido literalmente los papeles del divorcio en la mano, la amaba profundamente, pero seguía preguntándose si no debía seguir el consejo de la psicóloga y buscar su propio bienestar, las cosas habían seguido empeorando, la duda estaba en él y eso aunque llenaba a Ángela de desespero por mantenerlo a su lado, también desataba su furia despechada, incrementando la violencia.
Quizás si hubiera habido otra mujer la decisión hubiera sido mas fácil, o si Joaquín fuera mayor, o el tuviera otra actitud, mas confianza en si mismo, etc. No lo sabía, y solo podía pensar en la fotografía y las palabras al reverso.
Los papeles estuvieron en su bolsillo un par de días, estaban ahí cuando llegó tarde una noche, ella dormía con Joaquín en sus brazos y su largo cabello oscuro enmarcando su rostro.
Tan hermosa.
Tan suya.
No la despertó, en silencio salió a la calle y en el bracero de uno de los guardias tomó los papeles y los quemó.
Jorge picó su avión en un bucle desesperado, tanto para refugiarse en la relativa seguridad de la baja altitud, como para extinguir cualquier asomo de fuego en su F16, esquivo algunos cables de alta tensión y entró de lleno a alta velocidad en una ancha avenida polvorienta. Frente a él, el comandante y el “Trauko” sobrevolaban una plazuela, y usando un edificio de departamentos aun precariamente en pie como escudo, ascendían hacia el crucero, habían visto lo sucedido con el “Mirage” de Gorziglia, el blanco primario estaba justo debajo de la torre principal del crucero, un golpe ahí podría quizás lograr el mismo efecto y dejar inoperables una gran porción de las armas y escudos del enemigo, darles quizás la posibilidad a los chicos de la Armada y del Ejercito para acabar con él.
El “Lobo” Ramírez no alcanzó su ultimo objetivo de una vida plagada de honores, a escasos cientos de metros del crucero enemigo algo cambio en los cazas alienígenas mas cercanos, tres de ellos silenciaron sus cañones y se lanzaron en picada hacia el, dos de ellos lo impactaron casi al unísono, el veterano comandante del escuadrón “Pumas” del grupo tres de la FACH, murió instantáneamente, con su avión cayendo convertido en una masa retorcida de metal terrestre y extraterrestre.
El tercer caza enemigo esquivó la explosión por poco y varió su rumbo hacia el F16 de Schubert, este aún estaba en shock por la muerte de Ramírez, trató de hacer un contra giro, forzó el post quemador y estuvo a punto de lograrlo.
La pequeña nave alienígena lo partió por la mitad, el morro del F16 con su piloto salieron despedidos hacia un lado, el resto siguió su marcha ahora como una bola de fuego hasta estrellarse con uno de los costados del navío alienígena. Por un instante lo vio, el “Trauko” Schubert lo miró, a través de la cabina en caída libre, una de sus manos tenia la anilla arrancada del asiento eyector y la otra empujaba sin éxito la carlinga, en sus ojos había desesperación, moriría y probablemente no lo hiciera en el aire como había querido.
Sólo fue un momento y su amigo, su mejor amigo, se perdió en el humo.
Sin embargo había cumplido su cometido, su avión impactó en algunos conductos de plasma semi expuestos, silenciando una porción de las torretas de ese costado, súbitamente Clavería se vio dentro de un pequeño cono fuera del alcance del fuego enemigo.
Con el ala destrozada y forzando cada fracción de potencia restante del herido motor, enfiló directamente hacia la torre principal.
La turbina comenzó a fallar, el humo se intensificaba visiblemente y el crujido del metal traía terribles augurios, comenzó a pensar que ni siquiera alcanzaría su objetivo, perdía altitud rápidamente y solo el compensar la tendencia al giro que le daba su ala destrozada era un esfuerzo sobrehumano, no habría eyección para él también, si perdía el control, aunque fuera un segundo, probablemente perdería el blanco y su ultimo sacrificio seria en vano.
Su otra ala recibió varios impactos, en su cola y a su alrededor convergían docenas de los pequeños cazas enemigos, cada luz de alerta, cada sirena sonaba en la cabina, se negó a escucharlas, solo necesitaba unos metros mas, unos segundos mas, pero dudó de que los tuviera.
Entonces los alienígenas en su cola estallaron.
Esa noche la sirena había aullado por toda la base y la ciudad, desde cada dormitorio, desde cada apartamento, oficiales y tropa corrieron a medio vestir tratando de llegar a sus puestos. Muchos de ellos simplemente no sabían lo que pasaba y a la rápida con el asombro pintado en sus rostros iban recogiendo las malas nuevas de los demás. Pero había una decisión imperturbable que surgía por doquier, una mezcla de escepticismo y simple porfía araucana, no importaba quien fuera el enemigo, simplemente no pasaría.
