En la madrugada del 27 de febrero recién pasado, un terremoto de grado 8.8 o 8.5 en la escala de Richter sacudió a la Región del Bio Bio, liberando una energía total de 6×10^19 Joule [6 seguido de 19 ceros] en pocos minutos. Esta cifra es impresionante: corresponde a casi un millón bombas atómicas tipo Hiroshima, y 500 veces la energía del terremoto en Haití, hace pocas semanas.
Comparemos esta cifra con la energía liberada en un impacto de un asteroide que choca con la Tierra. Si la velocidad relativa entre ambos es de 30 km por segundo (que corresponde a la velocidad de la Tierra en su órbita alrededor del Sol) necesitamos una masa total del asteroide de 130 millones de toneladas para liberar la misma cantidad de energía como en el terremoto. Aplicando una densidad típica para asteroides de 3 g/cm3 se calcula un diámetro de 400 metros del cuerpo impactante.
Su efecto sería desastroso.
El asteroide mismo mas 10 veces material terrestre se calienta en milisegundos de tal manera que se evapora instantáneamente, convirtiéndose en un gas superdenso de varios miles de grados temperatura. Esta bola de gas explota violentamente formando un cráter 20 veces más grande que el impactor, 8 km en diámetro. En la atmósfera se propaga una onda de choque caliente que destruye cualquier ser vivo hasta distancias de 50 a 100 km. Las temperaturas altas encienden los bosques y cualquier objeto combustible en forma instantánea, causando incendios infernales por lo menos unos 30 km alrededor del impacto. Si esto fuera localizado en la ciudad de Concepción, desaparecería en segundos no solo esta ciudad, sino también lugares vecinos como Talcahuano, Penco, Tomé, Coronel y Lota. Toda esta área se convertiría en ceniza, nadie podría sobrevivir. Un tsunami gigante, nunca visto por la humanidad, se propagaría por todo el océano pacífico destruyendo los lugares cercanos a todas sus costas. A la vez, otra onda de choque se propagaría bajo tierra, causando un fuerte terremoto local. Sin embargo, como gran parte de la energía inicial ya se gastó en la formación del cráter, el terremoto no sería tan fuerte como el de 27 de febrero en lugares más lejanos, como en Santiago. Poco consuelo, considerando los demás destrozos…
¿Cómo se explican estas grandes diferencias en los efectos de un impacto cósmico y un terremoto a pesar de que las energías liberadas son del mismo orden de magnitud?
Ambos eventos están dominados por la energía cinética, y esta es proporcional a la masa que se mueve y al cuadrado de su velocidad. En el impacto cósmico la masa del asteroide no es tan grande, pero su velocidad de 30 km por segundo es mil veces mayor que la típica velocidad de un vehiculo en una autopista. La liberación de la energía ocurre en la superficie de la Tierra, concentrado en un punto y a pocos kilómetros en su alrededor. En el caso del terremoto, la energía se libera en la profundidad, varios kilómetros bajo la superficie (unos 50 km el 27 de febrero), y se propagan ondas hacia la superficie de la Tierra en áreas de 500 o más km alrededor. Se mueve, entonces, una masa gigantesca, con una velocidad moderada, llegando finalmente a la misma energía total liberada.
Concluimos, entonces, que un terremoto es mucho más benevolente que un impacto cósmico. Terremotos ocurren con cierta frecuencia, los podemos manejar. Felizmente, impactos cósmicos son muy raros: en realidad, la humanidad nunca ha vivido un evento de tal magnitud en tiempos históricos, en los últimos 6000 años. El cráter de impacto mas joven conocido, el Barringer Cráter en Arizona, USA, se formó hace unos 50000 años.
Pero esto es pura estadística. Un impacto cósmico podría ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar de la Tierra. Por eso existen varios programas de búsqueda de asteroides pequeños que podrían chocar con la Tierra. Ya se conoce varios miles de estos objetos, y ninguno de ellos presenta un peligro real de un choque en las próximas décadas. Asteroides de 10 km o más, como el que mató a los dinosaurios, se conoce todos, y muchos de los mayores de 1 km también. Pero entre los menores de 1 km todavía hay miles por descubrir, y entre ellos se podrían esconder objetos peligrosos. Los programas de búsqueda se llevan a cabo en E.E.U.U. y Europa, ninguno está concentrado al hemisferio sur. Chile, con tantas instalaciones astronómicas, no participa en ninguno de ellos. Esto es una lástima, porque, con poca inversión, se podría hacer un aporte significativo, y tal vez decisivo, a la seguridad del planeta y de la humanidad.
Autor: Prof. Dr. Nikolaus Vogt
Publicación original: astronosotros
Una comparación bastante más sensata que la hecha por cierta autoridad, con la bomba de Hiroshima. No se puede comparar un terremoto con el prolongado efecto nocivo de la energía nuclear.
Es bastante inquietante el pensar un eventual impacto celeste. Sobretodo pensando que hay ciertos aerolitos que por su tamaño no nos dan la opción de destruirlos antes del choque. Y de poder hacerlo, los fragmentos también desolarían la superficie terrestre.
Se supone que la mejor opción es desviarlos, pero su velocidad y masa no siempre dejan darles un “empujoncito”.
Muy buen artículo.