Le decíamos Hendrix o el premio nóbel.
Vivía en el parque Stenzel, o al menos allí dormía. Íbamos allí todos los viernes a la salida del FTW, borrachos y alegres o borrachos y tristes, y nos sentábamos en el pasto a tomar como todo el mundo. El parque Stenzel era la mejor parte de mi semana.
Podías escuchar a las parejas follando tras los arbustos o encontrar amigos perdidos, y nadie tiraba nunca las botellas al suelo así que podías andar descalzo envuelto en el humo de los gatillos.
Una noche lo vimos y nos gustó. Hablaba solo y gesticulaba en el charco de luz de una farola, ajeno a todo y a todos como un idiota o un genio. Poco a poco la conversación fue muriendo hasta que estuvimos todos pendientes de él, pero aunque lo escuchamos por un buen rato nadie entendió una sola palabra. Sammy se acercó y le dijo algo en como cuarenta idiomas pero el premio nóbel lo miró con sus ojos de perro, se dio la vuelta y se fue.
La semana siguiente volvimos a verlo y le invitamos a un trago. Estaba más sucio y más loco pero el ron amiga a todos los hombres y se sentó con nosotros. Le preguntamos quién era o de dónde o si quería un cigarrillo, pero de su boca no salió nada comprensible. Pensé que sonaba a ruso pero Sammy dijo que no. A Sebas le parecía chino y Sammy dijo que tampoco. Sammy sabía contar en veintitrés lenguas y saludar en treinta y ocho, pero no pudo entender al viejo. Estábamos intrigados y le pasamos pantalla y lápiz, y el viejo pareció escribir algo pero al final eran sólo dibujos. Garabatos y símbolos sin sentido, o eso pensamos entonces. De todos modos Sammy grabó la lámina para estudiarla otro día, y seguimos tomando y fumando gloria.
Una semana más tarde empezamos a inventar su historia. Todos teníamos teorías distintas. Nik era el más práctico: según él se trataba de un paciente psiquiátrico huido. Había sido un tipo común y corriente hasta lesionarse el área de broca en un accidente o algo por el estilo. Nik aprovechaba cualquier oportunidad para hablar de las partes del cerebro, pero yo nunca me acuerdo. Siempre me corregía por confundir hipocampo con hipotálamo. Como su historia era muy aburrida la mejoró añadiendo un asesinato. El viejo era el amante de la esposa de su mejor amigo y éste, al descubrirlos, les pegó un tiro a ambos y luego se suicidó. Pero el viejo había sobrevivido, aunque la bala aún se alojaba en su cabeza, entre la amígdala y la ínsula, o algo así.
Sebas dijo que no, que la verdad era otra. El vagabundo había sido en otro tiempo el sicario más mortífero de un cartel de contrabando de esclavos, en algún lugar del sudeste asiático. Duro y frío como Plutón, había degollado a mujeres y niños sin un solo parpadeo, sólo para terminar enamorándose de una joven vietnamita huérfana. El drama se alargó hasta que nos acabamos la botella de Mano Negra, pero he olvidado la mayor parte de los detalles. El caso es que el viejo era buscado en el mundo entero por varios grupos de criminales y unas decenas de agencias gubernamentales, y para evitar la muerte se hacía pasar por un loco miserable que vivía en un parque.
Cuando Sebas terminó de hablar todos miramos nerviosos al viejo, pero luego alguien vomitó y los demás reimos y la ilusión se rompió. Un asesino profesional, sí claro.
A mí no se me ocurrió ninguna historia pero no importó porque a Sammy sí, y la suya fue la mejor de todas:
A Jacob Hendrix le decían el Nuevo Newton. Tenía un cerebro tan brillante como el reflejo del sol en un rascacielos. Era bueno en todo pero especialmente bueno en física. Se graduó a los 18 y diez años más tarde ganó el Nóbel. En toda su vida se enamoró una sola vez, y se casó con ella a los 24. Se llamaba Rachel y tenía el pelo largo y negro como un manantial de petróleo. Pero los genios son monstruos y aunque la quiso a su modo ella se suicidó. Fue un día después de la ceremonia en Suecia; la encontró colgada del árbol que había tras la casa, balancéandose sobre la piscina como una sábana al viento. Entonces algo hizo clic en su cabeza y se volvió todavía más loco. Se retiró del mundo y se encerró en su laboratorio a desentrañar los misterios del multiverso. Su idea era buscar a Rachel en otras dimensiones y hacer por ella, por todas ellas, lo que no había podido hacer allí. Pasaron diez años antes de que alguien decidiera ir a preguntar. Tocaron a su puerta y al final la derribaron, y sólo encontraron notas tiradas como hojas de otoño y máquinas zumbando como panales, pero ningún rastro de Hendrix, excepto un pedazo de su bata blanca, incrustado en la pared en el centro mismo de un graffiti circular.
