Cuando el 4 de octubre de 1957, la ex Unión Soviética puso en órbita al Sputnik I, el primer satélite artificial de la historia, se dio inicio a la conquista del Espacio, epopeya científico tecnológica que permitió materializar un sueño que desde tiempos inmemoriales había embriagado la imaginación de la humanidad: Viajar hacia las estrellas.
En los comienzos de la conquista del Cosmos las expectativas eran muchas, en sólo una década después de los primeros lanzamientos de satélites, se pudo llegar a la Luna y era natural que el futuro se vislumbrara promisorio. Una película del año 1968 (2001, Una Odisea del Espacio), reflejando muy bien el entusiasmo de esa época, hacía referencia al entonces lejano inicio del siglo XXI, como la culminación de la presencia del ser humano en el Espacio. Se suponía que en ese mítico año 2001 sería común pasar las vacaciones en hoteles en órbita terrestre o en bases lunares y también se podría viajar en forma rutinaria a otros planetas.
Sin embargo, hasta ahora, la realidad de la conquista del cosmos se ha dado de manera muy distinta a como se imaginaba en sus inicios. De partida, llama la atención que el privilegio de llegar al Espacio ha estado reservado exclusivamente a un pequeño puñado de individuos, en su mayoría experimentados pilotos militares, así como también científicos o ingenieros de primer nivel. En ambos casos se trata de personas con una formación académica, entrenamiento y estado de salud, tanto físico como psicológico, excepcionales, requisitos todos, que están muy lejanos de las posibilidades del ciudadano típico. Ante este escenario, tan restrictivo y excluyente, cabe preguntarse acerca de cuáles son las verdaderas posibilidades que tienen las personas comunes y corrientes, de viajar al Espacio y concretar así las expectativas que con tanto entusiasmo se publicitaban hace ya medio siglo.
Los primeros pasajeros
En el año 2001 la comunidad internacional se sorprendió con la noticia del viaje al Espacio del norteamericano Dennis Tito, quien desembolsó 20 millones de dólares por un asiento en una nave rusa Soyuz que lo llevó a un paseo de una semana en la Estación Espacial Internacional (ISS). Aunque posteriormente los rusos han llevado a otros pasajeros (todos ellos multimillonarios), no se puede considerar a estas estadías en órbita en torno a la Tierra como el advenimiento de la era del turismo espacial. En primer lugar, por el alto costo del boleto que lo torna inalcanzable para la mayoría, y también por la posición contraría de los otros países socios de la ISS, quienes rechazan a este tipo de viajes, por considerar que aquellos pasajeros constituyen un riesgo y un estorbo para las actuales misiones, las cuales son de carácter netamente científico.
Pero afortunadamente, al menos para aquellos soñadores que están dispuestos a hacer realidad el ancestral anhelo de llegar a las estrellas, algunos operadores privados están desarrollando tecnologías y promocionando vuelos espaciales turísticos a personas que, como usted o como yo, no son multimillonarios y nada tienen que ver con el perfil del astronauta profesional.
Líneas Aéreas Espaciales
Una de las principales motivaciones para desarrollar tecnologías aeroespaciales que permitan llevar pasajeros civiles al Espacio, es de orden económica. Encuestas realizadas en países del primer mundo, señalan que más del 60% de las personas estarían interesadas en tomar un tour espacial, y para el año 2010 se espera una demanda de miles de potenciales viajeros. Y ante este mercado tan atractivo, era inevitable que surgieran inversionistas interesados en explotar el negocio.
De momento, al menos siete compañías se encuentran poniendo a punto sus aeronaves, esperando realizar los primeros vuelos comerciales dentro de un par de años, y algunas de ellas ya están ofreciendo pasajes a través de agencias de viajes. Incluso en Chile, una conocida empresa del rubro ofrece un paquete turístico espacial, y ya algunos compatriotas disponen de un boleto para viajar a partir del año 2010.
La Línea Aérea Espacial que lleva la delantera es Virgin Galactic con su vehículo SpaceShip Two, la cual tiene el antecedente de haber realizado ya vuelos fuera de la atmósfera terrestre. La versión anterior de la nave que utiliza actualmente esta compañía ganó el premio Anzari X Prize, establecido para la primera aeronave espacial civil que pudiera salir fuera de la atmósfera y regresara aterrizando como un avión convencional (para efectos de definir lo que es un vuelo espacial, la Nasa señaló como límite los 100 kilómetros de altitud). Efectivamente, en el año 2004 la nave SpaceShip One fue llevada hasta una altitud de 15 kilómetros por un avión nodriza. Después de desprenderse de la nave madre, encendió sus motores cohete y ascendió hasta superar los 100 kilómetros, para posteriormente regresar y tomar tierra normalmente. Su piloto fue la primera persona particular en ganar las alas de astronauta, lo que también sucederá con los futuros pasajeros que realicen el viaje, quienes, además de una medalla y trofeo conmemorativo, recibirán un certificado que acreditará su estatus de viajeros espaciales.
