por Rafael Cheuquelaf
No quiero hablar aquí de quien fue Sergio Meier ni de lo que hizo. Eso es algo sabido por mucha gente, que lo conoció tanto a través de su persona como leyendo los productos de su audaz imaginación de escritor. Tampoco es mi intención lamentar aquí su ausencia, sentimiento que comparto con muchos y del cual no me atrevo siquiera a intentar ser portavoz. Pero me permitiré imaginar (o simplemente desear ver) en que podría ocupado ahora.
Cierro los ojos. Y lo veo:
Deslizándose a través de las eras. Sentado entre los alumnos de Pitágoras, mirando como el Maestro dibuja su Teorema en la arena. Buscando un manuscrito en la Biblioteca de Alejandría con la ayuda de Hipatia. Jugando ajedrez con un filósofo árabe que se mueve como autómata. Sosteniendo en sus manos La Piedra Filosofal y discutiendo con Nicolás Flamel acerca de sus reales propiedades. Ocultando en su vieja casona de Quillota libros prohibidos, destinados al fuego por el Index de la Inquisición. Recibiendo junto Borges el fulgor hipnótico del Aleph en un sótano porteño.
Navegando por los océanos estelares que separan y unen los universos, a bordo de una nave dorada con un mascarón de proa que tiene el rostro de la mujer que amó. Trazando su ruta con el compás del Tiempo y el sextante del Espacio.
Jugando a ensamblar un Lego de Diez Dimensiones y usando a plenitud sus nuevos y poderosos sentidos. Pintando paisajes con todo el espectro visible e invisible.
Componiendo música con las vibraciones cuánticas y con el canto de sirena de los soles.
Siendo testigo de la titánica lucha de Newton y Leibnitz y encontrándose con múltiples versiones de Einstein y Bohr que desparraman los ecos de su discrepancia eterna.
Lo veo como hombre, como anciano, como niño, extendiendo sus manos y dispersando nubes de hidrógeno y calculando trayectorias improbables.
Retrocediendo hasta el Bing Bang y acelerando hasta la Muerte del Universo, solo para descubrir que este Final es solo el Alumbramiento de un Nuevo Cosmos, que nace luminoso y se expande lleno de energía.
Hace un año Sergio Meier traspasó una puerta, la que nos está· esperando a todos. Y al hacerlo ha superado su Propia Imaginación y la Nuestra.
Eso es lo que veo.
Eso es lo que deseo.
© 2010, Rafael Cheuquelaf Bradasic,
integrante del dúo LLUVIA ACIDA.