Ella dejó a Joaquín en los brazos de la vecina y se puso al volante del jeep, no seria una soldado, pero era una guerrera y como tal haría aunque fuera un pequeño aporte llevando a su hombre a la batalla. Él no dijo nada, solo se acomodó en el asiento y se abotonó la camisa mientras los demás se apretujaban dentro, hasta que con el vehiculo lleno, ella enfiló hacia los hangares con todos discutiendo detrás.
La última vez que la vio fue junto a la pista, no hubo besos ni despedidas.
Ellos vinieron ocultos por el sol, brillantes como estrellas, pasaban a su lado a velocidades imposibles y a su alrededor los cazas enemigos desaparecían.
Puntas de flechas, dobles, con pequeñas alas plateadas, cabinas alargadas, cañones vomitando rayos de energía, y poderosos motores que escupían gases azulados.
Por una fracción de segundos alcanzó a ver una de sus cabinas, una persona, un hombre joven haciéndole señas, un humano.
Quizás fuera una pequeña esperanza surgiendo al ver las cosas cambiar, o los gestos del joven piloto recién llegado, o quizá simple instinto de supervivencia, lo cierto es que Jorge tomo la anilla del asiento eyector y la accionó con todas sus fuerzas.
La cabina explotó, su asiento se separó del avión y este se estrelló contra el costado del navío extraterrestre, demasiado abajo, aun en blindaje incólume, había fallado.
Las fuerzas Gs eran tremendas, el asiento se separó y el paracaídas se destrabó tratando desesperadamente de abrirse a pesar de la velocidad y arrastrándolo con el tierra adentro. No tendría mucho tiempo, estaba a muy baja altura, solo tendría unos segundos tal vez para que este se abriera antes de tocar tierra, sin embargo no pudo evitar usar esos segundos para ver la escena a su alrededor.
No eran muchos, solo un puñado de naves desconocidas, pero cambiaron la batalla, el enemigo estaba irremediablemente perdido, ellos volaban entre las nubes de aparatos alienígenas dejando tras de si una masiva estela de destrucción.
Era glorioso.
El crucero espacial estaba indefenso, con la mayoría de sus cañones inoperantes, sus escudos al mínimo y apenas fuerza motriz para mantenerse en el aire no tenia esperanza contra la nueva amenaza.
Los cazas desconocidos atacaron al unísono, justo a través del pasadizo que Schubert había abierto y que él no había podido usar, sus armas de energía castigaron el blindaje de la torre de mando del crucero y luminosos torpedos impactaron de lleno produciendo una explosión impresionante.
La última gigantesca nave alienígena herida de muerte se escoró y comenzó a caer hacia el mar, el clamor del triunfo se escuchó desde todos los rincones.
Jorge apenas tuvo tiempo de sonreír.
Simplemente no notó el suelo acercándosele, el paracaídas no pudo abrirse completamente, demasiada poca altitud, demasiado poco tiempo. Intentó flexionar algo las piernas, tratar de tomar contacto en forma oblicua, forzar el giro, pero el impacto fue demasiado, la pierna derecha crujió y se rompió en tres partes bajo la rodilla, fue un choque eléctrico recorriendo su cuerpo que lo dejó sin aire.
Cayó en lo que quedaba de una población al sur de la ciudad, parte en llamas, parte escombros, un sitio eriazo, un yermo sucio con un viejo Fiat 600 irremediablemente oxidado como muda escultura polvorienta al centro. Blindados y vehículos civiles cruzaban las calles a unos cientos de metros, enzarzados en una batalla que ahora parecía ser de infantería, los disparos llenaban las callejuelas a medida que las columnas del ejercito y civiles armados entraban en combate con los alienígenas.
El paracaídas lo tiraba, así que lo destrabó, y este escapó impulsado por el viento hacia un improvisado arco de fútbol.
Entonces los vio de cerca, tres alienígenas atravesaron una débil pared de una de las casas cercanas. Seres gigantescos, de unos tres metros de alto, monstruos acorazados, con grandes cabezas felinas de bocas descomunales erizadas de dientes, narices olisqueando el aire, y amenazadoras garras apretadas en sus armas. Una visión de pesadilla.
Manoteó su pistola, temblando logró sacar el seguro y apuntó cambiando de posición sin darse cuenta, el dolor de su pierna lo volvió a llenar, y el grito surgió desde sus entrañas involuntario.
Fue su sentencia.