Pero hay que aclarar que no se trata (por ahora) de vuelos orbitales de circunvalación del globo terráqueo, como los que realizan habitualmente los astronautas que viajan en los transbordadores espaciales norteamericanos, en la Estación Espacial Internacional o en las naves espaciales rusas y chinas. No, los vuelos que se están ofreciendo son de naturaleza suborbital, en los cuales el vehículo asciende en la vertical hasta un nivel que sobrepasa los 100 kilómetros, describe una parábola y posteriormente desciende. Durante la culminación del vuelo, el pasajero podrá percibir la curvatura de la Tierra, observar la oscuridad del Espacio exterior, y lo más importante: experimentará por algunos minutos la sensación de ausencia de peso (flotará dentro de cabina). Se estima que el viaje completo tomará entre dos y tres horas.
Nueva reglamentación
La presencia, ya inevitable dentro de un par de años, de personas comunes y corrientes en el Espacio, está obligando a los gobiernos a establecer un marco regulatorio adecuado. En estos momentos las autoridades competentes de EEUU y Europa se encuentran abocadas a la tarea de definir una normativa que defina los requisitos legales, técnicos y de impacto ambiental que deberá satisfacer esta incipiente industria.
Del mismo modo se están determinando los requisitos de salud que deberán cumplir los potenciales pasajeros, después de todo las condiciones a que se verán expuestos en las fases más críticas del vuelo (despegue y reentrada a la atmósfera) implicará soportar varias veces la fuerza normal de Gravedad. Debido a esto seguramente habrá restricciones para personas con padecimientos cardíacos, males congénitos, embarazadas, y en general con todas aquellas dolencias o estados que puedan comprometer la salud del pasajero, o la seguridad del resto de la tripulación y del vuelo mismo.
Pero para tranquilidad de los posibles interesados, hay que aclarar que el chequeo médico no será nada fuera de lo común, y se espera que la mayoría de los candidatos con salud normal, podrán sortearlo sin dificultad. Sin embargo hay un pero, y éste no es otro que el financiamiento, ¡el valor del pasaje es de US$200.000,00 por persona!
Es de esperar que, con el acelerado desarrollo que experimenta la tecnología aeroespacial y con la fuerte competencia que se establecerá entre las diversas compañías que participarán en el negocio, los precios disminuyan de manera significativa, permitiendo así que más personas puedan asomarse a los cielos y observar a nuestro hogar cósmico desde los límites mismos del Espacio exterior.
Los riesgos de ir al Espacio
Sin embargo, es necesario tener presente que este tipo de paseos (vuelos suborbitales) distan mucho de aquellos con los que se soñaba en los inicios de la Era espacial, con largas jornadas (de semanas o meses) alejados del planeta Tierra. Por ahora, los verdaderos viajes espaciales continuarán siendo un privilegio exclusivo de los astronautas profesionales. Esto porque están aún en estudio los efectos biológicos de la estancia prolongada en el Espacio -se sabe que las personas que permanecen por mucho tiempo en ambientes de microgravedad sufren un deterioro físico importante-. También está el peligro asociado a permanecer fuera del escudo protector de la atmósfera terrestre, lo que se traduce en una exposición permanente a la fuerte radiación que procede del Espacio exterior, y que potencialmente pueden generar diferentes tipos de cáncer. Por último, se deben mencionar los altos riesgos inherentes a una actividad que se desarrolla en condiciones de esfuerzo límite, tanto desde el punto de vista de la fisiología de los tripulantes, como de la tecnología de las aeronaves que los transportan. No olvidemos que sólo en accidentes de los Transbordadores Espaciales norteamericanos han muerto 14 astronautas.
Por lo tanto, mientras los viajes al Espacio continúen siendo en extremos riesgosos, las personas comunes y corrientes tendremos que conformarnos con los tímidos paseos que ofrece la novel industria del turismo espacial. Seguramente estos vuelos suborbitales constituyen un primer paso, hasta que en décadas futuras la tecnología aeroespacial permita la presencia masiva de seres humanos en el Espacio. Después de todo, el afán por conquistar y colonizar el cosmos pareciera estar en nuestros genes, y debe ser porque -como dijera el precursor de la astronáutica Konstantin Tsiolkovsky– «El planeta Tierra es la cuna de la inteligencia, pero no se puede vivir eternamente en la cuna».
Vuelo simulado del SpaceShip Two
publicado en ArgoNavis, octubre de 2008.
A mi entender, el mayor problema del turismo espacial, y de la conquista espacial en general, son los medios de transporte de que se dispone en la actualidad. El Spaceship Two es un paso en esa dirección, pero queda muchísimo por hacer. La tecnología de cohetes de combustible líquido, e incluso la de reactores hipersónicos es y sera insuficiente para sacarnos del pozo gravitatorio.
Lo que se requiere es el elevador espacial, o al menos la propulsión laser avanzada. Sólo cuando se disponga de un medio de transporte masivo para llevarnos al espacio, el turismo espacial se masificará. Hasta entonces, nos tendremos que conformar con ver a unos cuantos millonarios haciendo piruetas en cero G.