– Como Stargate -dijo Sebas, y todos estuvimos de acuerdo.
Desde entonces comenzamos a llamarlo Hendrix o el premio nóbel, y cada viernes añadíamos cosas a su historia, imaginábamos sus aventuras dimensionales y discutíamos sobre la belleza de Rachel. Sammy comenzó a escribir una novela al respecto, pero no nos dimos cuenta de cuán en serio se estaba tomando el asunto hasta que empezó a pasar más tiempo hablando que tomando.
Samuel era filólogo y estaba decidido a entender el lenguaje de Hendrix. Los demás ni siquiera pensábamos que fuera un lenguaje, sino más bien una mezcolanza de gruñidos y fonemas sueltos como los que suelta uno cuando está dormido o demasiado drogado. Pero Sammy era Sammy y le gustaban los misterios.
Un viernes, varios meses más tarde, cuando ya habíamos construido un gigantesco castillo de naipes sobre la teoría de Sammy, el premio nóbel no apareció. Lo estuvimos buscando un rato entre los arbustos y bajo los bancos del parque, y Nik hasta se asomó al desagüe del estanque que hay en el centro, pero Hendrix no estaba en ningún lado. Nos costó bastante lograr que Sammy hablara de otra cosa pero al final lo logramos, y por una noche todo volvió a ser como antes, sólo humo y alcohol y la luz dorada de las farolas sobre la hierba.
Al día siguiente vimos los periódicos. Encuentran a Banquero Desaparecido, Empresario Vivía como Vagabundo en el Parque Stenzel, Pordiosero es uno de los Hombres más Ricos del País, y cosas por el estilo.
Apenas habíamos alcanzado a hablar de ello cuando salió la siguiente edición: Vagabundo era Estafador, Mendigo se hace Pasar por Millonario, Análisis de Sangre Descarta cualquier Parentesco, etcétera.
Poco a poco Hendrix fue alejándose de las portadas y sumergiéndose en columnas noticiosas más y más pequeñas. Para el jueves ya era historia. Resulta que el premio nóbel era casi idéntico al presidente del Banco Bachem, y alguno de los empleados de alguna de sus numerosas empresas se había encontrado con él en la calle y había avisado a las autoridades. Un puñado de abogados y médicos despejaron todas las dudas en poco más de cuarenta horas. Serval Bachem regresó de sus vacaciones en Tahiti y despidió al empleado soplón. Hendrix regresó al parque, afeitado y lavado pero con la misma ropa de siempre. Fin del problema.
Esa semana nuestras teorías sobre Hendrix cambiaron tanto como los titulares, y el viernes todos estábamos ansiosos por discutirlas.
Nik dijo que era obvio que Hendrix era el mellizo de Bachem. Nos contó una historia similar a la del Príncipe y el Vagabundo y nos habló del cuco y de cuán fácil era falsear los resultados de un análisis clínico. En general estuvo bien, para tratarse de Nik, pero el pobre nunca entendió que lo que menos nos interesaba en aquellas noches en el Stenzel eran las cosas probables.
– Viene del futuro -dijo Sebas.- Es el Bachem de dentro de diez años que vino a disfrutar del presente porque el futuro es una mierda.
Todos pensamos que el presente también era una mierda pero no dijimos nada porque Sebas sabía cómo contar una histotia.
Yo estaba lleno de humo y dije que se trataba de un clon, creado por la mano derecha de Bachem. Señalé a Hendrix y traté de convencerlos de que era en realidad el verdadero Serval, drogado y electroshockeado. Entonces empezamos a hablar de qué drogas habrían empleado y nos olvidamos un rato del premio nóbel.
Todos menos Sammy.
Sammy fue el único que no tuvo que cambiar nada. De hecho estaba más seguro que nunca de que Hendrix venía de otra dimensión. Fue más o menos esa noche cuando todo comenzó a irse al demonio.
La novia de Sammy se llamaba Samanta pero le decíamos Sam para no confundir. Era confuso de todos modos, para quienes no los conocían. Era hermosa como una puesta de sol y en el fondo todos la amábamos.
El depto de Sam y Sammy era un taller reacomodado. Un solo ambiente grande como una cancha de fútbol. Había dos puertas al final del cuarto: una daba al baño y la otra a un trastero. Fue allí donde Sammy acomodó al viejo, sin decirle nada a nadie.
Ella se enteró, claro. Sammy era tan listo y al mismo tiempo tan tonto. La quería mucho pero nunca pudo cambiar, y al final Sam se fue llorando una noche de lluvia y no volvieron a verse. Ya había pasado antes, la rabia, los gritos, el adiós y el portazo, pero esa vez fue de verdad la última.
Sammy me llamó tras la pelea y fui a su casa con whiskey y gatillos. De camino vi las luces rojas y azules y me acerqué a mirar. Incluso muerta era tan hermosa. Un policía interrogaba a un hombre y un periodista sacaba fotos. Yo me quedé quieto en medio de un charco llorando como si hubiera sido mi novia.
