De todos los conceptos revolucionarios que surgieron del terreno de la ciencia, en la primera mitad del siglo XX, hubo dos que modificaron de manera significativa la forma de interpretar la realidad. Se trata de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, dos teorías que conforman lo que se conoce como Física Moderna, las cuales permitieron comprender el Cosmos de una forma renovada.
Por tratarse de conceptos a la vez complejos y perturbadores, no resulta extraño que no sean entendidos adecuadamente por la mayoría de población. E incluso, muchas veces se cree que su real comprensión está reservada sólo a los científicos más brillantes.
Sin embargo han existido algunas personas, alejadas de la ciencia, que de modo visionario han captado muchos de esos conceptos innovadores y los han incluido magistralmente en sus creaciones.
Uno de estos personajes es Jorge Luis Borges, el recordado escritor que en gran parte de su obra recurrió a metáforas para dar vida literaria a las ideas y conceptos que recién estaban tomado cuerpo en la nueva ciencia que se estaba fraguando en los inicios del siglo XX. Al evocar su extensa creación surgen a raudales referencias a las paradojas del tiempo, al infinito, la causalidad y el indeterminismo, entre muchos otros temas complejos y escurridizos.
Aunque desde hace mucho tiempo es conocida la estrecha conexión existente entre su obra y las matemáticas (son abundantes las citas que se hacen a Borges en textos científicos de primer nivel), pocos estudios han analizado en profundidad la forma como Borges supo ataviar a su vasta creación con las ideas que estaban surgiendo del territorio de la física moderna, y en particular de la paradójica mecánica cuántica.
Las otras realidades
Abriendo caminos en este territorio poco explorado, el autor Tito Matamala ha publicado el libro “El corazón cuántico de Jorge Luis Borges” (Editorial Universidad de Concepción, noviembre 2006), en el cual intenta poner en evidencia la forma cómo el famoso escritor plasmó en toda su obra, los conceptos que emanaban de la ciencia de la época.
Aunque toda la creación Borgeana está impregnada de ideas que embriagan la imaginación, hay una que ocupa un lugar destacado: la existencia de una realidad que incluye múltiples destinos, que no se anulan entre ellos y en la que todos se cumplen. Este concepto perturbador, que generalmente se interpreta como un recurso literario para dar al relato un carácter fantástico, pareciera ser posible y real cuando se analiza bajo el prisma de la física moderna.
La mecánica cuántica describe fenómenos que desafían al sentido común, y que por lo mismo son a veces difíciles de aceptar. Uno de ellos es el que postula que al producirse una observación a nivel de partículas, el universo entero se escinde en realidades alternativas; generando cada una de ellas un universo diferente. Pero aquí viene lo increíble: nosotros, observadores del mundo cotidiano, sólo podemos percibir uno de esos múltiples universos, el cual constituye “nuestra” realidad. Pero simultáneamente existen otras realidades que no nos incluyen, ya sea porque nunca existimos en ellas o porque ya morimos. Este fenómeno, que parece sacado de la ciencia ficción, en realidad posee un sustento científico y es notable como Borges lo utilizó en uno de sus cuentos más famosos (“El jardín de los senderos que se bifurcan”), mucho antes que el físico Hugh Everett lo planteara en su tesis doctoral.
En “El corazón cuántico de Jorge Luis Borges” se analiza en detalle la obra del escritor argentino, mostrándonos la forma como éste supo impregnar a su creación del espíritu que animaba a la ciencia de su época. Y de esta forma transformarse él mismo en un heraldo de las ideas que, entonces, surgían de la frontera del conocimiento.
El autor, Tito Matamala, es un conocido hombre de letras que en algún momento de su vida se aventuró también en el territorio cautivador de los números y las leyes físicas. Este conocimiento de ambos mundos, le da la autoridad para abocarse a la tarea de buscar al ente integrador que permite relacionar las modernas teorías que explican el funcionamiento del Universo con las seductoras metáforas que subyacen en la obra del inmortal ciego de Buenos Aires.
Y el esfuerzo valió la pena, ya que el resultado de su investigación se plasmó en este libro que, en forma amena, nos permite visualizar la creación de uno de los más grandes autores de todos los tiempos, desde una perspectiva diferente. Después de su lectura, de manera inevitable, se enaltece aún más la figura de Jorge Luis Borges, quien como un niño con su juguete más preciado, disfrutaba lúdicamente de los misterios que surgen del mundo cuántico. Aun cuando, ahora en una paradoja de su propia existencia, se reconocía a sí mismo como un absoluto desconocedor de la física.[x]
Publicado en El Sur (17-12-2006).
Por supuesto!
Sin embargo, al leer los cuentos de Borges me sugiere algo más que la mecánica cuántica. Borges debió conocer en detalle de matemática de números transfinitos. Esta última es una especialidad arcana de la matemática que pocos conocen. Borges se manejaba en ella.
Muy de acuerdo Eric Goles usa cuentos de Borges para explicar ciencia, es impresionante ver como un royo de papel se transforma en literatura plasmada.
El grito del autor está en otro lado, eso está claro, no es ciencia… pero cuando Borges habla y un científico hace suya la narración, se produce vida.
Creo que he amado la ciencia estos últimos cinco años más que en todo el colegio, no sólo la física, creo que el nuevo Borges hablará de biología, sino lo está haciendo ahora.
Lean a Mike Wilson, ahí se asoma algo bellamente interesante.