PROBLEMAS EN EL CAMINO

Salimos limpiamente. Aun cuando pasamos a llevar varios automóviles mas pequeños y motocicletas.
Papá acelero , Julián, mi hermano tomó la escopeta pasándose a la parte de atrás de nuestro coche para evitar de que alguien nos pasara a llevar desde atrás.
Cruzamos las primeras barricadas sin novedad. No tuvo la misma suerte nuestro vecino el señor Godoy, quien quedó atrapado entre algunos neumáticos en llamas y miguelitos, sin duda se morirá.
Logramos llegar a una de las vías principales en dos horas pasando por Plaza Italia, en ella nos percatamos que al parecer éramos la única familia del vecindario que había logrado llegar hasta ahí.
-¡Cuidado por la izquierda- gritó mamá, papá velozmente apretó el acelerador dejando sin posibilidades de abordarnos a dos de los tres saqueadores que se nos abalanzaban, el tercero voló como diez metros al ser alcanzado por la bazuca que disparó mamá. Por su parte mi hermano había descargado completamente la escopeta.
Yo era la encargada de suministros ya sean municiones o vendajes en caso de alguien resultara herido. Lástima que nada pude hacer por tía Lucy que calló al abrir la puerta a ocho metros de la zona de seguridad cuando se asustó con una detonación muy cerca del auto.
La luz roja en el techo se encendió y todos nos sujetamos muy bien. El coche dio tres vueltas, pasamos rozando otros dos coches y a una camioneta blanca, en la que el solitario chofer, a mi parecer, muy herido y casi inconsciente, al percatarse de nosotros quiso esquivarnos pero fue a dar contra una muralla de concreto, estallando y dejando una estela de humo en el camino. Tuvimos que detenernos a cambiar un neumático, ¡lo hicimos en 43 segundos!
Cuando faltaban algunos pocos kilómetros para llegar al primer destino vi el cuerpo de Francisca en la calzada, era una de mis mejores amigas. Su mamá inútilmente trataba de hacerla volver en si, dos hombres provistos de palos se le acercaban, fue imposible detenerse… habían francotiradores.
A lo lejos divisamos luces, debería ser un control militar. Aquello significaba que estábamos » a salvo» de los saqueadores, pero no de los caprichos de los hombres de uniforme. Al verles la cara a papá y mamá me di cuenta que estaba en lo cierto.
Papá pulsó el botón del turbo reactor y salimos disparados contra las barreras. Julián iba cubriéndonos con ráfagas de metralleta desde el costado derecho del coche, mientras mamá y yo lanzábamos granadas contra las barreras. Logramos pasar con vida, y el blindaje de auto funcionó a la perfección, solo mamá resultó herida de un impacto de bala que le sacó el lóbulo de la oreja.
Algunos minutos después llegamos.
Pensé que nunca lo lograríamos, pero al final pudimos hacerlo. La despedida fue corta, Julián y yo abrazamos fuertemente a papá y mamá. Quizás no los volveríamos a ver, no lo sabíamos.
Lo único claro era que tanto Julián como yo estábamos atrasados en nuestro primer día de escuela, y no deseábamos tener problemas, menos en cuarto grado. Rápidamente corrimos hacia nuestras salas, antes de entrar pensé en el regreso. Pero para que preocuparme, me dije, aun faltan varias horas para la salida; y por la tarde ya no hay saqueadores. Sólo esos imbéciles zombis que salen a alimentarse de cerebros y son tan débiles que se mueren al pegarle con un palo de escoba en la cabeza.

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