El funeral fue triste como una película de guerra. Eran los primeros días de otoño y Sammy no estaba allí. Pasaba todo el tiempo encerrado en el garage, tratando de descifrar el lenguaje de Hendrix. Yo les llevaba comida de vez en cuando, y me quedé con una llave por si acaso. El suelo estaba cubierto de hojas y envoltorios de golosinas, y el premio nóbel había empezado a rayar las paredes con los pintalabios de Samanta.
Sammy decía que eran fórmulas matemáticas pero yo sólo veía jeroglíficos y pinturas rupestres.
Un día ya no estaban en casa. Encendí la luz y una cucaracha huyó hacia la nevera. Esperé una hora pero no volvieron. Llamé a Sammy diez u once veces sin conseguir respuesta y ya estaba por llamar a la policía cuando vi el zapato. Primero pensé que estaba pegado pero no. Estaba incrustado en la pared. Sobresalía el talón, justo en el centro de uno de los dibujos de Hendrix. Parecía más un hexágono que un círculo pero qué se yo de geometría dimensional.
El portal estaba cerrado y no había otros restos. Nada de sangre ni pelos ni señales de que algo hubiera salido mal.
La policía se llevó el zapato y un pedazo de pared. Eso fue hace casi un año.
Paso al depto todos los sábados. Barro el polvo y quito las telarañas y cambio las trampas para ratones, y una vez al mes repaso las marcas en las paredes con rotulador. Incluso si llegaran a borrarse por la humedad tengo varias fotografías del portal y podría dibujarlo de nuevo. He mirado los símbolos tanto tiempo que a veces creo que voy a entenderlos.
Más de una vez me he quedado de pie frente al graffiti esperando algo. De vez en cuando alargo el brazo y aprieto la palma de la mano contra el muro.
No creo que Sammy vaya a volver. No sé si está vivo o muerto. En este mundo o en otro. A veces lo imagino con la barba enredada y una larga melena sucia, sentado en un parque y hablándole a nadie mientras la gente pasa desviando la mirada o riéndose en silencio.
A veces sueño que el portal se abre y Sammy aparece con Sam de la mano. He pensado en escribir una historia que termine así pero ni él ni ella van a leerla, así que qué sentido tiene.
Todos los sábados antes de irme abro una cerveza y brindo mirando al portal.
– Estés donde estés, Sammy -digo-, espero que sea un mundo mejor.
Porque éste es una mierda.[x]
Imagen: Silvina
me gusto el cuento, en lo personal prefiero más argumento científico, y al suponer que el portal era sólo sugestión me hizo toparme con una pregunta que me hago muy seguido: cuál es la línea que separa la ciencia ficción de otros generos (misterio, thriller…)por lo demás tomando en cuenta el misterio y la cercanía de este cuento (me pudo pasar a mi, a unos amigos, a unos primos…)me gusto
con el perdón de los puristas-talibanes-de-la-hard-CF, podría decirse que, actualmente, la ciencia ficción está mas o menos muerta y que sobrevive como un ingrediente más que un género, de ahí a que sea difícil trazar su frontera.
Recomiendo la lectura de esto y esto para aclarar el punto. En este último link incluso el profeta Miquel Barceló tiene una lapidarias palabras sobre el género…
saludos
Sí, bueno, también me gusta un poco de especulación científica especializada de vez en cuando, pero sin ser un palurdo total, admito que de física recuerdo bastante menos de lo que me gustaría. Al final, y me ha pasado, si me pongo a investigar en wikipedia o a repasar los ramos de la U termino perdido en conjeturas y no escribo nada. Igual, muchas novelas y series de TV que parecen científicas se derrumban al ser analizadas por gente que de verdad sabe del tema. Por eso hace rato dejé de intentar escribir hard sci-fi y escribo lo que me salga de la nariz, nada más. El tema da para largo en todo caso.
Si te gustó éste, tal vez te guste este otro, aunque te advierto que es bastante más extenso.
Gracias por el mini-feedback.
Arriba (en los comentarios) se expone el dilema eterno:
La Ciencia Ficción ¿hija de la Ciencia, o hija de la Literatura? Porque al final, tiene que elegir a alguna.
Me inclino, al igual que Guayec, porque sea literatura. Que el detalle esté en la naturalidad con que al nóbel le pasan la pantalla en vez del papel, y que no haya que decir «la pantalla de cristal polarizado autoaglutinante», sino que sea la pantalla; que prime el argumento.
Para Hard-Sci-Fi, es cosa de tratar de entender el bosón de Higgs. La física le ganó al relato como desde Max Planck en adelante.
Por lo mismo, mis felicitaciones a Guayec. Sólo quizá, muy personal, la parte en que Sam muere pasa muy rápida y fríamente.
Haz que la llore!
segundo relato que leo de ti, joder, escribes cosas buenas hombre.