Descargó el arma sobre el mas cercano, las balas de 9mm simplemente rebotaron en la coraza, dudaron solo un momento y continuaron hacia el, había un profundo pozo oscuro en esos ojos pequeños, un pozo primitivo, carente de razón, puro instinto.
Frenéticamente trato de poner el cargador de reserva en la Beretta, con un gemido de triunfo lo logró justo cuando el primero se le venia encima.
Lo vio demasiado tarde, instintivamente trató de detenerlo y los impresionantes dientes se cerraron sobre su brazo, en cámara lenta sintió como la piel y músculos eran desgarrados, los huesos tronaron y se partieron en pedazos astillados, mientras la bestia lo elevaba por los aires.
Su mente explotó, gritó a todo pulmón, la adrenalina fluyó instantáneamente y reaccionó por instinto, enterró el cañón de la Beretta contra el ojo de la criatura y apretó el gatillo, vació el cargador completo, las balas atravesaron el globo ocular y encontraron su camino hacia el cerebro del alienígena.
En un ultimo movimiento el ser lo golpeó con sus garras, estas se enterraron en su pecho con facilidad y lo lanzaron varios metros hacia atrás, desprendiendo su brazo.
Estaba acabado, hemorragia, costillas colapsadas, pulmones perforados, hígado y bazo reventados, supo que ya no podría moverse, era el fin.
La criatura cayó pesadamente levantando una nube de polvo, los otros dos le miraron atónitos, en sus pequeñas mentes sopesaron un momento si lanzarse sobre el cadáver de su compañero o ir sobre el humano, pero en su mente primitiva resonó una orden lejana que fue más fuerte que el instinto del depredador, ambos, ignorando los cuerpos, corrieron para volver a la batalla.
Jorge Clavería se desangraba irremediablemente, incapaz de mantener abiertos los ojos, a lo lejos los disparos continuaban, hordas de seres humanos, ebrios de furia, a veces desarmados ultimaban a los últimos invasores de la ciudad, pero estaban muy lejos, en el descampado solar solo estaba su destrozado cuerpo, apoyado en el frágil arco, en el pequeño rectángulo plástico en su mano y en un fantasma de su propio inconciente.
La figura en su cabeza se materializo con una cascada de cabellos oscuros cayendo sobre sus hombros, y unos afiebrados ojos azulados.
La fotografía en su cabina era antigua, no solo ajada sino descolorida, una vieja impresión polaroid con las marcas de un buen par de décadas de molestas e inevitables reacciones químicas, las dos parejas de la imagen sonreían eso si con una luminosidad que el tono ocre del acetato no había podido menguar, un alto marino con su joven y rolliza esposa y un robusto camionero con una menuda mujer tímidamente a su lado, en sus brazos, dos niños, uno grande, de manos rollizas, y una recién nacida niña de oscuros cabellos y ojos profundamente azules.
En su mente, Ángela se deslizó a su lado, el rostro cansado, el cabello revuelto, tal como la había dejado en la base.
El lloró, con apenas fuerzas, con sangre llenando su boca y pequeños espasmos recorriendo su cuerpo, no lloró de dolor, lloró de pena, de perderla, de verla sufrir, lloró por Joaquín que tal vez no tendría a su madre y ni su padre y que crecería en un mundo yermo, lloró por que no podría estar con ella, a su lado, lloró por lo que las cosas que no había hecho y no había dicho, el moriría ahora, ella quizás tendría que morir sola.
Ella tomó su cara con sus manos incorpóreas y le enjuagó las lágrimas, lagrimas que también corrían por sus mejillas y le dijo lo que siempre había querido oír.
– Nunca te di las gracias, nunca te pedí perdón de verdad, cada vez que te levanté la mano sufría, sentía que me volvía loca o simplemente ya lo estaba, pero a la vez sentía orgullo, y agradecimiento de tenerte, de que fueras como eres, a pesar de todo nunca me golpeaste, tu soportaste todo, me soportaste a mi, cada grito, cada golpe, me salvaste tantas veces y nunca te dije lo orgullosa que estaba de lo hombre que eres -.
Jorge Clavería no respondió, había muerto, como lo había soñado tantas veces, en sus brazos, con la fotografía ajada que representaba todo su destino en las manos. Una polaroid amarillenta, con una sencilla nota agregada al reverso el día de su boda.
“Juntos para siempre”.
En un descampado humeante, en una ciudad arrasada, en un mundo perdido, una historia de amor se congeló para el resto de la eternidad.
Y en la punta del morro de Arica, al menos por algunas horas más, la estrella solitaria siguió flameando.
Autor: Carlos Paez.
Imagen: Battle of L.A.